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5
Parte I
Traducido por Nina_ Ariella
—OH, DIOS.
Golpe.
—Oh, Dios.
Golpe golpe
Estaba moviéndome por la cama con la fuerza de sus
embestidas. Él
se impulsaba dentro de mí con una fuerza inquebrantable,
dándome
exactamente lo que podía soportar, luego empujándome un
poco más
allá del borde. Me miró desde arriba, duro, destellando
una sonrisa de
conocimiento. Cerré mis ojos, permitiéndome sentir cuan
profundamente era afectada. Y por profunda, me refería
profunda…
Agarró mis manos y las llevó sobre mi cabeza a la
cabecera.
—Vas a quererte agarrar fuerte
para esto —, susurró y tiró una de
mis piernas arriba sobre su hombro mientras alteraba el
ritmo de sus
caderas.
—¡Simón! —Chillé,
sintiendo comenzar un espasmo en mi cuerpo.
Sus ojos, esos detestables ojos azules, se trabaron en
los míos
mientras me sacudía a su alrededor.
—Mmm, ¡Simon!
—Grité de nuevo. Y me desperté enseguida —Con
los brazos sobre mi cabeza, y mis manos agarrándose
fuertemente a
la cabecera.
Cerré mis ojos por un momento y forcé mis dedeos a
abrirse. Cuando
miré de nuevo, pude ver abolladuras en mis manos de
apretar tan
fuerte.
Luché para sentarme. Estaba cubierta en sudor y jadeante.
De
verdad estaba jadeando. Encontré las sabanas en una
pelota al pie de
la cama con Clive enterrado debajo, solo su nariz asomándose.
—Oh, Clive, ¿te
estas escondiendo?
—Meow —,
salió una respuesta enojada, y una pequeña cara siguió la
nariz de gatito.
—Puedes salir, tonto. Mami dejó
de gritar. Creo —. Me reí. Pasando
una mano por mí cabello húmedo.
Había sudado encantadoramente mis pijamas, así que me
incorporé y
me puse sobre la ventila de aire acondicionado, refrescándome
y
comenzando a calmarme —. ¿Eso estuvo cerca O, huh? —Hice una
mueca, presionando mis piernas juntas y sintiendo un
nodesagradable
dolor entre mis muslos.
Siempre desde la noche en que Simon y yo nos “conocimos” en el
pasillo, no he podido dejar de soñar con él. No quería,
realmente no
quería, pero mi mente inconsciente había tomado el mando
y estaba
haciendo lo que quería con él. Nocturnamente. Mi cuerpo y
cerebro
estaban separados sobre esto: Cerebro lo sabía bien, la
Caroline de
más abajo no estaba muy segura…
Clive pasó junto a mí y corrió hacia la cocina para hacer
su pequeño
baile junto a su tazón.
—Ya ya ya, cálmate —, gruñí mientras se enrollaba a sí mismo dentro
y fuera de mis tobillos. Eché una bola de croquetas en su
tazón y
puse el café. Me posé contra el mostrador e intenté
recobrarme. Aún
estaba respirando con dificultad.
Ese sueño había sido… bueno, había
sido intense. Pensé de nuevo en
su cuerpo posado sobre el mío, una gota de sudor cayendo
de su
nariz sobre mi pecho. Se había inclinado y llevado su
lengua arriba de
mi estómago, hacia mis pechos, y luego…
¡Ping! ¡Ping!
El Sr. Café me trajo de vuelta de mis picantes
pensamientos, y
estaba agradecida. Podía sentir la excitación recorriéndome
de nuevo.
¿Esto va a ser un problema?
Apuré una taza de café, pelé una banana, y mire por la
ventana.
Ignoré mi compulsión para amasar la banana y la introduje
en mi
boca. Oh, dulce Cristo, ¡el
empuje! Esto estaba yendo hacia el sur
rápido. Y por el sur me refiero…
Me golpeé en la cara y obligué a mi mente a pensar en
algo además
del gigoló con el que estaba compartiendo pared
actualmente. Cosas
vanas, cosas inocuas.
Cachorros de perros… estilo
perrito.
Conos de helado… lamiendo su cono
y dos bolas.
Juegos de niños… maldición, quería
hacer todo lo que Simon decía…
Está bien, ¡suficiente! Ahora ni
siquiera lo estás intentando.
Mientras me duchaba canté “the
star Spangled Banner”[1] una y otra
vez para mantener mis manos alejadas de hacer algo más
que
bañarme. Necesitaba recordar lo gilipollas que era él —No como se
veía en solo una sábana y una sonrisa. Cerré mis ojos y
me incliné a
la ducha, recordando esa noche otra vez. Una vez que paré
de mirar
a su, bueno, su debajo de la sábana, había abierto mi
boca para
hablar:
—Ahora mire aquí, señor, ¿tiene alguna idea de lo ruidoso que es?
¡Necesito dormir! ¡Si tengo que escuchar una noche más, un minuto
más, de hecho, a usted y su harem golpeando en mi pared,
me voy a
enloquecer!
Grité para liberar toda la tensión que tendría, podría,
debía haber
sido liberada ya en una manera muy Clooney.
—Solo cálmate. No puede ser tan
malo. Estas paredes son muy
delgadas —. Sonrió, pegando su puño
contra el marco de la puerta y
tratando de sacar un poco de encanto. Claramente estaba
acostumbrado a obtener lo que quería. Con abdominales
como esos,
podía ver por qué.
Sacudo mi cabeza para concentrarme —.
¿Estás loco? Las paredes no
son ni de cerca tan delgadas como tu cabeza. ¡Puedo oírlo todo! Cada
azote, cada maullido, cada risita, y ¡ya
he tenido suficiente! ¡Esta
mierda termina ahora! —Chillé,
sintiendo mi cara arder con furia.
Incluso había usado comillas en el aire para enfatizar,
azote, maullido
y risita.
Mientras hablaba de su harem, él comenzó a bajar la
marcha de
encantar a castigar —. ¡Hey, eso es suficiente! —Replicó —. Lo que
yo haga en mi casa es asunto mio. ¡Lo
siento si te molesté, pero no
puedes solo venir aquí en medio de la noche y disponer lo
que puedo
y no puedo hacer! No me ves atravesando el pasillo y
golpeando en
tu puerta.
—No, solo golpeas mi maldita
pared. Compartimos una pared del
dormitorio. Está justo contra mí cuando estoy intentando
dormir. Ten
algo de cortesía.
—Bueno, ¿cómo
es que puedes escucharme y yo no puedo
escucharte? Espera, espera, no hay nadie golpeando tus
paredes,
¿cierto?
Sonrió con suficiencia, y sentí el color drenarse de mi
rostro. Crucé
mis brazos apretadamente por mi pecho, mientras bajaba la
mirada,
recordé lo que estaba usando.
Un camisón baby doll rosa. Que manera de establecer
credibilidad.
Mientras echaba pistas, sus ojos viajaron hacia abajo por
mi cuerpo
descaradamente viendo el rosa y el encaje y la forma en
que mi
cadera sobresalía mientras golpeaba mi pie irritadamente.
Finalmente sus ojos volvieran arriba, y encontró mi
mirada, sin
temor. Luego con un centelleo en esos ojos bebés azules,
me hizo un
guiño.
Vi rojo —. ¡Oooohhh!
—Había gritado y había cerrado de golpe al
volver a mi apartamento.
Ahora mortificada, dejé el agua lavar mi frustración. No
lo había visto
desde entonces, pero ¿y si lo
hiciera? Golpeé mi cabeza contra los
azulejos.
Cuando abrí la puerta del frente cuarenta y cinco minutos
después,
lancé un adiós sobre mi hombro a Clive y recé
silenciosamente que
no fuera a haber chicas del harem al azar en el corredor.
Todo
despejado.
Me puse mis gafas de sol mientras atravesaba la puerta
del edificio,
apenas notando la Range Rover. Y por apenas, me refiero a
que
apenas noté que rover rimaba con sobre, como inclinarme
sobre la
silla en mi sala familiar y —
¡Caroline!
Podría tener un problema aquí.
Luego esa tarde Jillian metió su cabeza dentro de mi
oficina —. Toc,
toc —, dijo sonriendo.
—¡Hey! ¿Qué
sucede? —Me recosté en mi silla.
—Preguntame sobre la casa en
Susalito [2].
—Hey, Jillian, ¿cómo
está la casa en Sausalito? —Pregunté, rodando
mis ojos.
—Terminada —,
susurró y lanzó sus brazos al aire.
—¡Callate! —Susurré
en respuesta.
