CAPÍTULO 65
Corrí
hacia donde se había dirigido el auto, pero ya se había alejado demasiado.
—¡NO!
—volví a gritar mientras sentía aquella sensación de impotencia en mi pecho.
—¡Zac!
—me giré a verlos y Corbin y Emma venían corriendo hacia mí —¿Qué pasó?
—Se
la llevaron —dijo mientras me daba cuenta de ello. Mis ojos se llenaron de
lágrimas.
—¿Y
Vanessa? —preguntó a Emma.
—A
Vanessa —susurré.
—¿Qué?
—dijo ella sin poder creerlo.
—Tranquilo,
Zac… vamos a encontrarla. Necesitamos llamar a la policía y ¿Por qué se la
llevaron?
—dijo
mi amigo.
—Mi
padre —dije y lo miré a los ojos.
Corbin
asintió levemente y estiró la mano para entregarme el celular que había tirado
antes de salir
corriendo.
Lo tomé y sin pensarlo marqué el número de su celular.
—¿Qué
pasó, hijo? —me preguntó al atender.
—¡¿Dónde
está maldita sea?! ¡Por tu bien no le toques un pelo porque juro que voy a
encontrarte y
a
acabar contigo! —dije mientras apretaba los dientes.
—Solo
estoy intentando ayudarte. Quiero salvarte, aunque no lo creas.
—¿Por
qué no me dejas en paz? —mi voz se quebró y las malditas lágrimas comenzaron a
salir de
mis
ojos – No le hagas daño, por favor.
—Por
eso mismo es que quiero alejarla de ti, hijo —susurró él como si estuviera con
alguien – Ella
es
la que va a acabar contigo si no hago algo.
—¡No,
por favor, no le hagas nada! —grité.
—Me
lo vas a agradecer algún día —dijo y colgó.
—¡NO,
MALDITA SEA, NO! —Corbin se acercó a mí y me abrazó mientras yo sentí que todo
el
mundo
se venía sobre mi cabeza —Va a hacerle algo —dije sin dejar de llorar —Él esta
loco y va a
lastimarla.
—Tranquilo,
hermano, tranquilo —me dijo él y se alejó de mí —Vamos a llamar a la policía y hay
que
buscar a personas que hayan estado cerca de tu padre y que sepan lugares en los
que pueda
estar.
—Ya
llamé a la policía —dijo Emma —Están viniendo para acá.
—Amanda
—dije y me alejé de ellos para correr de nuevo hacia la Universidad.
—¡Zac,
espera! —me gritó Corbin.
Aun
así no me detuve. Ella debe saber algo de todo esto, ella debe tener una idea
de a donde ese
infeliz
se llevó a Vanessa. Voy a matarla si no me lo dice.
Entré
abruptamente al salón. Todos se giraron a verme. La busqué con la mirada y la
encontré
sentada
casi al final del salón.
—¿Dónde
esta? —le pregunté fuerte mientras me acercaba a ella.
Sus
ojos se abrieron bien y se puso de pie para retroceder levemente. Me acerqué
más y la toqué
por
los hombros.
—¿Qué
haces? —me preguntó nerviosa.
—¡Dime
donde diablos la tiene! —le grité.
—¡Zac,
Zac! —Corbin me alejó de ella. Intenté soltarme, pero él me lo impidió.
—¡Suéltame
Corbin! ¡Esta perra sabe donde la tiene! ¡Ella lo sabe! —dije mientras seguía
haciendo
fuerza
para soltarme de mi amigo.
—¡No
sé de que estás hablando! —me dijo ella mientras comenzaba a llorar.
—¡Mentira,
si lo sabes! ¡Lo sabes, maldita sea! —seguí gritando.
—¡Sáquenlo
de mi clase! —dijo el profesor.
Sentí
las manos de Jared sobre mi otro brazo y me giré a verlo.
—Se
la llevaron, hermano —dije mientras volvía a soltar un par de lágrimas —No sé
donde está…
tengo
que encontrarla.
—Vamos
afuera —dijo él un tanto confundido.
Salimos
del salón y me solté de sus brazos.
—¿Qué
sucede aquí? —el rector preguntó y me giré a verlo.
—Necesito
ayuda, señor. Se llevaron a Vanessa, la secuestraron aquí afuera, delante de
mí.
Necesito
ayuda —le dije desesperado.
—Tranquilo,
la policia ya esta aquí —me dijo.
Taylor
se acercó a mí y me abrazó con fuerza. Apoyé la cabeza en su hombro y comencé a
llorar de
nuevo.
