1
Traducido por Monikgv
—OH, DIOS.
Pum.
—Oh, Dios.
Pum pum.
Que diablos…
—¡Oh, Dios, eso está tan bien!
Me desperté de pronto, confundida mientras miraba
alrededor en la
extraña habitación. Cajas en el suelo. Fotos apoyadas
contra la
pared.
Mi nueva habitación, en mi nuevo apartamento, me
recordé a mí
misma, colocando ambas manos en el edredón, mostrándome
el
lujoso número de hilos. Incluso media dormida, estaba
consciente de
la cuenta de los hilos.
—Mmm… Sí,
nene. Justo ahí. Justo así… ¡No te detengas, no te
detengas!
Oh chico…
Me senté, froté mis ojos, y me di la vuelta para mirar la
pared detrás
de mí, comenzando a entender lo que me había despertado.
Mis
manos todavía acariciaban distraídamente el edredón,
llamando la
atención de Clive, mi maravilloso gato. Colocando su
cabeza bajo mi
mano, Clive exigió que lo acariciara. Lo acaricié
mientras miraba
alrededor y me orientaba en mi nuevo lugar.
Me había mudado temprano ese día. Era un apartamento magnífico:
habitaciones espaciosas, pisos de madera, puertas
arqueadas —
¡incluso tenía una chimenea! No
tenía idea de cómo construir una
fogata, pero eso era aquí y allá. Estaba muriendo por
poner cosas
sobre la repisa de la chimenea. Al ser diseñadora de
interiores, tengo
un hábito de colocar cosas mentalmente en casi todos los
espacios,
sea que me pertenecían a mí o no. Eso volvía a mis amigas
un
poquito locas a veces, como estaba constantemente
reubicando sus
chucherías.
Había pasado el día mudándome, y después de sumergirme en
la
increíble y profunda bañera con patas estilo garras hasta
quedar
como una ciruela pasa, me acomodé en la cama y disfruté
de los
crujidos y chirridos de mi nuevo hogar: las luces del tráfico
afuera, un
poco de música suave, y el reconfortante clic-clic de
Clive explorando.
El clic-clic venía de su cutícula, verán…
Mi nuevo hogar, pensé con satisfacción mientras me
deslizaba en un fácil
sueño, y por eso estaba tan sorprendida de estar
despierta a
las… vamos a ver…
dos y treinta y siete de la mañana.
Me encontré mirando estúpidamente hacia el techo,
tratando de
volver a un estado relajado, pero fui sorprendida de
nuevo cuando mi
cabecera se movió —se golpeó
contra la pared mejor dicho.
¿Me están tomando el pelo? Luego escuché, muy
claramente:
—Oh, Simon, ¡eso
está tan bien! Mmm…
Aw, cielos.
Parpadeando, me sentía más despierta ahora y un poco
fascinada por
lo que claramente estaba pasando al otro lado. Miré a
Clive, él me
miró a mí, y si no fuera porque estaba tan cansada habría
estado
muy segura de que él me guiñó un ojo. Supongo que
alguien debería
estar teniendo un poco.
Yo había estado en un pequeño periodo de sequía por un
tiempo. Por
un tiempo muy largo. Un mal sexo rápido de una noche en
un
momento inoportuno se había robado mi orgasmo. Él se había
ido de
vacaciones por seis meses hasta ahora. Seis largos meses.
Los inicios del túnel carpiano estaban amenazando con
asentarse
mientras yo trataba desesperadamente de liberarme a mí
misma.
Pero O estaba el lo que parece una interrupción
permanente. Y no me
refiero a Oprah.
Aparté los pensamientos de mi O perdido y me acurruqué a
un lado.
Todo parecía tranquilo ahora, y comencé a ir a la deriva
de mi sueño,
Clive ronroneando alegremente a mi lado. Entonces se
desató todo el
infierno.
—¡Sí! ¡Sí!
Oh, Dios… ¡Oh Dios!
Una pintura que había apoyado en la repisa sobre mi cama
se cayó y
golpeó ruidosamente mi cabeza. Eso me enseñaría a vivir
en San
Francisco y no asegurarme de que todo está seguramente
montado. Hablando de montado…
Frotando mi cabeza y maldiciendo lo suficiente para hacer
que Clive
se sonrojara —si los gatos
pudieran sonrojarse— miré de nuevo la
pared detrás de mí. Mi cabecera estaba literalmente
golpeando contra
ella mientras el escándalo continuaba al lado.
