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17
Parte 1
Traducido por Dannita
ME DESPERTÉ ESTA MAÑANA por un gran estruendo. Olvidando
donde estaba por una fracción de segundo, automáticamente
asumí
que estaba en casa, y que estábamos experimentando un
temblor.
Estaba ya por salir de la cama, con un pie en el suelo,
cuando me di
cuenta que la vista hacia afuera por la ventana de mi
habitación era
definitivamente más azul, y decididamente más mediterráneo.
¿Y el
ruido? Eso no fue un temblor. Eran los ronquidos de
Simón. Ronquidos. Los ronquidos al ritmo de una
banda, y por ritmo de
una banda me refiero al ritmo de la banda de su nariz, la
cual
emitía el sonido más sobrenatural que hubiese oído nunca.
Me llevé
las manos a la boca para contener la risa y me moví
lentamente de
nuevo hacia la cama, lo mejor era evaluar la situación.
Fiel a mi estilo, me había hecho cargo de la mayor parte
de la cama
en la noche, y él había sido relegado a un rincón, donde
ahora estaba
acurrucado en una pequeña bola con una almohada metida
entre las
piernas. Pero lo que le faltaba de superficie en pies, lo
compensaba
en el sonido. Los sonidos que se vierten desde sus fosas
nasales
están entre el oso pardo y el tráiler de explosión. Me
retorcí en la
cama de una milla de ancho, enroscándome a mí misma a la
altura
de su cabeza y mirando hacia abajo a su rostro. Incluso
mientras
hace estos horribles sonidos, era adorable. Con mucho
cuidado puse
mis dedos al lado de su nariz, y lo tapo. Y luego espero.
Después de diez segundos, inhaló y negó con la cabeza,
mirando a su
alrededor salvajemente. Se relajó cuando me vio sentada
en la
almohada junto a él. Sonrió con una sonrisa soñolienta.
—Oye, oye ¿qué
pasa? —murmuró, rodando hacia mí, envolviendo
sus brazos alrededor de mi cintura, apoyando su cabeza en
mi
barriga. Paso mis manos por su cabello, deleitándome con
la libertad
ocasional que tenemos por fin para tocarnos entre sí.
—Solo me desperté. Alguien estaba
haciendo mucho ruido al otro
lado de la cama.
Cerró un ojo y me miró. —No creo
que alguien tan sacundante como
tú pueda quejarse de nada.
—¿Sacundante? Eso ni siquiera es
una palabra —Resoplo, disfrutando
de sus brazos alrededor mío más de lo que quería admitir.
—Sacundante, es alguien que se
mueve. Alguien que a pesar de estar
durmiendo en una cama del tamaño del alcatraz, aun cuando
está
ocupando casi todo el colchón no para de moverse y patear
—Insiste
él, accidentalmente sin querer subió mi camisa para
descansar su
cabeza en mi desnuda barriga.
—Agitarse es mejor que roncar,
Sr. Pantalones Roncantes —Me burlé
de nuevo, tratando de no darme cuenta de la forma en que
su barba
rozaba mi piel de la manera más deliciosa.
—Tú te sacudes. Yo ronco. ¿Qué haremos al respecto? —Sonrió con
felicidad, todavía medio dormido.
—¿Tapones para los oídos y
espinilleras?
—Sí, eso es sexy. Podemos
ponernos eso antes de acostarnos cada
noche —Suspiró, colocando el más
pequeño de los besos justo por
encima de mi ombligo.
Un ruido que sonaba como un quejido triste escapó de mis
labios
antes de que pudiera reprimirlo, y mis orejas se pusieron
rojas
cuando asimilé lo que había dicho acerca de “cada noche”, como si
fuéramos a dormir juntos cada noche. Oh mi…
Desayunamos rápido en la casa y luego nos dirigimos a la
ciudad. Me
enamoré de inmediato de la aldea: las calles de piedra,
las paredes
encaladas brillaban bajo el sol abrasador, la belleza que
brotaba de
cada arcada abierta. De cada partícula de azul que se
asomaba desde
la costa hasta las sonrisas amables que había en los
dulces rostros de
las personas que paraban en este sitio encantado, me
enganché.
Era día de mercado, por lo que entrábamos y salíamos de
los
puestos, recogiendo fruta seca para picar más tarde. He
visto
hermosos lugares en esta tierra, pero esta ciudad era el
paraíso para
mí. Sinceramente, nunca había experimentado nada igual
Ahora, había estado viajando sola durante años,
encontrando a mi
propia compañía muy agradable. Pero ¿viajar
con Simón? Era…genial.
