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Peligrosa Obsesión - Capítulo 49 y 50


CAPÍTULO 49
—Sé perfectamente en dónde estás metido, y tienes exactamente dos horas para estar en mi casa.
Y te quiero solo… deja a tu ‘acompañante’ en donde se te plazca, pero no vengas con ella.
¿Entendiste? — me dijo.
Me tensé al instante de escuchar su maldita voz. ¿Cómo demonios se había enterado de que yo
estaba aquí? ¿Acaso el infeliz estaba siguiéndome o algo por el estilo?
— Mal nacido — musité.
— Y más te vale que me hagas caso o ya verás — dijo y colgó.
Apreté con fuerza el celular que estaba mi mano. Cerré los ojos y traté de estar calmado, pero se
me estaba haciendo imposible. Sentí una suave mano apoyarse en mi hombro, me giré a verla, y
era ella, Vanessa. — ¿Qué sucede? — me preguntó preocupada. Solté un suspiro y acaricie su
mejilla.
— Debemos irnos — dije y bajé mi mano para acariciar sus labios.
— ¿Por qué? — dijo confundida.
— No puedo explicártelo ahora, solo sé que debemos irnos, cariño — me acerqué a ella y la besé
cortamente.
Volvimos los pasos hacia donde estaban mi madre y Ben. Ambos me miraron con cara de
preocupación.
— Lo siento, mamá, pero tenemos que irnos — le dije. Ella se acercó a mí y me acarició el rostro.
— Tu padre, ¿verdad? — susurró por lo bajo. La miré fijo a los ojos.
— Él sabe donde estoy — le contesté. Ella sonrió levemente, se acercó más a mí y me abrazó.
— Él ya no puede hacerme nada, Zac… que sus tontas amenazas ya no te controlen, cualquier cosa
que él te diga es mentira. David perdió control sobre mí hace exactamente un año — me calmó ella
y con cuidado la alejé de mí para mirarla a los ojos.
— Entonces ¿ya no… no hay peligro? — preguntó con algo de duda.
— No, ya no hay peligro. Pero sé como es, así que ve… y hazle saber que ya no le tienes miedo,
pero por favor no pierdas el control, Zac, es tu padre — me pidió.
Asentí y besó mi mejilla, para luego alejarse completamente.
— Más tarde, cuando todo este arreglado voy a llamarte — le dije a mi madre.
— Esperaré ese llamado ansiosamente, hijo — dijo ella.
Los tres nos acompañaron hasta la puerta. Hope no tenía esa sonrisa que tenía cuando llegamos.
— ¿Qué pasa, enana? — le pregunté agachándome hasta quedar a su altura.
— Yo no quiero que se vayan — me dijo sin dejar de mirar al suelo. Levanté su rostro con una
mano e hice que me mirara.
—Prometo que nos veremos otra vez. Eres mi hermanita y prometo que voy a cumplir bien mi rol
de hermano mayor —le dije. Ella me sonrió y luego miró a Vanessa.
—Tú también cumplirás bien tu rol de cuñada ¿verdad? —le dijo. Nessa la miró asombrada.
—¿Qué es eso de rol de cuñada, Hope Maria? —la regañó mi madre —¿De donde has sacado eso?
—Lo vi en una telenovela, en casa de la abuela Fiona —se defendió ella.
Todos reímos divertidos y salimos fuera de la casa. Caminamos hasta el auto de Vanessa y nos
giramos a verlos.
—Prometo, mamá, que esto pronto va a acabar —le dije. Ella me sonrió.
—Lo sé, mi amor, cuídense. Adiós, Vanessa, y gracias por traerme de nuevo a mi bebé —le dijo a la
morena. Ésta sonrió.
—Gracias a usted, por haberlo traído al mundo —le dijo ella, entonces la miré algo sorprendido.
Ella me miró y al instante se dio cuenta de que eso le salió sin permiso de la boca, se sonrojó de
sobremanera y apartó la vista de mí.
