Volver a capítulos
16
Traducido por Elle87
—LO HICIMOS MUY PRONTO. Deberíamos
haber esperado.
—Esperamos lo suficiente, ¿estás bromeando? Sabes que tenía razón.
Era tiempo de hacerlo.
—Tiempo de hacerlo ¡qué tontería! Podíamos haber esperado un
poquito más, y entonces no estaríamos en este embrollo.
—Bueno, no te oí quejarte la
primera vez. Parecías bastante
complacida si mal no recuerdo.
—No podía quejarme, tenía la boca
llena. Pero lo presentía. Sabía que
esto estaba mal, sabía que lo que hacíamos estaba
inherentemente
mal.
—De acuerdo, me doy por vencido.
Dime cómo arreglar esto.
—Bueno, para empezar, lo tienes
al revés —le disparé, agarrando el
mapa y volteándolo. Estábamos estacionados en un costado
del
camino desde hacía cinco minutos, intentando averiguar cómo
llegar
a Narja.
Después de aterrizar en Málaga, atravesar la aduana, el
sistema de
renta de coches y finalmente alejarnos de la ciudad
exitosamente,
ahora estábamos perdidos. Simon manejaba y yo estaba a
cargo del
mapa. Por eso me refiero a que me lo quitaba cada diez
minutos o
algo así para mirarlo, entre "hmms" y
vacilaciones, para luego
devolvérmelo. De hecho no escuchó nada de lo que yo tenía
que
decir, en su lugar confiaba en su innato sentido de
hombre—mapa.
También se rehusó a encender el GPS(1) que nos habían
proporcionado, determinado a mantenerse a la antigua.
Razón por la cual estábamos perdidos. Tomar un tren habría
sido
muy fácil. Simon necesitaba un coche para tomar sus
fotos,
que era por lo que al final estábamos aquí. Después
de volar toda la noche,
estábamos exhaustos, pero la mejor forma de combatir el
jet
lag (2) , presuntamente, era acostumbrarse a la
hora local lo más rápido
posible. Habíamos acordado no tomar una siesta hasta que
pudiéramos dormir en la noche.
Ahora discutíamos sobre qué giro habíamos hecho mal. Yo
había
estado devorando unos churros de un puestecillo de un
costado del
camino cuando supuestamente habíamos hecho el mal giro,
así que
jugamos a “Ponle la Culpa”.
—Todo lo que estoy diciendo es
que si alguien no hubiera estado
rellenándose la cara y hubiese prestado atención al giro,
no
estaríamos…
—¿Rellenando mi cara? ¿En serio? Estabas robando mis churros. ¡Te dije
que te compraras unos cuando nos paramos!
—Bueno, al principio no tenía
hambre, pero luego estabas
saboreándote y lamiendo el chocolate y bueno… me distraje. —
Levantó la vista del mapa, el cual había dispuesto sobre
el capó del
coche, y sonrió burlonamente, rompiendo la tensión.
—¿Te distrajiste? —Le sonreí de vuelta, inclinándome un poco más
cerca. Mientras miraba el mapa, yo lo miraba a él. ¿Cómo podía
alguien que había estado en un avión por los últimos cien
años lucir
tan bien como lo hacía él? Pero ahí estaba, vaqueros
descoloridos,
camiseta negra y una chaqueta oscura North Face(3).
Veinticuatro
horas de barba rogando que la lamieran. ¿Quién
lamía eso? Yo, quién
si no. Se cruzó de brazos mientras estudiaba el mapa,
moviendo los
labios en silencio intentando descifrarlo. Me escabullí
bajo sus brazos,
poniéndome sobre el capó del coche sin pena alguna, como
una de
esas chicas de un calendario de garaje.
—¿Puedo hacer una sugerencia?
—¿Es lasciva?
—Sorprendentemente no. ¿Podemos encender el GPS? Me gustaría
llegar antes de irme en unos días —gemí.
Debido a mi reserva de
última hora, tenía que regresar un día antes que Simon,
pero cinco
días en España… no me estaba
quejando.
