CAPÍTULO 53
Ella
cayó rendida sobre mí. Escondió su rostro en mi cuello y con sus manos calmo
las marcas que
sus
uñas habían dejado sobre mi pecho.
—Ya
no puedo más Zac —dijo agitada —Esto es demasiado, amor. Hace tres horas que
estamos sin
parar…
—Tú
tienes la culpa. Me encanta verte disfrutarlo. Me enloquece que me pidas más.
Así que no te
quejes
porque definitivamente tú eres la culpable —dije con voz ronca y acaricie su
espalda.
Su
cuerpo aun estaba unido al mío. Levantó la cabeza y me besó dulcemente. Otra
vez mi cuerpo
se
tensó y ella me sintió entre sus piernas.
—Zac,
¿otra vez? —preguntó alejándose de mi boca. Apreté los dientes.
—Muévete
mi amor, por favor —le rogué agitado. Moví un poco mis caderas y ella jadeó
levemente.
—No,
Zac, no puedo —susurró agitada y se sentó. Gimió ahogadamente al sentirme más
hondo.
—Uno
más. Juro que será el último… lo juro —aseguré.
—Es
como la cuarta vez que escucho eso, amor. Ya hemos hecho el kamasutra entero…
Cerró
los ojos cuando la tomé de las caderas y la ayudé a moverse sobre mí de manera
lenta.
—Solo
hemos hecho la mitad —susurré.
Su
respiración se agitó y sus manos se apoyaron, otra vez, sobre mi pecho. Me
senté y la abracé
contra
mí. Sus latidos se apoyaron suaves en los míos. Sus piernas rodearon mi cuerpo.
Y su mano
bajó
caliente por mi espalda.
—Ahora
comprendo por qué todas te quieren y desean, Zac —me dijo al oído. La abracé
más
contra
mí.
—Pero
yo no quiero, ni deseo a otra que no seas tú —le dije.
—Te
amo —susurró.
Me
alejé un poco de ella para mirarla a la cara. Sus marrones ojos estaban
húmedos. Sus mejillas
enrojecidas.
Con
un simple movimiento giré y la atrapé bajo mi cuerpo. Gimió y susurró mi
nombre. Busqué sus
manos
con las mías y las entrelacé para llevarlas sobre su cabeza.
Comencé
a moverme dentro de ella de manera lenta y profunda. Sus ojos se veían cada vez
más
cristalinos.
Ella quería llorar. Entonces bajé mi cabeza hasta su rostro y suavemente
acaricié sus
labios.
—Te
amo, Vanessa —le dije.
Ella
soltó un sollozo y soltó mis manos para abrazarme y pegar su boca a la mía. Me
moví más
rápido
al sentirme desesperado. Y más rápido de lo que deseé ambos llegamos a un nuevo
clímax,
compartiendo
algo mucho más profundo que el éxtasis.
Me
dejé caer sobre ella y su pequeño cuerpo me abrazó con fuerza. Me alejé para
mirarla a la cara
y
varias lágrimas caían por sus mejillas. Las quité con mis labios.
—No
llores, amor ¿Por qué lloras? —le pregunté. Ella sonrió y acarició mi rostro.
—Porque
te amo, por eso —dijo y alzó su cabeza para besarme suavemente.
Salí
de ella y giré sobre la cama para quedar boca arriba. Tomé a Vanessa y la
coloqué sobre mi
pecho.
Nuestras respiraciones aun eran agitadas, pero no era solo por el esfuerzo de
haberlo hecho
una
vez más, no. Era por la emoción de saber que me ama y yo a ella.
Sonreí
tontamente y besé la cabeza de mi chica. Ahora si puedo decir que es mía, solo
mía.
Vanessa
besó mi pecho y luego me miró a los ojos.
—Hermosa
—le dije. Ella sonrió.
—Y
tú, precioso, hermoso, bonito, lindo. Y todo lo que se te pueda ocurrir.