—Adiós, muchachos —nos dijo Ben. Me acerqué a él y lo abracé.
—Por favor, cuídalas —le susurré.
—Tranquilo, las cuidaré. Tú cuídate y cuida a Vanessa, es una muchacha increíble —me dijo al
oído. Asentí y me alejé de él.
—Adiós —se despidió Vanessa de todos antes de subirse al auto. Miré una última vez a mi hermana
y a mi madre y sonreí. La pequeña Hope agitó su mano y eso me lleno de alegría.
—Cuídate, enana, y no comas muchos dulces… te van a hacer mal —le dije.
—Está bien, hermanito —me dijo sonriente.
—Hermanito —susurré divertido y me subí al auto.
Vanessa arrancó y comenzamos a andar. Giré mi cabeza para ver como sus pequeñas figuras
volvían a entrar a la casa. Soltando un leve suspiró volví mi vista al frente. Miré a Vanessa y ella
aun seguía sonrojada. Sonreí.
—Así que… le estas agradecida porque me trajo a este mundo —dije en tono divertido. Ella se
sonrojó más aun.
—Bueno… sí, porque si no lo hubiese hecho…
—No te hubiese conocido, no me hubieses conocido… no sería completa y tontamente feliz en este
momento —le dije. Ella mi miró y detuvo el auto. La miré extrañado, entonces se acercó a mí y me
besó desesperadamente. Gruñí por lo bajo ante aquella excitante manera de besar. Giré hacia ella y
la tomé de la cintura, para con un simple movimiento subirla sobre mí.
—No, Zac… —susurró agitada sobre mi boca.
—Cállate —le dije y volví a reclamar sus labios.
Mis manos se volvieron un poco traviesas y se metieron debajo de su remera, para acariciar su
suave piel. Gimió levemente, haciéndome saber que deseaba eso tanto como yo.
—No, no, estamos en un auto, Zac… ya para… no… espera… diablos.
Hice oídos sordos a sus peticiones y la tomé de las caderas para acercarla más a mí. El dolor que se
había producido en mi ingle, fue provocado por ella. Entonces lo iba a pagar, dándome lo que yo
quería en este auto, si es preciso. Tomó mi rostro con sus manos y logró alejarme de su boca. Me
miró fijamente a los ojos. Sonreí mostrándole una agitada sonrisa.
—¿Por qué no me escuchas? —me preguntó.
—¿Por qué no me besas? —le pregunté.
Levanté mi mano y la tomé de la nuca para acercarla rápidamente a mí. Al parecer toda su cordura
saltó del auto, porque sus manos pasaron a mi nuca y me acercaron más a ella. Coloqué mis
brazos alrededor de su cintura, abrazándola más a mí. Cómo necesitaba estar cerca de ella, cómo
me gustaba estar así de cerca. Un celular comenzó a sonar, ella se alejó agitada de mí e intentó
volver al asiento de al lado, pero la detuve y la volví a besar. El celular dejó de sonar, pero al
instante comenzó a hacerlo de nuevo. Ella se volvió a alejar y, esta vez, se escapó de mí. De
manera agitada se sentó de nuevo en su asiento. Metí la mano en mi bolsillo y saqué mi celular,
era Ben.
— ¿Ben? — dije extrañado al atender.
— Oye, ¿están bien? — me preguntó.
— Sí, ¿Por qué? — le dije.
— Porque el auto está detenido ahí justo en la salida, pensamos que se les había quedado o algo,
¿necesitan ayuda? — dijo. No pude reprimir una risa, y miré a Vanessa.
— No, Ben, tranquilo, estamos bien. Ya nos vamos, sólo nos detuvimos unos segundos porque… —
miré a Vanessa y ésta me miró para luego ponerse roja — Porque estábamos viendo a dónde ir
ahora.
— Bueno, entonces no pasó nada — dijo Ben con tono divertido — Tu madre dice que por favor,
cuando termines de hablar con David, la llames.
