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POSEÍDA - Lisa Swann VOL. 6 Cap.2

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2. Bienvenida a casa de los locos
- ¡Despierte!       
Me sacudió, no demasiado fuerte en verdad, pero lo suficiente para que
no sea un despertar agradable. Abrí los ojos, envuelta en la colcha, con el
cabello hecho un desastre y el maquillaje parecido al artístico de mi
compañera Gena.
Un momento, ¿dónde está ella, de hecho?
El tipo que me había secuestrado también fungía como servicio de
habitación. Alto, grueso y gris, estaba de pie junto a la cama y, cuando tuve
los ojos bien abiertos, me mostró la cómoda sobre la que había una bandeja
con el desayuno, no la de un hotel de cuatro estrellas, únicamente
aperitivos y algo caliente qué beber por lo menos.
- Levántese, dijo, en un tono que era lo suficientemente cordial para la
situación. Volveré a buscarle en un cuarto de hora.
Dio media vuelta y salió de la habitación. Escuché la llave dando vuelta
a la cerradura. Había oscuridad en la habitación, las persianas estaban
siempre cerradas, era difícil tener una idea de la hora o de cuánto tiempo
había dormido. Me senté en la cama justo cuando una puerta en la parte
trasera de la habitación se abrió (no la había visto, se confundía con el
papel tapiz) y Gena apareció.
Acarició sus mejillas, recogió dos o tres mechones de su cabello seco e
hizo una mueca divertida al descubrirme en la cama.
- Para empolvarse la nariz, es por aquí, dijo, señalándome la puerta.
Es suficiente con el sanitario...
Me levanté, refunfuñando, y desapareció en el cuarto de baño cuando
Gena me dijo:
- ¿Puedo ofrecerle un café, querida?
Sí, con un toque de leche...
Frente al espejo, mi aspecto daba miedo. Unas ojeras oscuras bajo los
ojos, la tez lívida, el cabello hirsuto. Semejante cabeza para un vestido tan
excelso, era casi indecoroso.
Si Sacha me viera así, no me reconocería...
No hay nada que hacer. Pasara lo que pasara, lo viviría con mi desaliño
de espantapájaros en vestido de noche...
Cuando salí del baño, Gena había regresado a su sillón y tomaba un
sorbo de su café, sujetando el platillo con elegancia. Me dirigió una sonrisa
menos grotesca que ayer. Me disponía a reanudar nuestra discusión acerca
de Margaret y el hijo que tenía, pero no me dio tiempo.
- ¡Qué hermoso vestido tiene!, comenzó. Ya sabe, me recuerda a un
conjunto que...
Inmediatamente apagué el sonido. No seríamos capaces de reanudar
nuestra discusión. Me acerqué a la cómoda y me llevé la taza a los labios,
pero de nuevo, no tuve tiempo para intentar nada, la puerta principal se
abrió y mi secuestrador apareció.
- Le voy a pedir a ambas que me sigan, por favor- dijo sin traspasar la
puerta.
A pesar de ello, tomé mi café rápidamente y estaba a punto de seguirlo,
cuando ambos nos dimos cuenta de que Gena no se había movido de su
sillón y continuaba su monólogo.
El hombre se puso a su lado sin que ella se diera cuenta de su presencia
y, gentilmente, con respeto, la tomó por el brazo y la hizo levantarse antes
de dirigirse con ella, con calma, hacia la puerta.
¡Es un secuestro de lujo, al menos!
La puerta se había dejado abierta durante todo este tiempo, habría
podido huir, pero extrañamente, no lo hice. Estaba, obviamente, a punto de
tener las respuestas a mis preguntas, no había necesidad de echarlo a
perder por el pánico. Además, ya no tenía miedo. Sólo me obsesionaba la
tragedia que se avecinaba para Sacha.
Bajamos las escaleras lentamente, entonces el hombre de la sombra nos
hizo entrar a un gran salón con una decoración bastante similar a la de la
recámara. Anticuado, pero burgués y elegante.
