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Peligrosa Obsesión - Capítulo 47 y 48


CAPÍTULO 47
La miré fijo y pensé un poco en eso. Ya no más salidas nocturnas a cada rato, ya no más
coqueteos con alguna chica. Ya no más libertad de mirar y opinar sobre algún trasero…
Pero a mi ya no me interesaba hacer eso, yo solo quiero estar con ella. Dormir con ella, estar a su
lado, opinar sobre su trasero y coquetear con ella.
— Solo quiero estar contigo — le dije.
Ella sonrió y se acercó a mí para besarme impulsivamente. Se alejó y comenzó a subir las escaleras
hacia su cuarto.
— Apúrate que tenemos que irnos — me dijo.
—Tú eres la que se tiene que apurar — dije y me acerqué a la cocina para comer un poco de la
fruta que ella había cortado.
Luego de unos cuantos minutos ella bajó las escaleras y se acercó a la cocina. Estaba cambiada y
peinada. La miré embobado.
— ¿Qué sucede? — me preguntó.
— Que eres hermosa — dije. Ella se sonrojó levemente y tomó una frutilla.
— ¿Vamos?
— Vamos, cariño — dije y tomé mi buzo para salir con ella de su departamento.
Bajamos hasta la cochera y nos subimos a su auto. Nos colocamos los cinturones de seguridad y
Vanessa arrancó para prender marcha no sé muy bien a donde.
— ¿Estás nervioso? — me preguntó. Me giré a verla.
— Un poco — dije con una media sonrisa — No sé qué voy a decirle…
— Solo tienes que decirle lo que sientes en el corazón —dijo ella sin dejar de mirar al frente.
Estiré mi mano y acaricié su mejilla. Me miró de reojo y sonrió.
— ¿Sabes donde es? —le dije.
— Queda cerca del campo de mi abuelo – contestó.
— ¿No te conté, verdad? Tengo una hermana — dije. Ella se giró a verme sorprendida.
— ¿Qué? — dijo sorprendida.
— Sí, en la carta que me mandó mi madre… me contó que tengo una hermana de 5 años llamada
Hope, ¿puedes creerlo?
— Es maravilloso… yo siempre quise tener hermanos, pero no los tuve. Mis padres no rehicieron
sus vidas luego de separarse.
— ¿Crees que aun se aman? — le pregunté. Ella sonrió levemente.
— Sí — dijo asintiendo — Solo que son tan orgullosos, que ninguno lo va a admitir. Pero ¿Quién te
dice que en cualquier momento me dicen que están juntos de nuevo?
Seguimos hablando de algunas cosas más y pusimos un poco de música, mientras que de a poco
íbamos saliendo de la ruidosa cuidad. A medida que nos acercábamos más a donde estaba mi
madre, mis nervios aumentaban. ¿Qué tengo que decirle? ¿Qué debo hacer? ¿Cómo va a
reaccionar? ¿Mi hermana me querrá? Todas esas preguntas cruzaban mi cabeza.
Vanessa dobló para entrar en una cerca y comenzar a andar por un camino de tierra. Luego de
unos cinco minutos divisamos desde lo lejos una casa. Afuera de la casa había dos autos y una
camioneta. La casa era grande y a lo lejos tenía una pequeña caballeriza. El auto se detuvo justo
frente a la casa. Vanessa se giró a verme y tomó mi mano. La miré a los ojos.
— Todo va a estar bien… y yo voy a estar contigo —me dijo.
Entonces me incliné hacia ella y la besé fugazmente. Me alejé y me quedé cerca de su rostro.
— Muchas gracias cariño, de verdad muchas gracias —le susurré.
— No, tonto, no me agradezcas — dijo y tomó mi rostro con sus manos para depositar un pequeño
beso en mis labios — Ahora vamos.
Nos bajamos y el aire limpio y puro del campo invadió mis pulmones. Aquel lugar era increíble. Los
árboles eran enormes y el pasto era tan verde que al mirarlo te molestaba a los ojos. Me acerqué a
Vanessa y tomé su mano para comenzar a caminar hacia la puerta de aquella gran casa blanca y
azul.
Nos paramos frente a la puerta y Vanessa apoyó su dedo en el timbre. El timbre sonó y esperamos
a que alguien nos abriera. Mi corazón latía desesperado, en cualquier momento se me iba a salir
del pecho. Apreté ligeramente la mano de Vanessa, provocando que ella sonriera por lo bajo.
— No traje un regalo y es su cumpleaños — recordé algo nervioso.
