Leer libros online, de manera gratuita!!

Estimados lectores nos hemos renovado a un nuevo blog, con más libros!!, puede visitarlo aquí: eroticanovelas.blogspot.com

Últimos libros agregados

Últimos libros agregados:

¡Ver más libros!

Atada a Tí - Sylvia Day - Capítulo 16

Me quedé inmóvil justo al lado de las puertas giratorias del edificio Crossfire y Gideon me miró con tal intensidad, que me sentí violenta.
«Perdona», dije en silencio moviendo los labios, sintiéndome fatal y sabiendo qué habría pensado yo si Corinne le hubiera tocado los labios aquel día.
—Hola —me saludó Brett, demasiado concentrado en mí como para prestar atención a la oscura figura que permanecía con los puños y la mandíbula apretados a pocos metros de distancia.
—Hola. —Podía sentir cómo Gideon me miraba y me dolió no poder acercarme a él—. ¿Listos?
Sin esperar a los otros dos, abrí la puerta de la limusina y me metí dentro. Apenas me había acomodado en el asiento cuando saqué el teléfono de prepago del bolso para enviarle un mensaje rápido a Gideon: «Te quiero».
Brett se sentó a mi lado en el asiento corrido y, a continuación, entró Cary.
—Veo tu bonito careto por todas partes, tío —le dijo Brett a Cary.
—Sí. —Cary me lanzó una sonrisa torcida. Estaba guapísimo con sus vaqueros gastados y su camisa de diseño y con unas pulseras de cuero en las muñecas que combinaban con sus botas.
—¿Ha venido contigo el resto del grupo? —pregunté.
—Sí, están aquí todos. —Brett volvió a enseñar su hoyuelo—. Darrin se ha quedado dormido nada más llegar al hotel.
—No sé cómo puede pasar tantas horas tocando la batería. Sólo con verlo ya te agota.
—Cuando tienes el subidón de estar en el escenario, la energía no es ningún problema.
—¿Cómo está Eric? —preguntó Cary con algo más que simple interés, haciendo que me preguntara, y no era la primera vez, si él y el bajista del grupo habían tenido algo en algún momento. Por lo que yo sabía, Eric era hetero, pero había visto algunas señales que me hicieron pensar que podría haber experimentado un poco con mi mejor amigo.
—Eric está enfrentándose a ciertos problemas que surgieron durante la gira —respondió Brett—. Y Lance se ha enrollado con una chica a la que conoció cuando estuvimos Nueva York por última vez. Los verás a todos dentro de un rato.
—La vida de una estrella del rock —bromeé.
Brett se encogió de hombros y sonrió.
Yo aparté la mirada, arrepentida de mi decisión de haber llevado a Cary. Porque tenerlo allí significaba que no podría decir lo que necesitaba decirle a Brett: que estaba enamorada de otra persona y que no había esperanzas para lo nuestro.
Una relación con Brett sería completamente distinta de la que tenía con Gideon. Habría pasado mucho tiempo sola mientras él estaba de gira. Pasaría todo lo que me apeteciera antes de asentarme. Vivir por mi cuenta y pasar tiempo con mis amigos y a solas. Casi lo mejor de las dos cosas: tener un novio pero disfrutar de bastante independencia.
Pero aunque me preocupaba dar el salto de la vida de estudiante a un compromiso de por vida, no tenía dudas de que Gideon era el hombre que quería. Simplemente no
estábamos sincronizados. Yo creía que no había motivos para correr, mientras que él pensaba que no los había para esperar.
—Hemos llegado —dijo Brett mirando por la ventanilla hacia la muchedumbre.
A pesar del calor húmedo de ese día, Times Square estaba tan abarrotado como siempre. Las escaleras de color rojo de Duffy Square estaban llenas de gente haciéndose fotografías y de peatones que taponaban las rebosantes aceras. Unos oficiales de policía salpicaban las esquinas vigilando que no hubiese problemas. Los artistas callejeros se gritaban unos a otros y los olores que emanaban de los carros de comida competían con el olor mucho menos delicioso de la calle.
