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19
Traducido por Juli
Miré mi reflejo en el espejo, tratando de ver
objetivamente. Cuando
era una niña, especialmente en aquellos encantadores años
de
principios de adolescencia, solía verme muy diferente. Me
veía el pelo
rubio ceniza y la piel pálida poco interesante. Veía los
ojos verdes
planos y mis rodillas huesudas que se partían de delgada,
como las
piernas de un pájaro. Veía una nariz ligeramente
respingona y un
labio inferior que parecía que podría tropezar con él si
no era
demasiado cuidadosa.
Cuando tenía quince años, una tarde mi abuela me dijo que
pensaba
que el vestido rosa que llevaba puesto se veía bien
contra mi piel. Me
burlé e inmediatamente disentí con ella. —Gracias, abuela, pero sólo
tuve unas tres horas de sueño anoche, y lo último que
luzco hoy es
bonita. Cansada y pálida, pero no bonita.
Puse los ojos en esa forma que las adolescentes hacen, y
ella tomó
mi mano.
—Siempre acepta un cumplido,
Caroline. Siempre tómalo de la
manera en que fue deseado. Ustedes chicas son siempre tan
rápidas
para torcer lo que otros dicen. Simplemente dicen gracias
y siguen
adelante. —Sonrió de esa manera
tranquila y sabia que ella tenía.
—Gracias. —Sonreí
de vuelta, ocupándome con la salsa de espagueti
y girando la cara para que no pudiera ver mi sonrojo.
—Me rompe el corazón la manera en
que las muchachas se rebuscan,
nunca pensando que están lo suficientemente bien. Asegúrate
de
siempre recodar, que eres exactamente la forma en que se
supone
que seas. Exactamente. Y cualquiera que diga lo
contrario, bueno,
tonterías. —Se rió, su voz
bajando un poco en esa última palabra, lo
más cerca que nunca llegaría a maldecir. La abuela tenía
una lista de
malas palabras y palabras realmente malas, y tonterías
estuvo a
punto de acercarse a esto último.
Al día siguiente en la escuela le mencioné a una amiga
que pensaba
que su cabello se veía genial, y su respuesta fue pasar
sus manos a
través de él con disgusto.
—¿Estás bromeando? Apenas si tuve
tiempo para lavarlo hoy.
A pesar de que tenía un aspecto fantástico.
Más tarde, después de la clase de gimnasia, me cambiaba
en el
vestuario cuando observé a otra amiga retocar su brillo
de labios. —
Eso es bonito. ¿Cuál es el nombre
de ese color? —le pregunté cuando
frunció los labios en el espejo.
—Tarta de Manzana, pero se ve
horrible en mí. ¡Dios, no tengo que
broncearme tanto este verano!
La abuela tenía razón. Las chicas realmente no tomaban
bien los
cumplidos. Ahora, no voy a mentir y decir que después de
ese día por
arte de magia no tenía más días malos del pelo o nunca
escogí el
lápiz labial incorrecto de nuevo. Pero hice un esfuerzo
consciente para
ver lo bueno antes que lo malo y realmente me veo a mí
misma de
una manera más clara. Objetivamente. Amablemente. Y
mientras mi
cuerpo siguió cambiando, me sentía más y más consciente
de las
características que podía ver de manera positiva en lugar
de
negativa. Nunca pensé en mí como letalmente preciosa,
pero me veía
bien.
Y ahora, mientras me miraba en el espejo del baño,
sabiendo que
Simon me esperaba, me tomé el tiempo para hacer un pequeño
inventario.
¿El pelo rubio ceniza? Ya no era
tan ceniza. Era brillante y dorado, un
poco ondulado y rizado del agua salada que había estado
tomando en
toda la semana. ¿La piel pálida?
