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POSEÍDA - Lisa Swann VOL. 6 Cap.1


Un auto se desplaza en la noche hacia un sitio desconocido.
Un maletero, suficientemente amplio, pero un maletero al fin.
Y en dicho maletero, yo, Elizabeth Lanvin Frenchie en Nueva York,
empleada desde hace unas semanas en una de las firmas de abogados más
importantes del mundo, Goodman & Brown, y locamente enamorada de su
jefe, el guapo Sacha Goodman, con quien el amor parecía, sin lugar a
dudas, rimar con agitación y saltos.
No era que el resumen de la situación me hiciera feliz, sino que tenía
necesidad de apuntarlo. Hallarme atada en el maletero de un auto, mientras
Sacha me esperaba para una cita romántica no me hacía feliz realmente.
Estaba aturdida, tenía dolor de cabeza, pues el agresor me había golpeado
con violencia, y sobre todo, pero sobre todo... no tenía ni idea del por qué
ni cómo de la situación.
Dios mío, ¿qué he hecho para merecer esto?
Me negué a entrar en pánico y mi primera reacción fue la de repasar
mentalmente las últimas semanas. Con tal de no estar perturbada,
aferrarme a algo. Y sobre todo, no gritar como loca porque, sinceramente,
¿quién quiere hallarse atada en el maletero de un auto?
¡Sin contar que tengo un dolor tremendo!
Así que era mejor no pensar en el día en el que me había quedado
atrapada en un ascensor durante dos horas con unas ganas horribles de ir al
baño, con los muslos apretados, bailando en el mismo lugar, y tan
aterrorizada por la idea de morir de hambre en aquella cabina minúscula,
que me sentí aliviada y terminé por hacer pis encima. Cómo evitar pensar
en aquella broma que le hice a mi compañera de la universidad, Jess,
cuando me encerré en su guardarropa para sorprenderla, broma que se
convirtió en una pesadilla cuando, en represalia, ella se apoyó contra la
puerta y creí estar atrapada para siempre en el guardarropa.
No soy claustrofóbica. No soy claustrofóbica. ¡No soy claustrofóbica!
No, no lo era, pero como muchas personas, no me gustaban para nada los
lugares confinados en los que no había optado permanecer.
Así que, si me ponía a pensar en los acontecimientos de los últimos días
en busca de una explicación para este secuestro violento, era obvio que
había un buen grupo de posibles sospechosos:
1 - Jesse Goodman, el padrastro de Sacha, tenía motivos para llevarlo a
cabo y creerme culpable, porque había ayudado a sacar a la luz su relación
con la mujer que casi se había convertido en la esposa de Sacha, Allisson
Green.
Bueno, en cierto sentido, sin embargo, ya está en problemas hasta el
cuello por así decirlo...
2 - Del mismo modo, Allisson tenía razones para estar enfadada y
rencorosa. Porque además de que su matrimonio con Sacha se había
frustrado, había sido señalada por la tentativa de causarle muerte al
sabotear su lancha rápida, y con la misma maniobra, intentar apoderarse de
su participación en Goodman & Brown.
De nuevo, Allisson no tiene escapatoria. A menos que sea sicópata, creo
que entiende que es mejor que la olviden por un tiempo.
3 - ¿Natalia entonces? La colaboradora de Sacha no era completamente
inocente, aunque Sacha desde su accidente y la amnesia, se negó a
reconocer que ella había conspirado con Allisson en su contra.
¡En cualquier caso, he aquí a alguien a quien le gustaría verme borrada
del mapa!
Pero hubiera sido realmente suicida de su parte poner en peligro su
relación con Sacha, la cual la había librado de la justicia.
4 - Faltaba Ethan Goodman, el medio hermano de Sacha y amante de
Allisson, celoso y con gusto por la bebida.
Es poco probable que él sea capaz de llevar a cabo un secuestro...
El auto aún traqueteaba libremente en el camino, estaba sin duda
equipado
con buenos amortiguadores, o quizá íbamos sobre terciopelo... Mis
brazos empezaron a crisparse, atados firmemente a mi espalda, además de
que la nariz me picaba y no tenía más opción que frotar mi cara contra el
fondo del maletero para aliviar la comezón.
En resumen, no había avanzado más de lo que unos minutos antes, sobre
la identidad potencial de la persona que me había secuestrado.