Un hombre nos esperaba, de pie cerca de la chimenea. Se volvió a
nuestra entrada. Oí el suspiro ahogado de Gena cerca de mí. Era Sacha
delante de mí, Sacha con el pelo gris, un poco de barriga y un traje pasado
de moda. Algunos toques de mal gusto también, un gran reloj de oro y una
sortija igualmente llamativa.
Con clase, pero de otra época...
El hombre sonrió y se acercó a saludarnos.
- Señorita Lanvin, lo siento por esta invitación un tanto forzada.
Y mi mano entre las suyas todo el tiempo:
- Soy Malcom Strangley, el padre de Sacha.
Y aunque no parezco sorprendida, Malcom Strangley no pierde los
cabales hasta ahora.
- Veo que no está realmente sorprendida, Elizabeth, ¿me permite que la
llame Elizabeth?
Asentí con la cabeza.
- Nuestra querida Gena debió haber hablado mucho esta noche, y a pesar
de que no tenía mucho sentido, estoy seguro de que usted es lo bastante
inteligente como para haber adivinado, en parte, el motivo de su presencia
aquí.
Entonces nos señaló, a Gena y a mí, los sillones y el sofá de la
habitación. Y continuó:
- Pero, por favor, acomódese, no tenemos mucho tiempo antes de la
llegada de Sacha y me gustaría explicarle con más precisión por qué tuve
que usar este método poco elegante para hacerla venir a mí.
¿Sacha va a venir…?
Tomó el brazo de Gena y la condujo con gran atención hacia el sofá,
donde yo también me senté, mientras él se acomodaba en uno de los
sillones de enfrente. Gena, extasiada, suspiraba por su Malcolm con una
mirada enamorada y lo colmaba de pequeños gestos seductores.
- Elizabeth, sé que probablemente me detesta por lo que pasó ayer, pero
no tenía otra opción. Sacha es un hombre reservado, casi inaccesible y
como supuse que usted le importa mucho, fue mi único recurso.
No estaba segura de si estaba enojada o si sólo estaba exhausta, pero mi
voz sonó muy fría cuando le contesté.
- Creo que siempre hay otros medios disponibles que la violencia y el
rapto, Sr. Strangley, le dije.
Tomó un aire pesaroso que no me tragué por un segundo.
- Tenga un poco de clemencia conmigo, Elizabeth, cuando conozca toda
la historia, estoy seguro que usted se mostrará un poco más comprensiva.
- Le escucho, contesté.
Malcom Strangley se acomodó en su sillón.
- En la época en que conocí a Gena, vivíamos en Augusta, mi joven
esposa y yo. Mi carrera política estaba en sus inicios, pero yo estaba
realmente despuntando y tenía un gran apoyo. Después de todo, me había
casado con la hija de una familia rica que prosperaba en la industria textil,
mi suegro me había hecho entrar en el negocio familiar y no me faltaba
talento en el área ni labia para hallar mi lugar. Frecuentaba a las más
grandes personalidades, ya sea en la política, la industria y la cultura. Todo
era muy emocionante. Y entonces conocí a Gena.
Extrañamente, porque nunca lo hubiera imaginado así, dirigió una
mirada tierna a mi vecina de sofá. Y ví a Gena turbarse como una chica
apenada.
- No había otras mujeres como Gena en el medio que frecuentaba. No
conocía más que a mujeres de grandes familias, elegantes, pero frías,
incluso mi querida esposa Eleonore, atenta, amorosa – Dios la tenga en su
Gloria – era así. Pero Gena... Gena era un torbellino de locura. Era hermosa
como una actriz de cine y también caprichosa. Impredecible. No tenía
miedo a nada y parecía que el mundo le pertenecía. Yo le pertenecí desde
el momento en que nuestras miradas se cruzaron. Me volví loco. No comía,
no dormía, no respiraba siquiera cuando ella no estaba cerca de mí. Asumí
riesgos insensatos, la instalé en un apartamento en la misma ciudad donde
vivía con Eleonore, la cubrí de regalos, incluso me hice acompañar por ella
en algunas recepciones. Estaba dispuesto a dejar a mi esposa y todo lo que
ello implicaba, el poder, el éxito, todo...