— Dile que lo haré sin falta — dije y luego colgué.
Vanessa colocó sus manos sobre el volante y comenzó a manejar de nuevo. Sonreí sin que me
viera, y luego dirigí mi mirada a ella.
— ¿En donde nos habíamos quedado, cariño? — le pregunté y estiré uno de mis brazos para
tocarla, ella al instante se salió.
— No me toques, pervertido — dijo sin dejar de mirar al frente.
— ¿Pervertido yo? — dije.
— Sí, el más pervertido del mundo. ¿Cómo… cómo se te ocurre hacerme una cosa así?
— Discúlpame por ser un pervertido, pero en este caso la culpa la tienes tú, ¿Quién diablos te
mandó a ser tan deseable?
Ella sonrió por lo bajo, pero aun así no me miró. Guardé silencio, mientras que nos íbamos alejando
más de aquel campo y salíamos por la ruta para llegar a la cuidad.
— ¿Por qué tuvimos que volver? — me preguntó. La miré y solté un suspiro.
— Mi padre… sabe donde estoy. Entonces ahora voy a ir a decirle que todo se terminó y que sus
amenazas se las puede meter en donde no le da el sol — dije bastante contento por aquella idea.
— Voy contigo — afirmó.
— No, cariño — le dije y me miró — Fue muy claro conmigo cuando me dijo que fuera solo.
— Zac, eres demasiado impulsivo a veces… tal vez te descontroles y… a pesar de todo es tu padre
— me dijo con preocupación.
— Tranquila, cariño — susurré y tomé una de sus manos, haciendo que me mirara — No voy a
hacerle nada al infeliz.
— ¿Me lo prometes?
— Te lo prometo — le dije y besé la palma de su mano.
Más rápido de lo que esperé Vanessa se detuvo frente a la gran mansión de David Efron. Solté un
suspiró y la miré.
— ¿Estas seguro de que no quieres que me quede contigo? — me preguntó. Sonreí por lo bajo.
— Cariño, todo va a estar bien — le dije. Suspiró y me miró a los ojos.
— Está bien, te dejo aquí. Yo tengo que ir a ver a Gina y luego a mi padre… sino después se ponen
insoportables — dijo. Acaricié su mejilla.
— Ve tranquila, saluda a Gin de mi parte… y dile que tal vez considere el volver a trabajar los
sábados — dije divertido. Ella me miró desaprobadamente — ¿Qué? ¿Acaso no te gustaría?
— No, no me gustaría — dijo. La miré sorprendido.
— ¿Por qué? — dije.
— Porque no quiero verte babeando por las flacuchas esas que tiene mi madre como modelos —
dijo celosa.
— Por la única que he estado babeando últimamente es por ti, cariño — me acerqué a ella y la
besé despacio para luego alejarme — A la noche te llamo… quizás podemos salir a comer algo o al
cine y luego…
— Y luego nada — me interrumpió.
— Pero mañana no tenemos Universidad — dije al instante.
— No me importa… ¿tú crees que a mi me gusta estar así todo el tiempo? — preguntó. La miré fijo,
y asentí levemente con la cabeza — Ya bájate… y, por favor, no hagas locuras, Zac, prométeme
que no vas a ponerte loco.
— Juro, cariño, que no voy a hacer nada malo — le dije. Ella sonrió y me besó cortamente — No,
uno así de cortito no, ¿Sabes cuantas horas estaremos alejados? Yo necesito un beso más largo
para no desesperarme…
Mordió su labio y se acercó de nuevo a mí. Su boca se movió suave sobre la mía, mandando
sensaciones que nunca había sentido sobre mi cuerpo. Se alejó despacio pero se mantuvo cerca.
— Ahora sí, ya puedes irte — susurró.
— Te juro que no tengo ganas de hacerlo — le confesé. Sonrió y se alejó completamente de mí.
