CAPÍTULO 51
Sus
ojos volvieron a adquirir ese brillo de hace unos instantes, sus mejillas se
enrojecieron
levemente
y eso terminó con lo que quedaba de mí.
—
¿Usas ese calificativo con otras… personas? — me preguntó con recelo. Sonreí.
—
¿Celosa? —le pregunté arqueando una ceja.
—
Estás matando el momento, Zachary — dijo frunciendo levemente el ceño. Reí por
lo bajo.
—
Y tú solo me estás tentando cada vez más — dije divertido.
—
Solo quiero saber si alguien más fue llamada así…
—
No — le dije mirándola fijamente — Nadie más, amor.
Ella
levantó su mano y acarició mi mejilla, para luego subir hasta mi cabello y
acomodarlo
levemente
hacia atrás. Me incliné hacia ella y la besé dulcemente acariciando sus labios
con
cuidado.
Gimió levemente, mandando a través de mí una oleada de placer. El beso dulce y
tierno
se
volvió apasionado e intranquilo. Necesitaba sentirla, desesperadamente. Bajé
mis manos al
borde
de su blusa.
—
No, no y no, Efron — dije agitada soltando mis labios — Dije que no…
—
Maldita, eso eres una pequeña y peligrosa ninfa que ha venido hasta mi
habitación y me ha
despertado
y me ha seducido y ahora no quiere dejarme cobrar lo que debo.
—
Por Dios, Zac, no han pasado si quiera 24 horas desde la última vez que lo
hicimos… no puedes
estar
desesperado. Definitivamente eres un ninfómano.
—
Y tú te comportas como una monja — la besé cortamente.
—
Pero te encanta esta monja —dijo coqueta.
—
Está bien, tú ganas. Solo porque no tengo como contradecir aquello, es
absolutamente cierto.
Me
miró de manera tierna y acarició de nuevo mi mejilla.
—
Ahora, ¿me puedes dejar salir? Quiero comer algo — me dijo.
—
Delante de ti ya tienes algo para comer, ¿para qué quieres otra cosa? — le
pregunté.
Ella
rió por lo bajo.
—
No se puede vivir de hacer el amor, Zac — dijo mientras sin intención alguna
clavaba su mirada
en
mi boca.
—
Mmmm, esa mirada… quieres besarme ¿cierto? —le dije y me agaché para morder sus
labios.
—
Tienes razón… ganas en todo. Sí quiero besarte, y todo lo que se te pueda pasar
por la mente.
Pero
ahora tengo hambre… de comida.
—
Bueno, vamos a comer — dije rendido mientras me alejaba de ella y me ponía de
pie. Tomé su
mano
y la levanté de la cama — Pero luego quiero el postre.
Le
gruñí y la tomé de la cintura para un arrebato beso y luego la solté. Ella rió
divertida.
—
Traje helado — dijo con una inocente sonrisa.
—
Y te atreves a decir que soy yo quien mata los momentos. No tienes vergüenza,
amor.
—
Decidí ignorar tu doble sentido — me aclaró.
—
Pero si lo divertido de eso es que te escandalices — dije mientras ambos
salíamos de la
habitación.
—
Oh, bebé, ya no me escandalizan tus dobles sentidos — me dijo divertida.
Arqueé
una ceja y antes de que se alejara demasiado, la detuve y la acerqué a mí. Su
espalda
chocó
levemente contra mi pecho y el aroma de su cuerpo, me excitó un poco más de lo
que ya
estaba.
Sentí como su respiración se volvía un poco más densa.
—
¿Por qué estas tan distante? — le pregunté al oído.
—
Yo no estoy distante — aseguró.
—
Sí, sí lo estás —susurré y bajé mis manos a su vientre, abrazándola un poco
más.
—
Zac… —murmuró.
—
¿A qué le temes, Vanessa? —le pregunté y la giré para que me hiciera frente.
Me
miró fijo a los ojos y vi la inseguridad en ellos. Aquellos ojos cautivantes
estaban llenos de
inseguridad.
—
No quiero que… que te canses de mí.
—
¿Cansarme? —pregunté confundido.
