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Peligrosa Obsesión - Capítulo 65 y 66


CAPÍTULO 65
Corrí hacia donde se había dirigido el auto, pero ya se había alejado demasiado.
—¡NO! —volví a gritar mientras sentía aquella sensación de impotencia en mi pecho.
—¡Zac! —me giré a verlos y Corbin y Emma venían corriendo hacia mí —¿Qué pasó?
—Se la llevaron —dijo mientras me daba cuenta de ello. Mis ojos se llenaron de lágrimas.
—¿Y Vanessa? —preguntó a Emma.
—A Vanessa —susurré.
—¿Qué? —dijo ella sin poder creerlo.
—Tranquilo, Zac… vamos a encontrarla. Necesitamos llamar a la policía y ¿Por qué se la llevaron?
—dijo mi amigo.
—Mi padre —dije y lo miré a los ojos.
Corbin asintió levemente y estiró la mano para entregarme el celular que había tirado antes de salir
corriendo. Lo tomé y sin pensarlo marqué el número de su celular.
—¿Qué pasó, hijo? —me preguntó al atender.
—¡¿Dónde está maldita sea?! ¡Por tu bien no le toques un pelo porque juro que voy a encontrarte y
a acabar contigo! —dije mientras apretaba los dientes.
—Solo estoy intentando ayudarte. Quiero salvarte, aunque no lo creas.
—¿Por qué no me dejas en paz? —mi voz se quebró y las malditas lágrimas comenzaron a salir de
mis ojos – No le hagas daño, por favor.
—Por eso mismo es que quiero alejarla de ti, hijo —susurró él como si estuviera con alguien – Ella
es la que va a acabar contigo si no hago algo.
—¡No, por favor, no le hagas nada! —grité.
—Me lo vas a agradecer algún día —dijo y colgó.
—¡NO, MALDITA SEA, NO! —Corbin se acercó a mí y me abrazó mientras yo sentí que todo el
mundo se venía sobre mi cabeza —Va a hacerle algo —dije sin dejar de llorar —Él esta loco y va a
lastimarla.
—Tranquilo, hermano, tranquilo —me dijo él y se alejó de mí —Vamos a llamar a la policía y hay
que buscar a personas que hayan estado cerca de tu padre y que sepan lugares en los que pueda
estar.
—Ya llamé a la policía —dijo Emma —Están viniendo para acá.
—Amanda —dije y me alejé de ellos para correr de nuevo hacia la Universidad.
—¡Zac, espera! —me gritó Corbin.
Aun así no me detuve. Ella debe saber algo de todo esto, ella debe tener una idea de a donde ese
infeliz se llevó a Vanessa. Voy a matarla si no me lo dice.
Entré abruptamente al salón. Todos se giraron a verme. La busqué con la mirada y la encontré
sentada casi al final del salón.
—¿Dónde esta? —le pregunté fuerte mientras me acercaba a ella.
Sus ojos se abrieron bien y se puso de pie para retroceder levemente. Me acerqué más y la toqué
por los hombros.
—¿Qué haces? —me preguntó nerviosa.
—¡Dime donde diablos la tiene! —le grité.
—¡Zac, Zac! —Corbin me alejó de ella. Intenté soltarme, pero él me lo impidió.
—¡Suéltame Corbin! ¡Esta perra sabe donde la tiene! ¡Ella lo sabe! —dije mientras seguía haciendo
fuerza para soltarme de mi amigo.
—¡No sé de que estás hablando! —me dijo ella mientras comenzaba a llorar.
—¡Mentira, si lo sabes! ¡Lo sabes, maldita sea! —seguí gritando.
—¡Sáquenlo de mi clase! —dijo el profesor.
Sentí las manos de Jared sobre mi otro brazo y me giré a verlo.
—Se la llevaron, hermano —dije mientras volvía a soltar un par de lágrimas —No sé donde está…
tengo que encontrarla.
—Vamos afuera —dijo él un tanto confundido.
Salimos del salón y me solté de sus brazos.
—¿Qué sucede aquí? —el rector preguntó y me giré a verlo.
—Necesito ayuda, señor. Se llevaron a Vanessa, la secuestraron aquí afuera, delante de mí.
Necesito ayuda —le dije desesperado.
—Tranquilo, la policia ya esta aquí —me dijo.
Taylor se acercó a mí y me abrazó con fuerza. Apoyé la cabeza en su hombro y comencé a llorar de
nuevo.