— Vamos, cariño, ve, tu padre te esta esperando — me dijo.
— Esta bien, adiós — la besé otra vez y me bajé del auto.
Cerré la puerta y la miré. Me sonrió de manera dulce y luego arrancó para dejarme allí parado
mirando como se alejaba.
Solté un suspiro y giré para enfrentar la casa de David Efron… aquel hombre que era mi padre,
aquel hombre que me dio la vida, pero al mismo tiempo aquel hombre que hizo de la mitad de mi
vida un infierno. No solo la mía, sino que la de mi madre también.
Ese hombre que solo podía tener odio de mi parte, vergüenza, decepción. Yo no podía sentir otras
cosas por él, nada de nada. Respirando profundamente comencé a caminar hacia la puerta, toqué
el timbre y esperé a que alguien me abriera.
— Buenos días, niño Zac — me saludó Berta cuando abrió la puerta. Ella era la encargada de
limpiar la mansión.
— ¿Qué tal, Bert? — le dije y besé su mejilla.
— Bien, niño — me dijo y me miró con algo de preocupación — Su padre lo espera en el
despacho…
— Gracias — dije y entré del todo para empezar a caminar hasta el despacho. Hacía ya tres años
que había dejado esta casa, nunca me había gustado vivir aquí. Por el simple hecho de que
siempre me recordaba el sufrimiento de mamá. Me acerqué a la puerta del despacho…
— Pasa — escuché su voz.
Abrí y él estaba sentado en aquella inmaculada silla. Su mirada estaba fija en unos cuantos papeles
que tenía en las manos. Levantó su vista hacia mí y una sonrisa hipócrita se dibujó en su rostro.
— Me alegro que hayas venido, hijo… por el bien de los quieres.
CAPÍTULO 50
Lo miré fijo por unos cuantos segundos… no puedo entender como alguien así puede ser mi padre.
Como mi madre pudo amar a esta basura.
—Ya no más David —le dije. Él sonrió de costado y se acomodó mejor en su silla.
—Creo que va a ser mejor que pienses en el bien de tu madre —me habló.
Ahora yo sonreí de la misma manera torcida y perversa que él.
—Ya no puedes hacerle daño —le aseguré. Su sonrisa se desvaneció lentamente.
—Dime —dijo mientras se ponía de pie —¿Qué te llevó a tu madre? —no contesté y solo me
dediqué a mirarlo fijamente —Se que esa jovencita con la que estas últimamente consiguió el
número de tu madre…
—No es ninguna tonta… ya se que intentaste manipularla ayer, no te funcionó ¿verdad? —reí
levemente —Ella no es como las demás. Ya no tienes poder sobre mí, se terminó.
Se puso de pie y salió de atrás de su escritorio. Se acercó a la biblioteca y comenzó a mirar los
libros que allí estaban. Él podía llegar a ser tan cínico, tan frío… tan distante. Luego de que mamá
se fue aprendí que lo único que podía recibir de David Efron eran órdenes y amenazas. Se giró a
verme y volvió a sonreír.
—Voy a demostrarte que puedo ser generoso Zac —dijo y volvió la mirada a los libros —Tienes un
poco de tiempo para jugar a ‘la casita’ con la ramera de tu madre…
—Bastardo —lo interrumpí —Ella no es una ramera.
—No me interrumpas hijo, sabes que no me gusta —respiré profundamente tratando de no perder
el control —Como te decía, tienes un tiempo para jugar a ‘la casita’ con tu madre y divertirte con
esa muchachita.
—Sabes que ya no es cuestión de tiempo… se terminó David, ya no más amenazas estúpidas y ese
tipo de cosas —dije. Volvió su vista a mí, se notaba que ya estaba perdiendo la paciencia.
—¿Sabes? Se a que jardín va Hope —me paralicé y mi cuerpo se tensó —Es una niña muy linda, se
parece a tu madre. Le gustan mucho los dulces, ella me lo ha dicho.