—
Tal vez… si me hago la difícil, pueda que no me dejes tan pronto.
Eso
es lo que pasa… Vanessa aún no entiende lo que ella significa para mí. Tomé su
rostro con mis
manos
y la acerqué a mis labios.
—
Estoy perdida y completamente enamorado de ti… te necesito, te quiero. Y no
creo que pueda
cansarme
de algo que hace latir tan fuerte mi corazón — besé sus labios apenas — Eres la
dueña
de
mi corazón… puedes hacer lo que se te cante con él. Soy tuyo, maldita sea.
—
Yo también soy tuya, Zac, completamente tuya —susurró agitada y se acercó
completamente a
mi
boca. Gruñí ante el desenfreno de su pasión. Sus labios abrasaron los míos y su
lengua me
cautivó.
Sus pequeños brazos rodearon mi cuello y entonces la alcé del suelo.
—
Rodéame con tus piernas… por favor, necesito sentirte, Vanessa —le supliqué
soltando apenas
su
boca. Ella sonrió levemente.
Sus
piernas rodearon mis caderas y entonces volví a besar su boca.
—
Claro que no, Jared — dijo divertida. Entonces dejamos de mover nuestras bocas
para
lentamente
girar a verla. Ellos tenían los ojos bien abiertos y estaban ahí parados como
estatuas en
la
puerta, nos miraban fijo. Vanessa seguía sobre mí.
—
Creo que no hemos llegado en un momento muy apropiado — dijo mi buen amigo
Murillo.
Lentamente,
Vanessa se fue bajando de mí, para acomodarse un poco el pelo y la ropa.
—
Diablos, Taylor… ¿acaso no me dijiste que no vendrías hoy? — le pregunté.
—
Lo siento, primito, no pensé que estarían haciendo tal muestra de amor en medio
del pasillo —
dijo
ella con una leve sonrisa.
—
Son unos aguafiestas — dije fastidiado y miré a Jar — Y tú, ¿Acaso no podías llevarla
a algún
lado
para distraerla o algo así? Es la segunda vez que interrumpe algo interesante…
—
Ya, ya — dijo Vanessa apoyando una de sus manos sobre mi pecho — Vamos a ser
unos buenos
anfitriones
y los vamos a hacer pasar y vamos a cenar todos juntos.
Taylor
sonrió emocionada y se acercó a Vanessa para tomarla de la mano.
—
¿A dónde piensas llevarte a mi Nessie? — le pregunté, tomando la otra mano de
Vanessa.
—
Necesito hablar en privado con mi mejor amiga, pesado — me dijo la rubia.
—
Jamás voy a perdonarte que hayas arruinado nuestro momento — le aseguré.
—
Sí vas a perdonarme, primito lindo — apretó mi mejilla.
—
Ya, bebé — me dijo Vanessa y besó levemente mis labios — Yo también quiero
hablar con tu
prima…
— se acercó a mi oído — Te prometo que luego la recompensa será mejor de lo que
esperas.
—
Ya, Vanessa, deja de excitarlo —la regañó Tay y tiró de ella para desparecer
por el pasillo.
Me
giré a ver a Jar y éste soltó un leve suspiro.
—
Lo siento, hermano… juro que no tenía idea que estabas con Vanessa. Taylor me
contó que ayer
estuvieron
juntos y que al parecer al fin aceptaste que estás enamorado — me dijo.
Solté
un suspiró y apoyé mi mano en su hombro para hacerlo caminar hacia la mesada de
mármol
y
sentarnos allí.
—
Yo no sé como pasó… pero me tiene loco — le conté. Él sonrió divertido.
—
Así son ellas cuando logran meterse en tu corazón. Te sientes como un títere
que depende de
los
hilos para moverse… te aseguro que en verdad van a enredarnos.
—
Pues estoy dispuesto a enredarme por ella — dije divertido.
Ambos
escuchamos las chistosas risas de Vanessa y Taylor, Jar me miró divertido.
—
Son terribles — aseguró.
—
Nuestra perdición, hermano — dije y palmeé su hombre —Pero, espera un segundo,
yo me perdí
de
algo ¿Qué pasó entre tú y mi prima?