—Voy a morirme si le hace algo —le dije a mi prima.
—Tranquilo —susurró ella con voz queda —Todo va a estar bien.
—Efron, la policía necesita de su declaración —me habló el rector.
Me alejé de Taylor y sequé mi rostro antes de girar a verlo. Asentí y caminé con él hasta su
despacho. Un hombre de pelo blanco me miró y me dio la mano.
—Ya hemos sido informados de lo sucedido. Pero necesitamos que nos diga como fueron las
cosas.
—Primero en principal el que tiene a Vanessa se llama David Efron, y es mi padre —le dije. Él
asintió y tomó asiento mientras anotaba —Y… fue hace unos instantes… ella había ido a buscar
algo a su auto y mi padre me llamó y me dijo que él iba a ser quien la alejara de mí. Y cuando salí
un auto se detuvo a su lado y se la llevaron.
—¿Recuerda como era el auto? —preguntó.
—No… solo se que era negro. No pude distinguir ni la marca, ni nada.
—Bien, nosotros ya empezaremos con la búsqueda.
Se puso de pie y salió de allí. El rector se giró a verme.
—Es necesario que llames a sus padres —me dijo mientras apoyaba una de sus manos sobre mi
hombro.
Asentí y él me dejó solo en su despacho. Me senté pesadamente en la silla y cubrí mi rostro con
ambas manos. Esto no podía estar pasando, esto no era real.
Debe ser que estoy durmiendo y es una pesadilla como la de ayer. Solo una pesadilla. Vanessa esta
durmiendo a mi lado. Solo necesito despertarme.
—Zac —dijo ella entrando al despacho. Levanté mi cabeza y la miré —Ya llamé a Gina y a Greg.
Están viniendo para acá.
—Les fallé —musité y mi mirada quedó clavada en la nada.
—No, no primito —dijo ella y se arrodilló frente a mí —Tú no les fallaste.
—Si les falle —la miré a los ojos y sus bellos ojos estaban llenos de lágrimas —Yo no la cuidé, es mi
culpa. Solo tuve que haber hecho lo que él quería y ahora ella estaría aquí bien, sana y sin miedo.
—Las cosas pasan por algo, primito —dijo y acarició mi rostro. Se acercó a mí y me abrazó con
fuerza. Todavía tengo la esperanza de que esté durmiendo.
Las horas comenzaron a pasar y con ellas la sensación de que era solo un sueño se había ido. Esto
es real y esta pasando. No habíamos tenido ninguna noticia de mi padre, ni nada por el estilo. Él no
había vuelto a llamarme.
Miré a Gina y esta no dejaba de llorar mientras se encontraba acurrucada entre los brazos de Greg.
Mi madre y Ben habían venido hacia la Universidad al enterarse de lo sucedido.
Mi celular comenzó a sonar y todos se callaron para mirarme con expectación.
—Cuando yo te diga, atiende —me dijo el comisario. Asentí —Ahora.
—¿Hola? —dije tratando de sonar lo más calmado posible.
—¿Ya llamaste a todo el mundo, cierto? —me preguntó él —¿Qué necesidad había, hijo? Esto pudo
haber sido un secreto entre nosotros.
—¿Dónde la tienes? —le pregunté.
—¡Zac! —escuché su voz a lo lejos.
—¡No, no, no! —dije mientras las lágrimas comenzaban a llenar de nuevo mis ojos —Por dios,
suéltala.
—¡Cállate, niña! —le gritó él.
—Por lo que más quieras, papá —le hablé sin dejar de llorar —Déjala en paz. Voy a hacer lo que
quieras. Voy a dejarla, pero no le hagas daño.
—Eso lo tuviste que haber pensado ayer, hijo. Ahora es tarde… yo no puedo permitir que tú
arruines tu vida.
—Por favor —musité y cerré los ojos con fuerza.
—Se que vas a odiarme al principio, pero después vas a ver que yo tenía razón. Esto es necesario.
—No, no es necesario.
—Adiós, hijo —colgó antes de que pudiera decirle algo más.
Me giré a ver al comisario y él sonrió levemente.
—Lo tenemos.
CAPÍTULO 66
Asentí mientras él decía el lugar. Yo se perfectamente en donde queda. Cuando era niño me
escondía de mi padre en aquel galpón que estaba detrás de la casa.