—Gusano —musité por lo bajo.
—Por eso mismo hijo, piénsalo bien hijo... no me molesta que estés con la hija de Hudgens, una
pequeña diversión no te viene mal... pero lo mejor va a ser que dejes la loca idea de estar cerca de
tu madre y de ese infeliz —sonreí ante la forma en que llamo a Ben.
Reí divertido y él me miró con furia.
—Padre, padre, padre —dije calmando mi risa —No se si has visto a tu alrededor últimamente, pero
si no aquí tienes una noticia YA NO ME CONTROLAS ni CONTROLARAS.
—No estés tan seguro de eso —dijo apretando los dientes.
—Puedes meterte tus amenazas en donde más se te acomoden —le dije con una sonrisa.
—Puedo hacerlo mucho mejor hijo, te sorprenderías.
—¿Sabes? —dije sin dejar de sonreír —He visto como esta mamá... y debo decirte que alejarla de ti
ha sido lo mejor que has podido hacer en este mundo. Así que sin rencores... papi, todo esta bien.
Ben le ha dado todo lo que tú jamás pudiste darle en la vida —lo vi ponerse rojo del coraje, y eso
me llenó de satisfacción —Cuidado papá, creo que estas a punto de una embolia. Cuídate si... ya
estas viejito, no debes pasar corajes.
Quise echarme a reír ante su notorio enojo, pero traté de controlarme… pero es que juro que se
me hace imposible. Este infeliz tiene que pagarme una y cada una de las que me ha hecho.
—Ten cuidado hijo mío —me dijo con toda la calma posible, mientras me miraba fijamente. Mi
mandíbula se tensó —Mide tus palabras… no querrás que algo le pase a tu nueva dama de
compañía ¿o si?
Y esa fue la gota que rebalsó el vaso, rápidamente me acerqué a él tomándolo de la camisa para
acercarlo a mí.
—Escúchame bien maldito infeliz —le hablé entre dientes sin dejar de sostenerlo por la camisa. Sus
ojos se clavaron en los míos —Dejare de lado el motivo de tener tu maldita sangre si le tocas un
pelo a Vanessa... no voy a dudar en acabar contigo.
—Te importa de verdad —susurró como si acabara de descubrir lo mejor de su vida.
—¿Entendiste, verdad? No juegues conmigo David… ya no tengo 9 años. Y lo único que siento por
ti es desprecio, así que mejor no me busques —lo solté bruscamente y salí de aquel despacho
antes de que acabara con la poca paciencia que me quedaba.
Cuando estuve afuera de la casa, pateé lo primero que estuvo delante de mí. El tacho terminó en
medio de la calle con toda la basura esparcida.
Intenté calmarme, pero se me estaba haciendo imposible. De verdad, pero de verdad si a él se le
ocurre hacerle algo a Vanessa, lo mataré. Solté un suspiró y decidí calmarme del todo. Comencé a
caminar y luego de unos cuantos minutos llegué a mi casa, necesitaba dormir un poco, pensar,
despejarme. Abrí la puerta y al instante mi rubia prima salió de la habitación.
—¡Hola! —dijo con una sonrisa de oreja a oreja. Se acercó a abrazarme, al instante se alejó de mí y
me miró bien —Oye ¿Qué te pasa? ¿Acaso vas a decirme que arruinaste todo con Vanessa y
pelearon? —no pude evitar sonreír.
—No, no peleé con Vanessa —dije en un suspiró.
—¿Entonces? ¿Por qué esa cara horrible? —preguntó. Le estaba por decir algo, pero me
interrumpió con un pequeño gritito —Quiero que me cuentes, quiero saberlo todo… todo ¿Qué pasó
con Vanessa? ¿Por qué durmieron juntos? ¿Cómo te sientes? ¿Estas enfermo? ¿Sabes lo que haces
verdad? —volví a reír.
