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10
(Parte I)
Traducido por Jo
Me senté en mi oficina, mirando hacia afuera de la
ventana. Tenía
una lista de cosas por hacer en frente de mí—y no era una lista
pequeña tampoco. Necesitaba pasar por la casa Nicholson.
La
renovación estaba casi completa. Las habitaciones y baños
estaban
terminados, y sólo faltaban unos pocos detalles.
Necesitaba ir a
buscar nuevos libros de muestras del centro de diseño.
Tenía una
reunión con un nuevo cliente que Mimi me había remitido,
y encima
de todo eso, tenía una carpeta llena de facturas que
revisar.
Pero aún así, miré hacia afuera de la ventana. Podría
haber tenido a
Simon en el cerebro. Y por una buena razón. Entre las
explosiones de
las cañerías, golpes en la cabeza, y el constante envío
de mensajes
todo el día domingo pidiendo más pan de calabacín, mi
cerebro
simplemente no podía eliminarlo. Y entonces la noche
anterior, sacó
las armas grandes: él me puso a Glenn Miller. Hasta golpeó
la pared
para asegurarse de que estuviera escuchando.
Bajé mi cabeza en el escritorio y la golpeé algunas veces
para ver si
ayudaba. Parecía haber ayudado a Simon…
Esa noche fui derecho a yoga después del trabajo y estaba
subiendo
las escaleras hacia mi departamento cuando escuché una
puerta
abrirse arriba.
—¿Caroline? —me
llamó hacia abajo.
Sonreí y continué subiendo las escaleras. —¿Sí, Simon? —llamé.
—Llegas tarde a casa.
—¿Qué, estás vigilando mi puerta
ahora? —reí, rodeando el último
piso y mirándolo desde abajo. Él estaba colgando sobre la
barandilla,
el cabello en su rostro.
—Sip. Estoy aquí por el pan. ¡Dame calabacín, mujer!
—Estás loco. Sabes eso, ¿cierto? —Escalé el último tramo y me
paré
en frente de él.
—Eso me han dicho. Hueles bien —dijo, inclinándose.
—¿Me acabas de olisquear? —pregunté con incredulidad mientras
abría la puerta.
—Mmm-hmm, muy agradable. ¿Acabas de volver de ejercitarte? —
preguntó, entrando detrás de mí y cerrando la puerta.
—Yoga, ¿por
qué?
—Hueles increíble cuando estás
toda ejercitada —dijo, meneando las
cejas hacia mí como el demonio.
—En serio, ¿atraes
mujeres con líneas como esa? —Me giré lejos de
él para quitarme la chaqueta y apretar mis muslos como
loca.
—No es una línea. Hueles increíble.
—Lo escuché decir, y cerré mis
ojos para bloquear el Vudú Simon que actualmente estaba
haciendo a
la Baja Caroline enroscarse sobre sí misma.
Clive vino saltando fuera de la habitación cuando escuchó
mi voz y se
detuvo abruptamente cuando vio a Simon.
Desafortunadamente,
tenía poca tracción en el suelo de madera y se deslizó
con poca
gracia bajo la mesa de comer. Intentando ganar su
dignidad de
vuelta, ejecutó un difícil salto de cuatro pies desde una
posición de
pie hasta el librero y me saludó con su pata. Quería que
yo fuera a él
—típico macho.
Dejé caer mi bolso de gimnasio y me acerqué. —Hola, dulce niño.
¿Cómo estuvo tu día? ¿Hmm? ¿Jugaste? ¿Dormiste
una buena siesta?
¿Hmm? —Rasqué
detrás de su oreja, y él ronroneó muy alto. Me dio
sus ojos soñadores de gato y luego cambió su mirada hacia
Simon.
Juro que le hizo una gatuna sonrisa de suficiencia.
—Pan de calabacín, ¿huh? Quieres un poco, ¿no? —pregunté,
lanzando mi chaqueta en el respaldo de una silla.
—Sé que tienes más. Simon dice dámelo
—dijo con humor socarrón,
apuntando su dedo como una pistola.
—Estás curiosamente obsesionado
con tus dioses de la cocina, ¿no?
¿Hay grupo de apoyo para eso? —pregunté, entrando a la cocina para
encontrar la última hogaza. Puedo haberla estado
guardando para él.
—Sí, estoy en CA. Cocineros anónimos.
Nos encontramos en la
pastelería en Pine —replicó, sentándose
en uno de los banquitos en el
mostrador de la cocina.
—¿Buen grupo?
—Bastante bueno. Hay uno mejor en
Market, pero ya no puedo ir a
ese —dijo con tristeza,
sacudiendo su cabeza.
—¿Te echaron? —pregunté,
inclinándome en el mostrador en frente
de él.
—Lo hicieron, de hecho —dijo, luego curvó su dedo para que me
incline más cerca—. Me metí en
problemas por toquetear bollos —
susurró.
Reí y le di a su mejilla un ligero apretón. —Toquetear bollos —bufé
mientras él alejaba mi mano.
—Sólo suelta el pan, ves, y nadie
sale herido —advirtió.
Levanté mis manos en rendición y tomé una copa de vino
del armario
sobre su cabeza. Le levanté la ceja, y él asintió.
Le pasé una botella de Merlot y el abridor, luego tomé un
montón de
uvas del colador en el refrigerador. Él sirvió,
brindamos, y sin otra
palabra, comencé a hacernos la cena.
El resto de la tarde pasó naturalmente, sin que siquiera
me de
cuenta. Un minuto estábamos comentando las nuevas copas
de vino
que había comprado de Williams Sonoma, y treinta minutos
después
estamos sentados en la mesa de comedor con pasta en
frente de
nosotros. Todavía estaba usando mis ropas de ejercicio, y
Simon
estaba en sus jeans y una camiseta y sus pies con
calcetines. Se
había quitado la sudadera de Stanford antes de colar la
pasta, algo
que ni siquiera le pedí que hiciera. Él simplemente caminó
dentro de
la cocina detrás de mí, y la tenía colada y de vuelta en
la olla justo
mientras terminaba la salsa.
Habíamos hablamos sobre la ciudad, su trabajo, mi
trabajo, y el
próximo
viaje a Tahoe, y ahora nos dirigíamos al sofá con café.
Me incliné atrás contra las almohadas con mis piernas dobladas
debajo de mí. Simon me estaba contando sobre un viaje que
había
hecho a Vietnam hace unos años.
—Es como nada que hayas visto—las villas de montañas, las
hermosas playas, ¡la comida! Oh,
Caroline, la comida. —Suspiró,
estirando su brazo a lo largo de la parte trasera del sofá.
Sonreí e
intenté no notar las mariposas cuando dijo mi nombre de
esa
manera: con la palabra Oh en frente de este… Oh mi, oh mi.
—Suena hermoso, pero odio la
comida vietnamita. No puedo
soportarla. ¿Puedo traer
mantequilla de maní?
—Conozco a este tipo—hace los mejores fideos, justo en un cobertizo
de lanchas en el medio de Ha Long Bay. Un sorbo y vas a
lanzar tu
mantequilla de maní a un lado.
—Dios, desearía poder viajar como
tú lo haces. ¿Alguna vez te
aburres? —pregunté.
—Hmmm, sí y no. Siempre es genial
venir a casa. Amo San
Francisco. Pero si estoy en casa demasiado tiempo me urge
volver al
camino. Y sin comentarios sobre la urgencia—estoy comenzando a
conocer tu mente allí, Chica Camisón. —Tocó
mi brazo con cariño.
Intenté hacerme la ofendida, pero la verdad era que había
estado a
punto de hacer un chiste. Noté que todavía tenía su mano
en mi
brazo, ausentemente dibujando pequeños círculos con sus
dedos.
¿Realmente había sido hace tanto
desde que dejé que un hombre me
tocara que los círculos con los dedos me llevan a una
agitación
mental? ¿O era porque este hombre
lo estaba haciendo? Oh, Dios, los
dedos. De cualquier manera, me estaba haciendo cosas. Si
cerraba
mis ojos, podía casi imaginar a O saludándome—todavía lejos, pero
no tan lejos como lo había estado antes.
Miré a Simon y vi que estaba observando su mano, como
curioso
acerca de sus dedos en mi piel. Atrapé mi aliento rápidamente,
y mi
respiración atrajo sus ojos a los míos. Nos miramos el
uno al otro. La
Caroline Baja estaba, obviamente, respondiendo, pero
ahora Corazón
comenzó a latir un poco más fuerte también.