—Si, se donde queda —dije y todos me miraron.
—Bien, enseguida mando unas patrullas —dijo él.
—No, yo voy —dije y corrí para salir del lugar.
—¡No, espera! —gritó él.
Salí y encontré el auto de mi madre. Me subí rápidamente a él y comencé a manejar. Tenía que
llegar a ese lugar antes de que fuera demasiado tarde. Giré mi cabeza hacia atrás para ver como
todos comenzaban a seguirme en sus autos. Unas cuantas patrullas de policía también iban detrás
de mí. Aceleré y me pasé varios semáforos en rojo. Pero nada de eso me importaba ya. Solo
necesito llegar a ese lugar y sacarla de allí.
Me bajé corriendo del auto mientras todos los demás se detenían detrás de mí. Uno de los policías
me agarró del brazo.
—No, es mejor que no entres —me dijo. Lo miré.
—Voy a entrar —aseguré y me solté de él.
—¡No, Zac! —escuché la voz de mi madre.
Me giré a verla y vi su angustia. Negué con la cabeza y volví a correr para dirigirme a la entrada de
aquel viejo galpón.
Llegué y con cuidado abrí la puerta de chapa. Todo se veía oscuro y silencioso. Entré del todo y
comencé a caminar por allí.
Todo estaba lleno de cajas y latas de pintura. Había ratas y bichos. Seguí caminando hasta que
escuché su voz a lo lejos. Me acerqué más hacia el lugar.
—Pronto todo terminara, Vanessa —le dijo él.
Me asomé y allí estaba. Parado frente a ella mientras sostenía un arma con la que jugaba sin
prestarle atención. Ella estaba sentada y atada a una silla. Un pañuelo sobre su boca le impedía
hablar pero su rostro estaba empapado en lágrimas.
—Todo es una lastima, ¿sabes? —se detuvo frente a ella y la apuntó con el arma, justo en la
cabeza. Vanessa cerró los ojos con fuerza —Todo hubiese sido distinto si solo Zac me hubiese
escuchado. Pero no lo hizo. Está como idiotizado por ti y yo no puedo permitir eso. No puedo
permitirlo —la miró y sonrió —Abre los ojos querida, quiero que veas —ella abrió los ojos y le
sostuvo la mirada —¿Hay algo que quieras decir antes de morir?
Mi corazón se detuvo y la respiración abandonó mi cuerpo.
Ella asintió levemente y entonces él sonrió y le quitó el trapo de la boca.
—Yo… yo amo a Zac —le dijo temblorosa.
Tuve ganas de entrar allí corriendo, pero si lo hago él puede hacerle daño. Tengo que encontrar la
forma.
—Todas dicen lo mismo —aseguró él.
—No, no estoy mintiendo. De verdad lo amo.
—¿Y si lo amas por qué no lo dejaste? Tuviste que haberlo dejado si lo amabas. Pero no, decidiste
no hacerlo. Entonces no lo amas, querida.
—¿Por qué hace esto? —le preguntó ella.
—Ya se te acabó el tiempo para las preguntas —le dijo y le quitó el seguro al arma. La colocó bien
sobre su cabeza. Ella volvió a cerrar los ojos.
—¡No! —dije y me hice ver. Él se giró a verme.
—Zac —dijo ella temblorosa.
—Todo va a estar bien, mi amor. Voy a sacarte de aquí, lo prometo —le dije sin dejar de mirarla.
Ella asintió y soltó unas cuantas lágrimas.
—Vaya —dijo mi padre y se alejó de Vanessa. Comenzó caminar en círculos —Viniste hijo, viniste a
ver la muerte de tu novia.
—Suéltala David, se terminó. Estás perdido —le dije.
—Si entendieras las cosas hijo, sabrías porque hago lo que hago.
—Solo quiero que la sueltes —dije y me acerqué un poco más a él, que retrocedió levemente y
apuntó de nuevo a Vanessa —Mátame a mi padre.
—No —dijo Vanessa.
—¿Morirías por ella? —me preguntó. La miré y ella negó con la cabeza sin dejar de llorar.
¿Cómo no voy a morir por ella? ¿Cómo no voy a morir por su sonrisa? ¿Cómo no voy a morir por
esa paz que me causa? ¿Cómo no voy a morir por el amor que despertó en mí? ¿Cómo podría
seguir sin ella? Nada tendría sentido… ni siquiera seguir viviendo.