Bien dorada y, me atrevería a decir,
¿un poco brillante? Me guiñé un
ojo a mí misma, conteniendo una risa
maníaca. Mi boca tenía el labio inferior ligeramente
carnoso, sólo lo
bastante lleno como para atraparme algún Simon y no dejar
que se
vaya. ¿Y las piernas que vi
asomando por debajo del encaje apenas
cubriendo mis muslos? Bueno, ya no tan parecidas a las
patas de un
ave. De hecho, creo que se van a ver bastante
espectaculares
envueltas alrededor de Simón... Lo que sea que se sienta
estar
envuelta a su alrededor.
Y entonces, mientras me alisé el pelo una vez más y
mentalmente
recorrí todas mis listas de control interno, estaba
salvajemente
emocionada por la noche por delante. Habíamos corrido de
vuelta a la
casa, prácticamente desvistiéndonos el uno al otro en la
entrada, y
después de mendigar unos momentos de tiempo de chica, yo
estaba
lista para salir a reclamar a mi Simon. Porque, ¿A quién bromeaba?
Quería a ese hombre. Lo quería sólo para mí, y no, no lo
compartiría
con nadie más.
Una vez que mi cerebro estuvo finalmente de acuerdo con
mi
Carolina de abajo. Especialmente desde que había avanzado
hasta las
Agallas y golpeado al Cerebro justo en el tallo, diciéndole
de esa
manera especial que necesitábamos esto. Nos merecíamos
esto, y
estábamos listos. Los nervios, bueno, continuaron
revolviendo en mi
estómago, pero eso era de esperar, ¿no?
Quiero decir, que había sido
un largo, largo tiempo, y un poco de nervios era normal,
supongo.
¿Había estado dilatándolo toda la
semana? Quizás.
Más o menos.
Un poco.
Simón había sido más que paciente, contento de tomar las
cosas con
calma, a mi ritmo, pero por el amor de Dios, era un ser
humano.
Insistí en que los Nervios no permitirían dar vuelta otra
noche
española a la tierra de mimos y arrullos. Me volví en el
espejo,
tratando de ver como Simon podría verme. Sonreí en lo que
pensé
que era una manera seductora, apagué la luz, tomé una
respiración
profunda más, y abrí la puerta.
La habitación se había transformado en algo de un cuento
de hadas.
Las velas parpadeaban en el armario y mesitas de noche,
bañando la
habitación en un cálido resplandor. Las ventanas estaban
abiertas, así
como la puerta hacia el pequeño balcón con vistas al mar,
y podía oír
las olas rompiendo, el romance estilo de novela. Y allí
estaba: pelo
revuelto, cuerpo fuerte, ojos llameantes.
Vi como me tomó, arrastrando la mirada por mi cuerpo y de
vuelta
hacia arriba, una sonrisa en su rostro cuando apreció mi
traje de
elección.
—Mmm, ahí está mi Niña del Camisón
Rosa —suspiró, tendiendo la
mano. Y cuando me estanqué por sólo el más mínimo
segundo, las
Agallas tomaron mi mano y se la tendieron.
Nos quedamos en la habitación a oscuras, unos metros de
distancia,
pero unidos por nuestros dedos entrelazados. Podía sentir
la textura
áspera de su pulgar mientras trazaba círculos en el
interior de mi
mano, los mismos círculos que había rastreado semanas y
semanas
antes cuando comencé a caer bajo su hechizo. Nuestros
ojos se
llenaron entre sí, él tomó una respiración profunda.
—Es criminal lo bien que te ves
en eso —dijo, atrayéndome hacia él y
dándome una vueltecita así podía ver mejor el camisón
rosa. Mientras
me giraba, los bordes de encaje se subieron un poco,
mostrando las
bragas acompañadas con pliegues. Un ruido bajo sonó en su
garganta, y si no me equivoco, ¿fue
un gruñido? Maldición...
Me acercó más, agarrando mis caderas y apretándome contra
él,
aplastando mis senos contra su pecho. Le dio un pequeño
beso a mi
oído, haciéndome sentir sólo la punta de la lengua.
