CAPITULO 45
Suaves
gemidos escapaban de sus labios, que eran rápidamente acallados por los míos.
Besé cada
centímetro
de su piel que estaba a mi alcance, mientras aun me movía dentro de ella.
—Zac…
—gimió mi nombre mientras sentía que poco a poco la iba llevando a su clímax.
Mordisqueé
sus labios y tironeé de ellos con suavidad, mientras me movía despacio la
sostenía
entre
mis brazos. Ella entrelazó sus piernas con las mías y me mantuvo cerca.
—Quiero
que sepas una cosa —le hablé agitadamente. Sus ojos se clavaron en los míos. Me
acerqué
a ella y rocé su nariz con la mía —Yo quiero hacer el amor contigo… hoy,
mañana…
pasado
mañana y por muchas, muchas noches más.
No
se como fue, pero ella giró sobre el colchón y quedó sobre mí. Gruñí
fuertemente al sentirla así.
Salvaje…
mojada… completamente mía. Comenzó a moverse suave sobre mí y era tan
placentero
verla,
que no pude contenerme. Me senté y capturé sus labios en un caliente beso.
—Y
yo quiero que lo hagas —me dijo agitada y soltando apenas mi boca.
No
se cuanto tiempo estuvimos así, y tampoco era que me importaba.
Por
mí iba a estar dentro de ella toda la noche. Pero entonces sentí que tenía que
liberarme. La
tomé
de las caderas y la empujé más cerca de mí.
Ella
boqueó y se aferró a mi cuello, mientras me mordía levemente el hombro. Luego
de unos
segundos
gimió mi nombre al correrse en mis brazos. Me recosté con ella y giré
atrapándola de
nuevo.
Besándola
otra vez, aceleré mis embates, buscando mi propia paz. Y cuando la encontré no
cerré
los
ojos, solo bajé la mirada hacia ella.
Vanessa
respiraba trabajosamente, sus labios estaban rojos y un poco hinchados. Levantó
su
mirada
para encontrarse con la mía.
Me
sonrió y levantó su mano para acariciar mi rostro.
Entonces
supe que no había nada que yo no hiciera por ella. Si ella quería, sería capaz
de bajar al
infierno
y matar al mismo diablo, solo para hacerla sonreír.
Maldije
por lo bajo ante el pensamiento. Me estaba por apartar de ella, pero me tomó de
la barbilla
e
hizo que la mirara.
—No
te atrevas a alejarte de mí —me ordenó y luego me besó ferozmente.
Apenas
podía respirar al sentirla con cada fibra de mí ser. Su pequeño y femenino
cuerpo debajo
del
mío. Pero el calor de sus labios y el valor de su intrépida voluntad eran los
que me calentaban.
El
fuego de su pasión ardía a través de mí, haciéndome sentir vulnerable y al
mismo tiempo fuerte
y
decidido. Soltó levemente mis labios, entonces la miré a los ojos y luego bajé
sobre ella, para
poder
apoyar mi cabeza sobre su pecho.
—¿Escuchas
la lluvia? —le pregunté.
—Si
—me contestó sin dejar de acariciar mis cabellos.
—¿Sabes
que escucho yo? —le dije.
—¿Qué?
—preguntó.
—Escucho
tu corazón…
—¿Y
que te dice mi corazón?
—Me
dice: Más te vale Efron que te quedes, porque o sino te juro que te vas a
arrepentir de
haberme
hecho latir como loca —le dije.
Ella
rió divertida, haciéndome levantar la cabeza para mirarla.
—¿Y
que dice el tuyo? —me preguntó.
—¿Por
qué no lo escuchas tú misma? —dije y giré en el colchón para que ella quedara
sobre mi
pecho.
Se apoyó suavemente, colocando una su mano izquierda en el lado derecho de mi
pecho.
Con
mi mano acaricie su espalda —¿Y que te dice?