¡Maldita sea!, una nueva señal de alerta, voy a terminar por no saber
quién está diciendo la verdad
La mirada de Malcolm por un momento se perdió en un pasado
borrascoso y apasionado, luego sacudió la cabeza, con aspecto
apesadumbrado.
- Pero lo que más me gustaba de Gena, su locura, su espontaneidad, su
libertad, no era sino la parte fascinante de un problema más profundo y no
me di cuenta inmediatamente. Tenía que convencer a Gena que había que
esperar, que íbamos a pasar el resto de nuestras vidas juntos, que éramos el
uno para el otro por siempre. Nos imaginaba como una pareja carismática:
yo, el prestigioso político, y ella, mi esposa excepcional y excéntrica. Fue
sólo un sueño, ya que comenzó a ser más demandante: llamaba por la
noche a mi casa, irrumpía en las recepciones a las que no había sido
invitada, ebria de alcohol y furor. Yo ya no era capaz de contenerla.
Tuvimos discusiones violentas, creo que también era parte de la pasión, y
ahora reconozco que era un cobarde.
Levantó la cabeza para mirar Gena. Sin duda era su manera de pedirle
perdón. Pero Gena comenzó a emitir su desagradable «tss tss tss» y
Malcolm continuó su relato:
- Y entonces, Gena desapareció. De un día a otro. Sin dar ninguna
noticia. Nada. Y entonces pensé que sería mejor así.
Se tomó la cabeza con ambas manos.
- Como era un cobarde... Retomé mi vida en Augusta. Eleonore, quien ya
estaba al tanto de esta relación, me perdonó y yo seguí mi camino hacia el
éxito.
- Pero, señor Strangley, intervine. ¿Me está diciendo que no sabía que
Gena estaba esperando un hijo suyo?
- Lo que me asombra, Elizabeth, es que usted no parezca sorprendida por
la historia que le estoy contado, si me permite, reviró sin contestar a mi
pregunta.
Por lo visto, voy a tener que mostrar mi juego...
- Margaret, la madre de Sacha, o al menos quien él cree que es su madre,
me contó toda la historia, confesé. Pero no en estos términos, tengo que
admitirlo, esto explica mi pregunta, señor Strangley.
Gena seguía nuestra discusión como lo habría hecho con un partido de
tenis desde las gradas superiores.
- Bueno, te puedo decir, Elizabeth, que no tenía ni idea de que tuviera un
hijo hasta el accidente del motor fuera de borda de Sacha. Fue un
colaborador quien me alertó, desconcertado por la similitud de Sacha
conmigo, ya que había visto una foto de él. Fue muy fácil para mí para
conciliar su edad y la desaparición de Gena y deducir que era muy probable
que fuera mi hijo. Sobre todo cuando me enteré de quién era oficialmente
su madre. Me había hallado con Margaret en repetidas ocasiones durante
mi relación con Gena.
Iba a intervenir cuando él me interrumpió con un gesto de la mano.
- Déjeme explicarle cómo llegué a organizar esta pequeña reunión
familiar, Elizabeth. Una vez que tuve la íntima convicción de que Sacha
era mi hijo, lo puse bajo vigilancia para saber más acerca de él y
rápidamente me di cuenta de que su vida estaba lejos de ser simple. Usted
parece ser el único elemento positivo de su existencia. En cuanto a Gena,
tuve un poco de dificultad para dar con ella, pero finalmente logré afrontar
lo que me negué a admitir en su momento, que estaba simplemente
desequilibrada. Y es en un refugio psiquiátrico de Cincinnati donde fui a
buscarla.
- Para una reunión familiar, habría podido usted imaginar una más
amable, confiese, aventuré al tomar el toro por los cuernos.
Hay algo que no concuerda en todo esto...
