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20
Traducido SOS por Monikgv y Mel Cipriano
LO HABÍA FINGIDO.
Fingido con Simon. Debe haber una regla escrita en algún
lugar, tal
vez incluso cincelada en una lápida: No lo fingirás con
un Wallbanger.
Que así esté escrito, que así esté hecho. Lo fingí, y
ahora estaba
condenada a vagar por el planeta por siempre, sin O.
¿Estaba siendo demasiado dramática?
Oh, sí. Pero si esto no pedía un
poco de drama, ¿qué lo haría?
La siguiente mañana, estaba fuera de la cama antes de que
Simon
despertara, algo que no había hecho durante todo el
tiempo que
estuvimos en nuestro viaje juntos. Usualmente , nos quedábamos
en
la cama hasta que el otro estaba despierto, y luego nos
quedábamos
un rato, riendo y hablando. Y besándonos.
Mmm, los besos.
Pero esta mañana corrí rápidamente a través de la ducha y
estaba en
la cocina haciendo el desayuno cuando un Simon soñoliento
entró.
Arrastrándose sobre el suelo en sus medias, con los
boxers bajos en
sus caderas, sonrió a través de su bruma de sueño y se
acurrucó a mi
lado mientras yo partía unas rodajas de melón y moras.
—¿Qué estás haciendo aquí? Estaba
un poco solitario. Gran cama, no
Caroline. ¿A dónde te fuiste? —Preguntó, plantando un beso en mi
hombro.
—Necesitaba comenzar a moverme
esta mañana. ¿Recuerdas que el
auto viene por mí a las diez? Quería hacerte el desayuno
antes de
irme. —Sonreí, dándome la vuelta
para darle un beso rápido.
Él me detuvo de darme la vuelta de nuevo y me besó más
profundamente, sin dejarme darme prisa con nada. Podía
sentirme
cerrándome, y era casi incapaz de detenerlo. Necesitaba
algo de
tiempo para procesar esto, para entender cómo me estaba
sintiendo
—además de miserable. Pero
adoraba a Simon, y él no merecía esto.
Así que me dejé caer en el beso, dejarme llevar por este
hombre una
vez más. Lo besé febrilmente, apasionadamente, y luego me
aparté
justo antes de que pudiera convertirse en otra cosa más
que un beso.
—¿Fruta?
—¿Eh?
—Fruta. Hice ensalada de frutas. ¿Quieres un poco?
—Oh, sí. Suena bien. ¿Café hecho?
—El agua está hirviendo. Las
tazas están listas. —Le di una palmadita
en la mejilla mientras le hacía una seña a la tetera.
Convivimos en la
cocina, hablando un poco, y Simon robándome un beso o dos
aquí y
allá. Traté de no mostrar lo desordenado que estaba mi
cerebro, traté
de actuar tan normal como pude. Simon parecía sentir que
algo
pasaba, pero tomó la indirecta, me dejó liderar esta mañana.
Nos sentamos en la terraza una última vez, comimos
nuestros
desayunos juntos viendo las olas rodar.
—¿Estás contenta de haber venido?
—preguntó.
Mordí mi labio ante lo obvio. —Estoy
muy contenta. El viaje fue
increíble. —Le sonreí,
extendiendo la mano sobre la mesa por la suya
y dándole un apretón.
—¿Y ahora?
—¿Y ahora qué? De vuelta a la
realidad. ¿A qué hora sale tu vuelo
mañana?
—tarde. Realmente tarde. Debería
llamarte o… —Lo dejó ahí,
aparentemente preguntándome si debía venir.
—Llámame cuando llegues, no
importa la hora, ¿está bien? —Le
respondí, bebiendo mi café y mirando el océano. Él estaba
callado
ahora, y esta vez cuando mordí mi labio fue para tratar
de no llorar.
***
Había empacado temprano, así cuando el chofer llegara, yo
estaba
lista para irme. Simon había tratado de tentarme para unírmele
en la
ducha, pero me excusé, inventando la excusa de tener que
encontrar
mi pasaporte. Estaba entrando en pánico y apartándome
justo
cuando nos habíamos acercado, pero esto realmente me había
lanzado a un bucle.