—Voy
a morirme si le hace algo —le dije a mi prima.
—Tranquilo
—susurró ella con voz queda —Todo va a estar bien.
—Efron,
la policía necesita de su declaración —me habló el rector.
Me
alejé de Taylor y sequé mi rostro antes de girar a verlo. Asentí y caminé con
él hasta su
despacho.
Un hombre de pelo blanco me miró y me dio la mano.
—Ya
hemos sido informados de lo sucedido. Pero necesitamos que nos diga como fueron
las
cosas.
—Primero
en principal el que tiene a Vanessa se llama David Efron, y es mi padre —le
dije. Él
asintió
y tomó asiento mientras anotaba —Y… fue hace unos instantes… ella había ido a
buscar
algo
a su auto y mi padre me llamó y me dijo que él iba a ser quien la alejara de
mí. Y cuando salí
un
auto se detuvo a su lado y se la llevaron.
—¿Recuerda
como era el auto? —preguntó.
—No…
solo se que era negro. No pude distinguir ni la marca, ni nada.
—Bien,
nosotros ya empezaremos con la búsqueda.
Se
puso de pie y salió de allí. El rector se giró a verme.
—Es
necesario que llames a sus padres —me dijo mientras apoyaba una de sus manos
sobre mi
hombro.
Asentí
y él me dejó solo en su despacho. Me senté pesadamente en la silla y cubrí mi
rostro con
ambas
manos. Esto no podía estar pasando, esto no era real.
Debe
ser que estoy durmiendo y es una pesadilla como la de ayer. Solo una pesadilla.
Vanessa esta
durmiendo
a mi lado. Solo necesito despertarme.
—Zac
—dijo ella entrando al despacho. Levanté mi cabeza y la miré —Ya llamé a Gina y
a Greg.
Están
viniendo para acá.
—Les
fallé —musité y mi mirada quedó clavada en la nada.
—No,
no primito —dijo ella y se arrodilló frente a mí —Tú no les fallaste.
—Si
les falle —la miré a los ojos y sus bellos ojos estaban llenos de lágrimas —Yo
no la cuidé, es mi
culpa.
Solo tuve que haber hecho lo que él quería y ahora ella estaría aquí bien, sana
y sin miedo.
—Las
cosas pasan por algo, primito —dijo y acarició mi rostro. Se acercó a mí y me
abrazó con
fuerza.
Todavía tengo la esperanza de que esté durmiendo.
Las
horas comenzaron a pasar y con ellas la sensación de que era solo un sueño se
había ido. Esto
es
real y esta pasando. No habíamos tenido ninguna noticia de mi padre, ni nada
por el estilo. Él no
había
vuelto a llamarme.
Miré
a Gina y esta no dejaba de llorar mientras se encontraba acurrucada entre los
brazos de Greg.
Mi
madre y Ben habían venido hacia la Universidad al enterarse de lo sucedido.
Mi
celular comenzó a sonar y todos se callaron para mirarme con expectación.
—Cuando
yo te diga, atiende —me dijo el comisario. Asentí —Ahora.
—¿Hola?
—dije tratando de sonar lo más calmado posible.
—¿Ya
llamaste a todo el mundo, cierto? —me preguntó él —¿Qué necesidad había, hijo?
Esto pudo
haber
sido un secreto entre nosotros.
—¿Dónde
la tienes? —le pregunté.
—¡Zac!
—escuché su voz a lo lejos.
—¡No,
no, no! —dije mientras las lágrimas comenzaban a llenar de nuevo mis ojos —Por
dios,
suéltala.
—¡Cállate,
niña! —le gritó él.
—Por
lo que más quieras, papá —le hablé sin dejar de llorar —Déjala en paz. Voy a
hacer lo que
quieras.
Voy a dejarla, pero no le hagas daño.
—Eso
lo tuviste que haber pensado ayer, hijo. Ahora es tarde… yo no puedo permitir
que tú
arruines
tu vida.
—Por
favor —musité y cerré los ojos con fuerza.
—Se
que vas a odiarme al principio, pero después vas a ver que yo tenía razón. Esto
es necesario.
—No,
no es necesario.
—Adiós,
hijo —colgó antes de que pudiera decirle algo más.
Me
giré a ver al comisario y él sonrió levemente.
—Lo
tenemos.
CAPÍTULO 66
Asentí
mientras él decía el lugar. Yo se perfectamente en donde queda. Cuando era niño
me
escondía
de mi padre en aquel galpón que estaba detrás de la casa.
—Si,
se donde queda —dije y todos me miraron.