—¿Te
das cuenta de lo qué me has hecho? —le pregunté. Ella negó con la cabeza —Te
amo y es lo
más
hermoso que me pasó en la vida.
—¿Te
estas poniendo cursi mi amor? —preguntó entre divertida y enternecida —Me
encanta que lo
hagas
—besó mis labios —Te amo.
—No
más que yo…
—Mentira,
yo más.
—¿Quieres
qué te demuestre que soy yo quien te ama más? —pregunté.
—Si
esa demostración implica hacerlo otra vez… no mi amor. Estoy exhausta, rendida,
acabada. Yo
no
sé como voy a terminar si esto va a ser siempre así —dijo y se abrazó más a mí,
escondiendo su
rostro
en mi cuello. Respiró profundamente y acarició mi piel con su nariz.
—¿Fuiste
hoy a ver a tu madre? —le pregunté.
—Ajá,
y como siempre me preguntó por ti —dijo.
—¿Y
qué le dijiste? ¿Qué estamos juntos? ¿Qué me amas? ¿Qué no puedes vivir sin mí?
¿Qué ahora
es
mi suegra?
Ella
rió divertida y alzó la cabeza para mirarme a los ojos.
—No,
solo le dije que estabas bien.
—Que
mala hija eres. Pero quédate tranquila. Mañana iremos juntos a verla. Y yo
mismo le diré
que
ahora es mi suegra.
—Que
yo sepa no he recibido ninguna propuesta de noviazgo para que ella sea tu
suegra —dijo
con
algo de recelo.
La
miré fijo a los ojos y sonreí. Acomodé mi garganta.
—Señorita
Vanessa Hudgens, ¿Quisiera usted ser mi novia? —le pregunté. Una sonrisa del
tamaño
de
una casa atravesó su rostro.
—Si,
si quiero tontito —dijo y me besó efusivamente. Me alejé de sus labios y besé
su nariz.
—Mañana
podemos ir a almorzar con Gin, y de paso decirle. Es más puedes llamar a tu
padre.
Podríamos
almorzar los cuatro.
Vanessa
comenzó a reír como si le hubiese contado el mejor chiste del mundo.
—¿Mis
padres almorzando juntos? —dijo mientras calmaba su risa —Por dios, mi amor.
Estás loco.
Se
matarían.
—Vamos,
no creo que sea tan malo —le dije.
—No
lo se, no estoy segura —dijo ya más seria —Pero si saben que el otro va, ni
locos van.
—Bueno,
puedes mentirles. No les diga que va el otro y nos encontramos allí. No será
tan malo.
Tengo
un presentimiento de eso…
—Está
bien, lo haré —musitó.
Se
volvió a apoyar en mí y comencé a acariciar su espalda. La abracé un poco más.
—Gracias,
amor —susurré.
—¿Por
qué? —preguntó con la voz ya adormilada.
—Por
todo lo que me has dado, cariño.
—No
mi amor, gracias a ti.
—Te
amo —musité.
—Y
yo a ti, mucho.
Me
desperté al sentir una lluvia de besos sobre mi rostro. Iban desde mi frente
hasta mis labios. Y
caían
con especial énfasis allí.
—Mmm…
que rico sabe eso que me estas dando —dije con voz ronca.
—Es
amor, amor —dijo ella —Arriba dormilón.
—¿Qué
hora es? —pregunté mientras estiraba mis brazos para agarrar a Vanessa. Ya que
aun no
había
abierto mis ojos. Ella tomó una de mis manos con la suya, y la acarició.
—Las
11 de la mañana —respondió y besó mi palma.
—¿Por
qué me estas despertando a esta hora? —reproché.
Ella
volvió a besar mi rostro hasta mi boca. Abrí los ojos y la miré. Es la imagen
más hermosa que
vi
en mi vida. Lentamente me incorporé para sentarme. Me apoyé contra el respaldo
de la cama y
la
miré de arriba a bajo.
