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Peligrosa Obsesión - Capítulo 61 y 62


CAPÍTULO 61
Vanessa apretó mi mano y la miré. La acaricié para darle seguridad pero en ese mismo momento
yo necesitaba un poco de consuelo.
—Bueno, vamos a ver que dice —dijo la doctora y comenzó a abrir el sobre.
Cada pequeño sonido que hacía al abrirse llegaba con mucha intensidad a mis oídos. Respiré
profundamente y solté el aire levemente.
—¿Y? —dijo nerviosa Vanessa mientras veía que la mujer leía.
Ella levantó la mirada hacia nosotros y su rostro no nos dijo nada. Es lo que más odio de los
médicos. Nunca sabes lo que sus rostros te dicen.
—Felicidades —mi corazón se detuvo en es mismo momento —No estas embarazada.
Me apoyé pesadamente contra la silla.
—Pero… —dijo Vanessa y la miré —Tengo un atraso.
—Si —le dijo la mujer —Aquí me muestra que tienes una alteración hormonal… ¿has estado
comiendo mal?
—Puede ser —susurró ella.
—Pueden estar tranquilos solo fue una falsa alarma —nos dijo.
—Gracias al cielo —suspiré.
Vanessa se puso de pie y tomó sus cosas.
—Muchas gracias por atenderme en tu horario de trabajo y sin turno Mary —le dijo hablando
rápido. La miré extrañado.
—No es nada linda. Cuando necesites me llamas de nuevo —le dijo.
Vanessa asintió y sin decir nada salió de allí. Me puse rápidamente de pie y miré totalmente
confundido hacia la puerta.
—Pero, ¿Qué pasó? —la pregunta salió de mi boca.
—Esta lastimada —me dijo la mujer. Me giré a verla.
—¿Qué? —le pregunté.
—A pesar de haber estado más asustada que contenta con la idea, ella había albergado muy en el
fondo de su ser la idea de estar embarazada. A todas nos pasa… es como una sacudida de
sentimientos y cuando sabes que no es cierto te sientes por un lado vacía y torpe. Así que corre a
buscarla y dile que tú también albergaste la idea muy en fondo de ti —me dijo.
Asentí un tanto confundido y salí rápidamente de allí. Vi como la puerta del ascensor se cerraba.
Busqué las escaleras de emergencia y comencé a bajar rápidamente. Llegué al estacionamiento y la
divisé a punto de subirse al auto.
—¡Vanessa! —le grité.
Ella no se detuvo. Entonces corrí más rápido y la alcancé. La tomé del brazo y la jalé hacia mí.
—Déjame —susurró con un hilo de voz. La abracé contra mi pecho.
—Tonta —le dije y la apreté un poco más.
—Tú eres el tonto —dijo sin dejar de llorar, pero no se alejó de mí —Lo siento…
—No, no hermosa —la calmé y besé su cabeza —¿Por qué lo sientes?
—Soy una estúpida —musitó —Yo…
—¿Te habías ilusionado un poco? —le pregunté. Ella alejó su cabeza de mi pecho y me miró a los
ojos. Levanté mi mano y sequé su rostro. Asintió levemente con la cabeza. Y en ese momento supe
que yo también me había ilusionado. Cuando en el auto me había dicho que quería un chocolate la
tonta idea de un antojo me hizo sentir muy bien —Yo también…
—¿Enserio? —preguntó mientras soltaba unas cuantas lágrimas más.
—Si —asentí con la cabeza —Pero no es el momento.
—Lo se —aseguró y ahora ella secó su rostro —De verdad lo siento.
—No mi vida, no lo sientas —le dije. Ella sonrió y me volvió a abrazar —¿Vamos?
Ella asintió y nos subimos al auto. Salimos de allí y comencé a manejar hacia la casa de ella.
Vanessa estaba demasiado callada entonces me giré a verla y la encontré dormida. Sonreí
levemente y estiré mi mano para acariciar su mejilla.
—Te prometo que vamos a tener muchos hijos —susurré —Cuando se de y vengas a decirme algún
día que vamos a ser papás juro que vamos a ser muy felices.
—¿Lo prometes? —su voz adormilada llegó a mis oídos.