Había puesto todos mis Os en una canasta, y el problema
no era
Simon. Era yo. El sexo había sido increíble, irreal,
perfección incluso
con un condón puesto, y aún así, no.
Simon sacó mis maletas hacia el auto y las colocó en el
maletero.
Después de hablar con el chofer por un momento, volvió
conmigo
mientras yo caminaba por la casa una última vez. En
verdad había
sido un cuento de hadas, y había disfrutado cada momento.
—¿Hora de irse? —le
pregunté, inclinándome contra él cuando se me
acercó en la barandilla de la terraza. Estaba agradecida
por la
sensación de tenerlo contra mí.
—Hora de irse. ¿Tienes
todo lo que necesitas?
—Creo que sí. Sin embargo, desearía
poder encontrar una manera de
conseguir algunos de esos langostinos en casa, —me reí, y él resopló
en mi pelo.
—Creo que podemos encontrar algo
en casa que sea adecuado. ¿Tal
vez podamos invitar a los otros la próxima semana y
recrear algunas
de las cosas que comimos aquí?
Me di la vuelta para mirarlo. —¿Hacer
nuestro debut? —le sonreí.
—Sí, claro. quiero decir, si
quieres, —añadió tímidamente,
mirándome cuidadosamente.
—Sí quiero, —respondí.
Y lo quería. Incluso sin el estúpido, bendito
O, yo quería estar con Simon.
—Bueno, debut con camarones. Eso
suena extraño.
Me reí mientras él me abrazaba. El chofer tocó la bocina,
y nos
arrastramos hacia el auto.
—Te llamaré cuando vuelvo, ¿está bien? —dijo.
—Allí estaré. Consigue un trabajo
bien hecho, —le instruí.
Él apartó el pelo de mi cara y se inclinó para besarme
una vez más.
—Adiós, Caroline.
—Adiós, Simon. —Me
subí al auto. Y me alejé del cuento de hadas.
***
Una vez que me había instalado en mi asiento de primera
clase, no
tenía nada más que horas de contemplar. Golpea eso. No
tenía nada
más que horas para sentarme, preocuparme y quejarme. Lloré
en el
coche de camino al aeropuerto, tratando al mismo tiempo
de
asegurarle al conductor que estaba bien y no
extremadamente loca.
Lloré porque, bueno, estaba segura como la mierda que había
mucha
tensión en mi cuerpo, y tenía que salir de alguna manera.
Y así lo
hizo, a través de mis ojos. Estaba triste, y frustrada.
Ahora, había
terminado de llorar.
Traté de leer. Me había abastecido de revistas basura en
el
aeropuerto de Málaga. Mientras las hojeaba, títulos de
artículos me
llamaron la atención:
“Cómo saber si está teniendo el mejor orgasmo que
puede tener”
“Haz tu camino a los múltiples con Kegel(1)”
“Nuevo plan de pérdida de peso: ¡Ten orgasmos en tu
camino a estar
más delgada!”
La Caroline de abajo, Cerebro, Columna Vertebral y Corazón
estaban
alineados y lanzando piedras a Nervios, que estaba
haciendo todo lo
posible para esconderse.
Colgué todas mis nuevas revistas, arrojándolas en el
respaldo del
asiento delante de mí. Agarré mi computadora portátil, la
encendí, y
me puse los auriculares. Había cargado algunas películas
antes del
último vuelo. Podría dejar que mi cerebro escape con una
película. Sí,
puedo hacer eso. Me desplacé a través de algunas de las
películas
que tenía en mis archivos... ¿Cuando Harry encontró a
Sally? Nop, no con
esa escena de la tienda de comestibles. ¿Top Gun? No,
¿esa
escena en la que lo hacen, y es todo azul iluminado con
la brisa
soplando a través de las cortinas de gasa? No, demasiado
cerca de mi
cuento de hadas.
Encontré una película que podría ver con seguridad, tomé
tres
pastillas de Tylenol, y me quedé dormida antes de que
Luke
aprendiera a usar su sable de luz.
***
En algún lugar entre la conexión de LaGuardia y el vuelo
a través de
los EE.UU., reduje la marcha de triste a furiosa. Había
logrado
dormir, había terminado con el llanto de mierda, y ahora
estaba bien
y furiosa. Y en un vuelo donde el ritmo se desanimaba.
