7
Traducido por Mel Markham
Corregido por Pau!!
Me solté del agarre de Hunt mientras una risa retumbó en su
pecho.
—Sólo por eso, chico gracioso…
tú pagas.
Llegaron nuestras bebidas y levanté una ceja, desafiándolo.
Mientras se ponía de pie para pagar, robé su taburete. Era a la
vez
extraño y fortalecedor de estar en un entorno completamente
normal,
como un bar, pero con un traje completamente anormal que no era
mucho un traje. Pero no me quejaba. Me dio la oportunidad de
obtener
una buena mirada de Hunt y su hermosa espalda —esculpida en
músculos y cubierta en piel bronceada. Mis sospechas militares
fueron
confirmadas por el tatuaje de USMC7 sobre su omóplato derecho.
Era
una lección de auto control, trazar las letras con mis ojos pero
no con
mis manos.
Se dio la vuelta para enfrentarme, con las bebidas en las manos, y
ni siquiera fingí que no me lo comía con los ojos.
Era apto para comérselo con los ojos. Y él lo sabía.
Jen, riendo, inclinó y chocó su copa con la mía, pero yo no podía
apartar mi mirada de Hunt.
Jen susurró en mi oído—: Ni que lo hubieras sabido, señorita
Distraída, pero la Operación Tau está yendo bien.
—Suena bien.
—¿Y supongo que no regresaras a casa esta noche con nosotros?
—Suena genial.
Mordí mi labio para esconder una sonrisa, y los ojos de Hunt me
devoraron incluso mientras tomaba un trago de la dulce bebida,
saboreando el suave sabor. Su mirada se dirigió a su copa por un
segundo, y luego de regreso a mí.
7 United States Marine Corps:
Cuerpo de Marines de los Estados Unidos.
55
—Entonces, Hunt —pregunté—, ¿de dónde eres?
—De dónde no soy sería una mejor
pregunta.
—¿Hijo de militar?
Sonrió y me llevó de regreso hasta la primera vez que lo vi. Era
casi
ofensiva su belleza. Era como un niño inteligente en una clase
dónde
todos los demás hacían trampa. Sólo que en lugar de ser bueno en
ecuaciones, él era bueno en existir. Crucé las piernas y sus ojos
las
siguieron. Dijo—: ¿Me estás llamando mocoso?
—Si fuera a nombrarte, mocoso no sería mi primer elección.
Sus dedos rozaron mi tobillo, y ese pequeño toque prendió fuego
mi piel.
—¿Cómo me llamarías, entonces?
—Bueno, ya te llamé blando, —sus encantadores ojos se
estrecharon—, pero estoy más allá de admitir cuando me equivoco.
Sus dedos viajaron de mi tobillo hasta la parte trasera de mi
pantorrilla. Mis músculos se flexionaron instintivamente, y
realmente,
realmente quería saltar la parte de las bromas ingeniosas y
llegar a la
parte en la que su boca estaba en la mía. O en cualquier parte de
mí,
la verdad.
—¿Qué te trae a Budapest? —preguntó.
Me encogí de hombros y enganché mi pie alrededor de su rodilla.
—Nada en particular. Sólo parecía un lugar interesante. —Presioné
suavemente, y dio un paso alejándose de la barra, acercándose a
mí—.
¿Qué hay de ti?
La punta de sus dedos se acercaron a la piel sensible de la parte
trasera de mi rodilla y se quedó de pie tan cerca que si ahora
quisiera
envolver las piernas a su alrededor para acercarlo, podría.
Respondió—:
Siguiendo un capricho.
Mojé mis labios, y sus ojos cayeron en mi boca. Me hallaba tan
cerca de hacerlo seguir otro capricho.
Dije—: ¿Alguna vez eres menos enigmático?
—Creía que a las mujeres les gusta el misterio.
Bajó el tono de su voz, y debe haber golpeado alguna frecuencia
especial porque envió vibraciones a través de mí. Destellaron
luces de
neón amarillas y verdes, proyectando un brillo en su cara.
—Las mujeres amamos un misterio. Pero sólo si
creemos que lo
podemos descifrar. —Su mirada encontró la mía, la intensidad fue a
la
vez desconcertante y embriagadora—. ¿Vas a dejar que te descifre,
Hunt?