Los enormes paneles electrónicos que cubrían los laterales de los edificios luchaban por llamar la atención, incluyendo uno de Cary con una modelo femenina que se abrazaba a él desde atrás. Había cámaras y operadores alrededor de una pantalla móvil de vídeo que estaba sujeta a una plataforma con ruedas colocada delante de una tribuna de asientos.
Brett salió el primero de la limusina y de inmediato fue bombardeado por los gritos excitados de sus ávidos admiradores, la mayoría chicas. Mostró su seductora sonrisa y saludó con la mano y, a continuación, me la tendió para ayudarme a salir. Mi recibimiento fue mucho menos cálido, sobre todo, después de que Brett colocara su brazo alrededor de mi cintura. Sin embargo, la aparición de Cary desató murmullos. Cuando se puso sus gafas de sol, obtuvo su propia tanda de gritos y silbidos de excitación.
Yo estaba abrumada ante aquella percepción sensorial, pero enseguida me centré y localicé a Christopher Vidal hijo, que hablaba con el presentador de un programa de cotilleos. El hermano de Gideon llevaba atuendo de negocios, con camisa, corbata y pantalones azul marino. Su pelo caoba oscuro llamaba la atención incluso bajo la sombra del anochecer que proyectaban los altos edificios que nos rodeaban. Me saludó con la mano al verme, lo cual hizo que el presentador también me mirara. Yo le devolví el saludo.
El resto de los componentes de Six-Ninths estaba delante de las gradas firmando autógrafos, disfrutando claramente de tanta atención. Miré a Brett.
—Ve a hacer tu trabajo.
—¿Sí? —Me miró con cautela, tratando de asegurarse de que no me molestaba que me dejara.
—Sí. —Hice un gesto con la mano para que se fuera—. Esto es por ti. Estaré aquí cuando empiece el espectáculo.
—Vale —sonrió—. No te vayas a ningún sitio.
Se fue. Cary y yo nos acercamos a la carpa que tenía el logotipo de Vidal Records. Protegida de la multitud por guardias de seguridad privada, constituía un diminuto oasis en medio de la locura de Times Square.
—Bueno, nena. Lo tienes en tus manos. Había olvidado cómo sois los dos cuando estáis juntos.
—La forma verbal correcta sería «erais» —puntualicé.
—Ya no es como antes —continuó—. Está más... centrado.
—Me alegro por él. Sobre todo, teniendo en cuenta cómo es su vida ahora mismo.
Me examinó con la mirada.
—¿No te interesa ni un poquito ver si aún sabe follarte hasta volverte loca?
Lo fulminé con la mirada.
—La química es la química. Y estoy segura de que ha tenido muchas oportunidades de poner a punto sus ya fabulosas habilidades.
—Ponerlas a punto, ¡ja! Graciosa forma de decirlo. —Meneó las cejas
mirándome—. Parece que lo tienes claro.
—Eso sí que es una fantasía.
—Vaya, mira quién está aquí —murmuró, haciendo que dirigiera mi atención a Gideon, que se acercaba con Ireland a su lado—. Y viene directamente hacia nosotros. Si empieza una pelea por ti, yo miraré desde las gradas.
Le di un empujón.
—Gracias.
Me sorprendió que Gideon pareciera tan fresco con su traje cuando seguía haciendo tanto calor. Ireland estaba fantástica con una falda de cintura baja acampanada y una camiseta de tirantes con el vientre descubierto.
—¡Eva! —exclamó corriendo hacia mí y dejando atrás a su hermano. Me dio un abrazo y, después, se retiró para mirarme—. ¡Impresionante! Tiene que estar tirándose de los pelos.
Miré detrás de ella hacia Gideon, buscando en su rostro alguna señal de enfado por lo de Brett. Ireland se dio la vuelta y se abrazó también a Cary, a quien pilló de sorpresa. Mientras tanto, Gideon vino directo hacia mí, me agarró suavemente de los brazos y me besó en las dos mejillas, al estilo francés.
—Hola, Eva. —Su voz sonó con cierto tono áspero que hizo que los dedos de los pies se me encogieran—. Me alegro de verte.
Parpadeé sin tener que fingir mi sorpresa.
—Eh... Hola, Gideon.
—¿A que está guapísima? —preguntó Ireland sin hacer intento alguno de mostrarse sutil.