—Mmm… ¡sí,
nene, sí, sí, sí! —gritó la escandalosa… y concluyó con
un suspiro de satisfacción.
Luego escuché, por el amor a todo lo que es sagrado, nalgadas.
No puedes
interpretar mal el sonido de una buena nalgada, y alguien
estaba recibiendo una al lado.
—Oh, Dios, Simon. Sí. He
sido una chica mala. ¡Sí, sí!
Increíble… Más nalgadas, y luego el sonido
inconfundible de una voz
masculina, gimiendo y suspirando.
Me levanté, moví la cama a unos cuantos centímetros de
distancia de
la pared, y resoplé debajo del edredón, mirando a la
pared todo el
tiempo.
Me dormí esa noche después de jurar que golpearía de
vuelta si
escuchaba un chistido más. O un gemido. O una nalgada.
Bienvenida al vecindario.
* * * * *
2
Traducido por Monikgv
A LA MAÑANA SIGUIENTE, mi primera mañana oficial en mi
nueva
casa, me encontró tomando una taza de café y comiendo una
dona
que sobro de la mudanza de ayer.
No estaba tan despierta como había esperado para comenzar
mi
fiesta de nunca acabar de desempacar, y silenciosamente
maldije las
payasadas de anoche de al lado. La chica fue follada,
nalgueada, se
vino, se durmió. Lo mismo para Simon. Supongo que su
nombre es
Simon, ya que la chica a la que le gustó ser nalgueada lo
llamaba así.
Y realmente, si ella estaba inventando un nombre habían
otros más
calientes que Simon para gritarlos en agonía.
Agonía… Dios, extrañaba la
agonía.
—¿Aún nada, huh, O? —Suspiré, mirando hacia abajo. Durante el
cuarto mes de O Perdido, yo había comenzado a hablarle a
mi O
como si él fuera una entidad real. Él se sentía lo
suficientemente real
cuando movía mi mundo en el pasado, pero por desgracia,
ahora ese
O me había abandonado, no estaba segura de si la
reconocería si la
viera. Este es un día triste, un día triste en el que
una chica ni
siquiera conoce a su propio orgasmo, pensé,
mirando con nostalgia por la
ventana hacia la ciudad de San Francisco.
Desdoblé mis piernas y caminé hacia el fregadero para
enjuagar mi
taza de café. Poniéndola en el fregadero para que se
escurra, puse mi
cabello rubio claro recogido en una cola de cabello
descuidada y
contemplé el caos que me rodeaba. No importa qué tan bien
lo
planeé, no importa qué tan bien etiqueté esas cajas, no
importa
cuántas veces le dije a ese idiota tipo de la mudanza
que si decía
COCINA no pertenecía al BAÑO, todavía era un
desastre.
—¿Qué te parece Clive? ¿Deberíamos comenzar aquí o en la sala de
estar? —Él estaba acurrucado en
una de las ventanas. Lo reconozco,
cuando estaba buscando lugares nuevos para vivir, siempre
miraba
las ventanas. A Clive le gustaba mirar hacia el mundo, y
era
agradable verlo esperándome cuando llegaba a casa.
Justo ahora él me miró, y luego pareció asentir hacia la
sala de estar.
—Está bien, la sala de estar será,
—dije, dándome cuenta de que sólo
había hablado tres veces desde que desperté esta mañana,
y cada
palabra pronunciada había sido dirigida a un gatito. Ejem…
Unos veinte minuto más tarde Clive había comenzado a
mirar
fijamente a una paloma y yo estaba clasificando DVDs
cuando
escuché voces en el pasillo. ¡Mis
vecinos ruidosos! Corrí a la puerta,
casi tropezando con una caja, y presioné un ojo a la mirilla
sólo para
ver la puerta de enfrente. Que pervertida soy,
honestamente. Pero no hice
ningún intento por dejar de ver.
No podía ver muy claramente, pero podía escuchar su
conversación;
la voz baja y suave del hombre, seguida de un
inconfundible suspiro
de su compañera.
—Mmm, Simon, anoche fue fantástico.