—¡Totalmente, completamente,
absolutamente terminada! —Chilló y
se sentó frente a mí.
Le ofrecí un saludo de puños sobre el escritorio —. Esas son unas
buenas noticias. Tenemos que celebrar. Metí la mano en un
cajón.
—Caroline, si sacas una botella
de whiskey, voy a tener que consultar
con recursos humanos —, advirtió,
jugando con una sonrisa.
—Primero que todo, tu eres
recursos humanos. Y segundo, ¡como si
pudiera mantener whiskey en mi oficina! Obviamente hay un
frasco
atado a mi muslo —. Reí,
produciendo un disparo de golpe.
—Bien. Sandía incluso. Mi
favorita —, dijo mientras lo
desenvolvíamos y comenzamos a chupar.
—Así que, cuéntame —, incite.
Había sido consultada por Jillian mientras elegía los
toques finales en
la casa que ella y Benjamin habían estado renovando, y
sabía que era
justo el tipo de casa que yo había soñado por años. Como
Jillian,
sería cálida, atractiva, elegante, y llena de luz.
Hablamos del trabajo por un rato, y luego me dejó volver
a trabajar.
—Por cierto, inauguración de la
casa el próximo fin de semana. Tú y
tu combo están invitadas —, dijo
de camino a la puerta.
—¿Acabas de decir combo? —Pregunté.
—Podría haberlo hecho. ¿Estás dentro?
—Suena genial. ¿Podemos
llevar algo, y podemos mirar fijo a tu
prometido?
—No te atrevas, y no esperaría menos
—, contraatacó.
Sonreí mientras volvía al trabajo. ¿Fiesta
en Sausalito? Parecía
prometedor.
—¿En serio no estás prendada de él
verdad? Me refiero a ¿cuántos
sueños has tenido sobre él? —Preguntó
Mimi, succionando su pajilla.
—¿Prendada? No, ¡es
un gilipollas! Por qué habría de —
—Claro que no. ¿Quién
sabe donde ha estado esa polla? Caroline
nunca lo haría, —respondió Sophia
por mí, sacudiendo su cabello por
encima de su hombro e impresionando una mesa de hombres
de
negocios que la habían estado mirando desde que entró.
Nos
habíamos encontrado para almorzar en nuestro pequeño
restaurante
favorito en North Beach.
Mimi se recostó en su silla y soltó una risita, pateándome
bajo la
mesa.
—Vete a la mierda, cero a la
izquierda —. La miré duramente,
sonrojándome furiosamente.
—Sí, ¡a
la mierda cero a la izquierda! Caroline sabe que no debe…—
Sophia rió luego se apagó, finalmente se quitó sus gafas
de sol y
llevó su mirada hacia mí.
El chelista y el cero a la izquierda me miraron
fijamente. Uno rió y el
otro juró.
—Ah, por Dios, Caroline, ¿no me digas que te estás prendando de ese
tipo? Ay no, lo estás, ¿no es
cierto? —Sophia resopló mientras el
camarero dejaba una botella de Pellegrino [3]. Se la quedó
viendo
fijamente mientras ella pasaba sus dedos por su cabello,
y ella lo
despidió con un guiño dirigido cuidadosamente. Ella sabía
como la
miraban los hombres, y era divertido verla hacerlos
retorcerse.
Mimi era diferente. Ella era tan pequeña y linda que
inicialmente los
hombres eran atraídos por su encanto innato. Luego ellos
realmente
la miraban y se daban cuenta de que era hermosa. Algo
sobre ella
hacía a los hombres querer cuidar de ella y protegerla —hasta que la
llevaban a la habitación. O eso me habían dicho.
Locolandia eso era…
Me habían dicho que era guapa, y algunos días lo creía.
En un buen
día sabía que podía manejarlo. Nunca me sentía tan sexy
como
Sophia o tan perfectamente en mi lugar como Mimi, pero
mejoré
mucho. Lo supe cuando salíamos las tres podíamos causar
una
escena, y hasta recientemente lo usábamos a nuestro
favor.
Cada una tenía distintos tipos, lo que era bueno. Casi
nunca íbamos
por el mismo chico.
Sophia era muy particular. Le gustaban sus hombres
largos, delgados
y lindos. No le gustaban muy altos, pero más altos que
ellas. Quería
que fuera educado e inteligente, y preferiblemente con
cabello rubio.
Era su verdadera debilidad. También estaba tonta por el
acento
sureño. En serio, si un chico la llamaba “dulzura”, se mojarí. Tuve
este conocimiento de primera mano porque la habí
molestado una
noche cuando estaba borracha usando mi mejor acento de
Oklahoma.
Tuve que pelearme con ella el resto de la noche. Ella
afirmaba que
era la universidad, que querí experimentar.
Mimi, por el otro lado, era particular, pero no con un
aspecto
especíico. Ella iba por el tamañ. Le gustaban sus hombres
grandes,
enormes, altos y fuertes. Le encantaba cuando tenín que
alzarla
para besarla, o ponerla sobre un taburete para que no les
diera dolor
de cuello. Le gustaban un poco sarcáticos y odiaba la
condescendencia. Porque era pequeñ, tení la tendencia de
atraer
tipos que querín “proteger”. Pero mi amiga habí estado tomando
karate desde que era niñ, y no necesitaba la protecció de
nadie.
Era una tipa dura en una falda retro.
Yo era má difíil de precisar, pero lo reconocerí cuando
lo viera. Al
igual que la corte suprema y la pornografí, era
consciente. Sítení
tendencia hacia los chicos que les gustaban las
actividades al aire
libre —alvavidas, buzos,
escaladores. Me gustaban con un buen
corte, pero un poco peludos, caballeroso con un toque de
chico malo,
y haciendo suficiente dinero que yo no tenga que jugar a
ser mami.
Habí pasado un verano con un surfista má sexy que el
infierno que
no podí pagar su propia mantequilla de maní Ni siquiera
los
ininterrumpidos orgasmos de Micah no pudieron salvarlo
cuando me
di cuenta de que habí estado usando mi American Express
para
pagar la cera de su tabla de surf. Y su cuenta de
celular. Y su viaje a
Fiji al que no fui ni si quiera invitada. Desaparece,
surfista,
desaparece.
Aunque podrí haber tomado uno má para el camino antes de
que
se fuera. Ah, los dís antes de que los Ośse fueran.
Orgasmos
ininterrumpidos. Suspiro.
—síque, espera un minuto, ¿o has visto desde el encuentro en el
pasillo? —reguntóSophia despué de
que ordenáamos y yo volviera
de los recuerdos de mi surfista.
—o — gruñ
i.
Mimi me dio una palmadita en mi brazo en tono
tranquilizador — Es
lindo, ¿ierto?
— !Maldició sí Demasiado lindo
para su propio bien. ¡s todo un
gilipollas! —olpeémi mano en la
mesa tan fuerte que hice los
cubiertos rebotar. Sophia y Mimi intercambiaron una
mirada, y les
mostrémi dedo medio.
— luego esa mañna, é estáen el
pasillo con Purina, ¡esádola! Es
como una enfermiza, retorcida ciudad de los orgasmos ahí ¡ no soy
parte de ello! —ije, masticando
furiosamente mi lechuga despué de
contarles la historia por tercera vez.
—o puedo creer que Jillian no te
advirtiósobre este chico —
murmuróSophia, empujando los trocitos de pan alrededor de
su
plato. Estaba en una cosa de no- pan de nuevo, aterrada
de las cinco
libras que afirmaba haber ganado en el añ anterior.
Exageraba, pero
no habí punto en discutir con Sophia cuando poní su mente
en
algo.
—o, no, ella dice que no conoce a
este chico — informé— Debe
haberse mudado desde la útima vez que ella estuvo ahí
Quiero decir
que ella no se quedaba casi en ese lugar. Ellos lo
conservaron solo
para tener un lugar para quedarse en la ciudad. De
acuerdo con los
vecinos, é solo ha estado en el edificio un añ má o
menos. Y viaja
todo el tiempo — Mientras
hablaba, me di cuenta que habí
recopilado un buen expediente de este tipo.
— .entonces ha estado golpeando la
pared toda esta semana? — PreguntóSophia.
—elativamente silencioso, de
hecho. O de verdad me escuchóy está siendo buen vecino, si polla finalmente se
rompióen una de ellas y
necesitóatenció méica — dije, un
poco muy fuerte.
La mesa de los hombres de negocios debióhaber estado
escuchando
muy de cerca ya que todos se atragantaron un poco justo
en ese
momento y se removieron en sus asientos, tal vez cruzando
sus
piernas en inconsciente simpatí. Nos reíos y continuamos
nuestro
almuerzo.
