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Grey - (22) Lunes, 6 de Junio de 2011

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Lunes, 6 de Junio de 2011
emo ir a la cama. Es después de la medianoche, y estoy cansado, pero me siento en mi piano, tocando Marcello la pieza de Bach, una y otra vez. Recordando su cabeza apoyada sobre mi hombro, casi puedo oler su dulce fragancia.
¡Maldita sea, dijo que lo iba a intentar!
Dejo de tocar y me agarro la cabeza con ambas manos, mis codos martillando dos acordes discordantes cuando me apoyo sobre las teclas. Dijo que lo intentaría, pero ella cayó a las primeras de cambio.
Luego se echó a correr.
¿Por qué la golpeé con tanta fuerza?
En el fondo sé la respuesta, porque me lo pidió, y yo era demasiado impetuoso y egoísta como para resistir la tentación. Seducido por su desafío, aproveché la oportunidad de movernos a donde quería que fuéramos. Y ella no pronunció la palabra de seguridad, y la lastimé más de lo que podía soportar, cuando le prometí que nunca haría eso.
¡Qué puto imbécil soy!
¿Cómo podía confiar en mí después de eso? Es entendible que se haya ido.
¿Por qué carajos iba a querer estar conmigo, de todos modos?
Contemplo emborracharme. No he estado borracho desde que tenía quince años; bueno, una vez, cuando tenía veintiún años. Detesto perder el control: sé lo que el alcohol puede hacerle a un hombre. Me estremezco y cierro mi mente a esos recuerdos, y decido terminar la noche.
Acostado en mi cama, rezo por un sueño sin sueños… pero si voy a soñar, quiero soñar con ella.
T
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Mami está bonita hoy. Se sienta y me deja cepillarle el cabello. Me mira en el espejo y me sonríe con su sonrisa especial. Su sonrisa especial solo para mí. Hay un fuerte ruido. Un choque. Él regresó. ¡No! ¿Dónde putas estás, perra? Tengo un amigo necesitado aquí. Un amigo con dinero. Mami se levanta, toma mi mano y me empuja en su armario. Me siento en sus zapatos y trato de estar tranquilo y cubrir mis oídos y cerrar mis ojos con fuerza. La ropa huele como mami. Me gusta el olor. Me gusta estar aquí. Lejos de él. Él está gritando. ¿Dónde está el pequeño puto enano? Me toma del cabello y me saca del armario. No quiero que jodas la fiesta, pedazo de mierda. Él cachetea a mamá duro en su rostro. Encárgate que mi amigo lo pase bien y conseguirás tu parte, perra. Mami me mira y tiene lágrimas. No llores, mami. Otro hombre entra en la habitación. Un hombre grande con el cabello sucio. El gran hombre sonríe a mami. Me tira a la otra habitación. Él me empuja al suelo y me lastimo las rodillas. Ahora, ¿qué voy a hacer contigo, pedazo de mierda? Huele desagradable. Él huele a cerveza y está fumando un cigarrillo.
Me despierto. Mi corazón martillea como si hubiera corrido cuarenta cuadras perseguido por perros del infierno. Salto de la cama, empujando la pesadilla de nuevo en lo más recóndito de mi conciencia, y me apresuro a la cocina a buscar un vaso de agua.
Necesito ver a Flynn. Las pesadillas son peores que nunca. No tenía pesadillas cuando me acostaba con Ana a mi lado.
Demonios.
Nunca se me ocurrió dormir con ninguna de mis sumisas. Bueno, nunca sentí la inclinación. ¿Estaba preocupado de que me tocaran por la noche? No lo sé. Tomo un inocente sorbo ebrio para mostrarme cuán reparador podría ser.
Había visto a mis sumisas dormir antes, pero era siempre un preludio antes despertarlas para algún alivio sexual.