—¿Qué?
—dijo ella.
—¿Tienes
puesta una camisa mía? —pregunté.
Ella
sonrió coqueta y se puso de pie. Solo llevaba puesta una de mis camisas
abrochada hasta la
mitad
de su pecho. Totalmente provocadora y descarada.
—Si,
es tuya —confirmó —Me desperté hace una hora y no tenía ganas de ponerme mi
ropa.
Comencé
a revisar la tuya, y esta es la camisa que tenías puesta el día de la fiesta
que nos
encontramos.
Por dios, estabas taaaan entrable ese día.
—Ven
aquí —dije y la tomé del brazo. Riéndose tontamente se acercó más y la acomodé
entre mis
brazos
—¿Por qué no me dejaste besarte esa noche? Dios sabe lo mucho que quería
hacerlo…
estabas
tan irresistible.
—Te
detestaba —aseguró —Me caías mal. En especial con tu aire de galán matador.
Pero eras
demasiado
pegado a ti.
—¿Qué
fue lo que te llevó a no odiarme? —pregunté.
—No
sé si la palabra correcta es odio. Pero me chocabas en algunos momentos. En
otros la pasaba
bien
contigo. Y a veces simplemente me sacabas de mis casillas. Pero no pude
evitarlo. De apoco
te
metiste en mí y ahora te amo… así egocéntrico y todo.
—¿Cuánto
me amas?
—Mucho,
mucho —susurró y levantó su cabeza para besarme cortamente.
—¿Rose
no ha llegado? —le pregunté.
—Llamo
hace un rato. Se sorprendió de que yo la haya atendido y le conté que somos
novios.
—¿Qué
dijo? —dije divertido al imaginarme la expresión de mi nana.
—Que
era un milagro de dios y que eso había que festejarlo —me contó soltando una
leve risa.
—Já,
ya la imagino.
—Y
dijo que hoy no vendrá porque otra vez Brutus se tragó una moneda.
—Ese
perro es taaaan tonto —aseguré y la acomodé mejor entre mis brazos.
—Pero
le dije que la quiero ver y le prometí que mañana en la tarde vendría a
visitarla.
—¿Y
quien te dijo a ti que esta noche estarías lejos de mí? —le pregunté.
—Oh,
¿Acaso no piensas dejarme un rato? —preguntó.
—Por
nada del mundo —dije con una gran sonrisa. La besé.
—¿Sabes
que tengo ganas de hacer? —dijo.
—No,
¿Qué? —pregunté.
—Quiero
bañarme —fruncí el ceño.
—Bueno,
ahí tengo un par de toallas limpias, mi amor. Puedes bañarte —dije.
Ella
sonrió y luego mordió su labio inferior.
—Si,
pero quiero bañarme contigo —susurró.
La
miré fijo por unos cuantos segundos sin decir nada. Con un movimiento del que
ni yo mismo fui
conciente
me puse de pie con ella entre mis brazos. Soltó un grito divertido y se echó a
reír.
—Lo
que me acabas de decir, es cierto ¿verdad? —pregunté.
—Ajá
—asintió divertida
—Como
me puedes, por dios —dije y salí del cuarto para entrar al baño. Ella reía y
pataleaba. La
puerta
se cerró detrás de nosotros —Acabas de cometer un gran error al permitirme
esto, cariño.
—¿Por
qué? —preguntó, mientras arqueaba una ceja y comenzaba a desabrochar los
botones de su
camisa
—Yo no le veo nada de malo a bañarme con mi novio. ¿Tú si?
—El
problema no es el baño… sino lo que va a pasar en el —le dije y miré el
movimiento que
hacían
sus dedos al desabrochar los botones. Su simpática risa llegó a mis oídos, para
hacerme
reaccionar
y mirarla a la cara.
—Será
solo un simple baño, Efron —aseguró.
Vanessa
salió primera del baño, soltando unas cuantas malas palabras.
