Me quedé inmóvil justo al lado
de las puertas giratorias del edificio Crossfire y Gideon me miró con tal
intensidad, que me sentí violenta.
«Perdona», dije en silencio
moviendo los labios, sintiéndome fatal y sabiendo qué habría pensado yo si
Corinne le hubiera tocado los labios aquel día.
—Hola —me saludó Brett,
demasiado concentrado en mí como para prestar atención a la oscura figura que
permanecía con los puños y la mandíbula apretados a pocos metros de distancia.
—Hola. —Podía sentir cómo
Gideon me miraba y me dolió no poder acercarme a él—. ¿Listos?
Sin esperar a los otros dos,
abrí la puerta de la limusina y me metí dentro. Apenas me había acomodado en el
asiento cuando saqué el teléfono de prepago del bolso para enviarle un mensaje
rápido a Gideon: «Te quiero».
Brett se sentó a mi lado en el
asiento corrido y, a continuación, entró Cary.
—Veo tu bonito careto por todas
partes, tío —le dijo Brett a Cary.
—Sí. —Cary me lanzó una sonrisa
torcida. Estaba guapísimo con sus vaqueros gastados y su camisa de diseño y con
unas pulseras de cuero en las muñecas que combinaban con sus botas.
—¿Ha venido contigo el resto
del grupo? —pregunté.
—Sí, están aquí todos. —Brett
volvió a enseñar su hoyuelo—. Darrin se ha quedado dormido nada más llegar al
hotel.
—No sé cómo puede pasar tantas
horas tocando la batería. Sólo con verlo ya te agota.
—Cuando tienes el subidón de
estar en el escenario, la energía no es ningún problema.
—¿Cómo está Eric? —preguntó
Cary con algo más que simple interés, haciendo que me preguntara, y no era la
primera vez, si él y el bajista del grupo habían tenido algo en algún momento.
Por lo que yo sabía, Eric era hetero, pero había visto algunas señales que me
hicieron pensar que podría haber experimentado un poco con mi mejor amigo.
—Eric está enfrentándose a
ciertos problemas que surgieron durante la gira —respondió Brett—. Y Lance se
ha enrollado con una chica a la que conoció cuando estuvimos Nueva York por
última vez. Los verás a todos dentro de un rato.
—La vida de una estrella del
rock —bromeé.
Brett se encogió de hombros y
sonrió.
Yo aparté la mirada,
arrepentida de mi decisión de haber llevado a Cary. Porque tenerlo allí
significaba que no podría decir lo que necesitaba decirle a Brett: que estaba
enamorada de otra persona y que no había esperanzas para lo nuestro.
Una relación con Brett sería
completamente distinta de la que tenía con Gideon. Habría pasado mucho tiempo
sola mientras él estaba de gira. Pasaría todo lo que me apeteciera antes de
asentarme. Vivir por mi cuenta y pasar tiempo con mis amigos y a solas. Casi lo
mejor de las dos cosas: tener un novio pero disfrutar de bastante
independencia.
Pero aunque me preocupaba dar
el salto de la vida de estudiante a un compromiso de por vida, no tenía dudas
de que Gideon era el hombre que quería. Simplemente no
estábamos
sincronizados. Yo creía que no había motivos para correr, mientras que él
pensaba que no los había para esperar.
—Hemos llegado —dijo Brett
mirando por la ventanilla hacia la muchedumbre.
A pesar del calor húmedo de ese
día, Times Square estaba tan abarrotado como siempre. Las escaleras de color
rojo de Duffy Square estaban llenas de gente haciéndose fotografías y de
peatones que taponaban las rebosantes aceras. Unos oficiales de policía salpicaban
las esquinas vigilando que no hubiese problemas. Los artistas callejeros se
gritaban unos a otros y los olores que emanaban de los carros de comida
competían con el olor mucho menos delicioso de la calle.
Los enormes paneles
electrónicos que cubrían los laterales de los edificios luchaban por llamar la
atención, incluyendo uno de Cary con una modelo femenina que se abrazaba a él
desde atrás. Había cámaras y operadores alrededor de una pantalla móvil de vídeo
que estaba sujeta a una plataforma con ruedas colocada delante de una tribuna
de asientos.
