CAPÍTULO 49
—Sé
perfectamente en dónde estás metido, y tienes exactamente dos horas para estar
en mi casa.
Y
te quiero solo… deja a tu ‘acompañante’ en donde se te plazca, pero no vengas
con ella.
¿Entendiste?
— me dijo.
Me
tensé al instante de escuchar su maldita voz. ¿Cómo demonios se había enterado
de que yo
estaba
aquí? ¿Acaso el infeliz estaba siguiéndome o algo por el estilo?
—
Mal nacido — musité.
—
Y más te vale que me hagas caso o ya verás — dijo y colgó.
Apreté
con fuerza el celular que estaba mi mano. Cerré los ojos y traté de estar
calmado, pero se
me
estaba haciendo imposible. Sentí una suave mano apoyarse en mi hombro, me giré
a verla, y
era
ella, Vanessa. — ¿Qué sucede? — me preguntó preocupada. Solté un suspiro y
acaricie su
mejilla.
—
Debemos irnos — dije y bajé mi mano para acariciar sus labios.
—
¿Por qué? — dijo confundida.
—
No puedo explicártelo ahora, solo sé que debemos irnos, cariño — me acerqué a
ella y la besé
cortamente.
Volvimos
los pasos hacia donde estaban mi madre y Ben. Ambos me miraron con cara de
preocupación.
—
Lo siento, mamá, pero tenemos que irnos — le dije. Ella se acercó a mí y me
acarició el rostro.
—
Tu padre, ¿verdad? — susurró por lo bajo. La miré fijo a los ojos.
—
Él sabe donde estoy — le contesté. Ella sonrió levemente, se acercó más a mí y
me abrazó.
—
Él ya no puede hacerme nada, Zac… que sus tontas amenazas ya no te controlen,
cualquier cosa
que
él te diga es mentira. David perdió control sobre mí hace exactamente un año —
me calmó ella
y
con cuidado la alejé de mí para mirarla a los ojos.
—
Entonces ¿ya no… no hay peligro? — preguntó con algo de duda.
—
No, ya no hay peligro. Pero sé como es, así que ve… y hazle saber que ya no le
tienes miedo,
pero
por favor no pierdas el control, Zac, es tu padre — me pidió.
Asentí
y besó mi mejilla, para luego alejarse completamente.
—
Más tarde, cuando todo este arreglado voy a llamarte — le dije a mi madre.
—
Esperaré ese llamado ansiosamente, hijo — dijo ella.
Los
tres nos acompañaron hasta la puerta. Hope no tenía esa sonrisa que tenía
cuando llegamos.
—
¿Qué pasa, enana? — le pregunté agachándome hasta quedar a su altura.
—
Yo no quiero que se vayan — me dijo sin dejar de mirar al suelo. Levanté su
rostro con una
mano
e hice que me mirara.
—Prometo
que nos veremos otra vez. Eres mi hermanita y prometo que voy a cumplir bien mi
rol
de
hermano mayor —le dije. Ella me sonrió y luego miró a Vanessa.
—Tú
también cumplirás bien tu rol de cuñada ¿verdad? —le dijo. Nessa la miró
asombrada.
—¿Qué
es eso de rol de cuñada, Hope Maria? —la regañó mi madre —¿De donde has sacado
eso?
—Lo
vi en una telenovela, en casa de la abuela Fiona —se defendió ella.
Todos
reímos divertidos y salimos fuera de la casa. Caminamos hasta el auto de
Vanessa y nos
giramos
a verlos.
—Prometo,
mamá, que esto pronto va a acabar —le dije. Ella me sonrió.
—Lo
sé, mi amor, cuídense. Adiós, Vanessa, y gracias por traerme de nuevo a mi bebé
—le dijo a la
morena.
Ésta sonrió.
—Gracias
a usted, por haberlo traído al mundo —le dijo ella, entonces la miré algo
sorprendido.
Ella
me miró y al instante se dio cuenta de que eso le salió sin permiso de la boca,
se sonrojó de
sobremanera
y apartó la vista de mí.