—ablando de Jillian, está
invitadas a la casa en Sausalito el
próimo fin de semana a la fiesta de inauguració — les informé
Las dos se abanicaron a símismas. Benjamin era el úico
hombre en
el que todas estáamos de acuerdo. Cada vez que llenáamos
a
Jillian con licor suficiente, le confesáamos nuestro
enamoramiento y
la hacímos contarnos historias sobre é. Si estáamos de
suerte y
nos la habímos arreglado para darle un Martini extra… Bueno, solo
digamos que era bueno saber que el sexo continuaba siendo
digno de
hacer incluso despué de que tu hombre estaba bien entrado
en los
cuarenta. ¿a historia acerca de
Benjamin y la habitació Tonga en el
hotel Fairmont? Wow. Ella era una mujer con suerte.
—so seráagradable. ¿or quéno pasamos y nos arreglamos en tu
casa, como en los viejos tiempos? ChillóMimi mientras
Sophia y yo
nos tapáamos los oíos.
—í sí eso estábien, pero no má
chillidos o dejaremos tu trasero
con la cuenta — regañ o Sophia al
tiempo que Mimi se acomodaba en
su silla, los ojos brillantes.
Despué de almorzar, Mimi caminóhacia su siguiente cita a
la vuelta
de la esquina, y Sophia y yo compartimos un taxi.
—on que, sueñs traviesos sobre tu
vecino, escuchemos —
comenzó para el gran deleite del taxista.
—jos en la carretera, señr — instruíal sorprenderlo mirádonos
por el espejo retrovisor.
Dejémis pensamientos ir a la deriva por los sueñs, que
habín
pasado cada noche la semana pasada. Yo por el otro lado,
no habí— aumentado mi frustració sexual a un punto críico.
Cuando podí
ignorar el O, estaba bien. Ahora que estaba lidiando con
sueñs de
Simon cada noche, la ausencia de Ośera aú má pronunciada.
Clive habí optado por dormir en la parte superior del
vestidor, má
seguro con mis piernas agitádose, ves.
— .Los sueñs? Los sueñs son
buenos, ¡ero es el todo un cabró! —
Exclamé golpeando mi puñ en la puerta.
—o sé Es lo que sigues diciendo — agregó mirádome
cuidadosamente.
— .Qué ¿uées
esa mirada?
—ada. Solo mirádote. Está
terriblemente excitada por alguien que
es un gilipollas — dijo.
—o sé—
suspiré mirando por la ventana.
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____________
[1]Himno nacional de los Estados Unidos de Améica.
[2] Sausalito, es una ciudad californiana ubicada en la
bahí de San
Francisco
[3].San Pellegrino (o S. Pellegrino) se refiere a una
marca de agua
mineral italiana
CAPÍTULO 5
PARTE II
Traducido por Liz Holland
—Me estás empujando.
—No lo estoy haciendo.
—En serio, ¿qué
diablos hay en tu bolsillo, Mimi? ¿Estás cargando?—
exclamó Sophia, alejando su cabeza mientras Mimi
presionaba el
rizador en su pelo.
Sonreí desde mi lugar en la cama, atando mis sandalias.
Me había
puesto los rulos en el pelo antes de que las chicas
llegaran aquí, así
que me había librado del tratamiento completo. Mimi se
imaginaba
que había dejado la escuela de belleza, y si pudiese
haber abierto una
tienda de belleza en su dormitorio, lo habría pensado
cuidadosamente.
Mimi sacó un cepillo del bolsillo y se lo mostró a Sophia
antes de
empezar a molestar. Con un cepillo, así es.
Estábamos haciendo una pre-fiesta como hacíamos en
Berkeley,
teníamos incluso los daiquiris helados. A pesar de que
nos habíamos
actualizado con alcohol bueno y zumo de limón recién
exprimido,
todavía nos volvía un poco hiperactivas y alegremente
despreocupadas.
—Vamos, vamos—¡nunca
se sabe a quién podrías conocer esta
noche! No quieres conocer a tu Príncipe Azul con el pelo
liso,
¿verdad?—razonó
Mimi mientras obligaba a Sophia a que se subiese
el pelo para “conseguir una
cierta elevación en la coronilla”. Tú no
discutías—solo le dejabas
hacerlo.
—No estoy plana por ningún sitio.
Si estas chicas están en exhibición,
el Príncipe Azul ni siquiera notará que tengo pelo—murmuró Sophia,
lo que me envió a otro ataque de risa. Entonces, sobre
nuestra risa,
oí voces en el apartamento de al lado. Me levanté de la
cama y me
acerqué a la pared, donde podía oír mejor. Esta vez, en
lugar de sólo
Simon, había otras dos voces claramente masculinas. No
podía
entender lo que estaban diciendo, pero de repente Guns N
'Roses
llegó a todo volumen a través de las paredes lo
suficientemente alto
como para que Sophia y Mimi dejaran de hacer lo que
estaban
haciendo.
—¿Qué demonios es eso?—espetó Sophia, mirando frenéticamente
alrededor de la habitación.
—Simon es fan de Guns N 'Roses,
supongo—me encogí de hombros,
disfrutando secretamente de ser bienvenida a la jungla (1).
Me puse una
diadema en la frente e hice el baile del cangrejo de Axl (2),
para deleite de
Mimi y el deprecio de Sophia.
—No, no, no—no
es así, idiota—reprendió Sophia por encima de la
música y tomó otra diadema.
Mimi gritaba de la risa mientras Sophia y yo Axl-batallábamos.
Hasta
que, por supuesto, Sophia empezó a deshacerse el peinado.
Entonces
Mimi arremetió contra ella. Sophia se subió a la cama
para alejarse
de ella, y yo me uní a ella. Saltamos arriba y abajo,
ahora gritando
las letras de la canción y bailando salvajemente. Mimi
finalmente se
rindió, y las tres bailamos como locas idiotas. Empecé a
sentir la
cama moviéndose debajo de nosotras, y me di cuenta de que
estaba
golpeando alegremente contra la pared—la
pared de Simón.
—¡Toma ya! ¡Y
eso! ¡Y un poco de ... eso! Nadie está golpeando mis
paredes, ¿eh? Hahahahaha!—Grité como una loca mientras Mimi y
Sophia miraban con asombro. Sophia se bajó de la cama, y
ella y
Mimi se agarraron la una a la otra mientras se reían y yo
me
golpeaba. Me mecía como si estuviera surfeando, llevando
mi
cabecera contra la pared una y otra vez.
La música paró de repente, y me dejé caer como si me
hubieran
disparado. Mimi y Sophia apretaron las manos sobre la
boca de la
otra mientras yo estaba tumbada en la cama, mordiéndome
los
nudillos para no reírme. El delirio de la habitación era
como cuando te
atrapan cubriendo de papel higiénico la casa de alguien,
o riéndote en
la parte de atrás de la iglesia. No podías parar, y no
podías no parar.
Pum pum pum.
De ninguna manera. ¿Él me estaba
golpeando?
Pum pum pum
Me estaba golpeando…
¡Pum pum pum! Le di tan bien como pude. No podía
creer que tenía las
pelotas de tratar de callarme. Oí voces masculinas
riendo.
Pum pum pum una vez más, y mi temperamento se
encendió.
Oh, él realmente era un gilipollas…
Miré a las chicas con incredulidad, y saltaron en la cama
conmigo.
Pum pum pum pum golpeamos, seis furiosos puñetazos
golpearon el
yeso.
Pum pum pum pum volvieron a nosotras—mucho, mucho más fuerte
esta vez. Sus chicos debían haberse sumado a la acción.
—¡Ríndete, señor! ¡Nada de sexo para ti!—le grité a la
pared mientras
mis chicas se reían como unas maníacas.
de la pared.
Levanté los puños para golpear una vez más. Pum pum
pu-pum
pum sonó desde mi lado.
¡Pum pum! Un solo puño contestó, y luego todo quedó
en silencio.
—¡Ooooohhh!—grité
a la pared, y pude oír a Simon y sus chicos
riéndose.
Mimi, Sophia y yo nos miramos con los ojos como platos la
una a la
otra hasta que oímos un suspiro diminuto detrás de
nosotros.
Nos volvimos para ver sentado a Clive en la cómoda. Nos
devolvió la
mirada, suspiró de nuevo, y se puso a lamerse el culo.
—El descaro, quiero decir, ¡el descaro enorme de ese tipo! Tiene las
pelotas para realmente golpear mi pared, ¿ mi pared? Quiero decir, vaya
un…
—Gilipollas, lo sabemos—dijeron Mimi y Sophia al unísono mientras
yo seguía con mi perorata.