Entonces Clive saltó detrás del sofá, puso su trasero
justo en el rostro de
Simon, y mató eso realmente rápido. Ambos reímos, y Simon
se
movió lejos de mí mientras le explicaba a Clive que no
era cortés
hacerle eso a la compañía. Clive parecía extrañamente
complacido
con él mismo, sin embargo, así que supe que estaba
planeando algo.
—¡Wow, son casi las diez! Me he
apoderado de toda tu tarde. Espero
que no tuvieras planes —dijo
Simon, parándose y estirándose.
Mientras se estiraba, su camiseta se levantó, y mordí mi
lengua para
detenerme de lamer el pedazo de piel que se mostraba
sobre sus
jeans.
—Bueno, tenía una noche algo
excitante de observar Food Network
planeada, así que ¡maldito seas,
Simon! —Sacudí mi puño en su
rostro mientras me paraba a su lado.
—Y hasta me hiciste cena, lo que
fue genial, por cierto —dijo,
buscando su sudadera.
—No hay problema. Fue agradable
cocinar para alguien más que para
mí. Es lo que hago por cualquier tipo que aparece
demandando pan.
—Finalmente le pasé la hogaza que
dejé para él.
Él sonrió mientras tomaba su sudadera del suelo junto al
sillón. —
Bueno, la próxima vez, déjame cocinar para ti. Hago un
fantástico…
huh, eso es extraño —se
interrumpió, haciendo una mueca.
—¿Qué es extraño? —pregunté, mirando como desdoblaba su
sudadera.
—Esto se siente húmedo. De hecho,
está más que húmedo, está…
¿mojado? —preguntó,
mirándome, confundido. Miré de la sudadera a
Clive, quien se sentaba inocentemente en la parte trasera
del sofá.
—Oh no —susurré,
la sangre drenándose de mi rostro—. ¡Clive,
tú
pequeña mierda! —Lo fulminé con
la mirada.
Él saltó del sofá y corrió rápidamente entre mis piernas,
yendo a la
habitación. Había aprendido que no podía alcanzarlo detrás
del
vestidor, y allí es donde se escondía cuando había hecho
algo muy
malo. No había hecho esto en un largo tiempo.
—Simon, puedes querer dejar eso
aquí. Lo limpiaré. Lo lavaré, lo que
sea. Lo siento tanto. —Me disculpé,
terriblemente avergonzada.
—Oh, ¿lo
hizo? Oh hombre, lo hizo, ¿no? —Su
rostro se arrugó
mientras
tomaba la sudadera.
—Sí, sí, lo hizo. Lo siento
tanto, Simon. Tiene esta cosa sobre marcar
su territorio. Cuando cualquier tipo deja ropas en el
suelo, oh, Dios,
eventualmente las orina. Lo siento tanto. Lo siento
mucho. Lo sien…
—Caroline, está bien. Quiero
decir, es asqueroso, pero está bien. Me
han pasado peores cosas. Está todo bien, lo prometo. —Comenzó a
poner su mano en mi hombro, pero pareció pensarlo mejor,
probablemente cuando se acordó de la última cosa que había
tocado.
—Lo siento tanto, lo sien… —Comencé de nuevo mientras partía hacia
la puerta.
—Basta. Si dices lo siento una
vez más voy a ir a buscar algo tuyo y
lo orinaré, lo juro.
—Bien, eso es asqueroso. —Finalmente reí—. Pero tuvimos una
noche
tan agradable, ¡y terminó con
orina! —gemí, abriéndole la puerta.
—Fue una noche agradable, aún con
la orina. Habrá otras. No te
preocupes Chica Camisón. —Me guiñó
y cruzó el pasillo.
—Ponme algo bueno esta noche, ¿huh? —pedí, viéndolo ir.
—Entendido. Duerme bien —dijo, y cerramos las puertas al mismo
tiempo.
Me recosté contra la puerta, abrazando la sudadera en mis
brazos.
Estoy segura que tenía la sonrisa más tonta en mi rostro,
mientras
recordaba el sentimiento de sus dedos. Y entonces recordé
que
estaba abrazando una sudadera orinada.
—¡Clive, imbécil! —grité y corrí a mi dormitorio.
Dedos, manos, cálida piel presionada contra la mía en un
esfuerzo de
acercarse más. Sentí su cálido aliento, su voz como húmedo
sexo en
mi oído. —Mmm, Caroline, ¿cómo puedes sentirte tan bien?
Gemí y rodé, enredando piernas con piernas y brazos con
brazos,
empujando mi lengua dentro de su anhelante boca. Succioné
su labio
inferior, probando la menta y calor y la promesa de lo
que iba a venir
cuando empujara dentro de mi cuerpo por primera vez. Gemí
y él
gruñó, y en un segundo estuve debajo de él.
Labios se movieron de mi boca a mi cuello, lamiendo y
succionando y
encontrando el punto—ese punto
debajo de mi mandíbula que hacía
mi interior explotar y mis ojos cruzarse. Una oscura risa
contra mi
clavícula, y supe que estaba lista.
Rodé encima de él, sintiendo la pérdida de su peso pero
la ganancia
de mis piernas a cada lado de él, sentirlo moverse y
latir
exactamente donde lo necesitaba. Él empujó mi cabello
fuera de mi
rostro, mirándome con esos ojos—los
ojos que podían hacerme
olvidar sobre mi nombre pero gritar el suyo.
—¡Simon! —grité,
sintiendo sus manos tomar mis caderas y
empujarme en contra de él.
Me senté derecha en la cama, mi corazón martillando
mientras las
últimas imágenes soñadoras dejaban mi cerebro. Creí
escuchar una
baja risa desde el otro lado de la pared, por donde los
acordes de
Miles Davis llegaban.
Me recosté, la piel cosquilleando mientras intentaba
encontrar un
punto frío en mi almohada, pensé acerca de lo que estaba
al otro lado
de la pared, a centímetros de mí. Estaba en problemas.
Más tarde esa mañana me senté en mi escritorio lista para
conocer a
un nuevo cliente—uno que específicamente
había pedido trabajar
conmigo. Todavía una diseñadora nueva, la gran parte de
mi trabajo
venía de derivaciones, y a quien fuera que me hubiera
derivado a
este tipo le debía mucho. Todos los interiores nuevos
para un
elegante departamento—era prácticamente
una remodelación de
interior, un proyecto soñado. Cuando fuera que me
preparaba para
un nuevo cliente sacaba fotos de otros proyectos que había
diseñado
y tenía cuadernos de bocetos listos, pero hoy
lo hice con particular intensidad. Dejé que mi mente
vagara por un
segundo, Cerebro inmediatamente regresó al sueño que había
tenido
la noche anterior. Me sonrojaba cada vez que pensaba en
lo que
dejaba que Sueño Simon me hiciera, y lo que Sueño
Caroline le había
hecho a él también…
Sueño Caroline y Sueño Simon eran chicos traviesos.
—Ahem —Escuché
desde atrás de mí. Me giré para encontrar a
Ashley en la entrada—. Caroline,
el Señor Brown está aquí.
—Excelente estaré afuera
enseguida —Asentí, parándome y alisando
mi falta. Mis manos presionaron mis mejillas, esperando
que no
estuvieran demasiado rojas.
—¡Y él es lindo, lindo, lindo! —Reí, rodeando la esquina para
saludarlo.
Él ciertamente era lindo, y yo lo sabría. Era mi exnovio.
—¡Oh, Dios mío! ¿Cuáles
son las probabilidades? —exclamó Jillian en
el almuerzo, dos horas después.
—Bueno, considerando que toda mi
vida ahora parece ser dictada por
extrañas coincidencias, creo que está justo en su lugar.
Rompí un trozo de pan y mastiqué determinadamente.
—Pero quiero decir, ¡vamos! ¿Cuáles son las probabilidades,
en serio?
—Se preguntó de nuevo, sirviéndonos
otro vaso de Pellegrino.
—Oh, no hay nada al azar en esto.
El tipo no deja cosas al azar. Él
sabía exactamente qué estaba haciendo cuando se acercó a
ti en esa
caridad el mes pasado.
—No —exhaló.
—Sip. Me dijo. Me vio, ¿y cuando se dio cuenta de que trabajaba para
ti? ¡Bam! Necesita una diseñadora
de interiores. —Sonreí, pensando
en que él
siempre arreglaba las cosas exactamente como las quería.
Bueno,
casi todo.
—No te preocupes, Caroline. Lo
moveré a otro diseñador, o tal vez lo
tomaré yo misma. No tienes que trabajar con él —dijo, palmeando mi
mano.
—¡Oh, infiernos no! Ya le dije
que sí. Voy a hacer esto totalmente. —
Crucé mis brazos sobre mi pecho.
—¿Estás segura?
—Sip. No hay problema. No es que hubiéramos
tenido una mala
ruptura. De hecho, en lo que a rupturas se trata, fue
suave. No
quería aceptar el hecho de que lo estaba dejando, pero
eventualmente lo entendió. No creyó que yo tuviera las
bolas para
hacerlo, y hombre, estaba sorprendido. —Jugué
con mi servilleta.
Había salido con James la mayor parte de mi último año en
Berkeley.
Él ya estaba en la escuela de leyes, continuamente
avanzando en su
camino a un futuro de perfección. Mi dios, él era hermoso—fuerte y
atractivo, y muy encantador. Nos conocimos en la
biblioteca una
noche, tomamos café algunas veces, y creció a una relación
sólida.
¿El sexo? Irreal.
Él fue mi primer novio serio, y sabía que quería casarse
conmigo en
algún punto. Tenía ideas muy específicas sobre lo que
quería de su
vida, y eso definitivamente me incluía a mí como su
esposa. Y él era
todo lo que yo había pensado que quería en un esposo. El
compromiso era inevitable. Pero entonces comencé a notar
cosas,
pequeñas al principio, pero a su momento revelaron la
imagen
completa. Íbamos a donde él quería para cenar. Yo nunca
elegía. Lo
escuché diciéndole a alguien que él creía que mi fase de “decoradora”
no duraría mucho, pero que sería agradable tener una
esposa que
pudiera hacer una casa bonita. El sexo seguía siendo
genial, pero
estaba irritada con él más y más, y dejé de seguirlo para
llevarnos
bien.
Cuando comencé a darme cuenta de que él ya no era lo que
yo
quería para mi futuro, las cosas se pusieron un poco
torcidas.
Peleamos constantemente, y cuando decidí terminar la
relación, él
intentó convencerme de que estaba haciendo la decisión
equivocada.
Yo sabía más, y finalmente aceptó que realmente había
terminado—y
no estaba sólo buscando un “ajuste
femenino,” como a él le gustaba
llamarlos. No
mantuvimos el contacto, pero él había sido una gran parte
de mi vida
por un largo tiempo, y atesoraba los recuerdos que teníamos
juntos.
Atesoré lo que él me enseñó sobre mí misma.
Sólo porque no funcionamos como pareja no quería decir
que no
podíamos trabajar juntos, ¿no?
—¿Estás segura sobre esto? ¿Realmente quieres trabajar con él? —
preguntó Jillian una vez más, pero podía decir que ella
estaba lista
para dejarlo ir.
Pensé sobre eso de nuevo, volviendo a ver el destello de
recuerdos
que había visto cuando lo vi de pie en el vestíbulo.
Cabello rubio
arenoso, ojos perforadores, sonrisa encantadora: había
sido golpeada
con una ola de nostalgia y sonreí abiertamente mientras
el cruzaba
hacia mí.
—Hola allí, extraña —había dicho él, ofreciéndome su mano.
—¡James! —jadeé,
pero me recuperé rápidamente—. ¡Te
ves genial!
—Nos abrazamos, para la sorpresa
boquiabierta de Ashley.
—Sí, estoy segura —le dije a Jillian—. Será bueno para
mí. Llámalo
una experiencia de maduración. Además, no quiero dejar ir
la
comisión. Veremos qué pasa esta noche.
Con eso ella levantó la mirada desde su menú. —¿Esta noche?
—Oh, ¿no
te lo dije? Vamos a ir por bebidas para ponernos al día.
* * * * *
10
Parte II
Traducido por macasolci
Me paré en frente del espejo, aplastando mi cabello y
revisando mis
dientes por el labial obstinado. El resto del día de
trabajo se había ido
rápido, y ahora me encontraba a mí misma en casa preparándome
para esta noche. Habíamos quedado solo para tomar algo,
muy
casual, a pesar de que estaba dejando la opción abierta a
la cena.
Pero los pantalones pitillos, la camiseta de cuello alto
negra, y la
chaqueta de cuero gris corta eran tan sofisticados como
yo me iba a
poner.
El tiempo que había pasado esta mañana con James en la
oficina fue
placentero, y cuando me había invitado a tomar algo para
ponernos
al día, acepté instantáneamente. Estaba ansiosa de saber
en qué
había estado él, así como de asegurarme que seríamos
capaces de
trabajar juntos. Él fue una gran parte de mi vida en un
momento, y la
idea de ser capaces de trabajar con alguien con quien
alguna vez
había sido tan cercana se sentía bien para mí. Se sentía
maduro. ¿Un
cierre? No estoy segura de cómo llamarlo, pero parecía la
cosa
natural de hacer.
Me iba a pasar a buscar a las 7, y yo planeaba
encontrarme con él
afuera. Aparcar en mi calle era ridículo. Un vistazo al
reloj me dijo
que era hora de ir yendo, así que le di un rápido beso de
despedida a
Clive, quien había estado comportándose de lo mejor desde
el
incidente del pis y me meto en el vestíbulo.
Y me encuentro directamente con Simon, quien estaba en
frente de
mi puerta.
—De acuerdo, ¡oficialmente
eres mi acosador! No hay más pan de
calabacín, señor. Espero que hayas hecho durar esa barra
porque no
hay más para ti —le advertí,
presionando desde mi puerta delantera
con el dedo índice.
—Lo sé, lo sé. En realidad estoy
aquí en misión oficial —rió él,
levantando los brazos en derrota.
—¿Caminas conmigo? —pregunté, señalando hacia las escaleras con
la cabeza.
—Estoy dirigiéndome afuera también.
Voy a rentar una película —
explicó mientras comenzábamos a bajar.
—¿La gente aún renta películas? —bromeé, rodeando la esquina.
—Sí, la gente todavía renta películas.
Sólo por eso vas a tener que
ver lo que sea que yo elija —respondió
él, levantando una ceja.
—¿Esta noche?
—Seguro, por qué no. Estaba
viniendo para ver si querías salir. Te
debo una cena por la otra noche, y tengo la urgencia de
ver algo
fantasmal... —aterrizó en el tema
de The Twilight Zone (1).
No pude evitar reír ante sus manos en garras y los ojos
bizcos.
—La última vez que alguien me
invitó a alquilar una película era un
código para 'besuqueos en el sofá'. ¿Estoy
a salvo contigo?
—¡Por favor! Tenemos esa tregua, ¿recuerdas? Soy todo treguas.
Entonces, ¿esta noche?
—Desearía poder, pero tengo
planes esta noche. ¿Mañana en la
noche? —Dimos la vuelta a la última
escalera y pasamos a la entrada.
—Mañana puedo. Ven a casa después
del trabajo. Pero yo elijo la
película, y te voy a hacer la cena. Lo menos que puedo
hacer por mi
pequeña cockblocker (2). —Él
sonrió, y yo le di un puñetazo en el
brazo.
—Por favor deja de llamarme así.
De lo contrario no llevaré el postre
—dije, bajando mi voz y batiendo
mis pestañas como una tonta.
—¿Postre? —preguntó,
manteniendo la puerta abierta mientras yo
salía hacia la noche.
—Aaa-jaam. Recogí algunas
manzanas ayer mientras estaba afuera,
y he estado deseando pastel toda la semana. ¿Cómo suena eso? —
pregunté, observando la calle en busca de James.
—¿Pastel de manzana? ¿pastel de manzana casero? Cristo, mujer,
¿estás intentando matarme? Mmm...
—Chasqueó los labios y me miró
con avidez.
—¿Por qué, señor, luce como si
hubiera visto algo que le gustaría
comer? —Le ofrecí mi mejor
Scarlett.
—Si te presentas mañana en la
noche con un pastel de manzana, y
puede que no te deje ir —jadeó él,
sus mejillas sonrosadas y el pelo
desordenándose en el aire frío.
—Eso sería terrible —susurré. Guau—. Bueno,
entonces, ve a buscar tu
película —dije, empujando en
broma al metro ochenta de ardiente
delante de mí. ¡Recuerda el harén! Grité dentro de
mi cabeza.
—¿Caroline? —vino
una voz preocupada de detrás de mí, y me di la
vuelta para ver a James caminando hacia nosotros.
—Hola, James —lo
llamé, alejándome de Simon con una risita.
—¿Estás lista para irnos? —preguntó, mirando a Simon
cuidadosamente. Simon se irguió en toda su altura y le
devolvió la
mirada, igual de cuidadosa.
—Sip, lista para irnos. Simon,
este es James. James, Simon. —Se
inclinaron para darse la mano, y pude ver que ambos
ejercieron un
poco de fuerza extra, ninguno pareciendo querer ser el
que soltara
primero. Rodeé los ojos. Sí, chicos. Ambos pueden
escribir sus
nombres en la nieve. La pregunta es, ¿quién
haría las letras más
grandes?