Brett salió el primero de la
limusina y de inmediato fue bombardeado por los gritos excitados de sus ávidos
admiradores, la mayoría chicas. Mostró su seductora sonrisa y saludó con la
mano y, a continuación, me la tendió para ayudarme a salir. Mi recibimiento fue
mucho menos cálido, sobre todo, después de que Brett colocara su brazo
alrededor de mi cintura. Sin embargo, la aparición de Cary desató murmullos.
Cuando se puso sus gafas de sol, obtuvo su propia tanda de gritos y silbidos de
excitación.
Yo estaba abrumada ante aquella
percepción sensorial, pero enseguida me centré y localicé a Christopher Vidal
hijo, que hablaba con el presentador de un programa de cotilleos. El hermano de
Gideon llevaba atuendo de negocios, con camisa, corbata y pantalones azul
marino. Su pelo caoba oscuro llamaba la atención incluso bajo la sombra del
anochecer que proyectaban los altos edificios que nos rodeaban. Me saludó con
la mano al verme, lo cual hizo que el presentador también me mirara. Yo le
devolví el saludo.
El resto de los componentes de
Six-Ninths estaba delante de las gradas firmando autógrafos, disfrutando
claramente de tanta atención. Miré a Brett.
—Ve a hacer tu trabajo.
—¿Sí? —Me miró con cautela,
tratando de asegurarse de que no me molestaba que me dejara.
—Sí. —Hice un gesto con la mano
para que se fuera—. Esto es por ti. Estaré aquí cuando empiece el espectáculo.
—Vale —sonrió—. No te vayas a
ningún sitio.
Se fue. Cary y yo nos acercamos
a la carpa que tenía el logotipo de Vidal Records. Protegida de la multitud por
guardias de seguridad privada, constituía un diminuto oasis en medio de la
locura de Times Square.
—Bueno, nena. Lo tienes en tus
manos. Había olvidado cómo sois los dos cuando estáis juntos.
—La forma verbal correcta sería
«erais» —puntualicé.
—Ya no es como antes
—continuó—. Está más... centrado.
—Me alegro por él. Sobre todo,
teniendo en cuenta cómo es su vida ahora mismo.
Me examinó con la mirada.
—¿No te interesa ni un poquito
ver si aún sabe follarte hasta volverte loca?
Lo fulminé con la mirada.
—La química es la química. Y
estoy segura de que ha tenido muchas oportunidades de poner a punto sus ya
fabulosas habilidades.
—Ponerlas a punto, ¡ja!
Graciosa forma de decirlo. —Meneó las cejas
mirándome—.
Parece que lo tienes claro.
—Eso sí que es una fantasía.
—Vaya, mira quién está aquí
—murmuró, haciendo que dirigiera mi atención a Gideon, que se acercaba con
Ireland a su lado—. Y viene directamente hacia nosotros. Si empieza una pelea
por ti, yo miraré desde las gradas.
Le di un empujón.
—Gracias.
Me sorprendió que Gideon
pareciera tan fresco con su traje cuando seguía haciendo tanto calor. Ireland
estaba fantástica con una falda de cintura baja acampanada y una camiseta de
tirantes con el vientre descubierto.
—¡Eva! —exclamó corriendo hacia
mí y dejando atrás a su hermano. Me dio un abrazo y, después, se retiró para
mirarme—. ¡Impresionante! Tiene que estar tirándose de los pelos.
Miré detrás de ella hacia
Gideon, buscando en su rostro alguna señal de enfado por lo de Brett. Ireland
se dio la vuelta y se abrazó también a Cary, a quien pilló de sorpresa.
Mientras tanto, Gideon vino directo hacia mí, me agarró suavemente de los brazos
y me besó en las dos mejillas, al estilo francés.
—Hola, Eva. —Su voz sonó con
cierto tono áspero que hizo que los dedos de los pies se me encogieran—. Me
alegro de verte.
Parpadeé sin tener que fingir
mi sorpresa.
—Eh... Hola, Gideon.
—¿A que está guapísima?
—preguntó Ireland sin hacer intento alguno de mostrarse sutil.
Los ojos de Gideon se apartaron
de mi cara.
—Siempre lo está. Necesito
hablar contigo un minuto, Eva.