—Claro que si —dije sin dejar de mirarla.
—Pero yo no quiero que lo hagas —me dijo él. Volví a mirarlo —Creo que aun no has entendido
nada, hijo.
—Si lo entiendo, estás loco —le dije —Toda tu vida me odiaste y jamás pudiste verme feliz. Porque
estás loco.
Él negó y se acercó a Vanessa para apoyar el arma al costado de su cabeza.
—Puede ser que tengas razón al decir que te odié. Y si, lo hice. Te odie más que a nada en este
mundo —admitió mientras seguía sosteniendo el arma cerca de Vanessa —Pero después te tomé
cariño, a mi manera claro.
—Eres un psicópata —dije entre nervioso y divertido.
—Yo no quiero que tú termines igual que yo —dijo y me miró. Un nudo se formó en mi garganta.
—Por eso lo mejor va a ser que ella muera.
—No, no —dije negando con la cabeza —Yo la necesito, mucho.
—Por eso mismo, hijo. Es mejor sacártela ahora que luego. Ella se volverá una obsesión para ti.
Peligrosa y que te hará odiar hasta a tus propios hijos… como pasó conmigo —lo miré y negué con
la cabeza —Te volverá loco y no podrás vivir en paz nunca. Y a pesar de que si te odié, eres mi hijo
y por eso no quiero que pases por lo mismo.
—Pero yo soy yo, David. Yo amo a Vanessa y la necesito… no solo porque es mi obsesión. Es la
persona que me complementa. No podría vivir sin ella.
—¿Y que pasara el día en que se canse de ti? —preguntó —¿Qué harás?
—Lo entenderé, si ella ya no es feliz conmigo voy a entenderlo.
—No hijo, no entiendes. No podrás dejarla y te volverás loco. Te lo aseguro.
Volvió a quitarle el seguro al arma y lo acercó más a Vanessa.
—¡No, David! —escuchamos su voz.
Me giré a verla y allí estaba ella. Mi padre se alejó de Vanessa y la miró bien.
—Starla —susurró mientras sus ojos se iluminaban y una sonrisa aparecía en él.
—No puedes hacerle eso a esa joven, David. Y mucho menos a tu hijo —le dijo ella mientras se
acercaba más a él.
—No, mamá —dije en intenté acercarme a ella pero con un gesto de mano me detuvo.
—Si alguien tiene que morir aquí, esa soy yo —dijo. Negué con la cabeza —Suelta a Vanessa y
déjala con Zac. Esto es entre tú y yo.
Sin dejar de mirarla mi padre se acercó a Vanessa y comenzó a desatarla. Vanessa se soltó y al
instante su puso de pie y corrió hacia mí. La abracé con fuerza a mi pecho cuando comenzó a llorar
compulsivamente.
—Ya mi amor, ya —le susurré al oído.
—Tuve tanto miedo, Zac. Pensé que jamás volvería a verte —dijo sin apartarse de mí.
—Todo terminó, estoy aquí —besé su frente y luego busqué sus labios e hice lo mismo.
Volví a abrazarla con fuerza. Levanté la vista y miré a mis padres. Ahí parados uno frente al otro.
Mi madre sonrió levemente.
—Ya no más David, se terminó —le dijo ella.
—¿Por qué me hiciste lo que me hiciste, Starla? Si yo te amaba —le dijo él.
—Yo también te amaba, David. Pero no supiste manejar el amor. Lo volviste una enfermedad.
Despreciaste a nuestro hijo y mira como estas ahora.
—Por eso tú vas a morir —dijo él.
—Vamos David, termina con la obsesión que te trajo hasta aquí —le dijo ella.
—¡NO! —grité y abracé más fuerte a Vanessa para que no viera nada de lo que estaba pasando.
Ella escondió su rostro en mi pecho. Cerré los ojos y entonces aquel sonido entró con fuerza por
mis oídos. No los abrí por unos cuantos segundos. Todo se detuvo a nuestro alrededor. Vanessa
seguía escondida en mi pecho y los segundos se hicieron interminables.
Lentamente abrí mis ojos y la vi allí parada con la mirada perdida en un punto. Miré a sus pies y allí
estaba él con el arma en la mano y una bala en la cabeza. Se mató, él mismo se mató.
Los policías comenzaron a entrar y agarraron a mi madre para alejarla de David. Ben entró
corriendo al lugar y tomó a mi madre para abrazarla con fuerza. Ya todo al fin había terminado.