—Adiós,
muchachos —nos dijo Ben. Me acerqué a él y lo abracé.
—Por
favor, cuídalas —le susurré.
—Tranquilo,
las cuidaré. Tú cuídate y cuida a Vanessa, es una muchacha increíble —me dijo
al
oído.
Asentí y me alejé de él.
—Adiós
—se despidió Vanessa de todos antes de subirse al auto. Miré una última vez a
mi hermana
y
a mi madre y sonreí. La pequeña Hope agitó su mano y eso me lleno de alegría.
—Cuídate,
enana, y no comas muchos dulces… te van a hacer mal —le dije.
—Está
bien, hermanito —me dijo sonriente.
—Hermanito
—susurré divertido y me subí al auto.
Vanessa
arrancó y comenzamos a andar. Giré mi cabeza para ver como sus pequeñas figuras
volvían
a entrar a la casa. Soltando un leve suspiró volví mi vista al frente. Miré a
Vanessa y ella
aun
seguía sonrojada. Sonreí.
—Así
que… le estas agradecida porque me trajo a este mundo —dije en tono divertido.
Ella se
sonrojó
más aun.
—Bueno…
sí, porque si no lo hubiese hecho…
—No
te hubiese conocido, no me hubieses conocido… no sería completa y tontamente
feliz en este
momento
—le dije. Ella mi miró y detuvo el auto. La miré extrañado, entonces se acercó
a mí y me
besó
desesperadamente. Gruñí por lo bajo ante aquella excitante manera de besar.
Giré hacia ella y
la
tomé de la cintura, para con un simple movimiento subirla sobre mí.
—No,
Zac… —susurró agitada sobre mi boca.
—Cállate
—le dije y volví a reclamar sus labios.
Mis
manos se volvieron un poco traviesas y se metieron debajo de su remera, para
acariciar su
suave
piel. Gimió levemente, haciéndome saber que deseaba eso tanto como yo.
—No,
no, estamos en un auto, Zac… ya para… no… espera… diablos.
Hice
oídos sordos a sus peticiones y la tomé de las caderas para acercarla más a mí.
El dolor que se
había
producido en mi ingle, fue provocado por ella. Entonces lo iba a pagar, dándome
lo que yo
quería
en este auto, si es preciso. Tomó mi rostro con sus manos y logró alejarme de
su boca. Me
miró
fijamente a los ojos. Sonreí mostrándole una agitada sonrisa.
—¿Por
qué no me escuchas? —me preguntó.
—¿Por
qué no me besas? —le pregunté.
Levanté
mi mano y la tomé de la nuca para acercarla rápidamente a mí. Al parecer toda
su cordura
saltó
del auto, porque sus manos pasaron a mi nuca y me acercaron más a ella. Coloqué
mis
brazos
alrededor de su cintura, abrazándola más a mí. Cómo necesitaba estar cerca de
ella, cómo
me
gustaba estar así de cerca. Un celular comenzó a sonar, ella se alejó agitada
de mí e intentó
volver
al asiento de al lado, pero la detuve y la volví a besar. El celular dejó de
sonar, pero al
instante
comenzó a hacerlo de nuevo. Ella se volvió a alejar y, esta vez, se escapó de
mí. De
manera
agitada se sentó de nuevo en su asiento. Metí la mano en mi bolsillo y saqué mi
celular,
era
Ben.
—
¿Ben? — dije extrañado al atender.
—
Oye, ¿están bien? — me preguntó.
—
Sí, ¿Por qué? — le dije.
—
Porque el auto está detenido ahí justo en la salida, pensamos que se les había
quedado o algo,
¿necesitan
ayuda? — dijo. No pude reprimir una risa, y miré a Vanessa.
—
No, Ben, tranquilo, estamos bien. Ya nos vamos, sólo nos detuvimos unos
segundos porque… —
miré
a Vanessa y ésta me miró para luego ponerse roja — Porque estábamos viendo a
dónde ir
ahora.
—
Bueno, entonces no pasó nada — dijo Ben con tono divertido — Tu madre dice que
por favor,
cuando
termines de hablar con David, la llames.
—
Dile que lo haré sin falta — dije y luego colgué.
Vanessa
colocó sus manos sobre el volante y comenzó a manejar de nuevo. Sonreí sin que
me
viera,
y luego dirigí mi mirada a ella.
—
¿En donde nos habíamos quedado, cariño? — le pregunté y estiré uno de mis
brazos para
tocarla,
ella al instante se salió.
—
No me toques, pervertido — dijo sin dejar de mirar al frente.
—
¿Pervertido yo? — dije.
—
Sí, el más pervertido del mundo. ¿Cómo… cómo se te ocurre hacerme una cosa así?
—
Discúlpame por ser un pervertido, pero en este caso la culpa la tienes tú,
¿Quién diablos te
mandó
a ser tan deseable?
Ella
sonrió por lo bajo, pero aun así no me miró. Guardé silencio, mientras que nos
íbamos alejando
más
de aquel campo y salíamos por la ruta para llegar a la cuidad.
—
¿Por qué tuvimos que volver? — me preguntó. La miré y solté un suspiro.
—
Mi padre… sabe donde estoy. Entonces ahora voy a ir a decirle que todo se
terminó y que sus
amenazas
se las puede meter en donde no le da el sol — dije bastante contento por
aquella idea.
—
Voy contigo — afirmó.
—
No, cariño — le dije y me miró — Fue muy claro conmigo cuando me dijo que fuera
solo.
—
Zac, eres demasiado impulsivo a veces… tal vez te descontroles y… a pesar de
todo es tu padre
—
me dijo con preocupación.
—
Tranquila, cariño — susurré y tomé una de sus manos, haciendo que me mirara —
No voy a
hacerle
nada al infeliz.
—
¿Me lo prometes?
—
Te lo prometo — le dije y besé la palma de su mano.
Más
rápido de lo que esperé Vanessa se detuvo frente a la gran mansión de David
Efron. Solté un
suspiró
y la miré.
—
¿Estas seguro de que no quieres que me quede contigo? — me preguntó. Sonreí por
lo bajo.
—
Cariño, todo va a estar bien — le dije. Suspiró y me miró a los ojos.
—
Está bien, te dejo aquí. Yo tengo que ir a ver a Gina y luego a mi padre… sino
después se ponen
insoportables
— dijo. Acaricié su mejilla.
—
Ve tranquila, saluda a Gin de mi parte… y dile que tal vez considere el volver
a trabajar los
sábados
— dije divertido. Ella me miró desaprobadamente — ¿Qué? ¿Acaso no te gustaría?
—
No, no me gustaría — dijo. La miré sorprendido.
—
¿Por qué? — dije.
—
Porque no quiero verte babeando por las flacuchas esas que tiene mi madre como
modelos —
dijo
celosa.
—
Por la única que he estado babeando últimamente es por ti, cariño — me acerqué
a ella y la
besé
despacio para luego alejarme — A la noche te llamo… quizás podemos salir a
comer algo o al
cine
y luego…
—
Y luego nada — me interrumpió.
—
Pero mañana no tenemos Universidad — dije al instante.
—
No me importa… ¿tú crees que a mi me gusta estar así todo el tiempo? —
preguntó. La miré fijo,
y
asentí levemente con la cabeza — Ya bájate… y, por favor, no hagas locuras,
Zac, prométeme
que
no vas a ponerte loco.
—
Juro, cariño, que no voy a hacer nada malo — le dije. Ella sonrió y me besó
cortamente — No,
uno
así de cortito no, ¿Sabes cuantas horas estaremos alejados? Yo necesito un beso
más largo
para
no desesperarme…
Mordió
su labio y se acercó de nuevo a mí. Su boca se movió suave sobre la mía,
mandando
sensaciones
que nunca había sentido sobre mi cuerpo. Se alejó despacio pero se mantuvo
cerca.
—
Ahora sí, ya puedes irte — susurró.
—
Te juro que no tengo ganas de hacerlo — le confesé. Sonrió y se alejó
completamente de mí.
—
Vamos, cariño, ve, tu padre te esta esperando — me dijo.
—
Esta bien, adiós — la besé otra vez y me bajé del auto.
Cerré
la puerta y la miré. Me sonrió de manera dulce y luego arrancó para dejarme
allí parado
mirando
como se alejaba.
Solté
un suspiro y giré para enfrentar la casa de David Efron… aquel hombre que era
mi padre,
aquel
hombre que me dio la vida, pero al mismo tiempo aquel hombre que hizo de la
mitad de mi
vida
un infierno. No solo la mía, sino que la de mi madre también.
Ese
hombre que solo podía tener odio de mi parte, vergüenza, decepción. Yo no podía
sentir otras
cosas
por él, nada de nada. Respirando profundamente comencé a caminar hacia la
puerta, toqué
el
timbre y esperé a que alguien me abriera.
—
Buenos días, niño Zac — me saludó Berta cuando abrió la puerta. Ella era la
encargada de
limpiar
la mansión.
—
¿Qué tal, Bert? — le dije y besé su mejilla.
—
Bien, niño — me dijo y me miró con algo de preocupación — Su padre lo espera en
el
despacho…
—
Gracias — dije y entré del todo para empezar a caminar hasta el despacho. Hacía
ya tres años
que
había dejado esta casa, nunca me había gustado vivir aquí. Por el simple hecho
de que
siempre
me recordaba el sufrimiento de mamá. Me acerqué a la puerta del despacho…
—
Pasa — escuché su voz.
Abrí
y él estaba sentado en aquella inmaculada silla. Su mirada estaba fija en unos
cuantos papeles
que
tenía en las manos. Levantó su vista hacia mí y una sonrisa hipócrita se dibujó
en su rostro.
—
Me alegro que hayas venido, hijo… por el bien de los quieres.
CAPÍTULO 50
Lo
miré fijo por unos cuantos segundos… no puedo entender como alguien así puede
ser mi padre.
Como
mi madre pudo amar a esta basura.
—Ya
no más David —le dije. Él sonrió de costado y se acomodó mejor en su silla.
—Creo
que va a ser mejor que pienses en el bien de tu madre —me habló.
Ahora
yo sonreí de la misma manera torcida y perversa que él.
—Ya
no puedes hacerle daño —le aseguré. Su sonrisa se desvaneció lentamente.
—Dime
—dijo mientras se ponía de pie —¿Qué te llevó a tu madre? —no contesté y solo
me
dediqué
a mirarlo fijamente —Se que esa jovencita con la que estas últimamente
consiguió el
número
de tu madre…
—No
es ninguna tonta… ya se que intentaste manipularla ayer, no te funcionó
¿verdad? —reí
levemente
—Ella no es como las demás. Ya no tienes poder sobre mí, se terminó.
Se
puso de pie y salió de atrás de su escritorio. Se acercó a la biblioteca y
comenzó a mirar los
libros
que allí estaban. Él podía llegar a ser tan cínico, tan frío… tan distante.
Luego de que mamá
se
fue aprendí que lo único que podía recibir de David Efron eran órdenes y
amenazas. Se giró a
verme
y volvió a sonreír.
—Voy
a demostrarte que puedo ser generoso Zac —dijo y volvió la mirada a los libros
—Tienes un
poco
de tiempo para jugar a ‘la casita’ con la ramera de tu madre…
—Bastardo
—lo interrumpí —Ella no es una ramera.
—No
me interrumpas hijo, sabes que no me gusta —respiré profundamente tratando de
no perder
el
control —Como te decía, tienes un tiempo para jugar a ‘la casita’ con tu madre
y divertirte con
esa
muchachita.
—Sabes
que ya no es cuestión de tiempo… se terminó David, ya no más amenazas estúpidas
y ese
tipo
de cosas —dije. Volvió su vista a mí, se notaba que ya estaba perdiendo la
paciencia.
—¿Sabes?
Se a que jardín va Hope —me paralicé y mi cuerpo se tensó —Es una niña muy
linda, se
parece
a tu madre. Le gustan mucho los dulces, ella me lo ha dicho.
—Gusano
—musité por lo bajo.
—Por
eso mismo hijo, piénsalo bien hijo... no me molesta que estés con la hija de
Hudgens, una
pequeña
diversión no te viene mal... pero lo mejor va a ser que dejes la loca idea de
estar cerca de
tu
madre y de ese infeliz —sonreí ante la forma en que llamo a Ben.
Reí
divertido y él me miró con furia.
—Padre,
padre, padre —dije calmando mi risa —No se si has visto a tu alrededor
últimamente, pero
si
no aquí tienes una noticia YA NO ME CONTROLAS ni CONTROLARAS.
—No
estés tan seguro de eso —dijo apretando los dientes.
—Puedes
meterte tus amenazas en donde más se te acomoden —le dije con una sonrisa.
—Puedo
hacerlo mucho mejor hijo, te sorprenderías.
—¿Sabes?
—dije sin dejar de sonreír —He visto como esta mamá... y debo decirte que
alejarla de ti
ha
sido lo mejor que has podido hacer en este mundo. Así que sin rencores... papi,
todo esta bien.
Ben
le ha dado todo lo que tú jamás pudiste darle en la vida —lo vi ponerse rojo
del coraje, y eso
me
llenó de satisfacción —Cuidado papá, creo que estas a punto de una embolia.
Cuídate si... ya
estas
viejito, no debes pasar corajes.
Quise
echarme a reír ante su notorio enojo, pero traté de controlarme… pero es que
juro que se
me
hace imposible. Este infeliz tiene que pagarme una y cada una de las que me ha
hecho.
—Ten
cuidado hijo mío —me dijo con toda la calma posible, mientras me miraba
fijamente. Mi
mandíbula
se tensó —Mide tus palabras… no querrás que algo le pase a tu nueva dama de
compañía
¿o si?
Y
esa fue la gota que rebalsó el vaso, rápidamente me acerqué a él tomándolo de
la camisa para
acercarlo
a mí.
—Escúchame
bien maldito infeliz —le hablé entre dientes sin dejar de sostenerlo por la
camisa. Sus
ojos
se clavaron en los míos —Dejare de lado el motivo de tener tu maldita sangre si
le tocas un
pelo
a Vanessa... no voy a dudar en acabar contigo.
—Te
importa de verdad —susurró como si acabara de descubrir lo mejor de su vida.
—¿Entendiste,
verdad? No juegues conmigo David… ya no tengo 9 años. Y lo único que siento por
ti
es desprecio, así que mejor no me busques —lo solté bruscamente y salí de aquel
despacho
antes
de que acabara con la poca paciencia que me quedaba.
Cuando
estuve afuera de la casa, pateé lo primero que estuvo delante de mí. El tacho
terminó en
medio
de la calle con toda la basura esparcida.
Intenté
calmarme, pero se me estaba haciendo imposible. De verdad, pero de verdad si a
él se le
ocurre
hacerle algo a Vanessa, lo mataré. Solté un suspiró y decidí calmarme del todo.
Comencé a
caminar
y luego de unos cuantos minutos llegué a mi casa, necesitaba dormir un poco,
pensar,
despejarme.
Abrí la puerta y al instante mi rubia prima salió de la habitación.
—¡Hola!
—dijo con una sonrisa de oreja a oreja. Se acercó a abrazarme, al instante se
alejó de mí y
me
miró bien —Oye ¿Qué te pasa? ¿Acaso vas a decirme que arruinaste todo con
Vanessa y
pelearon?
—no pude evitar sonreír.
—No,
no peleé con Vanessa —dije en un suspiró.
—¿Entonces?
¿Por qué esa cara horrible? —preguntó. Le estaba por decir algo, pero me
interrumpió
con un pequeño gritito —Quiero que me cuentes, quiero saberlo todo… todo ¿Qué
pasó
con
Vanessa? ¿Por qué durmieron juntos? ¿Cómo te sientes? ¿Estas enfermo? ¿Sabes lo
que haces
verdad?
—volví a reír.
—Si,
se lo que hago… todo esta bien. Anoche me di cuenta de que todos tenían razón,
yo estoy
loco
por Vanessa, la quiero… no puedo evitarlo.