—Claro. —Le lancé a Cary una
mirada de «qué coño querrá» y dejé que Gideon me llevara a un rincón de la
carpa. Habíamos dado unos cuantos pasos cuando dije—: ¿Estás enfadado? Por
favor, no lo estés.
—Por supuesto que lo estoy
—dijo sin alterar la voz—. Pero no contigo ni con él.
—Vale. —No tenía ni idea de lo
que aquello quería decir.
Se detuvo y me miró, pasándose
la mano por su precioso pelo.
—Esta situación es intolerable.
Podía soportarla cuando no había otro remedio, pero ahora... —Me miró a la cara
con furia—. Eres mía. Necesito que todo el mundo lo sepa.
—Le he dicho a Brett que estoy
enamorada de ti. También a Cary. A mi padre. A Megumi. Nunca he mentido sobre
lo que siento por ti.
—¡Eva! —Christopher se acercó y
me atrajo hacia sí para darme un beso en la mejilla—. Me alegra mucho que Brett
te haya traído. ¿Sabes? No tenía ni idea de que los dos habíais sido pareja.
Conseguí poner una sonrisa,
consciente de la mirada de Gideon.
—Fue hace mucho tiempo.
—No tanto. —Sonrió
abiertamente—. Estáis aquí, ¿no?
—Christopher —dijo Gideon a
modo de saludo.
—Gideon. —La sonrisa de
Christopher no vaciló, pero claramente se enfrió—. No tenías por qué venir. Ya
me he encargado yo de todo.
Eran hermanastros, pero tenían
muy poco en común físicamente. Gideon era más alto, más corpulento e
innegablemente oscuro, tanto en su tono de piel como en su conducta.
Christopher era un hombre atractivo con una sonrisa seductora, pero no tenía el
sensual
magnetismo de Gideon.
—He venido por Eva —se explicó
Gideon sin cambiar el tono—, no por el evento.
—¿De verdad? —Christopher me
miró—. Creía que tú y Brett estabais arreglando lo vuestro.
—Brett es un amigo —respondí.
—La vida personal de Eva no es
asunto tuyo —dijo Gideon.
—Tampoco debería ser asunto
tuyo. —Christopher lo miró con tal hostilidad que me hizo sentir incómoda—. El
hecho de que «Rubia» esté basada en una historia real y de que Brett y Eva
hayan venido juntos es una buena estrategia de márketing para Vidal y para el
grupo.
—La canción es el final de esa
historia.
Christopher frunció el ceño y
se metió la mano en el bolsillo para sacar su teléfono. Leyó la pantalla y miró
a su hermano con seriedad—. Llama a Corinne, ¿vale? Se está volviendo loca
tratando de localizarte.
—He hablado con ella hace una
hora —contestó Gideon.
—Deja de mandarle señales
confusas —replicó Christopher—. Si no quieres hablar con ella, no deberías
haber ido a su casa anoche.
Yo me puse tensa y el pulso se
me aceleró. Miré a Gideon, vi que apretaba la mandíbula y recordé que yo había
estado esperando un mensaje de respuesta suyo. Estaba en mi casa cuando yo
llegué, pero no me dijo por qué no me había respondido. Y desde luego, no había
dicho nada de que iría al apartamento de Corinne.
¿Y no me había dicho que no
respondía a sus llamadas?
Me aparté con un nudo en el
estómago. Me había sentido rara todo el día y tener que enfrentarme a la
creciente aversión entre Gideon y Christopher fue demasiado.
—Disculpadme.
—Eva —dijo Gideon con
brusquedad.
—Me alegro de haberos visto a
los dos —murmuré, interpretando mi papel antes de alejarme para ir con Cary,
que estaba a pocos metros.
Gideon me alcanzó tras dar tan
sólo un par de pasos y me agarró por el codo.
—Me llama al móvil y al trabajo
a todas horas. Tenía que hablar con ella —me susurró al oído.
—Debiste decírmelo.
—Teníamos cosas más importantes
de las que hablar.
Brett miró hacia nosotros.
Estaba demasiado lejos como para que yo pudiera ver su expresión, pero su gesto
parecía tenso. La gente, empujando para acercarse lo rodeaba, pero él tenía su
atención puesta en mí en lugar de en ellos.