—Vamos, vamos afuera por favor —dijo uno de los policías y se acercó a nosotros.
Sin soltar a Vanessa comencé a caminar hacia la salida. Cuando salimos Vanessa se soltó de mí
para correr hacia los brazos de sus padres.
Ellos la abrazaron con fuerza y Gina rompió en llanto. Giré hacia mi derecha y mi madre estaba
entre los brazos de Ben. Ella me miró y se alejó con cuidado de su marido. A paso lento se acercó a
mí. Con una de sus manos acarició mi mejilla.
—Todo termino, Zac —me dijo con voz temblorosa.
—Lo se —musité.
—Y tú no tienes la culpa —siguió acariciando mi mejilla.
—Eso también lo se.
Ella sonrió con los ojos llenos de lágrimas y me acercó para abrazarme con fuerza. La apreté un
poco más y me sentí realmente protegido.
Me alejé de mi madre y giré para encontrarme con Vanessa frente a mí. Sonreí levemente y ella
copió mi acción.
—Ven aquí —susurré y ella corrió hacia mis brazos. Volvió a esconder su rostro en mi pecho y
acaricié su espalda dulcemente —Casi muero cuando vi que te llevaban.
Mis labios rozaron su frente. La sentí temblar levemente.
—Gracias, mi amor —susurró.
Levantó la vista de mi pecho y me miró. También la miré. Levanté mi mano y acaricié su rostro.
—Ya no más obsesión Vanessa, ya no más —dije y la besé suavemente en los labios sabiendo que
ahora todo estaría bien.
EPILOGO
Abrí un ojo al escuchar un ruido proveniente de afuera de la habitación. Frunciendo el ceño abrí el
otro y me quedé quieto en medio de la gran cama. Giré mi cabeza para mirar al costado de mí y
estaba vacía, ella no estaba.
—Brandon Efron, mi vida, ven aquí. Te dije que no corras más cerca de las escaleras… vas a
caerte, mi vida. Y no quiero que eso pase. —escuché su dulce voz, esa era su manera de
reprenderlo.
Ya le dije un millón de veces que así, él seguiría siendo un rebelde.
—No lo volveré a hacer, ma —dijo él. Sonreí levemente, era un pequeño demonio.
—Christopher, mi amor, ¿puedes pasarme tu camiseta? —escuché unos pequeños pasos que
pasaban por delante de la puerta.
—Aquí tienes mamá —dijo él y volví a escuchar sus pasos.
—Olivia, mi cielo, ¿ya estas lista? —preguntó Vanessa.
—¿Dónde está mi muñeca rosada, mami? —preguntó con voz preocupada.
—¿Te fijaste debajo de la cama? —dijo su madre.
—¡Aquí esta! —dijo contenta.
—Bueno, ¿ya están listos? —les preguntó.
—Casi —dijo Chris.
—¿Por qué se están poniendo tan lindos? —dijo Vanessa.
—Lo que pasa es que queremos impresionar a la maestra de natación —contestó Bran.
Reí por lo bajo.
—Con que eso es —dijo ella sin poder creerlo —Ustedes dos son terribles, no puedo creerlo.
—Ya mamá, tranquila —la calmó el pasivo y a la vez seductor Chris —Sabes perfectamente que tú
eres nuestra favorita.
—Él tiene razón, ma —lo siguió mi otro pequeño galán —Tú eres la dueña de nuestros corazones.
Las demás nada significan.
—Aay por dios —dijo ella divertida —¿De donde habrán sacado ustedes dos esa manía de
comprarme?
—Tenemos un buen maestro —aseguró Chris divertido.
—Ya lo creo —dijo ella.
—¿Papá no irá a trabajar hoy, ma? —preguntó Brandon.
—Papi está de vacaciones… hoy comienzan —contestó ella —Vayan bajando que el desayuno está
listo. Mientras yo termino de peinar a su hermana.
Ellos dos bajaron las escaleras.
—Hija, ven al baño.
—Voy.
—¿Estás contenta de empezar la colonia? —le preguntó.
—Si, pero tengo miedo —dijo ella.
—¿Miedo, mi cielo? ¿De qué?
—¿Qué pasa si me pierdo? ¿Cómo voy a volver? —dijo preocupada.
