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POSEÍDA - Lisa Swann VOL. 6 Cap.5

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5. Cada quien sus errores
Después de una noche así, Sacha y yo nos despertamos con la mirada
radiante. La sorpresa por las disculpas de Ethan así como el inesperado
reencuentro con Maxime (¡perdón, Max Kult, usted disculpe!!), Todo
estaba olvidado.
Sacha me dio un beso rápido en los labios antes de levantarse y
desaparecer en su tocador donde le oí silbar «My Girl», y cuando me
levanté y eché un vistazo para ver qué hacía, lo sorprendí en plena
coreografía improvisada de Temptations.
Se volvió al oírme reir y me escabullí hacia el baño, tarareando «You are
the sunshine of my life».
¡Empieza una hermosa jornada!
En el auto que nos llevaba a la oficina, Sacha consultaba su correo
electrónico en el iPhone mientras yo, poniendo una mano en su muslo, veía
la vida de la calle con ojos soñadores y ausentes.
El teléfono de Sacha comenzó a sonar y volví la cabeza hacia él. Él veía
la pantalla del dispositivo, pero rechazó la llamada. Lo inquirí con la
mirada.
- Es Malcom Strangley de nuevo, me explicó. No deja de llamar. Hace
dos días, ha hecho depositar la maleta que le había dejado. Obviamente él
no quiere mi contribución anónima, sino que quiere hablar conmigo a
cualquier precio.
Pareció pensar por un momento.
- Me pregunto también cómo consiguió mi número de celular...
Seguramente mamá debió dárselo, agregó.
- Y tú, ¿cómo sabes que él está llamando, dado que rechazas todas sus
llamadas? Le pregunté.
- Porque nos hemos llamado, a pesar de todo, desde hace días, antes de
que él devolviera la maleta. Le llamé desde la oficina.
Le miraba aún, levantando una ceja, previniendo lo que vendría.
- Le llamé porque, a pesar de todo, quería asegurarme de que Gena no
regresaría a un refugio para indigentes. Pero al parecer, mamá y Malcolm
se han encargado.
Y como aún le miraba sin decir nada, aunque le sonreía, dijo:
- ¿Qué, Liz?, exclamó.
- Nada, le contesté, cerrando mi mano sobre su muslo.
Me incliné para besarlo.
- Te amo, Sacha.
De inmediato volvió a su aire de hombre de negocios y le tocó el turno a
mi teléfono para timbrar. Miré la pantalla, era Max Kult.
Maldición, desde la mañana...
Ya había recibido un mensaje de él, el cual había descubierto al
encender mi teléfono esta misma mañana. Un mensaje breve que había
sido enviado a mitad de la noche, y el hecho de que él pensara en mí a una
hora tan tardía no era realmente un buen augurio.
[Encantado de verte tan hermosa, Liz. ¿Nos llamamos en el día? Besos.
Max]
El teléfono sonaba todavía. Rechacé la llamada. Cuando levanté la
mirada, Sacha me observaba con cara de preocupación.
- ¿A ti también te molestan desde la mañana? preguntó, frunciendo el
ceño.
Suspiré, avergonzada.
- Sí, era Maxime.
El rostro de Sacha se ensombreció.
- ¡Hey, vaya que no pierde el tiempo! ¿Y quién le dio tu número?
Aquí viene un enfado...
La mejor táctica para defenderse es, a menudo, atacar, y de pronto fingí
estar ofendida.
- Bueno, fui yo. ¿Quién quiso que así sea, Sacha? Me dejaste con este
tipo diciéndome que me apure, hice lo que pude para deshacerme de él
rápidamente y no supe decirle que no cuando me pidió mi número.
Su mirada se suavizó de pronto.
- Ok, sé que fue estúpido de mi parte, continué, arrugando el ceño. No
pensé que volvería a la carga de esa manera...
Sacha se mofó.
- Pero ¿qué esperabas, francamente? me dijo. ¡Este tipo tenía la mirada
saciada de Elizabeth Lanvin! ¡Si yo no hubiera estado allí, él hubiera
intentado ir por todo! Él no va a dejarte ir así como así. ¿Qué vas a hacer,
Liz?
Mierda, cómo joder un día que empezó bien... ¡Gracias, Maxime!
¿Qué tenía que hacer? ¿Qué tenía que responder? Me veía mal dando
explicaciones a Sacha, mientras la simple mención de Max Kult lo
trastornaba, los detalles de mi complicada relación con este hombre. Tenía
que salir de este enredo con estilo y sobre todo, ¡sobre todo!, sin que Sacha
supiera nada.