Simplemente, genial. Él era tranquilo, así como yo cuando
estoy
viendo algo nuevo. Él nunca sintió la necesidad de llenar
el silencio
con frases tontas. Nos quedamos contentos por haber
disfrutado del
paisaje. Cuando hablamos, fue para señalar algo que pensábamos
que el otro no debía perderse, como los cachorros que
estaban
jugando en el jardín, o una pareja de ancianos que
hablaban una y
otra vez desde sus balcones. Él era un gran compañero.
Cuando
caminábamos de regreso al carro que alquilamos, el sol de
la tarde
quemándome a través del fino algodón que cubre mis
hombros, mi
mano se enredó con la suya en la forma más modesta. O
cuando él
se tomó el tiempo para abrir la puerta para mí, O cuando
se inclinó
para besarme bajo el cálido sol español, sus labios y el
olor de los
olivos eran las únicas cosas que necesitaba en el mundo
entero.
En ese momento que había conocí a Simón, habían varias imágenes
de él que se habían quedado grabadas en mi memoria: viéndolo
la
primera vez, vestido solo con una sábana y una sonrisa,
conduciendo
de vuelta a través del puente con él en la noche de
inauguración de la
casa de Jillian, cuando pedimos una tregua; un Simón
deformado y
borroso cuando veo desde el interior de un afgano;
iluminado por
antorchas, sudado y luciendo endiabladamente guapo debido
al
jacuzzi; y una reciente adicción a mi ¿Lo
mejor de Simón? La visión
de él debajo de mí mientras él me acercaba, su piel cálida
y su dulce
aliento sobre mí cuando estábamos acurrucados en la Cama
Gigante
del Pecado.
Pero nada, y quiero decir nada, era más caliente que ver
trabajar a
Simón. Lo digo en serio. De hecho, me tuve que abanicar
un poco,
cuando él se dio cuenta de eso porque cuando él estaba
trabajando
estaba deliciosamente concentrado.
Y ahora aquí estaba yo sentada, observando el trabajo de
Simón.
Habíamos conducido hasta la costa para tomar algunas
fotos de
prueba en un lugar que un guía local le había hablado, y
ahora el
peligrosamente apuesto Simón estaba concentrado
completamente
para poner manos a la obra. Así que él me había
explicado, no se
trataba de las imágenes reales que él estaba tomando, se
trataba de
probar la luz y los colores. Así que mientras él se movía
rápido entre
roca y roca, yo me senté en una manta que habíamos sacado
de la
caja y observé. Situado en los acantilados por encima del
mar,
podíamos ver las millas de distancia. El litoral rocoso
se extendía y se
enroscaba de nuevo en sí mismo, ya que millones de olas
fluían de
las profundidades del mar. Y aunque el paisaje era
precioso, lo que
llamó mi atención fue la forma de la punta de la lengua
de Simón que
se asomó mientras contemplaba la escena. La forma en que
se
mordió el labio inferior mientras se desconcentraba por
algo. La
emoción rompió en su rostro cuando vio algo nuevo a través
de su
lente.
Me alegré de tener algo que hacer, algo en que fijarme,
mientras el
comienzo de una batalla comenzaba a librarse dentro de mi
cuerpo.
Desde que nos dimos cuenta de la presión que la cama
gigante podía
haber puesto sobre nosotros, lo único en lo que pude
pensar fue en
esa gran presión. Además de la presión de un O negado por
mucho
tiempo, esperando pacientemente, y a veces impaciente,
por su
liberación. La presión era tan fuerte, tan intensa, que
cada parte de
mí podía sentirlo.
Actualmente en este debate que se realiza en mi interior
participaban
mi Cerebro, la Caroline de abajo (hablando del distante
O), Columna
vertebral y aunque esta había guardado silencio sobre
todo
últimamente, dejando a Cerebro y Nervios tomar el
control, el
Corazón estaba ahora luchando también.
Cabe mencionar que la LC (Caroline de abajo quería estar
a la moda
con un nombre abreviado) había de algún modo elaborado un
borrador del pene de Simón en la lucha y pese a que su
pene no tuvo
acceso directo a ella, LC sintió la necesidad de hablar
en su nombre.
Si bien no me gustaba mucho el termino pene, internamente
me
sentía extraña llamándolo polla o pito, por lo que pene
estaba…bien
por ahora.