—Caroline, solo los cobardes usan
GPS —se mofó, girándose al mapa
de nuevo.
—Bueno, esta cobarde se muere por
una cena, una ducha, una cama
y por deshacerse de este jet lag. Así que a menos que
quieras que
recree “It Happened One Night” (4) en su
versión española, enciente el
GPS, Simon. —Lo agarré por la
chaqueta y tiré de él hacia mí—.
¿Sonó muy rudo? —susurré,
dándole un pequeñito beso en la
barbilla.
—Sí, ahora me asustas.
—¿Eso quiere decir que pondrás el
GPS?
—Pondré el GPS. —Suspiró,
resignado, recostándose y quitándome de
encima del auto. Lo vitoree y me puse en camino hacia la
puerta.
—No, no, no, fuiste muy ruda
Chica Nocturna. Voy a necesitar un
poco de dulce —instruyó, sus ojos
brillaron.
—¿Necesitas dulce? —pregunté.
Tiró de mi brazo hacia él. —Sí,
lo requiero.
—Eres retorcido Simon. —Me recosté hacia él, deslizando mis brazos
alrededor de su cuello.
—No tienes idea. —Se lamió los labios y movió las cejas como un
gánster de antaño.
—Ven a tomar tu dulce —lo provoqué y sus labios terminaron en los
míos.
Nunca me iba a cansar de besar a Simon. Es decir ¿cómo podría?
Desde la noche en que me había “mostrado
la verdad” justo encima
de la meseta de mi cocina, habíamos ido explorando esta
parte nueva
de nuestra relación. Bajo todo ese comentario sarcástico
y
provocativo, todos estos meses se había construido una
seria tensión
sexual. La estábamos dejando salir, aunque muy despacio.
Seguro,
podríamos haber corrido hacia la habitación del hotel esa
noche y
dejar que el sexo repicara a través de la ciudad por días,
pero Simon
y yo, sin decir palabra, parecíamos estar en la misma página
por una
vez, y estábamos contemplando dejar que se desarollara.
Me estaba cortejando. Lo estaba dejando cortejarme. Quería
el
cortejo. Merecía el cortejo. Necesitaba el “wow” que seguramente
seguiría al cortejo, pero por ahora, ¿el
cortejo? Era “whoa”.
Y hablando de cortejo…
Mis manos se deslizaron en su cabello, jalando y
retorciendo,
intentando tirar de su cuerpo dentro del mío. Gimió en mi
boca, sentí
su lengua tocar la mía y me desmoroné. Suspiré, el gemido
más
pequeño, y fue más y más complicado besarlo gracias a la
gigantesca
sonrisa que estaba saliendo en mi cara.
Se retiró un poco y rió. —Seguro
que luces feliz.
—Sigue besándome por favor —insistí, trayendo su rostro hacia el
mío.
—Es como besar a una calabaza de
Halloween. ¿Qué pasa con esa
sonrisa? —me dijo, con una
sonrisa tan grande como la mía.
—Estamos en España Simon. La
sonrisa está implicada. —Suspiré con
satisfacción, revolcando su cabello.
—Y he aquí yo pensando que tenía
que ver con mis besos —
respondió, besándome nuevamente, suave y gentilmente.
—De acuerdo vaquero, ¿listo para ver a dónde nos lleva el GPS? —
pregunté, apartándome. No podía tener mis manos sobre él
por más
tiempo o nunca nos iríamos.
—Veamos cuán perdidos estamos
realmente. —Sonrió y partimos.
* * *
—Creo que este es el giro… Sip, este es —dijo.
Reboté en el asiento. Resultó que estábamos más cerca de
lo que
creíamos, y nos habíamos puesto un poco inquietos. Dando
una
última vuelta, nos miramos el uno al otro y chillé. Habíamos
visto el
océano por pedacitos por los últimos kilómetros más o
menos,
asomándose detrás de los árboles o sobre un acantilado.