—Me
dice: Cariño, ¿Por qué no lo repetimos? Fue muuuy interesante participar esta
vez… aunque
debo
confesarte que la primera vez también participé —me dijo y levantó su cabeza
para mirarme
—¿Eso
es lo que está diciendo?
—Exactamente
eso es lo que esta diciendo —le contesté.
Sonrió
y se acercó a mí besando suavemente mis labios. Respiré profundamente y su
perfume
invadió
mi cuerpo. Que agradable era oler a ella.
Mordió
mis labios traviesamente. Arqueé una de mis cejas y me alejé con cuidado.
—¿Estás
juguetona? —le pregunté.
—Solo
cuando me provocan estarlo —me dijo y capturó mi boca de nuevo.
Comencé
a despertar por un extraño ruido que llegó a mis oídos. Somnoliento abrí un ojo
y miré el
techo.
Esta no es mi casa… Entonces recordé todo y giré la cabeza para poder
comprobarlo.
Sentí
que mi corazón latía rápido al verla allí. Ella dormía profundamente boca
abajo. Su largo y
oscuro
cabello caía sobre su espalda. Me apoyé sobre mi codo y la miré fijo. Su rostro
estaba
relajado
y sus labios parecían curvar una leve sonrisa.
Bajé
mi mirada por su cuerpo, que estaba debajo de las sabanas. Levanté mi mano y
acaricie su
mejilla.
No puedo creer que de verdad me haya quedado, aunque después de hacer el amor
casi
toda
la noche no podía irme.
Bajé
mi mano de su mejilla a su mentón, seguí bajando hasta encontrarme con las
sabanas. Con
cuidado
comencé a bajarlas, para poder apreciar la dorada y suave piel de su espalda.
Cuando la
sabana
quedó justo sobre el final de su espalda, subí mi mano y la acaricie con
cuidado. Su piel se
erizó
y ella se movió levemente.
Pero
yo quería ver más de ella. Volví a tomar las sabanas y seguí bajándolas, hasta
retirarlas
completamente
de su cuerpo. Su pequeño y redondo trasero se veía suave. Sonriendo bajé mi
mano
por su espalda, hasta llegar a él y acariciarlo despacio…
—¿Por
qué estás tocándome el trasero? —su voz suave y adormilada llegó a mis oídos.
Levanté
la cabeza y miré su rostro.
—Buenos
días —la saludé.
—Pásame
las sabanas, pervertido. Y deja de mirarme así —me dijo.
—Me
parece que la más pervertida de los dos eres tú —le dije.
Se
sentó en la cama y tomó las sabanas para taparse. Volvió a acostarse boca
arriba y giró la
cabeza
para mirarme.
—¿Te
quedaste de verdad o estoy soñando? —me preguntó.
Rápidamente
me acerqué a ella y la besé con pasión. Llevé mi mano a su nuca y enterré mis
dedos
en
sus cabellos. Su lengua acarició la mía y elevó sus manos para tocar mi rostro.
Entonces
no pude evitarlo, me subí a su cuerpo, haciendo que gimiera levemente. Solté
despacio
sus
labios.
—No
podía irme cariño —le contesté agitado.
Ella
arqueó una ceja y subió y bajó sus manos por mi espalda.
—Mmm,
que excitante es despertar y encontrarte aquí… tocándome —dijo
provocadoramente.
—¿Recuerdas
las barbaridades que me dijiste? —le pregunté.
—¿Yo?
—dijo haciéndose la desentendida —No querido… tú eras el que me decía cosas que
ni
siquiera
me atrevo a repetir.
—¿Cómo
que? Lo duro que…
—¡Zac!
—me calló antes de que continuara.
—Vamos,
te encantó que te dijera todas esas cosas mi pequeña y pervertida cajita de
mentiras…
—¿Quieres
saber que es lo que realmente me encantó, mi fogoso y lujurioso motoquero
marilimansero?