—Encantado de conocerte, James.
Era James, ¿Verdad? Soy Simon.
Simon Parker.
—Correcto. James. James Brown.
Vi el principio de una risa en la cara de Simon.
—De acuerdo, James, deberíamos ir
yendo. Simon, hablaré contigo
más tarde —interrumpí,
finalizando el apretón de manos del siglo.
James se dio la vuelta hacia donde estaba aparcado su
auto en doble
fila, y Simon me miró.
—¿Brown? ¿James
Brown? —articuló con la boca, y yo evité mi propia
risa.
—Shh —articulé
en respuesta, sonriéndole a James cuando se dio la
vuelta hacia mi.
—Encantado de conocerte, Simon.
Nos vemos —dijo James,
dirigiéndome al auto con su mano en la parte baja de mi
espalda. No
pensé dos veces en eso, ya que así es como siempre solíamos
caminar juntos, pero los ojos de Simon se ampliaron un
poco ante la
vista.
Mmm...
James abrió la puerta para mí, luego dio la vuelta hacia
su lado.
Simon todavía estaba parado en el frente de nuestro
edificio cuando
nos fuimos. Froté mis manos en frente del calefactor y le
sonreí a
James mientras conducía a través del tráfico.
—Entonces, ¿a
dónde nos dirigimos?
***
Nos acomodamos en el elegante bar que él había seleccionado.
Parecía muy James: chic y sofisticado, y mezclado con
oculta
sexualidad. Las banquetas de cuero rojo oscuro, finamente
acolchadas y frescas, nos resguardaban mientras nos poníamos
al día
y comenzábamos el proceso de volver a conocernos después de
tantos años separados.
Mientras esperábamos que llegara el mesero, estudié su
rostro.
Todavía lucía igual: pelo rubio muy corto, ojos intensos,
y una figura
delgada doblada sobre sí misma como la de un gato. La
edad sólo
había mejorado su buena apariencia, y sus vaqueros
cuidadosamente
rotos y el suéter de cachemira negro se aferraba a un
cuerpo que
podía ver que estaba en buena forma. James había sido un
escalador,
incansable en la persecución del deporte. Veía cada roca,
cada
montaña como un obstáculo que superar, algo que a ser
conquistado.
Había ido a escalar con él unas veces hacia el final de
nuestra
relación, a pesar de me ponían nerviosas las alturas.
Pero verlo a él
escalar, ver los músculos fibrosos estirarse y manipular
su cuerpo en
posiciones que parecían no naturales, era una experiencia
embriagadora, y me había abalanzado sobre él aquellas
noches en la
tienda como una mujer poseída.
—¿En qué estás pensando? —preguntó él, interrumpiendo mis
pensamientos.
—Estaba pensando en lo mucho que
solías escalar. ¿Es algo que
todavía haces?
—Lo es, pero no tengo demasiado
tiempo libre como solía. Me
mantienen bastante ocupado en la firma. Intento salir al
Big Basin (3)
tanto como puedo —agregó,
sonriendo mientras nuestra camarera se
acercaba.
—¿Qué puedo servirles? —preguntó, colocando servilletas en frente
de nosotros.
—Ella pedirá un martini de vodka
seco, tres aceitunas, y para mí trae
tres dedos de whisky Macallan —respondió
él. La camarera asintió y
se fue para llenar nuestra óden.
Lo estudié mientras se sentaba de nuevo, y luego volvía
su mirada
hacia mí.
—Oh, Caroline, lo siento. ¿Es esa todavía tu bebida?
Entrecerré los ojos hacia él.
—Da la casualidad de que sí.
Pero, ¿qué pasa si no quiero eso esta
noche? —respondí remilgadamente.
—Mi error. Por supuesto, ¿qué querías para beber? —Le hizo un
gesto
a la camarera para que se acercara de vuelta.
—Pediré un martini de vodka seco
con tres aceitunas, por favor —le
dije con un guiño.
Ella parecía confundida.
James rió en voz alta, y ella se alejó, sacudiendo la
cabeza.
—Touché, Caroline. Touché —dijo, estudiándome otra vez.
—Entonces, dime qué has estado
haciendo en los últimos años. —
Puse los codos sobre la mesa y la barbilla en las manos.
—Mmm, ¿cómo
encapsular años en unas pocas oraciones? Terminé la
escuela de leyes, me uní a la firma aquí en la ciudad, y
trabajé como
un perro por dos años. He sido capaz de aliviar un poco,
sólo
alrededor de sesenta y cinco horas por semana ahora, y es
lindo ver
la luz del sol otra vez, lo admito. —Sonrió
y no pude evitar devolverle
la sonrisa—. Y por supuesto
trabajar tanto como siempre me deja
muy poco tiempo para una vida social, así que fue suerte
ciega
haberte visto en la beneficencia el mes pasado —terminó,
inclinándose hacia adelante sobre sus codos al mismo
tiempo. Jillian
asistía a muchos eventos sociales alrededor de la ciudad,
y yo la
acompañaba en coacciones. Son buenos para los negocios.
Debería
haber sabido que eventualmente me encontraría con James
en uno
de esos alborotos.
—Entonces me viste, pero no
viniste a hablarme. Y ahora estás aquí,
semanas después, pidiéndome que trabaje en tu condominio.
¿Por
qué es eso, exactamente? —Acepté
mi bebida cuando llegó y le di un
largo trago.
—Quería hablar contigo, créeme.
Pero no podía. Había pasado mucho
tiempo. Luego me di cuenta que trabajabas para Jillian, a
quien me
había recomendado un amigo, y pensé, 'qué perfecto'. —Inclinó su
copa hacia la mía para un tintineo.
Hice una pausa por un momento, luego le correspondí el
tintineo.
—¿Así que hablabas en serio sobre
trabajar conmigo? Esto no es una
especie de truco para meterme en tu cama, ¿o sí?
Él me miró uniformemente.
—Aún tan directa como siempre, ya
veo. Pero no, esto es profesional.
No me gustó la manera en que dejamos las cosas, es
cierto, pero
acepté tu decisión. Y ahora aquí estamos. Necesitaba un
decorador.
Tú eres una decoradora. Funciona bien, ¿no lo crees?
—Diseñadora —dije
suavemente.
—¿Qué es eso?
—Diseñadora —dije,
más fuerte esta vez—. Soy una diseñadora de
interiores, no una decoradora. Hay una diferencia, Señor
Fiscal. —
Tomé otro sorbo.
—Por supuesto, por supuesto —respondió él, haciéndole señas a la
camarera.
Sorprendida, bajé la mirada para encontrar mi copa vacía.
—¿Quieres otra? —preguntó
él, y yo asentí.
Mientras charlábamos por la siguiente hora, también
comenzamos a
discutir lo que necesitaba en su nuevo hogar. Jillian había
tenido
razón. Él me estaba casi pidiendo que le diseñara todo el
lugar, desde
las áreas de alfombras hasta los accesorios de iluminación
y todo en
medio. Sería una gran comisión, y él incluso había
aceptado dejarme
fotografiarlo para una revista local de diseño a la que
Jillian había
estado queriendo que me presentara. James vino de una
familia
adinerada—los Browns de
Philadelphia, no lo sabes—y yo sabía que
ellos estarían pagando la cuenta por la mayoría de todo
esto. Los
jóvenes abogados no ganaban tanto como para cubrir el
tipo de casa
que él tenía, sin nombrar una de las ciudades más caras
de Estados
Unidos. Pero los fondos del fideicomiso te dejan vivir, y
él tenía
grandes de esos. Una de las ventajas de salir con él en
la universidad
había sido que podíamos tener citas de verdad reales, no
sólo salidas
a comer baratas todo el tiempo.
Había disfrutado ese aspecto de estar con él. No voy a
mentir.
Y disfrutaría ese aspecto de este proyecto. ¿Un presupuesto
básicamente ilimitado? No podía esperar a comenzar.
Al final, fue una noche agradable. Al igual que con todos
los viejos
amores, había una sensación de conocimiento, una
nostalgia que sólo
puedes compartir con alguien a quien has conocido íntimamente—
especialmente a esa edad cuando todavía estás en formación.
Fue
genial verlo otra vez. James tiene una personalidad muy
fuerte,
intensa y confidente, y me recordó por qué había estado
atraída a él
en primer lugar. Reímos y nos contamos historias sobre
cosas que
habíamos hecho como pareja, y estuve aliviada de
descubrir que su
encanto permanecía. Nos llevaríamos bastante bien en un
entorno
social. No había nada de la incomodidad que podría haber
acompañado esto.