—Bien,
enseguida mando unas patrullas —dijo él.
—No,
yo voy —dije y corrí para salir del lugar.
—¡No,
espera! —gritó él.
Salí
y encontré el auto de mi madre. Me subí rápidamente a él y comencé a manejar.
Tenía que
llegar
a ese lugar antes de que fuera demasiado tarde. Giré mi cabeza hacia atrás para
ver como
todos
comenzaban a seguirme en sus autos. Unas cuantas patrullas de policía también
iban detrás
de
mí. Aceleré y me pasé varios semáforos en rojo. Pero nada de eso me importaba
ya. Solo
necesito
llegar a ese lugar y sacarla de allí.
Me
bajé corriendo del auto mientras todos los demás se detenían detrás de mí. Uno
de los policías
me
agarró del brazo.
—No,
es mejor que no entres —me dijo. Lo miré.
—Voy
a entrar —aseguré y me solté de él.
—¡No,
Zac! —escuché la voz de mi madre.
Me
giré a verla y vi su angustia. Negué con la cabeza y volví a correr para
dirigirme a la entrada de
aquel
viejo galpón.
Llegué
y con cuidado abrí la puerta de chapa. Todo se veía oscuro y silencioso. Entré
del todo y
comencé
a caminar por allí.
Todo
estaba lleno de cajas y latas de pintura. Había ratas y bichos. Seguí caminando
hasta que
escuché
su voz a lo lejos. Me acerqué más hacia el lugar.
—Pronto
todo terminara, Vanessa —le dijo él.
Me
asomé y allí estaba. Parado frente a ella mientras sostenía un arma con la que
jugaba sin
prestarle
atención. Ella estaba sentada y atada a una silla. Un pañuelo sobre su boca le
impedía
hablar
pero su rostro estaba empapado en lágrimas.
—Todo
es una lastima, ¿sabes? —se detuvo frente a ella y la apuntó con el arma, justo
en la
cabeza.
Vanessa cerró los ojos con fuerza —Todo hubiese sido distinto si solo Zac me
hubiese
escuchado.
Pero no lo hizo. Está como idiotizado por ti y yo no puedo permitir eso. No
puedo
permitirlo
—la miró y sonrió —Abre los ojos querida, quiero que veas —ella abrió los ojos
y le
sostuvo
la mirada —¿Hay algo que quieras decir antes de morir?
Mi
corazón se detuvo y la respiración abandonó mi cuerpo.
Ella
asintió levemente y entonces él sonrió y le quitó el trapo de la boca.
—Yo…
yo amo a Zac —le dijo temblorosa.
Tuve
ganas de entrar allí corriendo, pero si lo hago él puede hacerle daño. Tengo
que encontrar la
forma.
—Todas
dicen lo mismo —aseguró él.
—No,
no estoy mintiendo. De verdad lo amo.
—¿Y
si lo amas por qué no lo dejaste? Tuviste que haberlo dejado si lo amabas. Pero
no, decidiste
no
hacerlo. Entonces no lo amas, querida.
—¿Por
qué hace esto? —le preguntó ella.
—Ya
se te acabó el tiempo para las preguntas —le dijo y le quitó el seguro al arma.
La colocó bien
sobre
su cabeza. Ella volvió a cerrar los ojos.
—¡No!
—dije y me hice ver. Él se giró a verme.
—Zac
—dijo ella temblorosa.
—Todo
va a estar bien, mi amor. Voy a sacarte de aquí, lo prometo —le dije sin dejar
de mirarla.
Ella
asintió y soltó unas cuantas lágrimas.
—Vaya
—dijo mi padre y se alejó de Vanessa. Comenzó caminar en círculos —Viniste
hijo, viniste a
ver
la muerte de tu novia.
—Suéltala
David, se terminó. Estás perdido —le dije.
—Si
entendieras las cosas hijo, sabrías porque hago lo que hago.
—Solo
quiero que la sueltes —dije y me acerqué un poco más a él, que retrocedió
levemente y
apuntó
de nuevo a Vanessa —Mátame a mi padre.
—No
—dijo Vanessa.
—¿Morirías
por ella? —me preguntó. La miré y ella negó con la cabeza sin dejar de llorar.
¿Cómo
no voy a morir por ella? ¿Cómo no voy a morir por su sonrisa? ¿Cómo no voy a
morir por
esa
paz que me causa? ¿Cómo no voy a morir por el amor que despertó en mí? ¿Cómo
podría
seguir
sin ella? Nada tendría sentido… ni siquiera seguir viviendo.