Ahora,
doblando en un camino adoquinado, darme cuenta de que
Simon
había rentado una casa no solo cerca de la playa,
sino sobre la playa, me
bañó, y la vista me acalló.
Simon aparcó, las gomas rechinando sobre los cantos
rodados.
Cuando apagó el auto, pude oír las olas chocando contra
la costa
rocosa a unos treinta metros. Nos sentamos por un
momento,
inhalando todo y sonriéndonos el uno al otro, antes salir
del coche.
—¿Es aquí donde nos quedamos? ¿La casa entera es tuya? —exclamé
mientras él recogía nuestras bolsas y se paraba junto a mí.
—Es nuestra, sí. —Sonrió y me señaló el camino delante de él.
La casa era magnífica y encantadora, todo al mismo
tiempo: muros
de estuco blanco, techo de tejas, líneas limpias y suaves
arcos.
Árboles de naranja se alienaban en el paseo desde el
estacionamiento, y una buganvílea trepaba por los muros
del jardín.
La casa era clásica, construida para soportar el mar y
proteger a las
personas en su interior. Mientras Simon buscaba la llave
bajo los
maceteros, yo inhalé el aroma de los cítricos y el
distintivo aire
salado.
—¡Ajá! La tengo. ¿Lista para ver el interior? —Luchó
con la puerta por
un momento antes de girarse hacia mí.
Tomé su mano, entrelazando nuestros dedos y me incliné a
besar su
mejilla. —Gracias.
—¿Por?
—Por traerme aquí. —Sonreí y lo besé de lleno en los labios.
—Mmm, más de ese dulce que me
prometiste. —Dejó caer el bolso y
me acercó a él.
—¡Dulce esto! ¡Veamos
la casa! —Grité, liberándome y entrando,
pero tan pronto como pasé la entrada, me detuve de sopetón.
Pisándome los talones, Simon chocó conmigo.
Una sala a nivel del piso, con acolchados sofás y sillas
muy cómodas,
se abrieron ante mí en lo que había asumido que era la
cocina.
Puertas francesas se abrían hacia grandes terrazas y
patios, que se
hundían hacia la playa. Lo que me detuvo fue el océano. A
través de
las gigantescas ventanas, el azul oscuro del perezoso
Mediterráneo.
La línea costera se curvaba hacia el pueblo de Nerja,
donde las luces
comenzaban a brillar mientras el crepúsculo caía sobre la
playa,
iluminando las otras casas blancas que colgaban de los
acantilados.
Recordando cómo moverme, me apresuré a abrir las puertas
y dejar
que el suave aire cayera sobre mí y dentro de la casa,
cubriendo todo
con el perfume de la noche.
Caminé por la pasarela de hierro, la cual se elevaba
sobre un patio de
losas de barro, flanqueado por olivos. Sentí a Simon
caminar detrás
de mí y sin decir palabra, colocar sus manos en mi
cintura. Se
acurrucó a mí, descansando su cabeza en mi hombro. Me
recosté en
él, sintiendo los ángulos y planos de su cuerpo encajar
con el mío.
Sabes, ¿esos momentos cuando todo
es exactamente como se
supone que deba ser? ¿Cuándo te
encuentras a ti misma y a tu
universo entero alineándose en perfecta sincronía y no
puedes ser
más feliz? Yo estaba en ese momento y completamente
consciente de
ello. Dejé escapar una risita, sintiendo la sonrisa de
Simon
desplegarse por su rostro mientras presionaba mi cuello.
—Es bueno ¿cierto?
—susurró.
—Es muy bueno —respondí,
y ambos miramos la puesta de sol en un
silencio embrujado.
* * *
Después de mirar el atardecer hasta que se hubo ido,
exploramos el
resto de la casa. Parecía más y más bonita con cada
habitación, y
chillé una vez más cuando vi la cocina. Era como si
hubiera sido
transportada a la casa de Ina en el East Hampton, con una
elegancia
española: con nevera de dos puertas, hermosas mesetas de
granito y
una estufa Viking(5) . No quería siquiera saber cuánto
estaba
pagando Simon por esta casa.