56
Apoyó una mano en el borde de mi taburete y su cabeza bajó,
hacia mi oreja. El calor de su aliento envió escalofríos por mi
piel como
un rayo. —Esa es una calle de dos sentidos, princesa.
Iba a decirle que evadía la pregunta cuando Jenny saltó sobre su
hombro, tan cerca de su costado.
—Vamos a volver a la bañera, ¿ustedes vienen?
Hunt se alejó y luché con la urgencia de envolver mis
extremidades a su alrededor para evitar que se vaya lejos.
Levanté la copa casi llena y dije—: Seguimos trabajando en esto.
Ustedes vayan. Diviértanse.
Jenny me dio un rápido saludo en lugar de un adiós, y tuve la
sensación de que no estaríamos viéndonos otra vez esta noche.
Cuando se fue, tomé otro trago de mi bebida y me encontré con
la mirada de Hunt. No sostenía su copa, y cuando miré detrás de
él, se
encontraba en la barra completamente llena.
—No tocaste tu bebida. Sé que parece un poco de niña, pero
juro que te gustará.
Sonrió y se sentó en uno de los taburetes que se desocupó. —
Estoy bien. En serio.
—Oh, vamos. —Me deslicé de mi taburete y me paré delante de
él. Apoyándome en su rodilla, dije—: Prueba el mío.
—Estoy bien.
—No lo dices en serio. Déjate llevar un poco. Diviértete. —Tomé
otro trago, luego pasé mi lengua por mi labio inferior para
atrapar una
gota perdida—. Sólo inténtalo. ¿Por mí?
Me ubiqué entre sus rodillas, y sus manos fueron a mi cintura.
Imaginé como sabría su boca, cuán calientes arderían nuestros
cuerpos presionados juntos. ¿Sus labios eran tan suaves como
parecían?
Casi podía sentirlos, suaves y seguros, en desacuerdo con el roce
de la
barba en su mentón. Con sólo imaginarlo, mi cuerpo se apretó. Dejé
salir
una respiración inestable y él dijo—: Si me respondes una
pregunta.
Incliné la cabeza un par de centímetros, y una de sus manos
ahuecó la curva de mi cuello.
—Hecho.
Tomé otro trago de mi bebida y luego se la alcancé. Agua
chorreaba de la copa y él me miró por unos segundos. No entendía
su
renuencia, y me pregunté si era por esa caballerosidad que afirmó
no
tener. Actuaba como si no confiara en sí mismo cuando involucraba
alcohol. Y yo, por primera vez, estaba cien por ciento a favor de
que se
volviera un poco loco. Conmigo específicamente.
57
Suspiró y sus ojos se movieron rápidamente hacia la copa medio
vacía. La llevó a sus labios, y tomó un trago rápido. Lo miré, y
se tomó el
resto de un trago.
Sonreí en victoria, y tuve la abrumadora urgencia de probar lo
que quedó en sus labios. Me inclinaba hacia adelanta para hacer
eso,
cuando dijo—: Mi turno.
Fruncí en ceño, pero un trato era un trato.
Hizo una pausa, con la mirada aburrida en la mía, y su pulgar
trazó mi mandíbula. Podía sentir el tirón del placer en mis
párpados y
tuve que luchar para mantener el contacto visual.
—La otra noche… ¿a qué te referías con que estás cansada de
ser?
Sus palabras cayeron sobre mí, y me hicieron encogerme como si
me hubiera chocado contra una pared de agua en lugar de sus ojos
curiosos.
—No sé de qué estás hablando.
Giré mi cara hacia otro lado, pero movió mi mandíbula para
hacer que lo mire.
—Es sólo… te veo y veo una hermosa mujer en la plenitud de su
vida, viajando a lugares exóticos, con el mundo en la punta de sus
dedos. Pero creo que eso es lo que quieres que vea la gente. —Miré
a
mi alrededor, asustada e incómoda, mientras continuaba—: Y quizás
a
mí también me gusten los misterios, porque parece que no puedo
evitar
pensar en lo que está debajo de todo eso, lo que no dejas que vea la
gente.
