Los maravillosos días juntos continúan y lo ocurrido esa noche se
acaba convirtiendo en una anécdota más. Dedicamos los días a tomar el sol, a
charlar y a disfrutar de nuestra compañía. Los mensajes de la tal Betta siguen
llegando e intento no pensar en ellos. No debo. Fernando también me manda
mensajes a mí y Eric se abstiene de comentarlos.
Una de las mañanas nos vamos los cuatro de excursión a Tarifa,
para ver las ruinas romanas de Baelo Claudia en Bolonia. Comemos allí en un
precioso restaurante y, cuando vamos a pagar, nos encontramos con Björn, el
amigo de Eric y otro amigo.
Nos saludan con afabilidad y juntos vamos todos a tomar un café a
una terracita. Mientras tomamos café, me entero que Björn es un abogado alemán
y que está de vacaciones por el sur. El otro amigo, un tal Fred, es un
viticultor francés. Durante un rato charlamos de lo primero que sale, pero soy
consciente de las miradas que me lanza Björn de vez en cuando. Eric también se
da cuenta y se acerca a mi oído.
—Björn se muere por probarte de nuevo.
—¿Y no te molesta saberlo?
Eric sonríe y me besa en el cuello.
—No. Es un buen amigo y sé que nunca haría nada sin mi permiso.
Además, estoy deseando ofrecerte a él de nuevo, si tú quieres.
El calor se apodera de mi cara y me abanico, mientras Eric sonríe.
—¿Calor, pequeña?
—Sí.
Pasea las manos por mis muslos, con posesión, y veo que Björn nos
observa. Eric, que está pendiente de todo, murmura:
—¿Quieres que vayamos a un hotel y te follemos?
—¡Eric!
—O mejor… ¿Qué tal si vamos a la playa y en el agua…?
—¡Eric!
—Sólo pensar en cómo abres la boca cuando jadeas ya me pone duro.
Divertido, quita las manos de mis piernas. Disfruta con sus
provocaciones y yo me acaloro. Me abanico y Eric sonríe.
Tras los cafés, cuando nos vamos a despedir, oigo a Andrés
preguntar:
—Björn, Fred, ¿os apetece venir a mi casa a cenar?
Aceptan inmediatamente y yo me acaloro más. Tras despedirnos de
ellos y quedar a las nueve, Frida se me acerca mientras caminamos hacia el
coche.
—¡Uoooo…! Esta noche tenemos fiestecita privada.
Durante todo el camino de vuelta, Eric no hace más que mirarme y
sonreír. Y cuando llegamos a casa y nos duchamos me estimula, mientras me
susurra al oído que esa noche me va a ofrecer. Tras la ducha, me pide que me
vista para la cena con un vestido verde y unos zapatos de tacón que le gustan y
me sugiere que no lleve ropa interior.
A las nueve, llegan Fred y Björn. Siento cómo éste me mira y
recorre mi cuerpo con sus ojos. Eso me inquieta, ya que sé por y para qué ha
venido.
Andrés nos hace la cena. Es un estupendo cocinero y los seis
disfrutamos del asado de carne alrededor de la mesa. Durante la cena, Eric no
me quita ojo y veo que sonríe al notar mis pezones duros como piedras marcarse
bajo mi vestido. Está disfrutando de mi
nerviosismo y eso me pone todavía
más histérica.
Nada más acabar la cena, Eric se levanta impaciente, coge mi mano,
una botella de champán y, tras mirar a Björn, murmura:
—Vayamos a por el postre.
Björn se limpia la boca con la servilleta, sonríe y se dirige
hacia donde está Eric. Yo me quedo ojiplática.
Me dejo llevar por Eric de la mano. La dirección que lleva es la
del cuarto azul con la cama redonda. En cuanto los tres entramos en la
habitación, me suelta y dice:
—No te muevas.
Me paro en seco y veo cómo él se sienta en la cama. Pone tres
copas sobre una mesita y las comienza a llenar. Comienzo a tener calor. Sobre
la cama veo varios botes y… y… el vibrador. Ardo. Me fijo en las sábanas.
Brillan. Parecen de plástico y en ese instante siento que Björn se me acerca y
se queda detrás de mí. Eric coge una de las copas y comienza a beber.
