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Finding It - Cap. 3 y 4

3

Traducido por ElyCasdel
Corregido por Mel Markham
Tenía miedo de que si abría la boca, vomitaría de nuevo… por el
alcohol y la vergüenza.
El mundo giraba, pero su cara —la nariz recta y la mandíbula
cincelada— estaban inmóviles y claros, casi como si el universo quisiera
que este momento se imprimiera en mi cerebro por siempre.
—¿Estás bien? —preguntó, con voz brusca.
No. Estaba muy lejos de estar bien (además seguía en el territorio
de palabras-de-cuatro-letras).
—¿A dónde vas?
—Lejos. —Sólo… lejos.
El aire nocturno era fresco y se sentía exquisito contra mi piel
salpicada de sudor.
—Espera —dijo, poniéndose detrás de mí.
—¿En serio?
Él debería estar corriendo. Eso es lo que haces cuando alguien
comete una cagada suprema. Miras a otro lugar y sigues caminando.
Se detuvo detrás de mí, su cara emitía sombras por las lámparas
de la calle. —No te voy a dejar ir sola.
Oh. Él era uno de esos.
¿No pudo dar una pista? Mi cabeza giraba y mi boca sabía a
algo demasiado desagradable para decirlo. Nunca pensé que habría
un momento donde quisiera que un chico ardiente me dejara sola, pero
parecía que había una primera vez para todo.
—Te dije que estoy bien.
—Las cosas malas le pasan a la gente que está bien cada día.
Así que, Oscuro y Peligroso era sólo un Príncipe Encantador con
un corte militar. Eso no debería ser atractivo. Normalmente no podría
tolerar ese tipo de cosas. Pero contra todas las posibilidades, podía
sentirme ablandándome, los bordes de mi voluntad desvaneciéndose.
22
Culpo a la barba. Nunca me he podido resistir al aspecto
desaliñado.
—Escucha, entiendo toda la cosa protectora. Es lo que hacen los
chicos como tú. Y no me malentiendas, es ardiente. Pero no necesito
una niñera. Así que pon la fantasía de “caballero en armadura brillante”
en espera por esta noche.
Pensé que soné firme y muy adulta (pero otra vez, estaba ebria).
El giro de sus ojos me dijo que no me tomaba muy en serio.
—Y ya te dije que no me importa lo que necesitas.
—Entonces, ¿qué? ¿Vas a seguirme lo quiera o no?
Sus labios se apretaron y pude ver la risa escrita en la curva de su
boca. Esa boca tentadora.
—Eso es exactamente lo que voy a hacer. Alguien necesita
llevarte a casa.
Ni siquiera un miserable uno por ciento de mí podía creer que
llevarte a casa” significaba cualquier cosa que no fuera dejar a la triste
chica borracha en algún hostal y dejarla revolcarse en su vómito y
miseria.
No podíamos hacer eso ahora, ¿o sí?
Lo esquivé. —Todavía no voy a casa. Así que vete y encuentra a
otra damisela.
Sonrió, pero fue apenas perceptiblemente. Pasó una mano por su
cabello corto y yo seguí mi camino.
Habló detrás de mí—: Eres un caso único.
Eso me hizo sonreír. Me detuve y giré, caminando hacia atrás.
Junté las manos y grité, el sonido haciendo eco en la calle—: Puedes
apostarlo.
Si hubiera un museo lleno de gente que era un “caso único,” yo
sería la principal jodida exhibición. Habría dicho mucho más, pero toda
la caminata de regreso no era la mejor idea en mi estado actual.
Tropecé, apenas pudiendo sostenerme, pero mi estómago se sintió
como si hubiera caído en el suelo de todas formas. No lo miré, sabiendo
que probablemente lucía dos veces peor de lo que me sentía, lo que
era demasiado.
Tomé una respiración estabilizadora, temerosa de que me sentiría
mal de nuevo.
Hay algo curioso sobre el alcohol… cuando te hace sentir mejor,
te sientes formidable. Pero cuando te hace sentir mal, nunca te has
sentido peor. No es sólo las náuseas, sino todo. Quizás sea lo que me dijo
él, pero me conocía lo suficiente para saber que si regresaba a mi sucio
hostal —los resortes del colchón picándome la espalda, la cacofonía de
23
ruidosos compañeros de habitación, las mantas raídas— era la receta
para tocar fondo.
La mayoría de los hostales se hallaban organizados de manera tal
que podías conocer otras personas, y aún así eran los lugares más solos
en el mundo. Todo ahí es temporal, los residentes, las relaciones, el agua
caliente. Me sentí como una flor intentando echar raíces en el cemento.
Nop. Necesitaba sacarme el alcohol antes de ir a casa si quería
evitar el desglose de proposiciones de niños estrella. En este momento,
debería caminar hacia la dirección correcta.
Después de sólo unos pasos, mi pegote se encontraba a mi lado.