Tuve que
quedarme en mi asiento y tratar de racionalizar lo que
hacer con esta
rabia y cómo iba a vivir toda mi vida la sin esperanza de
un O. Y de
nuevo, ¿demasiado dramático? Tal
vez, pero sin O a la vista, es fácil
tener una visión del túnel.
Finalmente, aterricé en el Aeropuerto de San Francisco, y
mientras
seguía a la multitud en el reclamo de equipaje, física y
emocionalmente agotada, vi la cara de alguien que no quería
volver a
ver.
Cory Weinstein. Esa maldita ametralladora.
En el quiosco, su cara de tonto estaba estampada en una campaña
publicitaria gigante de Slice o’ Love Pizza Parlors .
Me paré delante de la
cabeza gigante, que llevaba la mayor sonrisa-comilona de
mierda
mientras posaba con una rebanada gigante de pepperoni, y
mi ira
burbujeó. Ahora tenía una cara. Mi ira tenía una cara, y
era una cara
de tonto. Quería darle un puñetazo en la cara, pero era sólo
una
imagen.
Por desgracia, eso no me detuvo.
No es una cosa inteligente a hacer, tener un ataque en un
aeropuerto
internacional. Resulta que fruncen el ceño en eso. Así que
después de
una advertencia enérgica de la TSA(2), y la
promesa de que nunca
volvería a atacar a un cartel de nuevo, puse mis cosas
dentro de un
taxi, apestando a avión, y regresé a mi apartamento. Le
di una
patada a mi propia puerta esta vez, y cuando lancé mis
bolsas en el
suelo, vi las dos únicas cosas que podrían hacerme sonreír.
Clive y mi KitchenAid.
Con un maullido enérgico, vino corriendo hacia mí, en
realidad
saltando en mis brazos y mostrando el afecto que
reservaba para
momentos exactamente como estos. De alguna manera su
cerebro
pequeño de gato sabía que lo necesitaba, y él prodigó
atención en mí
como sólo él podía. Sacudiendo la cola y ronroneando
incesantemente. Embistió con la cabeza debajo de mi
barbilla, la
envolvió con sus grandes patas alrededor de mi cuello, y
me dio un
pequeño abrazo gatuno. Riendo en su piel, lo abracé. Era
bueno estar
en casa.
¿El tío Euan y el tío Antonio,
cuidaron bien de ti? ¿Eh? ¿Quién
es mi
chico bueno? —Arrullé, derribándolo
al suelo y agarrando una lata de
atún, su regalo por comportarse mientras yo no estaba.
Pasando
ahora de Clive, quien se había centrado únicamente en su
plato, mis
ojos se fijaron como lasers en mi KitchenAid. Iba a darme
una ducha,
y luego iba a hornear. Necesitaba hornear.
***
Una cantidad desconocida de tiempo más tarde, aunque voy
a decir
que el sol se había puesto y salido mientras yo
enharinaba y
amasaba, oí llamar a mi puerta. Había estado tanto tiempo
horneando que sentí crujir y chillar mi espalda cuando
levanté la
cabeza de cortar algunos de los Extravagantes Brownies de
Ina(3).
Ellos tomaron algunas medidas adicionales, pero oh chico,
que valían
la pena. Demonios, ¿qué hora era?
Miré a mi alrededor para
encontrar a Clive y no lo ví.
Me arrastré hasta la puerta, notando que había azúcar en
todo el
piso, marrón y blanco, y yo estaba realizando una
accidental baile de
suaves zapatos. Hubo otro golpe en la puerta, más
insistente esta
vez.
—¡Ya voy! —grité,
rodando los ojos ante la ironía. Cuando levanté la
mano para abrir la puerta, me di cuenta del chocolate
derretido
encima de mis nudillos. No queriendo desperdiciar ni uno
solo, les di
una celestial lamida mientras abría la puerta.
Allí estaba Simon, viéndose agotado.
—¿Qué estás haciendo aquí? No se
supone que estuvieras en casa
hasta que…
—No se supone que estaría en casa
hasta tarde esta noche, lo sé.
Tomé un vuelo anterior. —Pasó
junto a mí hacia el interior de mi
apartamento.