Su otra mano se levantó, pasando un dedo por mi sien como si
pudiera abrir alguna puerta secreta allí. Sacudí la mano, y me quité
de
su agarre.
—Te lo dije… no sé de lo que estás hablando. Estaba borracha.
No debiste tomar los desvaríos de una persona borracha como
ciertos.
Con mi espalda hacia él, me apoyé en la barra y levanté su
bebida abandonada, tomando un trago largo.
Dijo—: No te creo. Creo que eso fue lo más honesto que me has
dicho. Quizás a ti misma también.
Jesucristo. Como si necesitara que jugara al terapeuta.
—Otra vez con la mierda de caballero en brillante armadura. No
necesito que te hagas cargo de mí. —No lo necesité por un largo
tiempo—. No sabes nada de mí. Así que lo que sea que creas que
estás
haciendo, lo que sea que intentes reparar en mí, te puedes joder.
Tomé otro gran trago de su bebida, pero no saboreé nada de su
dulzura.
58
—Oye, lo siento. No te enfades.
Podía sentirlo en mi espalda y mi corazón latía en mi garganta.
¿Cómo estropeó esto tan rápido? Creí que nos dirigíamos en la
dirección correcta.
—No estoy enfadada. —Terminé su bebida en otro gran trago, y
luego intenté llamar la atención del cantinero. Antes de que
pudiera
verme, sin embargo, Hunt tomó mi mano y la presionó abierta sobre
la
barra. Se puso de pie detrás de mí y cuando tomaba una
respiración, su
pecho desnudo se rozaba contra mi espalda.
Dijo—: Kelsey, lo siento. No debía haberte presionado. Pero no
bebas porque estás enojada conmigo.
Torcí mi cabeza para mirarlo, sin molestarme en darme la vuelta.
—Disculpa aceptada. Y estoy bebiendo porque quiero.
—Sólo háblame un segundo.
Había tenido suficiente charla por la noche.
Levanté la otra mano para llamar la atención del cantinero y Hunt
me dio la vuelta, presionándome de nuevo en la barra.
—¿Cuál es tu maldito problema?
—Sólo necesito hablarte un segundo.
—¿Por lo que me maltratas como un hombre de las cavernas?
¡Jesús!
Sus labios se curvaron en una devastadora sonrisa, y juro que si
hacía alguna broma por llamarlo Jesús, voy a golpear esa sonrisa
de su
cara.
—Sólo quería disculparme.
—Ya hiciste eso.
—Lo sé. Pero estoy arrepentido realmente.
—No creo que lo estés. Está este patrón que sigue apareciendo,
donde me juzgas cuando no tienes derecho a hacerlo. Y cuando no me
estás juzgando, te entrometes en mi vida.
—No te estoy juzgando. Lo prometo. ¿Y el resto? Es el soldado en
mí… Soy demasiado directo. Si quiero algo, sólo lo pido. Si quiero
hacer
algo, lo hago.
Rodé los ojos. Eso era muy evidente.
—Sí, la sutileza sin duda no es tu punto fuerte.
Su sonrisa se amplió. —No. Definitivamente no lo es.
—Bueno, entonces. Si me dejas ir, creo que iré a buscar a Jenny y
los demás. Desde que no tengo permitido pedir otra bebida y…
59
No logré terminar mi diatriba ya que sus manos acunaron mi
barbilla, y me besó.
60
8
Traducido por Gaz W. Finley
Corregido por Val_17
Me quedé inmóvil por unos segundos, negando lo que sucedía.
Sus labios rozaron los míos suavemente una vez, luego dos veces.
Exhalé
y su control sobre mi mandíbula se apretó. Luego, la suavidad
desapareció mientras su boca cubría la mía. Me besó con cuidado, a
fondo, como un hombre que conocía el deseo escondido en detalle.
Inclinó la cabeza, exploró mi boca y le di el control.
El primer contacto hizo que mis dedos se doblaran, y cuando me
jaló hacia adelante, piel desnuda contra piel desnuda, mi cerebro
se
fue a esas vacaciones que tanto necesitaba.
Me besó febrilmente, con fuerza, como si fuera una batalla que
quería ganar, y con toda la desesperación de un hombre sin nada
que
perder.