—Así que hay algunas cosas que
necesito que entiendas —murmuró,
acariciando con la nariz, sus manos rozando debajo de mi
camisón
para acariciar mis pliegues y agarrando un puñado de mi
trasero,
tomándome por sorpresa. Jadeé.
—¿Me estás escuchando? No te
distraigas en mí ahora —susurró de
nuevo, aplanando la lengua y arrastrándola hacia arriba
en el lado de
mi cuello.
—Es un poco difícil concentrarse
con tu distracción empujándome en
el muslo —gemí, dejando que él me
doblara hacia atrás lo suficiente
para que todo mi cuerpo inferior se apretara contra él,
sus lugares
duros perfectamente satisfechos de moldear mis lugares
blandos
alrededor de ellos. Se rió entre dientes en mi cuello,
ahora salpicando
mi clavícula con sus besos bebé marca registrada.
—Esto es lo que necesitas saber.
Uno, eres increíble —dijo, sus
manos ahora viajaron hasta la parte baja de mi espalda,
dedos y
pulgares masajeando y manipulando—.
Dos, eres increíblemente sexy
—suspiró.
Mis manos ahora apresuradamente desabotonaron su camisa,
empujándola hacia atrás sobre sus hombros cuando nuestro
ritmo
comenzó a hacer la transición de lento y fácil a rápido y
frenético.
Ahora sus manos se movían alrededor del frente, sus uñas
ligeramente rozando mi barriga, levantando mi camisón,
entonces
estuvimos piel a piel, nada más entre nosotros. Recorrí
con mis
manos arriba y abajo de su espalda, mis uñas mucho más
agresivas,
enterrándolo y anclándolo contra mí.
—Y tres, tan increíblemente sexy
como es este camisón rosa, lo único
que quiero ver el resto de esta noche es mi Dulce
Caroline, y necesito
verte. —Jadeó al oído mientras me
recogía, levantándome, y mi
pierna derecha se fue a la cintura por sí sola.
Una vez más, la Ley Universal de Wallbanger dictaba que
las piernas
iban alrededor de las caderas cuando fueran ofrecidas.
Me acompañó hacia atrás a la cama y me puso suavemente.
Inclinándose, me empujó hacia atrás sobre los codos. Con
la camisa
colgando de sus hombros, me guiñó un ojo, señalando a su
estado de
desnudez. Extendí la mano, doblando un dedo detrás del
botón de
sus pantalones y lo abrí. Al no tener un vistazo de su
boxer,
suavemente bajé la cremallera apenas una pulgada o menos,
dejando
al descubierto el rastro feliz que conducía abajo, abajo,
abajo, donde
todas las cosas buenas eran encontradas. Dulce madre de
la perla.
—¿Tienes algo en contra de los
calzoncillos? —susurré, levantando
una rodilla y forzándolo entre mis caderas. Forzando.
Correcto.
—Estoy en contra de tu ropa
interior, y ¿no es una vergüenza que
todavía estén allí? —Sonrió,
empujando sus caderas contra mí,
haciéndome sentir todo.
Dejé caer mi cabeza hacia atrás, silenciosamente
empujando hacia
abajo los Nervios cuando amenazaron con propagarse por sólo
una
pizca. Vete a la mierda, Nervios. Esto estaba ocurriendo.
—No hay vergüenza. Tengo la
sensación de que no estará por mucho
tiempo. —Suspiré, echándome hacia
atrás para estirar los brazos por
encima de mi cabeza, alargando mi cuerpo contra el suyo y
animando
a sus labios a bailar más allá a lo largo del hueco de la
base de mi
clavícula. Podía sentirlo lamer y chupar entre mis
pechos. Me arqueé
contra él, deseosa de sentir más. Necesitaba más. Empezó
a apartar
las correas de mi camisón hacia abajo, dejándome al
descubierto y
permitiéndole el acceso que necesitaba para hacerme
orbitar
alrededor del planeta.
Sintiendo su boca en mí, en mis pechos, caliente y húmeda,
haciéndome cosquillas y descuidado, era irreal. Así que
se lo dije.