—Tus hermanos van a cuidarte, no tienes que temer de nada princesa mía —la calmó Vanessa.
—No lo creo, ellos se la pasan babeando por la maestra de natación. Son unos bobos.
—Te van a cuidar, yo lo se —dijo divertida su madre.
Sonreí con ternura, mi pequeña es tan hermosa. Tan hermosa como su madre. Olivia es una copia
exacta de Vanessa, a diferencia que tiene mis ojos. Con cinco años de edad ya es toda una mujer.
Mientras que mis dos muchachitos son iguales a mí, con los ojos marrones de su madre. Brandon y
Christopher son gemelos y por ende inseparables. Siete años de pura destrucción masiva... pero
¿Qué sería de mi vida sin ellos?
Y ¿Qué puedo decir de la mujer que cambio mi vida por completo? Pasaron 10 años, y aun la sigo
amando con la misma pasión de cuando teníamos 19. Recuerdo como si fuera ayer cuando llegó
corriendo a la Universidad con los ojos llenos de lágrimas y temblando como un animal asustado,
para decirme que estaba embarazada. En ese entonces yo acababa de cumplir 22 años, y a ella le
faltaban dos meses para dejar sus 21. Esa vez no había sido una alarma como cuando teníamos 19.
Éramos jóvenes, aun lo somos, pero saber aquello fue una de las mejores cosas que me pasó en la
vida, se los puedo asegurar. Nueves meses después llegaron nuestros gemelos y dos años más
tarde nuestra pequeña princesa...
—Papi, ¿Estás despierto? —escuché su suave voz. Levanté la cabeza y la miré.
—Si, mi sol —le dije.
Ella entró con cuidado y cerró la puerta para luego acercarse hasta la cama. Se sentó a mi lado.
—Solo quería venir a despedirme, me voy a la colonia —dijo y una sonrisa, con falta de algunos
dientes, recientemente caídos, iluminó su pequeño rostro.
Levanté mi mano y acaricié su mejilla. Acomodé un poco el pequeño flequillo negro que caía sobre
su frente y que tapaba un poco aquellos enormes ojos azules.
—Vas a pasarla muy bien, cielo —le dije.
—Mami dice que estas de vacaciones, ¿es cierto?
—Si, si es cierto. Cuando vuelvan a la tarde tú y tus hermanos iremos con mamá a tomar un rico
helado, lo prometo.
Sonrió y se acercó a mí para abrazarme y luego besar mi mejilla. Aun no comprendo como algo tan
pequeño puede llenarte tanto de amor... pensé lo mismo el día que la tuve entre mis brazos la
primera vez. Se veía tan frágil, tan inocente y dulce.
—Te amo, papi —besó mi mejilla de nuevo.
—Y yo a ti, bombón —besé su pequeña nariz —Ahora ve que mami te debe estar esperando.
—¡Olivia, mi cielo, el autobús ya esta aquí! —ambos escuchamos el llamado de Vanessa.
—Te lo dije —ella rió divertida y se bajó de la cama.
—Adiós papito —se acercó a la puerta y antes de salir se giró a verme. Sonreí ante la imagen de
aquella enana con una mochila en la espalda, más grande que ella, y dos pequeñas trenzas que
apenas caían sobre sus hombros —Dale muchos besos a mamá... y mira que yo ya le dije que te
dijera que le des una de esas semillitas para hermanitos, porque quiero una hermanita para jugar a
las muñecas. Con Bran y Chris no puedo.
Sonreí divertido y negué con la cabeza.
—Hablaré con mamá sobre ello cielo, ve tranquila —le dije.
Ella asintió y salió de la habitación.
—¡Adiós Papá! —escuché que Chris y Bran decían a la vez.
—¡Adiós Campeones, se portan bien! ¡Y cuiden bien a su hermana! —les respondí.
—¡Claro que si! —aseguró Chris.
—¡Tenlo por seguro! —dijo Brandon.
Reí por lo bajo y me volví a acostar bien en la cama. Luego todo fue silencio, escuché el sonido del
autobús al arrancar y nada más. Unos cuantos segundos después la puerta de la habitación se
volvió a abrir. Ella entró y soltando un cansado suspiro se tiró a la cama. Giró su cabeza para
mirarme.
—Lo siento amor, se que querías dormir de corrido hasta las 11 de la mañana. Pero Olivia se quería
despedir de ti... no podía decirle que no —me dijo.
