CAPÍTULO 59
Una
semana pasó más que volando para mí. Pude ver el cambio que se había provocado
en mi
vida.
Y aun estoy sin poder creerlo.
Encontré
a mi madre, tengo una hermana, descubrí más cosas sobre mi padre, le dije a
otro
hombre
que lo quería como a mi padre.
Acepté
que amo a alguien, le dije que la amaba, ella me lo dijo a mí. Me presenté
frente a mis
suegros.
Ellos terminaron volviendo a su amor.
Jared
y Taylor oficializaron y ahora todos somos parejas. Corbin y Emma tuvieron su
primera pelea
y
estuvieron unos días distanciados pero luego se arreglaron con un poco de
cursilería.
Y
que decir de Vanessa y yo. Nunca pensé que una relación podía ser tan linda,
tan liberal y tan
placentera.
Ella es fantástica. Una compañera ideal, una amiga que me escucha, que me
entiende,
que
está ahí y no me deja solo.
David
no volvió a aparecer. No sé nada de él desde la última vez que estuvo en casa.
Tampoco es
que
me interesa saberlo.
—¿En
qué piensas? —me preguntó ella sentándose en mi regazo.
—Estaba
pensando en ti —le dije y coloqué mis brazos alrededor de su cintura.
Sonrió
y se acercó a mí para acariciar mi nariz con la suya.
—Te
extrañé en Historia Universal —me dijo.
—¿Ah
si? —dije cerrando los ojos mientras sentía su cercanía.
—Mucho
—susurró.
Estábamos
en la hora del almuerzo en la Universidad y hace dos clases que no nos vemos ya
que
tenemos
algunas clases distintas.
—¿Puede
ser que haya un momento del día en el que no los encontremos juntos?
—escuchamos
que
Jared hablaba. Vanessa sonrió, me besó cortamente, y se giró a verlo.
—¿Qué
pasa Jared? ¿Estás celoso de que ahora Efron solo piensa en mí? —le preguntó
ella.
—Mírala
a la niña —dijo Corbin mientras se sentaba —¿Ahora eres chistosita como tu
novio?
—Un
poco —dijo ella.
—Por
su culpa ahora Zac no nos da ni la hora —Jared le dijo al afro mientras también
se sentaba.
—Pues
a mí me da mucho más que eso —le dijo Vanessa. Reí por lo bajo al ver el rostro
de mis
amigos.
—Por
dios, ya la ha pervertido completamente —dijo Cor sin poder creerlo.
—Pobre
Vanessa, pobre Vanessa —dijo Jar negando con la cabeza levemente.
—Ya,
ya —les dije a ambos —Ella solo está bromeando con ustedes par de tontos.
—Eres
un mal novio. Mira lo que le has hecho a la pobre —me acusó Cor.
—Es
cierto… ella ya no es la misma de antes. Todo es tu culpa —me dijo Jar.
—Deberíamos
de decirles a las chicas —dijo el afro.
Tay
y Emma llegaron a la mesa y se sentaron al lado de sus respectivos novios.
—¿Qué
hacían? —preguntó Emma.
—Escuchábamos
las barbaridades que Vanessa ha aprendido de Zac —le dijo Cor.
—¿Acaso
ustedes creen que Vanessa lo aprendió de Zac? No, están equivocados. Ella
siempre fue
así.
Lo que pasa es que ahora tiene a alguien que la estimula un poco más —dijo Tay.
—Oye
—se quejó Vanessa.
Todos
reímos y almorzamos entre risas y anécdotas. Sentí la mirada de alguien sobre
mí. Giré mi
cabeza
para ver y era Amanda la que nos miraba.
Sonrió
como si supiera que algo pasaría. Les dijo algo a sus amigas y todas rieron.
Negué
con la cabeza y dejé de mirarla.
—Mi
amor, ¿vamos a caminar un poco? —le dije. Ella me miró y se puso de pie.
—Vamos
—dijo y me dio la mano. La tomé y me puse de pie.
—Luego
nos vemos, chicos —les dije a todos. Ellos asintieron entonces salimos de allí.
Entrelacé
mi mano con la de Vanessa. Ella me miró. Caminamos en silencio hasta el jardín
de la
Universidad.
Nos acercamos al viejo árbol y nos sentamos bajo él. Vanessa se sentó entre mis
piernas
y apoyó su pecho contra mi espalda. Comenzó a jugar con una hoja verde que había
en el
pasto.
—¿Qué
pasa mi amor? —me preguntó.