—Se siente increíble —gemí en la parte superior de su cabeza cuando
lo andrajoso de su barba ligera maltrató mi piel
agradablemente. Sus
labios se cerraron alrededor de mi pezón derecho, y mis
caderas se
fueron por la tangente hacia las suyas, posicionándome
salvajemente
debajo de él, mis dos piernas ahora envueltas firmemente
alrededor
de su cintura. Los labios y la lengua y los dientes ahora
prodigaron a
través de mi escote, el cual se esparció por el borde del
camisón
mientras alternó entre los pechos, amándolos por igual.
Estaba
rodeada de Simon, e incluso su olor me estaba
encendiendo, partes
iguales de especias picantes y el espeso coñac español.
Palabras sin sentido fueron vertidas de mi boca. Yo era
consciente de
unos pocos "Simons", y uno o dos, "Sí, eso
es bueno", pero sobre todo lo
que oí de mí misma eran cosas como "Mmph" y
"Erghh", y un bastante
ruidoso "Hyyyyaeahhh", por que, francamente, no
hay una ortografía
correcta.
Simon suspiró una y otra vez sobre mi piel, su respiración
un
incentivo cuando lo sentí inundándome. Mis manos habían
quedado
libres de vagar en la maravilla que era su pelo, y cuando
lo barrí
atrás de su rostro fui recompensada con la vista increíble
de su boca
sobre mí, con los ojos cerrados en la adoración. Él mordió
ligeramente, cerrando sus dientes alrededor de mi piel
sensible, y mis
manos casi rasgaron el pelo de su cabeza. Se sintió
fenomenal.
Su otra mano corría hacia arriba y abajo de mi pierna,
animándome a
agarrarlo más estrecho entre mis muslos mientras sus
dedos
maravillosos comenzaron a acercarse cada vez más al borde
del
encaje. Era la última frontera que aún tenía que cruzar:
la frontera
del encaje.
Sentí mi respiración acelerarse mientras continuó acercándose
al
final, sus dedos acariciando justo debajo del borde de
mis bragas,
apenas acariciando. Su respiración se redujo también, y
mientras
siguió tocándome suavemente, su rostro volvió a subir al
mío, y
tuvimos este momento, este momento de tranquilidad, en el
que
sólo... nos miramos. Impresionante es la única manera que
puedo
describir la sensación de su mano fantasma sobre mí, con
delicadeza,
con reverencia. Nuestros ojos se encontraron cuando él
alivió su
mano aún más por debajo del encaje y entonces, con
precisión
dolorosamente perfecta, me tocó.
Mis ojos se cerraron, todo mi cuerpo inundado con tantas
sensaciones. Mi respiración empezó a aumentar de nuevo,
la intensa
presión que había estado dando vueltas alrededor y dentro
y fuera
era ahora como un zumbido de bajo nivel, justo debajo de
la
superficie de mi piel. Me moví con él, sintiendo sus
dedos comenzar a
explorarme, y solté el más pequeño gemido. Era todo lo
que pude
dejar salir. Los sentimientos eran tan intensos y la
energía—oh, Dios
mío, la energía que nos rodeaba en ese momento.
Estaba segura de que Simon era ajeno a todas las
emociones que
volaron detrás de mis párpados cerrados. El pobre hombre
estaba
finalmente consiguiendo un pequeño toque. Pero cuando sus
dedos se
volvieron más hábiles y seguros de sí mismos, algo increíble
comenzó
a suceder. Ese pequeño manojo de nervios, que había
estado
dormido durante siglos, comenzó a despertar a la vida.
Mis ojos se
abrieron cuando un calor muy específico comenzó a moverse
a través
de mí, empezando por el centro de mi ser y saliendo.
Simón sin duda disfrutaba de esto. Sus ojos lucían
confusos y llenos
de lujuria mientras me retorcía debajo de él. Yo sabía
que él podía
sentirme tensa y revivir.
—Dios, Caroline, eres tan... eres
hermosa —murmuró, sus ojos ahora
llenándose con algo un poco más que la lujuria, y sentí
diminutos
pinchazos detrás de mis ojos.
Tiré mis brazos alrededor de su cuello y lo sostuve
cerca,
desgarrando su camisa para sacarla, sacarla fuera de él
para que yo
pudiera sentir todo. Se levantó de mí por sólo unos
segundos,
rasgando la camisa de una manera exagerada que me hizo reír,
pero
anhelarlo aún más.
Bajando de nuevo a mí, se deslizó más abajo, sus labios
trazando un
camino hasta mi ombligo. Haciendo círculos con la lengua,
se rió en
mi panza.
—¿De qué se ríe, señor? —Me reí, apretando su oreja. Él estaba por
debajo del camisón ahora, con el rostro escondido de mí.
Asomando
la cabeza hacia atrás, soltó una lenta sonrisa que hizo
estremecerse a
mis dedos de los pies.
—Si tu ombligo sabe tan bien… Joder, Caroline. No puedo esperar a
probar tu coño.
Hay ciertas cosas que una mujer necesita escuchar en
diferentes
momentos de su vida:
Conseguiste el trabajo.
Tu culo se ve muy bien con esa falda.
Me encantaría conocer a tu madre.
Y cuando se utiliza en el contexto adecuado, sólo en el
lugar
adecuado, a veces, una mujer necesita escuchar la palabra
con C.
Esto podría ser mejor que Clooney.
El gemido que salió de mi boca cuando dijo esa palabra,
bueno,
vamos a decir que fue lo suficientemente fuerte como para
despertar
a los muertos. Dejó que su lengua trazara un camino desde
el
ombligo hasta el borde de mis bragas, y luego con amorosa
precisión,
metió los pulgares bajo el encaje y las arrastró por mis
piernas.
Allí estaba yo, extendida en la cima de la Ciudad de las
Almohadas
con un camisón rosa amontonado alrededor de mi cintura,
todas las
partes pertinentes expuestas, y maldita sea, feliz. Tiró
de mis caderas
hasta el borde de la cama y se dejó caer de rodillas.
Dulce Jesús.
Mientras acariciaba con sus manos arriba y abajo de la
parte superior
de mis piernas, me levanté sobre los codos para poder ver,
necesitando ver este maravilloso hombre tendido sobre mí,
cuidándome. Arrodillado entre mis muslos, con sus
pantalones
desabrochados y la mitad de la cremallera baja, el pelo
en alturas
atómicas, era impresionante. Y en movimiento.
Una vez más, dejando a su lengua guiar, plantó besos a lo
largo de la
parte interna de mis muslos, por un lado y luego el otro,
con cada
paso cada vez más cerca de donde yo más lo necesitaba.
Cuidadosamente levantando mi pierna izquierda, la enganchó
por
encima de su hombro mientras arqueaba mi espalda, ahora
todo mi
cuerpo ansiando sentirlo.
Me miró por un momento más, tal vez incluso unos pocos
segundos,
pero se sintió como toda una vida. —Hermosa
—suspiró una vez más,
y luego presionó su boca en mí.
No hubo lamidas rápidas, ni besos pequeños, sólo presión
increíble
mientras me rodeaba con sus labios. Fue suficiente para
hacerme
caer de nuevo en la cama, incapaz de sostenerme a mí
misma por
más tiempo. La sensación, la exquisita sensación de él me
consumía
completamente, y yo apenas podía respirar. Trabajó
conmigo lento y
bajo, llevando una mano para abrirme aún más a él,
dejando su boca
y sus dedos y su lengua perfecta gentilmente y metódicamente
persuadiéndome en la estratosfera, levantándome, llenándome
con la
sensación de temor y asombro que yo había perdido durante
tanto
tiempo.
Dejé una mano caer hacia él y enredarse en su pelo,
pasando mis
dedos a través de él con tanto sentimiento como pude. ¿La otra
mano? Inútil. Haciendo un puño en las sábanas en una
especie de
bola.