Los ojos de Gideon se apartaron de mi cara.
—Siempre lo está. Necesito hablar contigo un minuto, Eva.
—Claro. —Le lancé a Cary una mirada de «qué coño querrá» y dejé que Gideon me llevara a un rincón de la carpa. Habíamos dado unos cuantos pasos cuando dije—: ¿Estás enfadado? Por favor, no lo estés.
—Por supuesto que lo estoy —dijo sin alterar la voz—. Pero no contigo ni con él.
—Vale. —No tenía ni idea de lo que aquello quería decir.
Se detuvo y me miró, pasándose la mano por su precioso pelo.
—Esta situación es intolerable. Podía soportarla cuando no había otro remedio, pero ahora... —Me miró a la cara con furia—. Eres mía. Necesito que todo el mundo lo sepa.
—Le he dicho a Brett que estoy enamorada de ti. También a Cary. A mi padre. A Megumi. Nunca he mentido sobre lo que siento por ti.
—¡Eva! —Christopher se acercó y me atrajo hacia sí para darme un beso en la mejilla—. Me alegra mucho que Brett te haya traído. ¿Sabes? No tenía ni idea de que los dos habíais sido pareja.
Conseguí poner una sonrisa, consciente de la mirada de Gideon.
—Fue hace mucho tiempo.
—No tanto. —Sonrió abiertamente—. Estáis aquí, ¿no?
—Christopher —dijo Gideon a modo de saludo.
—Gideon. —La sonrisa de Christopher no vaciló, pero claramente se enfrió—. No tenías por qué venir. Ya me he encargado yo de todo.
Eran hermanastros, pero tenían muy poco en común físicamente. Gideon era más alto, más corpulento e innegablemente oscuro, tanto en su tono de piel como en su conducta. Christopher era un hombre atractivo con una sonrisa seductora, pero no tenía el
sensual magnetismo de Gideon.
—He venido por Eva —se explicó Gideon sin cambiar el tono—, no por el evento.
—¿De verdad? —Christopher me miró—. Creía que tú y Brett estabais arreglando lo vuestro.
—Brett es un amigo —respondí.
—La vida personal de Eva no es asunto tuyo —dijo Gideon.
—Tampoco debería ser asunto tuyo. —Christopher lo miró con tal hostilidad que me hizo sentir incómoda—. El hecho de que «Rubia» esté basada en una historia real y de que Brett y Eva hayan venido juntos es una buena estrategia de márketing para Vidal y para el grupo.
—La canción es el final de esa historia.
Christopher frunció el ceño y se metió la mano en el bolsillo para sacar su teléfono. Leyó la pantalla y miró a su hermano con seriedad—. Llama a Corinne, ¿vale? Se está volviendo loca tratando de localizarte.
—He hablado con ella hace una hora —contestó Gideon.
—Deja de mandarle señales confusas —replicó Christopher—. Si no quieres hablar con ella, no deberías haber ido a su casa anoche.
Yo me puse tensa y el pulso se me aceleró. Miré a Gideon, vi que apretaba la mandíbula y recordé que yo había estado esperando un mensaje de respuesta suyo. Estaba en mi casa cuando yo llegué, pero no me dijo por qué no me había respondido. Y desde luego, no había dicho nada de que iría al apartamento de Corinne.
¿Y no me había dicho que no respondía a sus llamadas?
Me aparté con un nudo en el estómago. Me había sentido rara todo el día y tener que enfrentarme a la creciente aversión entre Gideon y Christopher fue demasiado.
—Disculpadme.
—Eva —dijo Gideon con brusquedad.
—Me alegro de haberos visto a los dos —murmuré, interpretando mi papel antes de alejarme para ir con Cary, que estaba a pocos metros.
Gideon me alcanzó tras dar tan sólo un par de pasos y me agarró por el codo.
—Me llama al móvil y al trabajo a todas horas. Tenía que hablar con ella —me susurró al oído.
—Debiste decírmelo.
—Teníamos cosas más importantes de las que hablar.
Brett miró hacia nosotros. Estaba demasiado lejos como para que yo pudiera ver su expresión, pero su gesto parecía tenso. La gente, empujando para acercarse lo rodeaba, pero él tenía su atención puesta en mí en lugar de en ellos.