—Claro
que si —dije sin dejar de mirarla.
—Pero
yo no quiero que lo hagas —me dijo él. Volví a mirarlo —Creo que aun no has
entendido
nada,
hijo.
—Si
lo entiendo, estás loco —le dije —Toda tu vida me odiaste y jamás pudiste verme
feliz. Porque
estás
loco.
Él
negó y se acercó a Vanessa para apoyar el arma al costado de su cabeza.
—Puede
ser que tengas razón al decir que te odié. Y si, lo hice. Te odie más que a
nada en este
mundo
—admitió mientras seguía sosteniendo el arma cerca de Vanessa —Pero después te
tomé
cariño,
a mi manera claro.
—Eres
un psicópata —dije entre nervioso y divertido.
—Yo
no quiero que tú termines igual que yo —dijo y me miró. Un nudo se formó en mi
garganta.
—Por
eso lo mejor va a ser que ella muera.
—No,
no —dije negando con la cabeza —Yo la necesito, mucho.
—Por
eso mismo, hijo. Es mejor sacártela ahora que luego. Ella se volverá una
obsesión para ti.
Peligrosa
y que te hará odiar hasta a tus propios hijos… como pasó conmigo —lo miré y
negué con
la
cabeza —Te volverá loco y no podrás vivir en paz nunca. Y a pesar de que si te
odié, eres mi hijo
y
por eso no quiero que pases por lo mismo.
—Pero
yo soy yo, David. Yo amo a Vanessa y la necesito… no solo porque es mi
obsesión. Es la
persona
que me complementa. No podría vivir sin ella.
—¿Y
que pasara el día en que se canse de ti? —preguntó —¿Qué harás?
—Lo
entenderé, si ella ya no es feliz conmigo voy a entenderlo.
—No
hijo, no entiendes. No podrás dejarla y te volverás loco. Te lo aseguro.
Volvió
a quitarle el seguro al arma y lo acercó más a Vanessa.
—¡No,
David! —escuchamos su voz.
Me
giré a verla y allí estaba ella. Mi padre se alejó de Vanessa y la miró bien.
—Starla
—susurró mientras sus ojos se iluminaban y una sonrisa aparecía en él.
—No
puedes hacerle eso a esa joven, David. Y mucho menos a tu hijo —le dijo ella
mientras se
acercaba
más a él.
—No,
mamá —dije en intenté acercarme a ella pero con un gesto de mano me detuvo.
—Si
alguien tiene que morir aquí, esa soy yo —dijo. Negué con la cabeza —Suelta a
Vanessa y
déjala
con Zac. Esto es entre tú y yo.
Sin
dejar de mirarla mi padre se acercó a Vanessa y comenzó a desatarla. Vanessa se
soltó y al
instante
su puso de pie y corrió hacia mí. La abracé con fuerza a mi pecho cuando
comenzó a llorar
compulsivamente.
—Ya
mi amor, ya —le susurré al oído.
—Tuve
tanto miedo, Zac. Pensé que jamás volvería a verte —dijo sin apartarse de mí.
—Todo
terminó, estoy aquí —besé su frente y luego busqué sus labios e hice lo mismo.
Volví
a abrazarla con fuerza. Levanté la vista y miré a mis padres. Ahí parados uno
frente al otro.
Mi
madre sonrió levemente.
—Ya
no más David, se terminó —le dijo ella.
—¿Por
qué me hiciste lo que me hiciste, Starla? Si yo te amaba —le dijo él.
—Yo
también te amaba, David. Pero no supiste manejar el amor. Lo volviste una
enfermedad.
Despreciaste
a nuestro hijo y mira como estas ahora.
—Por
eso tú vas a morir —dijo él.
—Vamos
David, termina con la obsesión que te trajo hasta aquí —le dijo ella.
—¡NO!
—grité y abracé más fuerte a Vanessa para que no viera nada de lo que estaba
pasando.
Ella
escondió su rostro en mi pecho. Cerré los ojos y entonces aquel sonido entró
con fuerza por
mis
oídos. No los abrí por unos cuantos segundos. Todo se detuvo a nuestro alrededor.
Vanessa
seguía
escondida en mi pecho y los segundos se hicieron interminables.
Lentamente
abrí mis ojos y la vi allí parada con la mirada perdida en un punto. Miré a sus
pies y allí
estaba
él con el arma en la mano y una bala en la cabeza. Se mató, él mismo se mató.
Los
policías comenzaron a entrar y agarraron a mi madre para alejarla de David. Ben
entró
corriendo
al lugar y tomó a mi madre para abrazarla con fuerza. Ya todo al fin había
terminado.