—Nada,
solo quería estar a solas contigo —le dije y acaricié su cabello con mi nariz.
Respiré
profundamente su perfume para tener ese olor grabado en mi cabeza. Ella se
alejó de mi
pecho
y giró para acomodarse de frente a mí.
—Te
conozco, Zac. Algo te preocupa —dijo.
Sonreí
y me acerqué a su boca para besarla suavemente.
—Te
aseguro que no es nada —dije.
Ella
asintió y me miró fijo a los ojos.
—¿Estás
seguro?
—Completamente.
—Bueno,
voy a creerte —dijo y me volvió a besar —¿Has llamado a Hope?
—Si,
hablé con ella ayer —le conté.
—¿Y
como esta? —me preguntó con una leve sonrisa.
—No
dejo de hablarme de ese tal Billy —dije apretando los dientes.
—Es
normal que tu hermana hable de eso —me aseguró —Es una niña y este Billy debe
ser su
primer
amor.
—¿De
que amor me hablas, amor? —dije sin poder creerlo —Tiene 5 años, no sabe nada
del amor.
—No
subestimes a los niños, te aseguro que saben más de amor que nosotros los
grandes.
—Pues
no tiene mi permiso para andar aprendiendo del amor, ni nada de esas. Esa niña
primero va
a
aprender a lavarse los calzones por si sola y luego podrá tener novio. Ni
siquiera novio, solo un
amigo
con derecho a un simple beso.
—Eres
tan celoso —me dijo.
—Hablé
con mamá, y dice que quiere que este fin de semana vayamos a pasarlo allí al
campo con
ellos.
Que tienen algunos cuartos de sobra —le conté. Ella sonrió.
—Eso
sería genial —dijo asintiendo levemente.
La
miré bien, ahora ella es la que está extraña.
—¿Qué
pasa, mi amor? —le preguntó.
—¿Eh?
—dijo ella saliendo de sus pensamientos.
—¿Qué
te pasa?
—No,
nada… ¿Por qué? —dijo.
—Estás
rara, Vanessa… desde ayer estas rara —dije al recordar aquello.
Estábamos
mirando la tele y de repente vio la fecha y se puso de pie. Comenzó a caminar
por el
pasillo
y luego volvió a sentarse. Lo dejé pasar porque no pensé que era algo… malo.
—No…
nada, nada.
—Ahora
soy yo él que va a decir esto. Te conozco Vanessa, algo te pasa.
Me
miró fijo a los ojos y mordió su labio inferior.
—Hay
algo que tengo que decirte…
La
miré extrañado y pude notar el nerviosismo en su voz. Me acomodé mejor y la
miré.
—¿Qué
pasó? —le pregunté.
—Prométeme
que no te vas a poner ni paranoico, ni como loco, ni nada de eso —me dijo.
—Si
no me dices que es lo que pasa entonces no voy a saber como reaccionar —le dije
ya un poco
más
nervioso.
—No
es para alarmarnos, Zac. Bueno quizás si, pero no… no lo se —dijo ya nerviosa.
—Dime
—le exigí que me hablara de una buena vez.
—No
es fácil de decirlo —aseguró mientras respiraba profundamente.
—Mi
amor, me estas asustando. Por favor, ¿puedes hablar de una vez? —le dije.
Ella
asintió y me miró a los ojos. Sus ojos acumularon lágrimas y pude sentir como
su pulso se
aceleraba.
—Bueno,
tú sabes que nosotras las mujeres tenemos nuestros días ¿cierto?
—Si,
se ponen intolerables —le dije sin entender por qué me hablaba de eso.
—Ya
—dijo y asintió —Hay veces en las que hay un problema o algo así y esos días
tardan en
llegar.
—No
sé a donde quieres llegar con esto, Vanessa. Me estas poniendo nervioso,
cariño. Ve al grano
por
el amor de…
—Tengo
un atraso —dijo interrumpiéndome.
La
miré bien tratando de entender las palabras que acababa de decirme. Sentí que
se me secaba la
garganta.
El aire comenzó a agitarse en mi pecho. Miré los ojos de Vanessa… ella no estaba
bromeando
ni nada por el estilo.
—¿Qué?
—musité.
CAPÍTULO 60
Volví
a mirarla a los ojos. Esto no podía estar pasando por dios, esto no puede estar
pasando. ¿Qué
demonios
voy a hacer?
—¿Zac?
—su voz llegó a mis oídos como si estuviera lejos.
—Dime
que es una broma —le pedí.