Recuerdo mirando a Ana durante horas cuando dormía en el Heathman. Cuanto más la miraba, más hermosa se convertía: su piel impecable luminosa a la luz suave y su cabello oscuro abanicado sobre la almohada blanca, sus pestañas revoloteando mientras dormía. Tenía los labios entreabiertos, y podía ver sus dientes y su lengua cuando se lamía los labios. Era una de las experiencias más excitante el
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soloobservarla. Y cuando finalmente me iba a dormir a su lado, escuchando su respiración regular, mirando el ascenso y descenso de su pecho con cada respiración, dormía bien… muy bien. Vago en mi estudio y recojo el planeador. Mirarlo me provoca una sonrisa cariñosa y me consuela. Me siento orgulloso de haberlo hecho y ridículo por lo que voy a hacer. Fue su último regalo para mí. Su primer regalo siendo… ¿qué? Por supuesto. Ella misma. Se sacrificó por mi necesidad. Mi codicia. Mi lujuria. Mi ego… mi maldito ego dañado. Maldita sea, ¿será qué este dolor nunca acaba de parar? Sintiéndome un poco tonto, me llevo el planeador conmigo a la cama. ~ * ~ —¿Qué le gustaría desayunar, señor? —Solo café, Gail. Ella duda. —Señor, no comió su cena. —¿Y? —Tal vez se está contagiando de algo.
—Gail, solo café. Por favor. —La ignoro, esto no es asunto suyo. A pesar de sus labios delgados, asiente y se vuelve a la Gaggia12. Me dirijo al estudio para recoger mis papeles para la oficina y buscar un sobre acolchado. Llamo a Ros desde el auto. —Gran trabajo en el material de SIP, pero el plan de negocios necesita alguna revisión. Vamos a ofertar. —Christian, esto es apresurado.
12Gaggia: Es un fabricante italiano de cafeteras expreso y capuccino, además de electrodomésticos de otro tipo de tamaño reducido.
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—Quiero actuar con rapidez. Te he enviado por correo electrónico lo que pienso sobre el precio de la oferta. Estaré en la oficina desde las siete y media. Reunámonos.
—Si estás seguro.
—Estoy seguro.
—Bueno. Voy a llamar a Andrea para programar. Tengo las estadísticas sobre Detroit versus Savannah.
—¿En pocas palabras?
—Detroit.
—Ya veo.
Mierda… no Savannah.
—Vamos a hablar más tarde. —cuelgo.
Me siento, meditando en la parte trasera del Audi, mientras Taylor acelera a través del tráfico. Me pregunto cómo irá a trabajar Anastasia esta mañana. Tal vez compró un auto ayer, aunque de alguna manera lo dudo. Me pregunto si se siente tan miserable como yo… espero que no. Tal vez se dio cuenta de que era un enamoramiento ridículo.
Ella no me puede amar.
Y, ciertamente, no ahora, no después de todo lo que he hecho con ella. Nadie nunca dijo que me amaba, excepto mamá y papá, por supuesto, pero incluso entonces lo hacían por su sentido del deber. Las palabras insistentes de Flynn sobre el amor incondicional de los padres—incluso para los niños que son adoptados—, resuenan en mi cabeza. Pero yo nunca me lo he creído; no he sido más que una decepción para ellos.
—¿Sr. Grey?
—Lo siento, ¿qué sucede? —Taylor me ha cogido por sorpresa. Está sosteniendo la puerta abierta del auto, esperándome con una mirada de preocupación.
—Ya llegamos, señor.
Mierda… ¿cuánto tiempo hemos estado aquí?
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—Gracias. Te haré saber a qué hora esta noche.
Concéntrate, Grey.
Andrea y Olivia me miran cuando salgo del ascensor. Olivia aletea sus pestañas y mete un mechón de cabello detrás de su oreja. Cristo, estoy harto de esta chica tonta. Necesito que recursos humanos la traslade a otro departamento.