Sencillamente decidí disfrutar. Y lo hicimos, corriendo
de un lado a
otro, riendo como niños cuando encontramos el bidet en el
baño del
pasillo.
Entonces entramos a la habitación principal. Doblé la
esquina y lo vi
de pie en el pasillo, del otro lado de la puerta.
—¿Qué demonios encontraste que te
tiene tan silen… oh dios. ¡Mira
eso! —Me detuve junto a él,
admirando desde el umbral.
Si mi vida tuviera banda sonora, el tema de 2001: A Space
Odyssey
se estaría reproduciendo ahora.
Ahí, en el medio de una habitación en esquina, con su
propia terraza
con vistas hacia el océano más bello del mundo, estaba la
cama más
grande que he visto. Tallada de lo que parecía ser teca(6)
, era tan grande
como un campo de fútbol. Cientos de sedosas almohadas
blancas puestas en el cabecero, derramándose sobre un
edredón
blanco. Estaba doblado, por lo que el millón de hebras de
hilo
brillaban, de hecho brillaban, como si estuvieran
encendidas desde
dentro. Transparentes cortinas blancas colgaban de barras
suspendidas sobre la cama, creando un dosel, mientras más
cortinas
colgaban en las ventanas mirando hacia el océano debajo.
Las
ventanas estaban abiertas y las cortinas flotaban con la
brisa suave,
dándole a la habitación un efecto ondulante.
Era la cama de las camas. Era la cama que querían ser
todas las
camas cuando crecieran. Era el paraíso camero.
—¡Vaya! —dije,
todavía de pie en el pasillo junto a Simon.
Era hipnótico. Era como una cama—sirena,
seduciéndonos.
—Puedes repetirlo —tartamudéo, sus ojos no abandonaron la cama.
—¡Vaya! —repetí,
todavía mirando fijamente.
No podía parar, y de pronto estaba muy, muy nerviosa. Tenía
un
adorable caso de ansiedad, fiesta para uno.
Simon rió con mi débil broma y eso me devolvió a la
realidad.
—Sin presiones ¿eh?
—dijo, sus ojos eran tímidos.
¿Huh? ¿Nervios? ¿Fiesta para dos? Tenía opción.
Podía irme por la
sabiduría convencional; dicha sabiduría era la de dos
adultos, juntos
de vacaciones en una preciosa casa con una cama que era
la
encarnación del sexo, comenzarían a tener sexo imparable… o, podía
sacarnos de aquello y solo disfrutar. Disfrutar estar
juntos y dejar
que las cosas pasen cuando pasen. Seh, esa idea me
gustaba más.
Pestañee y corrí hacia la cama, salté sobre ella y las
almohadas
rebotaron por la habitación. Espié sobre el montón que
quedó y lo vi
recostado en el marco de la puerta, una visión que había
tenido
muchas otras veces. Lucía un poco nervioso, pero aun así
hermoso.
—Así que ¿dónde
duermes? —le dije, su rostro se relajó en una
sonrisa, mi sonrisa.
* * *
—¿Vino?
—¿Estoy respirando?
—Entonces vino —resopló,
seleccionando una botella de vino rosado
de la generosamente abastecida nevera. Simon había
encargado que
algunos abarrotes fueran entregados en la casa antes de
nuestra
llegada; nada caprichoso pero suficiente para comer y
estar
confortables.
Ya estaba oscuro, y cualquier pensamiento que podíamos
haber
tenido acerca de ir al pueblo se había desvanecido con la
amenaza
del jet lag. En su lugar, nos quedaríamos esta noche,
dormiríamos y
por la mañana iríamos al pueblo. Había pollo asado,
aceitunas y una
buena porción de Manchego(7) , jamón serrano de un
aspecto
increíble y otras cosas, suficientes para hacer una
comida decente.
Arreglé los platos mientras él servía el vino, y pronto
estuvimos
sentados en la terraza. El océano se estrellaba debajo, y
la pasarela
que iba hacia la playa era golpeado con pequeñitas luces
blancas.