—Maravilloso postre —dice, tras dar un trago—, ¿no crees, Björn?
En décimas de segundo, las manos de éste se posan sobre mi cintura
y bajan por el contorno de mi trasero mientras Eric nos observa. Cuando llega a
las cachas de mi culo las aprieta.
—Mmmmm… estupendo.
Me muevo enloquecida mientras ese hombre me sigue tocando sin
decoro. Los ojos de Eric chispean de excitación cuando nota que mi movimiento
facilita que Björn me acaricie. Durante unos minutos, se limita a tocarme por
encima del vestido. Mis pezones duros se marcan en éste y él posa su boca sobre
la tela. Juega con ellos hasta que Eric dice:
—Ven, Jud… voy a desnudarte.
En décimas de segundo, el vestido cae a mis pies y quedo
totalmente desnuda ante ellos. Björn se sienta junto a Eric en la cama.
—Tu mujer me encanta… Es tan sabrosa que deseo chuparla entera.
Eric sonríe con morbo, me da un cachete en el culo que me escuece
y le indica a su amigo, mientras me acerca a él.
—Chúpala, es tu postre. Deseo ver cómo lo haces.
Escuchar eso hace que mi estómago se contraiga y entonces Björn,
aún vestido, se tumba en la cama.
—Vamos, preciosa. Ven aquí. Arrodíllate frente a mi cara y dame tu
coñito. Eres mi postre y te voy a comer entera.
Me subo a la cama y hago lo que me pide, avivada por lo que me
dice y, en especial, por la posesiva mirada de Eric.
Sin dilación me agarra por los muslos y su boca se pasea,
acelerada, por mi sexo. Lo lame. Lo chupa. Lo succiona. Lo restriega sobre su
cara mientras siento que sus dientes me dan pequeños mordisquitos que me hacen
jadear. Cierro los ojos. Estoy extasiada y mis caderas bailan sobre su boca,
mientras mis pechos se mueven de un lado para el otro.
No veo a Eric. Está sentado detrás de mí y, debido a mi postura,
no puedo ver su cara. Pero siento su mirada clavada en mi espalda y soy
consciente de que nota cómo restriego mi vagina sobre la boca de su amigo en
busca de mi placer. Aquel nuevo mundo que estoy descubriendo cada vez me gusta
más y, a cada instante, su disfrute es superior al hecho de perder la vergüenza
y buscar mi placer. Oigo algo que se rasga y presupongo que es un preservativo.
De pronto siento que Eric me tira de las caderas y me pone a cuatro patas sobre
su amigo. Björn junta mis pechos y se levanta para metérselos en la boca,
mientras Eric pone la punta de su
pene en mi húmeda vagina y poco a poco lo introduce.
Dos hombres. Uno encima y otro debajo. Estoy a su merced. Estoy
tan excitada que noto cómo mis fluidos resbalan por mi pierna cuando oigo la
voz de Eric:
—Sí… empapada para mí.
Las manos de Björn y las de Eric están en mi cintura. Cuatro manos
me sujetan y grito al notar que son ellos quienes me mueven para empalarme en
el pene de Eric una y otra vez. A cada grito mío, oigo sus resuellos.
Una y otra… y otra vez más, Eric me penetra mientras Björn empuja
mis caderas hacia él, hasta que de pronto noto que algo duro y muy mojado
intenta entrar por el mismo sitio por donde Eric me penetra. Me muevo y Eric
susurra.
—Es un consolador, cariño. Tranquila. Algún día quiero que seamos
dos los que te follemos por el mismo sitio.
Calor… calor y más calor.
¡Voy a explotar!
Eric continúa sus penetraciones, mientras Björn me chupa los
pezones y, con una de sus manos, mete poco a poco el consolador junto al pene
de Eric. Me dilato. Mi cuerpo y el interior de mi vagina se amoldan a la nueva
intrusión y comienzo a disfrutar de ellos. Todo es morbo. Todo es caliente.
Eric me da un nuevo azote y vuelve a penetrarme con fuerza. Yo grito y siento
que voy a estallar. Björn saca el consolador, lo deja sobre la cama y murmura
mientras abre mis muslos para Eric:
—Eres exquisita.
Eric detiene sus embestidas y coge el bote de lubricante que se
encuentra a nuestro lado mientras Björn sigue diciendo cosas calientes frente a
mi cara y me da azotitos en el trasero que me avivan.
—Ábrela —murmura Eric.
Björn me coge de las cachas del culo y tira de ellas para
separarlas. En ese instante noto cómo Eric, con la yema de su dedo, aplica
lubricante sobre mi ano. El líquido resbaladizo está templado y noto cómo lo
introduce con su dedo. Lo mete… lo saca y vuelve a meterlo. Jadeo y me muevo
inquieta. Nunca he practicado sexo anal y tengo miedo al dolor. Eric saca el
dedo y vuelve a meterlo con otra buena porción de lubricante. Esta vez su dedo
gira en circulitos en mi interior.
—Bien, cariño, bien… relájate. Lo estás haciendo muy bien —murmura
Eric.
Gimo y me inclino hacia adelante. Mis pechos caen sobre Björn, que
aprovecha para mordisquearme los pezones.
—Sí, preciosa… sí… danos tu precioso culito y te prometo que lo
pasarás muy bien.
Noto que el dedo de Eric entra y sale cada vez mejor. Gustosa,
muevo mi trasero en busca de aquel nuevo placer cuando siento que Eric
introduce dos dedos. La presión que percibo es tremenda y arqueo la cintura en
busca de alivio. Pero el dolor con dos dedos se me hace insoportable.
—Eric… Eric, duele.
Inmediatamente, con cuidado, saca los dedos y mete algo con forma
de chupete, yo gimo al notar cómo mi carne se abre y se amolda a él. Abro la
boca en busca de aire y, cuando siento que Eric me saca lo que me ha metido…,
jadeo… jadeo… jadeo… Instantes después, Eric se acerca a mí y deposita un beso
en mi nuca.
—Ya está, cariño. Por hoy no lo tocaré más.
Björn me suelta las cachas del culo y siento que vuelve a abrirme
las piernas.
—Eric… vamos… haz que su pechos
bamboleen sobre mí.
La penetración de Eric es profunda como a mí me gusta. De una
embestida, se mete dentro de mí y yo grito. Mis pechos se mueven ante la cara
de Björn y éste agarra uno y se lo mete en la boca para mordisquear mi pezón.
Cuando lo suelta, me mira y, mientras me muevo por las embestidas de Eric,
Björn susurra:
—Espero que Eric me deje probar algún día la estrechez de tu
trasero. Tiene que ser maravilloso follártelo.
No sé qué decir. Sólo muevo mi cabeza mientras me mira y observo las
ganas que tiene de penetrarme.
Björn no me besa. No se acerca a mi boca. Aún recuerda que Eric le
indicó que mi boca es sólo de él. Pero me mira y siento su excitación mientras
mi cuerpo salta sobre él ante las penetraciones de Eric.
Uno… dos… tres… diez.
Eric saquea mi cuerpo una y otra vez, hasta que se tensa y cae
desplomado sobre mí. Yo caigo sobre Björn. El sudor de su frente me empapa la
espalda y su boca me besa en la cintura. Sonrío al sentirlo bien y feliz.
Después, saca su pene de mí, libera su cuerpo del mío y dice:
—Ahora tú…
Björn asiente, me echa a un lado, se desnuda y coge uno de los
preservativos que hay sobre la cama. Con los dientes, lo rasga y se lo pone
rápidamente. Eric me mira mientras su pecho sube y baja por el esfuerzo que acaba
de hacer. Se quita el preservativo y lo deja a un lado.
—Túmbate sobre la cama, preciosa —murmura Björn.
Cuando lo hago, veo que ambos se levantan, Eric le cuchichea algo
y Björn hace un gesto afirmativo. Después, ambos se suben sobre la cama y Eric
coge la botella de champán.
—Junta las plantas de tus pies y flexiona las rodillas.
De nuevo mi húmedo, abierto y chorreante sexo queda ante ellos.
Björn se agacha y pasea nuevamente su boca por él, mientras Eric me echa
champán en el ombligo. Mi estómago se contrae y el champán cae descontrolado
por él. Björn chupa el reguero de alcohol que llega hasta mi vulva y murmura:
—Mmmmmmm… Maravilloso. Más…
Eric vuelve a echarme champán. Esta vez sobre mi vulva y yo me
arqueo, mientras Björn chupa y lame con avidez el frescor que el champán deja
sobre mí.