—¡Sí, un gilipollas!—continué, todavía exaltada. Estábamos en el
coche de camino a la fiesta de Jillian. El servicio de
coches había
llegado puntualmente a las ocho y media, y en seguida nos
dirigíamos sobre el puente.
Mientras miraba las luces parpadeantes de Sausalito,
empecé a
calmarme un poco. Me negaba a dejar que ese tío me
molestara. Yo
estaba con mis dos mejores amigas, a punto de asistir a
la
inauguración de una casa fantástica organizada por la
mejor jefa del
mundo. Y si teníamos suerte, su prometido nos dejaría ver
sus fotos
de cuando era nadador en la universidad, de la época
cuando los
nadadores sólo usaban pequeños Speedos. Suspiraríamos y
miraríamos indefinidamente hasta que Jillian nos hiciera
guardarlas. Y
entonces ella también alejaría a Benjamin—por el resto de la noche.
—Os lo estoy diciendo, tengo muy
buen presentimiento sobre esta
noche. Siento como que algo va a pasar—reflexionó
Mimi, mirando
pensativamente por la ventana.
—Algo va a pasar, está bien.
Vamos a pasar un buen rato, beber
demasiado, y probablemente voy a intentar sacar un poco
de
sentimiento de Caroline en nuestro viaje a casa—dijo Sophia,
guiñándome un ojo.
—Mmm, dulce—bromeé,
y ella me lanzó un beso.
—Oh, ¿olvidaríais
las dos vuestro romance pseudo-lésbico? Estoy
siendo seria—continuó, suspirando
con la voz de romance
Harlequin(3) que usaba a veces.
—¿Quién sabe? Yo no sé, pero tal
vez tú conocerás a tu Principe Azul
esta noche—susurré, sonriéndole
de vuelta a su esperanzada cara.
Mimi era sin duda la más romántica de nosotras tres. Era
firme en su
creencia de que todo el mundo tenía un alma gemela.
Eh… Yo me conformaría con mi
Alma-O.
Cuando llegamos a la casa de Benjamín y Jillian, había
coches
aparcados por todas partes a lo largo de la sinuosa calle
y linternas
japonesas y bolsas de luminaria se alineaban en la
propiedad. Como
la mayoría de las casas que figuran en el paisaje montañoso,
desde la
calle no había nada que ver. Nos reímos cuando nos
abrimos paso a
través de la puerta, y sonreí cuando las chicas se
quedaron mirando
el artefacto ante nosotros. Yo había visto los planes
para esto, pero
todavía tenía que dar una vuelta.
—¿Qué clase de jodido rickshaw (4)
es esto?—exclamó Sophia, y yo
no podía dejar de reír. Jillian y Benjamin habían diseñado
e instalado
un funicular, básicamente, un ascensor que subía y bajaba
por la
colina. Muy práctico teniendo en cuenta la cantidad de
escaleras que
había que subir para llegar a la casa. La ladera de su
jardín delantero
estaba cubierta con jardines en terrazas y bancos y
varias escenas de
jardín, todo ingeniosamente dispuesto en caminos
empedrados
iluminados con antorchas que bajaban por la colina hasta
la casa.
Pero para hacer las compras y otros enfoques no tan ociosos,
el
funicular hacía el viaje mucho más cómodo.
—¿Querrán las damas usar el
ascensor o subir por el camino?—
preguntó un asistente, apareciendo desde el otro lado del
carro.
—Quieres decir ¿usar
esa cosa?—chilló Mimi.
—Claro, eso es para lo que está
hecho. Vamos—las animé, dando un
paso a través de la pequeña puerta que él había abierto
en un lado.
Realmente parecía como un telesquí, solo que iba bajaba
por una
colina en lugar de ir por el aire.
—Sí, está bien, hagámoslo—dijo Sophia, subiendo detrás de mí y
dejándose caer en el asiento. Mimi se encogió de hombros
y la siguió.
—Habrá alguien al final esperándolas.
Disfruten de la fiesta, señoritas
—sonrió, y nos fuimos.
A medida que bajábamos por la colina, la casa se levantó
para
recibirnos. Jillian había creado un mundo puramente mágico
aquí, y
como había grandes ventanas en toda la casa, pudimos ver
la fiesta a
medida que continuamos nuestro descenso.
—Wow, hay un montón de gente aquí— señaló Mimi, sus ojos
enormes. Los sonidos de una banda de jazz en uno de los
muchos
patios inferiores llegaron tintineando hasta nosotras.
Sentí cómo se me agitaba un poco el estómago mientras el
carro se
paraba y otro asistente vino a abrir la puerta. Mientras
salíamos y
nuestros tacones resonaban por la losa, pude oír la voz
de Jillian
desde el interior de la casa y sonreí de inmediato.
—¡Chicas! ¡Lo
conseguisteis!—dijo mientras entrábamos.
Me volví en el espacio, tomándolo todo de una vez. La
casa era casi
como un triángulo, ubicado en la colina y extendiéndose
hacia el
exterior. Suelos de madera de caoba profunda se extendían
bajo
nosotras, y las líneas limpias de las paredes
contrastaban
maravillosamente. El gusto personal de Jillian era un
moderno
cómodo, y los colores de la casa reflejaban los colores
de las laderas
circundantes: cálidos verdes como las hojas, ricos
marrones terrosos,
cremas suaves y apagadas y toques de azul marino
profundo.
Casi toda la parte posterior de la casa de dos pisos era
de cristal,
aprovechando la espectacular vista. La luz de la luna
bailaba sobre el
agua de la bahía, y a lo lejos se veían las luces de San
Francisco.
Las lágrimas brotaron de mis ojos cuando vi la casa que
ella y
Benjamin habían creado para sí mismos y al mirar hacia
ella, vi la
emoción en sus ojos.
—Es perfecto—
dije en voz baja, y ella me abrazó con fuerza.
Sophia y Mimi expresaron su admiración de forma exagerada
a Jillian
mientras un camarero nos traía a cada una una copa de
champán.
Cuando Jillian se fue para mezclarse, las tres nos
dirigimos a las
terrazas para hacer inventario. Los camareros pasaban
bandejas, y a
medida que comíamos gambas asadas y bebíamos champán,
escaneamos la multitud buscando alguien conocido. Por
supuesto,
muchos de los clientes de Jillian staban allí, y yo sabía
que iba a ser
envuelta en un poco de trabajo esta noche, pero en este
momento
estaba contenta de comer mi lujosa gamba y escuchar a
Sophia y
Mimi medir a los hombres.
—Oooh Sophia veo un vaquero para
ti justo ahí—no, no, espera, está
ocupado con otro vaquero. Sigo adelante—Mimi
suspiró mientras
seguía con la búsqueda.
—¡Lo tengo! ¡Vi
a tu chico para esta noche, Mimi!—chilló Sophia en
un susurro.
—¿Dónde, dónde?—Mimi
susurró a su vez, ocultando su boca detrás
de una gamba. Puse los ojos en blanco y cogí otra copa de
champán
cuando el camarero pasó.
—Dentro—¿ves?
Ahí mismo al lado de la isla en la cocina, ¿un suéter
negro y pantalones de color caqui? Jesús, es muy alto y
esbelto…
Hmmm, buen pelo también—flexionó
Sophia, entrecerrando los ojos.
—¿Con el pelo marrón rizado? Sí,
definitivamente podía trabajar con
eso—dijo Mimi, su objetivo
adquirido—. Mira lo alto que es. Ahora,
¿quién es esa delicia con el que
está hablando? Si esa fulana solo
saliera del camino—murmuró Mimi,
levantando una ceja hasta que la
mencionada fulana finalmente pasó, dándonos una visión más
clara
del hombre en cuestión.
Miré también, y como un camino abierto, ahora podía ver a
los dos
hombres hablando. El tipo grande era, bueno, muy grande.
Alto y
ancho—casi hombros de linebacker.
Llenaba muy bien su suéter, y
mientras se reía se le iluminaba la cara. Sí, era
exactamente el tipo
de Mimi.
El otro caballero tenía el pelo rubio y ondulado que
constantemente
empujaba detrás de las orejas. Llevaba gafas retro que
realmente le
quedaban bien. Era alto y delgado y de intensa mirada, su
belleza era
casi clásica. Sin duda, este tipo era guapo al estilo
geek, y Sophia
respiró rápido cuando lo vio.
Mientras continuábamos observando la escena, un tercer
hombre se
les unió, y las tes sonreímos. Benjamin.
Nos dirigimos a la cocina inmediatamente a saludar a
nuestro hombre
favorito en el planeta. Sin duda Sophia y Mimi también
estaban
encantadas con hacer que Benjamin se encargara de
presentarlas.
Las miré a las dos mientras ellas simultáneamente se
arreglaban.
Mimi disimuladamente se pellizcó las mejillas, al estilo
de Scarlett
O’Hara, y vi a Sophia ajustarse rápidamente
las tetas. Estos pobres
chicos no tenían ninguna posibilidad.
Benjamin nos vio mientras nos acercábamos y sonrió. Los
chicos
abrieron su círculo para dejarnos entrar, y Benjamin nos
envolvió a
las tres en un abrazo gigante.
—¡Mis tres chicas favoritas! Me
estaba preguntando cuándo ibais a
llegar. Elegantemente tarde como siempre—bromeó,
y todos nos
reímos. Benjamin hacía eso—nos
convertía en tontas colegialas.
—Hola, Benjamin—dijimos
al unísono, y me llamó la atención lo
mucho que sonabamos como los Ángeles de Benjamin en ese
momento.
Chico Grande y Gafa se pararon ahí riendo también, tal
vez
esperando una presentación mientras nosotras tres mirábamos
a
Benjamin. Realmente envejeció a la perfección: cabello
castaño
ondulado, apenas comenzando a volverse plateado en las
sienes;
jeans, una camisa azul oscura, y un par de viejas botas
de vaquero.
Podría haber caminado en una pasarela de Ralph Lauren.
—Permítanme hacer algunas introducciones
aquí. Caroline trabaja con
Jillian, y Mimi y Sophia son sus, oh, ¿cómo
lo llamáis—BFF (mejores
amigas para siempre)?—Benjamin
sonrió, haciendo un gesto hacia
mí.
—Wow, ¿BFF?
¿Quién te ha estado enseñando la jerga, papá?—me reí
y extendí mi mano a Chico Grande—Hola,
soy Caroline. Encantada de
conocerte.
Envolvió mi mano con su manaza. Era en realidad como una
zarpa.
Mimi iba a perder la cabeza con esto. Sus ojos estaban
llenos de
diversión mientras me sonreía.
—Hola, Caroline. Soy Neil. Esta
herramienta aquí es Ryan—dijo,
asintiendo con la cabeza sobre su hombro a Gafas.
—Gracias, recuérdame eso cuando
no puedas recordar la contraseña
de tu correo electrónico—se rio
Ryan con buen humor y me extendió
la mano. La estreché, notando cómo de abrasadoramente
verdes
eran sus ojos. Si Sophia tenía niños con este tipo, serían
ilegalmente
hermosos.
Me aseguré de manejar las continuas presentaciones
mientras
Benjamin se alejaba. Empezamos a charlar y me reí
mientras los
cuatro empezaron el pequeño baile de llegar-a-conocerte.
Neil vio a
alguien que conocía detrás de mí y gritó: —Oye, Parker, trae tu culo
de niño bonito aquí y conoce a nuestras nuevas amigas.
—Ya voy, ya voy—oí
decir a una voz detrás de mí, y me volví para
ver quién se unía a nuestro grupo.
Lo primero que vi fue el azul. Suéter azul, ojos azules.
Azul.
Bellamente azul. Entonces vi rojo mientras reconocía a
quien
pertenecía el azul.
—Jodido Wallbanger—susurré, congelada en el sitio.
Su sonrisa también se fue mientras intentaba reconocerme.
—Jodida Chica Camisón Rosa—finalmente concluyó. Hizo una mueca.
Nos miramos, hirviendo mientras el aire, literalmente, se
volvía
eléctrico entre nosotros, cortante y crepitante.
Los cuatro detrás de nosotros se habían quedado en
silencio,
escuchando este pequeño intercambio. Entonces nos
alcanzaron.
—¿Ese es Wallbanger?—gritó Sophia.
—Espera un minuto, ¿esta es Chica Camisón Rosa?—se rio
Neil, y
Mimi y Ryan resoplaron.
Mi cara ardía de color rojo brillante mientras procesaba
esta
información, y el desprecio de Simon se convirtió en esa
maldita
sonrisa que había visto aquella noche en el pasillo—cuando había
golpeado su puerta y le hice dejar de dárselo a Risita y
le grité.
Cuando yo había estado usando…
—Chica Camisón Rosa. ¡Chica
Camisón Rosa! —me atraganté, más
allá de estar enfadada. Más allá del enojo. Bien en
Ciudad Furiosa. Me
quedé mirándolo, vertiendo toda mi tensión en esa mirada.
Todas las
noches de insomnio y pérdida de Os y duchas de agua fría
y
empujando plátanos y despiadados sueños húmedos entraron en
esa
única mirada.
Quería nivelarlo con mis ojos, hacerle rogar por
misericordia. Pero
no… No Simon, Director de la Casa
Internacional de los Orgasmos.
Él
Todavía
Estaba
Sonriendo
(1)Bienvenida a la jungla: Bienvenida a la Jungla,
Welcome to the Jungle
en el original, es una canción de Guns N’
Roses.
(2) Axl: Axl Rose, cantautor de Guns N’ Roses.
(3)Harlequin:página web donde se venden libros de
temática
romántica.
(4)Rickshaw: Especie de carruaje tirada por una
persona, habitual en
países asiáticos.
* * * * *
6
Traducido por Amy
NOS QUEDAMOS MIRANDO, oleadas de ira y de enojo están
entre
nosotros. Nos miramos, él con una sonrisa y yo con burla,
antes de
darme cuenta de nuestro gallinero nos quedamos en
silencio otra vez,
junto con todos los otros huéspedes en la cocina. Miré más
allá de mi
vecino y vi de pie a Jillian con Benjamin con una mirada
inquisitiva en
su cara, sin duda preguntándose por qué su pupilo está
enfrentándose en medio de su inauguración.
Espera un minuto, ¿cómo demonios
ella conoce a Simon? ¿Por qué él
está aquí?
Sentí una pequeña mano en mi hombro y giro rápidamente
para ver
a Mimi.
—Tranquila, Trigger. No necesitas
poner una bomba nuclear donde
Jillian, ¿bien? —susurró,
sonriendo tímidamente a Simon. La miré y
luego me volví a él, encontrándolo con nuestros
anfitriones.
—Caroline, no sabía que conocías
a Simon. ¡Que pequeño es el
mundo! —exclamó Jillian, juntando
las manos.
—No diría que lo conozco,
pero estoy familiarizada con su trabajo —
contesté entre dientes. Mimi bailaba en un círculo
alrededor de
nosotros como una niña pequeña con un secreto.
—Jillian, no creerás esto pero… —comenzó, su voz rebosante de
alegría apenas disimulada.
—Mimi… —le
advertí.
—¡Simon es el Simon de al lado! ¡Simon Wallbanger! —gritó Sophia,
agarrando el brazo de Benjamin. Estoy segura que ella lo
hizo sólo
para tocar a Benjamin.
—Maldita sea —suspiré
mientras Jillian tomaba la información.
—De ninguna manera —suspiró, puso las palmas sobre su boca
mientras dejaba caer la bomba. Jillian siempre trató de
ser una
dama. Benjamin miró confundido, y Simon tuvo la decencia
de
sonrojarse un poco.
—Imbécil —le
articulé.
—Cockblocker[1] —articuló
de vuelta, la sonrisa regresó con toda su
fuerza.
Jadeé. Apreté los puños y me preparé a decirle
exactamente lo que
podía hacer con su cockblocker cuando Neil entró.
—Benjamin, mira esto, ¡este pequeño bombón está aquí en la Chica
Camisón Rosa! ¡Puedes soportarlo!
—río mientras Ryan luchaba por
mantener la cara seria. Los ojos de Benjamin se abrieron
y él me alzó
una ceja. Simon tragó una carcajada.
—¿Chica Camisón Rosa? —preguntó Jillian y oí a Benjamin inclinarse
y decirle que le explicaría más tarde.
—¡Está bien, eso es todo! —grité y señalé a Simon—. Tú, ¿una
palabra, por favor? —le grité y
lo agarré del brazo. Lo llevé afuera y
abajo por uno de los caminos que conducían fuera de la
casa Trepó
lejos de mí, mis tacones sonando fuertemente en la losa.
—Jesús, cálmate, ¿puedes?
Mi respuesta fue clavar las uñas en su brazo, lo que lo
hizo gritar.
Bien.
Llegamos a un pequeño enclave situado lejos de la casa y
la fiesta,
suficientemente lejos par que nadie lo escuche gritar
cuando le quite
las bolas de su cuerpo. Solté su brazo y lo rodeé, señalando
con el
dedo en su cara de sorpresa.