Le agarré la nuca y le devolví el beso, más rápido y más duro,
quemándome con necesidad. Un gemido se derramó de sus labios a los
míos, y su mano izquierda pasó de la curva de mis costillas hacia
el
centro de mi espalda. Fuego siguió a su toque y cuando sus dedos
se
enredaron en los lazos de mi traje, mi espalda se arqueó,
presionando
más fuerte contra su mano.
Me mordió el labio inferior y clavé los dedos en sus hombros. Sus
labios fueron de mi barbilla hasta mi cuello. El calor de su
aliento tocó
primero mi piel, seguido por la punta de su lengua. Apretó mi
espalda
contra la barra, y me alegré por el apoyo, porque de repente me
sentí
mareada.
Tomé una bocanada de aire y aunque no había espacio entre
nosotros, intenté acercarme. Por un momento sentí como si mi
cerebro
estuviera separado de mi cuerpo, como si pudiera ver la forma en
que
sus manos entrelazadas y su cuerpo se acercó al mío, pero no podía
sentirlo. Todo el mundo asumió la calidad nebulosa de un sueño y
un
gemido escapó de mis labios al pensar que esto no podía ser real.
Entonces sus dientes rozaron la piel sensible sobre mi pulso y el
mundo se rompió de nuevo.
Era deliciosamente real.
61
Él tarareó en mi cuello, moviendo su boca como en un idioma
extranjero en mi piel, exótico e impredecible, y sexy como el
infierno.
Sus besos se enterraron bajo mi piel, provocando a cada
terminación nerviosa de mi cuerpo. Y aunque sus besos eran algo
eléctrico y en cortocircuito, mis piernas se debilitaron, casi
adormecidas
por debajo de mí.
Agarré su mandíbula, con una sensación débil de arañarme
contra la palma de su vello facial. Atraje su cara hacia la mía y
encontré sus nublados ojos.
—Creo que me gusta tu falta de sutileza.
Esa sonrisa familiar tiró de sus labios segundos antes de que
tirara
mi boca de nuevo hacia la suya. Estábamos tocándonos —de los
labios
a los dedos de los pies—, sólo tocándonos. Sus manos me agarraban
con fuerza, pero en lugares inocuos. Un dolor floreció bajo mi
vientre y
las partes olvidadas de mi cuerpo prácticamente cantaban con
necesidad. Lo quería tanto, que estaba mareada por él.
Muy mareada.
Empecé a tener problemas para igualar su ritmo, incapaz de
mover los labios lo suficientemente rápido. Me aparté. Mi cabeza
se
sentía pesada, llena de arena y tuve que agarrar sus hombros para
evitar caerme hacia atrás.
—Guau.
Su frente se apoyó en la mía y gruñó. —Debería haber hecho esto
desde el principio.
Intenté estar de acuerdo, pero debía haber besado algunas de
mis células cerebrales. No podía sacar las palabras de mi boca,
como si
hubiera una desconexión entre mi cuerpo y mi cerebro.
Sus dedos rozaron mi mejilla, pero no podía sentirlo. Eso fue
extraño. ¿Cuánto había bebido?
El mareo pululaba en mi cabeza, grueso y estimulante, y el mundo
empezó a moverse en mi visión periférica.
—No me digas que estás muda, princesa.
Una risa brotó de mi boca, y él parecía sorprendido por cómo me
sentía. Solté el hombro para cubrir mi boca, y sin ese agarre, empecé
a
caerme hacia un lado.
—¡Guau! —Sus brazos fueron alrededor de mi cintura y me atrajo
hacia él. Mi cabeza se inclinó hacia delante, demasiado pesada
para
mi cuello y puse mis mejillas entumecidas contra su pecho.
—¿Kelsey?
62
Traté de abrir los ojos y mirarlo otra vez, pero mis párpados
estaban muy pesados. Me sentí como si estuviera en alguna horrible
montaña rusa, dando vueltas.
¿Su saliva era alcohólica? No entendía cómo podía sentirme de
esta manera después de beber un vaso y medio. Eso es todo lo que
había sido, ¿no? Él se había terminado el mío, y entonces yo había
tenido el suyo.