—Mastúrbate para nosotros, Jud —pide Eric, mientras me entrega un
vibrador para el clítoris.
Vuelve a echarme champán en mi sexo y agradezco de nuevo el
frescor, pero Björn lo seca rápidamente a lengüetazos. Enciendo el vibrador y
lo pongo al uno sobre mi ya hinchado clítoris. Me muevo sofocada y lo subo al
dos. Jadeo al notar cómo se abre la flor que hay en mí ante aquel runruneo y,
cuando Eric lo pone al tres y Björn apoya sus manos en mis muslos para que no
los cierre, el calor se apodera de mi cuerpo y despego el vibrador de mi
clítoris mientras grito y alzo las caderas.
Björn deseoso de entrar en mi interior y, más tras lo que acabo de
hacer, coge mis muslos y se los pone sobre sus hombros. Me penetra con cuidado.
Yo grito y él vuelve a penetrarme, mientras Eric se acerca a mí por la cabecera
de la cama, riega su pene con champán y me lo mete en la boca.
—Todo tuyo, pequeña.
Excitada por mi situación,
jugueteo con el glande de Eric en mi boca. Dibujo círculos con la lengua
alrededor de la corona y siento que reacciona. Su pene se ensancha y agranda
mientras lo succiono, escucho a Eric gemir y Björn me penetra. Como tengo los
brazos sueltos, llevo mis manos hasta sus testículos y los acaricio lentamente.
—Ahhh… —susurra.
Me llenan entre los dos.
Björn por mi vagina y Eric por mi boca hasta que siento que Eric
se retira con su pene duro y erecto y observa cómo mi cuerpo se mueve ante las
penetraciones de Björn.
—¡Dios, me voy a correr! —jadea éste.
Me coge por las caderas y me aprieta contra él. Eso me hace
retorcerme y gemir. Mis pechos se bambolean delante de ellos, mi cuerpo se
arquea y grito:
—¡Más!
Björn sale de mí y vuelve a entrar. Abro los ojos y miro a Eric
que me observa a mi lado y siento la lujuria en sus ojos. Me gusta. Me excita.
Björn da un grito de placer, se echa hacia atrás y se deja ir. Eric se sienta
sobre la cama se pone un preservativo y me dice:
—Jud, ven… siéntate sobre mí.
Con las piernas temblorosas, me muevo y lo obedezco. Estoy
dispuesta a que me penetren otra vez. Lo deseo. Su pene entra en mi ensanchada
vagina y sin piedad alguna me aprieta contra él.
—Así… vamos, cariño, aráñame al espalda.
Jadeo… grito y lo araño. Durante unos minutos, Eric bambolea sus
caderas en círculo y su pene se mueve dentro de mí al mismo tiempo que yo me
estrujo contra él. Adoro esa sensación de plenitud.
—Eric…
—Dime, cariño… —susurra mientras me aprieta una y otra vez y me da
la impresión de que me va a partir en dos.
—Me gusta… oh… sí… me gusta.
Asiente con los ojos encendidos.
—Lo sé, pequeña… lo sé.
Björn, colocado a nuestro lado, nos observa y, segundos después,
se pone detrás de mí y me toca los pezones con sus dedos mientras Eric vuelve a
apretarme contra su enorme erección.
—Hoy no, cariño… pero otro día te penetraremos los dos por la
vagina.
Un espasmo me recorre el cuerpo. Grito… Jadeo.
Un chillido llama mi atención y de pronto veo a Frida sobre la
cama. ¿Cuándo han entrado?
Está en la misma tesitura que yo. Pero ella está siendo penetrada
por los dos hombres. Andrés, su marido, la penetra por la vagina, mientras Fred
la penetra con holgura y fuerza por el ano. Nuestras miradas se encuentran y la
carne se me pone de gallina. Ambas disfrutamos de lo que esos hombres nos hacen,
mientras nos sentimos sus muñecas, sus juguetes y accedemos a sus caprichos.
Siento que un orgasmo devastador va a salir de mí… calor… calor…
calor…
Mi vagina se contrae y succiona la enorme erección de Eric. Los
dos gritamos. Yo me dejo ir, mientras Eric se bebe mi orgasmo.