Mientras cerraba la puerta y me volvía hacía él, alisé mi
delantal un
poco, sintiendo los trozos de masa de galletas que se
aferran a la
tela. —Tomaste un vuelo anterior.
¿Por qué? —le pregunté,
caminando lentamente hacia él.
Miró a su alrededor con una sonrisa divertida, señalando
los
montones y montones de galletas, pasteles surtidos en los
alféizares
de las ventanas, hogazas de pan de calabacín envueltas en
aluminio,
panes de calabaza, de arándano y naranja, apilados como
los
cimientos de una casa a lo largo de todo la mesa de
comedor. Sonrió
una vez más, y luego se volvió hacia mí, recogiendo una
pasa de mi
frente que yo ni siquiera sabía que estaba atrapada allí.
—¿Vas a decirme por qué lo
fingiste?
_________________________
(1) Ejercicios para fortalecer los músculos pélvicos.
(2) Transportation Security Administration:
Administración de
Seguridad en los Transportes.
(3) Famosa receta americana para hacer Brownies,
popularizada por Ina
Garten
* * * * *
Capitulo 21
(Parte I)
Traducido por kass
Estupefacta, yo me quedé con la boca abierta mientras él
se dirigía
más hacia la habitación para contemplar la comida
horneada. El
revolvió el azúcar e hizo una pausa para deslizar un dedo
a través de
un recipiente recubierto con chocolate derretido. Suspiré
pesadamente mientras regresaba al mostrador para
enfrentarme a él
y la música cuando saqué una bola de masa de otro
recipiente del
que se estaba saliendo.
¿Cómo él lo sabía? ¿Cómo iba a decirle? Yo pasé y amase la masa la
masa - un brioche esponjoso y pegajoso –
haciendo que mi cara
ardiera. Pensé que había actuado bastante bien. Me atreví
a mirarlo
mientras lamía el chocolate de su dedo, sus ojos cada vez
más
preocupado por mi amasar pensativo que se estaba
convirtiendo en
perforador. Solté mi frustración con la masa brioche
mientras
reflexionaba una vida con menos O. Maldita sea.
Con su dedo limpio ahora, apartó un mechón de pelo detrás
de mi
oreja mientras yo continuaba golpeando/amasando y dándole
vueltas. Hice una mueca cuando él me tocó, la gloriosa
imagen de él
estando encima de mí era imposible de ignorar.
-¿Vamos a hablar sobre esto?-,
preguntó en voz baja, metiendo su
nariz en mi cuello. Me apoyé en su cuerpo por un escaso
segundo,
entonces me sorprendí a mí misma.
-¿Qué hay que hablar? Ni siquiera
sé de qué estás hablando. ¿Estás
delirando por el cambio de hora?-, Le dije alegremente,
evitando sus
ojos mientras me preguntaba si podía sacar esto adelante.
¿Podría
convencerlo de que estaba loco? Dios maldita sea, ¿cómo lo supo?
-Chica traviesa, vamos. Habla conmigo-, el me pincho,
acariciando mi
cuello. -Si vamos a hacer esto, nosotros necesitamos
hablar el uno
con el otro.
¿Hablar? Claro, yo podría hablar.
El seguramente debe saber lo que
se va a llevar estando conmigo, condenada a vagar por el
planeta sin
un O para el resto de mi vida. Cogí la masa una vez más y
la lance
contra la pared. Se escurrió y rodó hacia abajo, pegajosa
como esas
cosas espeluznantes con las que yo solía jugar cuando era
una niña.
Me volví hacia él, con la cara todavía roja, pero más allá
de cuidadosa
ahora.
-¿Qué iba a ser eso?-, el preguntó
con calma, señalando a la masa.
-Brioche. Iba a ser brioche-, le respondí rápidamente,
con un tono
frenético.
-Apuesto a que hubiese estado bueno.
-Es mucho trabajo, casi demasiado.
-Podríamos intentarlo de nuevo. Yo estaría encantado de
ayudar.
-No sabes a lo que te estás ofreciendo. ¿Tienes
alguna idea de lo
complicado que es? ¿Cuántos pasos
hay? ¿Cuánto tiempo puedes
tardar?