Taylor
llevó sus manos a su pecho y puso su mejor cara de tonta emocionada, apretó los
labios
como
si evitara llorar y luego volvió a gritar. Me alejé un poco de ella.
—Aaay,
muero, te juro por dios que me muero aquí mismo. No puedo creerlo, esto es
increíble. Al
fin
primito —dijo y apretó mis mejillas.
—Ya,
ya —dije alejándome de su molesto agarre.
—Te
quiero primo —me volvió a abrazar. Sonreí y le respondí el gesto.
—Yo
también te quiero tonta —le dije. Se alejó de mí y soltó un suspiró. La miré
bien,
percatándome
de que estaba bastante arreglada —¿Vas a salir? —ella se sonrojó
instantáneamente
y
ahí supe que ella saldría con Jared —Ooooh, vas a salir con Jared.
—Bueno
yo… él me invitó al… cine y bueno, creo que ya es hora de… de hacerle un poco
de caso.
El
pobre ya me estaba… dando pena —habló nerviosa.
—Mentira
tonta —dije divertido y la empujé levemente —Te mueres por él, admítelo.
—Bueno
si, me gusta —dijo haciendo un leve puchero y mirando al suelo —Así que… no me
esperes
hoy, no vendré.
—Esta
bien… al fin podré dormir en mi cama —golpeó levemente mi brazo —Ya, solo
bromeo. Me
voy
a bañar y a dormir un rato…
—Es
tan bien tontin, adiós —dijo y besó mi mejilla.
Me
dirigí a mi habitación y me tiré en la cama. Tomé mi celular y busqué su
número. Sonó una…
sonó
otra.
—¿Cómo
te fue con tu padre? —preguntó al atender.
—Primero
que nada, hola cariño ¿Cómo estás? Te extraño —dije y escuché su risa.
—Hola
cariño, ¿Cómo estas? Te extraño —me dijo.
Sonreí
y me senté en la cama para buscar un poco de ropa ya que iba a entrar a
bañarme.
—Bien
¿y tú cariño? —pregunté.
—Bien,
acabo de salir de lo de mi madre… ahora voy a lo de papá.
—¿Vas
a tardar mucho? Quiero verte.
—Quizás
no podremos vernos hoy, Zac —detuve mi búsqueda de ropa y me paré bien.
—¿Por
qué no? —dije como un niño al que no quieren comprarle un juguete nuevo.
—Porque
papá hará una cena y seguro quiere que me quedé…
—Vanessa,
no me hagas esto —supliqué.
—Pareces
un niño —dijo divertida.
—Esta
bien, déjame solo… no te necesito —colgué y me dispuse a buscar la ropa.
Mi
celular comenzó a sonar y sonreí al ver que era ella. Esperé unos segundos
antes de atender.
—¿Por
qué me cortas? ¿Acaso de verdad eres un niño? —preguntó enojada. Sonreí.
—No
me extrañas, es eso —dije.
—Tonto,
eres un tonto… te comportas como un tonto. ¡Claro que te extraño! ¿Acaso crees
que no
me
muero de ganas de besarte en este preciso momento? —sonreí como un bobo mientras
entraba
al
baño.
—¿Quieres
besarme? —pregunté.
—Claro
que quiero besarte —susurró.
—Yo
quiero hacerte otras cosas —dije con voz profunda.
—Zac
—se quejó divertida.
—Entonces,
¿no vas a venir? —dije esperanzado con que me dijera que si iba a venir.
—Hagamos
una cosa, apenas salga de ahí te llamo y vemos si vamos al cine y tomar algo
¿quieres?
Así
de paso hablamos de tu padre…
—No,
no quiero hablar de él —aseguré.
—Vamos
cariño, te hará bien —sonreí levemente.
—Está
bien, llámame por favor —dije.
—Te
llamo, adiós —dijo y colgó.