Levantó la cabeza de mí una vez, sólo una vez, para
presionar otro
beso contra mi muslo. —Perfecto.
Jesús, simplemente perfecto —
susurró, en voz tan baja que apenas podía oírlo con mis
propios
suspiros y gemidos. Volvió a mí casi de inmediato, una urgencia
ahora a sus movimientos, sus labios y su lengua girando y
presionando mientras gemía en mí, la vibración montando
directamente.
Abrí los ojos por un segundo, sólo un segundo, y la
habitación era
brillante, casi incandescente. Todos mis sentidos cobraron
vida, y yo
podía escuchar el romper de las olas, ver la luz de las
velas
parpadeantes en nuestros cuerpos. Podía sentir mi piel
ponerse en
carne de gallina, el aire acariciándome y anunciando lo
que había
perdido durante meses, incluso años.
Este hombre podría muy posiblemente amarme. Y estaba a
punto de
devolverme la O.
Rompiendo los ojos cerrados otra vez, casi me veía a mí
misma, de
pie en el borde de un acantilado, mirando hacia abajo en
el océano
enfurecido. Una presión, una presión enorme estaba
construyendo
detrás de mí, empujándome hacia el borde en el que podría
caer,
caer libremente en lo que me esperaba. Di un paso, luego
otro, más y
más cerca mientras podía sentir a Simón agarrando mis
caderas. Pero
esperé. Si la O se acercaba a mí, yo quería a Simon
dentro. Lo
necesitaba dentro de mí.
Tirando de sus hombros, lo subí encima de mi cuerpo, los
pies
pateando sus pantalones hasta que yacían indefensos en el
suelo.
—Simón, necesito, por favor,
dentro, ahora —jadeé, casi incoherente
con la lujuria. Simon, educado en la taquigrafía de
Caroline, entendió
esto completamente y se posicionó entre mis piernas, sus
caderas
juntándose con las mías en cuestión de segundos. Se
inclinó,
besándome sin motivo, el sabor de mí sobre él. Y me
encantó.
—Dentro, dentro, dentro —seguí cantando, mi espalda y las caderas
alternativamente arqueándose, tratando desesperadamente
de
encontrar lo que necesitaba, lo que tenía que tener, para
empujarme
fuera de ese acantilado. Me dejó por sólo unos segundos
para hurgar
en sus pantalones, los cuales yo había pateado al otro
lado del
cuarto. La arruga delatora me hizo saber que estaba a
salvo, que
estábamos a salvo.
Finalmente lo sentí, exactamente donde él estaba
destinado a estar.
Apenas se impulsó en el interior, pero sólo la sensación
de él
entrando en mí fue monumental. Mis propias necesidades se
calmaron por el momento, y vi como empezó a empujar
dentro de mí
por primera vez. Sus ojos perforando en los míos mientras
acuné su
cara entre las manos. Parecía como si quisiera decir
algo. ¿Qué
palabras diríamos, qué cosas maravillosamente cariñosas
diríamos
para conmemorar este momento?
—Hola —susurró,
sonriendo como si su vida dependiera de ello.
No pude evitar sonreír también. —Hola
—le contesté, amando la
sensación de él, el peso de él, encima de mí.
Se deslizó suavemente dentro de mí, y al principio mi
cuerpo se
resistió. Había pasado mucho tiempo, pero el pequeño
dolor que sentí
era bienvenido. Era ese dolor bueno, un dolor que te
permite saber
que algo estaba viniendo. Me relajé un poco, permitiendo
a mis
piernas envolverse alrededor de su cintura, y mientras
apretaba más
dentro de mí, su sonrisa se hizo infinitamente más sexy.
Se mordió el
labio inferior y pequeñas líneas de expresión aparecieron
en su
frente.
Aspiré, inhalando su aroma cuando lo vi salir sólo el
pedacito más
pequeño, sólo para empujar una vez más. Ahora totalmente
dentro,
le di la bienvenida de la única manera que podía. Le di
ese pequeño
abrazo interno, lo que hizo que sus ojos destellaran
abiertos y
miraran hacia mí.
