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POSEÍDA - Lisa Swann VOL. 6 Cap.4

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4. Los buenos viejos tiempos
La presencia de Sacha siempre era solicitada en cualquier evento
cultural. Era un hombre influyente en este medio donde, a menudo, había
desempeñado el papel de mecenas. Amante del arte - su apartamento
ciertamente rivalizaba con algunos museos – terminaba por apoyar a
jóvenes artistas.
- Se trata de inversiones, Liz, ya sabes. Yo apuesto por el futuro. Ese es
mi lado divertido, me aseguró mientras íbamos en el coche, una vez más, a
la inauguración de una exposición.
- No me digas que únicamente es por el valor financiero del arte que te
interesa, Sacha, no lo creo ni por un segundo.
Me dirigió una mirada divertida.
- ¿Eso te molestaba, Liz?
- Un poco, sí, sobre todo porque sigo convencida de que es falso y de que
estás realmente interesado en el trabajo de aquellos a quienes ayudas o de
quienes compras sus obras. Tal vez simplemente no quieres admitirlo,
concluí con una sonrisa.
- ¿Y por qué, en tu opinión, habría de hacer eso?, me preguntó.
Me encogí de hombros.
- No lo sé, tal vez porque confesar que te interesas en estos artistas, que
deseas que tengan éxito, sería confirmar que les prestas cierta atención, si
no es que una especie de afecto...
- ¿Estás insinuando que es algo que no puedo asumir, Liz?
- ¿Qué, Sacha?
- Tener afecto por alguien.
Puso su mano en mi rodilla. Siento que esta discusión puede
rápidamente empeorar...
- Tal vez no, le contesté. Pero puede que te resulte difícil mostrarlo. Sin
duda, tienes la impresión de que eso te hace vulnerable... Yo, creo que te
hace más sexy, añadí con una mirada insinuante.
Él se rió levemente.
- ¿Y de verdad crees que es importante que estos artistas me encuentren
sexy? dice.
Se inclinó para besarme.
- En cualquier caso, asumo absolutamente el efecto que me haces, Liz,
me susurró en el cuello prodigándome besos tiernos. Nunca hubiera creído
que una mujer en traje de pantalón pudiera provocar tal efecto...
Reí placenteramente.
- Es la magia del Saks, le contesté.
- ¡Oh, no, señorita!, el toque francés ayuda bastante, agregó, antes de
recuperarse de la tos. Bueno, no hay necesidad de llegar a la galería en este
estado... sobre todo porque podría haber gente guapa. Se trata de los cinco
fotógrafos más destacados del momento que hoy exponen y creo que todos
estamos ansiosos por descubrir el alcance de su trabajo.
Frente a la galería del barrio de Chelsea, hacíamos fila para entrar en
trajes de noche. Al parecer, era el evento del día. Al salir del coche, me
percaté de algunas caras conocidas del medio del espectáculo.
¡Diablos, un evento social para ponerme a prueba! ¡Afortunadamente
Sacha está conmigo, de lo contrario, moriría de vergüenza aquí mismo!
- Aquí tienes, dijo Sacha al consultar el catálogo. Uno de los fotógrafos
es francés, Max Kult. No estás perdida, habrá por lo menos un compatriota
esta noche.
Él sabía lo mucho que podía estar impresionada por este tipo de
ambiente. Los primeros minutos por lo menos y, enseguida, del brazo de
Sacha, encontré un poco de confianza y naturalidad que regresaba al
galope.
- ¿Me esperas? dijo entregándome el catálogo. Voy por dos copas de
champán para nosotros.
No tuve tiempo para convenir que podía acompañarle cuando él había
desaparecido entre la multitud. Esperando a su regreso, me decidí a ver la
presentación de la exposición. El tal Max Kult fue anunciado como «el
nuevo Helmut Newton»... ¡Guau, nada menos! Y es verdad que sus clichés
de mujeres-objeto, aunque algunos me molestaban, no les faltaba clase.
Levanté la cabeza, en busca de Sacha, pero mis ojos se cruzaron con
alguien a quien no quería ver de ninguna manera, y nunca hubiera
imaginado toparme en público después de los recientes acontecimientos.
Allisson Green.
Mira que no le faltan agallas... Todo Manhattan debe estar al tanto de
su matrimonio fracasado y tal vez las razones de esta catástrofe... ¡Y ella
tan campante!
Por no mencionar, por cierto, que llevaba un perturbador vestido
escotado por la espalda, su larga cabellera rubia rozando su piel
descubierta. Un auténtico aire de actriz... Tal vez esa belleza le hace un
tipo de blindaje a toda prueba... Tal vez estaba a tal punto hermosa que
nadie se atrevía a acercarse para preguntarle si se estaba recuperando del
escándalo de su matrimonio anulado...
Ella me vio también y, aún de lejos, vi que sus ojos lanzaban destellos
asesinos. Pero se dio la vuelta y desapareció entre el público de la
exposición.
- Estás lívida, Liz, me dijo Sacha que llegó justo en ese momento.
¿Segura que estás bien?
Tragué saliva.
- Allisson está aquí, Sacha, y ella me vio, le respondí, con un nudo en la
garganta.
- Sí, ¿y luego? También la vi cerca del bar, y te puedo decir que la
desdeñé con la mirada, debió entender que más le valía no acercarse. Es lo
suficientemente inteligente como para comprender que esta advertencia
también va por ti.
Seguía en pánico a pesar de todo.
- Liz, Liz, repitió Sacha. No tienes de qué preocuparte. Recuerda que ella
es la que está en problemas, no tú. Y ella lo sabe, créeme.
Asentí con la cabeza.
- Bueno, un poco de burbujas te harán bien, me dijo, entregándome la
copa de champán.
Me tomó de la mano y comenzamos a caminar por la galería para
admirar las obras de los fotógrafos. No podía creer que Sacha sólo estaba
interesado por el valor financiero de las obras, sus comentarios sobre lo
que veíamos eran siempre cultos y llenos de referencias. Cuando nos
detuvimos delante de la foto de un paisaje industrial con visos postapocalípticos,
alguien tosió a nuestras espaldas. Nos dimos la vuelta para
descubrir, a algunos pasos de nosotros, sin estar demasiado cerca, a Ethan
Goodman, con un vaso de un líquido traslúcido en la mano (¡El señor aún
recurre al vodka por lo que veo!).
Sacha y yo tuvimos la misma reacción de vergüenza, sin saber qué decir
ni qué hacer. Por mi parte, me quedé mirando estúpidamente el vaso de
Ethan, imaginando que podía ser un mal presagio.
- Es agua, Liz, aclaró Ethan, levantando su vaso. Estoy empezando a
apreciar esta bebida, continuó, sonriendo, pero sin mala intención. Hey,
Liz. Respira, no tengo la intención de molestarles.
Luego, volviéndose hacia Sacha:
- Buenas noches, Sacha. Me imaginaba que te hallaría aquí. Lo creas o
no, pero me alegro de verte.
Después de un momento de vacilación, Sacha le tendió la mano a su
medio hermano.
- Yo también, Ethan. En estas condiciones, yo también.
A pesar de la estatura y corpulencia, Ethan tenía un aspecto deplorable,
luego pareció armarse de valor antes de hablar:
- Fui a ver a mamá en su casa, Sacha, ella me contó lo que has pasado,
también me dijo lo que te ocultaba. Yo no estaba al tanto.
Sacha se tensó, a la defensiva.
- ¿Por qué te ha contado todo esto? No te incumbe en nada, Ethan. Es mi
vida, y la de mamá también.
Ethan hizo un gesto apacible con la mano, algo inusual de su parte.
- Espera, Sacha, creo que mamá tiene una necesidad auténtica de la
verdad en este momento. Es lo que entiendo. No ha sido mal intencionado
de su parte el hecho de que me contara tu historia. Creo que nunca fui
consciente de todo lo que tuvo que soportar, ni de lo que tú has vivido.
Él negó con la cabeza, con aspecto sinceramente arrepentido. Tomé la
mano de Sacha en la mía.
- Me crié como un buen perro de ataque de papá, Ethan continuó. El
tiempo que pasé con mamá fue doloroso, puedes creerme, pero
definitivamente, era el momento de que me abriera los ojos, que madurara,
¿cierto? Un mal por un bien, se puede decir. Aunque todo el mundo diga
habladurías...
Tenía aún la cabeza gacha, como si tuviera miedo de cruzar la mirada
con Sacha.
- Podría haber sido mucho peor, Ethan, intervine. Sacha estuvo a punto
de morir, te lo recuerdo.
Sacha seguía mudo. Cuando Ethan alzó el rostro, sus ojos brillaban.
- Sí, sí, lo sé, Liz, dijo, abrumado. Después, dirigiéndose a Sacha: Sacha,
sé que este no es el momento ni el lugar, pero yo...
Las palabras se ahogaron en su garganta y se obligó a mirar a su medio
hermano directamente a los ojos.
- Pero yo quiero disculparme por lo que hice y lo que haya podido
hacerte sufrir, dijo. Luego, ante la falta de reacción de Sacha: Y sí, ya sé
que es un poco tarde, pero no es así, creo que no es demasiado tarde para
pedirte que me perdones. Y también, que intentemos... si aceptas… tener
una relación diferente a la podrida que tuvimos antes.
Sacha no se movía, luego dio dos pasos hacia adelante y tomó a Ethan
entre sus brazos.
Y esta vez, decidí dejarlos que se dijeran lo que les preocupaba (¡todo
esto es realmente increíble! ) y continuar deambulando por la exposición.
Ahora estaba en la parte de la galería dedicada al famoso Max Kult y las
paredes estaban cubiertas de fotografías en blanco y negro representando a
mujeres que tenían un aspecto más de androides que de pin-up, lo que no
les impedía ser agresivamente sexys.
¡Guau, qué delirante ese Max Kult!
Me quedé unos minutos delante de cada foto antes de sentir una mirada
insistente sobre mí. Convencida de que se trataba de Sacha observándome
de lejos de manera amorosa, pero aún de manera reservada, me volví con
una sonrisa linda justo para él.
¡Pero no era él!
Y al reconocer al hombre que me observaba sin apartar la mirada, mi
sonrisa se convirtió en un «oh» estupefacto. A una docena de metros de mí,
el hombre – de estatura mediana y delgado, vestido completamente de
negro, pelo largo y castaño, pequeñas gafas redondas y barba de candado
bien recortada – rió a solas y caminó directamente hacía mí, con aire de
regocijo y tan sorprendido como yo. De repente me estrechó en sus brazos,
sin siquiera pedirme permiso.
- ¡Hey!, exclamó. ¡Liz! ¡Si hubiera esperado hallarte aquí esta noche! Es
una locura, ¿no? dijo, tomándome por los hombros esforzadamente, con
aire de asombro.
- ¡Maxime! Alcancé a decir, casi sin aliento. ¿Cómo estás? Han pasado
años, ¿verdad?
- Apenas cuatro años, querida, ¿o quieres vernos más viejos? Dios mío, y
hay que ver el bombón en el que te has convertido, continuó, haciéndome
girar como un trompo delante de él. ¿Dónde está mi pequeña estudiante de
Bellas Artes recién llegada de su provincia?
- Tenemos que terminar la llegada un día, ¿verdad? Le respondí con una
sonrisa. Ahora me mudé a Nueva York. ¿Y tú? ¿Qué es ese pelo largo, la
nueva moda en París o tienes miedo de envejecer?
En la época en que conocí a Maxime, a mi llegada a París a los 19 años,
era más bien pijo. Él tenía cinco años más que yo, pero era relamido, y
ahora me he topado con un chico a la moda y extrovertido. ¡Todo mundo
cambia!
- Yo vivo en Nueva York, sabes, me dijo. Así que la moda de París...
todo eso me parece lejano. Y de hecho, Maxime, eso era antes, querida.
Hoy es Max. ¡Max Kult!
¿Así que era él, el gran fotógrafo de moda? ¿Él, el único otro francés de
la noche?
Me quedé boquiabierta. Al momento de estrecharme nuevamente entre
sus brazos, sin detenerse por formalidades, por supuesto, justo entonces vi
a Sacha aparecer a espaldas de Max.
Sacha tosió.
- Uhm, ¿no les molesto? preguntó, con gesto adusto por los celos.
Me deshice como pude del abrazo de Max para hacer las presentaciones,
teniendo cuidado de alejarme de mi ex amante ( Sí, tenía una vida antes de
Sacha...) para acercarme a mi enamorado actual y tomar de la mano a este
último. Max inmediatamente puso una mirada curiosa en estas dos manos
entrelazadas.
- Sacha, te presento a Maxime, mejor conocido como Max Kult. Han
pasado cuatro años que no nos habíamos visto, ¿eh, Max? Y Max, te
presento a Sacha Goodman.
Luego, ¿qué habría podido decir? ¿Mi prometido? ¿Mi amante? ¿Mi
enamorado? ¡Ciertamente no «mi jefe», en todo caso!
Pero Max no precisaba de detalles, puesto que el brazo de Sacha había
pasado de forma dominante alrededor de mi cintura. En cambio,
inmediatamente reaccionó al nombre de Sacha.
- Sacha Goodman, ¿como el Sacha Goodman del cual la galerista no ha
parado de decirme que venía esta noche? Guau, encantado, señor
Goodman, dijo, extendiendo la mano para estrechar la de Sacha.
Sacha dudó por un segundo antes de conceder.
Oh, los celos cuando nos ciegan...
- En todo caso, Liz, tú has cambiado, estás simplemente hermosa, dijo
Max mientras me devoraba con la vista de pies a cabeza, pasando por
partes anatómicas estratégicas.
Me ruborizé al ser vista de tal manera. Y sentí a Sacha tensarse contra
mí.
- ¿Sabes que podrías ser mi modelo?, por así decirlo, continuó el atroz
Max. Como en los viejos tiempos, ¿eh?, añadió con una sonrisa.
Pero al lado mío, conocía a otro que no se reía en absoluto. Por un
segundo, creí que iba a agarrar por el cuello a Max para arrancarle los ojos
de las órbitas, aquellos que se habían arriesgado para regodearse con todas
mis curvas.
Dios mío, ¡calma, machos!
Sacha inclinó la cabeza hacia mí y me susurró al oído:
- Vamos, Liz. Ha sido demasiado para una noche.
Levanté la vista hacia él con mirada avergonzada, preguntándome cómo
íbamos a deshacernos de Max, pero Sacha se adelantó:
- Bueno, me alegro de haberle conocido, Sr. Kult, y estoy encantado de
haber podido ver su trabajo... (¡Mentiroso, no viste nada!), pero me temo
que nos vemos forzados a dejarle. Liz, te espero en el auto.
De acuerdo, no quería ver los «adioses», yo no iba a extenderme. Max
volvió a mirarme desde que sacha se dio vuelta.
- Vaya, un poco nervioso tu compañero, dijo, divertido.
- No es mi «compañero» Max, es el hombre que amo y con quien vivo,
respondí un poco molesta.
Logró, sin embargo, sacarme el número del móvil y, de igual manera, la
promesa de vernos los próximos días para hablar de los «buenos viejos
tiempos», de los cuales, en última instancia, no tenía realmente ganas de
hablar.
Forcejée con casi todo el mundo para cruzar la galería a la carrera y
llegar con Sacha que me esperaba en el auto, aparcado fuera de la entrada.
Cuando el vehículo comenzó a circular, Sacha esperó un momento (yo no
sabía qué decir) antes de preguntar secamente:
- «Los buenos viejos tiempos», ¿me explicas?
Oh, Dios mío, como si nadie hubiera estado antes de mi en este auto...
A pesar de la injusticia de la situación, sentía vergüenza. Siempre tenía
miedo de perder el amor de Sacha. Abrí la boca para balbucear una
respuesta, pero él me interrumpió:
- ¿Y sé breve, eh? Ahórrate los detalles…
Así que fui breve:
- Al llegar a París después del bachillerato, al mismo tiempo que mis
estudios de derecho, tomé clases nocturnas de bellas artes. Estuve de
oyente libre, eh, nada especial, pero siempre me ha gustado dibujar, se
sentía bien después del bachillerato. Es ahí donde conocí a Maxime, era un
auténtico estudiante de arte, especializado en foto, y tenía ya algo de
talento. Te ahorro, pues, los detalles, pero pasamos seis meses juntos, y
luego me fui y nunca nos volvimos a ver hasta esta noche.
En cuanto a mí, pensaba que el reencuentro había sido bastante bueno,
teniendo en cuenta nuestra ruptura en tan malos términos. Él había
intentado varias veces hallarse conmigo y yo lo mandaba a freir
espárragos. Hay que decir que, en esa época, él era a la vez frágil e
inestable, algo que no me sentía capaz de manejar a los 19 años.
- ¿Sacha? Dije en voz baja.
Volvía la cabeza hacia la ventana.
- Sacha, entiendo ha sido mucho para una noche, tu hermano se disculpa,
uno de mi ex reaparece... pero yo estoy aquí contigo, digo, procurando un
contacto y poniendo una mano sobre la suya. Y nadie más.
Se volvió lentamente hacia mí. Su expresión era extraña, contradictoria.
Podía ver que tenía un aire contrariado, pero sabía reconocer esa mirada
llena de deseo. Él se rió como para sus adentros.
- Soy un ridículo, ¿no es así?, dijo. Confieso que ver a ese tipo mirarte
con morbo de la cabeza a los pies, con la lengua fuera, me ha vuelto loco.
El auto nos dejó enfrente del edificio. El andar de Sacha fue recio hasta
llegar al ascensor. Apenas al cerrar las puertas, se apretó contra mí, ebrio
de deseo, con la mirada cargada, las manos ansiosas de mi cuerpo.
- Me ha vuelto loco pensar que él te había tocado, Liz, susurró, apenas
con aliento.
Nunca se habla lo suficiente acerca de los beneficios de los celos en la
vida amorosa...

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