Maldita sea. Me había visto con
Gideon y eso iba a echar a perder lo que se suponía que iba a ser una
experiencia maravillosa para él. Tal y como yo me había temido, aquella salida
era un desastre.
—Gideon —dijo Christopher con
voz firme desde atrás—. Aún no he terminado de hablar contigo.
Gideon lo miró.
—Estaré contigo en un minuto.
—Vas a hablar conmigo ahora.
—Vete, Christopher. —Gideon
miró a su hermano con tal frialdad que sentí un escalofrío a pesar del calor—.
Antes de que montes una escena y desvíes la atención que deben tener los
Six-Ninths.
Christopher
se mostró furioso durante unos momentos y, después, pareció darse cuenta de que
su hermano no estaba bromeando. Maldijo en voz baja y se dio la vuelta,
encontrándose de bruces con Ireland.
—Déjalos solos —dijo ella con
las manos en la cintura—. Quiero que vuelvan a estar juntos.
—Tú no te metas.
—Lo que tú digas. —Lo miró
arrugando la nariz—. Enséñame todo esto.
Él se detuvo y entrecerró los
ojos. Después, soltó un suspiro y la cogió del codo para alejarla de allí. Me
di cuenta de que tenían una relación estrecha.
Me entristeció que Gideon no
tuviera ese tipo de vínculo con ellos.
Gideon volvió a llamar mi
atención al pasarme sus dedos por la mejilla, una suave caricia que expresaba
mucho amor... y posesión. Nadie que nos estuviera mirando podría negarlo.
—Dime que sabes que no ha
pasado nada con Corinne.
Suspiré.
—Sé que no hiciste nada con
ella.
—Bien. Está fuera de sí. Nunca
la había visto tan... Joder... No sé. Vulnerable. Irracional.
—¿Destrozada?
—Puede que sí. —Sus rasgos se
suavizaron—. No era así cuando rompimos nuestro compromiso.
Me sentí mal por los dos. Las
despedidas desagradables no eran plato de gusto para nadie.
—En aquella ocasión se alejó
ella. Esta vez eres tú. Siempre es más difícil cuando es a uno al que dejan.
—Estoy tratando de
tranquilizarla, pero necesito que me prometas que no va a interponerse entre
nosotros.
—No se lo permitiré. Y tú no
vas a preocuparte por Brett.
Tardó unos segundos en
responder.
—Me preocuparé, pero sabré
sobrellevarlo —dijo por fin.
Estuve segura de que no le fue
fácil hacer aquella concesión.
Apretó los labios.
—Tengo que ir a hablar con
Christopher. ¿Estamos bien?
Asentí.
—Yo estoy bien. ¿Tú?
—Siempre que Kline no te bese.
—La advertencia sonó clara.
—Lo mismo digo.
—Si Brett me besa le doy un
puñetazo.
Me reí.
—Ya sabes a lo que me refiero.
Me cogió de la mano y acarició
mi anillo con el dedo pulgar.
—Crossfire.
El corazón se me partió en el
mejor de los sentidos.
—Yo también te quiero, campeón.
Brett se deshizo de sus
admiradoras y se dirigió a la carpa con expresión triste.
—¿Te
estás divirtiendo? —le pregunté esperando que mantuviera una actitud positiva.
—Quiere volver contigo
—respondió cortante.
Yo no vacilé.
—Sí.
—Si vas a darle una segunda
oportunidad a él, también deberías dármela a mí.
—Brett...
—Sé que es difícil cuando tengo
que estar viajando siempre...
—Y viviendo en San Diego
—puntualicé.
—... pero puedo venir aquí con
bastante frecuencia y tú siempre podrás venir a verme, conocer sitios nuevos.
Además, la gira termina en noviembre. Puedo venir a pasar aquí las vacaciones.
—Me miró con esos ojos verdes suyos y la atracción empezó a bullir entre los
dos—. Tu padre sigue en el sur de California, así que tienes más de un motivo
para ir.
—Tú serías motivo suficiente.
Pero Brett... No sé qué decir. Estoy enamorada de él.
Cruzó los brazos y, en ese
momento, pareció exactamente aquel chico malo y deliciosamente peligroso que
solía ser.