—¿Cómo
crees que voy a bromear con algo así? —me dijo y la miré —Por favor, Zac.
Necesito que
estés
tranquilo.
—¿Cómo
es posible, Vanessa? —dije nervioso —Nos cuidamos, siempre que estuvimos juntos
nos
cuidamos.
—Lo
se, lo se. Por eso tienes que estar tranquilo… No creo que esté embarazada, es
literalmente
imposible
—dijo no muy convencida.
—¿Y
si lo estas? —le pregunté.
Ella
me miró fijo y entonces sus vidriosos ojos soltaron las lágrimas que habían
acumulado. La
tomé
de la nuca y la acerqué a mí. Ella escondió su rostro en mi pecho.
—Tranquila,
mi amor, no llores —le susurré al oído.
—Aaay,
Zac, tengo mucho miedo. No sé que voy a hacer si es que… estoy embarazada ¿Cómo
voy
a
hacer para tener un bebe a los 19 años?
—Como
‘vamos’ a hacer —la corregí —No estás sola, mi amor, yo estoy contigo. Si es
que estás
embarazada
vamos a salir adelante. Estaremos bien.
—Pensé
que te ibas a poner como loco —dijo mientras se alejaba de mi pecho y con sus
manos
secaba
sus lágrimas.
—Estoy
como loco… pero no voy a perder el control hasta no estar seguros. ¿Cuánto
tienes de
atraso?
—le pregunté y acaricié su mejilla.
Me
di cuenta de que mi mano temblaba levemente ¡Por dios, esto es una locura!
—Una
semana —dijo. Asentí y respiré profundamente.
—¿Vamos
a hacerte un test? —le dije. Ella negó con la cabeza.
—Yo
creo que lo mejor y lo más seguro es un análisis de sangre —me dijo —Tengo una
amiga que
la
madre es obstetra. Hablé con ella ayer y hoy a la tarde iré a verla.
—Iremos
juntos —dije y me puse de pie. La ayudé a levantarse y al instante la abracé
contra mí.
Ella
me apretó como si su vida dependiera de eso. Cerré los ojos y traté de
demostrarle que todo
estaba
bien —Iremos juntos… —volví a repetir.
Ella
asintió y se quedó pegada a mí. Estuvimos así por unos cuantos minutos, no sé
exactamente
cuantos.
Me alejé de ella y tomé su rostro con mis manos. Me acerqué más y la besé
despacio.
—Gracias
—me dijo cuando me alejé.
—¿Por
qué? —le pregunté.
—Por
estar aquí —susurró.
—Estamos
juntos en esto y en todo —le dejé bien claro.
Ella
asintió y la besé cortamente. Tomándola de la mano caminamos de nuevo hacia la
Universidad.
El
almuerzo había terminado y con ello la clase de derecho comenzó. Me senté
despacio al lado de
Jared.
Mi cabeza estaba completamente colapsada.
Si
Vanessa llega a estar embarazada mi vida va a cambiar extremadamente. ¿Qué
sucede si de
verdad
lo está? Eso significaría que voy a tener un hijo. Un hijo…
—Oye,
¿Qué te pasa? —me preguntó mi amigo. Lo miré.
—Nada,
¿Por qué? —dije reaccionando rápidamente.
—Estás
como pálido —dijo él.
Mi
mirada se posó en Vanessa. Ella jugaba nerviosa con el lápiz que tenía en la
mano. Está
pensando
en lo mismo que yo. Volví a mirar a Jar.
—Nada
— ‘solo que mi novia tiene un atraso’ —Estoy bien.
—¿Seguro?
—preguntó.
—Si,
hermano —palmeé su hombro y volví a mirar al frente.
Lo
más seguro es que ella no esté embarazada. Nos cuidamos, siempre nos cuidamos.
Pero
¿Qué pasa si en algún momento la protección falló? ¿Y si no es solo una falsa
alarma? ¿Qué
voy
a hacer si Vanessa está embarazada?
Por
dios, quiero gritar. Pero tengo que estar tranquilo, tranquilo. Nada es seguro…
solo
necesitamos
ir y sacarnos la duda. Solo eso, solo eso…
El
resto del día se me pasó interminable. Mi cabeza no dejaba de sacar teorías sin
sentido y mi
corazón
se sentía cada vez más acelerado. Divisé a Vanessa en el estacionamiento y me
acerqué a
ella.
—¿Vamos?
—le pregunté. Ella asintió —Pero iremos en tu auto mejor. Yo manejo ¿quieres?