El auto se detenía en ocasiones, seguramente por los semáforos o las
paradas, antes de reanudar su viaje. Podía oír el ruido del tráfico del
atardecer. Siempre podía tratar de gritar (pero estaba amordazada) o de
tocar contra el interior del maletero para que alguien detectase mi
presencia... Pero con tanto bullicio en la calle, había pocas posibilidades de
que me escucharan.
Sacha...
Su rostro se me apareció de repente, debía estar esperándome en algún
lugar, perdiendo la paciencia, asumía que no era mucho tiempo desde que
me hallara en la cajuela para que empezara a preocuparse... pero el
conductor que iba a recogerme en la parte inferior del edificio ya debía
haberlo contactado, ¿verdad?
¡Diablos, todo aquello era absurdo! ¡E injusto! Justo cuando todos los
problemas parecían haber sido resueltos, justo cuando finalmente nos
podíamos sosegar y amarnos sin miedo a nada.
Las lágrimas se asomaron a mis ojos. El auto se detuvo. Se escuchaba
menos ruido afuera. El conductor apagó el motor. Dejé de respirar. La
puerta se cerró y los pasos se acercaron al maletero.
No sé por qué siempre ocurre así en las películas, porqué quien termina
en mi situación comienza a retorcerse como un gusano cuando el maletero
se abre, pero en cualquier caso, es lo que hago, y creo que es porque
tontamente alimentamos la esperanza de poder liberarnos de las ataduras y
saltar como un superhéroe fuera del maletero. No es más que una
esperanza...
Sentí el aire más fresco sobre mí cuando el cofre se abrió. Traté de
levantar la cabeza para ver a la persona delante de mí, pero no fue nada
fácil al estar acostada, agazapada, sobre el costado, con los brazos atados a
la espalda, y, finalmente, sólo vi unas manos que se acercaban a mi cara
para enfundarme una especie de gorro en la cabeza.
¡Vamos mejorando!
Un puño viril me aferró por el brazo y me arrastró fuera del maletero. La
acción fue un tanto acrobática, no estaba realmente vestida para la
ejecución, con mi vestido de noche en seda escarlata y mis tacones que se
atoraron sobre el borde del maletero. El hombre – o quizá la mujer
realmente forzuda - me atrapó antes de que terminara de rodillas en el piso.
No podía sostenerme en mis piernas, me sentía como asfixiada bajo la
capucha, lloraba como una magdalena murmurando detrás de la mordaza, y
por un segundo, me dije que si mi última hora se acercaba, ni siquiera
sabía los motivos...
Sacha...
Me aferré al recuerdo de su rostro y seguí tambaleante a quien me
arrastraba con rapidez, me hizo descender por las escaleras, abrió una
puerta, me hizo volver a caminar, y luego subir una escalera, una puerta y
una segunda escalera, todo esto sin decir una sola palabra, sin necesidad de
amenazarme porque estaba simplemente aterrorizada.
Le escuché abrir una última puerta. Me pasó una mano por la espalda. Y
luego, finalmente, una voz.
- No se dé la vuelta.
Una voz de hombre. Sentí sus manos sobre mis muñecas al separarlas, y
luego detrás de mi cabeza para desatar la mordaza, y finalmente levantar la
capucha. Cuando sus manos se alejaron y me di cuenta de que la puerta iba
a cerrarse detrás de mí, de inmediato me di la vuelta, a pesar de su orden, y
tuve tiempo de ver su rostro antes de que la puerta estuviera
completamente cerrada.
¡Maldita sea!, ¿por qué no había pensado en ello?
Era el hombre que había visto varias veces en los últimos días. Cuando
fui a comer con mi amigo David. Una mañana, delante del edificio de
Goodman & Brown, cuando Sacha y yo llegábamos en coche. Y también el
día de la partida de mi tía Maddie y su novio, cuando acabábamos de
almorzar en un café. Y sobre todo... ¡el día de la boda frustrada de Sacha y
Allisson, con motivo del gran escándalo en la iglesia! Me quedé
boquiabierta, petrificada, mirando hacia la puerta cerrada.
Me sequé las lágrimas de las mejillas y me cuidé de no ponerme a
sollozar como una desdichada, luego me hice un ovillo. Después de sudar
de miedo, de repente fui presa de temblores quizá más por los nervios que
por el frío.
Me giré lentamente para ver dónde estaba. Era una habitación grande,
con paredes revestidas, un interior más bien burgués y acogedor. Tenía que
estar en una de esas viviendas antiguas de la ciudad con casas de sótano
sobre la calle. Una enorme cama, un armario, una pared cubierta de libros,
dos sillones grandes, uno de ellas cerca de la ventana...
Y ahí divisé, en la oscuridad, la silueta de alguien sentado.
Podían haber sido cinco minutos o tres días lo que estuve ahí, plantada
cerca de la puerta, inmóvil, con los brazos apretados contra mí. Y acepté
que tenía que asegurarme de que había otra persona en la habitación, era
una locura, no tenía ni saliva, y mis labios estaban entumecidos.
- ¿Hay... alguien? pregunté en voz baja.
La forma se movió en el sillón, di un paso atrás súbitamente hacia la
pared. ¡Maldita sea, era una verdadera película de terror esta noche! Puse
la mano sobre el interruptor a mis espaldas y un candelabro se encendió.
Iluminó un poco de manera anticuada, pero al menos descubrí a quien se
había movido. Una mujer de unos sesenta años, con el rostro devastado por
las arrugas, una peluca rubia decolorada cual paja y que parecía haber sido
quemada a fuerza de ser acicalada. Y como en una pesadilla, estaba
maquillada burdamente, escurriendo por doquier, rímel en el rabillo de los
ojos y un rojo brillante en la comisura de los labios.
¡Es como en Psicosis aquí!...
Ella me miró fijamente, tenía los ojos muy azules y me recordaba a
alguien, o seguramente a una película que debía haber visto en la
adolescencia, ¡una película que debía provocar terror! Me lanzó una
sonrisita pueril, luego agitó la mano de manera educada, cerrando los ojos,
y emitió graciosamente «tss tss tss».
- Pero, ¿dónde tenía la cabeza? dijo con voz jovial. ¡Soy Gena!
¡Encantada!
Me tendió la mano sin levantarse, yo no me inmuté.
Gena, ese debía ser su nombre.
- ¿Dónde estamos? balbuceé.
Gena asintió y comenzó a acariciarse el puente de la nariz, concentrada.
Sonreía aún.
- Yo también tuve hermosos vestidos. De todos los colores, todas las
telas, todas las formas y vestidos de modista, ¡qué tal!
Aún hacía ese pequeño gesto de la mano y sus crispantes «tss tss tss»
entre cada frase. Ahora acariciaba su mejilla...
- Él me cubrió con regalos, yo era su princesa, ya sabe... Estaba loco por
mí, incluso estuvimos a punto de casarnos.
Qué simpática, ¡será fácil comunicarse!
Mientras la Sra. Chiflada continuaba su monólogo (esperando un indicio
sobre la razón de mi rapto), me acerqué desconfiada y me senté en el borde
de la cama junto a ella. No parecía ser más peligrosa que eso.
- Malcolm, era un hombre que sabía guiarse, tenía clase, nada era
suficiente para él, todo el mundo lo respetaba. Él me decía: «Gena, mi
flama», sí, así es como él me llamaba.
De pronto, su semblante se tornó afligido. Ella era la única actriz de su
película.
- Todas las mujeres celosas estaban celosas mí. ¡Todas! ¡Incluso
Margaret! No, ella nunca lo habría admitido, como lo puede adivinar...
Pero ella me envidiaba, miraba mis hermosos vestidos, las joyas y los
perfumes. Decía que todo aquello no estaba bien, pero es porque ella habría
querido vivir lo que yo vivía...
¿Margaret? ¿A quién se refiere?
Intervine en su monólogo.
- Gena, ¿quién es Margaret? osé preguntarle.
Pero la pobre mujer no me oyó, ella continuó representando el
protagónico de su vida.
- Por supuesto, no podía ser una mujer como yo. Margaret no tenía mi
audacia ni mi belleza...
Con eso comenzó a enfadarme...
- ¿Gena? Eh, ¿Gena? Repetí, agitando las manos delante de su cara.
Sus ojos estaban vacíos y fijos, pero todavía se volvieron hacia mí, la
había sacado de su trance.
- No nos hemos presentado, me llamo Gena, ¿y usted? –sonriendo
bobalicona como un chiquillo. Tiene usted un vestido muy bonito, por
cierto. Ya sabe, me recuerda todos esos vestidos que Malcom me ofrecía...