— Zac, no creo que tu madre tenga mejor regalo que verte a ti — me dijo.
Escuchamos el sonido de unas llaves, y unos segundos después la puerta se abrió. La miré fijo, ella
se quedó quieta mirándome como si yo fuera irreal.
— ¿Zac? — pronunció mi nombre levemente.
— Mamá — dije apenas audible. Entonces llevó una de sus manos a su boca y la tapó para luego
soltar un sollozo y acercarse rápidamente a mí para abrazarme. Pensé que nunca más iba a volver
a sentir un abrazo de ella. Desde que ella se había ido, algunas veces por las noches recordaba la
sensación de su abrazo. Juro que me sentía como cuando era un niño y ella me abrazaba para
reconfortarme o simplemente porque quería hacerlo. Aunque ahora yo era más alto y grande que
ella… la sensación era la misma.
Se alejó de mí y tomó mi rostro con sus manos. Su cara estaba empapada en lágrimas. Miré su
rostro, buscándole alguna diferencia. Pero ella estaba exactamente igual que siempre, aunque sus
ojos se veían un poco más claros que antes. Tenía el pelo más corto y se veía pequeña.
— No puedo creer que seas tú, hijo mío — me habló al fin — Estás tan grande Zac… mírate.
Se alejó de mí y me miró de los pies a la cabeza, rió entre lágrimas.
—Yo no puedo creer que te tenga al frente de nuevo — le dije.
Se acercó de nuevo a mí y me volvió a abrazar. Luego se alejó y miró a Vanessa, que se había
quedado completamente quieta y callada. Mirando un poco hacia otro lado, la morena secó una
pequeña lágrima que había soltado.
— Tú debes ser Vanessa — le habló mi madre. La morena la miró y sonrió.
— Sí, señora, soy yo — le dijo.
— Pero ya no se queden allí parados, entren — nos dijo y nos dio el paso a la enorme casa.
Tomé la mano de Vanessa y ambos entramos detrás de ella, miramos sorprendidos el lugar.
Aquella casa era aun mucho más bella por dentro de lo que se veía por fuera. Mi madre se giró a
vernos y con una sonrisa miró nuestras manos unidas.
— ¡Ben! ¡Llegaron! — habló asomándose por un puerta que daba a la parte de atrás de la casa.
Al instante un hombre alto de ojos miel entró, con una niña de la mano. Me observaron bien, en
especial ella.
— No puedo creer que sea él — dijo la grave voz de Ben.
— Yo no puedo creer que tengas algunas canas Ben — dije algo divertido. Él sonrió y se acercó a
mí para abrazarme contento. Palmeó mi espalda y yo también lo hice. Se alejó de mí y me miró sin
dejar de sonreír — Ella es Vanessa…
— Mucho gusto — dijo la morena.
— El gusto es mío —le dijo él.
— Papi, ¿Quiénes son ellos? — preguntó la pequeña voz detrás de nosotros.
Los tres nos giramos a verla. Mi madre se acercó a ella y tomó de su mano para acercarla al
círculo. La observé bien, era tan parecida a mí… dios mío. Puedo jurar que es una versión femenina
de mí. Aunque ella es más delicada y parece tan frágil. Dos largas y rubias trenzas caían al costado
de su pequeño y pecoso rostro. Sus ojos eran enormes y de color cielo.
Con cuidado me acerqué a ella y me agaché para quedar a su altura.
— Soy Zac — me presenté y estiré mi mano para que ella la tomara. Miró mi mano y luego me miró
a la cara.
— ¿Zac? ¿Mi hermano Zac? — dijo con algo de sorpresa.
— Así es, Hope, soy tu hermano —le dije.
Esperé a que ella me dijera algo, pero solo me miraba fijo. Tal vez… no le caiga bien la idea de que
yo sea su hermano… tal vez no me quiera. Miró mi mano y luego se acercó despacio a mí para
abrazarme. Sus pequeños brazos rodearon mi cuello y su pequeña cabeza se apoyó en mi hombro.
Con un poco de confusión le respondí el gesto. Era una extraña sensación. Una hermana, sangre de
mi sangre. Jamás pensé que se podía querer a alguien sin haber tenido ningún tipo de contacto
alguna vez. Cuando leí la carta de mi madre y me contó sobre ella, juro que empecé a quererla. Al
fin tengo a quien celar de babosos adolescentes…
— Mamá siempre me habló de ti, pero estás diferente que en las fotos — me dijo y se alejó para
mirarme.