—
Bueno… nosotros estamos saliendo — me contó. Puse mi mejor cara de enternecido.
—
¿Te das cuenta de que tú, Corbin y yo hemos caído en los brazos de tres ninfas
asesinas?
—
¿Por qué asesina? — dijo confundido.
—
¿Aún tienes el valor de preguntarlo? — dije mientras veía como Vanessa y Tay
caminaban hacia
nosotros.
—
¿Qué hacen? — preguntó mi curiosa prima.
—
Hablábamos — le dije y miré a Nessa que se acercó lentamente a mí hasta estar a
mi lado.
La
tomé de la cintura y la guié para que se sentara sobre mi regazo.
—
Jar, ¿me acompañas a comprar unas cosas para la cena? — le preguntó Tay.
—
Claro que sí, preciosa — dijo él y ambos salieron del departamento tomados de
las manos.
En
ese instante, Vanessa apoyó su cabeza contra mi hombro y con su mano derecha
comenzó a
acariciar
mi pecho. Bajé la mirada para mirarla y estaba demasiado callada para mi gusto.
—
¿Pasó algo? — le pregunté.
Ella
levantó su rostro, pero sin alejarse de mi hombro, su boca quedó cerca de la
mía. Su mano
hacía
pequeños círculos sobre mis pectorales.
—
Te quiero — susurró. Mi cara se tornó boba y una media sonrisa curvó mis
labios.
—
¿Cómo? — le pregunté. Ella sonrió.
—
Que te quiero, Zac… no te das una idea de cuanto — dijo en tono suave — Bésame
como hoy a
la
mañana… despacio.
Me
acerqué más a ella, y la besé como me pidió. Mis labios rozaron suaves los
suyos. Me invadió su
dulce
aroma. Me invadió ella… su amor y pasión.
—
¿Por qué no les pedimos que se vayan? — pregunté sobre su boca. Ella sonrió.
—
Lo lamento, bebé… pero en este momento Cor y Emma también están viniendo hacia
aquí.
—
¡Demonios! No se van a ir nunca más — me quejé.
Me
besó cortamente y se puso de pie.
—
No te pongas quisquilloso, son tus amigos y mis amigas… está bien que estemos
con ellos.
—
Yo no quiero estar con ellos — aseguré.
—
Eres un mal amigo — me dijo.
—
Pero, mi amor… yo estoy todo el tiempo con esos dos — seguí quejándome como un
pequeño
niño
— Yo solo quiero estar contigo ahora.
Sonrió
y clavó su mirada en la mía. Se volvió a acercar a mí y rodeó mi cuello con sus
brazos.
—
Ahora soy ‘mi amor’, cada vez le vas agregando algo más, bebé — dijo risueña.
—
Tú me provocas esa clase de cursilerías, solo tú — le dije y me acerqué de
nuevo a ella para
besarla.
Rió sobre mis labios y aquella fue una hermosa sensación, que también me hizo
sonreír. La
puerta
del departamento se volvió a abrir.
—
Oooh, vamos ¿Acaso no van a dejar de estar como chicles ni por un segundo? —
nos dijo Tay
entrando
con Jar, Cor y Emma detrás.
—
Si no fuera por ti, y por tu inoportuna llegada a esta casa, estaríamos más
pegados que dos
chicles
— le dije.
Vanessa
golpeó levemente mi brazo y se alejó de mí, para saludar a su querida amiga
Emma. La
pequeña
diabólica se acercó a mí con duda y resentimiento y cuando la tuve en frente
estiré mi
mano
hacia ella.
—
¿Tregua? — le dije. Ella analizó mi mano.
—
Llegas hacer sufrir a mi amiga, y serás hombre muerto — me aseguró.
Reí
y ella también lo hizo para luego tomar mi mano.
Las
chicas se quedaron en la cocina ‘haciendo la cena’ mientras que los chicos y yo
nos sentamos
frente
al televisor con una lata de cerveza cada uno.
—
Esto sí que es vida… la vida de concubino no es tan mala como nosotros habíamos
pensado,
muchachos
— dijo Cor.