—Café, por favor, Olivia, y tráigame un croissant. —Salta a cumplir mis órdenes—. Andrea, consígame a Welch, Barney, luego Flynn, y por último a Claude Bastille en el teléfono. No quiero ser molestado en absoluto, ni siquiera por mi madre… a menos que… a menos que Anastasia Steele llame. ¿Entendido?
—Sí, señor. ¿Quiere revisar su agenda de hoy?
—No. Necesito café y algo de comer primero. —Frunzo el ceño a Olivia, que se mueve a paso de tortuga hacia el ascensor.
—Sí, señor Grey —diceAndrea tras de mí mientras abro la puerta de mi oficina.
Tomo el sobre acolchado de mi maletín que sostiene mi posesión más preciada; el planeador. Lo coloco en mi escritorio, y mi mente se desvía a la señorita Steele.
Va a empezar su trabajo nuevo esta mañana, conocerá gente nueva… hombres nuevos. La idea es deprimente. Me olvidará.
No, ella no me va a olvidar. Las mujeres siempre recuerdan el primer hombre que follaron, ¿no? Siempre voy a tener un lugar en su memoria, solopor eso. Pero no quiero ser un recuerdo: quiero quedarme en su mente. Tengo que estar en su mente. ¿Qué puedo hacer?
Llaman a la puerta y Andrea aparece.
—Su café y croissant, señor Grey.
—Adelante.
Mientras se escabulle a mi escritorio sus ojos alcanzan el planeador, pero sabiamente contiene la lengua. Coloca el desayuno en mi escritorio.
Café negro. Bien hecho, Andrea.
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—Gracias.
—He dejado mensajes para Welch, Barney, y la Bastille. Flynn está llamando de vuelta en cinco.
—Bien. Quiero que cancele cualquier compromiso social que tenga esta semana. Ni almuerzos, ni nada en la noche. Consiga a Barney en el teléfono y consígame el número de una buena floristería.
Garabatea furiosamente en su bloc de notas.
—Señor, utilizamos Rosas de Arcadia. ¿Le gustaría que enviara flores por usted?
—No, deme el número. Lo haré yo mismo. Eso es todo.
Asiente y sale rápidamente, como si no pudiera salir de mi oficina lo suficientemente rápido. Unos momentos más tarde, el teléfono vibra. Es Barney.
—Barney, necesito que me hagas un soporte para el modelo de un planeador.
~ * ~
Entre reuniones, llamo a la floristería y compro dos docenas de rosas blancas para Ana, que se entregarán en su casa esta noche. De esa manera, ella no será avergonzada o incomodada en su trabajo.
Y no será capaz de olvidarme.
—¿Le gustaría dejar un mensaje con las flores, señor? —pregunta la florería.
¿Un mensaje para Ana?
¿Qué podría decir?
Vuelve. Lo siento. No te voy a golpear de nuevo.
Las palabras surgen espontáneamente en mi cabeza, haciéndome fruncir el ceño.
—Eh… algo así como: ―Felicitaciones por tu primer día en el trabajo. Espero que todo haya salido bien‖. —Miro el planeador en mi escritorio—. Y ―Gracias por el planeador. Eso fue muy considerado. Tiene un lugar de honor en mi escritorio. Christian‖.
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El florista lo lee de nuevo a mí.
Maldita sea, no expresa lo que quiero decirle para nada.
—¿Eso es todo, señor Grey?
—Sí. Gracias.
—De nada, señor, y que tenga un buen día.
Lanzo dagas al teléfono. Buen día mi culo.
~ * ~
—Oye, amigo, ¿qué te está carcomiendo? —Claude se levanta del piso, de donde acabo de noquearlo sobre su magro, flaco y fornido trasero—. Estás que ardes esta tarde, Grey. —Se levanta lentamente, con la gracia de un gato grande que reevalúa su presa. Estamos solos peleando en el gimnasio del sótano en la Casa Grey.
—Estoy enfadado —siseo.