—¡Cómo tuviste la osadía de
decirle a todos sobre mí, idiota! ¿Qué
demonios? ¿Chica Camisón Rosa? ¿Me
estás jodiendo? —susurrégrité.
—Oye, ¡podría
hacer la misma pregunta! ¿Por qué todas las chicas de
allí me llaman Wallbanger, huh? ¿Quién
está contando cuentos
ahora? —susurró-gritó de vuelta.
—¿Me estás jodiendo? ¿Cockblocker? ¡Sólo porque me negué a
pasar
otra noche a escucharte a ti y a tu harén no me hace una
cockblocker! —susurré.
—Bueno, debido al hecho de que tú
golpeando puertas bloquea mi
polla, eso te hace una cockblocker. ¡Cockblocker! —siseó. Toda esta
conversación estaba empezando a sonar como algo que podría
haber
sucedido en cuarto grado, a excepción de la conversación
de
camisones y pollas.
—Ahora, escúchame, señor —dije, tratando de tener un tono más
adulto—. ¡No
voy a pasar toda la noche escuchando como tratas de
pasar la cabeza de una chica a través de mi pared sólo
con la fuerza
de tu polla! De ninguna manera, amigo. —Lo
apunté con el dedo. Él
lo agarró.
—Lo que haga en el lado de mi
pared es mi asunto. Vamos a dejar
esto claro ahora mismo. ¿Y de
todos modos por qué estás tan
preocupada de mí y mi polla? —preguntó,
sonriendo otra vez.
Era esa sonrisa, esa maldita sonrisa que me ponía
furiosa. Eso y el
hecho de que todavía sostenía mi dedo.
—¡Es mi asunto cuando tú y
tu tren sexual golpean mi pared cada noche!
—¿Estás realmente obsesionada con
eso, no? ¿Deseando que ojalá
estuvieras en el otro lado de la pared? ¿Estás
buscando montar el
tren sexual, Chica Camisón? —Se
rió entre dientes mientras agitaba
su dedo en mi cara.
—Bien, eso es todo —gruñí. Agarré su dedo en defensa, lo que al
instante nos encerró juntos. Debemos parecer dos leñadores
tratando
de cortar un árbol. Hemos estado más allá de lo ridículo.
Ambos
soplamos y resoplamos, cada uno tratando de conseguir la
mano
superior, pero nos negamos a ceder.
—¿Por qué eres tan mujeriego,
idiota? —pregunté, a centímetros de
su cara.
—¿Por qué eres tan cockblocker? —preguntó, y cuando abrí mi boca
para decir exactamente lo que pensaba, el hijo de puta me
besó.
Me besó.
Puso sus labios sobre los míos y me besó. Bajo la luna y
las estrellas,
con los sonidos de las olas golpeando y el críquet de los
grillos. Mis
ojos todavía estaban abiertos, mirando furiosos a los
suyos. Sus ojos
son tan azules, era como mirar a dos océanos enojados.
Se apartó, nuestros dedos seguían juntos como alicates.
Solté su
mano y le di una bofetada en la cara. Se veía confundido,
más aún
cuando agarré su chaleco y lo tiré más cerca. Lo besé,
esta vez cerré
mis ojos y dejé que mis manos llenaran la lana y mi nariz
se llenara
de de olor de este chico caliente.
Maldita sea, olía bien.
Sus manos se deslizaron en la parte baja de mi espalda, y
tan pronto
como me tocó, me di cuenta donde estaba y lo que estaba
haciendo.
—Maldición —dije,
y me aparté. Nos quedamos mirando el uno al otro
y me limpié los labios. Comencé a caminar lejos y luego
me di vuelta
rápidamente.
—Esto nunca pasó, ¿entendido? —Lo señalé otra vez.
—Lo que digas. —Sonrió
y sentí que mi temperamento afloraba otra
vez.
—Y déjate con la cosa de Camisón
Rosa, ¿bien? —susurré-grité y
me
di vuelta para caminar por el sendero.
—Hasta que no vea otro de
tus camisones, así es como te llamaré —
respondió y casi me tropecé. Alisé mi vestido y me dirigí
a la fiesta.
Increíble.
*****
—Así que le dije al tipo, no hay
manera que organice tu “sala de
juegos”. ¡Puedes
organizar tus propias fustas! —gritó Mimi y todos
nos reímos. Ella podía contar una historia como nadie.
Tiene un don
para atraer a un grupo, especialmente cuando son gente
nueva que
se acerca sólo para conocer a otros.
A medida que la fiesta comenzó a relajarse, mis chicas y
los chicos de
Simon se reunieron alrededor de una fogata en una de las
terrazas.
Era profundo y lleno de losa, tenía bancos a su
alrededor. Mientras el
fuego crepitaba alegremente, nos reímos, bebimos y
contamos
historias. Y con esto me refiero a Mimi, Sophia, Neil y
Ryan mientras
Simon y yo nos mirábamos sobre las llamas. Con las
chispas volando,
cerré mis ojos un poco y me lo imaginaba asándose en el
fuego del
infierno.
—Entonces, ¿vamos
a tener el elefante en la habitación? —preguntó
Ryan, subiendo sus rodillas y poniendo su cerveza en el
banco junto a
él.
—¿Cuál sería ese elefante? —pregunté dulcemente, bebiendo mi vino.
—Oh por favor, ¡el
hecho de que el chico golpeando la cabecera de tu
cama es el sexy de al lado, chica! —gritó
Mimi, casi tirando su bebida
en la cara de Neil. Se rió con ella, pero arrancó el vaso
de su mano
antes de que pudiera hacerle algún daño real.
—Realmente no hay nada que hablar
—dijo Simon—. Tengo una
nueva vecina. Su nombre es Caroline. Eso es todo. —Asintió con la
cabeza, mirándome a través del fuego. Levanté una ceja y
bebí mi
vino.
—Sí, es bueno saber que la Chica
Camisón Rosa tiene un nombre. La
forma en que él te describe… ¡guau!
No estaba seguro de que fuera
real, ¡pero eres tan sexy como él
dijo que eras! —me dijo Neil
apreciativamente, tratando por un momento de golpear a
Simon a
través de las llamas antes de darse cuenta de lo
calientes que eran.
Mis ojos disparaban a Simon. Hizo una mueca con la
descripción. Interesante.
—¿Así que ustedes eran los chicos
golpeando ayer? ¿Escuchando los
Guns N’ Roses? —preguntó
Sophia, codeando a Ryan.
—¿Supongo que ustedes eran las
chicas cantando? —la codeó,
sonriendo.
—¿El mundo es pequeño, no? —suspiró Mimi, mirando a Neil. Él le
guiñó un ojo, y vi rápidamente a donde iba esto. Ella tenía
al gigante,
Sophia tenía al chico bonito, y yo tenía mi vino. Lo que
estaba
desapareciendo en un segundo.
—Discúlpenme —murmuré
y me paré para encontrar un camarero.
Me abrí paso entre la multitud cada vez menor, asintiendo
a algunos
rostros que reconocí. Acepté otra copa de vino y me dirigí
al exterior.
Comencé ir hacia el fuego cuando oí a Mimi decir—: Y deberías haber
oído a Caroline cuando nos contó sobre la noche que golpeó
su
puerta.
Sophia y Mimi se inclinaron y dijeron sin aliento—: ¡Él…aún…estaba…
duro!
Todos se ríen. Necesito recordar que tengo que matar a
esas chicas
mañana, con dolor.
Me quejé por mi humillación pública y me di la vuelta
para irme a los
jardines cuando vi a Simon en las sombras. Traté de
retroceder antes
de que me viera, pero me saludó con la mano.
—Ven, ven, no muerdo —se burló.
—Sí, claro, supongo —respondí, caminando hacia él.
Nos quedamos en silencio en la noche. Miré hacia la bahía,
disfrutando el silencio. Luego finalmente habló.
—Así que estaba pensando, ya que
somos vecinos y todo… —
comenzó.
Me di vuelta para mirarlo. Me estaba dando una sonrisa un
poco
atractiva, y sabía que la usaba para botar calzones. Ja,
poco sabía
que no estaba usando.
—¿Qué estabas pensando? ¿Qué me gustaría unirme a ustedes
alguna noche? ¿Ver de qué se
trata todo el alboroto? ¿Subirme al
carro de bienvenida? Cariño, no estoy interesada en
convertirme en
una de tus chicas —respondí, mirándolo.
No dijo nada.