—No me importa. Lo tuyo con él
no va a salir bien y yo estaré aquí, Eva.
Me quedé mirándolo y me di
cuenta de que sólo el paso del tiempo podría convencerle.
Brett dio un paso adelante y
extendió la mano para pasarla por mi brazo. Se acercó curvando su cuerpo hacia
el mío. Recordé otras ocasiones en las que estuvimos así, los momentos
inmediatamente anteriores a que me empujara contra algo y me follara con
fuerza.
—Sólo hará falta una vez
—murmuró en mi oído con su voz pecaminosa de siempre—. Una vez dentro de ti y
recordarás lo que había entre los dos.
Tragué saliva con la boca seca.
—Eso no va a pasar, Brett.
Curvó su boca con una lenta
sonrisa, mostrando aquel hoyuelo tan seductor.
—Ya lo veremos.
—No puedo creerme que estén
mucho más buenos en persona —dijo Ireland mirando hacia donde los chicos
estaban haciendo la entrevista con el presentador de televisión antes del
lanzamiento—. Tú también, Cary.
Él sonrió mostrando sus
resplandecientes y blancos dientes.
—Vaya, gracias, cariño.
—Y bien... —Me miró con
aquellos ojos azules tan parecidos a los de Gideon—. ¿Antes salías con Brett
Kline?
—La verdad es que no. Para ser
sincera, simplemente nos enrollábamos.
—¿Le querías?
Pensé la respuesta un momento.
—Creo que quizá estuve a punto.
Podría haberme enamorado de él en otras circunstancias. Es un chico estupendo.
Frunció los labios.
—¿Y tú? —pregunté—. ¿Estás
saliendo con alguien?
—Sí —torció la boca con pesar—.
La verdad es que me gusta... mucho... pero es
raro,
porque sus padres no pueden saber que está saliendo conmigo.
—¿Por qué no?
—Sus abuelos perdieron la mayor
parte de su dinero por aquella estafa del padre de Gideon.
Dirigí la mirada a Cary, que
levantó las cejas por encima de sus gafas de sol.
—Eso no es culpa tuya —dije,
enfadada por ella.
—Rick dice que sus padres creen
que es mucha «casualidad» que Gideon sea ahora tan rico —murmuró.
—¿Mucha casualidad? ¿Creen que
es mucha casualidad?
—Cielo.
Me giré al oír la voz de
Gideon, pues no me había dado cuenta de que estaba detrás de mí.
—¿Qué?
Se quedó mirándome. Yo estaba
tan enfadada que tardé un momento en notar la leve sonrisa que había en su
cara.
—No empieces —le dije
entrecerrando los ojos a modo de aviso. Volví a dirigirme a Ireland—. Dile a
los padres de Rick que echen un vistazo a la Fundación Crossroads.
—Si has acabado de estar
ofendida por mí —dijo Gideon acercándose tanto que rozó su cuerpo contra el
mío—, quedan cinco minutos para que empiece el vídeo.
Busqué con la mirada a Brett,
que había vuelto a reunirse con la multitud, y vi que me hacía señas con la
mano.
Miré a Cary.
—Ve —dijo moviendo el mentón—.
Yo me quedo aquí con Ireland y Cross.
Fui hacia donde estaba el grupo
y sonreí al ver lo nerviosos que estaban.
—Qué gran momento, chicos —les
dije.
—Bueno —dijo Darrin con una
sonrisa—, todo este evento se ha organizado para que saliéramos en ese programa
de televisión y en una transmisión simultánea por internet. Era la única forma
de que Vidal Records consiguiera que nos dieran cobertura. Esperemos que sirva
de algo porque, joder, aquí hace más calor que en el infierno.
El presentador anunció el
estreno en exclusiva del vídeo y, a continuación, de la pantalla desapareció el
logotipo del programa para dar comienzo al vídeo mientras empezaban a sonar los
primeros acordes de la canción.
La pantalla negra se iluminó de
repente, mostrando a Brett sentado en un taburete delante de un micrófono en
medio de un haz de luz, tal y como lo había hecho en el concierto. Empezó a
cantar con su voz profunda y áspera. Muy sensual. El efecto que su voz tuvo
sobre mí fue poderoso e inmediato, como había sido siempre.