Maldita sea. Me había visto con Gideon y eso iba a echar a perder lo que se suponía que iba a ser una experiencia maravillosa para él. Tal y como yo me había temido, aquella salida era un desastre.
—Gideon —dijo Christopher con voz firme desde atrás—. Aún no he terminado de hablar contigo.
Gideon lo miró.
—Estaré contigo en un minuto.
—Vas a hablar conmigo ahora.
—Vete, Christopher. —Gideon miró a su hermano con tal frialdad que sentí un escalofrío a pesar del calor—. Antes de que montes una escena y desvíes la atención que deben tener los Six-Ninths.
Christopher se mostró furioso durante unos momentos y, después, pareció darse cuenta de que su hermano no estaba bromeando. Maldijo en voz baja y se dio la vuelta, encontrándose de bruces con Ireland.
—Déjalos solos —dijo ella con las manos en la cintura—. Quiero que vuelvan a estar juntos.
—Tú no te metas.
—Lo que tú digas. —Lo miró arrugando la nariz—. Enséñame todo esto.
Él se detuvo y entrecerró los ojos. Después, soltó un suspiro y la cogió del codo para alejarla de allí. Me di cuenta de que tenían una relación estrecha.
Me entristeció que Gideon no tuviera ese tipo de vínculo con ellos.
Gideon volvió a llamar mi atención al pasarme sus dedos por la mejilla, una suave caricia que expresaba mucho amor... y posesión. Nadie que nos estuviera mirando podría negarlo.
—Dime que sabes que no ha pasado nada con Corinne.
Suspiré.
—Sé que no hiciste nada con ella.
—Bien. Está fuera de sí. Nunca la había visto tan... Joder... No sé. Vulnerable. Irracional.
—¿Destrozada?
—Puede que sí. —Sus rasgos se suavizaron—. No era así cuando rompimos nuestro compromiso.
Me sentí mal por los dos. Las despedidas desagradables no eran plato de gusto para nadie.
—En aquella ocasión se alejó ella. Esta vez eres tú. Siempre es más difícil cuando es a uno al que dejan.
—Estoy tratando de tranquilizarla, pero necesito que me prometas que no va a interponerse entre nosotros.
—No se lo permitiré. Y tú no vas a preocuparte por Brett.
Tardó unos segundos en responder.
—Me preocuparé, pero sabré sobrellevarlo —dijo por fin.
Estuve segura de que no le fue fácil hacer aquella concesión.
Apretó los labios.
—Tengo que ir a hablar con Christopher. ¿Estamos bien?
Asentí.
—Yo estoy bien. ¿Tú?
—Siempre que Kline no te bese. —La advertencia sonó clara.
—Lo mismo digo.
—Si Brett me besa le doy un puñetazo.
Me reí.
—Ya sabes a lo que me refiero.
Me cogió de la mano y acarició mi anillo con el dedo pulgar.
—Crossfire.
El corazón se me partió en el mejor de los sentidos.
—Yo también te quiero, campeón.
Brett se deshizo de sus admiradoras y se dirigió a la carpa con expresión triste.
—¿Te estás divirtiendo? —le pregunté esperando que mantuviera una actitud positiva.
—Quiere volver contigo —respondió cortante.
Yo no vacilé.
—Sí.
—Si vas a darle una segunda oportunidad a él, también deberías dármela a mí.
—Brett...
—Sé que es difícil cuando tengo que estar viajando siempre...
—Y viviendo en San Diego —puntualicé.
—... pero puedo venir aquí con bastante frecuencia y tú siempre podrás venir a verme, conocer sitios nuevos. Además, la gira termina en noviembre. Puedo venir a pasar aquí las vacaciones. —Me miró con esos ojos verdes suyos y la atracción empezó a bullir entre los dos—. Tu padre sigue en el sur de California, así que tienes más de un motivo para ir.
—Tú serías motivo suficiente. Pero Brett... No sé qué decir. Estoy enamorada de él.
Cruzó los brazos y, en ese momento, pareció exactamente aquel chico malo y deliciosamente peligroso que solía ser.