A medida que la noche terminaba y me llevaba a casa, hizo
la
pregunta que sabía que había estado muriendo por hacer.
Detuvo el
auto en el frente de mi edificio y se giró hacia mi.
—Entonces, ¿estás
viendo a alguien? —preguntó rápidamente.
—No, no lo estoy. Y esa es apenas
una pregunta que un cliente me
haría —bromeé y miré hacia mi
edificio. Podía ver a Clive sentado en
la ventana del frente en su postura usual, y sonreí. Era
bueno tener a
alguien esperando por mí. No pude detenerme antes de
mirar a la
siguiente puerta para ver si había luz en el departamento
de Simon, y
tampoco pude evitar que mi estómago diera un pequeño
salto cuando
vi su sombra en la pared y la luz azul de su televisión.
—Bueno, como tu cliente, me
abstendré de hacer esa clase de
preguntas en el futuro, Señorita Reynolds. —Se rió entre dientes.
Me di la vuelta para enfrentarlo.
—Está bien, James. Pasamos la
relación diseñadora/cliente un largo
tiempo atrás. —Me sentí
triunfante cuando vi el rubor tallar una
grieta en su fachada cuidadosa.
—Creo que esto va a ser
divertido. —Él guiñó el ojo, y fue mi turno
de reír.
—De acuerdo, puedes llamarme mañana
a la oficina, y nos
pondremos en marcha. Voy a despellejarte, amigo, prepárate
para
trabajar esa tarjeta de crédito —me
burlé mientras salía del auto.
—Oh, infiernos, estoy contando
con ello. —Él guiñó y me saludó con
la mano en despedida.
Esperó hasta que estuve adentro, así que le devolví el
saludo
mientras la puerta se cerraba. Estaba feliz de ver que
podía
manejarme a mí misma con él. Arriba, mientras giraba la
llave en mi
cerradura creí oír algo. Miré por encima de mi hombre, y
no había
nada llí. Clive me llamó desde adentro, así que sonreí y
entré,
agarrándolo y susurrándole suavemente al oído mientras me
daba un
pequeño abrazo de gato con sus grandes patas alrededor de
mi
cuello.
***
La tarde siguiente, estaba desplegando la masa para el
pastel cuando
llegó el mensaje de Simon.
Ven cuando quieras. Comenzaré a cocinar una vez que estés
aquí.
Todavía estoy trabajando en el pastel, pero terminaré
pronto.
¿Necesitas ayuda?
¿Cómo te llevas con pelar manzanas?
Lo siguiente que oí fue un llamado a la puerta. Caminé
hacia allí, las
manos cubiertas de harina, y abrí la puerta con el codo.
—Bueno, hola allí —dije, sosteniendo la puerta abierta con el pie.
—Esto luce como el final de Scarface
—observó, levantando la mano para
tocar mi nariz y me mostró la harina en el extremo.
—Tiendo a perder el control
cuando hay masa de pastel involucrada
—dije mientras él cerraba la
puerta.
—Debidamente anotado. Esa es
buena información para tener —
respondió, batiendo a mi mano mientras intentaba
golpearlo.
Él me dio una buen vistazo entonces, ojos azules bajando
de mi
rostro y viajando a través de mi cuerpo.
—Mmm, no estabas bromeando acerca
del delantal, no sé cuánto
tiempo seré capaz de estar aquí sin intentar agarrarte el
trasero.
—Métete allí y agarra una
manzana, amigo —dije y caminé hacia la
cocina, añadiendo un poco de contoneo extra a mis
caderas. Lo oí
suspirar ruidosamente. Bajé la mirada a mi atuendo,
notando mi
camiseta de tiras, los vaqueros viejos, los pies
descalzos, y el
delantal de chef que decía, Deberías ver mis bollos...
—Ahora, cuando dijiste, 'agarra
una manzana', ¿a qué te estabas
refiriendo, exactamente? —preguntó
desde la cocina donde había
comenzado a sacarte el suéter.
Sacudí la cabeza ante la vista de Simon en una camiseta
negra y
vaqueros degradados. Estaba usando medias otra vez, y me
maravillé
de lo a gusto que parecía en mi cocina.
Caminé alrededor de la encimera de la cocina y agarré mi
palo de
amasar.
—Ya sabes, no pensaré dos veces
antes de golpearte en la cabeza
con esto si sigues este acoso sexual al límite —le advertí, pasando mi
mano arriba y abajo del rodillo sugestivamente.
—Voy a tener que pedirte que no
hagas eso si hablas en serio acerca
de pelar manzanas aquí —dijo él,
los ojos ampliándose.
—Jamás bromeo sobre pastel,
Simon. —Rocié un poco más de harina
sobre el mármol.
Él estuvo en silencio mientras me observaba palmear la
masa del
pastel, respirando a través de su boca.
—Entonces, ¿qué
vas a hacer con eso? —preguntó, con voz baja.
—¿Con esto? —pregunté,
inclinándome sobre la mesa y tal vez
arqueando un poco la espalda mientras lo hacía.
—Aaa-jaam —respondió.
—Voy a estirar la tapa hacia
afuera. ¿Ves, así? —Bromeé otra
vez,
empujando el palo ida y vuelta sobre la masa, asegurándome
de
estar arqueando la espalda cada vez y la acción hacinado
que mis
chicas se unieran.
—Oh Dios —susurró
él, y le sonreí con picardía.
—¿Vas a estar bien allí, grandote?
Esta es sólo la tapa superior,
todavía tengo que trabajar en mi inferior —dije por encima del
hombro.
Sus manos se aferraron al borde de la encimera.
—Manzanas. Manzanas. Voy a pelar
algunas manzanas —se dijo a sí
mismo y se dio la vuelta hacia el colador lleno de
manzanas en el
fregadero.
—Déjame que te de la pelador a —dije, yendo detrás de él y
presionándome contra su cuerpo mientras me acurrucaba
alrededor
de su lado para agarrar la peladora de vegetales del otro
fregadero.
Esto era divertido.
—Pelando manzanas, sólo pelando
manzanas. No sentí tus senos. No,
no, yo no —cantó mientras yo me
reía abiertamente de él.
—Aquí, pela esto —dije, teniendo compasión de él y alejándome de
su espacio de cocina. Puede que haya olido su camiseta.
—¿Me acabas de oler? —preguntó, manteniéndose dado vuelta.
—Puede ser —admití,
volviendo a mi palo de amasar, el cual apreté
con fuerza.
—Eso creí.
—Oye, si tú puedes oler, yo puedo
oler —espeté en respuesta,
sacando mi frustración sexual en un inofensivo Pâte
Brisée (4).
—Muy justo. Entonces, ¿qué puntaje tengo?
—Bueno. Muy bueno, en realidad. ¿Downy?
—Bounce. Perdí mi dispensador de
Downy (5) —confesó.
Reí, y seguimos amasando y pelando. Al cabo de 15
minutos, tuvimos
un tazón lleno de manzanas peladas y cortadas en rodajas,
una tapa
de tarta perfectamente enrollada, y ambos habíamos
terminado
nuestra primera copa de vino.
—Bien, ¿qué
sigue? —preguntó él, limpiando la harina y ordenando
en general.
—Ahora condimentamos las cosas y
añadimos un poco de cítricos —
respondí, alineando la canela y la nuez moscada, mi tazón
de azúcar
y un limón.
—Bien, ¿dónde
me quieres? —preguntó él, teniendo cuidado de
mostrarme sus manos, ahora cubiertas de harina.
Visiones corrieron a través de mi mente, y tuve que
tragarme una
invitación de mostrarle exactamente dónde lo quería.
—Primero quítate el polvo, y
luego podremos comenzar. Puedes ser
mi asistente.
Miró alrededor en busca de un repasador, y yo me di la
vuelta para
buscar el que sabía que había dejado afuera. Ya había
comenzado a ir
por él en la encimare cuando sentí dos manos muy fuertes
y muy
específicamente posadas en mi trasero.
—Um, ¿hola?
—dije, congelándome en el lugar.
—Hola —respondió
alegremente, sin dejar ir las manos.
—Explícate, por favor —ordené, intentando no darme cuenta de cómo
mi corazón estaba intentando salir de mi cuerpo a través
de mi boca.
—Me dijiste que encontrara algo
con lo que limpiarme las manos —
tartamudeó, intentando con fuerza no reírse mientras le
daba a cada
cachete un pequeño apretón.
—¿Y por eso entendiste mi
trasero? —Me reí en respuesta y me di la
vuelta para enfrentarlo, sacando sus manos con las mías.