—Vamos,
vamos afuera por favor —dijo uno de los policías y se acercó a nosotros.
Sin
soltar a Vanessa comencé a caminar hacia la salida. Cuando salimos Vanessa se
soltó de mí
para
correr hacia los brazos de sus padres.
Ellos
la abrazaron con fuerza y Gina rompió en llanto. Giré hacia mi derecha y mi madre
estaba
entre
los brazos de Ben. Ella me miró y se alejó con cuidado de su marido. A paso
lento se acercó a
mí.
Con una de sus manos acarició mi mejilla.
—Todo
termino, Zac —me dijo con voz temblorosa.
—Lo
se —musité.
—Y
tú no tienes la culpa —siguió acariciando mi mejilla.
—Eso
también lo se.
Ella
sonrió con los ojos llenos de lágrimas y me acercó para abrazarme con fuerza.
La apreté un
poco
más y me sentí realmente protegido.
Me
alejé de mi madre y giré para encontrarme con Vanessa frente a mí. Sonreí
levemente y ella
copió
mi acción.
—Ven
aquí —susurré y ella corrió hacia mis brazos. Volvió a esconder su rostro en mi
pecho y
acaricié
su espalda dulcemente —Casi muero cuando vi que te llevaban.
Mis
labios rozaron su frente. La sentí temblar levemente.
—Gracias,
mi amor —susurró.
Levantó
la vista de mi pecho y me miró. También la miré. Levanté mi mano y acaricié su
rostro.
—Ya
no más obsesión Vanessa, ya no más —dije y la besé suavemente en los labios
sabiendo que
ahora
todo estaría bien.
EPILOGO
Abrí
un ojo al escuchar un ruido proveniente de afuera de la habitación. Frunciendo
el ceño abrí el
otro
y me quedé quieto en medio de la gran cama. Giré mi cabeza para mirar al
costado de mí y
estaba
vacía, ella no estaba.
—Brandon
Efron, mi vida, ven aquí. Te dije que no corras más cerca de las escaleras… vas
a
caerte,
mi vida. Y no quiero que eso pase. —escuché su dulce voz, esa era su manera de
reprenderlo.
Ya
le dije un millón de veces que así, él seguiría siendo un rebelde.
—No
lo volveré a hacer, ma —dijo él. Sonreí levemente, era un pequeño demonio.
—Christopher,
mi amor, ¿puedes pasarme tu camiseta? —escuché unos pequeños pasos que
pasaban
por delante de la puerta.
—Aquí
tienes mamá —dijo él y volví a escuchar sus pasos.
—Olivia,
mi cielo, ¿ya estas lista? —preguntó Vanessa.
—¿Dónde
está mi muñeca rosada, mami? —preguntó con voz preocupada.
—¿Te
fijaste debajo de la cama? —dijo su madre.
—¡Aquí
esta! —dijo contenta.
—Bueno,
¿ya están listos? —les preguntó.
—Casi
—dijo Chris.
—¿Por
qué se están poniendo tan lindos? —dijo Vanessa.
—Lo
que pasa es que queremos impresionar a la maestra de natación —contestó Bran.
Reí
por lo bajo.
—Con
que eso es —dijo ella sin poder creerlo —Ustedes dos son terribles, no puedo
creerlo.
—Ya
mamá, tranquila —la calmó el pasivo y a la vez seductor Chris —Sabes
perfectamente que tú
eres
nuestra favorita.
—Él
tiene razón, ma —lo siguió mi otro pequeño galán —Tú eres la dueña de nuestros
corazones.
Las
demás nada significan.
—Aay
por dios —dijo ella divertida —¿De donde habrán sacado ustedes dos esa manía de
comprarme?
—Tenemos
un buen maestro —aseguró Chris divertido.
—Ya
lo creo —dijo ella.
—¿Papá
no irá a trabajar hoy, ma? —preguntó Brandon.
—Papi
está de vacaciones… hoy comienzan —contestó ella —Vayan bajando que el desayuno
está
listo.
Mientras yo termino de peinar a su hermana.
Ellos
dos bajaron las escaleras.
—Hija,
ven al baño.
—Voy.
—¿Estás
contenta de empezar la colonia? —le preguntó.
—Si,
pero tengo miedo —dijo ella.
—¿Miedo,
mi cielo? ¿De qué?
—¿Qué
pasa si me pierdo? ¿Cómo voy a volver? —dijo preocupada.
—Tus
hermanos van a cuidarte, no tienes que temer de nada princesa mía —la calmó
Vanessa.