La miré y ella entreabrió sus ojos, con una pequeña sonrisa en los labios. No estaba totalmente
dormida. Sonreí.
—Claro que te lo prometo mi amor.
—¿Estás seguro? —preguntó mientras se sentaba mejor en el asiento —Yo creo que si llegaras a
ser padre te daría mucho miedo.
—Y claro que tendría miedo —me defendí —Pero sería muy feliz. Imagínate una personita tuya y
mía. Eso sería grandioso. Él o ella sería más que perfecto. Con mis ojos, con tu sonrisa, con mi
increíble personalidad.
Ella rió divertida.
—Por dios, ¿sería tan egocéntrico como tú?
—No es egocentrismo mi amor —le aseguré —No puedes negar que soy hermoso.
—Es cierto, no puedo negarlo.
—Y si fuera una niña —dije y la miré —Tendría esa belleza tuya que hace que cualquier hombre te
quiera para él. Pero eso no pasaría porque antes de que algún mamarracho le ponga un dedo a
una hija mía será hombre muerto.
—Zac —dijo divertida —Estás hablando como si eso fuera a pasar…
—Es que va a pasar mi amor —le dije y tomé su mano —Tú y yo vamos a tener un ejercito de
bebes. Serán 24 o 25…
—¡Por dios! —dijo sin dejar de reí —¿Acaso crees que yo podría?
Asentí y me acerqué a besarla cortamente. Llegamos a la casa de Vanessa y nos bajamos.
Entramos a su departamento y soltando un suspiro me tiré en el sillón y prendí la tele. Ella caminó
hasta la cocina y escuché como abría la heladera.
—Vanessa —llamé.
—¿Si? —preguntó ella.
—Ven aquí, amor —dije.
—Ahí voy —dijo y dos segundos después ella se acomodó a mi lado.
Apoyó su cabeza en mi pecho. Estaban dando una película en la tele, pero no le estaba prestando
atención.
—Mi amor —la volví a llamar.
—¿Qué, cariño? —dijo sin levantar la cabeza de mi pecho.
—¿Crees que sea buena idea contarle a los chicos de esto… que pasó? —le pregunté.
Ella levantó la cabeza y apoyó su mentón en donde estaba antes su cabeza, para poder mirarme
más cómodamente.
—Yo creo que no es necesario ¿Y tú? —me dijo.
—Yo también creo eso. Digamos que será nuestro secretito.
Ella asintió y se volvió a apoyar. La película comenzó a ponerse interesante. Coloqué uno de mis
brazos detrás de mi cabeza mientras que mi otra mano acariciaba y jugaba con el cabello de
Vanessa.
Ella acariciaba mi pecho con su uña y aquella sensación era de paz. Luego de varios minutos sentí
que la respiración de mi novia se volvía más pausada y lenta. Se había quedado dormida. La
acomodé mejor para poder mirarla a la cara. Su rostro curvaba una leve sonrisa. Se veía tan
hermosa.
Mi celular comenzó a sonar me sobresalté y lo busqué rápidamente en mi bolsillo. Gracias a dios no
despertó a Vanessa.
—¿Hola? —dije al atender.
—¿Cómo estas hijo? —me preguntó.
—¿Qué quieres? —le dije sin rodeos.
—Tranquilo, no llamo para molestarte —dijo con un tono divertido —Solo quería decirte que
necesito que mañana vengas a la fiesta que organiza la comisión de los negocios de Bynes S.A.
—¿Para qué me necesitas? Yo ya te dije que no quiero tener nada que ver con nada de eso.
Simplemente no —le dije.
—Hay firmas tuyas en alguno de los contratos… solo necesito que hagas acto de presencia. Puedes
traer a Vanessa —me dijo.
Arqueé una ceja y miré a Ness que seguía dormida sobre mí.
—¿Enserio? —le pregunté algo sorprendido.
—Si, ¿Por qué no?
—Bueno, voy a pensarlo y te llamo luego.
—Necesito que me lo confirmes ahora, por favor.
—Bueno, está bien. Ahí estaremos —dije y colgué.
Volví a mirar a Vanessa. Su rostro aun tenía esa sonrisa de paz. Acaricie su mejilla y besé su frente.