—¿Bueno? —pregunté,
golpeando mi pie furiosamente. El descaro de
este tipo…
—En realidad, iba a decir, desde
que somos vecinos y todo, ¿quizás
podríamos hacer una tregua? —dijo
tranquilamente, mirándome de
una manera irritada.
—Oh —dije.
Era todo lo que podía decir.
—O quizás no —terminó
y comenzó a alejarse.
—Espera, espera, espera, Simon —gemí agarrándolo por la muñeca
mientras él empujaba. Se quedó allí, mirando.
—Sí. Bien. Podemos llamarlo una
tregua. Pero habrá que tener
algunas reglas básicas —contesté,
mirándolo. Cruzó los brazos sobre
su pecho.
—Debo advertirte ahora, no me
gusta que las mujeres me digan que
hacer —respondió sombríamente.
—No por lo que he escuchado —dije en voz baja, pero lo escuchó de
todos modos.
—Eso es diferente —dijo, siendo engreído otra vez.
—Bien, esta es la cosa. Disfruta,
haz lo tuyo, cuélgate de los
ventiladores del techo, me da lo mismo. Sin embargo ¿a altas horas
de la noche? ¿Puedes mantener un
rugido sordo? ¿Por favor? Tengo
que dormir un poco.
Lo consideró por un momento. —Sí,
puedo ver que eso podría ser un
problema. Pero tú sabes, realmente no sabes nada de mí, y
desde
luego no sabes nada de mí y mi “harén” como lo llamas. No tengo
que justificar mi vida, o la mujer en ella, a ti. Aquí no
hay juicios
desagradables, ¿de acuerdo?
Lo consideré. —De acuerdo. Por
cierto, me gustó la tranquilidad de
esta semana. ¿Pasó algo?
—¿Algo? ¿A
qué te refieres? —preguntó mientras caminábamos al
grupo.
—Pensé que tal vez te lesionaste
cumpliendo el deber, o que tu polla
se rompió o algo —bromeé,
orgullosa de usar mis ocurrencias de
nuevo.
—Increíble. Eso es todo lo que
crees que soy, ¿no? —replicó,
su
rostro enojado de nuevo.
—¿Una polla? Sí, de hecho —solté de nuevo.
—Mira… —comenzó
y Neil apareció de la nada.
—Que lindo verlos a ustedes besándose
y felices —reprendió,
pretendiendo tomar a Simon.
—Puedes, presentador —murmuró Simon mientras el resto de recién
emparejados aparecían.
—¿Siendo genial con el
presentador, uh? —dijo Neil, y Sophia se giró
hacia él.
—¡Presentador! Espera un minuto,
eres el tipo de deportes locales de
la NBC ¿cierto? ¿Estoy
en lo cierto? —preguntó.
Vi como sus ojos se iluminaron. Sophia pudo ser la chica
del gusto de
música clásica, pero ella también era una gran fan de los
49ers.
Estaba bastante segura que los 49ers era un equipo de fútbol.
—Si, soy yo. ¿Ves
muchos deportes? —preguntó, inclinándose hacia
ella. Dejando a Mimi cerca. La forma en que ella se
aferraba a su
brazo, era inevitable. Ella se tambaleó un poco y Ryan se
abalanzó
para sostenerla. Se sonrieron el uno al otro mientras Sophia
y Neil
terminaron su conversación de fútbol. Tosí, recordándoles
que, de
hecho, todavía estaba aquí.
—Caroline, ¡nos
retiramos! —rió Sophia, ahora apoyada en el brazo
de Ryan.
—Eso es bueno. He tenido
suficiente diversión por esta noche.
Llamaré por el auto, y podemos salir en unos minutos —contesté,
metiendo la mano en mi bolso buscando mi teléfono.
—En realidad, Neil nos estaba
diciendo acerca de un bar genial, y
vamos a ir por allí. ¿Quieres
venir? —interrumpió Mimi, deteniendo mi
mano. Ella la apretó y vi que negó con la cabeza casi
imperceptiblemente.
—¿No? —pregunté,
levantando las cejas.
—¡Genial! Wallbanger se asegurará
que llegues bien a casa —dijo
Neil, golpeando a Simon en la parte posterior.
—Sí, claro —dijo
con los dientes apretados.
Antes de que pudiera parpadear, los cuatro estaban de
camino al
funicular, diciéndole adiós a Benjamin y Jillian, que se
reían y
compartían un choque de manos. —¿Tregua?
—le dije, cansada.
—Tregua —dijo,
asintiendo con la cabeza.
Dejamos la fiesta juntos. Regresamos por el puente, con
la niebla de
la madrugada y el silencio envolviéndonos. Abrió la
puerta para mí
cuando me acerqué al Rover. Su mano descansaba en la
parte baja
de mi espalda mientras subía, y luego se había ido y él
ya estaba
cerca de su lado antes de que pudiera hacer algún
comentario
sarcástico. Quizás era lo mejor: lo habíamos llamado
una tregua. La
segunda tregua en un lapso de pocos minutos. Esto iba a
terminar
mal, lo podía decir. Aún así, me gustaría probar. Podría
ser una
buena vecina, ¿cierto?
Buena vecina. Ja. Ese beso era todo lo de una buena
vecina. Estaba
tratando tan fuerte como podía de no pensar en eso, pero
seguía
burbujeando. Apreté mis dedos en mis labios sin darme
cuenta, al
recordar la sensación de su boca sobre la mía. Su beso
era casi un
atrevimiento, llamando a mi farol—una
promesa de lo que vendría
después si lo permitía.
¿Mi beso? Con la fuerza de mi
instinto, hasta me sorprendió. ¿Por qué
lo besé? No tengo idea, pero lo hice. Debe haber sido ridículo.
Lo
abofeteé, luego lo besé como una escena de una vieja película
de
Cary Grant. Tiré todo mi cuerpo en ese beso, dejando mis
curvas
suaves y blandas contra su dureza. Mi boca buscó la suya,
y su beso
se había vuelto tan ansioso como el mío. No había música
de cuentos
de hadas, pero había algo allí. Y se había endurecido rápidamente
en
mi muslo…
Él perdiendo el tiempo con la radio me hizo volver al
presente.
Parecía muy concentrado en la música mientras conducía a
través del
puente, lo que me hizo ponerme nerviosa.
—¿Te ayudo con eso? ¿Por favor? —pregunté, mirando
nerviosamente
el agua debajo.
—No gracias, lo tengo —dijo, mirándome. Debe haber notado la
forma en que miraba el puente, y se rió entre dientes—. Bueno,
claro, adelante. Quiero decir, sabes cada palabra de “Welcome to the
Jungle”, por lo que puedes elegir
algo bueno —desafió.
Volvió a mirar el camino, pero incluso del lado, pude ver
una sonrisa
de aprobación. Lo cual, y odiaba admitirlo, hacía que su
mandíbula se
viera cincelada por las más populares piezas de granito jamás
descubiertas.
—Estoy segura de que puedo
encontrar algo —dije, sacando su mano
e inclinándola a él. Su mano rozó contra el costado de mi
pecho, y
ambos nos estremecimos. —¿Qué? ¿Estás intentando sentir algo ahí?
—espeté, seleccionando una canción.
—¿Pusiste o no tus pechos en el
camino de mi mano? —espetó de
vuelta.
—Diría que tu mano se movió
frente a la trayectoria de estas chicas,
pero no te preocupes. Es apenas la primera vez que estos
seres
celestiales se han puesto en órbita —suspiré
dramáticamente,
mirando de reojo para ver si él podía decir que estaba
bromeando. La
esquina de su boca se elevó con una sonrisa y me permití
una sonrisa
pequeña.
—Si, celestial. Esa es la palabra
que iba a usar, no son de esta tierra.
Están como, suspendidas en el cielo. Al igual que por
cortesía de
Victoria’s Secret —sonrió, y pretendí estar sorprendida.
—Oh mi, ¿sabes
sobre Secret? Y yo pensaba que todas esas chicas
tontas los tenían engañados —me
reí y me acomodé en el asiento.
Habíamos cruzado el puente y ahora volvíamos a la ciudad.
—Se necesita mucho para engañarme,
sobre todo cuando se trata del
sexo opuesto —contestó mientras
la música se encendía. Asintió con
la cabeza ante mi elección. —¿Too
Short? Interesante elección. No
muchas mujeres optarían por esa —reflexionó.
—¿Qué puedo decir? Me siento muy
Bay Area [2] ésta noche. Y te
digo ahora, no soy como la mayoría de las mujeres —añadí, sintiendo
otra sonrisa en mi cara.
—Estoy empezando a darme cuenta
de eso —dijo.