—
El único que esta en concubinato aquí eres tú, nosotros apenas estamos
empezando, ¿o no,
Efron?
— me dijo Jar.
Mi
mirada estaba clavada en Vanessa.
En
su sonrisa, en la forma en que su boca se mueve al hablar, en sus gestos, en
sus ojos, sus
pestañas,
sus mejillas, su nariz…
—
¡Zac! — me llamó Corbin, sacándome de mi sueño.
—
¿Eh? — dije confundido y lo miré.
El
afro sonrió divertido y miró en la dirección en la que yo estaba mirando.
—
Por Dios, Jared, este puede estar empezando recién, pero esta más metido que
nosotros dos
juntos
— le dijo divertido.
—
Si supieras como los encontramos Tay y yo cuando entramos, por Dios no pueden
dejar de
tocarse
ni un segundo —exclamó Jar. Al fin pude concentrarme bien en ellos.
—
Oigan, déjenme en paz, soy feliz ahora. Tengo a la chica más hermosa del mundo,
la más dulce
e
inteligente, la más sexy y provocadora, la más tierna y cariñosa…
—
Y luego yo era el cursi, ¿cierto?
—
Mueres de envidia, Murillo, es eso — le aseguré.
—
Yo creo que debemos brindar — dijo Cor.
—
Y yo también — dije y tomé mi lata para levantarla hasta la altura de nuestros
ojos.
—
¿Y por qué vamos a brindar? — preguntó el afro.
—
Por… otro año más juntos — dijo Jar.
Sonreímos
y brindamos.
Mi
mirada volvió a fijarse en Vanessa. Otra vez mi cara de tornó boba y una
estúpida sonrisa
atravesó
mi rostro.
—
Y por ellas — dije sin dejar de mirarla.
CAPÍTULO 52
Vanessa
comenzó a reír divertida al igual que Emma. Dejamos de hablar y nos giramos a
verlas.
Cor
se puso de pie.
—¿Qué
sucede? —preguntó mientras se acercaba a ellas. Jar y yo lo seguimos.
—Me
parece muchachos que Taylor acaba de arruinar nuestra cena —dijo Vanessa sin
dejar de reír.
La
miré divertido… se estaba descostillando de la risa.
—¡No
es divertido! —se quejó la rubia. Emma se restregó los ojos, mientras calmada
su risa.
—No
les hagas caso a estas brujas, linda —dijo Jar y se acercó a Tay, quien apoyó
su cabeza sobre
su
hombro cuando él estiró sus brazos.
—Aaaay,
me dijo bruja —se quejó Vanessa.
Me
acerqué a ella y la abracé por la espalda, apoyando mi mentón en su hombro. Mi
boca quedó
cerca
de su oído. Ella colocó sus brazos sobre los míos que estaban sobre su vientre.
—Y
sí, algo de eso debes ser… porque me tienes hechizado. No puedo dejar de verte,
no puedo
dejar
de pensar en ti, en tus besos, en tu cuerpo —le susurré.
Sonrió
levemente y mordió su labio. Giró un poco la cabeza y me miró.
—No
puedes con tu genio, ¿verdad? —preguntó.
—Te
lo aseguro… apenas se vayan todos, tú no te salvas de mí — besé su mejilla y
volví mi vista a
los
demás, pero sin dejar de abrazar a Vanessa —Entonces ¿Qué vamos a comer?
—
Pidamos unas pizzas —dijo Corbin.
—Perfecto
—aseguré y me alejé de Ness para ir en busca del número del delivery. Pero
detuve mi
paso
al recordar aquello, me giré a verlos a todos —No podemos.
—¿Por
qué? —dijo confundido Jared.
—Nessa,
no come pizzas —dije. Ella sonrió y se acercó a mí, para acomodar un poco mi
cabello.
—Eres
un dulce de leche —aseguró.
—Y
tú eres mi envase —murmuré y me incliné para besarla cortamente.
—Pero
no se preocupen por mí… pidan la pizza, yo no tengo hambre — les dijo a los
chicos.
Ellos
volvieron a sus charlas y le lancé a Jar la tarjeta con el número para que
llamara. Volví mi
vista
a Vanessa. Me senté en el sillón y le hice un gesto para que se sentara sobre
mis piernas.
—Es
mentira que no tienes hambre. Hace un rato estabas que matabas por un poco de
comida.
—No
te preocupes, comeré un poco de fruta —me dijo.
—No,
¿sabes qué? Vas a comer una porción de pizza o dejo de llamarme Zachary ‘el
sexy’ Efron.
—¿El
sexy? —dijo divertida —Más bien ‘el calentón’.
—Muy
graciosa —bufé —Pero la única calentona aquí eres tú…
—Sí,
y me encanta serlo —dijo en descarado coqueteo.
—No
me seduzcas aquí… tenemos invitados, amor mío. No querrás que haga cosas
inapropiadas
delante
de ellos ¿o sí?
—No
te atreverías —dijo entre divertida y nerviosa.
—¿Quieres
averiguarlo? —pregunté.
—No,
Zac, ni se te ocurra —se estaba por poner de pie, pero no la dejé. Me miró fijo
a los ojos.
—¿A
dónde crees que vas?
—A…
a estar con las chicas.
—Con
ellas puedes estar otro día, ahora estas conmigo — le robé un breve beso.
Ella
sonrió y se acurrucó contra mi pecho. Mi corazón latió rápido bajo su oreja, y
la escuché
sonreír.
Se alejó de mí y me miró a los ojos.
—La
primera vez que me besaste en la clase, ¿recuerdas?
—Cómo
olvidarlo, amor, luego te pusiste como loca y eso fue lo que más me cautivó de
ti.
Rió
levemente y levantó su mano para acariciar mi mejilla.
—Mi
corazón latió muy rápido cuando hiciste eso —me contó. La miré algo
sorprendido.
—Entonces
¿Por qué me hiciste sufrir tanto por ti? —le pregunté.
Ella
mordió su labio inferior y levantando la mirada encontró la mía.
—Porque
yo no quería ser una más para ti, Zac.
—Y
no lo eres… definitivamente no lo eres.
—Zac,
yo… te…
Sentí
una presión en mi pecho ante lo que mis oídos y, principalmente, mi corazón
estaban
esperando
escuchar.
—¡Llegó
la pizza! —gritó Jared entrando al departamento.
Maldije
para mi mismo a Jared ya que Vanessa se puso de pie y se acercó a la mesa
dejándome
con
la duda latiendo.
¿Qué
era lo que iba a decirme?
Sacudí
la cabeza y me puse de pie. Preparamos las cosas y nos sentamos a comer.
—Ven
aquí mi amor —le dije a ella. Negó levemente con la cabeza —Que vengas aquí,
ahora.
Mordiendo
levemente su labio se acercó a mí. La tomé de la cintura y la senté sobre mis
rodillas.
Tomé
una porción de pizza y la acerqué a su boca.
—No,
Zac, no quiero comer pizza —dijo corriendo la cara hacia el otro lado.
—Pero
vas a hacerlo. ¿O prefieres que eche a los chicos y tú y yo tengamos una seria
‘Charla’?
Me
miró fijo a los ojos, tratando de saber si sería capaz de hacerlo o si solo
estaba bromeando.
Soltando
un leve suspiro tomó la porción de pizza. Frunció el ceño con bastante asco y
lo acercó a
su
boca. Con cuidado dio el primer mordisco. Comenzó a masticar y de a poco la
cara de repulsión
se
fue convirtiendo en un gesto de agrado. Me miró mientras comía y sonreí
mostrándole una
sonrisa
de satisfacción.
—Diablos
Vanessa, ya te esta manejando. Estas comiendo cosas que ‘supuestamente’ no
tienes que
comer
o mejor dicho que ‘juraste’ no comer. Que mal te veo amiga —dijo Taylor.
—Es
el amor Tay —dijo Emma divertida. Vanessa sonrió y volvió a comer.
—¿Esta
rico? —le pregunté.
—Hace
tanto que no comía esto. Ya casi me había olvidado lo bien que sabía —dijo y
volvió a
morder
su porción.