—Creí que esta mañana fue
fantástica también, —le dijo, plantando lo que
sonaba como un beso caliente en ella.
Huh. Debieron haber estado en otra habitación esta mañana.
Yo no
había escuchado nada. Presioné mi ojo en la mirilla de
nuevo. Sucia
pervertida.
—Sí, lo fue. ¿Me
llamas pronto? —Ella le preguntó, inclinándose por
otro beso.
—Por supuesto, te llamaré cuando
esté de vuelta en la ciudad, —le
prometió, dándole una palmada en el trasero mientras ella
se rió de
nuevo y se dio la vuelta.
Parecía que ella estaba en el lado corto. Adiós, Spanx(1).
El ángulo estaba
mal para poder ver a este Simon, y él estaba de
vuelta en su apartamento
antes de que pudiera obtener algún sentido de
él. Interesante. Entonces esta chica no vive con él.
No había escuchado ningún “te amo” cuando se fue, pero ellos
parecían bastante cómodos. Yo masticaba distraídamente mi
cola de
caballo. Ellos tendrían que estarlo, con lo de las
nalgadas y todo.
Apartando mis pensamientos de nalgadas y Simon de mi
mente, fui
de vuelta a mis DVDs. Nalgueando a Simon. Que gran
nombre para
una banda… Seguí con las haches.
Una hora más tarde estaba colocando Wizard of Oz después
de Willy
Wonka cuando escuche un golpe en la puerta. Había
una pelea en el pasillo
mientras me acerqué a la puerta, y sofoqué una sonrisa.
—No lo dejes caer, idiota, —reprendió una sensual voz.
—oh, cállate. No seas tan
mandona, —espetó una segunda voz.
Rodando mis ojos, abrí la puerta para encontrar a mis dos
mejores
amigas, Sophia y Mimi, sosteniendo una gran caja. —Sin pelear,
señoritas. Las dos son bonitas. —Me
reí, levantándole una ceja a
ambas.
—Ha ha. Graciosa, —respondió Mimi, tambaleándose al interior.
—¿Qué demonios es eso? ¡No puedo creer que ustedes cargaron eso
por cuatro tramos de escaleras! —Mis
chicas no hacían trabajo
manual cuando podían conseguir que alguien más lo
hiciera.
—Créeme, esperamos afuera en un
taxi por alguien que caminara por
allí, pero no tuvimos suerte. Así que los hicimos
nosotras. ¡Feliz
inauguración! —Dijo Sophia. Ellas
lo soltaron, y Sophia cayó
fácilmente en una silla junto ala chimenea.
—Sí, deja de mudarte tanto.
Estamos cansadas de comprarte cosas.
—Se río Mimi, tumbándose en el
sofá y colocando sus manos sobre
su rostro dramáticamente.
Toqué la caja con mi dedo del pie y pregunté—: ¿Y qué es? Y nunca
dije que tenían que comprarme algo. El exprimidor de
jugos Jack
LaLanne no era necesario el año pasado, en serio.
—No seas ingrata. Sólo ábrelo, —instruyó Sophia, señalando a la caja
con su dedo del medio, el cual luego puso en posición
vertical y lo
mostró en mi dirección.
Suspiré y me senté en el suelo delante de él. Yo sabía
que era de la
tienda Williams Sonoma, ya que tenía la cinta indicadora
con la piña
pequeña atada a ella. La caja era pesada, fuera lo que
fuera.
—Oh, no. ¿Qué
hicieron ustedes dos? —Pregunté, viendo un guiño de
Mimi a Sophia. Tirando de la cinta y abriendo la caja,
estaba
demasiado complacida con lo que encontré—.
Chicas, ¡esto es
demasiado!
—Sabemos cuánto extrañas la vieja
que tenías, —se rió Mimi,
sonriéndome.
Hace años, me habían dado una vieja batidora marca
KitchenAid de
una tía abuela que murió. Tenía como cuarenta años, pero
todavía
funcionaba de maravilla. Esas cosas fueron construidas
para durar,
por Dios, y esa había durado hasta hace sólo unos meses
atrás,
cuando finalmente murió de una gran forma. Echó humo y se
descompuso una tarde mientras mezclaba un poco de pan de
calabacín, y por más que lo odiaba, la tiré.