Sonreí y me acerqué a ella para envolverla en mis brazos y acercarla a mi pecho.
—Ya estaba despierto cuando vino —le dije.
Alejó su cabeza de mi pecho y me miró a los ojos. Sonrió y me besó cortamente.
—Ya sabes que no puede irse sin antes darle un beso al bombón de su padre —dijo divertida.
—Y así tiene que ser —aseguré.
Ella rió levemente, haciendo que mi corazón latiera rápido.
—Llamó tu hermana… dice que necesita que convenzas a Ben para que la deje ir de vacaciones con
su mejor amiga —me dijo.
—Ah no, eso si que no —dije negando con la cabeza.
—¿Por qué no? —preguntó —Tú hermana te necesita, Zac.
—No Vanessa, no voy a permitir que esa jovencita vaya de vacaciones con su mejor amiga y esas
cosas. Aun es una niña.
—Zac, mi vida, no falta nada para que cumpla 16.
—No me interesa, y esa es mi última palabra.
—¿Y que va a pasar cuando nuestra hija se quiera ir de vacaciones con sus amigas?
—Pues es obvio, no irá.
—Eres el peor del mundo —aseguró y se acostó en la cama dándome la espalda.
Solté un suspiro y me acerqué más a ella.
—Bueno, esta bien. Tú ganas. Llamaré a Ben para hablar con él —le dije.
Se dio la vuelta y sonrió de par en par. Tomó mi rostro con sus manos y me besó por toda la cara.
Menos los labios.
—Eres el mejor —aseguró.
—¿Tienes algo para decirme que nuestra hija te haya dicho? —le pregunté.
Ella frunció el ceño y me miró extrañada.
—¿Si Olivia me ha dicho algo? —preguntó. Asentí mientras me acercaba a más a ella y comenzaba
a besar su cuello. Hace 10 años que beso los mismos labios y aun me sigo excitando. Hace 10 años
que le hago el amor a la misma mujer y siempre que pasa descubro algo nuevo —Mi amor, nuestra
hija me dice muchas cosas durante el día —dijo.
Sentí su mano apoyarse en mi brazo y brindarme una suave caricia.
—Algo muy importante —susurré cerca de su oído.
Su exquisito e único aroma entró por mi nariz para despertar aun más esa pasión que siempre me
genera. Huele a ella, a rosas, a galletas y a mí. Me enloquece.
Apoyé mis manos sobre sus caderas y bajé hasta el borde de su camisón. Ella soltó una leve risita
que cosquilleó en mi oído.
—¿No te parece que es un poco temprano para esto? —me preguntó.
Subí mis manos arrastrando el camisón. Y cuando sus piernas quedaron descubiertas me subí
encima de su cuerpo, obteniendo un espacio entre ellas. Ella gimió levemente y mi nombre salió de
sus labios en forma de reproche.
—Señora Efron, nunca es tarde o temprano cuando se trata de hacerla mía.
Ella sonrió y sus manos subieron y bajaron por mi espalda.
—Que yo sepa tú y yo no estamos casados para ser la señora Efron.
—No hace falta ningún papel para que seas de Efron. Eres mía desde el día en que me abriste la
puerta a las dos de la mañana y me dejaste entrar en ti.
Ella mordió su labio inferior y me miró con ternura.
—¿Siempre eres así de comprador? —me preguntó.
—¿Siempre eres así de recatada? —le pregunté y comencé a besar su cuello de nuevo.
Sentí como su piel se erizaba y un escalofrió bajaba por su cuerpo. Juro que amo provocar eso en
ella.
—Apenas han pasado dos días desde la última vez que lo hicimos —su voz sonó algo agitada y
quebrada.
Sonreí y con mucho cuidado mordisqueé su mentón y mandíbula. Con mis manos seguí subiendo el
molesto camisón.
—Y eso para mí es una eternidad —aseguré —Además —besé el espacio libre que había entre su
cuello y su pecho. Su mano se enterró en mis cabellos. Con un simple movimiento me deshice de
su sensual ropa de dormir —Ese día no estuve muy duradero como me hubiese gustado estarlo.
—No me pareció —dijo ella y acarició mi espalda.
—Pues a mí si, porque quise cansar a los niños para que durmieran como troncos durante la noche,
lo conseguí, pero yo terminé más cansado que ellos —ella rió levemente. Su mirada se clavó en la
mía —Vamos, amorcito. Quítame la remera —le pedí.