—Deberíamos ir hasta la playa
antes de acostarnos, al menos dar un
pequeño paseo.
—Seguro. ¿Qué
quieres hacer mañana?
—Depende, ¿cuándo
necesitas empezar a trabajar?
—Bueno, conozco algunos de los
lugares a los que necesito ir, pero
todavía necesito hacer algo de reconocimiento. ¿Quieres venir?
—Por supuesto. ¿Comenzar
en el pueblo y luego ver a donde nos
lleva eso? —pregunté, mordisqueando
una aceituna.
Alzó su copa y asintió. —A ver
donde nos lleva —brindó.
Levanté la mía hacia la suya. —Segundo
la moción. —Nuestras copas
tintinearon y nuestros ojos se encontraron. Sonreímos,
una sonrisa
secreta. Finalmente estábamos solos, y no había otro
sitio en el que
quisiera estar.
Cenamos y bebimos, robándonos pequeñas miradas el uno al
otro de
tanto en tanto. El vino me mareó un poco y me puso en un
humor
íntimo.
Después de eso, escogimos un paseo sobre la rocosa línea
costera de
la playa. Nos apretamos las manos para caminar pero nunca
soltarnos. Nos detuvimos al final de la tierra, el fuerte
y salado viento
corriendo a través de nuestra ropa y cabello, golpeándonos
un poco.
—Es agradable, estar contigo —le dije—. Yo, um, me gusta sostener
tu manos —admití, envalentonada
por el vino. Las bromas ingeniosas
tenían su lugar, pero a veces, todo lo que necesitas es
la verdad. No
me respondió, simplemente sonrió y llevó mi mano a su
boca,
dándome un pequeño beso.
Observamos las olas, y cuando tiró de mía hacia su pecho,
acurrucándome, respiré despacio. ¿Realmente
había sido tanto desde
que sentí…? Oh ¿qué
era lo que sentía? ¿o importaba?
—Jillian me dijo que sabes lo que
le sucedió a mis padres —dijo tan
suavemente que apenas pude oírlo.
—Sí. Me lo dijo.
—Solían tomarse de las manos todo
el tiempo. No para presumir,
¿sabes?
Asentí en su pecho y lo respiré.
—Siempre veo a estas parejas de
manos haciendo un espectáculo de
ello, llamándose el uno al otro nena, cariñito y
amorcito. Parece, no sé,
falso de algún modo. Como si no estando frente a otras
personas
no lo hicieran.
Asentí nuevamente.
—¿Mis padres? Nunca pensé mucho
en ello, pero cuando lo hago
ahora, me doy cuenta que sus manos estaban prácticamente
cosidas
juntas, siempre iban tomados de la mano. Aun
cuando nadie miraba
¿sí? Yo regresaba de las prácticas
y los encontraba viendo televisión,
en el sofá, pero con sus manos descansando sobre una
almohada
para que se pudieran tocar… era
solo… no sé, agradable.
Mi mano, aún abrazada por la suya, apretaron, y sentí sus
fuertes
dedos devolverme el apretón-.
—Suena como si fueran una pareja,
no solo mamá y papá —dije,
escuchando cómo su respiración se aceleraba un poquito.
—Sí, exactamente.
—Los extrañas.
—Por supuesto.
—Puede sonar extraño, ya que nunca
los conocí, pero siento que
hubieran estado muy orgullosos de ti, Simon.
—Seh.
Estuvimos quietos por otro minuto, sintiendo la noche a
nuestro
alrededor.
—¿Quieres regresar a la casa? —pregunté.
—Seh. —Me
besó la coronilla y comenzamos el viaje de vuelta,
nuestras manos juntas como si alguien hubiese puesto
Krazy
Glue(8 )en ellas.
* * *
Dejé a Simon para limpiar el desastre de la cena. Quería
tomar una
ducha rápida antes de irme a la cama. Después de lavarme
los días
de aeropuerto y viaje, me puse una camiseta vieja y
shorts de chico,
estaba demasiado cansada para la ropa interior que había
empacado.