- Voy a ser claro con él, le contesté. Le pediré que deje de llamarme, le
recordaré que tengo una vida, etc.
- Sí, y hay un hombre en esta vida, sobre todo, refunfuñó Sacha.
El auto se detuvo frente al edificio de Goodman & Brown. Sacha me
sostuvo la puerta abierta y nos enfilamos derecho hacia el ascensor, cada
uno rumiando sus pensamientos ensombrecidos.
Sentí vibrar sin parar mi teléfono en el bolsillo...
***
Después de tres llamadas sin respuesta y dos que rechacé, me decidí
finalmente a afrontar una discusión con Max Kult, y ser clara y categórico
con él. Me levanté rápido de la silla para cerrar la puerta de mi oficina.
Más valía que nadie escuchara...
¡Y en especial, esta perra de Natalia que puede arruinarlo todo! ¡Ya
tengo suficientes problemas!
- ¡Hola! Dije con voz molesta.
- Oh, ¿te levantaste con el pie izquierdo, querida? Hola, preciosa. Soy
Max. Eres muy complicada de localizar, por así decir... Una verdadera
mujer de negocios... Si no supiera que trabajas en el prestigioso bufete de
Goodman & Brown, creería que tratas de evitarme.
¡Venga, aquí estamos! Lo que más me temía de Maxime: Su tendencia a
hablar solo sin escuchar lo que tenía que decirle, centrarse en sus puntos de
vista sin abrirse al diálogo, y peor aún, su capacidad paranoica de analizar
a todas sus presas... yo ya había pagado el precio en el pasado. Cuando
estábamos juntos, ya que nos frecuentamos amigablemente durante tres
semanas, me había dado cuenta de que ya sabía todo sobre mí, hasta mi
talla y mi marca favorita de yogur!
- ¡Hola, Maxime! (Eso era para debilitar su ego sobredimensionado...)
No, no me levanté con el pie izquierdo y sí, estoy muy ocupada. No te
oculto que me molesta que llames cada media hora mientras yo estoy hasta
el cuello con mis expedientes...
- Hey, eso acaba con el reencuentro sorpresivo, respondió. ¡Estoy seguro
de que tu novio te ha regañado ayer por la noche!
- Por segunda vez, Sacha no es mi novio...
- Sí, creo entender, es también tu jefe, me interrumpió. Se pasa un buen
rato con los empleados tu jefe, por lo que veo.
Vaya lío, ¡este tipo es imposible!
- Maxime, mi vida privada no es asunto tuyo, que yo sepa...
Una vez más, me interrumpió.
- ¡Hey! ¡Es como si no hubiéramos sido íntimos tú y yo!
Yo bullía de coraje, con ideas asesinas desarrollándose en mi mente.
- Lo que hayamos vivido no te da ningún derecho sobre lo que ahora
vivo que yo sepa, le dije, levantando la voz. Creo que tu comportamiento
está bastante fuera de lugar, Maxime, y tenlo por seguro, es muy invasivo.
- Tranquila, cariño, creo que hemos partido de supuestos equivocados.
Retomemos todo desde el principio.
Sin dejarme oportunidad y aún sin recuperar su aliento, prosiguió:
- Hola, Liz. ¿Cómo estás? Me ha dado un gran placer verte anoche.
Estoy muy feliz de que todo vaya bien para ti, y me decía que sería
agradable que tomáramos una copa o cenáramos juntos.
Yo buscaba una pared con ansias locas de estrellar ahí mi cabeza.
- Es decir que no tengo mucho tiempo, Maxime.
- ¿Digamos mañana? Eso te da tiempo de preparar una excusa para
escapar de las garras de tu jefe... Uy, estoy de broma, hermosa mía...
Nunca tuvimos el mismo sentido del humor y, cuando me acordé del
chico indeciso que había conocido, de pronto hallaba su seguridad muy
peligrosa... Tenía que deshacerme de él a cualquier precio.
- Mañana, no va a ser posible, Maxime. Nos llamamos la semana
próxima, ¿vale? Voy a estar más disponible, le dije.
- La semana que viene estoy en Milán para una sesión, Liz. Y no sé por
qué, tengo la sensación de que voy a tener que correr tras de ti.
¡Bien, sólo tienes que correr!
- Bueno, ¿digamos que a tu regreso, entonces? Propuse, tratando de
parecer sincera.