Ahora mientras miraba dentro de la caja, una batidora
KitchenAid
brillante, nueva y de acero inoxidable mirándome,
visiones de
galletas y pasteles comenzaron a danzar en mi cabeza.
—Chicas, es hermosa, —respiré, mirando con deleite a mi nueva
bebé. La levanté gentilmente para admirarla. Pasando mis
manos
sobre ella, extendiendo mis dedos para sentir las suaves
líneas, me
deleitaba el metal frío contra mi piel. Suspiré
suavemente y de hecho
la abracé.
—¿Quieren estar solas? —Preguntó Sophia.
—No, está bien. Quiero que estén
aquí para que sean testigos de
nuestro amor. Además, este es el único instrumento mecánico
que
probablemente me va a traer cualquier placer en un futuro
cercano.
Gracias, chicas. Es muy caro, pero de verdad se los
agradezco, —les
dije.
Clive se acercó, olfateó la batidora, y rápidamente saltó
a la caja
vacía.
—Sólo promete traernos golosinas
deliciosas, y va a valer la pena,
cariño. —Mimi se sentó, mirándome
expectante.
—¿Qué? —Le
pregunté con cautela.
—Caroline, ¿puedo
comenzar con tus cajones ahora? —Preguntó,
tartamudeando y dirigiéndose hacia el dormitorio.
—¿Puedes comenzar qué en mis
cajones? —Respondí, tirando más
fuerte del cordón alrededor de mi cintura.
—¡Tu cocina! ¡Estoy
muriendo por empezar a acomodar todo! —
Exclamó, corriendo ahora en el lugar.
—Oh, diablos sí. ¡Hazlo! Feliz Navidad, rarita, —grité
mientras Mimi
corría triunfalmente hacia la otra habitación.
Mimi era una organizadora profesional. Ella nos había
vuelto locas
cuando estábamos todas juntas en Berkley —con sus tendencias de
trastorno obsesivo-compulsivo y su loca atención al
detalle. Un día
Sophia sugirió que se convirtiera en una organizadora
profesional, y
después de la graduación, fue lo que hizo. Ahora trabaja
en todo el
área de la bahía ayudando a que las familias acomoden
toda su
mierda. La firma de diseño en la que yo trabajaba a veces
pedían su
consejo, y ella incluso había aparecido en unos cuantos
programas
grabados en la ciudad de HGTV(2). El trabajo le calzaba a
la
perfección.
Así que sólo dejé a Mimi hacer lo suyo, sabiendo que mis
cosas
estarían tan perfectamente organizadas que estaría
asombrada.
Sophia y yo continuamos pereceando en la sala de estar,
riéndonos
sobre DVDs que habíamos visto con el paso de los años.
Nos
detuvimos en todas y cada una de las películas con
pandillas de
mocosos de los ochentas, debatiendo si Bender terminó con
Claire
una vez que todos volvieron a la escuela el lunes. Yo voté
porque no,
y aposté a que ella nunca tuvo su arete de vuelta.
Más tarde esa noche, después de que mis amigas se fueron,
me
senté en el sofá en la sala de estar con Clive para mirar
repeticiones
del programa de cocina The Barefoot Contessa en la
red de comida.
Mientras soñaba con las creaciones que estaría preparando
con mi
nueva batidora —y como algún día
quería una cocina como la de Ina
Garten (anfitriona del programa)—
escuché pasos en el pasillo fuera
de mi puerta, y dos voces. Le entrecerré los ojos a
Clive. Spanx debe
haber vuelto.
Saltando del sofá, presioné mi ojo contra la mirilla una
vez más,
tratando de echarle un vistazo a mi vecino. Me lo perdí
de nuevo,
sólo vi su espalda cuando entró a su apartamento detrás
de una
mujer muy alta con largo cabello castaño.
Interesante. Dos mujeres diferentes en dos días.
Prostituto.
Vi la puerta cerrarse y sentí a Clive acurrucándose
alrededor de mis
piernas, ronroneando.
—No, no puedes salir, tontito, —susurré, inclinándome y alzándolo.
Froté su piel sedosa contra mi mejilla, sonriendo
mientras él se
recostaba en mis brazos. Clive era el prostituto por aquí.
Él se
acostaría con cualquiera que le frote su vientre.