—Esa es mi chica —murmuró, levantando una ceja y empujando en
mí otra vez, con más convicción esta vez. Mi aliento quedó
atrapado
en mi garganta y jadeé, sin saberlo, meciendo las caderas
en las
suyas con un movimiento tan antiguo como las olas
rompiendo abajo.
Poco a poco comenzó a moverse dentro de mí, deslizándose
contra
mí con una presión fantástica, cada nuevo ángulo y la
sensación
dando forma a más de esa cálida sensación de cosquilleo
trabajando
su camino hasta la punta de cada dedo y dedo del pie. La
sensación
de tener a Simon dentro de mí, dentro de mi cuerpo, era más
de lo
que puedo expresar. Gemí, y él gruñó. Gimió y yo maullé.
Juntos.
Sus caderas me empujaron más en la cama, hacia el
cabecero.
Nuestros cuerpos estaban resbaladizos por el sudor,
chocando y
chocando entre sí. Enrosqué mis manos profundamente en su
pelo,
tirando y retorciéndome debajo de él.
—Caroline, tan hermosa —suspiró entre beso y beso en la frente y la
nariz.
Cerré los ojos y pude verme a mí misma, una vez más, al
borde del
acantilado, lista para saltar, necesitando saltar. Una
vez más, la
presión comenzó a construirse, aquel crujido de energía
volviéndose
salvaje y frenético, pulsando con cada golpe, cada resbalón
y
descenso de sus caderas en los mías, conduciéndolo,
implacable,
dentro y fuera de mi cuerpo.
Tomé un paso final, ahora un pie colgando del borde del
acantilado,
¡y luego! La vi... O. Ella estaba
en el agua, su pelo como fuego
bailando a lo largo de las olas. Me saludó y la saludé y
así como así,
Simón trajo una mano entre nuestros cuerpos, justo encima
de donde
estábamos unidos y empezó a trazar sus círculos pequeños.
Círculos pequeños de una mano perfecta, y salté. Salté
libre y claro y
ruidosa y orgullosa, anunciando mi aprobación con un
vigoroso—: ¡Sí!
—Mientras corría hacia esa altura
determinada.
Y caí.
Y caí.
Y caí.
Y me estrellé. Estrellada y golpeada contra la superficie
implacable
del agua, y no ascendí. Caí por lo que pareció una
eternidad, pero en
lugar de la O, me encontré en la parte inferior con los
brazos
abiertos, trastabillé, sola y mojada. Cada músculo de mi
cuerpo, cada
célula se concentró en regresar a la O, como si pudiera
regresar a
ella. Me esforcé, el cuerpo apretado y tenso cuando la
vi, sólo las
puntas de su pelo, como el fuego bajo el agua, deslizándose
lejos de
mí. Estaba tan cerca, tan tan cerca, pero no. No.
Rebusqué detrás de ella, tratando con pura voluntad
hacerla
reaparecer, pero nada. Se había ido, y yo me quedé bajo
el agua.
Con el hombre más hermoso del mundo dentro de mí.
Abrí los ojos y vi a Simon encima de mí, vi su hermoso
rostro
mientras me hacía el amor, y eso es lo que esto era. Esto
no era
sexo. Esto era amor, y yo todavía no podía ofrecerle todo
lo que
tenía. Vi sus ojos pesados y gruesos y medio cerrados en
la pasión. Vi
una gota de sudor deslizándose por su nariz y miré como
se esparció
perezosamente sobre mis pechos. Vi como se mordió con
fuerza el
labio inferior, la tensión en su rostro mientras
retrasaba su propio
bien merecido clímax.
Él era todo lo que esperé que sería. Era un amante
generoso, y yo
podía sentir a mi corazón golpeando dentro de mi pecho
para estar
más cerca de él, para amarlo. Él lo era todo.