—¡Zac,
voy a matarte! —la escuché quejarse desde el cuarto —¡Ahora dime como voy a
hacer para
tapar
estas marcas que me dejaste en el cuello!
—¡Es
tu problema, amor! —le grité mientras terminaba de enjuagarme la cabeza —¡Tú
dime como
voy
a hacer para quitarme las marcas de tus uñas!
—¡Pero
eso no esta visible, tonto! —chilló —¡Lo tapas con la remera y listo! ¡Yo tengo
un chupón
gigante
en el cuello y encima del pecho! ¿Qué le voy a decir a mi madre cuando pregunte
de que
son?
—¡Ella
va a saber entender mi amor, deja de quejarte! —le pedí y apagué la ducha.
Tomé
la toalla y me sequé el cabello para luego envolver mi cintura con ella. Salí
del baño y entré a
la
habitación. Nessa ya casi se había terminado de cambiar.
—Eres
una bestia —me dijo sin mirarme.
Sonreí
y me acerqué a ella para abrazarla por la espalda. Quiso alejarse pero no la
dejé.
—Te
dije que no sería un simple baño —le susurré al oído —Pero no vas a decirme que
no te
encantó
—giró para mirarme de frente. Mordió su labio y se puso en puntas de pie para
rozar los
míos.
—Si,
me encantó —musitó y se alejó antes de que yo la besara.
Riéndose
salió de la habitación y me dejó con las ganas de otro beso. Me cambie lo más
rápido que
pude
y salí en busca de ella. La busqué y cuando la divisé me acerqué rápidamente
para besarla.
Ella
rió sobre mi boca, llenándome de alegría. El timbre de casa sonó. Me alejé
despacio de los
labios
de Vanessa y miré hacia la puerta.
—¿Quién
será? —pregunté.
—¿Esperabas
a alguien? —dijo Ness alejándose.
—No,
para nada —aseguré y me acerqué a la puerta. Girando la manija abrí la puerta y
me quedé
quieto
mirándolo. Él miró sobre mi hombro a Vanessa. Una sonrisa se dibujó en él.
—Buen
día hijo, espero no haber interrumpido nada.
CAPÍTULO 54
Aquella
cínica sonrisa no salía de su rostro. Sentí que la sangre me hervía ¿Qué
diablos hacia él
aquí?
—¿Qué
quieres? —le pregunté de mala manera. Él volvió a mirar a Vanessa.
—¿No
me vas a invitar a pasar? —me preguntó.
Me
quedé quieto en el lugar… no iba a dejarlo pasar. Sentí unas pequeñas manos
apoyarse en mi
espalda.
Giré mi cabeza y la miré. Ella asintió levemente.
—Pasa
—le dije a mi padre y me corrí de la puerta. Él entró y miró a su alrededor.
—Buenos
días, Vanessa —le dijo a ella.
—Buenos
días señor Efron —le respondió.
—Espero
no haber llegado en un mal momento.
—No,
para nada —dijo Nessa y sonrió de manera falsa. Reí por lo bajo —Estábamos por
desayunar
¿Quiere
desayunar con nosotros?
—No
gracias —dijo él y se sentó en una de las sillas. Vanessa me miró y sonrió de
manera dulce.
—¿Qué
lo trae por aquí señor Efron? —le preguntó.
—Necesito
hablar unos asuntos con Zac —le dijo de manera tajante.
—Bueno…
yo ya me estaba por ir, y…
—No,
tú no te vas a ningún lado —la detuve. Ella me miró —Cualquier cosa de la que
me quieras
hablar
puedes hacerlo delante de Vanessa, padre.
Él
me miró fijo, y luego miró a Vanessa. Ella se veía algo sorprendida.
—Es
un asunto delicado —prosiguió él.
—No
interesa… yo no tengo secretos con mi novia. Si no se entera ahora, se va a
enterar después.
—¿Novia?