—No
lo creo, ellos se la pasan babeando por la maestra de natación. Son unos bobos.
—Te
van a cuidar, yo lo se —dijo divertida su madre.
Sonreí
con ternura, mi pequeña es tan hermosa. Tan hermosa como su madre. Olivia es
una copia
exacta
de Vanessa, a diferencia que tiene mis ojos. Con cinco años de edad ya es toda
una mujer.
Mientras
que mis dos muchachitos son iguales a mí, con los ojos marrones de su madre.
Brandon y
Christopher
son gemelos y por ende inseparables. Siete años de pura destrucción masiva...
pero
¿Qué
sería de mi vida sin ellos?
Y
¿Qué puedo decir de la mujer que cambio mi vida por completo? Pasaron 10 años,
y aun la sigo
amando
con la misma pasión de cuando teníamos 19. Recuerdo como si fuera ayer cuando
llegó
corriendo
a la Universidad con los ojos llenos de lágrimas y temblando como un animal
asustado,
para
decirme que estaba embarazada. En ese entonces yo acababa de cumplir 22 años, y
a ella le
faltaban
dos meses para dejar sus 21. Esa vez no había sido una alarma como cuando
teníamos 19.
Éramos
jóvenes, aun lo somos, pero saber aquello fue una de las mejores cosas que me
pasó en la
vida,
se los puedo asegurar. Nueves meses después llegaron nuestros gemelos y dos
años más
tarde
nuestra pequeña princesa...
—Papi,
¿Estás despierto? —escuché su suave voz. Levanté la cabeza y la miré.
—Si,
mi sol —le dije.
Ella
entró con cuidado y cerró la puerta para luego acercarse hasta la cama. Se
sentó a mi lado.
—Solo
quería venir a despedirme, me voy a la colonia —dijo y una sonrisa, con falta
de algunos
dientes,
recientemente caídos, iluminó su pequeño rostro.
Levanté
mi mano y acaricié su mejilla. Acomodé un poco el pequeño flequillo negro que
caía sobre
su
frente y que tapaba un poco aquellos enormes ojos azules.
—Vas
a pasarla muy bien, cielo —le dije.
—Mami
dice que estas de vacaciones, ¿es cierto?
—Si,
si es cierto. Cuando vuelvan a la tarde tú y tus hermanos iremos con mamá a
tomar un rico
helado,
lo prometo.
Sonrió
y se acercó a mí para abrazarme y luego besar mi mejilla. Aun no comprendo como
algo tan
pequeño
puede llenarte tanto de amor... pensé lo mismo el día que la tuve entre mis
brazos la
primera
vez. Se veía tan frágil, tan inocente y dulce.
—Te
amo, papi —besó mi mejilla de nuevo.
—Y
yo a ti, bombón —besé su pequeña nariz —Ahora ve que mami te debe estar
esperando.
—¡Olivia,
mi cielo, el autobús ya esta aquí! —ambos escuchamos el llamado de Vanessa.
—Te
lo dije —ella rió divertida y se bajó de la cama.
—Adiós
papito —se acercó a la puerta y antes de salir se giró a verme. Sonreí ante la
imagen de
aquella
enana con una mochila en la espalda, más grande que ella, y dos pequeñas
trenzas que
apenas
caían sobre sus hombros —Dale muchos besos a mamá... y mira que yo ya le dije
que te
dijera
que le des una de esas semillitas para hermanitos, porque quiero una hermanita
para jugar a
las
muñecas. Con Bran y Chris no puedo.
Sonreí
divertido y negué con la cabeza.
—Hablaré
con mamá sobre ello cielo, ve tranquila —le dije.
Ella
asintió y salió de la habitación.
—¡Adiós
Papá! —escuché que Chris y Bran decían a la vez.
—¡Adiós
Campeones, se portan bien! ¡Y cuiden bien a su hermana! —les respondí.
—¡Claro
que si! —aseguró Chris.
—¡Tenlo
por seguro! —dijo Brandon.
Reí
por lo bajo y me volví a acostar bien en la cama. Luego todo fue silencio,
escuché el sonido del
autobús
al arrancar y nada más. Unos cuantos segundos después la puerta de la
habitación se
volvió
a abrir. Ella entró y soltando un cansado suspiro se tiró a la cama. Giró su
cabeza para
mirarme.
—Lo
siento amor, se que querías dormir de corrido hasta las 11 de la mañana. Pero
Olivia se quería
despedir
de ti... no podía decirle que no —me dijo.