-Las cosas buenas vienen a aquellos que esperan.
-Cristo, Simon, no tienes ni idea. Yo quiero esto tan
mal,
probablemente incluso más que tú.
-Ellos hacen picatostes de ella, ¿verdad?
-Espera, ¿qué? ¿De
qué diablos estás hablando?
-Brioche. Es como una especie de pan, ¿no?
Hey, deja de golpear la
cabeza contra el mostrador.
El granito se sentía frío contra mí derrotada, piel
caliente, pero me
golpeé con menos fuerza cuando oí un borde de pánico en
su voz.
Él lo sabía, y él todavía estaba aquí. Él estaba aquí en
mi cocina en
ese jersey azul de North Face, que hacía que sus ojos
zafiros se
vieran ahumados y todo su cuerpo se veía tierno y cálido
y sexy y
viril y eso me pateaba en la cabeza magníficamente. Y aquí
estaba
yo, cubierta de miel y pasas, golpeando mi cabeza contra
el
mostrador después de matar a mi brioche.
Matar a mi brioche. ¡Qué gran
nombre para un enfoque, Caroline!
Mi maldito corazón estaba tan cerca de saltar fuera de mi
pecho
cuando lo vio en la puerta. LC seguía cerca, apretando
involuntariamente a la vista de él. Mi mente se había
cerrado en
estado de shock y la negación por un momento, pero ahora
estaba
analizando la situación e inclinándose hacia él anunciándolo
como un
candidato digno, teniendo en cuenta el tiempo y la
distancia que se
había tomado en descubrir la causa de mi preocupación.
Mis agallas
se enderezaron ahora, sabiendo innatamente que la postura
correcta
creaba un mejor aspecto, ¿podía culparla
a ella? Los nervios...
revoloteaban.
¿Por qué? ¿Por
qué? Él quiere saber el por qué. Lo examiné entre mi
flequillo... ejem... y vi que él estaba preocupado. Al
igual que yo, mi
cabeza estaba empezando a doler. Estaba cansada,
abrumado, y sin
orgasmos. ¿Y con un toque alegre
y despreocupado?
Después de la explosión anterior, me levanté, entonces me
moví un
poco a la izquierda. Conseguí equilibrio, tome aire, y lo
deje salir.
-¿Quieres saber por qué?
-Me gustaría. ¿Has terminado de
golpearte?
-Dios lo bendiga, no más golpes. Bueno, por qué. ¿Por qué? Aquí
va...- Yo me pasee en un círculo cerrado, esquivando las
chispas de
chocolate y las nueces que se habían congregado cerca de
la barra en
el suelo. Espié a Clive en la esquina, golpeando un par
de nueces de
ida y vuelta entre sus patas. Frutos secos en todo el
piso, nueces en
mi cabeza. Correcto. -¿Sabes algo
de pizzerías, Simon?
Para su gran reputación, el me escucho. Escuchó mientras
yo seguía
y seguía, rodeando la isla de la cocina mientras yo despotricaba
y me
enfurecía. Apenas podía entenderlo yo misma:
-Weinstein... una
noche… ametralladora se fue... de
noche... Jordan Catalano... Ni
siquiera Clooney... pausa... Oprah ... solo... soltera...
Ni siquiera
Clooney!... Jason Bourne... casi Clooney... El camisón
rosa... golpes...
Después de un rato se veía tan mareado que yo estaba
empezando a
sentirlo. Pero yo estaba decidida a todo. Trata de
agarrarme cuando
paso a su lado, pero yo esquivo sus manos, casi deslizándome
en un
parche de nueces trituradas, que había aplastado aún más
con mi
circuito. Yo había llevado una trayectoria a través del
desorden.
Hice una última pasada, esta vez murmurando: -Cuento de
hadas
español con gambas-, cuando me tropecé con un molde para
muffins
y caí en sus brazos.
Él me abrazó, respirando en mí, besando mi frente.
-Caroline, nena,
tienes que decirme lo que está pasando. ¿El
murmullo? Es lindo y
todo, pero no se llega a ninguna parte.- El apretó las
manos en la
parte baja de mi espalda, sosteniéndome a su lado. Me
aparté un
poco, resistiéndome a sus brazos, y lo miró fijamente a
los ojos.