Tuve
que haberle dicho que la quería… pero ¿si es muy rápido? No, no es rápido, es
sincero y
real…
cuando la vea se lo digo. Me duché y luego me puse mi pantalón de dormir para
tirarme
boca
abajo en mi cama, estoy tan cansado, necesito dormir un poco. Mis ojos
comenzaron a
cerrarse
de a poco, hasta que todo estuvo totalmente oscuro…
Una
sensación dulce recorrió mi espalda, era algo así como una suave caricia… pero
de labios. Me
moví
un poco para alejar el escalofrío que me atravesó. La caricia o beso, no estoy
seguro, volvió a
repetirse,
pero esta vez más arriba. Seguro estoy soñando y solo debo seguir durmiendo.
Comenzó
a
ser más repetitivo y más dulce que antes.
—Hueles
a jabón de bebe… eres tan hermoso —escuché su voz.
Me
senté rápidamente en la cama y me giré a verla. Seguro que yo estoy soñando y
en cualquier
momento
voy a despertar para estar solo.
—¿Cómo
entraste? —le pregunté mientras la miraba bien, para ver si era real.
Sonrió
y levantó su mano mostrándome las llaves.
—Se
las robé a Taylor —me dijo. Sonreí bobamente.
—¿Tú
me estabas besando la espalda? —pregunté.
—Ajá
—dijo asintiendo —Y hueles tan lindo…
—¿Qué
pasó con la cena de tu padre? —le dije intentando averiguar si era un sueño o
no.
—Te
mentí —dijo mordiendo sus labios —Quería darte una sorpresa… parece que
funcionó ¿Qué te
pasa
por qué tienes esa cara?
—Porque
creo que estoy soñando —dije.
—No,
no estas soñando Zac —dijo divertida y levantó su mano para acariciar mi
mejilla.
Cerré
los ojos ante el contacto de su piel.
—Ven
aquí —dije y la tomé de la nuca para acercarla a mis labios.
Su
boca se movió sobre la mía de manera apasionada, mientras colocaba sus brazos
alrededor de
mi
cuello y se acercaba más a mí. La tomé de la cintura y la subí sobre mí. Su
ropa comenzó a
estorbarme
cuando sentí la terrible necesidad de sentir su piel contra la mía. Nuestras
lenguas se
mezclaron
y ella gimió levemente enterrando sus manos en mis cabellos.
Subí
una de mis manos hasta los primeros botones de su blusa.
—No,
no, no, hoy no —dijo agitada alejándose de mi boca.
—Si,
por dios —musité y volví a besarla.
—No
Zac, no vamos a hacer eso en donde yo comienzo arriba y termino abajo, mañana
tengo que
ir
a lo de mi madre. Además de que Rose viene por la mañana y que... que espanto
que nos vea —
dijo
cuando se volvió a alejar.
—Tu
prudencia solo me excita más, amor —le dije con una leve sonrisa.
Sus
ojos se abrieron bien y me miró como si acabara de decir algo que no entendió.
—¿Cómo
dijiste? —preguntó. Sonreí y la acerqué un poco más a mí, rozando sus labios.
—Que
te niegues solo hace que te desee mucho más —susurré.
—No,
lo otro —musitó. Sonreí para mi mismo… ella quería escucharlo de nuevo.
—¿Qué
cosa Nessa? —pregunté haciéndome el tonto.
—Me
dijiste amor —dijo con un brillo especial en los ojos.
—¿Yo?
No, yo nunca dije eso…
El
brillo que adquirieron sus ojos se desvaneció como el humo en el aire. Miró
hacia otro lado y se
bajó
de mí lentamente.
—Bueno…
escuché mal —dijo sin mirarme.
—Si,
tal vez si —dije asintiendo.
Las
ganas de echarme a reír me invadieron, pero me contuve. Vanessa se puso de pie
y la miré,
esperando
que me mirara.
—Voy
a buscar algo de comer —sentenció con tono frío.
Antes
de que pudiera caminar la tomé de la mano y la jalé hacia mí, para luego girar
y que quedara
debajo
de mí.
—Si,
te dije amor… dije que tu prudencia me excita más, amor. Mucho más —dije sin
dejar de
mirarla
fijo a los ojos.
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