—Mmm…
fogoso y lujurioso, que bonitos adjetivos —le dije. Ella sonrió —¿Qué fue lo
que te
encantó?
—Me
encantó hacer el amor contigo y que te quedaras…
—¿Qué
me estás queriendo decir con eso? —pregunté alejándome un poco más de ella para
mirarla
bien a los ojos —¿Acaso me estás queriendo decir que te gustaría intentarlo?
—¿Tú
lo intentarías? —me preguntó. La miré fijo a los ojo y ya no lo dude.
—Claro
que si… porque eres la primera mujer con la que duermo, y eres la primera mujer
con la
que
hago el amor… la primera que me vuelve loco… y me gusta tanto —le dije mientras
me
inclinaba
hacia ella para tomar sus labios.
Su
boca me esperó dulce y calida. Comencé a besarla más profundamente al sentir que
el deseo
volvía
a brotar en mí.
Subí
mi mano por el costado de su cadera y cintura, hasta toparme con su pecho. Ella
gimió y su
pezón
se endureció contra mi palma. La apreté sutilmente y su boca se abrió más para
mí.
—Zac…
cariño —dijo alejándose apenas de mí —Tenemos que levantarnos.
—No
—susurré y la callé besándola de nuevo.
Volvió
a soltar mi boca y respiró profundamente.
—Efron
—me llamó en tono de advertencia.
—Vamos
Hudgens, no te resistas —le dije y comencé a bajar mis besos por su mentón.
Al
parecer ella perdió todo rastro de cordura, pues comenzó a dejarse y a no
protestar por ello.
Seguí
bajando mis besos por su cuello, mordisqueé esa delicada piel. Seguí bajando y
besé sus
pechos,
ganándome un murmuro de placer.
—Zac…
no hagas esto… no, detente ya… dios. Debemos levantarnos, tenemos que ir a la
Universidad
—me dijo.
—Al
diablo con la Universidad —dije y volví a subir por su cuello hasta su boca. La
besé con ímpetu,
con
necesidad. Saboreando cada rincón de su boca —Pero si no quieres me alejo. Dime
Vanessa,
dime
que no me deseas y me alejo de ti…
—Te
deseo Zac, no sabes cuanto —dijo agitada.
Le
sonreí y volví a besarla. No había nada que me gustara tanto como besarla. Como
lo dije varias
veces
ella tiene una forma muy particular de hacerlo. Sus manos bajaron por mi
espalda y soltó mi
boca
haciendo que mis ojos se abrieran. La miré fijo.
—¿Qué
sucede? —le pregunté.
—Nada…
solo quería verte a los ojos —me dijo dulce.
Entre
unas tiernas y al mismo tiempo calientes caricias la temperatura de nuestros
cuerpos y del
lugar
comenzó a subir. Jadeé al sentir sus labios en mi cuello y llegando a mí oreja.
Con cuidado
tomó
el lóbulo con su boca y lo mordió despacio.
Ella
se sentó a horcajadas sobre mi abdomen y me miró pícaramente. Se inclinó hacia
delante y
comenzó
a besar mi mentón, comenzó a bajar por mi pecho, cerrando y abriendo su boca
sobre mi
piel.
Un celular comenzó a sonar. Ella levantó la cabeza y miró extrañada a nuestro
alrededor. La
miré
y tomé su rostro.
—No
atiendas —le dije agitado.
—Puede
ser importante —resopló.
—No
hay nada más importante que tú y yo en este momento —dije y la jalé hacia mí
para besarla.
El
celular dejó de sonar, y sonreí sobre sus labios. Nada ni nadie iba a parar
este momento, ella no
se
iba a alejar de mí sin antes ser mía. Otra vez el maldito sonido invadió la
casa.
Vanessa
se incorporó de mí y me miró divertida. Solté un frustrado gruñido. Ella se
bajó de mí y
giró
sobre el colchón para agarrar el celular que se encontraba en la mesita de
noche.
—¿Hola?