-¿Cómo lo sabes?-, Le pregunté.
-Vamos, a veces los chicos lo sabemos.
-No, de verdad. ¿Cómo lo
supiste?-, Le pregunté de nuevo.
Me besó en la nariz suavemente. -Porque de repente, no
eras mi
Caroline.
-Lo fingí, porque no he tenido un orgasmo en mil años-,
declare eso
de manera natural.
-¿Cómo?
-Voy a atravesar el pasillo hasta la puerta y le voy a
dar una patada
ahora-, suspiré, alejándome y revolviendo el azúcar.
-Espera, espera, espera, ¿qué? ¿Tú no has tenido un qué? -Él agarró
mi mano y me volví hacia él, con todo lo que fuera con la
puerta
abierta.
-Un orgasmo, Simon. Un orgasmo. El gran O, el clímax, el
final feliz.
No hay orgasmos. No para esta chica camisón. Cory Weinstein
me
puede dar un descuento del cinco por ciento cuando
quiera, pero a
cambio, él tomó mi O. -Yo sorbí las lágrimas que llegaban
ahora a
mis ojos.- Así que tu puedes regresar a tu harén. ¡Voy a entrar a un
convento muy pronto! -Grité, rompiendo finalmente la
presa.
-¿Un convento? ¿Qué?
Ven aquí, por favor. Mueve tu espectacular
culo hasta aquí. -Él me sacó de mala gana de la cocina y
me envolvió
en sus brazos. Él me mecía mientras yo dejaba escapar
sollozos y
lamentos ridículos.
-Eres tan... tan... bueno... y yo no puedo... no puedo...
eres tan
bueno... en... la cama... y en todas partes... y no
puedo... no
puedo... Dios... Eres tan caliente... cuando viniste...
tan caliente... y volviste
a casa... y mate a mi brioche... y yo... yo... creo
que... Te
amo.
Pare totalmente. Respire. ¿Qué
acabo de decir?
-Caroline, hey, deja de llorar, niña hermosa. Mi mente
está
procesando la última parte, ¿puedes
repetirla para mí? "
Le había dicho a Simon que lo amaba. Mientras mis mocos
mojaban
su North Face. Aspiré su olor, entonces me aparte de él y
me dirigí a
la pared para despegar la masa pegada allí. Los nervios
volvieron a la
vida, por una vez, trabajando por nosotros. ¿Podría cubrirlo? ¿Podría
reponerlo?
-¿Qué parte?-, Le pregunté a la
pared y Clive, que había dejado de
jugar con sus nueces para escucharme.
-Esa última parte-, le oí decir con voz fuerte y clara.
-¿Maté a mi brioche?- Digo yo.
-¿De verdad crees que esa parte
es la que te estoy preguntando?
-Um, ¿no?
-Vuelve a decirlo.
-No quiero.
-Caroline, espera, ¿cuál es tu
segundo nombre?
-Elizabeth.
-Caroline Elizabeth-, dijo con una voz profunda que
inesperadamente
me hizo reír.
- El brioche está realmente bueno, cuando no es con sabor
a pared,-
solté, mi agotamiento mezclado con mi confesión de un
zumbido
extraño. De hecho, sentí un poco de alivio.
-Date la vuelta, por favor-, pidió, y así lo hice. Se
apoyó en el
mostrador, estirando su North Face. -Estoy un poco
desfasado, así
que un resumen rápido, si puedo. Uno, parece que tú has
perdido tu
orgasmo, ¿no?
-Sí-, murmuré, mirando como él se quitó el North Faces
suave,
arrojándolo sobre el respaldo de una de mis sillas.
-Dos, el brioche es realmente difícil de hacer, ¿no?
-Sí,- susurré, incapaz de mirarlo. Por debajo del North
Face había una
camisa blanca abotonada. ¿Cómo
era lo suficiente bueno por sí
mismo, pero a la par él lo hacía de forma tan lenta y metódica,
enrollando las mangas? Fue fascinante.
-Y tres, ¿crees que me amas?-,
preguntó, su voz profunda y gruesa,
como la melaza y la miel y todas las cosas afgano-manta,
no el país.