Levanté su mano de en medio nosotros y besé sus dedos,
luego
envolví mis piernas apretadas alrededor de su cintura y
anclé mis
manos sobre su espalda. Él me esperaba. Por supuesto que
lo hacía.
Lo adoré. Cerré mis ojos una vez más, preparándome a mí
misma
para todo lo que era capaz de darle.
—Simón, esto es tan bueno —jadeé, y quise decir cada palabra.
Levanté mis caderas. Apreté en todos los lugares
correctos, y grité su
nombre, una y otra vez.
—Caroline, mírame, por favor —rogó con voz llena de placer. Permití
a mis ojos abrirse otra vez, sintiendo una lágrima
deslizarse por mi
mejilla. Una mirada extraña se apoderó de su rostro por
un segundo
mientras sus ojos buscaron los míos, ¿y
luego? Él se vino. Ningún
trueno, ni relámpago, ni fanfarria. Pero fue
impresionante.
Se dejó caer sobre mí, y tomé su peso. Tomé todo mientras
lo acuné
contra mi pecho y lo besé una y otra vez, mis manos
reconfortando
su espalda, mis piernas abrazándolo tan fuerte como podía.
Susurré
su nombre mientras él acariciaba el espacio entre mi
cuello y mi
pecho, simples toques y caricias.
El corazón se hizo a un lado y suspiré silenciosamente. ¿Nervios? Tú
hijo de puta. Ni siquiera pienses en dar la cara aquí.
Nos quedamos así un rato, escuchando el océano en nuestro
propio
pequeño paraíso, este cuento de hadas romántico que podría
tener,
debería haber sido suficiente. Cuando su respiración
volvió a la
normalidad, levantó la cabeza y me besó muy suavemente.
—Dulce Caroline. —Sonrió, y le devolví la sonrisa, mi corazón
completo.
El sexo podría ser increíble, incluso sin la O.
—Enseguida vuelvo —dijo desenredándose de mí y caminando hasta
el baño, su trasero desnudo un espectáculo para la vista.
Lo miré
irse, y luego me senté rápidamente, tirando de las
correas de mi
camisón de nuevo alrededor de mis hombros. Me di la
vuelta a mi
lado, lejos del cuarto de baño, y me enrosqué alrededor
de mi
almohada. Esta había sido la mejor experiencia sexual de
mi vida.
Cada i había sido esparcida, cada t había sido cruzada.
Y, sin
embargo, seguía siendo imposible la O. ¿Qué
demonios estaba mal
conmigo?
No voy a llorar.
No voy a llorar.
No voy a llorar.
A pesar de que sólo había estado fuera de la cama unos
minutos,
cuando volvió, entré en pánico y fingí estar dormida. ¿Infantil? Sip.
Totalmente infantil.
Sentí la cama hundirse cuando se subió de nuevo, y luego
su cuerpo
caliente y aún muy desnudo estaba en mi contra, haciéndome
cucharita. Sus brazos envolvieron mi cintura, y luego su
boca estaba
en mi oreja, susurrando—: Mmm, la
Chica Camisón está de vuelta en
su camisón.
Esperé, sin hablar, sólo respirando. Sentí que me sacudió
un poco y
dejó escapar una risita.
—Oye, oye tú, ¿estás
durmiendo?
¿Debería roncar? Siempre que la
gente finge dormir en las comedias,
roncan. Dejé escapar uno pequeño. Besó mi cuello, mi piel
traicionándome ante su boca. Suspiré en mi "sueño",
acurrucándome más
cerca de Simon, esperando que él me dejara seguir con
esto. El
destino era generoso esta noche, ya que simplemente me
abrazó con
más fuerza a su pecho y me besó una vez más.
—Buenas noches, Caroline —susurró, y la noche se asentó en torno a
nosotros. Fingí roncar durante unos minutos más, hasta
que sus
ronquidos reales se revelaron, y luego suspiré
profundamente.
Confundida y entumecida, estuve despierta hasta el
amanecer.
* * * * *
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