—preguntó confundido.
—Oh,
como fui tan tonto de no decirte papi —dije irónico y me acerqué a Vanessa para
abrazarla
de
costado —Te presento a tu nuera… ¿no es encantadora?
David
nos miró algo atónitos. Giré mi cabeza para mirar a Vanessa y sus mejillas
estaban
totalmente
enrojecidas. Levantó la cabeza y me miró. Le guiñé un ojo y negó divertida con
la
cabeza.
—Así
que son… novios.
—Si
—dijo ella asintiendo —Espero que le agrade la idea de tenerme en su familia. A
mi me
encanta
que usted sea mi suegro —noté aquel particular tono de sarcasmo.
—Claro
que estoy contento… no te imaginas cuanto pequeña —le dijo él.
Noté
algo muy extraño en aquella afirmación. La miré fijo, tratando de saber que
pretendía.
—¿Y
bien? ¿Qué has venido? —le pregunté de manera cortante.
—Cariño,
no seas tan grosero. ¿Por qué no le ofreces una taza de café a tu padre? —me
preguntó
Vanessa.
La miré y ella alzó ambas cejas.
—Oh
si, tienes razón amor —le dije y me acerqué a donde estaba ella —Papi, ¿quieres
café?
—Un
poco estaría bien —me dijo él. Agarré una taza y serví el café. Me acerqué al
oído de Vanessa.
—¿Puedo
escupir un poco en él? —le pregunté.
Ella
soltó una leve risita y ambos miramos a mi padre.
—Un
poco no estaría mal… creo que ha arruinado algo —susurró ella.
—Ha
arruinado todo —le aseguré. Tomé la taza y se la alcancé a mi padre —Aquí
tienes…
—Gracias
—susurró él.
—Bueno,
¿A qué has venido exactamente? —le pregunté mientras me sentaba frente a él.
Vanessa
tomó un vaso de jugo y se sentó a mi lado, mirando fijamente a mi padre. Él la
miró y
luego
volvió su vista a mí.
—Quiero
que trabajes conmigo de nuevo —me dijo.
—¿Para
qué? —le pregunté.
—Porque
lo necesito… ya te dije una vez que hay veces que yo no puedo firmar los
papeles y como
tú
eres mi hijo necesito tu ayuda.
—¿Qué
clase de ayuda señor Efron? —preguntó Vanessa apoyando el vaso en la mesa.
Él
la miró con recelo. Estoy completamente seguro que no le agrada para nada que
Vanessa este
sentada
frente a él escuchando todo. Principalmente porque no puede hablar como quiere.
—Tengo
muchos negocios señorita Hudgens y no puedo atenderlos todos.
—Que
lastima señor Efron. Pero ¿no le contó Zac que esta semana que viene tenemos
parciales en
la
Universidad? —preguntó y me miró —¿No le contaste, cielo?
La
miré extrañado. Nosotros no teníamos ningún examen o algo parecido esta semana.
Entonces
entendí
aquello. Miré a mi padre.
—¿No
te conté papá? —le pregunté. Él me miró serio —Lo lamento otra vez… no sé que
pasa
conmigo
últimamente que me estoy olvidando de contarte tantas cosas importantes.
—Bueno,
eso no es nada —dijo Vanessa y sonrió —Entonces señor Efron… no creo que Zac
pueda
ayudarlo
esta semana. Y tampoco la otra.
—¿Por
qué? —preguntó él de mala gana.
—Zac
y yo… estamos trabajando juntos en la oficina de mi madre y… le prometimos que
en las
próximas
dos semanas íbamos a ayudarla en un proyecto muy importante que tiene. ¿O no
amor?
—Si…
también me olvidé de aquello. ¡Que cabeza de novio la mía! —dije divertido y
con Vanessa
nos
echamos a reír. David estaba más serio de lo que la situación ameritaba.
Simplemente me
encanta
verlo así. Molesto, sin saber que decir, ni que hacer.