— Hope, yo te dije que ese era tu hermano de niño. Ahora él es un hombre – le habló mamá.
Mi pequeña hermana miró a Vanessa y luego me miró a mí. Sonrió mostrándome que le faltaba una
paleta.
— ¿Ella es tu novia? — me preguntó.
— Mmm, no pequeña. Soy su amiga. — le contestó la morena rápidamente.
La miré y sonreí por lo bajo. ‘Sí, cariño, eres mi amiga. Pero con derecho a todo’
—¿Vanessa quieres jugar conmigo a las barbies? —le preguntó.
—Hope, no creo que ella…
—Tranquila, señora Baskett, encantada juego con ella. Además creo que usted y Zac tienen mucho
de que hablar — le dijo.
—Ella tiene razón, vamos afuera —dijo Ben y vimos cómo los tres salían al jardín.
Mi madre se sentó en una silla y me hizo un gesto para que me sentara frente a ella. Me senté y al
instante ella tomó mis manos. Sus manos… sus manos siempre me arropaban a la noche antes de
dormir. Luego de que ella ya no estaba, nadie lo hacía. Solo Rose cuando venía los fines de
semana…
—Eres tan hermoso y no lo digo solo por ser tu madre.
—¿Dónde has estado todo este tiempo? —le pregunté.
—En Londres —contestó y suspiró —Tu padre casi me obligó a dejar el país… Tuve que hacerlo,
hijo, sino él iba a hacerte daño.
—Es una mierda —aseguré.
—Tranquilo, mi vida, con odio hacia él no ganas nada.
—¿Cómo puedes pedirme que no lo odie? Mamá, él… él simplemente es un completo extraño para
mí. Nunca se ha comportado como un padre. Siempre fue manipulador y hasta frío conmigo.
Simplemente yo creo que él me odia.
—Voy a contarte una cosa, hijo —me dijo y se acercó más a mí —Tu padre siempre fue así… una
persona posesiva, celosa y manipuladora. Pero yo me enamoré de él, lo amé más que a nada en
este mundo. Todo era perfecto, hasta el día en que le dije que estaba embarazada de ti.
—¿Qué? —dije algo confundido.
—Zac, cuando yo le dije a tu padre que íbamos a ser papas él cambió drásticamente. No me
acompañaba a las ecografías, él no estaba pendiente de mí. Y ahí fue cuando conocí a Ben… él
trabaja en el hospital al que yo iba a atenderme, y un día yo estaba realmente mal porque a tu
padre parecía no importarle nada de ti o de mí. Ben se ofreció a acompañarme aquel día y ahí fue
cuando supe que serías un varón —me dijo con una pequeña sonrisa en los labios —Es día fui a
contarle a David que serías un niño, y la cosa empeoró. Él simplemente no era el mismo… estaba
violento, no le importaba mi salud. Y entonces entendí que era. Él tenía celos de ti Zac.
—No… no creo que haya sido eso —dije haciendo todo lo posible por entender lo que ella me
contaba. Mis ojos estaban algo húmedos.
—Sí, hijo, tu padre estaba celoso de ti. Él no concebía la idea de otra persona en mi vida además
de él. Y cuando le dije que serías un varón la cosa fue peor. Cuando naciste él no quiso entrar a la
sala… ¿Sabes quién estaba conmigo? —preguntó. La miré a los ojos.
—¿Ben? —pregunté.
—Sí —susurró y unas cuantas lágrimas cayeron de sus ojos —Ben era… o mejor dicho aun lo es…
partero. Y él fue el que te trajo. Eras tan pequeño y rubio, que parecías de mentira. Te pusieron en
mi pecho y dejaste de llorar. Tus ojos se abrieron y me pareció que me mirabas… nunca pensé que
podía amarte tanto.
—¿Luego que pasó? —dije con un nudo en la garganta.
—Tu padre decidió entrar y se acercó a nosotros para mirarte. Pensé que cuando te viera algo se
iba a despertar dentro de él, pero no fue así. Él simplemente se dedicó a mirarte fijamente por
unos cuantos minutos. Y luego se fue…
—¿Y ahora sigues pensando que no debo odiarlo? —le dije mirándola fijamente a los ojos.
—Lo único que puedo decirte es que eres el regalo más grande que la vida me ha dado. Y tu padre
también fue participe en ello.
—¿Sabes como logré contactarte? —le dije. Ella negó con la cabeza —Vanessa consiguió tu
número… Y ya no quiero hablar de David. Feliz cumpleaños, mamá
Ella sonrió y me abrazó. Luego de unos segundos se alejó para tomar mi rostro con sus manos.