—Mis mejillas —murmuré.
Sus manos se asentaron en mi espalda baja, caliente y posesivo.
—¿Qué pasa con ellas, princesa?
Traté de negar con la cabeza, pero lo único que conseguí fue
girar la cabeza y mis labios rozaron el centro de su pecho. Él
contuvo el
aliento y su agarre se apretó.
Apoyé la frente contra él y gemí un poco. Podía sentir mi interior
empujar y tirar, recordándome a la forma en que me había sentido
la
otra noche cuando había estado enferma. Pero eso no tenía ningún
sentido.
Él acunó mi mandíbula y me levantó la cabeza. Nuestros ojos se
encontraron y los suyos pasaron de interesados a confundidos.
—¿Kelsey? ¿Qué decías sobre tus mejillas?
—No las siento.
—¿No puedes sentir las mejillas?
No podía sentir nada.
—Mierda.
Me inclinó la cabeza de nuevo, buscando mis ojos. Las luces de
neón brillaban por encima, cegándome. Puntos negros salpicaban mi
visión y me alejé, tambaleándome. Me llamó, sosteniéndome tan fuerte
contra él que apenas había peso sobre mis pies.
Abrió la boca, pero las palabras no salieron. Me miró con los ojos
vidriosos y oscuros, y la mandíbula colgando. Me recordaba a una
muñeca rota. Extendí la mano, toqué sus labios y le cerré la boca.
Parecía menos roto ahora, pero sus ojos seguían nublados.
—Kelsey, no bebiste nada antes, ¿verdad?
Abrí la boca para decir que no, pero mi lengua se sentía
demasiado grande para mi boca. Así que, negué con la cabeza en su
lugar.
—Maldición. Mi bebida.
Él me levantó y me sentó en el taburete más cercano, y luego se
dio la vuelta y llamó al camarero.
63
—Esta bebida —dijo Hunt—. ¿Viste a alguien echando algo?
¿Cualquiera tocándola aparte de mí o de ella?
No oí si el camarero respondió. Mi cuerpo se sentía tan pesado.
Dios, estaba agotada. ¿Cuándo dormiría?
Ni siquiera me di cuenta de que me caía hasta que los brazos de
Hunt se cerraron alrededor de mi cintura y me enderezaron. Su
rostro
apareció ante el mío, con el ceño fruncido. Dijo algo, pero el
sonido se
retrasó un par de segundos a los movimientos de su boca y no podía
darles sentido. Hunt dijo mi nombre, entonces de nuevo un par de
veces
más. Me reí porque cuanto más lo decía, menos lo reconocía.
—Te voy a llevar a casa —dijo.
Suspiré. Eso sonaba perfecto.
Puse otro beso en su esternón, y luego mi cabeza contra él. Sentí
su pesada exhalación por encima de mí. Quería seguir besándolo,
hasta
que no quedara aliento en sus pulmones... o en los míos. Pero me
sentía
tan cansada. Le toqué el pecho, justo sobre el lugar donde debería
estar su corazón y la piel callosa de sus dedos tocó mi cintura
desnuda
en un apretón que era fuerte, posesivo y enloquecedor.
—Lo siento —me dijo en voz baja al oído—. Esto es mi culpa.
Debería haber estado mirando.
Todo daba vueltas mientras mi mejilla se levantaba hacia arriba y
abajo con sus respiraciones pesadas. Me encontraba en un carrusel
que
se movía en muchas direcciones a la vez.
Envolví los brazos alrededor de su cuello, queriendo
tranquilizarlo.
Mis dedos estaban entumecidos y todo lo que conseguí fue sentir
pinchazos cuando traté de moverlos.
Luego sus brazos pasaron por debajo de mis piernas y me
mantuvieron en su pecho caliente, y suspiré de alivio.
—Te tengo, princesa. Ahora estás a salvo. Si puedes oírme, nadie
va a aprovecharse de ti. Lo prometo.
Me las arreglé para murmurar—: Charlatán.
Lanzó un profundo suspiro. —Eres algo más.
Esperaba que él no empezara a hablar de nuevo de que era un
caso único. Sus brazos eran tan cálidos, y nunca me había sentido
tan a
gusto.