—Si, se lo que hago… todo esta bien. Anoche me di cuenta de que todos tenían razón, yo estoy
loco por Vanessa, la quiero… no puedo evitarlo.
Taylor llevó sus manos a su pecho y puso su mejor cara de tonta emocionada, apretó los labios
como si evitara llorar y luego volvió a gritar. Me alejé un poco de ella.
—Aaay, muero, te juro por dios que me muero aquí mismo. No puedo creerlo, esto es increíble. Al
fin primito —dijo y apretó mis mejillas.
—Ya, ya —dije alejándome de su molesto agarre.
—Te quiero primo —me volvió a abrazar. Sonreí y le respondí el gesto.
—Yo también te quiero tonta —le dije. Se alejó de mí y soltó un suspiró. La miré bien,
percatándome de que estaba bastante arreglada —¿Vas a salir? —ella se sonrojó instantáneamente
y ahí supe que ella saldría con Jared —Ooooh, vas a salir con Jared.
—Bueno yo… él me invitó al… cine y bueno, creo que ya es hora de… de hacerle un poco de caso.
El pobre ya me estaba… dando pena —habló nerviosa.
—Mentira tonta —dije divertido y la empujé levemente —Te mueres por él, admítelo.
—Bueno si, me gusta —dijo haciendo un leve puchero y mirando al suelo —Así que… no me
esperes hoy, no vendré.
—Esta bien… al fin podré dormir en mi cama —golpeó levemente mi brazo —Ya, solo bromeo. Me
voy a bañar y a dormir un rato…
—Es tan bien tontin, adiós —dijo y besó mi mejilla.
Me dirigí a mi habitación y me tiré en la cama. Tomé mi celular y busqué su número. Sonó una…
sonó otra.
—¿Cómo te fue con tu padre? —preguntó al atender.
—Primero que nada, hola cariño ¿Cómo estás? Te extraño —dije y escuché su risa.
—Hola cariño, ¿Cómo estas? Te extraño —me dijo.
Sonreí y me senté en la cama para buscar un poco de ropa ya que iba a entrar a bañarme.
—Bien ¿y tú cariño? —pregunté.
—Bien, acabo de salir de lo de mi madre… ahora voy a lo de papá.
—¿Vas a tardar mucho? Quiero verte.
—Quizás no podremos vernos hoy, Zac —detuve mi búsqueda de ropa y me paré bien.
—¿Por qué no? —dije como un niño al que no quieren comprarle un juguete nuevo.
—Porque papá hará una cena y seguro quiere que me quedé…
—Vanessa, no me hagas esto —supliqué.
—Pareces un niño —dijo divertida.
—Esta bien, déjame solo… no te necesito —colgué y me dispuse a buscar la ropa.
Mi celular comenzó a sonar y sonreí al ver que era ella. Esperé unos segundos antes de atender.
—¿Por qué me cortas? ¿Acaso de verdad eres un niño? —preguntó enojada. Sonreí.
—No me extrañas, es eso —dije.
—Tonto, eres un tonto… te comportas como un tonto. ¡Claro que te extraño! ¿Acaso crees que no
me muero de ganas de besarte en este preciso momento? —sonreí como un bobo mientras entraba
al baño.
—¿Quieres besarme? —pregunté.
—Claro que quiero besarte —susurró.
—Yo quiero hacerte otras cosas —dije con voz profunda.
—Zac —se quejó divertida.
—Entonces, ¿no vas a venir? —dije esperanzado con que me dijera que si iba a venir.
—Hagamos una cosa, apenas salga de ahí te llamo y vemos si vamos al cine y tomar algo ¿quieres?
Así de paso hablamos de tu padre…
—No, no quiero hablar de él —aseguré.
—Vamos cariño, te hará bien —sonreí levemente.
—Está bien, llámame por favor —dije.
—Te llamo, adiós —dijo y colgó.
Tuve que haberle dicho que la quería… pero ¿si es muy rápido? No, no es rápido, es sincero y
real… cuando la vea se lo digo. Me duché y luego me puse mi pantalón de dormir para tirarme
boca abajo en mi cama, estoy tan cansado, necesito dormir un poco. Mis ojos comenzaron a
cerrarse de a poco, hasta que todo estuvo totalmente oscuro…
Una sensación dulce recorrió mi espalda, era algo así como una suave caricia… pero de labios. Me
moví un poco para alejar el escalofrío que me atravesó. La caricia o beso, no estoy seguro, volvió a
repetirse, pero esta vez más arriba. Seguro estoy soñando y solo debo seguir durmiendo. Comenzó
a ser más repetitivo y más dulce que antes.
—Hueles a jabón de bebe… eres tan hermoso —escuché su voz.
Me senté rápidamente en la cama y me giré a verla. Seguro que yo estoy soñando y en cualquier
momento voy a despertar para estar solo.
—¿Cómo entraste? —le pregunté mientras la miraba bien, para ver si era real.
Sonrió y levantó su mano mostrándome las llaves.
—Se las robé a Taylor —me dijo. Sonreí bobamente.
—¿Tú me estabas besando la espalda? —pregunté.
—Ajá —dijo asintiendo —Y hueles tan lindo…
—¿Qué pasó con la cena de tu padre? —le dije intentando averiguar si era un sueño o no.
—Te mentí —dijo mordiendo sus labios —Quería darte una sorpresa… parece que funcionó ¿Qué te
pasa por qué tienes esa cara?
—Porque creo que estoy soñando —dije.
—No, no estas soñando Zac —dijo divertida y levantó su mano para acariciar mi mejilla.
Cerré los ojos ante el contacto de su piel.
—Ven aquí —dije y la tomé de la nuca para acercarla a mis labios.
Su boca se movió sobre la mía de manera apasionada, mientras colocaba sus brazos alrededor de
mi cuello y se acercaba más a mí. La tomé de la cintura y la subí sobre mí. Su ropa comenzó a
estorbarme cuando sentí la terrible necesidad de sentir su piel contra la mía. Nuestras lenguas se
mezclaron y ella gimió levemente enterrando sus manos en mis cabellos.
Subí una de mis manos hasta los primeros botones de su blusa.
—No, no, no, hoy no —dijo agitada alejándose de mi boca.
—Si, por dios —musité y volví a besarla.
—No Zac, no vamos a hacer eso en donde yo comienzo arriba y termino abajo, mañana tengo que
ir a lo de mi madre. Además de que Rose viene por la mañana y que... que espanto que nos vea —
dijo cuando se volvió a alejar.
—Tu prudencia solo me excita más, amor —le dije con una leve sonrisa.
Sus ojos se abrieron bien y me miró como si acabara de decir algo que no entendió.
—¿Cómo dijiste? —preguntó. Sonreí y la acerqué un poco más a mí, rozando sus labios.
—Que te niegues solo hace que te desee mucho más —susurré.
—No, lo otro —musitó. Sonreí para mi mismo… ella quería escucharlo de nuevo.
—¿Qué cosa Nessa? —pregunté haciéndome el tonto.
—Me dijiste amor —dijo con un brillo especial en los ojos.
—¿Yo? No, yo nunca dije eso…
El brillo que adquirieron sus ojos se desvaneció como el humo en el aire. Miró hacia otro lado y se
bajó de mí lentamente.
—Bueno… escuché mal —dijo sin mirarme.
—Si, tal vez si —dije asintiendo.
Las ganas de echarme a reír me invadieron, pero me contuve. Vanessa se puso de pie y la miré,
esperando que me mirara.
—Voy a buscar algo de comer —sentenció con tono frío.
Antes de que pudiera caminar la tomé de la mano y la jalé hacia mí, para luego girar y que quedara
debajo de mí.
—Si, te dije amor… dije que tu prudencia me excita más, amor. Mucho más —dije sin dejar de

mirarla fijo a los ojos.

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