—¿Viste
mi amor? Lo mismo va a pasar con la carne. Es solo cuestión de volver a
probarlo.
—Jamás
—aseguró con la boca llena. Reí por lo bajo – Nunca más voy a comer carne.
—No
estés tan segura de eso —susurré y le guiñé un ojo. Ella sonrió y miró al
frente.
—¿Y
en dónde estuvieron todo el día? —preguntó mi prima. Salí de mi encantó,
mirando a Vanessa,
y
la miré a Tay.
—¿Qué?
—le pregunté. Ella suspiró.
—¿Acaso
voy a tener que repetirte las cosas dos veces porque vas a estar atontado
mirando a
Vanessa?
—dijo.
—Creo…
que si —dije asintiendo. Todos reímos.
—Bueno,
como te decía ¿Dónde estuvieron?
—Por
ahí —dije.
Mi
mirada se cruzó con la profunda mirada de Vanessa, y con ese simple gesto ella
entendió que yo
no
quería contarles, todavía, que había encontrado a mamá.
—¿Haciendo
qué? —prosiguió mi prima.
La
miré y sonreí. Ella y su curiosidad algún día van a matarme.
—¿Quieres
que te lo cuente con detalles? —dije irónico.
—Tonto
—dijo por lo bajo Tay. Vanessa sonrió y volvió a agarrar otra porción de pizza.
—Paseamos
un poco por la cuidad, tomamos un helado y luego fuimos a caminar un poco por
ahí
—dijo
como si fuera totalmente cierto.
—Si,
seguro —dijo Jared. Todos volvimos a reír.
La
cena transcurrió entre risas y recuerdos. Luego de terminar las chicas se
dirigieron a lavar y
acomodar,
mientras que los chicos y yo volvimos a apoyar nuestros traseros en los
sillones.
—Se
los voy a pedir de buena manera muchachos, llévense a sus queridas novias,
amantes, o
amigas
con derecho y déjenme a solas con mi morenita —les dije.
Ambos
me miraron con desaprobación.
—Eres
tan sucio —aseguró el afro —¿Acaso no te has puesto a pensar qué tal vez
Vanessa no
quiera
tener relaciones hoy? No tienes consideración. Mírala, es pequeña Zac y tú eres
un oso al
lado
de ella.
—Ella
no se queja de ello. Y créeme que lo disfruta y mucho —le aseguré.
—Definitivamente
eres un pervertido —dijo Jar poniéndose de pie —Vamos Cor, dejemos a este par
de
tórtolos con su pasión.
Reí
por lo bajo y me puse de pie. Nos acercamos a ellas.
—Emma,
mi vida, nos vamos —le habló a su novia.
—¿Ya?
—reprochó ella.
—Si,
Zac nos ha echado —le contó.
—¡Zac!
—me retó Vanessa.
—¡Mentira,
amor, yo nunca los eché!
—Eres
el peor —aseguró mi prima —Gracias a dios y no me quedaré aquí.
Arqueé
una ceja y miré a Jared. Al instante la rubia adquirió un color rojo que la
tiñó por completo.
—Bueno
Ness nos vemos mañana, amiga —dijo Emma y se acercó a ella para abrazarla.
—Perdona
a Zac… es un tonto —le dijo y me miró mal —Pero ya va a ver. Lo voy a castigar
y
donde
más le duele.
—Uuuh
no me gustaría estar en tus pantalones, Efron —dijo Corbin.
—Ni
a mí —agregó Jared mientras tomaba su abrigo.
Vanessa
se acercó a Tay y le dijo algo en voz baja. La rubia asintió y ambas me
miraron. Sentí
miedo,
mucho miedo.
—Bueno,
vamos —dijo Cor.
Todos
nos acercamos a la puerta. Vanessa y yo los despedimos y vimos como
desaparecían por el
pasillo.
El departamento quedó en un total silencio. Giré para mirar a Vanessa, pero
ella ya no
estaba
a mi lado. Levanté la vista y estaba terminando de acomodar las cosas en la
mesada. Con
cuidado
me acerqué a ella.
—¿Qué
pasa? —le pregunté.
—Eres
el peor amigo del mundo —dijo sin mirarme. Me acerqué un poco más a donde
estaba y
cuando
estuve lo bastante cerca estiré mi mano y tomé su mentón. Hice que me mirara.
—No,
no soy un mal amigo —le dije. Ella asintió.
—Si,
si lo eres.
—Todo
el tiempo estamos con ellos. ¿Acaso no entiendes que estoy asumiendo lo que
siento por ti
y
lo único que quiero es estar contigo? —pregunté.
Sus
ojos se clavaron penetrantes en los míos.
—¿Y
qué sientes por mí? —preguntó. Sonreí de costado.
—¿Bailamos?
—le dije.
Ella
frunció el ceño. Me alejé y me acerqué a la radio. La prendí y para mi suerte
una canción lenta
sonaba.
Estiré mi mano hacia ella. Me miró confundida y asentí para que se acercara. Se
acercó y
tomó
mi mano.
La
jalé hacia mí y la pegué a mi cuerpo. Coloqué mis manos en su espalda y escondí
mi rostro en
su
cabello, mientras ella colocaba sus brazos alrededor de mi cuello. Respiré
profundamente su
dulce
aroma. Llenó mi corazón.
—Vanessa
lo que yo siento por ti es algo tan extraño para mí. Nunca, pero nunca lo sentí
por
nadie…
Y me hace sentir tantas cosas. Inclusive miedo… mucho miedo.
—¿Miedo?
¿De qué?
—De
perderte, amor —musité y la apreté más a mí.
—¿Estas
seguro Zac? Tal vez… no sea tan así, y estés confundido. Yo no sé si podré
soportar que
esto
pase así como si nada.
—Claro
que estoy seguro Vanessa. Ahora que te tengo, que eres mía… no puedo vivir sin
ti. Te
necesito
cerca, muy cerca.
Levantó
su cabeza y me miró a los ojos. Recorrí su bello rostro, hasta posar mi mirada
en sus
labios.
Una suave sonrisa se curvó en ellos.
—¿Quieres
besarme? —preguntó.
—Ajá
—asentí.
—Pues…
¿Qué estas esperando?
Bajé
mi cabeza y me topé con ellos. Mi corazón comenzó a latir desaforado. Que estoy
completamente
seguro que se escucha con perfecta claridad. Me alejé apenas de su boca.
—Juro
que si Taylor llega a entrar por esa puerta es Taylor muerta —dije y atrapé su
labio inferior
suavemente.
—Malo
—susurró y me acercó más a ella. Dándome pequeños besos fue soltando mi boca.
Apoyé
mi
frente sobre la de ella y abrí los ojos. Ella aun los tenía cerrados. La música
seguía sonando
suave
—¿Qué pasó con David?
Eso
fue como un balde de agua fría, que verdaderamente arruinó uno de los momentos
más
románticos
de mi vida. Lentamente me alejé de ella.
—Realmente
tú eres la peor de los dos —dije y me senté en el sillón. Ella abrió un poco la
boca
para
hablar, pero no dijo nada. Se sentó a mi lado y tomó mis manos con las de ella
—Lo
siento amor, pero estuve toda la tarde pensando en eso. Me preocupa.
—¿Qué
cosa? —dije.
—Que
te enojes y te salgas de tu paciencia… yo no quiero que las cosas estén mal. Se
que tu
padre
no es un santo. Es más, es una basura. Pero yo creo que…
—No
amor, mi padre no merece una oportunidad —la interrumpí al entender lo que
quería decirme
—No
la merece.
Ella
se acercó más a mí y apoyó su cabeza contra mi pecho. Levanté mi mano y con uno
de mis
dedos
enredé uno mechón para jugar con él. Ella suspiró.
—¿Cómo
te sentiste al ver hoy a tu madre? —preguntó. Me extrañé un poco ante su cambio
de
tema.
Sonreí levemente.
—Feliz
—contesté. Al instante recordé que debía llamar a mamá —Demonios…
—¿Qué
pasó? —dijo ella incorporándose un poco de mí.
—Me
olvidé de llamar a mi madre —le dije.
Ella
negó levemente con la cabeza.
—¿Ves
qué también eres un mal hijo? Debe estar preocupada. Pero ahora ya es tarde
para llamarla
—asentí
con la cabeza —Mal hijo.
—Mañana,
apenas me levante, voy a llamarla —aseguré.
—Si,
ya lo creo —dijo irónica.
—Lo
juro. Y también voy a hacerte el desayuno —dije.
Vanessa
sonrió mostrándome todos sus dientes.
—¿Puedes
explicarme por qué eres tan lindo? —preguntó.
—Es
lo que siempre me pregunto cuando me miro al espejo, amor —dije divertido.
—Tonto
egocéntrico —me acusó.
—Te
encanta que lo sea —con una uña marcó el contorno de mi mandíbula —¿En que
estas
pensando
Vanessa? —le pregunté.
Sentí
un calor interno que me erizó la piel por aquel simple, pero provocador toque.
Se acercó más
a
mí y comenzó a besar mi mejilla. Cerré los ojos y disfruté de aquello. Sus
labios estaban ya
bastante
cerca de los míos, pero no pude aguantarme. Corrí mi rostro en busca de su
boca. Pero
ella
tomó mi rostro con sus manos. Abrí los ojos.
Se
incorporó un poco de donde estaba sentada y abriendo sus piernas se sentó sobre
mí. Sentí
como
mi respiración se agitaba. Es increíble saber que ella puede alterarme así con
solo tocarme o
mirarme.
—No
tienes una idea de cómo me puedes, Zac. No eres conciente de eso ¿verdad? —dijo
y se
movió
levemente sobre mí. Apreté los dientes y maldije por lo bajo. Mi entrepierna
comenzó a latir,
haciendo
que todo mi cuerpo se tensara.
—Te
detesto —susurré. Ella sonrió perversamente.
—¿Por
qué? —preguntó en voz baja, excitándome. Volvió a moverse. Tragué saliva.
—Porque
eres una gatita mala, muy mala —le aseguré.
—¿Soy
una gatita? —preguntó divertida. Asentí frenéticamente —Si… pero soy tuya.
—Eso
es lo que más me gusta —ella ronroneó y eso terminó con lo poco que quedaba de
mi
cordura
—Por dios, amor, vas a volverme loco.
Posé
mis manos en sus caderas. Ella acercó sus labios a los míos y los acarició con
provocación.
—Acaríciame
Zac… te necesito.
Ella
sabe como enloquecerme. Ella simplemente tiene la receta perfecta de mi maldita
enfermedad.
Su
amor.
Tomé
su boca en exigente beso. Ella gimió levemente y su lengua bailó con la mía. Un
celular
comenzó
a sonar, pero no le prestamos atención. Vanessa se acercó más a mí y comenzó a
susurrar
cosas sobre mis labios, tensándome un poco más. ¿Acaso eso es posible? Al
parecer si, es
muy
posible.
—Vanessa
—susurré su nombre.
—Hazme
el amor. Vamos al cuarto. Necesito sentirte Zac… necesito sentir tu corazón
latiendo sobre
mío
rápido, muy rápido —musitó agitada.
La
besé ferozmente y sin ningún problema me puse de pie con ella encima. El
maldito celular volvió
a
sonar. Y diablos es el mío. Sin bajarse de mí, Vanessa, lo buscó en mis
bolsillos. Cuando lo sacó
miré
la pantalla. La miré a ella.
—Es
mi padre —dije agitado. Ella lo tomó y sin vacilar lo apagó. La miré algo
sorprendido.
—Tienes
razón al decir que no merece una oportunidad. Y mucho menos le voy a dar la
oportunidad
de arruinar nuestro momento. Ahora somos tú y yo, nadie más —la miré a los
ojos.
Como
me gustan sus ojos —Y ahora lleva a esta gatita a ese cuarto antes de que se le
vayan las
ganas
de dar arañazos.
Acarició
mi nariz con la suya y volvió a ronronear. Respiré profundamente.
—Tus
deseos son órdenes para mí, gatita hermosa.
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