Ahora, Columna Vertebral y Cerebro estaban firmemente en
el
campamento de “espera para el
sexo”, creyendo que esto es esencial
para la fundación de esta floreciente relación.
Obviamente, LC, y por
tanto el pene de Simón, se encontraban en la sociedad de
tenersexo-
con-él-tan-pronto-como-sea-posible. O, aunque no
oficialmente
participante de este debate, se podía contar entre los
partidarios de
la LC. Pero sentí una punzada, y solo una pizca, de ella
flotando por
encima de los dos campos, junto con Corazón, que
actualmente
estaba cantando canciones sobre el amor eterno y las
cosas cálidas y
suaves.
Toma todo en cuenta y ¿Qué es lo
que tienes? Una totalmente
confundida Caroline. Una Caroline dividida. No es de
extrañar que
haya renunciado a las citas. Esta mierda era difícil. Así
que ¿estaba
contenta de tener algo en que pensar que no sea en la
olla a presión
de sexo indeterminado? Sí. ¿Podía
pasar algo más de tiempo tratando
de llegar a un nombre más inteligente para el pene de Simón?
Probablemente. Se lo merecía. ¿Miembro
masculino de un mamut?
No. ¿Pilar pulsante de la pasión?
No. ¿Bandida puerta trasera?
Demonios no. ¿Wang? (1) Sonaba
como el ruido que hacen esas
cosas para topar la puertas cuando abres la puerta de
improviso…
Lo dije en voz alta para mí misma un par de veces. Partiéndome
un
poco de la risa. —Wang. Wang.
Waaaang —murmuré.
—¡Oye! ¡Chica
camisón! Supéralo ya —dijo Simón,
desconcentrándome de mi estudio sobre Wang. Dejé atrás la
batalla
mental, abriéndome paso con cuidado por las rocas
escarpadas a
donde él estaba equilibrado.
—Te necesito.
—¿Aquí? ¿Ahora?
—Resoplé.
Él bajó la cámara lo suficiente como para levantar una
ceja. —Te
necesito para la escala. Ponte allí —Me
señaló hacia el borde del
acantilado.
—¿Qué? No. No. No fotos, huh-uh —Me fui hacia mi manta.
—Sí, sí, fotos. Vamos. Necesito
algo en el primer plano. Ve allá.
—¡Pero soy un desastre! Estoy
quemada por el sol y el viento. ¿Ves?
—Bajo un poco mi cuello V para
mostrarle cómo empezaba a
ponerme rosada.
—Aunque siempre te agradeceré que
me hayas mostrado tu escote,
guárdalo, hermana. Esto es solo para mí, solo dame un
poco de
perspectiva. Y no pareces que hubieras sido llevada por
el viento.
Bueno, solo un poco —Su pie dio
un golpecito.
—No vas a hacerme posar con una
rosa en mis dientes ¿verdad? —
Suspiré, arrastrando los pies hasta el borde.
—¿Tienes una rosa? —preguntó, mirando serio a excepción de la
sonrisa de idiota.
—Cállate. Toma tus fotos.
—De acuerdo, solo se natural. No
hagas poses, solo quédate allí
parada, mirando hacia el agua estaría bien —Ordenó.
Obedecí. Él se movió a mí alrededor, tratando diferentes ángulos,
y le
oí murmurar acerca de lo que estaba trabajando. Lo
admito, a pesar
de que era tímida para tomarme fotos, casi podía sentir
sus ojos a
través de la lente, mirándome. Se movió alrededor mío por
solo unos
minutos, pero se sentía más tiempo. La guerra interna
comenzaba a
librarse de nuevo.
—¿Ya casi está?
—No se puede precipitar la
perfección, Caroline. Tengo que hacer un
trabajo excelente —Advirtió—. Pero sí. Ya casi está. ¿Tienes
hambre?
—Quiero esas naranjas clementinas
de la cesta. ¿Me das uno? ¿O se
meterá con tu obra maestra?
—No se mete con ella. Lo llamaré
chica llevada por el viento en un
acantilado con una naranja clementina—Se
rió y se dirigió hacia el
carro.
—Eres gracioso —Le
dije con ironía, capturando la pequeña naranja
que él me tiró y empezando a pelarla.
—¿Me invitas?
—Supongo que sí, lo menos que
puedo hacer por el hombre que me
trajo aquí ¿verdad? —Me reí, mordiendo una rodaja y sintiendo el
goteo del jugo por mi barbilla.
—¿Tienes un agujero en el labio? —Me preguntó, capturando el
momento mientras yo ponía los ojos en blanco.