Sonreí
y me acerqué a ella para envolverla en mis brazos y acercarla a mi pecho.
—Ya
estaba despierto cuando vino —le dije.
Alejó
su cabeza de mi pecho y me miró a los ojos. Sonrió y me besó cortamente.
—Ya
sabes que no puede irse sin antes darle un beso al bombón de su padre —dijo divertida.
—Y
así tiene que ser —aseguré.
Ella
rió levemente, haciendo que mi corazón latiera rápido.
—Llamó
tu hermana… dice que necesita que convenzas a Ben para que la deje ir de
vacaciones con
su
mejor amiga —me dijo.
—Ah
no, eso si que no —dije negando con la cabeza.
—¿Por
qué no? —preguntó —Tú hermana te necesita, Zac.
—No
Vanessa, no voy a permitir que esa jovencita vaya de vacaciones con su mejor
amiga y esas
cosas.
Aun es una niña.
—Zac,
mi vida, no falta nada para que cumpla 16.
—No
me interesa, y esa es mi última palabra.
—¿Y
que va a pasar cuando nuestra hija se quiera ir de vacaciones con sus amigas?
—Pues
es obvio, no irá.
—Eres
el peor del mundo —aseguró y se acostó en la cama dándome la espalda.
Solté
un suspiro y me acerqué más a ella.
—Bueno,
esta bien. Tú ganas. Llamaré a Ben para hablar con él —le dije.
Se
dio la vuelta y sonrió de par en par. Tomó mi rostro con sus manos y me besó
por toda la cara.
Menos
los labios.
—Eres
el mejor —aseguró.
—¿Tienes
algo para decirme que nuestra hija te haya dicho? —le pregunté.
Ella
frunció el ceño y me miró extrañada.
—¿Si
Olivia me ha dicho algo? —preguntó. Asentí mientras me acercaba a más a ella y
comenzaba
a
besar su cuello. Hace 10 años que beso los mismos labios y aun me sigo
excitando. Hace 10 años
que
le hago el amor a la misma mujer y siempre que pasa descubro algo nuevo —Mi
amor, nuestra
hija
me dice muchas cosas durante el día —dijo.
Sentí
su mano apoyarse en mi brazo y brindarme una suave caricia.
—Algo
muy importante —susurré cerca de su oído.
Su
exquisito e único aroma entró por mi nariz para despertar aun más esa pasión
que siempre me
genera.
Huele a ella, a rosas, a galletas y a mí. Me enloquece.
Apoyé
mis manos sobre sus caderas y bajé hasta el borde de su camisón. Ella soltó una
leve risita
que
cosquilleó en mi oído.
—¿No
te parece que es un poco temprano para esto? —me preguntó.
Subí
mis manos arrastrando el camisón. Y cuando sus piernas quedaron descubiertas me
subí
encima
de su cuerpo, obteniendo un espacio entre ellas. Ella gimió levemente y mi
nombre salió de
sus
labios en forma de reproche.
—Señora
Efron, nunca es tarde o temprano cuando se trata de hacerla mía.
Ella
sonrió y sus manos subieron y bajaron por mi espalda.
—Que
yo sepa tú y yo no estamos casados para ser la señora Efron.
—No
hace falta ningún papel para que seas de Efron. Eres mía desde el día en que me
abriste la
puerta
a las dos de la mañana y me dejaste entrar en ti.
Ella
mordió su labio inferior y me miró con ternura.
—¿Siempre
eres así de comprador? —me preguntó.
—¿Siempre
eres así de recatada? —le pregunté y comencé a besar su cuello de nuevo.
Sentí
como su piel se erizaba y un escalofrió bajaba por su cuerpo. Juro que amo
provocar eso en
ella.
—Apenas
han pasado dos días desde la última vez que lo hicimos —su voz sonó algo
agitada y
quebrada.
Sonreí
y con mucho cuidado mordisqueé su mentón y mandíbula. Con mis manos seguí
subiendo el
molesto
camisón.
—Y
eso para mí es una eternidad —aseguré —Además —besé el espacio libre que había
entre su
cuello
y su pecho. Su mano se enterró en mis cabellos. Con un simple movimiento me
deshice de
su
sensual ropa de dormir —Ese día no estuve muy duradero como me hubiese gustado
estarlo.
—No
me pareció —dijo ella y acarició mi espalda.
—Pues
a mí si, porque quise cansar a los niños para que durmieran como troncos
durante la noche,
lo
conseguí, pero yo terminé más cansado que ellos —ella rió levemente. Su mirada
se clavó en la
mía
—Vamos, amorcito. Quítame la remera —le pedí.