Me acomodé mejor en el sillón y cerré mis ojos para dormir un poco también.
CAPÍTULO 62
Ella salió del baño y a mí casi se me sale el corazón del pecho.
¿Cómo es posible que alguien pueda hacerte sentir cosas tan mágicas?
Todavía me reprocho el haber sido tan estúpido y no haber admitido lo que me pasaba con
Vanessa después de aquella noche. Pero mejor tarde que nunca ¿no lo creen?
—Te ves hermosa —musité una vez que se acercó a mí. Levanté mi mano y acaricié su mejilla.
Luego acomodé un mechón de su cabello —Realmente hermosa.
—Mentira —dijo ella sonrojándose un poco. Me pareció lo más tierno del mundo.
—No podría estar mintiendo, Vanessa —le aseguré mientras le echaba una devoradora mirada por
su pequeño cuerpo.
—¡No me mires así! —dijo divertida y golpeó levemente mi pecho —Eres un depravado.
—Ese vestido negro que traes puesto se vería muy bien en el suelo en este momento —le dije y me
acerqué rápidamente a ella.
Intentó escapar pero coloqué mis manos alrededor de su cintura impidiéndole aquello. Rió nerviosa
y colocó sus manos sobre mi pecho.
—Suéltame —ordenó.
—¿Pero quien te crees, mi madre? No voy a obedecerte, loca.
—Escúchame una cosita, tontito —dijo y comenzó a ejercer un impulso sobre mí para alejarse. La
acerqué más a mí —Tenemos que irnos… se nos va hacer tarde para la reunión de tu padre.
—No pasa nada si llegamos unos cuantos minutos tarde —musité y la acerqué más para depositar
un pequeño beso justo debajo de su oreja. La sentí temblar levemente.
—Zachary Efron, por favor… no hagas eso —me dijo firme. Volví a besarla en el mismo lugar que
antes pero esta vez el beso se hizo más largo. Comencé a correr mis labios por el contorno de su
bello rostro —Zac…
—Cállate —le ordené —Me la debes.
—Mentira —chilló.
—Si que me la debes… ayer te hiciste la tontita.
—Eso no es cierto. Tuvimos nuestro momento… ¿o no?
—Ajá, si claro.
—Zac —me dijo y con sus manos que seguían sobre mi pecho me empujó un poco de ella para que
la mirara a los ojos —Después de la fiesta.
—No, ahora —le dije.
—No, ahora no —sentenció.
—¿Cuál es la diferencia de ahora y después? —le pregunté fastidiado. Ella sonrió y se puso en
puntas de pie para besar con cuidado mis labios.
—Que ahora tenemos que irnos y además no me gustaría llegar marcada… últimamente te estas
volviendo muy marcador —me acusó. Sonreí con los labios sellados —Y después será después… tú
sabes.
—Lo que pasa es que a mi me gusta marcar lo que es mío. Si yo te marco entonces los demás lo
ven y saben que tienes dueño.
Frunció el ceño y se alejó completamente de mí.
—Eres un cerdo machista, nos vamos —dijo con cierto enojo.
Volví a sonreír y tomé mi abrigo para dirigirme hacia la puerta. Estábamos en casa de ella, ya que
el lugar en donde mi padre nos había citado quedaba cerca de allí. Salí primero que ella y fui a
apretar el botón del ascensor.
Ella estaba totalmente seria. Está enojada ofendida, esperando a que yo me le acerque la abrace y
le pida perdón por ser un cerdo machista. La miré y ella entró en el ascensor. Apretó el botón a
planta baja. Pronto llegamos y sin decir nada salió de allí.
En silencio caminé detrás de sus pasos. Sonreí y estaba por decir algo pero un celular comenzó a
sonar. Era el de ella.
—¿Hola? —dijo y al instante una sonrisa atravesó su rostro —¡Alex! ¿Cómo estas? —la sonrisa que
yo tenía en mi rostro desapareció en ese mismo segundo —Claro que podré verte mañana en la
biblioteca… me encantaría poder ayudar en eso —sonrió aun más y asintió con la cabeza. Sentí una
punzada en medio de mi pecho. ¿Por qué demonios Pettyfer llamaba a mi novia y la citaba en la
biblioteca de la Universidad? Creo que tendré que aclarar unas cuantas cosas con el querido
Alexander —Claro que si, nos vemos mañana.