Regresando al sofá, vi como Barefoot Contessa nos enseñaba
todo
sobre cómo organizar una fiesta en los Hamptons con
simple
elegancia —y una cuenta bancaria
del tamaño de los Hamptons.
Unas horas más tarde, con la marca de la tela del cojín
del sofá
presionada firmemente en mi frente, me dirigí hacia mi
habitación
para ir a dormir. Mimi había organizado mi armario tan
eficientemente que todo lo que quedaba por hacer era
colgar cuadros
y arreglar algunas cosillas. Deliberadamente quité las
fotos de la
estantería sobre mi cama. No iba a correr riesgos esta
noche. Me
quedé de pie en el centro de la habitación, escuchando
sonidos al
otro lado. Todo tranquilo en el frente occidental. Hasta
ahora, todo
bien. Tal vez anoche fue una cosa de una noche.
Mientras me alistaba para ir a la cama, miré las fotos
enmarcadas de
mi familia y mis amigos; mis papás y yo esquiando en
Tahoe; mis
chicas y yo en Coit Tower. Sophia amaba tomar fotos al
lado de
cualquier cosa fálica. Ella tocaba el violonchelo con la
Orquesta de
San Francisco, y aunque había estado alrededor de
instrumentos
musicales toda su vida, nunca dejaba pasar una broma
cuando veía
una flauta. Ella era retorcida.
Ninguna de las tres estábamos con alguien en ese momento,
algo
raro. Usualmente al menos una de nosotras estaba saliendo
con
alguien, pero desde que Sophia terminó con su último
novio hace
unos meses, todas hemos estado en sequía. Por suerte para
mis
amigas, su sequía no era tan seca como la mía. Por lo que
yo sabía
ellas aún estaban en buenos términos con sus Os.
Recordé con un estremecimiento la noche cuando O y yo nos
separamos. Yo había tenido una serie de malas primeras
citas y
estaba tan frustrada sexualmente que me permití regresar
al
apartamento de un tipo que no tenía ninguna intención de
volver a
ver de nuevo. No es que yo me oponga a lo de una aventura
de una
noche. Ya había hecho la caminata de la vergüenza muchas
mañanas.
¿Pero este chico? Debí haberlo
sabido mejor. Cory Weinstein, bla bla
bla. Su familia poseía una cadena de pizzerías arriba y
debajo de la
costa oeste. Genial escrito, ¿verdad?
Sólo escrito. Él era agradable,
pero aburrido. Pero yo no había estado con un hombre en
un tiempo,
y después de varios martinis y unas palabras de ánimo en
el auto de
camino, cedí y dejé a Cory “salirse
con la suya conmigo.”
Ahora, hasta este momento de mi vida, he compartido esta
vieja
teoría de que el sexo es como la pizza. Incluso cuando es
malo, sigue
siendo bastante bueno. Yo ahora odiaba la pizza. Por
muchas
razones.
Este fue el peor tipo de sexo. Era del estilo
ametralladora: rápido,
rápido, rápido. Eran treinta segundos en las tetas,
sesenta segundos
en algo que estaba cerca de unos centímetros sobre donde
se
suponía que debía estar, y luego dentro. Y afuera. Y
adentro. Y
afuera. Y adentro.
Pero al menos se terminó rápido, ¿cierto?
Diablos, no. Esta
horribilidad se prolongó durante meses. Bueno, no. Pero
por casi
treinta minutos. De adentro. Y afuera. De adentro. Y
afuera. Mi pobre
coño se sentía como si hubiera sido limpiado con un
chorro de arena.
Para el momento que se terminó, y el gritó—: ¡Qué bueno! —antes
de colapsar sobre mí, yo había organizado mentalmente
todas mis
especias y estaba comenzando con los productos de
limpieza debajo
del fregadero. Me vestí, lo cual no tomó mucho tiempo ya
que todavía
estaba casi completamente vestida, y me fui.
La siguiente noche, después de dejar que la Caroline de
Abajo se
recuperara, decidí tratarla con una buena y larga sesión
de amor
propio, acentuada con el amante de la fantasía favorita
de todas,
George Clooney, también conocido Dr. Ross. Pero muy a
pesar mío, O
había abandonado el edificio. Yo encogí los hombros,
pensando que
tal vez él sólo necesitaba una noche, aún experimentando
un poco de
estrés postraumático por Cory Pizzería.