—dijo al atender. Sin dejar de mirarla me acerqué a ella y comencé a besar su
brazo. Ella
sonrió
y mordió sus labios. Fui un poco más atrevido y subí mi boca por su hombro para
luego
bajar
hasta su pecho —¡Zac no hagas eso, es tu prima!
—¿Taylor?
—dije sin poder creerlo. Tomé el celular de Vanessa y lo puse en alta voz.
—¡Estás
con Zac! ¿Cómo que estás con Zac? ¿Qué hace él ahí? —escuché como preguntaba
sin
poder
creerlo.
—Primero
quieres tirar a mi Nessie a los brazos de otro y ahora arruinas un momento
extremadamente
caliente, ¿Qué más vas a hacer primita? —le pregunté.
—¡Oh,
eres un asqueroso! ¡No quería saber aquello! —se quejó.
—No
seas malo con tu prima —la defendió Vanessa —¿Qué pasó Tay?
—¿Cómo
que pasó? Por si no te has dado cuenta ya son más de las 11 de la mañana y tú
aun no
estas
en la Universidad… pero ya entiendo porque —dijo la rubia.
—Me
parece perfecto que lo entiendas… bueno adiós —dije e intenté colgar, pero
Vanessa tomó el
celular
y se puso de pie dándome la espalda.
—Creo
que ya no vale la pena ir por unas pocas horas —dijo ella y me miró de costado,
aun
mostrándome
su cuerpo desnudo, solo de atrás.
—¿Pasaron
la noche juntos? —preguntó Taylor.
—Una
larga y lujuriosa noche —le dije fuerte para que me escuchara.
—¡Pervertido!
—me chilló mi prima. Vanessa tomó su ropa interior y se la colocó rápidamente.
Maldije
para mis adentros al saber que la cosa ya se había acabado… por ahora.
—Tay,
más tarde te llamo ¿si? —dijo ella.
—¿Vas
a cambiarme por él? —le preguntó sin poder creerlo.
—No,
no te estoy cambiando por tu primo…
—Si,
si lo está haciendo —dije mientras me recostaba en la cama y colocaba mis
brazos detrás de
mi
cabeza.
—Bueno,
no importa —habló Tay y ambos escuchamos como reía levemente —Me alegro que se
hayan
dado cuenta de que tienen que estar juntos… me alegro que lo hayan entendido de
una vez,
en
vez de estar como perro y gato peleando y reclamándose cosas.
—En
eso estoy completamente de acuerdo primita —le dije.
CAPITULO 46
Ella
colgó el teléfono y se quedó parada dándome la espalda. Esperé a que girara
pero no lo hizo.
Me
senté en la cama.
—Oye,
¿Por qué no me miras? —le pregunté. Lentamente se giró a verme, con los brazos
sobre su
pecho…
cubriéndose —Ooooh, ¿ahora te pintó la vergüenza?
—
No seas tonto… claro que tengo vergüenza… no es algo que haga siempre —me dijo.
—
Eres la criatura más hermosa que vi en mi vida.
—
Mentira — me contradijo.
—
¿Quieres que te lo demuestre? —le pregunté. Ella rió y se acercó a la cama,
para acercarse a mí
y
depositar un dulce beso sobre mis labios.
—
No, porque se exactamente que clase de demostración está pasando por tu
perversa mente en
estos
momentos… ahora debemos levantarnos y bañarnos, y…
—
¿Bañarnos juntos? — la detuve. Ella arqueó una ceja y se puso de pie.
—
No, claro que no — me dijo.
—
¿Por qué no? — pregunté como un niño pequeño.
—
Porque no —contestó —Es tarde Zac… por tu culpa ya no fuimos a la Universidad…
—
¿Por mi culpa? Disculpa cariño, pero eras tú la que no quería parar anoche.
Hizo
un gesto de indignación.
—
¡Claro que quería parar!
—
¿Segura? – dije con tono seductor.