- ¡Gena! Le grité, poniendo una mano en el brazo que hacía movimientos
en todas las direcciones.
Ella profirió un nuevo «tss tss tss» pero, por lo menos, guardó silencio.
- Gena, ¿quién es Margaret? Le pregunté.
Ella me miró directamente a los ojos, y los suyos empezaron a brillar.
- Margaret crio a mi hijo, ella me lo robó, me lo arrebató.
¡Oh, diablos, estoy alucinando, todo esto va a cesar de un momento a
otro, y voy a despertar!
- Le decía que estaba celosa -dijo Gena. Como no podía tener a Malcom
ni los vestidos ni los perfumes, bueno, ella apartó a mi hijo. Nuestro hijo.
Ella bajó la cabeza, con lágrimas en sus mejillas.
¿Gena sería entonces la hermana de Margaret? ¿La madre de Sacha?
Era natural hacer el vínculo: Acababan de raptarme, después de haber
descartado a los sospechosos que imaginé, y, obviamente, no tener en
cuenta un plan terrorista o un cliente descontento de Goodman & Brown,
era necesario que encontrara un elemento familiar que explicara por qué
estaba allí.
Rápidamente repasé la discusión que tuve con Margaret, la madre de
Sacha, después de aquel accidente. En su casa en Southampton, ella me
había confesado que Sacha no era su hijo, sino de su hermana, y que lo
había adoptado con urgencia, pues su hermana temía que el padre del niño
no se ocupara de ella y de su hijo.
Y no podía ser una coincidencia...
¡Oh no, no lo creo!
- ¡Gena! Le dije lo suficientemente alto como para devolverla a nuestra
conversación.
Ella levantó la cabeza como un animal asustado. Me agaché y tomé su
mano entre las mías. Suavemente. Para tranquilizarla.
- Gena, dígame, ¿está segura de que Margaret le robó a su hijo? ¿Segura
de que no es usted quien confío su hijo a su hermana?
Un destello en sus ojos.
- ¿Y por qué habría hecho eso? ¿Usted está insinuando que habría
abandonado a mi hijo?
- Gena, usted pudo haber sido forzada a hacerlo porque se sintió en
peligro, le dije muy despacio para que no se estremeciera, y sobre todo
para darme a entender.
Ella sacudió la cabeza y volvió a su «tss tss tss».
- No, respondió con firmeza. Ella me lo robó. Estaba celosa. Celosa del
amor de Malcom.
- ¿Y si justamente hubiera tenido miedo de Malcolm, de que le hiciera
daño a usted y a su hijo?, aventuré, muy precavidamente.
- ¡Qué importa lo que usted diga, querida señora!, respondió antes de
darme la espalda.
Bueno, nada qué hacer, está en su mundo, Gena...
Le oí murmurar «pequeña tonta», y creo que se refería a mí. Luego
continuó su soliloquio en su rincón, con la cabeza mirando hacia la
ventana:
- En especial me encantó el vestido verde, muy escotado en la espalda,
que me había traído de un viaje. A Malcolm le encantaba cuando me lo
ponía...
blablablabla... ¡Vaya progreso!
Sentada en el borde de la cama, me sentí agotada de repente y
completamente perdida. Todo me recordaba a Sacha. ¡Estaba allí con su
madre, su verdadera madre, una mujer completamente loca, que
contradecía lo que Margaret me había contado y que Sacha ignoraba!
Me levanté y evité a Gena para tratar de abrir la ventana, pero no pude.
Y detrás, de todos modos, las persianas estaban cerradas.
Lo cual no me dejaba muchas opciones para escapar...
Abrumada, volví a sentarme y me acosté en la cama. Tenía frío, estaba
asustada, no comprendía lo que me estaba pasando, solo sentía que Sacha
se enfrentaría a una verdad que no había considerado, la de sus verdaderos
padres.
Dios mío, y yo que estoy al tanto...
Y, obviamente, no era Gena, obsesionada con su guardarropa de antaño,
quien iba a aclararme el motivo de mi rapto. Una cosa era cierta, no podría
ser ella quien lo había ordenado... No estaba en su sano juicio.
Me quedé dormida, aturdida por los comentarios sin pies ni cabeza de
Gena, quien continuaba parloteando, y por las lágrimas que no podía

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