La cámara se fue retirando
lentamente de Brett para mostrar una pista de baile delante del escenario donde
él cantaba. Había gente bailando, pero estaban en blanco y negro mientras que
una chica rubia y sola llamaba la atención por sus colores.
Me quedé helada por la
sorpresa. La cámara tuvo cuidado de grabarla sólo por detrás y de perfil, pero
no había duda de que aquella chica se suponía que era yo. Tenía mi altura, con
el mismo color y corte de pelo que tenía yo antes de cortármelo hacía poco
tiempo. Tenía mi trasero y mi cintura curvados y su perfil era lo
suficientemente parecido al mío como para comprender de inmediato quién
pretendía ser.
Los siguientes tres minutos de
mi vida pasaron en un terrible aturdimiento. «Rubia» era una canción de enorme
carga sexual y la actriz hacía todo lo que Brett contaba en la canción, arrodillándose
ante un doble de Brett, enrollándose con él en los baños de un bar y
sentándose
a horcajadas encima de él en el asiento trasero de un Mustang del 67 como el
que Brett tenía. Aquellos recuerdos tan íntimos se alternaban con tomas del
verdadero Brett cantando en el escenario con el resto de los componentes del
grupo. El hecho de que unos actores estuviesen interpretándonos me ayudó a
llevarlo un poco mejor, pero con una mirada al rostro pétreo de Gideon supe que
eso a él no le importaba. Estaba viendo cómo volvía revivir una de las épocas
más salvajes de mi vida y le estaba pareciendo muy real.
El vídeo terminó con una imagen
de Brett con expresión conmovedora y atormentada mientras una sola lágrima le
caía por la mejilla.
Me aparté para mirarlo.
Su sonrisa fue desapareciendo
poco a poco cuando vio cuál era mi expresión.
No podía creerme que aquel
vídeo fuera tan personal. Se me ponían los pelos de punta al pensar que iban a
verlo millones de personas.
—¡Vaya! —exclamó el presentador
acercándose a la banda micrófono en mano—. Brett, te has abierto de verdad con
esto. ¿Ha sido esta canción lo que ha hecho que Eva y tú volváis a estar
juntos?
—En cierto modo, sí.
—Y Eva, ¿te has interpretado a
ti misma en el vídeo?
Parpadeé, dándome cuenta de que
me estaba proclamando como la verdadera Eva en un programa de televisión que se
veía en todo el país.
—No. No soy yo. —Me lamí los
labios secos—. Se trata de una canción increíble de un grupo igual de
increíble.
—Y sobre una increíble historia
de amor. —El presentador sonrió a la cámara y siguió hablando, pero yo dejé de
hacerle caso y busqué a Gideon con la mirada. No pude localizarle por ningún
sitio.
El presentador habló con el
grupo un poco más y yo me alejé para seguir buscando. Cary se acercó a mí
acompañado de Ireland.
—Menudo vídeo —dijo él
arrastrando las palabras.
Lo miré con tristeza antes de
dirigir mis ojos a Ireland.
—¿Sabes dónde está tu hermano?
—Christopher está de cháchara.
Gideon se ha ido. —Hizo una mueca de disculpa—. Le ha pedido a Christopher que
me lleve a casa.
—Maldita sea. —Metí la mano en
el bolso para coger el móvil de prepago y escribí un mensaje rápido: «TQ. Dime
q vendrás sta noche».
Esperé una respuesta. Como
seguía sin obtenerla pasados unos minutos, me quedé con el móvil en la mano
esperando a que vibrara.
Brett vino hasta donde yo
estaba.
—Ya hemos acabado aquí.
¿Quieres que nos larguemos?
—Claro. —Me giré hacia
Ireland—. Voy a estar fuera de la ciudad los siguientes dos fines de semana,
pero vamos a quedar después.
—Mantendré libre mi agenda
—contestó abrazándome con fuerza.
Miré a Cary, le cogí la mano y
se la apreté.
—Gracias por venir.
—¿Estás de broma? Hacía mucho
tiempo que no me entretenía tanto. —Él y Brett hicieron un complicado saludo
con la mano—. Buen trabajo, tío. Soy un gran admirador vuestro.
—Gracias por venir. Nos vemos.
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