Sí, había empacado lencería. Vamos, no era una monja.
Me detuve frente al espejo de mi habitación (sip, había
reclamado por
completo la grande) después de secarme el pelo cuando lo
vi
aparecer en el umbral. Estaba de camino a su habitación
después de
una ducha, vistiendo pantalones de piyama y una toalla
enroscada en
el cuello. Estaba exhausta, pero no tanto como para no
apreciar la
forma frente a mí. Lo observé a través del espejo
mientras él también
me evaluaba.
—¿Una buena ducha? —preguntó.
—Sí, se sintió genial.
—¿Te vas a la cama?
—Apenas si puedo mantener los
ojos abiertos —repliqué, bostezando
para puntualizar.
—¿Te puedo traer algo? ¿Agua? ¿Té? ¿Algo?
Me volví para enfrentarlo mientras entraba. —No agua, no té, pero
hay una cosa que sí me gustaría antes de irme a dormir —ronronee,
caminando hacia él.
—¿Y qué es?
—¿Un beso de buenas noches?
Sus ojos se oscurecieron. —Oh
rayos ¿eso es todo? Puedo hacerlo. —
Cerró la distancia entre nosotros y con facilidad deslizó
sus brazos
por mi cintura.
—Bésame, tonto —lo
provoqué, cayendo en su abrazo como en uno
de esos antiguos melodramas.
—Un tonto besador, a la orden —rió, pero segundos después nadie
reía. Minutos después, nadie estaba de pie.
Después de caer en Almohalandia, nos enredamos, brazos y
piernas
rodando por aquí y por allá, y los besos cada vez más
desesperados.
Mi camiseta se subió por mi cintura, y la sensación de
sus partes
contra las mías era indescriptible. Sus besos llovieron
por mi cuello,
lamiendo y sorbiendo mientras yo gemía como una puta en
la iglesia.
Para ser honesta, nunca había oído a una puta gemir en
una iglesia,
pero tenía la sensación de que eran como sonidos de mil
demonios
que salían de mi boca.
Me dio vuelta como si fuera una muñeca de trapo y me
acomodó
sobre sí, con mis piernas a sus lados, del modo en que
quería hacía
tanto tiempo. Suspiró, mirando mientras yo me quitaba el
cabello del
rostro impacientemente para apreciar la magnificencia
sobre la que
me erguía.
Aminoramos los movimientos, luego nos detuvimos juntos,
mirándonos con descaro el uno al otro, evaluándonos
mutuamente.
—Increíble —respiró,
acunando mi rostro mientras yo acariciaba su
mano.
—Es una buena palabra para ello,
sí. Increíble. —Giré a besar la
punta de sus dedos. Se quedó mirando a mis ojos otra vez,
esos
zafiros del sexo que hacían su magia vudú y me convertían
en un
charco de sentimientos. Para que él cortejara. ¿Ven lo que me hacía?
—No quiero joder esto —dijo de repente, sus palabras rompiendo mis
rimas Seussianas. (9)
—Espera ¿qué?
—le pregunté, sacudiendo la cabeza para aclararla.
—Esto. Tú. Nosotros. No quiero
fastidiarlo —insistió, sentándose
debajo de mí mientras mis piernas se enroscaban en su espalda.
—Está bien, entonces no lo hagas —me aventuré, insegura del rumbo
que tomaba esto.
—Quiero decir, necesitas saber,
no tengo experiencia con esto.
Arquee una ceja. —Tengo una pared
en casa que no estaría de
acuerdo… —Me reí, él se estrelló
en mi pecho con rudeza—. Oye,
oye… ¿qué pasa? ¿Qué
sucede? —Lo tranquilicé, frotando su espalda.
—Carolina, yo, Jesus, ¿cómo digo esto sin que suene como un
episodio de Dawson’s Creek (10)? —Se atragantó las palabras mientras
hablaba en mi cuello.