—Verte aquí es el regalo más grande que me pudieron dar hoy —me dijo contenta —Creo que
tendré que darle las gracias a Vanessa —sonreí levemente —¿De donde se conocen?
—Vamos juntos a la Universidad y ella… ha llegado a mi vida hace un mes. Puedo asegurarte que
la ha cambiado completamente —le conté medio bobo.
—¿Son novios? —preguntó.
—No precisamente… estamos en algo, comenzando recién.
—Es maravillo, pensé que nunca viviría el momento en que me trajeras a ‘tu chica’ a casa. ¿Estás
enamorado?
CAPÍTULO 48
La miré fijo a los ojos y sentí una pequeña presión en mi pecho.
— Creo que sí — le dije.
— ¿Crees? — dijo confundida.
— Mamá, la verdad es que nunca me pasó algo así. Yo…
— Eres un don Juan — me acusó con indignación.
— Sí, puede ser…
— ¿Con cuantas mujeres te has estado? — me preguntó.
—Mamá, ¿no crees que…?
— Contéstame, Zachary — sentenció con firmeza.
Sonreí ante su enojo. Siempre quise que mi madre me regañara.
— No lo sé — contesté.
— ¿Cómo que no lo sabes?
— No, no lo sé. Nunca me puse a contarlas.
— Oh, eres un desconsiderado, mujeriego. No puedo creerlo…
— Mami, ya no me regañes. Sabes que solo tú me interesas — le dije poniendo mi mejor cara de
niño bueno. Ella me miró bien y sus ojos se humedecieron. Sonrió y volvió a abrazarme.
— Aún consigues comprarme — dijo sin soltarme. Se alejó y me miró —Pero creo que eso ahora no
es así… porque he visto cómo la miras.
—Ella no solo es hermosa por fuera, también lo es por dentro — le conté.
— Sí, se nota y mucho.
— Te extrañé tanto — le dije.
— Y yo a ti, bebé — me dijo y se puso de pie entregándome su mano — Vamos a fuera.
Tomé su mano y caminamos hasta la parte trasera de la casa. Salimos y detuvimos nuestros pasos
al ver cómo Vanessa y Hope reían y jugaban con las muñecas.
Sentí un cosquilleo en mi estómago. Ella era tan bella, y tan dulce. Ambas se giraron a vernos.
Hope se puso de pie y corrió hasta nosotros.
— Tu novia es muy linda, hermanito – me dijo sonriente.
— ¿Qué es eso de ‘hermanito’, enana? Aquí la hermanita eres tú — le dije.
— No, yo soy toda una mujer. Sino pregúntale a mamá, ya me maquillo — dijo y colocó sus dos
pequeñas manos sobre su cintura parándose coquetamente.
— ¿Y acaso tú permites que se maquille? — le dije a mi madre.
— Oh, no me digas que vas a ponerte igual de insoportable que Ben con ese tema. Ella es una niña
y a todas las niñas les gusta maquillarse y jugar a ser grandes — me dijo mi madre.
Vanessa se acercó a nosotros. La miré y tuve muchas ganas de besarla, pero no podía hacerlo
delante de mi hermana y mi madre.
— Estábamos divirtiéndonos un poco — nos dijo la morena mientras le sonreía a Hope.
Mi madre se acercó a ella y la abrazó. Un tanto confundida, Vanessa le devolvió el gesto.
— Muchas gracias, Vanessa… Zac me contó que tú conseguiste el número. De verdad no sé como
voy a hacer para agradecerte esto — le dijo y se alejó de ella.
— Primero que nada, Feliz cumpleaños, señora Baskett – dijo ella.
— Ya no me digas señora. Dime Starla, linda. Nada de formalidades conmigo, al fin y al cabo eres
la chica que me devolvió a mi hijo.
— ¡Oigan, vamos a comer! — nos llamó Ben.
Mi madre y mi hermana comenzaron a caminar hacia él, Vanessa estaba por caminar también pero
la tomé del brazo y la jalé hacia mí para mirarla a los ojos.
— Gracias — le dije. Ella me miró bien.
— ¿Por qué? – preguntó.
— Por darme el segundo mejor día de mi vida.
— ¿El segundo? ¿Cuál fue el primero?
— El día en que te conocí — contesté y me acerqué a ella para besarla levemente en los labios.
La besé despacio, dulcemente, en cámara lenta. Me olvidé completamente en donde estábamos.