-Sí,- dije en voz baja, sabiendo que era cien por cien la
verdad. Me
encanta Simon. Grande y gigante.
-¿Crees, o lo sabes?
-Lo sé.
-Bueno, ahora. Eso es algo a considerar, ¿no?-, Respondió, sus ojos
bailando mientras se acercaba. -Realmente no tienes ni
idea,
¿verdad?- Él extendió sus manos a
lo largo de mi clavícula, rozando
sus pulgares a través de las cimas de mis pechos.
Mi respiración se aceleró, mi cuerpo volviendo a la vida,
a pesar de
mí misma. -¿No tengo ni idea de
qué?-, Murmuré, permitiendo que él
me presionara contra la pared.
-Cómo tu me posees totalmente, Chica Traviesa,- dijo él,
inclinándose
para susurrar esta parte en mi oído. -Y sé que te amo lo
suficiente
como para que tu tengas tu final feliz.
Y entonces él me dio un beso-mi corazón estaba en el
cielo-me besó
como si fuera un cuento de hadas, a pesar de que en este
cuento de
hadas tenía la masa pegada en mi espalda y un gato con un
pawful
de frutos secos. Pero eso no me impide besarlo de nuevo,
como si mi
vida dependiera de ello.
-¿Sabías que empecé a caer por ti
la noche en que golpeaste a mi
puerta?-, preguntó, besando mi cuello. -¿Y
que tan pronto como
empecé a conocerte, yo no estuve con alguien más?
Di un grito ahogado. -Pero pensé, quiero decir, yo te vi
con-
-Yo sé lo que tú pensaste, pero es la verdad. ¿Cómo iba a estar con
alguien más cuando me estaba enamorando de ti?
¡El me amaba! Pero espera, ¿qué es esto? Él estaba retrocediendo...
¿a dónde se dirigía?
-Y ahora, voy a hacer algo que nunca pensé que haría.- Él
suspiró
tristemente, mirando los montones de pan sobre la mesa.
Con un
profundo suspiro y una mueca, de un solo golpe tiro todo
al suelo. El
pan llovió en cubiertas con el papel de aluminio
alrededor de
nosotros, y yo no puedo estar segura, pero creo que oí un
pequeño
gemido escapar de él mientras veía como caían al suelo.
Pero luego
se volvió hacia mí, con los ojos oscuros y peligrosos. Me
agarró y me
puso en la mesa delante de él, empujando mis piernas que
se
interponían entre los dos.
-¿Tiene usted alguna idea de lo
bien que lo vamos a pasar?-,
preguntó, deslizando sus manos dentro de mi delantal,
tibias y un
poco ásperas contra mi barriga.
-¿Qué estás haciendo?
-Un O se ha perdido, y yo soy un tonto por los desafíos.-
Él sonrió,
tirando de mí hacia el borde de la mesa y acomodándome
contra él.
Con las manos detrás de las rodillas, envolvió las
piernas alrededor
de su cintura, besándome otra vez, sus labios y su lengua
estaban
calientes y persistentes.
-No va a ser fácil. Ella está bastante perdida-, protesté
entre besos,
preocupándome en abrir sus botones y dejando al
descubierto su
bronceado español.
-Ya lo he hecho fácilmente.
-Tú deberías imprimir eso en tarjetas.
-Imprimir eso - ¿por qué tienes
todavía puesta la ropa?
Él me puso al otro lado de la mesa mientras yo le sonreía.
Mi pie
golpeó el tamiz de harina y lo envié estrellándose contra
el suelo,
llenándonos de polvo en el proceso. El pelo de Simón
parecía una
galleta, con polvo e hinchada. Tosí y una nube de harina
salió, por lo
que Simon se rió a carcajadas. La risa se detuvo cuando
me agaché
sobre él, encontrándolo difícil, sin embargo, que el
todavía estaba
cubierto de tela vaquera. Él gimió, mi sonido favorito en
el mundo.
-Joder, Caroline, me encantan tus manos sobre mí-, dijo
entre
dientes, metiendo su boca a mi cuello y dejando un rastro
de besos al
rojo vivo a través de mi piel. Su lengua se deslizó hacia
fuera a
través de mí, debajo del borde
de la plataforma. Sus manos rápidamente encontraron el
borde de mi
camiseta, y salió volando por la habitación, cayendo en
el fregadero
de la cocina. En cuestión de segundos, un par de
pantalones cortos lo
siguieron, seguido rápidamente por un par de jeans y una
camisa de
botones.