Fruncí el ceño e intenté caminar más rápido, pero mis tacones de aguja
no me lo permitían. Y yo no confiaba en que no me caería de cara al
piso con el tipo de noche que llevaba.
Y aunque no lo admitiría a nadie, me sentía un poco encantada
por la compañía.
—¿Cómo te llamas? —pregunté.
Arqueó una ceja oscura.
—Esperaste demasiado para preguntar eso.
Me encogí de hombros. —Los nombres no son lo importante en
este tipo de lugares. —Señalé detrás de nosotros al bar del que
habíamos salido—. Y honestamente, no podría importarme menos.
O eso era lo que me decía a mí misma. Y a él.
—Entonces, ¿por qué preguntas? ¿Si los nombres no son
importantes y no te interesa?
—Bueno, primero, ya no estamos en dicho bar. Y segundo, me
estás siguiendo y hago preguntas para llenar el silencio porque de otra
manera las cosas se pondrían raras. Y hablar, evita que piense en que
probablemente eres un asesino serial, por toda la cosa de seguirme.
—De un caballero en armadura brillante a asesino serial.
—Esto del chico-bueno pudo ser una actuación. Y definitivamente
luces como si pudieras ser peligroso.
—¿Siempre eres así de honesta?
—Para nada. Es la influencia del alcohol. Bloqueó totalmente mi
filtro.
La sonrisa regresó a sus ojos, y tal vez era porque estaba borracha,
pero este chico no tenía una pizca de sentido. Eso debía preocuparme.
Tal vez en serio había algo mal en él. Pero por el momento, mi cerebro
se encontraba lleno al tratar de mantenerme de pie y respirando.
Dijo—: Te diré mi nombre si me dices algo sobre ti.
—¿Cómo qué? —¿Mi pin?
24
—No importa. Algo más honesto.
Yo no parecía caminar en línea recta. Mi camino seguía
desviándose al suyo. Probablemente porque estaba borracha. O sus
músculos eran magnéticos. Las dos opciones eran completamente
plausibles.
Mi brazo rozó el suyo y la sensación se sintió muy fuerte en mi
cabeza, eléctrica y confusa, así que dije lo primero que pensé.
—¿Honestamente? Estoy cansada.
Rió una vez. —Es porque casi amanece.
—No esa clase de cansancio.
—¿Entonces cuál?
Del tipo hasta los huesos. El tipo de cansancio que no se arregla
con dormir. Sólo cansada de ser.
Se quedó callado por uno, dos, tres pasos por la calle estrecha y
resonante. Luego su paso se ralentizó y pude sentir sus ojos en mí. Forcé
mi vista periférica para verlo más. Dijo—: No lo demuestras.
—No demuestro mucho de nada.
Otros tres pasos silenciosos.
Dijo—: Apuesto a que eso también cansa.
¿Qué hacía diciéndole esta mierda?
Lo miré. Mis tacones de aguja aparentemente no eran seguros
ahora que los veía, porque se deslizaron entre las piedras de la calle. Mi
tobillo se torció por segunda vez en la noche y me tambaleé hacia los
lados. Agarré su hombro para intentar equilibrarme, pero estaba un
poco lejos y soy bastante lenta. Afortunadamente, él era más rápido.
Giró y agarró mi codo con una mano y enredó la otra en mi cintura. Me
jaló hacia arriba, y pude sentir un rubor persistente arrastrándose por mi
cuello. No tenía problema en cumplir el rol de la rubia boba que tiene lo
que quiere, pero en este momento odiaba estar viviendo el estereotipo
involuntariamente.
—¿Cómo están tus mejillas? —preguntó.
Parpadeé, híper-consciente de su mano alrededor de mi cintura y
sus largos dedos que podían fácilmente haberse deslizado hacia abajo
por mi cuerpo. Sólo pensarlo aceleró a mi corazón para ponerse al día
con mis pensamientos.
—¿Puedes sentirlas? —añadió.
De acuerdo, esas mejillas. La decepción apagó la llama de
deseo.
La mano que había estado encajada en mi codo, se levantó y
rozó la curva de mi mejilla como recordatorio. Y la llama regresó.
25
—Ellas, um —tragué—, sólo se sienten un poco pesadas.
Sus ojos se fijaron en los míos por unos segundos. Había mucho
detrás de esa mirada, más de lo que debería haber para un chico al
que acababa de conocer esta noche (si vomitar frente a él contaba
como conocerse, ya que ni siquiera sabía su nombre).
Resistiendo la urgencia de alejarlo, dije—: Tu turno.
—Mis mejillas están bien.
Sonreí. —Me refería a tu nombre.
Asintió y comenzó a caminar. Lo seguí, con más cuidado ahora
de dónde ponía mis pies.
—La mayoría me llama Hunt.
Me tomó unos pasos rápidos y lo alcancé.
—¿Debería llamarte así? ¿Entro en la mayoría?