—¿Realmente crees que eres
gracioso, o simplemente estás
asumiendo que podrías serlo? —Repliqué,
señalándolo con la rodaja.
Por supuesto. Él le dio un mordisco y no goteó. Abrió
mucho los ojos
con sorpresa fingida, y aproveché la oportunidad para
sacar otra
rodaja y tirársela a su rostro. Sus ojos estaban muy
abiertos,
mientras el jugo corría libremente de la punta de su
nariz y en la
barbilla.
—Desordenado Simón —susurré mientras él mirada hacia mí. En un
instante, él apretó sus labios con los míos, obteniendo
todo el jugo de
ambos cuando chillé en su boca
—Dulce Caroline —susurró
mientras sonreía. Él me hizo girar con él
hacia el mar que estaba detrás de nosotros, levantó la cámara
y tomó
una foto: de ambos cubiertos de papilla de naranja.
—Por cierto, ¿Por
qué estabas diciendo antes “Wang”?
—preguntó.
Me reí más fuerte.
*****
—Esto es todo. Esto es ahora
oficialmente la mejor cosa que he
tenido en mi boca —anuncié,
cerrando mis ojos y gimiendo.
—Has dicho eso a todo lo que has
comido esta noche.
—Lo sé, pero enserio no puedo con
lo bueno que es esto.
Abofetéame, pellízcame, tírame agua, esto es demasiado
bueno —
Gemí de nuevo. Nos sentamos en una mesita en un rincón de
un
pequeño restaurante en la ciudad, y estaba decidida a
probar todo.
Simón, haciendo gala de sus habilidades lingüísticas, había
ordenado
para ambos. Le dije que él eligiera, que estaba en sus
manos y yo
sabía que no elegiría mal. Y el muchacho lo hizo bien.
Festejamos.
Comimos tapas tradicionales, por supuesto, acompañado de
vasos de
vino de la casa. Pequeños cuencos y platos se presentaron
en la tabla
pocos minutos antes de que trajeran pequeñas albóndigas
de cerdo,
rebanadas de jamón, champiñones marinadas, hermosos
embutidos,
calamares a la plancha con aceite de oliva local.
Con cada bocado, estaba segura de que acababa de comer lo
mejor
que nunca, y luego otra ola magnifica de comida se
presentaba y me
convencía aun vez más. Y entonces llegaron estos
langostinos.
Irreales. Fritos de manera crujiente en aceite de oliva
con un montón
de ajo y perejil, pimentón ahumado, y un toque de calor.
Me
desmayo. De hecho, me desmayaba.
¿Simón? A él le encantó. Ya se lo
había acabado. Mis reacciones al
igual que la comida, creo. Se lo había acabado.
—Honestamente, no puedo más —Protesté, arrastrando un trozo de
pan crujiente a través del aceite de oliva. Él sonrió
mientras me
miraba descaradamente cuando comía otra pieza de pan
antes de
finalmente retroceder de la mesa con un gemido.
—La mejor comida que he probado.
Eso fue una locura —Suspiré,
acariciando mi estómago lleno. Femeninamente, me había
comido
toda la comida como si alguien fuera a llevárselo lejos
de mí. Un
camarero apareció con dos pequeños vasos de un vino
local. Dulce y
fresco, era la perfecta bebida después de cenar. Bebimos
despacio,
con la brisa que entraba por las ventanas ligeramente
perfumada con
el aroma del mar.
—Esta fue una gran cita, Simón.
En serio. No podría haber sido más
perfecta —Le dije, tomando otro
sorbo del vino.
—¿Fue esto una cita? —preguntó.
Mi rostro se congeló. —Quiero
decir, no. Supongo que no. Yo solo…
—Relájate, Caroline. Yo sé lo que
quieres decir. Es gracioso
considerar esto como una cita: dos personas que viajan
juntas, pero
que ahora están en una cita —Sonrió
y yo me relajé.
—Hmm, no hemos seguido las reglas
tradicionales hasta ahora,
¿verdad? Esto incluso podría ser
nuestra primera cita, si quisiéramos tener
algo técnico.
—Bueno, técnicamente hablando, ¿Qué define una cita? —preguntó
él.
—Cenar, supongo. Aunque hemos
cenado antes —respondí.
—Y una película. También hemos
visto ya una película —Me recordó,
Me estremecí. —Sí, y que era sin
duda una estratagema para
conseguir que me acurrucara en ti. Scary Movie, tan obvio
—Me
burlo.