Su expresión es relajada mientras nos movemos en círculos enfrentándonos.
—No es buena idea entrar en el ring si tus pensamientos están en otra parte —dice Claude, divertido, pero sin apartar los ojos de encima.
—Encontraré ayuda.
—Más a la izquierda. Protege tu derecha. Manos arriba, Grey.
Se balancea y me golpea en el hombro, casi me hace perder el equilibrio.
—Concéntrate, Grey. Ninguna mierda de tu sala de juntas aquí. ¿O es una chica? Un buen pedazo de trasero por fin está rompiendo tu serenidad. —Se burla, me incita. Funciona: lo pateo hacia el lado en la parte media de su cuerpo y lanzo un puño una vez, luego dos veces, y se tambalea hacia atrás, sus rastas volando.
—Métete en tus putos asuntos, Bastille.
—Uy, hemos encontrado la fuente del dolor —gruñe Claude con triunfo. De repente, lanza un gancho, pero anticipo su acción y lo bloqueo, empujando con un puño y una patada. Salta de nuevo esta vez, impresionado.
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—Cualquiera que sea la mierda que está pasando en tu pequeño mundo privilegiado, Grey, está funcionando. Vamos.
Oh, él está jodido. Me lanzo hacia él.
~ * ~
El tráfico es ligero en el camino a casa.
—Taylor, ¿podemos hacer un desvío?
—¿A dónde, señor?
—¿Puedes conducir pasando el apartamento de la señorita Steele?
—Sí, señor.
Me he acostumbrado a este dolor. Parece que siempre está presente, igual que un zumbido en los oídos. Durante las reuniones es silenciado y menos molesto; es solo cuando me encuentro solo con mis pensamientos que se enciende y ruge dentro de mí. ¿Cuánto tiempo dura esto?
A medida que nos acercamos a su apartamento, mis latidos del corazón se aceleran.
Tal vez la veré.
La posibilidad es emocionante e inquietante. Y me doy cuenta de que no he pensado en nada más que en ella desde que se fue. Su ausencia es mi compañera constante.
—Conduce lento —instruyo a Taylor mientras se acerca a su edificio.
Las luces están encendidas.
¡Ella está en casa!
Espero que esté sola, y extrañándome.
¿Habrá recibido mis flores?
Quiero comprobar mi teléfono para ver si me envió un mensaje, pero no puedo arrastrar mi mirada de su apartamento; no quiero perder la oportunidad de verla. ¿Estará bien? ¿Estará pensando en mí? Me pregunto cómo fue su primer día de trabajo.
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—¿Una vez más, señor? —preguntaTaylor, mientras lentamente pasamos su edificio, y el apartamento desaparece de la vista.
—No —exhalo; no me había dado cuenta de que había dejado de respirar. Mientras nos dirigimos de nuevo al Escala reviso a través de mis correos electrónicos y textos, esperando algo de ella… pero no hay nada. Hay un texto de Elena.
¿Estás bien?
Lo ignoro.
~ * ~
Está silencioso en mi apartamento; realmente no lo había notado antes. La ausencia de Anastasia ha acentuado el silencio.
Tomando un sorbo de coñac, deambulo con indiferencia en mi biblioteca. Es irónico que nunca le mostrara esta sala, dado su amor por la literatura. Espero encontrar algo de consuelo aquí, ya que la habitación no tiene ningún recuerdo de nosotros. Examino todos mis libros, cuidadosamente dejados de lado y catalogados, y mis ojos se deslizan por la mesa de billar. ¿Ella jugará billar? Supongo que no.
Una imagen de ella abierta de brazos y piernas sobre la tela verde de la mesa viene a mi mente. Puede que no haya ningún recuerdo de ella aquí, pero mi mente es más que capaz, y más que dispuesta, para crear imágenes eróticas vivas de la encantadora señorita Steele.
No puedo soportarlo.
Tomo otro trago de coñac y salgo de la habitación.


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