Parecía que nada estaba a nuestro alrededor. Su nariz acariciaba la mía, con cada leve movimiento
que hacían nuestras bocas.
No había nada más en el mundo que yo quisiera en este momento que estar besándola. Era una
sensación hermosa. Su boca tenía un sabor único, dulce, adictivo… embriagante. Su pequeña mano
se apoyó en mi rostro, mimándome dulcemente.
— Si ella no fuera tu novia, no la besarías en los labios — escuchamos la pequeña y suave voz de
Hope. Ambos nos alejamos rápidamente para mirarla bien.
Mi pequeña hermana tenía una sonrisa pícara en los labios. Sus manitos estaban apoyadas sobre su
cintura y se movía levemente para un lado y para otro.
— Lo que pasa, enana, es que aun eres muy pequeña como para entender ciertas cosas — le dije
mientras me acercaba a ella y la alzaba en brazos.
Ella me miró y sonrió para luego mirar a Nessa.
— ¿Es un buen novio? — le preguntó. Vanessa sonrió levemente y comenzamos a caminar hacia
donde estaban mi madre y Ben.
— Por ahora no lo llamo novio — le dijo la morena — Pero por ahora es un buen amigo.
— Pero si es tu amigo, ¿Por qué te besa?
— Porque me gusta besarla — le contesté yo.
— Zac — me regañó Vanessa.
— Entonces, si mi amigo Billy quiere besarme porque le gusta ¿lo dejo? — preguntó.
— ¿Qué? ¡No, claro que no! ¡Tú no debes dejar que ningún mocoso atrevido te bese! Y si eso
sucede tendré que ponerme violento — le dije algo nervioso.
— Oh, Zac, no puedes decirle eso a tu hermana — me dijo la morena y tomó en brazos a Hope. La
pequeña rubia la miró fijo a los ojos mientras caminábamos — ¿Quién es ese tal Billy? — le
preguntó.
— Vamos juntos al jardín — le contó ella — Y él es mi amigo… y siempre jugamos juntos a la
familia y él siempre es mi esposo. Tenemos una hija que se llama Estrella y una mascota llamada
Otto.
— ¿Te besó? — preguntó Vanessa. Me tensé un poco.
— Solo cuando se despide de mí porque se va a trabajar, me da un beso en el cachete. ¿Eso es un
beso de novios?
— Pero qué mocoso desubicado. Creo que tendré que hablar muy seriamente con tu padre,
jovencita — le dije y caminé un poco más rápido.
— Zac, ven aquí — me llamó Vanessa, haciendo que mi paso se detuviera. Ellas me alcanzaron y
me miraron — Tú no vas a decirle nada a Ben, porque tienes que ser un buen hermano y guardarle
los secretos a tu hermana…
— ¿Los hermanos guardan secretos? – preguntó Hope.
— Es su deber — le contestó Vanessa.
— Sí, pero no cuando un mocoso desubicado trata de propasarse con tu hermanita. ¡Tiene cinco
años, por Dios! — solté exasperado.
Llegamos a la mesa y mi madre y Ben se giraron a vernos un poco extrañados.
— ¿Sucede algo? — preguntó Ben.
— Sí, sucede que…
— Sucede que estábamos hablando un poco de el jardín con Hope ¿no es así, Zac? — me preguntó
interrumpiéndome.
— Sí, es así — dije con tono bajo.
— Bueno, ya siéntense a comer… que, si no, se enfría — habló mamá.
Nos sentamos a la mesa y Ben se acercó a nosotros con una bandeja.
— Mamá, casi me olvido… Vanessa es vegetariana — le dije al mirar la bandeja que Ben traía, de
seguro era carne. Mi madre miró a la morena.
— ¿En serio? — le preguntó.
— Bueno, en realidad es algo que hace poco que estoy implementando. Exactamente dos años.
Estoy intentando limpiar mi organismo — le contó la morena.
— Es asombroso, porque yo también lo soy — le dijo ella.
Me sorprendí al recordar aquello. Juro que me había olvidado completamente de que mamá
también era vegetariana.
— No puedo creerlo — dijo Vanessa y me miró —Nunca me dijiste que tu madre era vegetariana.
— Lo que pasa es que lo había olvidado – dije yo, un tanto sorprendido aún.
— Bueno, eso no es problema. Tenemos comida para las vegetarianas en esta casa — dijo Ben, y
sonreí – Pero nosotros comeremos carne, ¿no es así, Zac?
— Por supuesto que sí, Ben — le respondí.
— Carnívoros —dijeron mi madre y Vanessa al mismo tiempo.