- Dígame lo que realmente motivó su reaparición señor Strangley,
porque tengo la impresión de que hay un poco más que un simple
sentimiento paternal un poco tardío.
- Elizabeth, no tuve hijos, Eleonore no podía tener. Ahora que mi esposa
murió, estoy solo, sin heredero...
- Deténgase entonces, no sé por qué, sigo convencida de que usted me
está ocultando algo, yo no sé qué... Sacha es un hombre importante e
influyente, acercarse a él no podría ser sino de su interés, ¿cierto? ¿Habría
reaccionado de igual manera si él hubiera sido un obrero o cualquier cosa
de menos prestigio?
Malcom Strangley se pasmó y su rostro se puso tenso.
- No voy a negar que sería de hecho una ventaja en mi carrera política,
dijo, pero también podría beneficiar a la carrera de Sacha, porque voy a ser
elegido sin duda para el Senado en las próximas elecciones.
Asentí con la cabeza, había entendido. Pero no tuve tiempo de hacer más
comentarios sobre la ambigüedad de sus motivos. El hombre de la sombra,
y de la confianza de Strangley indudablemente, entró en la habitación y
Malcolm levantó la vista.
- Margaret y Sacha Goodman llegaron, señor Strangley.
¿Margaret? ¡Maldita sea, vamos a vivir una verdadera tragedia! Y
Sacha que no debe sospechar nada... Sacha...
Sacha apareció, Margaret detrás de él, su mirada se posó de inmediato
sobre mí. Me puse en pie de repente y él rápidamente le dio a Margaret el
maletín que sostenía y corrió hacia mí para tomarme en sus brazos.
- ¡Dios mío, Liz, qué miedo tenía!, susurró en mi cabello, al besarme
suavemente.
Me acurruqué contra él y me levantó la cara para observarme. Él
también tenía ojeras y el gesto endurecido, la noche debía haber sido mala
y larga.
- ¿Estás bien?, me preguntó.
Asentí con la cabeza, sonriéndole, no era el momento de resquebrajarse
(a pesar de que estaba al borde de las lágrimas, me sentí tan aliviada de
verlo nuevamente) porque iba a necesitar mi apoyo en los minutos que
seguirían.
Se volvió bruscamente a Malcom Strangley.
- ¿Quién es usted? -preguntó en un tono feroz. Espero que me explique
qué significa todo esto.
Sacha era lo suficientemente inteligente para notar que esta historia no
tenía nada que ver con un rapto y que no servía de nada ostentarse.
Gena se había levantado y balbuceaba, con los ojos brillantes. Malcom,
también de pie, se acercó a ella y puso su brazo alrededor de sus hombros.
- Sacha, mi nombre es Malcolm Strangley y ella es Gena Bellrow.
La mirada de Sacha se fijó en la pareja formada por Malcom y Gena, y
se oscureció por la duda como anticipando lo que iba a seguir. Después de
todo, esta mujer tenía el mismo apellido de soltera de su madre, Margaret.
¡Aquí estamos, en el ojo del huracán!
Estreché la mano de Sacha fuertemente entre las mías.
- Sacha, digo, con la garganta seca. Ellos son tus padres, tus verdaderos
padres.
Un grito ahogado se escuchó a nuestras espaldas. Margaret acababa de
dejar caer el maletín al suelo, y se llevó las manos al rostro, parecía tener
problemas para respirar. El hombre de la sombra se abalanzó sobre ella y
la sostuvo hasta un sillón, integrándola así a la simpática reunión familiar.
Margaret, aterrorizada, miraba a su hermana quien, por su parte, no parecía
reconocerla.
¡Pobre Gena, está completamente perdida!
Sacha era como una pesada estatua de piedra al lado mío. Y eso que aún
no recordaba mucho de su vida antes del accidente, vaya que le daríamos
una primicia terrible.
Lanzó una mirada perdida hacia Margaret, quien jadeaba entre sollozos,
hacia Malcom que no respiraba más, y luego a Gena cuyos «tss tss tss» y
los movimientos del brazo se habían intensificado.
Tomé entre mis manos el rostro de Sacha, le obligué a mirarme
directamente a los ojos, no tenía que desviar su mirada de la mía, mientras
yo le decía todo lo que tenía que decir. Debido a que era yo quien le iba a
contar todo.
- Sacha, estoy aquí, escúchame, te lo ruego, susurré.
Alguien debería decirme por qué siempre me encuentro asumiendo este
tipo de situaciones pues yo no me creo capaz...
Pero era simple sin embargo, quién mejor que yo para asumir este rol
con confianza. Cómo amaba a este hombre...
Y le dije todo, desde mi punto de vista, la confesión de Margaret
después del accidente y lo que la había motivado, es decir, la felicidad del
hijo que había cuidado durante todos estos años, pero contrariamente que
ella creía haber fracasado. Luego lo que había comprendido a partir de los
desvaríos de Gena durante la noche. Para finalizar con la conversación que
acababa de tener con Malcolm Strangley, sin dudar de la veracidad de sus
declaraciones, sino de lo que lo llevaba a reaccionar hoy.
Muchas veces Sacha trató de girar la cabeza para culpar abiertamente a
alguien, pero yo sentí que ni siquiera sabía con quién estaba enfadado.
Estaba perdido.
Durante el tiempo que hablaba a Sacha, con voz dulce y tranquilizadora,
pero también derramando algunas lágrimas, los otros tres se quedaron allí,
sin inmutarse, esperando que caiga el hacha.
Al final de mis explicaciones, Sacha bajó la cabeza y respiró
profundamente, todavía temblaba, entonces levantó la cabeza, tomó mi
rostro entre sus manos y me dio un suave beso en los labios.
- Liz, gracias- dijo en voz baja. Cómo debes amarme para hacer esto y
sobre todo tomando el lugar de los que habrían debido asumir la
responsabilidad. Y cómo te amo por tener tal valor.
Sonreí. Se volvió hacia Malcolm.
- Dígame- le dijo. ¿Por qué me ha solicitado un rescate por Liz?
Malcom guardó la compostura insólitamente, Sacha debía haberlo
heredado de él.
- Porque estúpidamente, pensé que lo mejor era actuar en lugar de
revelar, de golpe, mis intenciones.
Sacha negó con la cabeza, molesto. Lanzó una mirada abatida hacia
Gena, luego hacia Margaret, quien le suplicaba con los ojos.
- Era inapropiado, es lo menos que se puede decir, apuntó. Todo este mal
que se ha hecho y treinta años han pasado, tengo una vida, aunque sólo la
recuerde a medias. Soy el hijo de Margaret, son estos años lo que lo
demuestran, me educó, me dio todo el amor que pudo, como pudo.
Margaret es mi madre y me quedo con eso. No he sido parte de su vida
durante todos estos años, continuó, señalando con un gesto de la barbilla a
Malcom y Gena. Esto no cambiará hoy. No tengo que apoyar sus errores,
me niego. Decido mi vida ahora.
Me tomó la mano.
- Elijo a aquellos en quienes puedo confiar, aquellos que me quieren
sinceramente.
Se acercó al sillón donde estaba Margaret y yo le seguí. Le tendió la otra
mano a su madre, quien se puso de pie. Luego nos condujo lentamente
hacia la puerta. En el camino, se volvió a Malcolm y Gena, que estaban
petrificados.
- No sé con quién debería estar enfadado ni siquiera si debo hacerlo, dijo
Sacha. Sin embargo, sé lo que quiero y no es su historia en la que quiero
creer.
Creo que todos diciendo la verdad, Sacha, su verdad, pero la locura de
Gena cambió todo.
Nos acercamos a la puerta, pero se volvió de repente.
- Conserve su dinero, señor Strangley, comentó con tristeza. Dele un
buen uso.

El hombre de la sombra nos abrió la puerta y nos fuimos sin mirar atrás.

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