¿El delantal? Bueno, teníamos un
pequeño problema con eso.
-¿Eres un marinero? ¿Quién ató el nudo, Popeye?- El hervía, luchando
para conseguir deshacerse de él. En su lucha, se las
arregló para
golpear un plato de mermelada de naranja glaseado, que
ahora caía
por la mesa hacia el suelo. Mi contribución fue con una
caja de pasas
mientras estiraba mi cuello tratando de ver el nudo detrás
de mí.
-Oh, atornille el delantal, Simon. Mira aquí-, insistí,
rompiendo el
frente de mi sujetador y arrojándolo al suelo. Bajé la
parte superior
de la plataforma, organizando y apoyando mi escote. Miró
a mis
ahora desnudos pechos y fue a matar. Me empujo de vuelta
más o
menos sobre la mesa una vez más, con la boca insistente
ahora
arrastrándose hacia abajo al cuello, atacando a mi piel
como si le
hubiera hecho algo personal a él y él estaba cobrando su
venganza. Y
una era lujuriosa venganza.
Mojo su dedo en el charco de mermelada, trazó un camino
de un
pecho al otro, haciendo círculos y presionando la cosa
pegajosa en mi
piel. Inclinó la cabeza, probó uno, luego el otro, los dos
estábamos
gimiendo al mismo tiempo.
-Mmm, tu sabes bien.
-Me alegro de que no estuviera haciendo alitas de pollo.
Esta podría
ser una historia diferente-wow, esto es bueno.- Suspiré
cuando
respondió a mi pequeño gemido con una mordedura real.
-Se trataría de un picante extra.
Se echó a reír cuando yo rodé los ojos.
-¿Quieres que te consiga un poco
de apio para que te enfríes?-, Le
pregunté.
-Nadie se está enfriando en este apartamento, no en este
corto
plazo-, prometió, cogiendo la jarra de miel del mostrador
cercano y
tirando a un lado mi delantal. Sin perder un segundo, el
consiguió
que mi ropa interior estuviera mojada. Y no en la forma
que tú
piensas, aunque eso no era...
Mientras observaba, él vertió la miel por todo mi cuerpo,
cubriendo
mi ropa interior y haciéndome chillar. Él dio un paso atrás
para
admirar. -Mira eso, esta todo arruinado. Vamos a tener
que
quitarlos-, dijo mientras se acercaba de nuevo. Yo lo
detuvo con un
pie de mermelada.
-Tu primero, Mr. Man-, Instruí, asintiendo con la cabeza
en sus
bóxers cubiertos de harina. Él arqueó una ceja y se bajó
los
calzoncillos. De pie desnudo en mi naufragio de cocina,
el era
increíblemente lindo.
En ese instante, el corazón, el cerebro, la espina
dorsal, y LC estaban
alineados en un lado del patio de recreo. Hicieron señas
a los nervios,
ondeando sobre ella como un juego de Red Rover. Miré a
Simon,
desnudo y harinoso y perfecto, y suspire con una sonrisa
gigante. Los
nervios por fin, gracias a Dios, salieron corriendo otra
vez, y
finalmente nosotros estábamos en la misma página.
-Yo te quiero tan jodidamente, Simon.
-Te amo demasiado, Chica camisón. Ahora quita tus bragas
y dame
un poco de azúcar.
-Ven a por ellas-, me reí, sentándome y deslizando mis
bragas por
mis piernas que goteaban miel. Se las tiré a él, y
golpearon su pecho
con un fuerte porrazo, la miel goteaba por todas partes.
-Vamos a necesitar una ducha tremenda después de todo
esto-,
comenté mientras me envolvió en sus brazos pegajosos.
-Eso será cuando nosotros hayamos acabado.- Él sonrió, me
recogió
y me llevo a la habitación, mi cuerpo estaba alineado con
el suya,
sólo el delantal entre nosotros. Y eso no nos iba a
mantener
separados durante mucho tiempo.
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