Empezamos a movernos, y Hunt me hizo preguntas en voz baja y
retumbante.
Mi cabeza se sentía espesa y opaca y mi cuerpo fuera de mi
control. Tomó toda mi atención unir palabras para responderle,
pero de
alguna manera, a pesar de todo eso, siempre estaba al tanto de las
64
manos de Hunt y su respiración y su corazón latiendo con firmeza
debajo de mi mejilla.
Cuando abrí los ojos de nuevo, el mundo era un caleidoscopio de
luces y colores y ojos grises. Justo cuando pensaba que sabía
dónde
estaba y lo que pasaba, todo volvería a reorganizarse en algo
nuevo y
confuso.
Los ojos, sin embargo, eran constantes. Y eran oscuros y profundos
y tan ilegibles. Mi cabeza se hallaba en su regazo y el mundo iba
a toda
velocidad, dando vueltas y corriendo a mi alrededor, y no podía
mantener el ritmo. Todo inclinado y la mano de Hunt colocada plana
contra mi estómago fijándome ahí.
Me sentí mal, pero de alguna manera se me aclaró un poco la
cabeza y me hizo más fácil pensar.
—¿Qué está pasando? —murmuré.
—Estamos en un taxi. No puedo estar seguro, pero... —Su
mandíbula se apretó y una tormenta se creó en su mirada—. Estoy
bastante seguro de que alguien puso algo en tu bebida mientras
estabas sentada en el bar.
¿Eso era? De repente, el calor y el peso no se sentían cómodos y
seguros. Se sentían sofocantes. Podía sentir mi corazón tratando
de ir
más rápido en mi pecho, pero el peso también estaba allí.
—Joder —me quejé.
—Te digo que has sido drogada y eso es todo lo que tienes que
decir.
—¿Me dices que he sido drogada y esperas que diga más?
No podía decir nada más. No lo haría. Ni siquiera quería pensar en
ello.
Su expresión me demostraba enojo, pero la mano en mi cintura y
la otra acariciando mi pelo húmedo contaban una historia
diferente.
Había una suavidad en él después de todo y me alegré por ello,
contenta de que no estaba sola en esto. Porque si él tenía
razón...
No pienses en ello.
No ocurrió nada. Ahora estás a salvo.
Puse una mano sobre su estómago, y simplemente intenté sentir y
respirar. No tenía sentido pensar en lo que podría haber sucedido. Así
como no tenía sentido pensar en el pasado.
Debí de haberme quedado dormida otra vez, porque lo siguiente
que supe era que Hunt me sacaba del taxi en sus brazos. Volví a
esa
extraña sensación de salir de mi cuerpo. Vi la forma en que me
acunaba, fuerte y cuidadosamente, casi como si le estuviera
sucediendo a otra persona. Ni siquiera sudó mientras me llevaba al
vestíbulo de un hotel.
65
No se detuvo en el escritorio, así que supuse que era donde se
alojaba. Mi estómago se apretó.
En el ascensor, parpadeé hacia él y en mi estado de aturdimiento
vi una cosa clara. Era la forma en que me miraba, como si ya me
conociera de adentro hacia afuera, como si supiera algo que
incluso yo
no, eso fue lo que me hizo acercarlo más. No sé si miraba a todos
de
esa manera o sólo a mí.
—Me asustas —le dije.
Frunció el ceño y abrió la boca, pero las palabras no salieron.
Tomó aliento y luego, muy lentamente, dijo—: No tienes nada que
temer. Yo no... no lo haría. Te ayudaré a llegar a la cama y luego
te
dejaré, conseguiré otra habitación.
Pensó que no confiaba en él... en que pudiera hacer algo.
—No es eso. No creo que...
—Entonces, ¿por qué te asusto?
—Porque no quiero que me veas.
Había una pequeña parte de mí que sabía que tenía que cerrar
la boca, que decía cosas que no debería, pero esa parte de mí se
sentía como si estuviera al otro lado de un muro de cemento.
Demasiado lejos y demasiado difícil de entender.
—¿Ver qué?
Con el hombro, abrí la puerta y respondí simplemente—: A mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario