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POSEÍDA - Lisa Swann VOL. 6 Cap.3


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3. Mi vida con Sacha: Instrucciones de uso
Al volante, Sacha se quedó en silencio unos minutos. Al parecer todavía
estábamos en Manhattan. Mi secuestro no me había llevado muy lejos.
Margaret en el asiento posterior y yo en el asiento del pasajero, apenas nos
atrevíamos a respirar.
Puse mi mano sobre la de Sacha en el volante. En el siguiente semáforo
en rojo, se volvió hacia mí con una mirada tierna, pero angustiada.
Está devastado... ¿Quién no?
Esbocé una sonrisita.
- Estoy aquí, dije en voz baja. Todo esto no cambia nada entre nosotros.
- Lo sé, me respondió.
Más adelante, miró por el espejo retrovisor hacia Margaret. Estaba
acurrucada en el respaldo y hacía su mejor esfuerzo para sollozar en
silencio.
- Mamá, le voy a pedir al conductor que te lleve a casa en Southampton,
si no te importa, le dijo Sacha apaciblemente.
Margaret se enderezó de repente en su asiento para agarrar por detrás los
hombros de su hijo.
- Sacha, dijo, te pido perdón por haber mentido todos estos años. Tú eres
mi hijo, te he criado como tal. Fue así por tantos años, me las arreglé para
convencerme de que todo estaba olvidado, que la verdad estaba enterrada
para siempre.
Sacha puso una de sus manos sobre la de su madre, mientras conducía.
Miraba justo hacia el frente.
- Mamá, no estoy enfadado contigo, le aseguró. Mi memoria
fragmentada tiene ventajas a pesar de todo. Me siento más fuerte, menos
vulnerable. Y me parece que tengo la opción de decidir sobre lo que haya
sido mi vida y lo que quiero hacer.
- No te separé de Gena, Margaret siguió reprimiendo un sollozo. Te lo
juro, te adopté porque ella tenía miedo...
- Mamá, Mamá, cálmate, te lo ruego. Todos necesitamos descansar,
vamos a hablar de ello los próximos días, pero reconoce que te creo, no te
preocupes.
Frente al edificio del apartamento de Sacha, él y yo bajamos y el
conductor ocupó su lugar para acompañar a Margaret a casa.
Sentí pena por ella, pero también comprendí que Sacha tenía necesidad
de estar solo (por fin... conmigo) después de todas estas duras pruebas.
Estrechó a su madre fuertemente entre sus brazos antes de que ella volviera
a su casa en Long Island.
En el ascensor, me atrajo hacia él, acariciando mi cabello.
- Dios mío, Liz, todo lo que te he hecho pasar, susurra. Y todavía estás
aquí.
- No se puede decir que estés a salvo, Sacha... Lo que importa es que
somos más fuertes que estos reveses, ¿no?
Para ser honesta, todavía no me cuento entre los vivos, después del
terror del secuestro...
Cuando las puertas del ascensor se abrieron directamente hacia el
vestíbulo del pent-house de Sacha, nos envolvimos en un beso apasionado
que expresaba todo el temor que sentíamos.
- Has de necesitar relajarte, Liz, después de la noche que pasaste
encerrada con esa loca, dice Sacha. Yo también, por cierto, no he pegado el
ojo en toda la noche. Voy a procurarnos un buen baño.
Iba a marcharse, pero lo sujeté por la mano.
- Sacha, sabes, creo que ninguno de ellos mentía. Puede ser difícil de
aceptar, pero cada uno de ellos era sincero. Que Margaret haya estado o no
celosa de su hermana, a quién le importa realmente. Lo que deforma todo,
es el trastorno de Gena. Estoy convencido de que Malcolm estaba
sinceramente enamorado de ella y se sintió devastado por lo que era.
- Lo sé, Liz. Yo estoy tan sorprendido como tú por el oportunismo de
Strangley, del hijo hallado en plena campaña electoral. Puede que haya
perdido parte de mis recuerdos, pero hay algunas cosas que sé o creo que sé
con certeza, y es que el hombre a menudo busca su interés en lo que hace.
Levanté una ceja, divertida.
- Bueno, bueno, le dije. ¿Y cuál es tu interés, Sacha, qué es lo que haces
conmigo?
Comprendió mi tono de humor e hizo una sonrisa traviesa.
- Bueno, me parece tan evidente, Liz: La satisfacción de mis deseos...
Luego volvió para concluir nuestra discusión sobre el tema doloroso del
día.