—
Bueno, en realidad… no. Pero ese no es el tema ahora, lo que importa ahora es
que tú te bañas
en
este baño y yo voy al de abajo —me dijo.
—
No, no, no espera —dije y me puse de pie.
Ella
tapó sus ojos rápidamente y giró dándome la espalda.
—
¡Cúbrete! — chilló. No pude evitar soltar una sonora carcajada.
—
Mmm, me parece que de verdad el día te vuelve tímidona — dije mientras me
acercaba más a
ella.
—
¡No te me acerques! — me advirtió. Sonreí y me acerqué más hasta tener su
espalda contra mi
pecho.
Ella se paró erguidamente
—
¿Por qué?
—
Zac… no seas atrevido — susurró un tanto agitada.
—
¿Vas a dejar que me bañe contigo? – le pregunté y acerqué mi boca a su nuca,
para comenzar a
besarla
tiernamente.
—
N… no — dijo con un poco de dificultad.
—
Por favor — rogué y coloqué mis manos en su cintura para acercarla más a mí.
—
No y es mi última palabra Efron — dijo firmé y se alejó para comenzar a bajar
las escaleras.
—
¡Esta bien! Tú te lo pierdes — le dije y me volví a acostar en la cama
pesadamente.
—
¡Levántate y entra a ese baño! ¿Me escuchaste? — me habló desde abajo.
—
No, no quiero — dije como un niño de 5 años.
—
Será mejor que lo hagas cariño — me dijo y sonreí ante su forma burlona de
llamarme así.
—
¿Qué pasa si no lo hago?
—
Sufrirás las consecuencias…
—
¿Y cuales son las consecuencias?
—
No voy a besarte más, por el resto del día – me dijo.
Rápidamente
me levanté de la cama y busqué mis cosas, para entrar a bañarme. No quería
semejante
castigo solo por no hacer lo que me decía.
—
Esta bien, esta bien… ya entro — dije y obedientemente entré a ducharme.
Me
di una refrescante ducha y salí cambiado. Bajé las escaleras y me dirigí hacia
la cocina. Detuve
mis
pasos al verla allí parada, preparando el desayuno, envuelta en una salida de
baño. Su pelo
estaba
mojado, y caía pesadamente a ambos lados de sus hombros.
Ella
levantó la mirada y me miró. Una sonrisa se curvó en su perfecta boca, haciendo
que me diera
cuenta
de algo. Siempre que ella me sonreía de esa manera, mi corazón se aceleraba.
—
Pensé que la ducha te había tragado — me dijo — Por poco y subo a buscarte…
—
¿Y porque no lo hiciste? Así tenía una buena excusa para meterte conmigo debajo
de aquella
tibia
y relajante agua — le dije.
—
Por eso mismo no subí… sabía que eras capaz de eso — dijo y volvió a mirar
hacia lo que estaba
haciendo.
—
¿Qué cocinas? — pregunté.
—
Estoy cortando fruta… así comes un poco de fruta — dijo sin dejar de cortar.
De
repente recordé que día era hoy. ¡El cumpleaños de mi madre! Comencé a buscar
en los
bolsillos
de mi pantalón mi celular, y lo encontré.
—
Cariño, ¿puedo usar tu teléfono? — le dije.
—
Claro que si — dijo ella.
Tomé
el teléfono y me alejé un poco de la cocina, para sentarme en la mesa que
estaba en medio
de
la sala. Le puse tonó y miré el número que ayer me había dado mi padre. Respiré
profundamente
y comencé a marcar. Mi corazón latía desesperado… juro que tenía miedo.
Llevé
el teléfono a mi oído y esperé a que sonara.
‘—El
número solicitado no corresponde a un cliente en servicio. El número solicitado
no
corresponde
a un cliente en servicio. El número solicitado no corresponde a un…’
—
¡Demonios! — rugí y colgué.
El
maldito bastardo me había engañado. Aquel no era el número de mi madre. ¿Cómo
pude ser tan
estúpido
y creer que de verdad él iba a dármelo?
Sentí
como unas pequeñas manos se apoyaban en mis hombros y luego bajaban hacia mi
pecho.
Cerré
mis ojos y sentí como ella apoyaba su mentón sobre mi hombro izquierdo. Sus
manos
acariciaron
mi pecho en forma de consuelo…
—
Tengo algo para ti — me susurró al oído.
Abriendo
los ojos, giré mi cabeza para mirarla. Alejó su mano derecha de mi pecho y me
la mostró.
Un
pequeño papel estaba entre sus dedos. Lo tomé y la miré extrañada.
—
¿Qué es esto? — le pregunté.
—
Ábrelo — dijo ella y se alejó de mí para sentarse sobre mi regazo.
Acomodándola
bien sobre mí, miré extrañado el pequeño papel que me había dado. La miré a los
ojos
y luego decidí abrirlo. Starla Baskett
Mis
ojos se abrieron como platos al ver el nombre de mi madre en aquel papel y debajo
un
número.
Más que extrañado volví a mirarla.
—
¿Qué… que es esto? — le dije confundido. Ella me sonrió y acaricio mi rostro.
—
Es el número del celular de tu madre — me dijo.
—
¿Qué? — dije sin poder creerlo.
Ella
asintió con la cabeza, sin dejar de acariciar mi mejilla.
—
Vamos, llámala — dijo mientras tomaba el teléfono.
Pero
entonces la detuve, agarrando su mano suavemente con la mía. Me miró fijo a los
ojos, y me
hizo
sentir en el aire.
—
¿Cómo lo hiciste? — le pregunté.
—
No pude evitar escucharte ayer… bueno en realidad me acerque a escuchar. Lo
siento si soy
metida
pero… tenía que hacerlo. Además después de lo que tu padre me dijo… con más
razón aun.
—
¿Qué te dijo mi padre?
—
Mmm, no tiene importancia…
—
Dímelo, cariño – le pedí.
—
Me dijo que hiciera que odiaras a tu madre… que dejes de pensar en ella y en
querer llamarla y
encontrarla
— me dijo — Perdona si digo esto, pero tu padre es un imbécil.
Sonreí
divertido y capture sus labios en un tierno beso. Sus labios se movieron suaves
sobre los
míos.
Se alejó despacio y me miró.
—
No puedo creer que lo hayas conseguido — dije y volví a mirar el papel — ¿Cómo
fue?
—
En un momento, en el que estabas con tu padre en la oficina, la secretaría se
fue a no sé donde
y
me acerqué a su escritorio, me puse a revolver sus cosas hasta que encontré el
nombre tu
madre…
—
¿Cómo sabías el nombre de mi madre? — le pregunté.
—
Taylor, una vez me la nombró — dijo haciendo un gesto con los hombros —
Entonces anoté su
nombre
y unos datos más. Ayer por la tarde comencé a averiguar sobre ella. Hasta que
encontré
un
número que había, pero que era de Londres. Luego llamé y me atendió una mujer…
le pregunté
por
ella y me dio este número.
—
¿Está segura que es ella? — le pregunté.
—
Sí, por todo lo que me dijo la mujer, si es ella… así que por favor llámala –
dijo y levantó el
teléfono
hasta mi rostro. Suspiré y lo tomé.
Comencé
a marcar el número y coloqué el tubo en mi oreja. Comenzó a sonar y sentí como
mi
corazón
se aceleraba más que antes. Vanessa aun estaba sentada sobre mí, por lo que
coloqué uno
de
mis brazos alrededor de su cintura y la apreté un poco.
—
¿Hola? — escuché su voz y me paralicé. Pensé que nunca más en mi vida iba a
volver a escuchar
su
dulce voz — ¿Hola? — volvió a decir.
Intenté
hablar pero las palabras no salían de mi garganta. Era como si me hubiese
olvidado de
cómo
hablar.