Ella relamió sus labios y con manos suaves me quitó la molesta prenda. Gruñí al sentir su piel algo
fría contra la mía. Me incliné hacia ella y con la punta de mi lengua acaricié sus labios. Ella soltó un
leve suspiro.
—Ya recordé que me dijo nuestra hija —me dijo. Soltó una risita nerviosa —Lo de la semillita para
hermanitos, ¿cierto?
Asentí y metí mi mano entre el colchón y su espalda para moverla y acomodarla mejor debajo de
mí. Ella volvió a gemir. Aun traía la ropa interior y yo este molesto pantalón de dormir. Creo que
desde ahora en más dormiré desnudo.
—¿Qué piensas de eso? —le pregunté.
Ella bajó su mano por mi espalda hasta mi trasero. Arqueé una ceja cuando su palma me apretó en
forma provocadora.
—No hablemos de eso ahora… solo bésame.
Obedecí sus palabras y junté mi boca con la suya. Sus labios se abrieron para mí y los acaricié con
ansias con los míos. Era un beso dulce, embriagador, apasionado y sobre todo con amor. Rodeó mi
cuello con sus finos brazos y me atrajo más hacia ella.
Coloqué mis brazos a nuestros costados y acaricié el contorno de su cuerpo. Su cuerpo suave, bello
y firme a pesar de haber pasado por dos embarazos. Su cuerpo perfecto, maternal. Su cuerpo
dulce y caliente. El cuerpo que ha llegado a enloquecerme en forma simple y a la vez rara.
—Llamó Jared —dijo alejándose de mi boca. La miré.
—¿Qué quería? —le pregunté.
—Dice que los inversionistas han firmado el contrato. Todo esta saliendo bien.
—Eso es perfecto —la besé de nuevo —Pero me lo dices luego.
Me deshice de todo rastro de ropa que se interponía entre nosotros y por consiguiente le hice el
amor.
Ella se apoyó sobre mí, apoyando su oreja sobre mi corazón. Acaricié su espalda desnuda
acomodando sobre ella su largo cabello.
—¿Eres feliz? —me preguntó.
—Nunca pensé que iba a ser tan feliz en mi vida. Jamás imaginé terminar así. Con la mujer a la que
más amo en el mundo y con tres hijos —le dije.
—Cuatro —dijo ella. Fruncí el ceño. Vanessa levantó la cabeza de mi pecho y me miró.
—¿Cuatro? —dije confundido. Ella apretó los labios para evitar sonreír. Entonces entendí aquello. —
La semilla para hermanitos ya esta aquí, ¿verdad?
—Ajá —dijo asintiendo mientras sus hermosos ojos se llenaban de lágrimas —Tengo un atraso de 3
semanas. Me desperté más temprano y me hice un test, dio positivo.
—Oh, mi amor —dije y la abracé contra mí. Ella se acurrucó bien y escondió su rostro en mi cuello
—Me haces el hombre más… dichoso de este mundo. Por dios lo contenta que se va a poner
nuestra bella Olivia.
—Tengo el presentimiento de que va a ser una niña —musitó.
—Alegra —dije. Ella asintió y me miró de nuevo.
—Me encanta ese nombre —aseguró y me besó.
Volvió a acomodarse contra mí.
—¿Qué pasa si salen gemelas? —dije.
Ella negó energéticamente con la cabeza.
—Doble llanto, doble cambio de pañal, todo doble. Divertido, hermoso, pero agotador.
—¿Quién te manda a ser tan fértil? —le reproché.
—¡Zac! —se quejó y golpeó mi pecho.
Reí divertido.
—Eres hermosa, mi pequeña fabrica de bebes hermosos —le dije.
—Mmm… no me halagas diciéndome fábrica. Ya me estoy sintiendo gorda. Por dios, otro embarazo
más. Yo no sé como es que aun estoy en forma —dijo.
—Acomplejada —susurré.
—Tonto —me dijo.
—Obsesión —le dije. Ella me miró —Mi bella y peligrosa obsesión.
—Te amo —dijo y acarició mi rostro.
—Te amo —dije y la besé.
David vino a mi cabeza y sonreí. Quizás ahora comprendo un poco más los sentimientos de mi
padre. Quizás ahora puedo perdonarlo. Puedo decirle: Padre, tenías razón. Pero no del todo.

FIN

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