—Funcionó, ¿no?
De hecho, creo que dormí contigo esa noche, Chica
Camisón.
—Es cierto, soy barata y fácil,
lo reconozco. Supongo que realmente
hicimos todo eso de atrás —Le
sonrío, deslizando mi pie en el piso
por debajo de la mesa y dándole una ligera patada.
—Me gusta lo de atrás —Sonríe con suficiencia.
Entrecerré mis ojos. —No tocarás
eso.
—En serio, sin embargo. Como he
dicho, no tengo experiencia con
esas cosas —dijo—.
¿Cómo funciona esto? Y si estuviéramos haciendo
esto…no lo de atrás ¿Qué pasaría después?
—Bueno, supongo que habría otra
cita, y otra después de esa —
admití, sonriendo tímidamente.
—Y las reglas. Yo esperaría para
tratar de hacer algunas reglas ¿no?
—preguntó en serio.
Farfullé mi vino. —¿Reglas? ¿Es en serio? Como tocar un pecho, sobre
la blusa, debajo de la blusa, ¿esas
reglas?—Me reí con incredulidad.
—Sí, exactamente. ¿Está permitido que me salga con la mía? Como
un caballero, quiero decir. Si esto fuera realmente una
primera cita,
no estaríamos yendo a casa juntos ¿verdad?
Citas ahora, no van,
Recuerda que, al parecer atraigo bien —dijo,
con los ojos brillantes.
—Sí, sí, así es. No nos vamos a
casa juntos, eso es cierto. Pero para
ser honesta, no quiero que duermas en la esquina de la
habitación.
¿Eso es raro? —Pude
sentir mis orejas quemar cuando me sonrojé.
—No es raro —respondió
en voz baja. Me quité mi sandalia y presioné
mi pie en su pierna, frotando ligeramente a lo largo de
esta.
—Acurrucarse es bueno ¿verdad?
—Acurrucarse es definitivamente
bueno — Él estuvo de acuerdo,
acurrucando también su propio pie.
—En lo que se refiere a tus
reglas, creo que definitivamente tú
podrías planear un poco de acción por debajo de la
camisa, si estás
muy interesado —Le contesté.
Internamente, Cerebro y Columna
Vertebral se pusieron un poco alegres, mientras que LC y
Wang
patearon algunas sillas. Tetas estaba feliz de que
alguien la tomara
en cuenta, en lugar de solo ser una parada en el camino a
los puntos
sur. ¿Corazón? Bueno, ella seguía
revoloteando, cantando su
canción.
—Entonces, seremos un poco
tradicionales, pero no totalmente
tradicionales. ¿Iremos a pasos
lentos? —preguntó, con los ojos
ardiendo, los zafiros empezando a hacer sus pequeños
bailes
hipnóticos.
—Lento, pero no demasiado lento.
Somos adultos, por amor de Dios.
—Acción bajo la camisa —anunció, levantando su copa para un
brindis.
—Voy a brindar por eso —Me reí cuando los chocamos.
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(1) Jerga de Pene.
* * * * *
17
Parte II
Traducido SOS por CrisCras
Cincuenta y siete minutos más tarde estábamos en la cama,
sus
manos cálidas y seguras deslizándose a través de cada botón,
revelando mi piel. Fue despacio a propósito, dejando caer
mi camisa
abierta mientras yacía debajo de él. Bajó la mirada hacia
mí, sus
dedos trazando ligeramente una línea desde mi clavícula
hasta mi
ombligo, recta y exacta. Ambos suspiramos al mismo
tiempo.
No podía explicarlo, pero saber que habíamos puesto
ciertos límites
para la noche, aunque fuera una tontería, lo hacía mucho
más
sensual, algo de lo que disfrutar verdaderamente. Sus
labios
revoloteaban alrededor de mi cuello, repartiendo pequeños
besos
contra mi piel, debajo de mi oreja, bajo mi barbilla, en
el hueco entre
mi hombro y mi cuello, y trabajando su camino descendente
hasta
abultamiento de mis pechos. Sus dedos barriendo con
ligereza,
reverentemente, una sensación fantasma a través de mi
sensible piel
que me hizo inhalar y luego contener las respiración.
Cuando sus dedos rozaron suavemente mi pezón, cada
terminación
nerviosa de todo mi cuerpo dieron marcha atrás y
empezaron a
pulsar en esa dirección. Exhalé, la sensación de meses de
tensión
comenzando a fluir fuera de mí y acumularse incluso más.