Ella colgó y no dejó de sonreír. Hacía un segundo su cara era la de alguien completamente enojada
y furiosa. Ahora la señorita solo sonreía. Pero que descaro.
—¿Qué quería? —le pregunté.
—¿Me hablas a mí? —me preguntó ella.
—No, le hablo al auto —dije irónico.
Ella sonrió y sin decir nada se subió al coche. Apreté los dientes y me subí también. Tomé las llaves
y lo encendí.
—Pongamos un poco de música —dijo y prendió la radio.
La miré de costado y ella no dejaba de sonreír. Eso esta acabando conmigo. ¡Malditos celos
estúpidos! Yo sabía que vendrían con el tema del amor, pero no que eran tan asquerosos y tontos.
—¿Qué quería Pettyfer, Vanessa? —pregunté está vez diciendo bien los nombres para que no salga
con…
—¿Me hablas a mí? —preguntó de nuevo.
La miré realmente mal y ella estalló en risas. Aquel hermoso sonido entró con fuerza por mis oídos,
pero no me causó excitación como otras veces. Está vez solo me causó un poco más de enojo.
—No seas tonta —dije entre dientes. Ella me miró.
—Mira machista —me dijo y la miré —No puedes sentir celos de Alex.
—Lo se, pero los siento. ¿Por qué te llama?
—Porque quería pedirme un favor.
—¿Qué clase de favor? ¿Y por qué a ti y no a otra?
—Zac —dijo divertida —Alex es mi amigo y yo soy su amiga. Necesita que mañana lo ayude en la
biblioteca para llevar algunos libros hacia un jardín de niños.
—¿Y por qué no me llamó a mí? Soy un hombre y puedo levantar más libros que tú.
—Y otra vez sales con tu machismo —me dijo volviendo a ponerse seria —¿Cuándo lo vas a
entender? Te detesto cuando te comportas así.
Miró al frente y cruzó sus brazos sobre su estomago. No dije más nada, ni ella tampoco. Llegamos
al lujoso lugar en donde se celebraba la reunión.
Vanessa se bajó y guardó las llaves en su cartera. Comenzó a caminar y decidí dejarle su espacio
por unos cuantos segundos. Ya se le va a pasar.
Entramos y el lugar ya estaba lleno de gente. Me acerqué más a Nessa y apoyé mi mano en su
espalda.
—No me toques —dijo.
—Vamos tontita, no estés enojada conmigo —le susurré al oído.
Ella me daba la espalda. Dejó de caminar y se giró a verme.
—Estoy enojada contigo y solo voy a hablarte porque estamos en un lugar público. Pero cuando
nos vayamos me dejas en casa y tú te vas a la tuya.
—Vanessa —dije poniendo mi mejor cara de perro mojado.
—Vanessa, nada Efron —no pude evitar sonreír —Y sigue riéndote, que no solo será esta noche.
Sino que la de mañana y pasado también.
Volvió a darme la espalda y comenzó a caminar. La seguí sin dejar de sonreí. Ella es tan orgullosa.
Comencé a caminar también y la alcancé.
—Que bueno que vinieron —escuchamos su voz y nos giramos a verlo. Él me miró a mí y luego a
Vanessa —Estás muy bella, Vanessa.
—Gracias —dijo ella por lo bajo.
—¿Y bien? Sobre que se trata esta reunión —le dije yo.
Él me miró y sonrió. Aquello no me gustó para nada. Y tampoco la persona que vi entre la gente.
Amanda.
—Hablemos en privado, hijo —me dijo. Miré a Vanessa y ella asintió.
—Yo los veo después… voy a tomar algo —dijo ella y se alejó de nosotros. Miré de nuevo a mi
padre.
—¿Qué es lo que quieres? —la pregunta salió sola de mi garganta.
Sabía que algo no andaba bien.
—Tienes que dejar a Vanessa —me dijo sin dejar de sonreír.
—¿Qué? —pregunté.
—Lo que escuchaste hijo. Tienes que dejar a tu querida novia —apoyó su mano sobre mi hombro

—Es por el bien de todos.

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