Ella
relamió sus labios y con manos suaves me quitó la molesta prenda. Gruñí al
sentir su piel algo
fría
contra la mía. Me incliné hacia ella y con la punta de mi lengua acaricié sus
labios. Ella soltó un
leve
suspiro.
—Ya
recordé que me dijo nuestra hija —me dijo. Soltó una risita nerviosa —Lo de la
semillita para
hermanitos,
¿cierto?
Asentí
y metí mi mano entre el colchón y su espalda para moverla y acomodarla mejor
debajo de
mí.
Ella volvió a gemir. Aun traía la ropa interior y yo este molesto pantalón de
dormir. Creo que
desde
ahora en más dormiré desnudo.
—¿Qué
piensas de eso? —le pregunté.
Ella
bajó su mano por mi espalda hasta mi trasero. Arqueé una ceja cuando su palma
me apretó en
forma
provocadora.
—No
hablemos de eso ahora… solo bésame.
Obedecí
sus palabras y junté mi boca con la suya. Sus labios se abrieron para mí y los
acaricié con
ansias
con los míos. Era un beso dulce, embriagador, apasionado y sobre todo con amor.
Rodeó mi
cuello
con sus finos brazos y me atrajo más hacia ella.
Coloqué
mis brazos a nuestros costados y acaricié el contorno de su cuerpo. Su cuerpo
suave, bello
y
firme a pesar de haber pasado por dos embarazos. Su cuerpo perfecto, maternal.
Su cuerpo
dulce
y caliente. El cuerpo que ha llegado a enloquecerme en forma simple y a la vez
rara.
—Llamó
Jared —dijo alejándose de mi boca. La miré.
—¿Qué
quería? —le pregunté.
—Dice
que los inversionistas han firmado el contrato. Todo esta saliendo bien.
—Eso
es perfecto —la besé de nuevo —Pero me lo dices luego.
Me
deshice de todo rastro de ropa que se interponía entre nosotros y por consiguiente
le hice el
amor.
Ella
se apoyó sobre mí, apoyando su oreja sobre mi corazón. Acaricié su espalda
desnuda
acomodando
sobre ella su largo cabello.
—¿Eres
feliz? —me preguntó.
—Nunca
pensé que iba a ser tan feliz en mi vida. Jamás imaginé terminar así. Con la
mujer a la que
más
amo en el mundo y con tres hijos —le dije.
—Cuatro
—dijo ella. Fruncí el ceño. Vanessa levantó la cabeza de mi pecho y me miró.
—¿Cuatro?
—dije confundido. Ella apretó los labios para evitar sonreír. Entonces entendí
aquello. —
La
semilla para hermanitos ya esta aquí, ¿verdad?
—Ajá
—dijo asintiendo mientras sus hermosos ojos se llenaban de lágrimas —Tengo un
atraso de 3
semanas.
Me desperté más temprano y me hice un test, dio positivo.
—Oh,
mi amor —dije y la abracé contra mí. Ella se acurrucó bien y escondió su rostro
en mi cuello
—Me
haces el hombre más… dichoso de este mundo. Por dios lo contenta que se va a
poner
nuestra
bella Olivia.
—Tengo
el presentimiento de que va a ser una niña —musitó.
—Alegra
—dije. Ella asintió y me miró de nuevo.
—Me
encanta ese nombre —aseguró y me besó.
Volvió
a acomodarse contra mí.
—¿Qué
pasa si salen gemelas? —dije.
Ella
negó energéticamente con la cabeza.
—Doble
llanto, doble cambio de pañal, todo doble. Divertido, hermoso, pero agotador.
—¿Quién
te manda a ser tan fértil? —le reproché.
—¡Zac!
—se quejó y golpeó mi pecho.
Reí
divertido.
—Eres
hermosa, mi pequeña fabrica de bebes hermosos —le dije.
—Mmm…
no me halagas diciéndome fábrica. Ya me estoy sintiendo gorda. Por dios, otro
embarazo
más.
Yo no sé como es que aun estoy en forma —dijo.
—Acomplejada
—susurré.
—Tonto
—me dijo.
—Obsesión
—le dije. Ella me miró —Mi bella y peligrosa obsesión.
—Te
amo —dijo y acarició mi rostro.
—Te
amo —dije y la besé.
David
vino a mi cabeza y sonreí. Quizás ahora comprendo un poco más los sentimientos
de mi
padre.
Quizás ahora puedo perdonarlo. Puedo decirle: Padre, tenías razón. Pero no del
todo.
FIN
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