No podía evitarlo, reí un poco cuando un destello de
Pacey llegó a mí,
y eso lo trajo de regreso. Me aparté un poco para poder
mirarlo y
sonrió tristemente.
—Está bien, maldito Dawson’s, realmente
me gustas Caroline, pero no he
tenido una novia desde el instituto, y no tengo idea de cómo
hacer esto. Pero necesitas saber ¿lo
que siento por ti? Mierda, es
diferente, ¿bien? Y lo que quiera
que diga tu muro en casa, necesito
que tú sepas que ¿esto? ¿Lo que tenemos o tendremos? Es distinto
¿de acuerdo? Sabes eso ¿verdad?
Me estaba diciendo que yo era diferente, que no era un
reemplazo
para el harén; y esto, esto yo lo sabía. Me miró tan
serio, que mi
corazón se abrió aún más. Besé suavemente sus dulces
labios.
—Primero que todo, sé esto.
Segundo, en esto eres mejor de lo que
crees. —Sonreí, presionando sus
ojos y besando cada párpado—. Y
para que lo sepas, me encantó Dawson’s Creek, e
hiciste a la
WB(11)orgullosa. —Reí y
sus ojos se abrieron, pude ver el alivio en ellos.
Lo abracé y nos mecimos hasta que el torrente de hormonas
anterior se calmaba en este recién encontrado espacio, la
tranquila
intimidad que casi se estaba convirtiendo en una adicción.
—Me gusta que tomemos todo con
calma. Eres bueno cortejando —
susurré.
Se tensó. Podía sentirlo temblar un poco.
—¿Soy bueno cortejando? —rió, las lágrimas brotaron de sus ojos
mientras intentaba controlar la risa.
—Oh, cállate —gemí,
golpeándolo con una almohada. Nos reímos por
un par de minutos más, cayendo en la exuberante cama, y
mientras
el jet lag finalmente se apoderaba de nosotros, nos
acomodamos.
Juntos. Ahora no había dudas en cuanto a lo de dormir en
habitaciones separadas. Lo quería aquí, conmigo, rodeados
por
almohadas y España. Nos acurrucamos. Mi último
pensamiento, antes
de caer en un profundo sueño con sus brazos rodeándome… podía
estar enamorándome de mi Wallbanger.
_________________________________________________
____________________
(1)GPS: Global Positioning System (Sistema de
Posicionamiento
Global). Empleando planimetría obtenida mediante satélite,
envía las
coordinadas más aproximadas del sitio en que se encuentre
el
aparato.
(2)Jet lag: Descompensación biológica que sufren
las personas que viajan
grandes distancias y deben acostumbrarse a un nuevo
horario.
(3)Marca de ropa deportiva.
(4)Comedia norteamericana de 1934, ganadora de
cinco premios
Oscar y que cuenta con la dirección de Frank Capra y las
interpretaciones de Clark Gable y Claudette Colbert en
sus
protagónicos. Cuenta la historia de una rica heredera que
quiere
escapar del control de su padre y termina enamorándose de
un pícaro
periodista.
(5)Es una marca de estufas.
(6)Tipo de madera.
(7) Tipo de queso español elaborado en la comarca
de La Mancha,
España.
(8 )Marca de goma de acción rápida.
(9) Se refiere al Dr. Seuss (Theodor Seuss Geisel)
escritor
norteamericano que autor de varias obras infantiles, en
las que a
menudo empleaba las rimas como recurso narrativo.
(10)Dawson’s Creek:
Popular serie norteamericana de finales de los
noventa que narraba la vida de un grupo de adolescentes
en el ficticio
pueblo de Capeside.
(11)Pacey Witter: Uno de los personajes de la
serie anterior,
interpretado por el actor Joshua Jackson.
(12)WB (Warner Brothers): Antigua cadena de
televisión que
transmitía la serie; en el año 2006 se afilió con otra
cadena (UPN) y
se formó The CW.
* * * * *
Volver a capítulos
No hay comentarios:
Publicar un comentario