- Lo cierto es que estoy triste de que la mujer que me trajo a este mundo
sea una desequilibrada, pero no puedo evitarlo. Si hubiera estado en su
sano juicio, habría podido encontrar la manera de cuidarme, pero no es lo
que pasó y lo lamento. Mi madre es quien ha cuidado de mí todos estos
años. Creo que puedo convencerme de esta versión hasta el final de mis
días. Mientras tanto, me gustaría que intentemos reanudar una vida normal
y más ligera que las semanas que acabamos de pasar.
Luego desapareció por el pasillo y yo corrí a la cocina para vaciar la
nevera. ¡Estaba realmente hambrienta!
***
Una vida normal y más ligera es exactamente en lo que nos hemos
ocupado los días recientes. Vaya ligereza, hay que admitir, no había mucho
que hacer, Sacha llevaba una vida de ensueño según mis antiguos
estándares de estudiante parisina (bueno, si olvidamos que le obsesiona su
trabajo y le absorbe una buena parte del día...).
Es verdad, nunca me imaginé llevar el estilo de vida que llevaba ahora, y
que era también mi nueva normalidad. Nunca más fines de mes difíciles,
después de pasar mis días corriendo entre la universidad y el trabajo.
Nunca más alojarme en casa de mi tía, bueno, no era lo peor, pero al menos
sentía la casa de Sacha como la mía y si me hallaba con un hombre
desnudo en la cocina por la noche, bueno, era mi amante (¡y qué amante!)
y no el de mi tía, que cambiaba cada dos meses.
No, en serio, habría sido una locura que me quejara, ¿verdad?
Pero había un tiempo para cada cosa, a pesar de todo. Por normalidad
incluyo: Permanecía como empleada de Sacha en Goodman & Brown. Y
desde un punto de vista práctico, el salario que obtenía era casi inapropiado
en la medida que no tenía gastos, Sacha cubría todas mis necesidades. Y me
refiero a TODAS mis necesidades...
Sin embargo, teníamos nuestra pequeña rutina de pareja
profesionalmente activa. Si podemos separar de la noción de rutina el lugar
donde se llevaba a cabo. Debido a que levantarse en el pent-house de Sacha
cada mañana para ir a trabajar, tomar el desayuno en la cocina con paredes
de cristal con vistas hacia el amanecer en Manhattan, pasar media hora en
un vestidor más grande que mi antigua habitación en casa de Maddie para
elegir un traje entre una docenas por estrenar que ahí se hallaban, y luego
subirse a un auto con conductor para ir a la oficina, no era para nada la
rutina que hubiera podido imaginar que viviera con un eventual
compañero, el día que me caí de la bicicleta delante del auto de Sacha.
¡Hablar de normalidad, y más bien se parece a un cuento de hadas!
Así que, sí, teníamos esos pequeños detalles de pareja locamente
enamorada que hacen de estos momentos cotidianos menos rutinarios...
Hmm, si se consideraba una pequeña atención hallar un pendiente de
diamantes dentro de un pan recién horneado a la hora del desayuno... Pero
había cosas más simples, miradas de enamorados, caricias afectuosas
cuando nuestros cuerpos compartían el mismo espacio, su mano halando
un mechón de mi cabello, con la mía enderezar su corbata...
No, la vida con Sacha no era nada comparado con lo que había podido
soñar, simplemente porque Sacha no tenía nada en comparación con
ningún otro hombre. Se las arregló para transformarlo todo. Una mirada,
una sola palabra podía cargarse de un tono sensual que no podía resistir.
Pero, cuidado, durante el día en Goodman & Brown, ¡nada de dejarse
llevar! Sacha volvía a ser el estricto jefe de un prestigioso despacho de
abogados y yo la joven colaboradora que tenía todo por demostrar y tenía
energía de sobra para hacerlo, sobre todo para protegerme de la
depredadora que todavía rondaba por ahí.
- No te va nada mal, Liz, pero no te va a durar, me amenazó una mañana
Natalia, que acababa de entrar en mi oficina y cerró la puerta detrás de ella.
Así es, golpea suavemente...
Miré por encima de los documentos que estaba anotando. A pesar de que
Natalia era bastante atractiva, era una locura como la maldad podía
convertir a alguien en una cosa atroz.
- ¿A qué te refieres, Natalia? ¿Un asunto actual? ¿Mi gusto para la ropa?
Respondí con despreocupación.
Nada como eso para aumentar la furia existente...
- Hablo de tu espontaneidad y candor, lo que, me parece, a Sacha le
gusta mucho de ti, continuó mientras sonreía. Ya habrá un momento en que
despierte para ver que no eres más que una chica alocada, sin talento y sin
ambición. Y ciertamente no es lo que necesita.
Empecé a masticar mi bolígrafo, frunciendo el ceño.
- Dime, ¿no es una cantaleta que alguna vez ya me has dicho? Le
pregunté. Hemos visto cómo terminaron tus predicciones, ¿no? ¿Y si el
problema fuera al revés, Natalia? ¿Y si una mañana, Sacha despertara
preguntándose cómo ha podido ser amigo todos estos años – También te
recuerdo que él no se acuerda realmente de esta amistad - de esta
ponzoñosa que no le quiere bien? Si Richard no estuviera ahí para cubrirte,
y me pregunto por qué lo hizo, no daría mucho por tu trasero.
Y tendría que saber algún día por qué Richard la protege así...
Y aunque yo pensaba que me estaba defendiendo bien, era siempre muy
difícil desestabilizar a esta perra.
- No juegues con mi paciencia, Liz, y preocúpate por lo tuyo, reviró
antes de girar sobre sus talones y salir azotando la puerta de mi oficina.
Prefería no hablar de estos episodios desagradables con Sacha, porque
ocurrían con regularidad. Dios sabe qué mosca había picado a Natalia
aquellos días, cuando llegaba de repente a mi oficina a soltarme sus
palabras llenas de veneno. Pero la vida de oficina no me dejaba tiempo
para insistir demasiado. Me dieron responsabilidades, ponían a prueba mis
habilidades y yo me esforzaba por mantener a Sacha cálidamente en un
rincón de mi corazón cuando me involucraba con ímpetu en mi trabajo.
En cada reunión, evitaba cruzar por demasiado tiempo la mirada con mi
ardiente amante, aunque toda su mente estaba concentrada en los retos
profesionales, era simplemente la carne que a veces se manifestaba a pesar
de él mismo, y yo misma tuve en varias ocasiones algunos bochornos en la
sala de reuniones sólo porque me pareció mirar un brillo travieso en los
ojos de mi jefe...
No se ha conocido vida profesional más difícil...
Continuaba almorzando regularmente con colegas de oficina quienes
eran también mis amigos, David y Helen, que nos habían apoyado, a Sacha
y a mí, durante los contratiempos de las últimas semanas.
A veces la puerta de mi oficina se abría y no era Natalia sino Sacha con
la mirada nublada por el deseo quien cerraba la puerta tras de sí, bajaba las
persianas y se lanzaba a devorar mi boca a besos, y luego huir cinco
minutos más tarde, riéndose al verme despeinada y aturdida a su paso, me
lanzaba un rápido «hasta la noche, hermosa mía» antes de desaparecer.
Hallaba otras formas igualmente sorprendentes de colarse en el
transcurso de la jornada.
¡Cling! Hizo mi computadora para avisarme de la llegada de un nuevo
correo, una mañana cuando acababa de llegar al trabajo.
¡Un correo electrónico de Sacha! Era raro que me escribiera. Después de
todo, estábamos a unos metros de distancia uno del otro y él prefería los
SMS.
De: Sacha Goodman
Para: Elizabeth Lanvin
Asunto: Perdón
Busqué en tu bolsa esta mañana antes de salir. Quería disculparme por
ello.
Uh, sí... Bueno, realmente no sé qué decir.
De: Elizabeth Lanvin
Para: Sacha Goodman
Asunto: ?
No tengo nada que ocultarte, Sacha, lo sabes.
La respuesta no se hizo esperar.
De: Sacha Goodman
Para: Elizabeth Lanvin
Asunto: Desenmascarada
He encontrado preservativos en el bolso. Los tiré.
¿Bromea con eso?.. Obviamente tengo condones... Eso no nos lleva a
ninguna parte...
De: Elizabeth Lanvin
Para: Sacha Goodman
Asunto: ? (bis)
¿Y para qué crees que me sirve eso, en tu opinión? ¿Y sobre todo con
quién?
Negué con la cabeza enfrente de la pantalla de mi ordenador. ¿Por qué
no me lo había contado en el coche si tenía dudas acerca de mí? ¿Y cómo
podía imaginar que tuviera otra relación? Estoy locamente enamorada de
él, un ciego lo habría visto y yo paso todo el tiempo con él. Empezaba a
sentirme incómoda, acusando ya a Natalia de haber asestado un mal golpe.
La respuesta de Sacha llegó como un enigma, sólo un nombre y un número
de teléfono.
¿Qué con ello?
Me levanté de inmediato y me dirigí a grandes pasos a la oficina de
Sacha. Una mirada a Helen me confirmó que estaba solo y que tampoco
estaba en línea. Abrí la puerta de repente, la cerré sin azotarla aunque
temblaba sin saber siquiera por qué.
Sacha me miraba con una pequeña sonrisa.
- Y bien, ¿no has respondido a mi mensaje, Liz?
- No, porque no entiendo lo que me dices, también porque he preferido
discutirlo de frente.
- ¿Quieres saber quién es esta persona de quien te di el número?
- Sacha, principalmente quiero saber por qué me hablas de preservativos,
queriendo insinuar cosas que parecen totalmente fuera de lugar, dado lo
nuestro.
- El número de teléfono es el de una ginecóloga, Liz. Pensé que no
conocerías una en Manhattan.
Me quedé sin palabras, con la impresión de que estábamos hablando de
cosas distintas. Sacha se levantó para unirse a mí y darme un beso sutil en
los labios.
- Liz, estoy cansado de estas cosas a las cuales siempre hay que
considerar, cuando no tenemos necesariamente ganas de pensar en ello.
¡Así que eso es! ¡Sólo eso! Y yo que creí que insinuaba otra cosa...
- Quiero que todo sea natural entre nosotros, tengo ganas de sentirte
realmente, tengo ganas de pensar que podemos confiar el uno en el otro,
que esto dure por un largo tiempo.
Respondí a su dulce beso, a pesar de que todavía estaba bajo el impacto
de mis primeros temores. Sacha regresó inmediatamente detrás de su
escritorio emitiendo una risita, como la de un chiquillo.
- Maldita sea, Sacha, lo hiciste a propósito para que entrara en pánico,
¿cierto?
- Llama pues a esta ginecóloga, Liz. Ella te recetará un análisis de
sangre y una píldora.
Y mientras yo todavía estaba allí de pie, con la boca abierta.
- Llama, repitió riendo, ¡antes de que me entren unas ganas repentinas de
probarte que te amo, aun cuando el condón está roto!
***
Vaya, Sacha sabía muy bien ser mandón, un entusiasta de las bromas.
Aunque yo no conocía muy bien este último aspecto de su personalidad.
Con las semanas infortunadas que habíamos pasado, no teníamos mucho
tiempo para divertirnos... Y las llamadas frecuentes de Malcom Strangley
seguían ahí para recordarnos que el pasado no estaba muy lejano.
Pero estábamos tratando de recuperarnos, competíamos con imaginación
a quién de los dos sorprendía más al otro. Cada uno con sus propios
medios, por supuesto... La noche cuando Sacha me llevó a Saks Fifth
Avenue, la tienda de las grandes marcas, anunciándome que el
establecimiento nos había hecho reservas para la noche, casi me desmayé.
Cuando vio mi semblante desconcertado ante las edecanes que estaban
alineadas para recibirnos, estalló en risas.
- Muy bien, Liz,¿llamo a los bomberos de inmediato o antes debo
prevenir un camión de mudanzas?
Balbuceé un par de «Gracias» intercalados con «oh». ¿Quién no ha
soñado con estar encerrado toda la noche en una tienda así, como un niño
que sueña con pasar una noche en una tienda de juguetes? Nunca habría
imaginado que fuera posible probarse tantos vestidos, zapatos, joyas, etc.
Creo que incluso me provocó empacho, luego fue imposible no considerar
hacer una sesión de compras hasta el final de mis días. Sacha se reía, con
una copa de champán en la mano, mientras que improvisaba para él los
gestos de una modelo en el podio. Fue una noche brillante.
Pero también fui capaz de sorprenderle. De manera más simple, eso es
cierto, pero ¿no había perdido él un poco la noción de mesura al llevar la
vida que llevaba? Regresé una noche antes que él y le preparé una noche a
mi manera. Cuando las puertas del ascensor se abrieron en el vestíbulo del
apartamento, fue asaltado por el olor a feria.
Yo esperaba en la sala de estar, que había sido transformada para nuestra
noche, en un sueño adolescente: máquina de hot dogs, otra de palomitas de
maíz, un tazón gigante de refresco, pirámides de donas, una variedad de
street food se había dispuesto para nosotros, y los sofás habían sido
retirados para dar paso a una multitud de grandes pufs donde uno podría
desaparecer.
En jeans y camiseta ajustada, plantada en medio de este desorden
adolescente, le di un control de juegos de vídeo.
- ¡Vamos, te apuesto a que te gano en Mario Kart! Le dije a Sacha con
un aire de desafío juguetón.
Sacha jugó con placer e incluso me confesó que nunca había pasado una
noche así desde que era joven.
Nos fue fácil olvidar el pasado en estas circunstancias, pero es raro que


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el pasado olvide...

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