El
timbre de mi casa volvió a sonar. Vanessa me miró y yo la miré. Ambos fruncimos
el ceño.
—Que
solicitados que estamos hoy, Zac —dijo ella poniéndose de pie —Yo iré a abrir.
Vanessa
se alejó de mí y miré a mi padre.
—No
me gusta para nada las atribuciones de esta jovencita —me dijo por lo bajo.
Sonreí
levemente.
—Me
importa un comino si te agrada o no. Yo la amo y eso es lo importante —le dije
sin dejar de
mirarlo.
—¿Acaso
tengo que venir yo hasta aquí para que mi hijo me de la hora? —escuché su voz y
me
paralicé.
Rápidamente
me puse de pie. Ella entró al departamento. Mi padre giró la cabeza y la miró.
De sus
ojos
destelló algo que hacia mucho no le veía… Obsesión.
Ella
dejó de caminar al verlo allí parado. Vanessa se quedó quieta a su lado y miró
preocupada la
escena.
¿Qué diablos hace ella aquí?
—Starla
—habló mi padre.
Vi
que los ojos de mi madre se humedecían y entendí que el pasado y todo el dolor
volvieron a ella
como
si nunca se hubieran ido.
Una
sonrisa estúpida se curvó en el rostro de mi padre. Volví la vista a mamá y sus
ojos cada vez
estaban
más cristalinos.
—Starla,
mi amor, has vuelto —dijo David. Mi madre dejó de mirarlo.
—Creo
que no… que no he venido en un buen momento… vuelvo más tarde hijo —dijo ella
con voz
temblorosa.
En
un instante que no percibí mi padre se acercó a ella.
—No,
no, no te vayas —dijo y la tomó de un brazo.
Mi
madre comenzó a forcejear para salirse de su agarre.
—Suéltame
—le dijo sin mirarlo.
—¿Por
qué Starla? Si has vuelvo a mí… sabía que un día ibas a volver.
—David…
ya suéltame —dijo ella en tono nervioso.
Me
acerqué rápidamente a David y lo alejé de ella.
—Vete
—le dije. Él me miró. Su mandíbula se tensó.
—Otra
vez tú —susurró. Miré a Vanessa.
—Lleva
a mi madre al cuarto, Vanessa. Espérenme ahí —les dije.
Nessa
asintió y tomó a mi madre del brazo para dirigirla al cuarto. Cuando ellas dos
estuvieron
alejadas
de la sala miré de nuevo a David.
—¿Qué
te sucede? ¿Acaso estas mal de la cabeza? —le pregunté.
—Otra
vez tú —volvió a susurrar. Lo miré extrañado.
—¿Qué
quieres decir con eso? —dije.
—Tu
madre ha vuelto y tú otra vez la alejas de mí.
—¿Qué?
—Tú
eres el culpable de todo —dijo elevando un poco su voz.
—Ya
no tenemos más nada que hablar David… voy a pedirte que amablemente te vayas de
mi
casa.
Ahora.
Me
miró con odio. Un odio que no veía hace mucho en su mirada. Mi padre esta
enfermo. Está
completamente
loco.
—Está
bien, está bien —dijo y se acercó a buscar sus cosas —Como siempre tú ganas en
esto…
pero
no me voy a quedar con los brazos cruzados hijo. Vas a pagar haberte metido en
medio de tu
madre
y yo.
—Como
digas —le dije y le hice el gesto de que ya se podía ir.
Él
salió del departamento y se giró a verme.
—Ya
lo veras —dijo con una leve sonrisa.
Cerré
la puerta con fuerza y sin pensarlo me dirigí a la habitación.
—Respiremos
juntas Starla… tranquila —Vanessa estaba arrodillada frente a mi madre y le
sostenía
las
manos con las de ella. Me miró —Ve por un vaso de agua, Zac. Tu madre está con
un ataque de
nervios.