Todos reímos divertidos y comenzamos a comer. Mi madre y Vanessa hablaban como si se
conocieran de todo la vida. Ellas tenían tantas cosas en común. El amor por la naturaleza, por las
fotografías. Esa manera de ver la vida como el mejor regalo del mundo, esas ganas de vivir.
Y sobre todo esa entereza y dedicación que las hacía verse indestructibles.
— Son hermosas, ¿verdad? —me habló Ben sentándose frente a mí, mientras dirigía su mirada a
ellas, que aun seguían hablando con Hope junto a ellas.
— Tienen tantas cosas en común… juro que no me había dado cuenta de eso —le dije y lo miré.
— Son mujeres increíbles. No puedo creer que hayas encontrado a una chica así…
— Fue por casualidad… o el destino — dije asintiendo.
— ¿Dónde la conociste? —preguntó.
— En la Universidad… cuando volví de mi suspensión…
— ¿Te suspendieron? —me interrumpió. Reí por lo bajo.
— Sí —dije en un susurro — Me metí a los jardines del campus en mi moto, y destruí patrimonio
del establecimiento.
— Oh, eres increíble — dijo divertido — ¿Y como le hiciste para enamorarla? Parece ser una chica
muy aplicada, como tu madre…
— Debo decir que fue ella la que me enamoró a mí. Yo no tenía ninguna intención de enamorarme,
y mucho menos de una mujer así. Te aseguro que me enloqueció — le conté.
— Pero ¿no estás contento de haberla conocido? — me dijo. Entonces volví mi vista a ellas, y la
mirada de Vanessa se cruzó con la mía. Me sonrió levemente y sonrojándose un poco quitó su vista
de la mía. Sonriendo volví mi mirada a Ben.
— Soy la persona más feliz del mundo, de eso puedes estar seguro, papá — le dije.
Él me miró bien. Se sentó erguidamente y me miró fijo, sonreí.
— Lo siento, pero ¿Qué has dicho? — me preguntó.
— Te dije papá, Ben… ¿acaso ya estas sordo? — le pregunté divertido. Él negó atónito con la
cabeza, haciendo que yo riera — Eres como un padre para mí… no tendré tu sangre, pero te
aseguro que eres más padre para mí que David.
— Zac, yo…
— Sé todo lo que has hecho por mi madre. Sé cuánto la amas, cuánto la has cuidado. Y mira, por
Dios — dije y miré hacia Hope — Me has dado una hermana que, de paso sea dicho, creo que
tendrás que poner un poco más lo límites con esa enana.
— Yo también te quiero como a un hijo — me dijo y lo miré — Y recuerdo que así lo sentí aquel día
que te ayudé a venir al mundo.
— Entonces ya no se hable más, padre, porque creo que nos estamos poniendo un poco
sentimentales — dije y él rió.
— ¿De qué hablan? — preguntó mi madre mientras ella, Nessa y Hope se acercaban a nosotros.
Las miré.
— Cosa de hombres — le contesté.
— Esa respuesta machista tuya — dijo Vanessa revoleando los ojos.
Entonces la tomé de la cintura y la senté sobre mi regazo. Me miró bien y me hizo un gesto de
‘¿Qué estas haciendo?’
— Estábamos poniéndonos sentimentales — le dije mirándola a los ojos.
— ¿Sentimentales? — preguntó mi madre.
— Le dije que lo quería como a un padre y él me dijo que me quería como a un hijo… ya sabes
esas cosas que son cursis y que salen sin sentido — dije con desenfado.
— Aaaaaw, son tan tiernos — dijo mi madre y besó cortamente a Ben.
Miré a Vanessa y ella me sonrió divertida, le guiñé un ojo y quise besarla, pero se alejó
discretamente poniéndose de pie.
— ¿A qué hora cortamos el pastel? — preguntó la morena.
— Un pastel que hizo Hope — habló Ben.
— Enana, ¿tú hiciste un pastel? — le pregunté. Ella me miró y asintió efusivamente.
— Sí, yo solita… bueno en realidad papá me ayudó, pero él es horrible cocinando, es como si yo lo
hubiese hecho solita — dijo con una pequeña sonrisa autosuficiente.
¡Diablos, esta criatura es una exacta copia de mí, pero en miniatura!
Todos reímos y Ben alzó en brazos a Hope. Mi celular comenzó a sonar, lo miré y me alejé de ellos
para contestar. La llamada aparecía como privada.

— ¿Hola? — atendí.

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