- No es posible, guapa. La exposición de la galería parte a Europa y yo
hago una especie de gira promocional junto con ella... ¿Te has vuelto tan
adulta que serías capaz de esperar dos meses antes de vernos de nuevo?
Porque, te lo estoy diciendo ahora, Liz, no es mi caso. Hey, ¿sabes qué
podemos hacer? Te llamaré mañana por la mañana y acordamos un
almuerzo rápido, ¿ok?
De repente, me exalté y, sin medir mis palabras, empecé a gritar:
- Maxime, ¿me escuchaste o qué? ¡Te he dicho que no! NO, ¡N-O!
¡Déjame en paz!
Y le corté la comunicación, inmediatamente después apagué mi móvil,
el cual arrojé a al fondo del cajón. Entonces me dirigí a la recepción para
dar el número de teléfono de Maxime a la empleada pidiéndole que
bloqueara sus llamadas.
- Se trata de un enfermo que me está acosando, le dije para justificarme,
pero no demasiado intenso. Ni siquiera sé cómo consiguió mi número.
Aproveché para ordenar un emparedado que devoraría en mi oficina. En
el almuerzo, Sacha se asomó por la puerta, también parecía estar ocupado.
- Liz, bajaré a tomar un poco de aire fresco y voy a traer algo de comer.
¿Vienes conmigo?
Con la boca llena de mi emparedado, le mostré mi almuerzo y con la
otra mano, el expediente que me ocupaba.
- ¿Todo bien, cariño? preguntó Sacha, intrigado.
Agité las manos sobre mi cabeza, a riesgo de hacerme un peinado de
lechuga y pastrami, para hacerle entender que tenía trabajo hasta el cuello.
Mi representación cómica le hizo sonreír.
- Ok, dijo. ¿Y has resuelto el problema de Max Kult, entonces?
Así es, respondí ¡qué vergüenza!, con un gesto franco y sin ambigüedad,
el puño cerrado y el pulgar arriba, algo propio de un jugador de fútbol o de
un miembro de una pandilla, no lo sabía, pero lo que quería decir era que
todo estaba bajo control de ahora en adelante. Sacha me mandó un beso y
desapareció.
Esa fue mi primera mentira.
***
Alrededor de las 16 horas, justo cuando David salía de mi oficina
después de haberme ayudado a desentrañar algunas complicaciones en un
expediente que yo no manejaba bien, mi teléfono fijo timbró. Era el
número de la oficina Sacha.
- ¿Sí?, le dije.
- Liz, ¿tienes cinco minutos? ¿Puedes venir, por favor? me preguntó
antes de colgar.
Su tono no anunciaba una diversión gratuita ni travesuras improvisadas.
Tuve un mal presentimiento. Fui a su oficina con las piernas temblorosas.
Cerré la puerta detrás de mí. Sacha se echó hacia atrás en su silla y volvió
la pantalla del ordenador hacia mí, observando mi reacción.
- ¿Me explicas eso, Liz? dijo secamente.
Y allí, en la pantalla, se mostraba una foto de mi persona más bien
desvestida, acostada en una cama envuelta por un velo artístico que podría
haber sido más escandaloso.
Vaya, ¿no habría podido adelgazar un poco en cinco años?
La foto en blanco y negro era sobria y para nada vulgar. Era una imagen
de juventud, los primeros pasos de Maxime, y tenía que admitir que debí
estar mal de la cabeza para haber podido posar para él.
- Bueno, soy yo, dije balbuceando como una tonta.
Sacha estaba legítimamente fastidiado y su irritación parecía remachar
mi respuesta estúpida.
- Te he reconocido, gracias, Liz -dijo con un tono cortante. Me parece
que tu ex tiene mucha clase, sabes. Pensé que habías resuelto el problema,
pero es obvio que él no está al tanto. Acabo de recibir este correo
electrónico suyo. Así que comienza de manera muy profesional, ¿eh?,
lamenta que no me haya quedado para admirar su trabajo, etc. Él propone
enseguida enviarme algunas fotos inéditas que guarda para los
coleccionistas y, bingo, en el lote que me envía, me encuentro con una foto
tuya ¡Desnuda!
¡Vaya, Sacha está súper enojado!
No hace falta señalar que no estoy completamente desnuda, prefería más
bien tranquilizarlo.
- Pero te aseguro que creía haber resuelto el problema esta mañana, le
dije a Sacha. No sé, cuando una mujer te pide que la dejes en paz, sabes a
qué se refiere, ¿verdad?