—¿Qué puedo decir? Me tomo
libertades con mis vecinos —respondió,
sus ojos yendo ahora de mis ojos a mis labios.
—Tenemos una tarta que hacer, señor.
Le agradecería que recordara
sus modales. Nadie toca mi trasero sin una invitación. —Me reí, aún
sosteniendo mis manos. Sentí su pulgar trazar pequeños círculos
en
la parte interna de mi palma, y mi cabeza se puso
mareada. Este
chico iba a ser mi muerte—. Ve
allí, manitas, y compórtate —le
instruí.
Él sonrió y se dio la vuelta, lo que me dio la
oportunidad de
murmurar: "Oh mi Señor Jesús" a nadie en
particular antes de
encontrarme con él de vuelta en el cuenco de manzanas.
—Bien, tú haces lo que te diga, ¿entendido? —dije, echando azúcar
en el tazón.
—Entendido.
Comencé a sacudir las manzanas con mis manos y Simon
siguió mis
instrucciones al pie de la letra. Cuando le pedí más azúcar,
el lo hizo.
Cuando le pedí más canela, él obedeció. Cuando le pedí
que
exprimiera el limón, él lo hizo tan bien que tuve
problemas
manteniendo mi lengua en la boca y fuera de su garganta.
Agarré una y la probé, y cuando finalmente estuvieron
bien, levanté
una punta a su boca.
—Ábrela —dije,
y él se inclinó.
Puse una manzana en su lengua, y él cerró la boca antes
de que
tuviera la oportunidad de sacar mis dedos. Dejó que sus
labios se
cerraran alrededor de dos, y yo lentamente los retiré,
sintiendo su
lengua envolverse alrededor de ellos delicada y deliberadamente.
—Delicioso —dijo
en voz baja.
(1)Conocido como Dimensión Desconocida en Latinoamérica,
fue una
serie de televisión estadounidense.
(2) Cockblocker es un término que se utiliza para
referirse a una
persona que te hace pasar vergüenza frente a alguien a
quien se
quiere conquistar.
(3) Parque Estatal Big Basin Redwoods, queda en
California, EEUU.
(4) Masa Quebrada en francés.
(5) Downy y Bounce son dos marcas de suavizantes. El
dispensador
es lo que se usa para poner el producto en el lavarropas.
* * * * *
10
Parte III
Traducido SOS por Monikgv
—Gah, —respondí,
los ojos cruzándose un poco ante el sexo en dos
patas que se mostraba frente a mí.
Él mordió. —Dulce. Dulce,
Caroline.
—Gah, —manejé
de nuevo. El Cerebro sabía que esto era malo. El
Corazón estaba latiendo fuera de nuestro pecho.
—¿Bueno para ti? —preguntó, esa sonrisa conocedora pisando
peligrosamente cerca del territorio de la sonrisa de
satisfacción.
—Bueno para mí, —respondí,
en fuego después de la lamida de
dedos. Estúpida tregua, estúpido harén. ¿A
quién le importaba si no
había un real O? Necesitaba estar en contacto con este
hombre de la
peor manera.
Mi pared sexual había sido golpeada, y cuando me
preparaba para
arrancarle la ropa de su cuerpo, tirarlo al suelo, y
montarlo en medio
de una pila de manzanas y canela sólo con un rodillo para
guiarnos,
mi teléfono sonó.
Gracias, Jesús.
Miré al demonio con ojos azules y me lancé al otro lado
de la
habitación, lejos del vudú revolvedor de cerebros. Vi su
cara mientras
corría, y el se veía un poco decepcionado.
—Chica, ¿qué
vas a hacer esta noche? —Gritó Mimi en el teléfono. Lo
sostuve lejos de mi oreja antes de que la hemorragia
comenzara.
Mimi tenía tres niveles de sonido: Alto Normal, Alto
Emocionado, y
Alto Borracho. Ella estaba dejando el Emocionado y estaba
en camino
al Borracho.
—Me estoy preparando para cenar. ¿Dónde estás? —Pregunté,
asintiéndole a Simon que había comenzado a verter las
manzanas en
el molde del pastel.
—Salí a tomar con Sophia. ¿Qué estás haciendo? —Gritó.
—Te acabo de decir, ¡preparándome para cenar! —Me reí.
Simon vino a la sala de estar con el pastel en sus manos.
—¿Debería
poner esto en el horno? —Preguntó.
—Espera, Mimi. Aún no, aún
necesito pasarle un poco de crema, —le
dije, y él se metió de nuevo en la cocina.
—¡Caroline Reynolds, ese era un
hombre! ¿Quién era? ¿Con quién
vas
a cenar? ¿Y a qué le estás
pasando crema? —Me disparó, su voz cada
vez más fuerte.
—Cálmate. ¡Dios
mío, eres escandalosa! Voy a cenar con Simon, y
estamos haciendo un pastel de manzana, —le
expliqué, lo cual ella
inmediatamente le gritó a Sophia.
—Mierda, —murmuré
cuando escuché el teléfono ser tirado lejos de
Mimi.
—Reynolds, ¿qué
estás haciendo? ¿Estás haciendo pasteles con tu
vecino? ¿Estás desnuda? —Gritó Sophia, tomando su turno para
molestarme.
—De acuerdo, no, y ustedes
necesitan calmarse. Voy a colgar ahora,
—grité sobre ella gritándome a mí.
Podía escuchar a Mimi gritar cosas
sucias sobre pasteles y crema. Sophia estaba en medio de
amenazarme con no colgarle, cuando justo hice eso.
Suspiré y fui a encontrar a Simon, con sus manos llenas
de pastel.
Aspiré a mi pesar.
—Oh, Dios mío, esto está tan
bueno, —lloriqueé, cerrando mis ojos y
perdiéndome con las sensaciones.
—Sabía que te gustaría, pero no
tenía idea de que lo disfrutarías
tanto, —susurró, mirándome con
gran atención.
—Deja de hablar, vas a arruinarlo
para mí, —gemí, estirándome y
sintiendo como yo respondía a todo lo que él me estaba
dando.
—¿Querías otra? —me
ofreció, levantándose sobre los codos.
—Si me tengo otra, no voy a ser
capaz de caminar mañana.
—Adelante, se una mala chica —te lo mereces. Se que la quieres,
Caroline, —bromeó, inclinándose más
cerca.
—Está bien, —logré
decir, abriéndosela de nuevo. Cerré mis ojos y lo
escuché revolviendo algo antes de meterlo. Suspirando
mientras lo
sentí, cerré mis labios alrededor de lo que me ofrecía.
—Nunca había visto a una mujer
que pudiera tener tanto en una
sentada, —se maravilló, mirándome
desatarme una vez más.
—Sí, bueno, nunca has conocido a
una mujer a la que le gusten las
albóndigas tanto como a mí, —gemí
con la boca llena, sintiéndome
llena más allá de la creencia, pero no queriendo que esta
comida
termine.
Simon me había cocinado muy posiblemente la comida más
perfecta,
golpeando cada papila gustativa que necesitaba ser golpeada.
Él
había aprendido a hacer las albóndigas más increíbles de
una mujer
en Nápoles, y él había jurado que serían las mejores que
había
probado. Después de no menos de siete bromas sobre bolas
y mocas,
tuve que estar de acuerdo de que eran las mejores bolas
que había
tenido en mi boca.
Dios, él daba geniales albóndigas.
Luego procedí a comer casi medio kilo de pasta yo sola,
así como
todas mis albóndigas, más de la mitad de las de él.
Insistí en que él
comiera la última, pero se negó y trajo la perfección que
era su
albóndiga hacia mi boca dispuesta.
Simon era un anfitrión excelente, insistiéndome que me
sentara,
bebiera vino, y que viera en vez de ayudar. Me entretuvo
con
historias sobre sus viajes mientras tenía todo listo, y
mientras la
comida era simple, era buena. —Nonni
me hizo prometerle que si me
mostraba como hacer su polpette sólo las serviría con su
salsa
especial. Si me atrevía a servirlas con un tarro de salsa
marca Prego,
ella cruzaría el océano para quebrar su cuchara de madera
en mi
espalda.
—¿Ella te hizo decirle Nonni? —Me reí, echándome hacia atrás en mi
silla y desabotonándome el botón superior de los
vaqueros. No tenía
vergüenza. Había comido una cantidad obscena.
—¿Sabes lo que significa Nonni? —preguntó, sorprendido.
—Yo tenía una bisabuela italiana.
Ella insistía que la llamáramos
Nonni. —Me reí de nuevo cuando
sus ojos fueron hasta mis manos
que masajeaban mi estómago.