—
Vamos Zac, dile algo — me dijo Vanessa.
—
¿Zac? – preguntó sin poder creerlo. Las palabras se atoraron más en mi garganta
— ¿Zac hijo,
eres
tú?
Vanessa
me quitó el teléfono y lo llevó a su oreja.
—
¿Señora Bakett? — le preguntó y sonrió — ¿Qué tal? Mi nombre es Vanessa y…
estoy aquí con
su
hijo Zac — guardó silencio y me miró con una pequeña sonrisa — Si es él… ¿Están
aquí?
¿Dónde?
Oh si, lo conozco — dijo asintiendo —– Está bien, dentro de un rato estamos por
ahí…
adiós
— dijo y colgó.
—
¿Está aquí? — le pregunté. Ella sonrió mostrándome todos sus dientes.
—
Llegó hace unos meses de Londres… se está quedando en un campo, que está a una
hora de
aquí.
Nos espera allí — me dijo.
—
No es cierto — dije mientras una pequeña sonrisa se curvaba en mis labios.
—
Si lo es… tenemos que ir para allá ahora mismo — dijo y se puso de pie.
Un
poco atontado me puse de pie. Ella se giró a verme.
—
¿Qué pasa? — preguntó.
—
Que eres lo mejor que se pudo haber cruzado en mi camino —le dije y rápidamente
me acerqué
a
ella para abrazarla.
Sus
pequeños brazos se levantaron y me apretaron más cerca de ella.
¿Cómo
tuve el valor de siquiera negar lo mucho que ella vale, lo mucho que significa
para mí?
Cualquier
otra, se hubiese dejado manejar por mi padre… Pero no ella, ella no se iba a
dejar
manejar
jamás por nadie. Y eso era lo que más me gustaba.
Despacio
se alejó de mí y se puso en puntas de pie para besar cortamente mis labios.
—
Vamos, debemos ir ya — me dijo e intentó alejarse.
Pero
entonces la tomé de la cintura y la apegué a mí. Me miró con algo de sorpresa.
—
Esperé toda mi vida por esto… no pasa nada si espero unos minutos más — le dije
y me acerqué
más
a ella para besarla.
Su
boca se abrió despacio para mí. Nunca había experimentado algo así. Nunca me
había gustado
tanto
besar a alguien. No solo se podía encontrar placer en un beso… hasta ahora no
era conciente
de
eso.
No
se cuanto tiempo estuvimos así, besándonos suavemente. Recorriendo cada centímetro
de su
delicada
boca.
—
Ya… deja de besarme así — susurró sin separar sus labios de los míos.
—
No puedes pedirme eso — le dije por lo bajo.
Sus
pequeños brazos se colocaron alrededor de mis hombros, mientras ella se ponía
en puntas de
pie,
para llegar mejor hacia mí. Mis brazos la rodearon por la cintura, abrazándola
casi
asfixiantemente.
Se
alejó despacio y acaricio mi nariz con la suya. Abrí mis ojos y junté nuestras
frentes. Ella sonrió
levemente
y mordió su labio.
—
¿Realmente esto esta pasando? — me preguntó.
—
No lo se… tal vez yo este soñando…
—
O tal vez yo este soñando.
Levanté
mi mano y acomodé un poco su cabello, para luego bajar mis dedos por su
mejilla, y llegar
hasta
su boca. La acaricie despacio, con cuidado. Como si fuera algo que realmente
pudiera
romperse.
—
Vanessa — le dije.
—
¿Qué? — preguntó.
—
¿Qué somos ahora? — pregunté. Ella sonrió y se alejó completamente de mí.
—
Estamos comenzando… podríamos llamarlo ‘Amigos con derecho’
—
Pero sin derecho a estar con otra persona…
Sus
ojos brillaron de manera especial.
—
¿Me estas queriendo decir que serás solo para mí? — dijo algo sorprendida.
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