—No me importa. Lo tuyo con él no va a salir bien y yo estaré aquí, Eva.
Me quedé mirándolo y me di cuenta de que sólo el paso del tiempo podría convencerle.
Brett dio un paso adelante y extendió la mano para pasarla por mi brazo. Se acercó curvando su cuerpo hacia el mío. Recordé otras ocasiones en las que estuvimos así, los momentos inmediatamente anteriores a que me empujara contra algo y me follara con fuerza.
—Sólo hará falta una vez —murmuró en mi oído con su voz pecaminosa de siempre—. Una vez dentro de ti y recordarás lo que había entre los dos.
Tragué saliva con la boca seca.
—Eso no va a pasar, Brett.
Curvó su boca con una lenta sonrisa, mostrando aquel hoyuelo tan seductor.
—Ya lo veremos.
—No puedo creerme que estén mucho más buenos en persona —dijo Ireland mirando hacia donde los chicos estaban haciendo la entrevista con el presentador de televisión antes del lanzamiento—. Tú también, Cary.
Él sonrió mostrando sus resplandecientes y blancos dientes.
—Vaya, gracias, cariño.
—Y bien... —Me miró con aquellos ojos azules tan parecidos a los de Gideon—. ¿Antes salías con Brett Kline?
—La verdad es que no. Para ser sincera, simplemente nos enrollábamos.
—¿Le querías?
Pensé la respuesta un momento.
—Creo que quizá estuve a punto. Podría haberme enamorado de él en otras circunstancias. Es un chico estupendo.
Frunció los labios.
—¿Y tú? —pregunté—. ¿Estás saliendo con alguien?
—Sí —torció la boca con pesar—. La verdad es que me gusta... mucho... pero es
raro, porque sus padres no pueden saber que está saliendo conmigo.
—¿Por qué no?
—Sus abuelos perdieron la mayor parte de su dinero por aquella estafa del padre de Gideon.
Dirigí la mirada a Cary, que levantó las cejas por encima de sus gafas de sol.
—Eso no es culpa tuya —dije, enfadada por ella.
—Rick dice que sus padres creen que es mucha «casualidad» que Gideon sea ahora tan rico —murmuró.
—¿Mucha casualidad? ¿Creen que es mucha casualidad?
—Cielo.
Me giré al oír la voz de Gideon, pues no me había dado cuenta de que estaba detrás de mí.
—¿Qué?
Se quedó mirándome. Yo estaba tan enfadada que tardé un momento en notar la leve sonrisa que había en su cara.
—No empieces —le dije entrecerrando los ojos a modo de aviso. Volví a dirigirme a Ireland—. Dile a los padres de Rick que echen un vistazo a la Fundación Crossroads.
—Si has acabado de estar ofendida por mí —dijo Gideon acercándose tanto que rozó su cuerpo contra el mío—, quedan cinco minutos para que empiece el vídeo.
Busqué con la mirada a Brett, que había vuelto a reunirse con la multitud, y vi que me hacía señas con la mano.
Miré a Cary.
—Ve —dijo moviendo el mentón—. Yo me quedo aquí con Ireland y Cross.
Fui hacia donde estaba el grupo y sonreí al ver lo nerviosos que estaban.
—Qué gran momento, chicos —les dije.
—Bueno —dijo Darrin con una sonrisa—, todo este evento se ha organizado para que saliéramos en ese programa de televisión y en una transmisión simultánea por internet. Era la única forma de que Vidal Records consiguiera que nos dieran cobertura. Esperemos que sirva de algo porque, joder, aquí hace más calor que en el infierno.
El presentador anunció el estreno en exclusiva del vídeo y, a continuación, de la pantalla desapareció el logotipo del programa para dar comienzo al vídeo mientras empezaban a sonar los primeros acordes de la canción.
La pantalla negra se iluminó de repente, mostrando a Brett sentado en un taburete delante de un micrófono en medio de un haz de luz, tal y como lo había hecho en el concierto. Empezó a cantar con su voz profunda y áspera. Muy sensual. El efecto que su voz tuvo sobre mí fue poderoso e inmediato, como había sido siempre.
La cámara se fue retirando lentamente de Brett para mostrar una pista de baile delante del escenario donde él cantaba. Había gente bailando, pero estaban en blanco y negro mientras que una chica rubia y sola llamaba la atención por sus colores.
Me quedé helada por la sorpresa. La cámara tuvo cuidado de grabarla sólo por detrás y de perfil, pero no había duda de que aquella chica se suponía que era yo. Tenía mi altura, con el mismo color y corte de pelo que tenía yo antes de cortármelo hacía poco tiempo. Tenía mi trasero y mi cintura curvados y su perfil era lo suficientemente parecido al mío como para comprender de inmediato quién pretendía ser.
Los siguientes tres minutos de mi vida pasaron en un terrible aturdimiento. «Rubia» era una canción de enorme carga sexual y la actriz hacía todo lo que Brett contaba en la canción, arrodillándose ante un doble de Brett, enrollándose con él en los baños de un bar y
sentándose a horcajadas encima de él en el asiento trasero de un Mustang del 67 como el que Brett tenía. Aquellos recuerdos tan íntimos se alternaban con tomas del verdadero Brett cantando en el escenario con el resto de los componentes del grupo. El hecho de que unos actores estuviesen interpretándonos me ayudó a llevarlo un poco mejor, pero con una mirada al rostro pétreo de Gideon supe que eso a él no le importaba. Estaba viendo cómo volvía revivir una de las épocas más salvajes de mi vida y le estaba pareciendo muy real.
El vídeo terminó con una imagen de Brett con expresión conmovedora y atormentada mientras una sola lágrima le caía por la mejilla.
Me aparté para mirarlo.
Su sonrisa fue desapareciendo poco a poco cuando vio cuál era mi expresión.
No podía creerme que aquel vídeo fuera tan personal. Se me ponían los pelos de punta al pensar que iban a verlo millones de personas.
—¡Vaya! —exclamó el presentador acercándose a la banda micrófono en mano—. Brett, te has abierto de verdad con esto. ¿Ha sido esta canción lo que ha hecho que Eva y tú volváis a estar juntos?
—En cierto modo, sí.
—Y Eva, ¿te has interpretado a ti misma en el vídeo?
Parpadeé, dándome cuenta de que me estaba proclamando como la verdadera Eva en un programa de televisión que se veía en todo el país.
—No. No soy yo. —Me lamí los labios secos—. Se trata de una canción increíble de un grupo igual de increíble.
—Y sobre una increíble historia de amor. —El presentador sonrió a la cámara y siguió hablando, pero yo dejé de hacerle caso y busqué a Gideon con la mirada. No pude localizarle por ningún sitio.
El presentador habló con el grupo un poco más y yo me alejé para seguir buscando. Cary se acercó a mí acompañado de Ireland.
—Menudo vídeo —dijo él arrastrando las palabras.
Lo miré con tristeza antes de dirigir mis ojos a Ireland.
—¿Sabes dónde está tu hermano?
—Christopher está de cháchara. Gideon se ha ido. —Hizo una mueca de disculpa—. Le ha pedido a Christopher que me lleve a casa.
—Maldita sea. —Metí la mano en el bolso para coger el móvil de prepago y escribí un mensaje rápido: «TQ. Dime q vendrás sta noche».
Esperé una respuesta. Como seguía sin obtenerla pasados unos minutos, me quedé con el móvil en la mano esperando a que vibrara.
Brett vino hasta donde yo estaba.
—Ya hemos acabado aquí. ¿Quieres que nos larguemos?
—Claro. —Me giré hacia Ireland—. Voy a estar fuera de la ciudad los siguientes dos fines de semana, pero vamos a quedar después.
—Mantendré libre mi agenda —contestó abrazándome con fuerza.
Miré a Cary, le cogí la mano y se la apreté.
—Gracias por venir.
—¿Estás de broma? Hacía mucho tiempo que no me entretenía tanto. —Él y Brett hicieron un complicado saludo con la mano—. Buen trabajo, tío. Soy un gran admirador vuestro.
—Gracias por venir. Nos vemos.

Brett apoyó su mano en la parte inferior de mi espalda y nos fuimos.

Volver a capítulos

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ir a todos los Libros