- Bueno, evidentemente, o es duro de oído o se venga de ti, respondió
Sacha. ¿Quieres que me encargue, Liz? ¡Porque si hay que hablar con él de
hombre a hombre, puedes contar conmigo!
Sospeché que esto le habría aliviado, pero yo estaba muy asustada y
seguramente equivocada, que todo esto se intensificara y Maxime contara
cosas sobre mí, aunque yo no tenía nada que reprocharme, él era muy
capaz de mentir sólo para sembrar la duda.
- Yo me ocupo, Sacha, te lo juro, me desharé de este tipo, le dije antes de
volverme hacia la puerta, incómoda.
De vuelta en mi oficina, volví a encender mi celular y envié un mensaje
a ese maldito Max Kult para acordar una cita y almorzar al día siguiente en
un lugar lo suficientemente lejos de la oficina para asegurarme de no
encontrar a nadie. Tenía que dejar las cosas bien claras (incluso mi mano
en su cara) de una vez por todas. Inmediatamente recibí de parte suya un
«cooool, querida, see you tomorrow xxxx», que me dieron ganas de hacer
estallar mi móvil a golpes de tacón.
Por la tarde, de regreso al apartamento, me controlé para asegurarle a
Sacha que había tenido una larga discusión con Maxime e incluso había
amenazado con dejar que Sacha se involucrara si se negaba a dejarme en
paz. Sacha parecía creerme, estaba agotado por su jornada y siguió
haciendo llamadas telefónicas al extranjero. En cuanto a mí, pretendí estar
agotada y me sumergí un buen rato en una tina caliente mientras maldecía
haber mentido otra vez al hombre que amaba.
Logré evitar discretamente la mirada directa Sacha hasta el momento de
la cita con Maxime, la tarde siguiente.
Cuando llegué a la pequeña cafetería donde almorzaríamos, Maxime ya
estaba allí. ¡Mucho mejor, lo vamos a resolver en un santiamén! Se puso de
pie para darme un beso y me senté frente a él lista para atacar con saña.
Pero él atajó.
- Liz, me disculpo sinceramente por lo que hice ayer... dijo con un aire
francamente contrito. Enviar ese mensaje a tu pareja era completamente
estúpido de mi parte y terriblemente grosero. No sé qué me pasó, en fin, lo
sé, estaba realmente herido por lo que me gritaste por teléfono, yo creo.
Y sin darme cuenta de que él revertía la situación sin mi conocimiento,
me hallé confundida y quise disculparme.
- Discúlpame, Max, le dije. No sé por qué empecé a gritar así. Pero no
dejas hablar, supongo que esa es la única forma que he hallado para
hacerme escuchar.
Tenía un aire verdaderamente apenado y triste. Nada que ver con el
fotógrafo hipster de la galería, tan seguro de sí.
- Confieso que me he comportado como un chaval, ¿no? admitió
levantando sus ojos de cocker abandonado. Pero estaba tan feliz de verte,
era una verdadera coincidencia la de encontrarnos allí, casi
milagrosamente, debe significar algo, ¿cierto, Liz?
Vi a dónde quería llegar y tuve mucho cuidado de no dejarle ninguna
oportunidad.
- Por supuesto que es lindo hallarte después de todos estos años, dije en
el tono de novia buena. Pero tengo a alguien en mi vida, Max, y creo que es
el indicado para toda la vida.
- Me alegro por ti, Liz. El hombre de tu vida, ¡guau! Es lindo, eh... A mí,
lo que más me gusta en la vida, son las buenas sorpresas que nos reserva y
las segundas oportunidades que nos ofrece. Y, sabes, la otra noche, pensé,
héla aquí, mi segunda oportunidad, porque la mujer de mi vida, eh, siempre
has sido tú, Liz.
Con los ojos llorosos, la tez sombría, Maxime se inclinó sobre la mesa
para tomar mis manos entre las suyas y, aunque me resistí, tenía
paradójicamente mucha fuerza para un hombre tan triste.
- Liz, Liz, Liz, repitió, sacudiendo la cabeza, dejando las lágrimas correr
por el borde de su nariz. Tú no sabes nada del calvario que viví después de
nuestra ruptura. Los intentos de suicidio, los medicamentos, las estancias
en el hospital psiquiátrico... no sabes nada de eso. Y aun cuando le dí
vuelta a la hoja, que dejé de echarme la culpa del fracaso de nuestra
historia, aunque retomé una vida normal e incluso me hice de un lugar
soleado, nunca he sido capaz de amar a otra mujer después, nunca tuve una
historia de amor después de ti...