Con besos
dulces y toques suaves, comenzó el proceso de llegar a
conocer mi
cuerpo, y era exactamente lo que yo necesitaba. Labios,
boca,
lengua; todo sobre mí, probando, acariciando, sintiendo y
amando.
Cuando sus labios se cerraron alrededor de mi pecho, su
pelo me hizo
cosquillas en la barbilla de la forma más adorable y
envolví mis
brazos alrededor de él, sosteniéndole cerca. La sensación
de su piel
contra la mía era la perfección y algo que nunca había
experimentado
antes. Me sentía… adorada.
A medida que nos explorábamos esa noche, lo que empezó
como una
parte divertida y bonita de nuestras clásicas bromas se
convirtió en
algo más. Lo que había llamado groseramente “acción debajo de la
camisa” se convirtió en parte de
un romance, y algo que podía haber
sido simplemente físico se convirtió en algo emocional y
puro. Y
cuando me acunó contra él, pegándome a él con tiernos
besos y risas
entrecortadas, caímos en un sueño satisfecho.
Sacundante y Sr. Pantalones Roncantes.
Durante los siguientes dos días me deleité. En verdad, no
hay otra
palabra en el idioma inglés para articular la experiencia
a la que me
entregué. Ahora, para algunos, la definición de unas
vacaciones de
lujo puede ser una infinidad de tiendas, mimarse en un
spa, comidas
caras, complicados espectáculos. Pero para mí, lujoso
significaba
pasar dos horas echando la siesta al sol en la terraza de
la cocina.
Lujoso significaba comer higos con miel salpicados con
migas de
queso local, mientras que Simon me servía otra copa de
cava, todo
antes de las diez de la mañana. Lujoso significaba tiempo
a solas
para pasear por las tiendas de Nerja, hurgando en los
contenedores
de hermosos encajes. Lujoso significaba explorar las
cuevas cercanas
con Simon mientras él hacía fotografías, perdiéndonos en
los colores
bajo la tierra. Lujoso significaba mirar a Simon sin
camiseta
balanceándose en una roca mientras buscaba otro punto de
apoyo.
¿He mencionado sin camiseta?
Y lujoso sin duda quería decir que pasaba cada noche en
la cama con
Simon. Eso si que era un tipo de lujo impagable, que no
se ofrece en
todos los grandes viajes. Rodeamos otra base o dos, burlándonos
el
uno del otro con un pequeño encuentro “por
encima de las bragas”.
¿Estábamos siendo ridículo
esperando hasta la última noche en
España para consumar la “cosa”? probablemente, ¿pero a quién
demonios le importaba? Él pasó casi una hora besando cada
centímetro de mis piernas una noche y yo pasé la misma
cantidad de
tiempo teniendo una conversación con su ombligo. Nosotros
solo...
disfrutamos.
Pero con todo este disfrute se produjo cierta cantidad
de, bueno,
¿cómo decirlo? ¿Energía
nerviosa?
En San Francisco habíamos pasado meses con juegos
sexuales
verbales. ¿Pero ahora, aquí? ¿El juego previo real? Era para no
creerlo. Mi cuerpo estaba tan en sintonía con el suyo que
sabía
cuándo entraba en una habitación, sabía cuándo estaba a
punto de
tocarme segundos antes de que lo hiciera. El aire entre
nosotros
estaba cargado con vibraciones sexuales que zumbaban
hacia
adelante y hacia atrás con la energía suficiente para
iluminar toda la
ciudad. ¿Química sexual? La tenía.
¿Frustración sexual? Aumentando
y acercándose al punto crítico.
Oh, infiernos, iba a decirlo. Yo estaba C-A-C-H-O-N-D-A.
Razón por la cual, después de haber pasado la tarde en
las cuevas,
nos encontramos en la cocina, besándonos locamente. Ambos
estábamos un poco cansados por el día y yo había estado
queriendo
probar la hermosa cocina Viking. Estaba preparando
verduras para la
parrilla y mezclando un poco de arroz con azafrán cuando
llegó
después darse una ducha. Es casi imposible para mí
explicar la
imagen que presentaba: llevaba una camiseta blanca,
vaqueros
desteñidos e iba descalzo, frotándose el pelo húmedo con
una toalla.
Sonrió y empecé a ver doble. Literalmente, no podía ver más
allá de
la neblina de lujuria y necesidad que sentir surgir de
repente a través
de mí. Necesitaba que mis manos estuvieran sobre su
cuerpo y
necesitaba que sucediera inmediatamente.