¿Pero la siguiente noche? No O.
Sin señales de él en una semana, o
la siguiente. Mientras las semanas se convertían en un
mes, y los
meses se extendían más y más, yo desarrollé un odio
profundo por
Cory Weinstein. Ese follador ametralladora…
Negué con la cabeza, despejando mis pensamientos de O
mientras
me metía en la cama. Clive esperó hasta que yo me situara
antes de
acurrucarse en el espacio detrás de mis rodillas. Dejó
escapar un
último ronroneo cuando yo apagaba las luces.
—Buenas noches, Sr. Clive, —susurré y caí justo a dormir.
Pum.
—Oh, Dios.
Pum pum.
—Oh, Dios.
Increíble.
Me desperté más rápido esta vez, porque sabía lo que
estaba
escuchando. Me senté en la cama, mirando detrás de mí.
La cama
aún estaba con seguridad lejos de la pared, así que no
sentí ningún
movimiento, pero con toda seguridad allí había algo
moviéndose.
Luego escuche… ¿un siseo?
Miré a Clive, cuya cola estaba toda alborotada. Arqueó
su espalda y
pasó de un lado al otro en el pie de la cama.
—Oye, señor. Está bien. Es sólo que tenemos un vecino
ruidoso, eso
es todo, —lo tranquilicé, estirando la mano hacia él.
Ahí es cuando lo oí.
—Miau.
Incliné mi cabeza hacia un lado, para escuchar más
atentamente.
Estudié a Clive, que me miró como diciendo—: Ese no
fui yo.
—¡Miau! Oh, Dios. ¡Mi-au!
La chica de al lado estaba maullando, ¿Qué rayos le
estaba metiendo
mi vecino para hacer que eso suceda?
Clive, a este punto, se volvió completamente loco y se
lanzó contra la
pared. Él estaba literalmente escalándola, tratando de
llegar hasta
donde el ruido venía, y añadiendo sus propios
maullidos al coro.
—Oooh sí, justo así, Simon… Mmmm… ¡miau, miau, miau!
Santo Dios, habían dos coños fuera de control en ambos
lados de
esta pared esta noche. La mujer tenía acento, aunque
no pude ubicar
de qué lugar. Del este de Europa con seguridad.
¿Checa? ¿Polaca?
¿Estaba yo en serio despierta a las, veamos, una y
dieciséis de la
mañana y tratando de diferenciar el origen nacional de
la mujer
siendo follada al otro lado?
Traté de agarrar a Clive y calmarlo. Sin suerte. Él
estaba castrado, pero
seguía siendo un chico, y quería lo que estaba al otro
lado de
esa pared. Él siguió maullando, como los gatos en
celo, sus maullidos se
mezclaron con los de ella hasta que fue todo lo que
pude hacer
para no llorar por la diversión de este momento. Mi
vida se había
convertido en un teatro de lo absurdo con un coro de
gatos.
Me sobrepuse porque ahora podía oír los gemidos de
Simon. Su voz
era baja y gruesa, y mientras la mujer y Clive
continuaban
llamándose el uno al otro, yo sólo lo escuché a él. Él
gimió y comenzó a
golpear la pared. Él lo estaba llevando a casa.
La mujer maulló más fuerte y más fuerte cuando sin
duda llegó a su
clímax. Sus maullidos se convirtieron en gritos sin
sentido, y
finalmente gritó—: ¡Da! ¡Da! ¡Da!
Ah. Era rusa. Por el amor de San Petersburgo.
Un último golpe, un último gemido —y un último
maullido. Luego
todo estuvo benditamente callado. Excepto por Clive.
Él siguió
suspirando por su amor perdido hasta las benditas
cuatro de la
mañana.
La guerra fría estaba de vuelta…
___________________________________________
(1) Spanx, Inc. es una empresa que fabrica principalmente
pantimedias y ropa interior para mujeres de otros. Spanx
se
especializa en "modelar el cuerpo". Pretende
dar al usuario una apariencia
delgada y bien formada.
(2) HGTV (también conocida como Home & Garden
Television), es un
canal de television por cable que opera en los Estados
Unidos y
Canadá que transmite una variedad de programas sobre cómo
hacerlo con enfoque en la renovción, mantenimiento y
remodelación
del hogar y el jardín.
* * * * *
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