Miré angustiada a todos lados, intentando zafar mis manos de las suyas,
fuertemente asidas a mis dedos.
- Max, tienes que comprender que no era posible lo nuestro y que no lo
será tampoco hoy. Encontré al hombre que me conviene, nos amamos y
deseo, a partir de ahora, que nos dejes tranquilos.
Zafé mi mano de su asir desesperado y me levante de un salto.
- ¡Si insistes, te puedo asegurar que vas a meterte en problemas! Lancé
antes de largarme, dejándolo allí, con la cabeza gacha y los hombros
sacudidos por los sollozos.
***
Pasé tres días terribles afligida por las mentiras que había usado con
Sacha y, por supuesto, no había ninguna duda de que le dije que había visto
a Maxime y lo que pasó. Un mal resfriado se aprovechó para confundirme
por completo y me enterré durante todo el fin de semana bajo el edredón.
Me hice consentir por Sacha mientras albergaba un horrible sentimiento de
culpabilidad.
Pero las llamadas telefónicas habían cesado, así como los mensajes de
texto. Sacha no había recibido otros correos desagradables. Tal vez le había
lastimado, pero Maxime había entendido que era mejor que me olvidara.
Eso era al menos lo que yo pensaba...
Los lunes por la mañana no son nunca los de un día fácil, pero aquella
mañana de lunes, sin duda la recordaré toda mi vida. Estos últimos días de
tranquilidad me habían dado esperanza de que todo estaba en orden.
Maxime debía estar en Italia, y Sacha y yo éramos aún los mismos
enamorados, reencontrándonos para un grato desayuno antes de salir en
ruta a la oficina.
Mientras untaba meticulosamente mi pedazo de pan, Sacha comenzó a
hojear la prensa, la cual, como por arte de magia, era entregada todas las
mañanas en la mesa del vestíbulo. Yo amaba estos pequeños hábitos,
escucharle hojear el periódico con una mano, mientras que con la otra,
revolvía el azúcar en su taza de café.
Aquél lunes por la mañana, tuve la sensación de que sus gestos se
endurecían de repente. Y cuando alcé la mirada hacia él, él me miró con
una mirada totalmente perdida.
Esbocé una sonrisa, levantando las cejas, sólo para entender lo que
estaba sucediendo. La explicación llegó rápidamente. Sacha tomó el papel
desplegado ante sí y lo deslizó hacia mí.
La portada del New York Post se extendía ante mí. Miré hacia abajo para
descubrir una foto mía en blanco y negro, mucho más decente que aquella
que Maxime había enviado a Sacha. Un retrato deslumbrante de una mujer
riendo a carcajadas, en quien me reconocía, unos años más joven. Debajo
de la foto, un encabezado: «La actual conquista del millonario Sacha
Goodman fue la primera musa del célebre Max Kult.» Azorada, sólo pude
entender que citaban mi nombre en el brevísimo cuerpo del artículo.
No me atrevía a encarar la expresión de Sacha, atrapado en un torbellino
de emociones contradictorias. ¿Era un último regalo de Maxime? ¿La
confesión de que admitía su derrota y me dejaba vivir mi vida? ¿Que me
dejaba disfrutar toda mi felicidad?
Cuando por fin levanté mi rostro hacia Sacha, él me miró a la vez con
asombro y ternura.
- Tu belleza es evidente, Liz, y lo que sé de ti sólo la amplía, dijo, con un
nudo en la garganta.
Como me había quedado sin palabras, continuó:
- Hay una sola cosa que me molesta...
Negué con la cabeza sin entender a dónde iba. Se inclinó hacia el diario
para apuntar con el dedo a esas escasas palabras impresas: La actual
conquista del millonario Sacha Goodman.
- Hubiera preferido que se hablara de ti de otra manera…, murmuró,
apesadumbrado.
El tiempo se suspendió...
- Pero se puede arreglar, añadió con una sonrisa antes de levantarse y
acercarse a mí.
¡Dios mío, aquí vamos!
- Señorita Elizabeth Lanvin, ¿aceptaría usted ser mi esposa? me
preguntó, sujetando mis manos entre las suyas.
Un estallido de risas escapó de mi garganta, casi a mi pesar, y me arrojé
a sus brazos.
Continuará...

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2 comentarios:

  1. Hola soy Karina, para cuando el próximo volumen de Poseída? ?? Me muero de la intriga!!! Besoss

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  2. Hola soy Karina, para cuando el próximo volumen de Poseída? ?? Me muero de la intriga!!! Besoss

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