—¿Vas a estar bien allí? —Levantó las cejas mientras se levantaba
para limpiar.
—Sip, sólo necesito respirar un
poco. —Gemí, levantándome de la
mesa.
—No, no, no tienes que ayudarme, —dijo, corriendo hacia mi lado y
tomando mi plato.
—Oh, no, no lo iba a hacer. Iba a
dejar esto y desmayarme en ese
sofá justo allí, —dije, señalando
hacia la sala de estar.
—Ve a relajarte. Cualquiera que
acaba de tener tantas bolas en su
boca merece un descanso, —bromeó,
y yo le jalé una oreja.
—¡Dije que no más bromas sobre
bolas! Ya tuviste tu diversión, ahora
déjame ir a morir en paz. —Me
arrastré hasta la sala de estar.
Realmente había hecho un pequeño cerdo de mí misma, pero
estuvieron realmente buenas. Me recliné y abrí otro botón
de mis
vaqueros, relajándome en los cojines y reproduciendo
algunos de los
puntos más buenos de la noche.
Ver a Simon cocinar fue, en una palabra, sexy. Él
realmente estaba
en la casa en una cocina, su alboroto sobre el pastel de
antes a un
lado. Incluso su ensalada —simple,
verde y con aderezo de limón y
aceite de oliva, sal, pimienta, y un buen parmesano —era fácil y
perfecta.
—Sal rosa Himalaya, muchas
gracias, —había dicho orgulloso,
sacando una bolsa de su despensa. Él lo había traído de
uno de sus
muchos viajes y me hizo probar un poco antes de rociarlo
sobre la
ensalada. Pudo haber sido pretencioso, pero se ajustaba a
Simon. Las
muchas facetas de este chico eran asombrosas. Mis
primeros
supuestos sobre él estaban probando que estaba
completamente
equivocada. Como los supuestos tienden a ser…
Podía escucharlo ocupándose de los platos, y tanto como
probablemente pude haber ido a ayudarlo, simplemente no
podía
sacarme del sofá. Me acurruqué en mi lado y miré
alrededor de su
sala de estar de nuevo, mis ojos volvieron a las pequeñas
botellas de
arena de todo el mundo. Me maravillé de qué tan viajero
era, y
cuanto él parecía disfrutarlo. Miré las fotos de la mujer
en Bora Bora
—su piel oscura y hermosa y los
planos suaves de su cuerpo— y
pensé sobre cuan diferentes eran las tres mujeres de su
harén. Oops,
hagan eso tres ahora que Katie/Spanx estaba con su nuevo
hombre.
De pronto pude oler el pastel de manzana y escuchar el
ruido
metálico de la puerta del horno cerrarse. Yo lo había
puesto en su
horno tan pronto como vinimos así estaría listo para
después de la
cena.
—No te atrevas a servirme pastel
ahora. ¡Estoy llena, te lo digo,
llena! —Le grité.
—Tranquila, sólo se está
enfriando, —me regañó, viniendo alrededor
de la esquina desde la cocina—.
Tienes que moverte un poco,
hermana. Es hora de la película, —indicó,
empujándome con su dedo
gordo del pie mientras yo luchaba por sentarme recta.
—¿Qué es lo que vamos a ver?
— El Exorcista, —susurró, apagando la luz al final de la mesa y
dejando la sala muy oscura.
—¿Estás jodiéndome? —Grité, inclinándome sobre él para encenderla
de nuevo.
—No seas cobarde. Vas a verla, —siseó, apagándola de nuevo.
—No soy cobarde, pero está lo estúpido
y lo no estúpido, ¡y lo
estúpido es ver una película como El Exorcista con
las luces
apagadas! ¡Eso sólo es meterse en
problemas! —Siseé,
encendiéndola otra vez.
Estaba comenzando a parecerse a una discoteca aquí…
—Está bien, haré un trato
contigo. Luces apagadas, pero —me hizo
callar con su dedo cuando vio que iba a comenzar a
interrumpirlo —si
te asustas mucho, encendemos las luces. ¿Trato?
Yo seguía inclinada sobre él en mi camino a encender las
luces de
nuevo cuando noté lo cerca que estaba de su cara. Y el ángulo
en el
que estaba sobre él como una chica esperando a ser
nalgueada. Y
sabía que él era capaz de darme una…
—Bien, —resoplé
mientras los créditos iniciales comenzaron. Regresé
a la posición normal de sentada.
Él me sonrió triunfalmente y me dio un pulgar hacia
arriba.
—Si me muestras ese pulgar una
vez más te lo voy a morder, —
gruñí, tirando de un afgano(1) de la parte trasera del
sofá y
enroscándolo protectoramente alrededor de mí. Un minuto
en la
película, y yo ya estaba asustada.
Estaba tensa a partir de ese momento, y cualquier idea
que pude
haber tenido sobre chicas siendo ridículas con los chicos
cuando
miraban películas de miedo se fue por la borda cuando
Regan se
orinó en la cena.
Cuando el sacerdote llegó para una visita, yo estaba prácticamente
sentada en el regazo de Simon, mi mano derecha tenía un
apretón
mortal en su muslo, y yo estaba viendo la película a través
de los
agujeros del afgano, el cual había colocado totalmente
sobre mi
cabeza.
—Realmente, literalmente, te odio
por hacerme ver esta película, —
susurré en su oído, el cual estaba justo en mi cara
porque me negaba
a dejar cualquier espacio entre nosotros. Yo incluso lo
había
acompañado al baño antes cuando tomamos un descanso. Él
insistió
en que me quedara afuera en el pasillo, pero me quedé de
pie justo
afuera de la puerta, con los ojos mirando alrededor
furtivamente, aún
con el afgano sobre mi cabeza.
—¿Quieres que la detenga? No
quiero que tengas pesadillas, —
susurró de vuelta, sus ojos en la pantalla.
—Sólo no golpees las paredes por
unas cuantas noches, por favor. No
seré capaz de soportarlo, —dije,
mirándolo a través de uno de mis
agujeros.
—¿Has escuchado algún golpe últimamente?
—preguntó, rodando los
ojos como lo hacía cada vez que me miraba con el ridículo
afgano en
la cabeza.
—No, en realidad no. ¿Por qué es eso? —pregunté.
Él tomó aliento. —Bueno, yo —comenzó, y luego los ruidos más
maniáticamente aterradores comenzaron a venir de la
televisión, y
los dos saltamos.
—Bueno, tal vez esta película es
un poco aterradora. ¿Quieres
sentarte más cerca? —preguntó,
presionando el botón de pausa en el
control.
—Pensé que nunca lo pedirías, —exclamé, lanzándome plenamente
en su regazo y asentándome entre sus mulos—. ¿Quieres un poco de
afgano? —ofrecí, y él se rió.
No, puedo enfrentarlo como un hombre. Tú, sin embargo, quédate
allí
abajo, —bromeó.
Le entrecerré mis ojos a través de los agujeros y metí un
dedo a
través del tejido. —Adivina cuál
dedo es este, —dije, moviéndolo
hacia él.
—Shhh, película, —contestó, envolviendo sus brazos alrededor de mí
y tirando de mí contra su pecho.
Él era cálido y fuerte y poderoso, pero absolutamente no
puede
competir con el terror que era El Exorcista. ¿De qué hemos estado
hablando? Ahora no podía pensar en ninguna pared golpeada
excepto
la que Regan estaba golpeando actualmente y salpicando
con sopa de
guisantes. Miramos el resto de la maldita película
enrollados uno
alrededor del otro como pretzels, y él finalmente sucumbió
a la falsa
seguridad que los agujeros del afgano podían
proporcionar.
Clic. Clic. Clic.
¿Qué demonios fue eso?
Clic. Clic. Clic.
Oh no.
Me quedé paralizada en mi cama, todas las luces
encendidas en todo
mi apartamento.
Clic. Clic. Clic.
Tiré de las mantas más hacia arriba, cubriendo mi cara
hasta mis
ojos, que mantuvieron una vigilancia constante alrededor
de la
habitación. El Cerebro sabía que estábamos a salvo y
seguros, pero
también seguía reproduciendo escenas de esa terrible,
terrible
película, haciendo imposible el apagar por la noche e ir
a dormir. Los
Nervios tenían todo bajo llave, abriendo un camino
ardiente de
adrenalina por todo mi cuerpo. Odiaba a Simon con cada
fibra de mi
ser en este momento. También deseaba que estuviera aquí.
Clic. Clic. Clic.
¿Qué fue eso?
Clic. Clic.
Nada.