—Mmm, algo huele bien. ¿Quieres que empiece con la parrila? —
preguntó caminando hacia donde estaba yo cortando
verduras en el
mostrador. Se colocó detrás de mí, su cuerpo a solo unos
centímetros
de mí, y algo se rompió. Y no fue solo la vaina de guisantes
que tenía
en mi mano…
Me di la vuelta y mi estómago en verdad revoloteó ante la
vista de él.
Revoloteó, el muy maldito. Presioné mi mano contra su
pecho,
sintiendo la fuerza que había allí y el calor de su piel
a través del
algodón. La Razón dijo adiós y ahora esto era puramente físico.
Un
picor que necesitaba ser rascado, rascado y luego rascado
otra vez.
Deslicé mi mano hasta su nuca y tiré de él hacia mí. Mis
labios se
estrellaron contra los suyos, mi intensa necesidad por él
vertiéndose
en su boca y descendiendo hasta la punta de mis dedos de
los pies.
Los dedos de los pies que se quitaron sus flip-flops de
una patada y
empezaron a frotarse descaradamente a través de las
partes
superiores de sus pies. Mi cuerpo necesitaba sentir piel,
cualquier
piel, y lo necesitaba ahora.
Él respondió, igualando mis brutales besos con los suyos
propios, su
boca cubriendo la mía mientras yo gemía al sentir sus
manos sobre la
parte baja de mi espalda. Rápidamente le hice girar y le
presioné
contra el mostrador.
—¡Fuero! Necesito esto fuera
ahora —murmuré entre besos, tirando
de su camiseta.
Con un gran zumbido de tela, su camiseta fue lanzada a
través de la
habitación mientras yo maniobraba con mi cuerpo contra el
suyo,
suspirando al sentir contacto. Estaba tratando de
abrazarle y subirme
sobre él, la lujuria ahora corriendo libremente a través
de mi cuerpo
como un tren de carga. Extendí la mano y le pasé la mano
a través
de sus pantalones vaqueros. Sus ojos atraparon a los míos
y se
desenfocaron un poco. Estaba en el camino correcto. Sintiéndole
endurecerse por segundos bajo las puntas de mis dedos, de
repente
todo lo que yo quería, todo lo que necesitaba, todo lo
que tenía que
tener para funcionar en la vida, era a él. En mi boca.
—Hey, Chica Camisón, ¿qué estás… Oh Dios…?
Moviéndome instintivamente abrí sus vaqueros, me dejé
caer sobre
mis rodillas ante él y le llevé hacia adelante. Mi pulso
se aceleró y
creo que mi sangre en realidad estaba hirviendo dentro de
mí
mientras le miraba. Mi respiración se contuvo con un
siseo mientras
le observaba, bajando sus desgastados vaqueros solo lo
suficiente
para enmarcar este espectáculo luminoso.
Simon estaba firme. Dios bendiga América.
Quería ser amable, tierna y dulce, pero simplemente le
necesitaba
tan mal. Levanté la vista hacia él, sus ojos nublados
pero frenéticos,
mientras sus manos me apartaban el pelo de la cara. Tomé
sus
manos en las mías y las coloqué a sus espaldas, sobre el
mostrador.
—Vas a querer agarrarte a algo
para esto —prometí. Él dejó escapar
un delicioso gemido, haciendo lo que le dije, inclinándose
un poco
hacia atrás. Empujó sus caderas hacia adelante, pero
mantuvo sus
ojos en los míos. Siempre en los míos.
Mis labios ronronearon mientras deslizaba su longitud
dentro de mi
boca. Su cabeza cayó hacia atrás mientras mi lengua lo
acariciaba,
tomándolo más profundamente. El puro placer de esto, el
absoluto
placer de sentir su reacción por mí, fue suficiente para
hacer que mi
cabeza se dividiera en dos. Le eché hacia atrás, dejando
que mis
dientes apenas rozaran su sensible piel mientras le veía
agarrar el
borde del mostrador aún con más fuerza. Pasé mis uñas
hacia arriba
por el interior de sus piernas, bajando más sus
pantalones para tener
una mayor acceso a su piel caliente. Presionando besos a
través de la
punta, dejé que mis manos ascendieran hasta empuñarle,
acariciando
y masajeando. Era perfecto, todo terso y suave cuando lo
tomé de
nuevo, y otra vez, y otra vez. Me sentí enloquecer,
embriagada por
su aroma y la sensación de tenerlo dentro de mí.
Él gimió mi nombre una y otra vez, sus palabras derramándose
como
chocolate fundido mezclado con sexo, vertiéndose en mi
cerebro y
haciendo que le dedicara cada sentido a él, solo a él.
Una y otra vez
fui, volviéndolo loco, volviéndome loca, lamiendo,
chupando,
probando, burlándome, disfrutando de la locura de este
acto
exquisito. Tenerle aquí, de esta forma, era la definición
de lujo.
Él se tensó aún más y sus manos finalmente volvieron a mí,
intentando hacer que me apartara.
—Caroline, oh, Caroline, yo estoy… tú… primero…
tú… oh, Dios… tú —
tartamudeó.
Por suerte, fui capaz de interpretar. Quería que yo también
tuviera
algo. De lo que no se había dado cuenta era de que este
total
abandono que me estaba dando era todo lo que yo
necesitaba. Le
liberé solo durante un momento para colocar sus manos una
vez más
sobre el mostrador.
—No, Simon. Tú —respondí,
tomándole profundamente una vez más,
sintiéndolo golpear la parte de atrás de mi garganta
mientras mis
manos atendían lo que no podía mi boca no podía. Sus
caderas se
movieron una vez, luego otra, y con un estremecimiento y
el gemido
más maravilloso que había escuchado jamás, Simon se vino.
Echó la
cabeza hacia atrás, cerró los ojos y se dejó llevar.
Fue maravilloso.
Momentos más tarde, derrumbado junto a mí sobre el suelo
de la
cocina, suspiró con satisfacción. —Dios
mío, Caroline. Eso fue…
inesperado.
Me reí, inclinándome para besar su frente. —No pude controlarme.
Simplemente te veías tan bien, y yo…
bueno… me dejé llevar.
—Voy a decir que no creo que sea justo
que yo esté aquí algo
expuesto y tú estés aun completamente vestida. Podemos
remediar
eso bastante rápido, sin embargo. —Tiró
del cordón de mis
pantalones.
Le detuve. —Primero de todo, no
estás algo expuesto, estás tendido
disponible en el suelo de la cocina, y me gusta bastante.
Y esto no se
trataba de mí, aunque admito que lo disfruté
inmensamente.
—Chica tonta, ahora quiero
disfrutar de ti inmensamente —insistió,
pasando los dedos por el borde de mis pantalones,
bailando a través
de la piel allí.
Nervios se pusieron a bailar el flamenco, exigiendo más
tiempo —
¡más tiempo! ¡Todavía
no listos! LC pateó algunas cosas. —No, no, no
esta noche. Quiero hacerte una buena cena. Déjame
cuidarte un
poco. ¿No puedo hacer eso? —Aparté sus malvadas manos y las besé.
Él me sonrió, con el pelo desordenado y una sonrisa tonta
adornando
su rostro. Suspiró derrotado y asintió. Empecé a
levantarme del suelo
cuando él me agarró por la cintura y tiró de mí hacia
abajo.
—Una palabras, por favor, antes
de que me dejes —¿qué dijiste?
¿Tendido disponible en el suelo
de la cocina?
—¿Sí, querido? —pregunté,
ganándome una ceja levantada.
—Así que, usando la base de
rodear el punto de referencia que hemos
aplicado esta semana, diría que acabamos de saltarnos
unas cuantas
citas, ¿verdad?
—Yo diría que sí. —Me reí, dándole palmaditas suavemente en la
cabeza.
—Entonces creo que es justo
advertirte… ¿Mañana por la noche? ¿Tú
última noche es España? —dijo,
sus ojos resplandeciendo a través del
crepúsculo.
—¿Sí? —susurré.
—Voy a intentar robar la casa.
Sonreí. —Simon Tonto, no es robar
si lo revelas —ronroneé,
besándolo sólidamente en los labios.
Más tarde esa noche, mientras yacía estrechamente
envuelta contra
Simon, LC empezó a prepararse. Y Cerebro y Columna
vertebral
comenzaron a cantar… ¿O… O… O. Wang? Bueno, sabíamos dónde
estaba, presionado estrechamente contra Columna
Vertebral.
Corazón siguió flotando, pero estaba dando vueltas cada
vez más
cerca de casa. Sin embargo, una nueva entidad comenzó a
imponerse
una vez más, intentando influenciar en las otras. Teñía
mis sueños
con susurros silenciosos.
Hola, Nervios.
Mi sueño decididamente fue más…
Sacundante.
* * * * *
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