Agotada, me quedo entre sus brazos y él me dice dulces y bonitas
palabras de amor. Parece mentira que tengamos esa intimidad rodeados por otras
personas. Pero sí. Ése es un momento totalmente íntimo entre él y yo.
44
Dos días después, tras la noche de sexo lujurioso que pasamos en
el cuartito de juegos de Frida y Andrés, la vida sigue su rumbo. Cada vez estoy
más colgada por Eric y él cada vez está más pendiente de mí. Todo lo que
necesito o deseo, antes de que yo lo pida, él me lo da. ¿Se estará enamorando
de mí?
Esa mañana, Andrés decide encargar una paellita en la playa. Sobre
las dos de la tarde bajamos a comerla al chiringuito. Está deliciosa. La mejor
paellita mixta que he comido en mi vida. El teléfono de Eric suena continuamente
y tan pronto leo el nombre de Marta como el de Betta. No digo nada, él ya lo
dice todo con sus gestos. Tras la paella decidimos tirarnos en la playa un
ratito a tomar el sol.
El teléfono de Eric vuelve a sonar. Finalmente observo que teclea
en él, pero poco después se agobia y le pide a Andrés que lo lleve al chalet.
Su humor ha cambiado y, aunque lo intenta disimular, su cara no lo puede negar.
Rápidamente me levanto y comienzo a recoger las cosas. Eric, al
verme, me coge de la mano.
—Quédate con Frida, cielo. Andrés regresará para estar con
vosotras.
—No… no, yo me voy contigo —insisto.
—He dicho que te quedes, Jud… no quiero compañía. Me duele la
cabeza y quiero estar solo.
Su humor me exaspera.
—Mira, chato, me importa un bledo si no quieres compañía, he dicho
que regreso contigo y no se hable más.
—¡Maldita sea! —gruñe—. He dicho que te quedes.
Su gruñido no me asusta.
—No me gustan los numeritos y menos cuando no sé de qué van. Por
lo tanto me lo vas a aclarar e iré contigo.
Pero Eric se niega. Está irascible y, por más que intento
convencerlo, lo único que consigo es que se enfade a cada segundo más conmigo.
Al final, Frida se interpone entre los dos y pone paz. Andrés habla algo con
Eric y lo tranquiliza. No entiendo por qué se ha puesto así y me niego a darle
un beso cuando se marcha con Andrés.
Durante un rato, Frida y yo permanecemos calladas mientras tomamos
el sol, hasta que ella dice:
—Judith, no te preocupes. No pasa nada.
Me muerdo los labios. Estoy enfadada. Me siento en la toalla.
—Sí. Sí pasa, Frida. Sus cambios de humor me desesperan. Tan
pronto está bien, como…
—Os conocéis desde hace poco, ¿verdad?
—Sí. Hará unos dos meses más o menos.
—¿Sólo ese tiempo?
—Sí.
Hace un gesto con la cabeza.
—Pues, chica… te aseguro que conozco a Eric desde hace muchos años
y nunca lo he visto tan atontadito con una mujer.
—Sí… seguro.
—Te lo prometo, Judith. No tengo por qué engañarte.
Asiento, deseosa de creer lo que
ella dice. Lo necesito. Pero entonces recuerdo lo enfadado que estaba.
—No lo conozco apenas, Frida. No me deja conocerlo salvo en el
plano sexual y, aunque con él estoy descubriendo cosas que me gustan y que sin
él nunca habría experimentado, quiero y necesito saber de él. De Eric como
persona.
Frida arruga la comisura de los labios. Quiero preguntarle mil
cosas.
—¿Quiénes son Betta y Marta? Cada día recibe varios mensajes de
ellas.
Noto que mi pregunta incomoda a Frida.
—Sé que sabes de lo que hablo. No lo niegues. Por favor, dime qué
pasa.
Frida se sube las gafas de sol para mirarme directamente a los
ojos y murmura:
—Judith…
Durante unos instantes, la miro a los ojos y finalmente bajo la
mirada, rendida. Todo es hermético en torno a él y murmuro mientras me tumbo en
la toalla:
No hay comentarios:
Publicar un comentario