Asentí
y volví a salir para buscar el vaso con agua. Volví al cuarto y pude ver la
angustia de mi
madre.
Le entregué el vaso y ella temblorosa lo tomó.
—Lo
siento —se disculpó cuando terminó de tomar.
—Tranquila,
ya se fue —le dije.
—Tuve
que haber llamado antes de venir —habló mientras unas cuantas lágrimas caían
por sus
mejillas
—Solo quería darte una sorpresa, hijo. No pensé que tu padre iba… iba a estar
aquí.
—Yo
tampoco lo sabia, mamá —dije y me acerqué para sentarme a su lado —Pero ya se
fue… él no
va
a hacerte nada.
—Yo
no tengo miedo por mí, Zac —dijo y me miró a los ojos —Tengo miedo por ti. Tú
padre está
mal…
muy mal.
—Eso
no es noticia —le dije. Ella negó con la cabeza.
—David
está enfermo, hijo… él esta loco.
—Tranquila
—dije y la abracé —Él no va a hacerte daño ni a ti, ni a nadie.
Miré
a Vanessa y pude ver la preocupación en su rostro. Eso me partió el alma. Un
día que debió
comenzar
hermoso, terminó volviéndose una reverenda mierrda.
Luego
de calmar a mi madre. La acompañamos a que se tomara un taxi. Antes llamamos a
Ben
para
que la esperara y contarle lo que había pasado. Volvimos a entrar al departamento
después de
despedir
a mamá.
Solté
un cansado suspiro y me tiré en el sillón. Tapé mi rostro con ambas manos.
Sentí como
Vanessa
se sentaba a mi lado.
Me
tomó del brazo y me jaló hacia ella. Me apoyé sobre su pecho sin quitarme las
manos de la
cara.
Juro que tengo unas terribles ganas de gritar.
—Tranquilo
mi amor, todo va a estar bien —susurró mientras acariciaba mis cabellos.
—Lo
siento amor, no quería que pasaras por esto —me disculpé. Ella me alejó para
poder mirarme
a
la cara.
—No
seas tonto, no tienes porque pedirme perdón. Lo que pasó, no fue tu culpa.
—Maldito
hijo de perra… lo odio —aseguré. Ella acarició mis mejillas.
—Odiando
a tu padre no ganas nada, Zac… Como dijo tu madre él está enfermo. Necesita
ayuda,
solo
eso.
—Solo
eso —susurré y acaricié su rostro —Ojala fuera tan fácil amor. Pero no sé si
viste el rostro
de
él cuado vio a mamá. Se transformó completamente… él parecía un lunático. Miró
a mi madre
como
si fuera una obsesión para él.
—Por
eso mismo mi amor… él necesita ayuda —dijo.
La
acerqué a mí y la abracé. Escondí mi rostro en su cuello y respiré su aroma.
—Tú
también eres una obsesión para mí, Vanessa —le susurré. Ella se alejó para
mirarme a los
ojos
—Pero jamás… escucha esto, jamás te haría daño.
Ella
sonrió levemente y se acercó a mí para besar mis labios.
—Lo
se mi amor. Y tú también eres mi obsesión —susurró sobre mi boca. Me volví a
acercar para
poder
besarla completamente.
—Te
amo —le dije sin dejar de besarla.
—Te
amo más —musitó. Se alejó despacio —Voy a llamar a mis padres para decirles que
mejor
dejamos
el almuerzo para otro día.
Se
quiso poner de pie pero la detuve. Me miró extrañada.
—¿Y
quien te dijo que lo íbamos a dejar para otro día? —le pregunté.
—Zac,
no creo que sea un buen momento —me dijo. Sonreí y negué con la cabeza.
—Claro
que si es un buen momento, mi amor. Tus padres y nosotros vamos a ir a almorzar
juntos.
Algo
me dice que al final vamos a sacar algo muy bueno de este día. Eso te lo puedo
asegurar.
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