Ella
solo volvió a asentir. Tomé su mentón e hice que me mirara.
—Te
amo —me dijo cuando sus ojos encontraron los míos.
—Yo
también —le dije y besé su frente —Todo va a estar bien.
Nos
subimos al auto y prendimos marcha. Habíamos decidido no decirle nada al resto
del grupo.
Estábamos
seguros de que iban a ponerse como locos y lo mejor era no alarmarlos hasta
estar
seguros.
Vanessa estaba demasiado callada y creo que más que nada asustada. La miré y
ella
miraba
fijo al frente. Giró la cabeza y me miró.
—¿Crees
que sea posible detenernos en un kiosco para comprar un chocolate? —me
preguntó.
Sonreí
levemente —Tengo ganas de comer uno.
—¿Tienes
un antojo? —dije sin dejar de sonreír.
—No
seas tonto —dijo bajando la cabeza —Siempre quiero comer chocolate cuando estoy
nerviosa.
No
es un antojo.
—Está
bien, está bien —dije y detuve el auto en una esquina.
Bajé
y me acerqué a la pequeña ventana que estaba allí.
—Papi,
papi ¿me compras un dulce? —me giré a ver y un pequeño niño saltaba a mi lado.
Me
paralicé y al instante un hombre lo alzó. Levanté la cabeza y lo miré.
—Debes
aprender a esperar Steve, hay un chico antes que nosotros —le dijo él.
El
niño me miró y sonrió mostrándome una sonrisa con falta de dientes.
—¿Qué
necesita? —la voz de una mujer me sacó de la imagen del niño. La miré y asentí
como un
idiota.
—¿Algún
chocolate? —le pregunté.
—Si,
son estos de aquí —dijo ella mostrándome los que había.
Elegí
el más grande y lo pagué. Comencé a caminar de nuevo hacia el auto.
—Adiós
—escuché su pequeña voz. Me giré a verlo.
—Adiós
—le dije y me subí. Sin decir nada le di el chocolate a Vanessa y volví a
arrancar.
—¿Qué
pasa? —me preguntó ella. La miré.
—Nada…
imaginaciones que tiene mi cabeza —le dije.
Ella
asintió y comenzó a comer su chocolate.
—¿Quieres
un poco? —me preguntó.
—Si,
por favor. Tengo antojo de comer un poco —ella rió por lo bajo y me dio un
pedazo.
Unos
minutos más tardes estábamos detenidos en el estacionamiento de una clínica.
Respiré
profundamente
y me bajé del auto. Vanessa ya se había bajado unos segundos antes. Ella se
acercó
a mí y me dio la mano para comenzar a caminar.
Pronto
llegamos al primer piso. Era una clínica grande, moderna y se veía muy lujosa.
Nos
acercamos
a un mostrador. La chica que se encontraba allí nos miró.
—¿En
qué puedo ayudarlos? —nos preguntó.
—Venimos
a ver la doctora Molina… mi nombre es Vanessa Hudgens —le dijo ella. La chica
miró su
computadora
y asintió.
—Si,
la doctora la está esperando por el consultorio 5 —nos dijo —Pueden pasar por
el pasillo a su
derecha
—le agradecimos con la cabeza y nos dirigimos hacia donde nos había dicho.
Mi
corazón latía cada vez más rápido. Una mujer con una panza de unos cuantos
meses pasó
frente
a nosotros. Vanessa me miró y no pude evitar sonreír. Llegamos a la puerta
dicha y toqué
con
dos suaves golpes.
—Pase
—se escuchó la voz desde adentro. Abrimos la puerta y entramos. Una mujer de
más de 40
años
estaba sentada en una silla. Levantó la cabeza y nos miró —Bien, vamos a
hacerlo rápido y
nos
sacaremos la duda enseguida —nos dijo y nos hizo sentarnos.
Dos
minutos más tarde a Vanessa ya le habían sacado la sangre y la habían mandado a
analizar
como
‘urgencia’ al laboratorio. En unos minutos el resultado ya estaría listo.
—¿Y
bien, como están? —nos preguntó la doctora.
—Bien
—dije con un tono algo irónico. La mujer sonrió.
—Te
ves nervioso —me dijo. Asentí y tomé la mano de Vanessa.
—Mucho
—aseguré. La puerta sonó y una enfermera entró.
—Ya
están los resultados —dijo y le entregó un sobre a la doctora.
En
ese mismo momento mi mundo se detuvo por completo.
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