Luego Clive saltó sobre la cama, y yo gritaba como en un
asesinato
sangriento. Clive hinchó su cola y me siseó, preguntándose
por qué
diablos mami estaba gritándole, estoy segura. El
clic-clic-clic eran sus
malditas uñas gatunas.
Mi teléfono vibró un instante después, sacudiendo la
mesita de noche
entera y provocando otro grito de mí. Era Simon.
—¿Qué diablos pasa? ¿Por qué estás gritando? ¿Estás bien?
—gritó
cuando contesté, y podía escucharlo a través del teléfono
y a través
de la pared.
—Trae tu culo aquí ahora, tú hijo
de puta manipulador de películas de
terror, —dije furiosa y colgué.
Golpeé la pared y corrí para abrir la
puerta. De la misma forma en la que había corrido los
escalones del
sótano cuando era una niña, y salí corriendo de vuelta a
mi
habitación, saltando los últimos metros y aterrizando en
el centro de
mi cama. Me envolví las mantas a mí alrededor y me asomé,
esperando. Él tocó a la puerta, y escuché la puerta
abrirse.
—¿Caroline? —llamó.
—Aquí atrás, —grité.
Triste de que me había reducido a esto, pero
estaba agradecida de verlo.
—Traje pastel, —dijo
con una sonrisa avergonzada—. Y esto, —
añadió, sacando el afgano de detrás de su espalda.
—Gracias. —Le
sonreí desde atrás de mi almohada de escudo.
Unos minutos más tarde estábamos en mi cama, cada uno
balanceando un plato y un vaso de leche. Habíamos estado
muy
llenos, luego demasiado asustados para comer pastel
antes. Clive y
sus uñas fantasmagóricas se retiraron a la otra habitación
después de
rodar sus ojos hacia Simon y mover su cola.
—¿Cuántos años tienes? —Le pregunté, interrumpiendo mi pastel.
—Veintiocho. ¿Cuántos
años tienes tú?
—Veintiséis. Tenemos veintiocho y
veintiséis años y estamos
aterrorizados por una película, —reflexioné,
hurgando en un bocado.
El pastel estaba bueno.
—Yo no diría que estoy
aterrorizado, —replicó él—. ¿Asustado? Sí.
Pero sólo vine para hacer que dejaras de gritar.
—Y probar mi pastel, —añadí, guiñándole un ojo.
—Cállate, tú, —me
advirtió, y luego siguió y probó mi pastel.
—Jesús, está bueno, —susurró, sus ojos cerrados mientras
masticaba.
—Lo se. ¿Qué
pasa con las manzanas y los pasteles hechos en casa?
¿Hay algo mejor?
—Si estuviéramos comiendo esto
desnudos, entonces sería mejor, —
sonrió, abriendo un ojo.
—Nadie se está desnudando aquí,
amigo. Sólo come tu pastel. —
Señalé su plato con mi tenedor.
Masticamos.
—Me siento mejor, —añadí unos minutos después, bebiendo mi leche.
—Yo también. No muy asustado.
Sonrió mientras tomaba su plato y lo colocaba en la
mesita de noche.
Suspiré contenta y me recosté contra mis almohadas,
saciada y
menos asustada.
—Entonces, voy a preguntar… ¿James Brown? Quiero decir, ¿James
Brown? —Se rió, y yo lo
pateé mientras se recostaba a mi lado. Nos dimos
la vuelta sobre nuestros costados para estar de frente,
con los
brazos debajo de las almohadas.
—Lo se, lo se. ¡No
puedo creer que tú te aguantaste tanto como lo
hiciste! Se que has estado muriendo por hacer bromas
desde anoche.
—En serio, ¿quién
es este tipo? —preguntó.
—Es un nuevo cliente.
—Ah, ya entiendo, —dijo, viéndose complacido.
—Y un antiguo novio, —añadí, observando su reacción.
—Ya veo. Nuevo cliente pero
antiguo novio —espera, ¿el
abogado? —
preguntó, tratando de mantener su expresión neutral, pero
fallando.
—Sip. No lo había visto en unos años.
—¿Cómo va a funcionar eso?
—Aún no lo se. Ya veremos.
Realmente no sabía cómo iban a ir las cosas con James. Me
alegré de
verlo, pero iba a ser difícil mantener las cosas
profesionales si él
quería más. En el pasado él había tenido más control
sobre mí del
que estaba cómoda de ceder. Me encontré a mí misma
absorbida por
el tirón gravitacional que era James Brown —el abogado, no el
Padrino del Soul.
—De todos modos, sólo vamos a
estar trabajando juntos. Va a ser un
gran trabajo para mí. Él quiere que su lugar completo sea
renovado.
—Suspiré, ya planeando la paleta.
Rodé sobre mi espalda y me estiré.
Realmente me había abusado de mi estómago esta noche y
estaba
comenzando a tener sueño.
—Él no me gusta, —dijo Simon de repente, después de una larga
pausa.
Me volví y lo vi frunciendo el ceño.
—¡Ni siquiera lo conoces! ¿Cómo podría posiblemente no gustarte? —
Me reí.
—Simplemente no me gusta, —dijo, ahora dirigiendo su mirada a la
mía y liberando el poder de esos azules.
—Oh, por favor, no eres más que
un niño apestoso. —Me reí,
alborotando su cabello. Paso en falso. Era muy suave…
—Yo no apesto. Tú misma lo
dijiste que yo era como el fresco abril, —
protestó, levantando su brazo y oliendo.
—Sí, Simon, hueles delicioso, —dije sin expresión, oliendo el aire a mi
alrededor.
Él dejó su brazo alto sobre la almohada, y yo sabía que
si rodaba un
poco podría deslizarme justo en el rincón. Él me miró,
levantando las
cejas ligeramente. ¿Estaba
pensando lo que yo estaba pensando?
¿Quería que me acurrucara?
¿Yo quería acurrucarme?
Oh al demonio con eso…
—Me voy a acurrucar, —anuncié y fui a acurrucarme: la cabeza
acomodada en el rincón, brazo izquierdo sobre pecho,
brazo derecho
debajo de su almohada. Las piernas las guardé para mí —yo no era
una total tonta.
—Bueno, hola allí, —dijo, sonando sorprendido. Luego se acurrucó a
mi alrededor de inmediato. Suspiré de nuevo, envuelta en
el vudú y
el chico.
—¿A qué viene esto, amiga?
—susurró en mi cabello, y me estremecí.
—Reacción tardía a Linda
Blair(2). Necesito un poco de tiempo de
acurrucarme. Los amigos pueden acurrucarse, ¿no?
—Claro, ¿pero
nosotros somos amigos que pueden acurrucarse? —
preguntó, trazando círculos en mi espalda. Él y sus
endemoniados
dedos que hacen círculos.
—Puedo manejarlo. ¿Tú? —Contuve mi aliento.
—Puedo manejar cualquier cosa,
pero… —comenzó, y luego se
detuvo.
—¿Qué? ¿Qué
ibas a decir? —pregunté, inclinándome para mirarlo.
Un mechón de cabello se salió de mi cola de caballo y cayó
entre
nosotros. Lentamente, y con mucho cuidado, él lo coloco
detrás de mi
oreja.
—¿Digamos que si estuvieras
usando ese camisón rosa? Estarías en
un montón de problemas.
—Bueno, entonces es algo bueno
que sólo somos amigos, ¿verdad?
—Me obligué a decir.
—Amigos, sí.
Él me miró a los ojos.
Yo aspiré, él sopló hacia fuera. Intercambiamos aire
real.
—Sólo acurrúcame, Simon, —dije en voz baja, y él sonrío.
—Ven de vuelta aquí, —dijo y me convenció para ir de vuelta a su
pecho. Me deslicé, descansando donde podía escuchar los
latidos de
su corazón. Él dobló el afgano sobre nosotros, y noté de
nuevo lo
suave que era. Me había servido bien esta noche, este
afgano.
—me encanta este afgano, pero
tengo que decir que no calza
realmente con tu apartamento —el
motivo de chico genial que tienes,
—reflexioné. Era anaranjado y
verde y muy retro. Él estaba en
silencio, y creí que tal vez se había quedado dormido.
—Era de mi mamá, —dijo en voz baja, y su agarre sobre mí se volvió
infinitamente más fuerte.
No había nada que decir después de eso.
Simon y yo dormimos juntos esa noche, con todas las luces
en todo
el lugar encendidas.
Clive y sus uñas se mantuvieron alejados.
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(1)Un afgano es una manta, abrigo o chal hecho de hilos
de colores.
(2)Linda Blair es una actriz de cine estadounidense,
internacionalmente conocida por su rol como Regan MacNeil
en la
película El Exorcista.
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