Al volante, Sacha se quedó en silencio unos minutos. Al parecer
todavía
estábamos en Manhattan. Mi secuestro no me había llevado muy
lejos.
Margaret en el asiento posterior y yo en el asiento del pasajero,
apenas nos
atrevíamos a respirar.
Puse mi mano sobre la de Sacha en el volante. En el siguiente
semáforo
en rojo, se volvió hacia mí con una mirada tierna, pero
angustiada.
Está devastado... ¿Quién no?
Esbocé una sonrisita.
- Estoy aquí, dije en voz baja. Todo esto no cambia nada entre
nosotros.
- Lo sé, me respondió.
Más adelante, miró por el espejo retrovisor hacia Margaret. Estaba
acurrucada en el respaldo y hacía su mejor esfuerzo para sollozar
en
silencio.
- Mamá, le voy a pedir al conductor que te lleve a casa en
Southampton,
si no te importa, le dijo Sacha apaciblemente.
Margaret se enderezó de repente en su asiento para agarrar por
detrás los
hombros de su hijo.
- Sacha, dijo, te pido perdón por haber mentido todos estos años.
Tú eres
mi hijo, te he criado como tal. Fue así por tantos años, me las
arreglé para
convencerme de que todo estaba olvidado, que la verdad estaba
enterrada
para siempre.
Sacha puso una de sus manos sobre la de su madre, mientras
conducía.
Miraba justo hacia el frente.
- Mamá, no estoy enfadado contigo, le aseguró. Mi memoria
fragmentada tiene ventajas a pesar de todo. Me siento más fuerte,
menos
vulnerable. Y me parece que tengo la opción de decidir sobre lo
que haya
sido mi vida y lo que quiero hacer.
- No te separé de Gena, Margaret siguió reprimiendo un sollozo. Te
lo
juro, te adopté porque ella tenía miedo...
- Mamá, Mamá, cálmate, te lo ruego. Todos necesitamos descansar,
vamos a hablar de ello los próximos días, pero reconoce que te
creo, no te
preocupes.
Frente al edificio del apartamento de Sacha, él y yo bajamos y el
conductor ocupó su lugar para acompañar a Margaret a casa.
Sentí pena por ella, pero también comprendí que Sacha tenía
necesidad
de estar solo (por
fin... conmigo) después de todas estas
duras pruebas.
Estrechó a su madre fuertemente entre sus brazos antes de que ella
volviera
a su casa en Long Island.
En el ascensor, me atrajo hacia él, acariciando mi cabello.
- Dios mío, Liz, todo lo que te he hecho pasar, susurra. Y todavía
estás
aquí.
- No se puede decir que estés a salvo, Sacha... Lo que importa es
que
somos más fuertes que estos reveses, ¿no?
Para ser honesta, todavía no me cuento
entre los vivos, después del
terror del secuestro...
Cuando las puertas del ascensor se abrieron directamente hacia el
vestíbulo del pent-house de Sacha, nos envolvimos en un beso
apasionado
que expresaba todo el temor que sentíamos.
- Has de necesitar relajarte, Liz, después de la noche que pasaste
encerrada con esa loca, dice Sacha. Yo también, por cierto, no he
pegado el
ojo en toda la noche. Voy a procurarnos un buen baño.
Iba a marcharse, pero lo sujeté por la mano.
- Sacha, sabes, creo que ninguno de ellos mentía. Puede ser
difícil de
aceptar, pero cada uno de ellos era sincero. Que Margaret haya
estado o no
celosa de su hermana, a quién le importa realmente. Lo que deforma
todo,
es el trastorno de Gena. Estoy convencido de que Malcolm estaba
sinceramente enamorado de ella y se sintió devastado por lo que
era.
- Lo sé, Liz. Yo estoy tan sorprendido como tú por el oportunismo
de
Strangley, del hijo hallado en plena campaña electoral. Puede que
haya
perdido parte de mis recuerdos, pero hay algunas cosas que sé o creo
que sé
con certeza, y es que el hombre a menudo busca su interés en lo
que hace.
Levanté una ceja, divertida.
- Bueno, bueno, le dije. ¿Y cuál es tu interés, Sacha, qué es lo
que haces
conmigo?
Comprendió mi tono de humor e hizo una sonrisa traviesa.
- Bueno, me parece tan evidente, Liz: La satisfacción de mis
deseos...
Luego volvió para concluir nuestra discusión sobre el tema
doloroso del
día.
- Lo cierto es que estoy triste de que la mujer que me trajo a
este mundo
sea una desequilibrada, pero no puedo evitarlo. Si hubiera estado
en su
sano juicio, habría podido encontrar la manera de cuidarme, pero
no es lo
que pasó y lo lamento. Mi madre es quien ha cuidado de mí todos
estos
años. Creo que puedo convencerme de esta versión hasta el final de
mis
días. Mientras tanto, me gustaría que intentemos reanudar una vida
normal
y más ligera que las semanas que acabamos de pasar.
Luego desapareció por el pasillo y yo corrí a la cocina para
vaciar la
nevera. ¡Estaba realmente hambrienta!
***
Una vida normal y más ligera es exactamente en lo que nos hemos
ocupado los días recientes. Vaya ligereza, hay que admitir, no
había mucho
que hacer, Sacha llevaba una vida de ensueño según mis antiguos
estándares de estudiante parisina (bueno, si olvidamos que le obsesiona su
trabajo y le absorbe una buena parte del
día...).
Es verdad, nunca me imaginé llevar el estilo de vida que llevaba
ahora, y
que era también mi nueva normalidad. Nunca más fines de mes
difíciles,
después de pasar mis días corriendo entre la universidad y el
trabajo.
Nunca más alojarme en casa de mi tía, bueno, no era lo peor, pero
al menos
sentía la casa de Sacha como la mía y si me hallaba con un hombre
desnudo en la cocina por la noche, bueno, era mi amante (¡y qué amante!)
y no el de mi tía, que cambiaba cada dos meses.
No, en serio, habría sido una locura que me quejara, ¿verdad?
Pero había un tiempo para cada cosa, a pesar de todo. Por
normalidad
incluyo: Permanecía como empleada de Sacha en Goodman & Brown.
Y
desde un punto de vista práctico, el salario que obtenía era casi
inapropiado
en la medida que no tenía gastos, Sacha cubría todas mis
necesidades. Y me
refiero a TODAS mis necesidades...
Sin embargo, teníamos nuestra pequeña rutina de pareja
profesionalmente activa. Si podemos separar de la noción de rutina
el lugar
donde se llevaba a cabo. Debido a que levantarse en el pent-house
de Sacha
cada mañana para ir a trabajar, tomar el desayuno en la cocina con
paredes
de cristal con vistas hacia el amanecer en Manhattan, pasar media
hora en
un vestidor más grande que mi antigua habitación en casa de Maddie
para
elegir un traje entre una docenas por estrenar que ahí se
hallaban, y luego
subirse a un auto con conductor para ir a la oficina, no era para
nada la
rutina que hubiera podido imaginar que viviera con un eventual
compañero, el día que me caí de la bicicleta delante del auto de
Sacha.
¡Hablar de normalidad, y más bien se parece
a un cuento de hadas!
Así que, sí, teníamos esos pequeños detalles de pareja locamente
enamorada que hacen de estos momentos cotidianos menos
rutinarios...
Hmm, si se consideraba una pequeña atención hallar un pendiente de
diamantes dentro de un pan recién horneado a la hora del
desayuno... Pero
había cosas más simples, miradas de enamorados, caricias
afectuosas
cuando nuestros cuerpos compartían el mismo espacio, su mano
halando
un mechón de mi cabello, con la mía enderezar su corbata...
No, la vida con Sacha no era nada comparado con lo que había
podido
soñar, simplemente porque Sacha no tenía nada en comparación con
ningún otro hombre. Se las arregló para transformarlo todo. Una
mirada,
una sola palabra podía cargarse de un tono sensual que no podía
resistir.
Pero, cuidado, durante el día en Goodman & Brown, ¡nada de
dejarse
llevar! Sacha volvía a ser el estricto jefe de un prestigioso
despacho de
abogados y yo la joven colaboradora que tenía todo por demostrar y
tenía
energía de sobra para hacerlo, sobre todo para protegerme de la
depredadora que todavía rondaba por ahí.
- No te va nada mal, Liz, pero no te va a durar, me amenazó una
mañana
Natalia, que acababa de entrar en mi oficina y cerró la puerta
detrás de ella.
Así es, golpea suavemente...
Miré por encima de los documentos que estaba anotando. A pesar de
que
Natalia era bastante atractiva, era una locura como la maldad podía
convertir a alguien en una cosa atroz.
- ¿A qué te refieres, Natalia? ¿Un asunto actual? ¿Mi gusto para
la ropa?
Respondí con despreocupación.
Nada como eso para aumentar la furia
existente...
- Hablo de tu espontaneidad y candor, lo que, me parece, a Sacha
le
gusta mucho de ti, continuó mientras sonreía. Ya habrá un momento
en que
despierte para ver que no eres más que una chica alocada, sin
talento y sin
ambición. Y ciertamente no es lo que necesita.
Empecé a masticar mi bolígrafo, frunciendo el ceño.
- Dime, ¿no es una cantaleta que alguna vez ya me has dicho? Le
pregunté. Hemos visto cómo terminaron tus predicciones, ¿no? ¿Y si
el
problema fuera al revés, Natalia? ¿Y si una mañana, Sacha
despertara
preguntándose cómo ha podido ser amigo todos estos años – También
te
recuerdo que él no se acuerda realmente de esta amistad - de esta
ponzoñosa que no le quiere bien? Si Richard no estuviera ahí para
cubrirte,
y me pregunto por qué lo hizo, no daría mucho por tu trasero.
Y tendría que saber algún día por qué
Richard la protege así...
Y aunque yo pensaba que me estaba defendiendo bien, era siempre
muy
difícil desestabilizar a esta perra.
- No juegues con mi paciencia, Liz, y preocúpate por lo tuyo,
reviró
antes de girar sobre sus talones y salir azotando la puerta de mi
oficina.
Prefería no hablar de estos episodios desagradables con Sacha,
porque
ocurrían con regularidad. Dios sabe qué mosca había picado a
Natalia
aquellos días, cuando llegaba de repente a mi oficina a soltarme
sus
palabras llenas de veneno. Pero la vida de oficina no me dejaba
tiempo
para insistir demasiado. Me dieron responsabilidades, ponían a
prueba mis
habilidades y yo me esforzaba por mantener a Sacha cálidamente en
un
rincón de mi corazón cuando me involucraba con ímpetu en mi
trabajo.
En cada reunión, evitaba cruzar por demasiado tiempo la mirada con
mi
ardiente amante, aunque toda su mente estaba concentrada en los
retos
profesionales, era simplemente la carne que a veces se manifestaba
a pesar
de él mismo, y yo misma tuve en varias ocasiones algunos bochornos
en la
sala de reuniones sólo porque me pareció mirar un brillo travieso
en los
ojos de mi jefe...
No se ha conocido vida profesional más difícil...
Continuaba almorzando regularmente con colegas de oficina quienes
eran también mis amigos, David y Helen, que nos habían apoyado, a
Sacha
y a mí, durante los contratiempos de las últimas semanas.
A veces la puerta de mi oficina se abría y no era Natalia sino
Sacha con
la mirada nublada por el deseo quien cerraba la puerta tras de sí,
bajaba las
persianas y se lanzaba a devorar mi boca a besos, y luego huir
cinco
minutos más tarde, riéndose al verme despeinada y aturdida a su
paso, me
lanzaba un rápido «hasta la noche, hermosa mía» antes de
desaparecer.
Hallaba otras formas igualmente sorprendentes de colarse en el
transcurso de la jornada.
¡Cling! Hizo mi computadora para avisarme de la llegada de un
nuevo
correo, una mañana cuando acababa de llegar al trabajo.
¡Un correo electrónico de Sacha! Era raro que me escribiera.
Después de
todo, estábamos a unos metros de distancia uno del otro y él
prefería los
SMS.
De: Sacha
Goodman
Para: Elizabeth
Lanvin
Asunto: Perdón
Busqué en tu bolsa esta mañana antes de salir. Quería disculparme
por
ello.
Uh, sí... Bueno, realmente no sé qué decir.
De: Elizabeth
Lanvin
Para: Sacha
Goodman
Asunto: ?
No tengo nada que ocultarte, Sacha, lo sabes.
La respuesta no se hizo esperar.
De: Sacha
Goodman
Para: Elizabeth
Lanvin
Asunto: Desenmascarada
He encontrado preservativos en el bolso. Los tiré.
¿Bromea con eso?.. Obviamente tengo
condones... Eso no nos lleva a
ninguna parte...
De: Elizabeth
Lanvin
Para: Sacha
Goodman
Asunto: ? (bis)
¿Y para qué crees que me sirve eso, en tu opinión? ¿Y sobre todo
con
quién?
Negué con la cabeza enfrente de la pantalla de mi ordenador. ¿Por
qué
no me lo había contado en el coche si tenía dudas acerca de mí? ¿Y
cómo
podía imaginar que tuviera otra relación? Estoy locamente
enamorada de
él, un ciego lo habría visto y yo paso todo el tiempo con él.
Empezaba a
sentirme incómoda, acusando ya a Natalia de haber asestado un mal
golpe.
La respuesta de Sacha llegó como un enigma, sólo un nombre y un
número
de teléfono.
¿Qué con ello?
Me levanté de inmediato y me dirigí a grandes pasos a la oficina
de
Sacha. Una mirada a Helen me confirmó que estaba solo y que
tampoco
estaba en línea. Abrí la puerta de repente, la cerré sin azotarla
aunque
temblaba sin saber siquiera por qué.
Sacha me miraba con una pequeña sonrisa.
- Y bien, ¿no has respondido a mi mensaje, Liz?
- No, porque no entiendo lo que me dices, también porque he
preferido
discutirlo de frente.
- ¿Quieres saber quién es esta persona de quien te di el número?
- Sacha, principalmente quiero saber por qué me hablas de
preservativos,
queriendo insinuar cosas que parecen totalmente fuera de lugar,
dado lo
nuestro.
- El número de teléfono es el de una ginecóloga, Liz. Pensé que no
conocerías una en Manhattan.
Me quedé sin palabras, con la impresión de que estábamos hablando
de
cosas distintas. Sacha se levantó para unirse a mí y darme un beso
sutil en
los labios.
- Liz, estoy cansado de estas cosas a las cuales siempre hay que
considerar, cuando no tenemos necesariamente ganas de pensar en
ello.
¡Así que eso es! ¡Sólo eso! Y yo que creí
que insinuaba otra cosa...
- Quiero que todo sea natural entre nosotros, tengo ganas de
sentirte
realmente, tengo ganas de pensar que podemos confiar el uno en el
otro,
que esto dure por un largo tiempo.
Respondí a su dulce beso, a pesar de que todavía estaba bajo el
impacto
de mis primeros temores. Sacha regresó inmediatamente detrás de su
escritorio emitiendo una risita, como la de un chiquillo.
- Maldita sea, Sacha, lo hiciste a propósito para que entrara en
pánico,
¿cierto?
- Llama pues a esta ginecóloga, Liz. Ella te recetará un análisis
de
sangre y una píldora.
Y mientras yo todavía estaba allí de pie, con la boca abierta.
- Llama, repitió riendo, ¡antes de que me entren unas ganas
repentinas de
probarte que te amo, aun cuando el condón está roto!
***
Vaya, Sacha sabía muy bien ser mandón, un entusiasta de las
bromas.
Aunque yo no conocía muy bien este último aspecto de su
personalidad.
Con las semanas infortunadas que habíamos pasado, no teníamos
mucho
tiempo para divertirnos... Y las llamadas frecuentes de Malcom
Strangley
seguían ahí para recordarnos que el pasado no estaba muy lejano.
Pero estábamos tratando de recuperarnos, competíamos con
imaginación
a quién de los dos sorprendía más al otro. Cada uno con sus
propios
medios, por supuesto... La noche cuando Sacha me llevó a Saks
Fifth
Avenue, la tienda de las grandes marcas, anunciándome que el
establecimiento nos había hecho reservas para la noche, casi me
desmayé.
Cuando vio mi semblante desconcertado ante las edecanes que
estaban
alineadas para recibirnos, estalló en risas.
- Muy bien, Liz,¿llamo a los bomberos de inmediato o antes debo
prevenir un camión de mudanzas?
Balbuceé un par de «Gracias» intercalados con «oh». ¿Quién no ha
soñado con estar encerrado toda la noche en una tienda así, como
un niño
que sueña con pasar una noche en una tienda de juguetes? Nunca
habría
imaginado que fuera posible probarse tantos vestidos, zapatos,
joyas, etc.
Creo que incluso me provocó empacho, luego fue imposible no
considerar
hacer una sesión de compras hasta el final de mis días. Sacha se
reía, con
una copa de champán en la mano, mientras que improvisaba para él
los
gestos de una modelo en el podio. Fue una noche brillante.
Pero también fui capaz de sorprenderle. De manera más simple, eso
es
cierto, pero ¿no había perdido él un poco la noción de mesura al
llevar la
vida que llevaba? Regresé una noche antes que él y le preparé una
noche a
mi manera. Cuando las puertas del ascensor se abrieron en el
vestíbulo del
apartamento, fue asaltado por el olor a feria.
Yo esperaba en la sala de estar, que había sido transformada para
nuestra
noche, en un sueño adolescente: máquina de hot dogs, otra de
palomitas de
maíz, un tazón gigante de refresco, pirámides de donas, una
variedad de
street food se había dispuesto para nosotros, y los sofás habían sido
retirados para dar paso a una multitud de grandes pufs donde uno
podría
desaparecer.
En jeans y camiseta ajustada, plantada en medio de este desorden
adolescente, le di un control de juegos de vídeo.
- ¡Vamos, te apuesto a que te gano en Mario Kart! Le dije a Sacha
con
un aire de desafío juguetón.
Sacha jugó con placer e incluso me confesó que nunca había pasado
una
noche así desde que era joven.
Nos fue fácil olvidar el pasado en estas circunstancias, pero es
raro que
Volver a capítulos
el pasado olvide...
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