Estuvimos en silencio por unos minutos, y de repente,
empezamos a
hablar al mismo tiempo.
—Así que piensas sobre… —comencé.
—Puedes creer que todos ellos… —dijo.
—Adelante —me
reí.
—No, ¿qué
ibas a decir?
—Iba a decir, ¿qué
piensas sobre nuestros amigos esta noche?
—Eso es lo que iba a decir. ¡No puedo creer que solo se levantaran y
se fueran! —se rió, y no pude
dejar de reír con él. Él tiene una gran
carcajada.
—Lo sé, pero mis chicas saben lo
que quieren. No podría haber
pintado dos chicos mejores para ellos. Ellas saben
exactamente lo
que buscan —le confié, apoyada en
la ventana así podía verlo
mientras conducíamos por las empinadas calles.
—Sí, Neil tiene una debilidad por
las chicas asiáticas, y te juro que
suena pervertido en mi mente. Y Ryan le encanta las
pelirrojas con
piernas largas. —Se rió otra vez,
mirándome para ver si estaba
correcto el comentario de la pelirroja con piernas
largas.
Lo estaba. Ella lo era.
—Bueno, estoy segura de que
escucharé todo mañana, que tipo de
impresión ellos hicieron en mis damas. Voy por el informe
completo,
no te preocupes —suspiré.
El silencio se arrastró de nuevo, y me pregunté que decir
a
continuación.
—Así que, ¿cómo
conoces a Benjamin y Jillian? —preguntó,
salvándome de la fiebre de la pequeña conversación.
—Trabajo para Jillian en la
empresa. Soy diseñadora de interiores.
—Espera. Espera, ¿eres esa Caroline? —preguntó.
—No tengo idea de que significa
eso —contesté, preguntándome por
qué me estaba mirando.
—Maldición, si que es un
mundo pequeño —exclamó, sacudiendo su
cabeza de lado a lado como si quisiera borrarlo.
Él estaba en silencio mientras yo estaba sentada en el
limbo.
—Oye, ¿quieres
aclarar esto un poco? ¿Qué quieres decir
c o n esa Caroline? —pregunté
finalmente, dándole una palmada en el
hombro.
—Es sólo que…
bueno… huh. Jillian te mencionó antes. Vamos a dejar
las cosas así —dijo.
—Demonios no, ¡ no
vamos a dejar las cosas así! ¿Qué dijo? —
presioné, dándole otra palmada en el hombro.
—¿Quieres parar eso? Eres
bastante bruta, ¿lo sabías? —dijo.
Había muchas formas simples que podría seguir ese comentario,
así
que sabiamente guardé silencio.
—¿Qué dijo de mí? —pregunté en voz baja, ahora preocupada de que
quizás dijo algo sobre mi trabajo. Mis nervios ya estaban
destrozados, y ahora estaban haciendo ping-pong.
Me miró. —No, no, no es así —dijo en voz baja—. No es nada malo.
Es sólo que, bueno, Jillian te adora. Y ella me adora,
por supuesto,
¿cierto?
Rodé los ojos, pero siguió hablando.
—Y bueno, ella te ha… mencionado un par de veces… ella
pensó que
debería conocerte —arrastró, sólo
para guiñarme un ojo cuando me
miró a los ojos.
—Oh. Ohhh —suspiré
mientras me di cuenta lo que quería decir. Me
sonrojé. Jillian, esa pequeña mierda juntando parejas—. ¿Ella sabe
del harén? —pregunté.
—¿Quieres dejar de decir eso? No
lo llames harén. Hace que suene
sombrío. ¿Qué pasa si te digo que
esas tres mujeres son
increíblemente importantes para mí? Que me preocupo mucho
por
ellas. Que las relaciones que tengo funcionan entre
nosotros, y nadie
necesita entenderlo, ¿lo tienes? —dijo, estacionando el Rover de una
manera enojada fuera de nuestro edificio.
Estaba tranquila mientras estudiaba mis manos y lo miré
mientras
arreglaba su ya desordenado cabello.
—Oye, ¿sabes
qué? Tienes razón. Quien soy para decir que está bien
o mal para alguien más. Si funciona para ti, genial. Golpéalo.
Mazel tov[3].
Sólo estoy sorprendida de que Jillian te quisiera
conmigo. Ella sabe que
soy una chica tradicional, eso es todo —expliqué.
Sonrió y me miró con sus ojos azules.
—Lo que sucede, es que ella no
conoce todo sobre mí. Mantengo
privada mi vida privada con la excepción de mi vecina con
las
paredes delgadas y la ropa interior devastadora —dijo en una voz
baja que podría derretir, bueno, cualquier cosa.
Mi cerebro estaba sin duda entre esas cosas, ya que de
repente me
pareció que mis orejas y de mi cuello para abajo se
desvanecían.
—Excepto por ella —murmuré, completamente revuelta.
Dejó escapar una risa oscura y abrió la puerta. Mantuvo
sus ojos en
los míos mientras caminaba alrededor del auto y abría la
puerta.
Bajé, tomando la mano que me ofrecía, y casi sin darme
cuenta que
trazó un pequeño círculo en la parte interior de mi mano
izquierda
con su pulgar derecho. Casi no lo noté, mi trasero.
Hizo que mi piel se
erizara y que Baja Caroline estuviera derecha ¿Nerviosa? Como
fuegos artificiales por todo el lugar.
Caminamos en el interior del edificio, y otra vez abrió
la puerta para
mí. Realmente era encantador, tenía que darle eso.
—¿Así que cómo conoces a Benjamin
y Jillian? —pregunté, caminando
por las escaleras delante de él. Sabía con certeza de que
estaba
mirando mis piernas, y ¿por qué
no iba a hacerlo? Tenía grandes
piernas, actualmente halagadas por mi pequeño vestido por
volantes.
—Benjamin ha sido un amigo de la
familia por años. Lo conozco
prácticamente durante toda mi vida. También maneja mis
inversiones
—respondió Simon mientras rodeábamos
la primera planta y
comenzábamos en la segunda.
Miré por encima del hombro y confirmé que miraba a
escondidas mis
piernas. ¡Ja! Lo atrapé. —Oooh, tus inversiones. ¿Tienes
algunos
bonos de cumpleaños allí, ricachón? —bromeé.
Se rió entre dientes. —Sí, algo
así.
Continuamos subiendo las escaleras.
—Es curioso, ¿no
crees? —ofrecí.
—¿Curioso? —preguntó,
su voz deslizándose en mí como miel
caliente.
—Bueno, quiero decir, ambos
conocemos a Benjamin y Jillian, vamos
a una fiesta como esa, y eres el que me ha mantenido
divertida estas
semanas. Mundo pequeño, ¿no? —Rodeamos el escalón superior y
saqué mis llaves.
—San Francisco es una gran
ciudad, pero se puede sentir como un
pueblo pequeño de alguna manera—ofreció—. Pero sí, estoy curioso.
Intrigado incluso. ¿Quién sabía
que la linda diseñadora Jillian quería
tenderme una trampa con la chica que es realmente Chica
Camisón
Rosa? Si lo hubiera sabido, quizás me habría llevado eso —respondió,
esa sonrisa maldita volvió en su bello rostro.
Maldición, ¿por qué no podía
seguir siendo un idiota?
—Sí, pero Chica Camisón Rosa podría
decir que no. Después de todo,
las paredes delgadas… —Guiñé un
ojo, haciendo un puño y golpeando
la pared al lado de mi puerta. Oí a Clive parloteando
detrás de la
puerta, y necesitaba entrar antes de que él empezara a
protestar.
—Ah sí, paredes delgadas. Hmmm… Bueno, buenas noches, Caroline.
La tregua sigue en pie, ¿no? —preguntó, girando a su puerta.
—La tregua sigue, a menos que me
hagas algo para enojarme otra
vez —reí, apoyada en mi puerta.
—Oh, cuenta con eso. ¿Y Caroline? ¿Hablando de paredes
delgadas?
—dijo mientras abría la puerta y
me miraba. Se apoyó en su puerta,
y golpeó el puño contra la pared.
—¿Si? —pregunté,
un poco demasiado soñadora para mi propio bien.
La sonrisa reapareció cuando dijo—:
Dulces sueños.
Golpeó la pared otra vez, guiñó un ojo y entró.
Huh. Dulces sueños y paredes delgadas. Dulces sueños y
paredes
delgadas…
Madre perla. Me escuchó.
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[1] Es cuando alguien previene o evita que otra persona
tenga sexo.
[2] Es un lugar en California donde se formaron grandes
bandas de
Metal.
[3] Significa Buena suerte en Hebreo.
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