Metió el puño en su bolsillo y sus zancadas fueron más grandes.
Me miró una vez antes de enfocarse en una piedra de la calle delante
de nosotros.
—Honestamente, no tengo idea de lo que eres.
¿Qué significaba eso? ¿No sabía qué tipo de chica era?
(Porque yo se lo diría totalmente.)
Basada en la posición de sus hombros y el hecho de que apenas
me miraba, supuse que se refería a algo un poco más serio.
No sabía cómo responder, así que no lo intenté. Ya le había dicho
bastante.
Juntos, caminamos. Ni siquiera sabía bien a dónde íbamos, y él
permaneció en silencio, siguiéndome cuando de pronto decidí girar.
Dejé que mi mente se preguntara por la siniestra arquitectura gótica de
donde quizás viajaría después de casa y luego de regreso al hombre
detrás de mí.
Hunt
¿Qué clase de nombre es ese?
Depredador. De ese tipo.
En serio debería de estar asustada caminado en la oscuridad, en
una ciudad extraña con un completo desconocido pero había tantas
cosas que debería ser y no era. Y cuando lo miré, no podía pensar en
conjurar una pizca del miedo que sabía debería tener. Papá siempre
me acusó de tener deseos de morir. Tal vez tenía razón.
Un brillo comenzó a cruzar el cielo, y salimos de una calle estrecha
al aire libre. Un río tortuoso dividía la ciudad en dos, y la salida del sol
hacía su camino sobre él.
26
Había mucho por ver, y desaceleré hasta detenerme para verlo.
El cielo se pintaba de rosa y morado, y había un suave brillo dorado
sobre el río. No podía recordar el nombre pero era el mismo río que se
encontraba a una o dos cuadras de mi hostal. A pesar de mi paseo,
habíamos terminado más cerca de casa de lo que debía llevarme Hunt.
Tragué, todavía sintiendo ansiedad ante la idea de regresar al
hostal. Así que, en lugar de caminar al norte hacia la cama, apunté al
sur. —Hay un club por allí que está abierto hasta las seis.
Me dio una mirada severa. —Creo que ya te has enfiestado
mucho por esta noche.
La acusación en su tono me hizo retorcerme, más porque sabía
que tenía razón. Si otra gota de alcohol pasaba por mis labios, me
sentiría mal de nuevo en cuestión de segundos.
Pero el zumbido seguía en mi mente, diciéndome que necesitaba
hacer algo. Siempre era más seguro hacer que pensar. Me alejé de
Hunt y troté hacia la calle por la orilla del río.
—¿A dónde vas? —gritó Hunt detrás de mí.
Giré, caminado hacia tras otra vez, y dije—: No tengo idea.
Levantaba mis hombros en un encogimiento y mi labio se curvó
en una sonrisa cuando me lancé hacia la calle y él me agarró por el
codo. Con un tirón enérgico, me giró y me llevó a la orilla del camino al
otro lado de la calle.
—¿Estás loca? No camines en medio de la maldita calle sin mirar
a dónde vas.
Saqué mi codo de su agarre y me alejé de él. —Relájate. Estoy
bien. No hay nadie afuera a esta hora de la mañana.
Entonces el universo me superó otra vez cuando pasó un coche, y
el viento arremetió a nuestro alrededor en su estela. Hunt alzó una ceja
hacia mí. Su mandíbula se veía tensa de enojo, y no pude decidir si
quería golpearlo o presionar mis labios en ella.
—No tienes que decirlo —dije, girándome antes de que él pudiera
decir: te lo dije—. Soy un caso único. Lo entiendo. —Troté hacia el
enfrente, hacia el río—. ¿Pero sabes qué? Estoy muy bien con ello.
Me agaché y me quité uno de los tacones, y luego el otro. Mis
pies dolían contra el pavimento frío, pero no me importó. Agarré los dos
zapatos en una mano y salté hacia el río, Hunt me siguió.
Grité apenas al escuchar el eco salir del agua.
—Eres ridícula —dijo.
No me gustó la forma en que lo dijo. Como compadeciéndome.
—Corrección: soy divertida.
27
Lo dejé atrás, corriendo en el agua. Pensé brevemente en sólo
zambullirme o tal vez nadar desnuda en el río, pero decidí que la gente
vendría pronto, y no sabía lo que había en el agua.
Oscuro y profundo, como un moretón, el río tenía una energía
silenciosa que me hacía calmarme y mirar. Era hermoso, silencioso y
solemne con sólo una gota de dolor escrita en la corriente. Aún cuando
la salida del sol sólo se veía en la primera capa, las luces eran tragadas
por la oscuridad a sólo unos centímetros debajo de la superficie.
Un poco debajo de la orilla del río, una forma pequeña y oscura
contorneaba la línea de la orilla del camino y curiosa, me moví hacia
ahí. Pero cuando llegué, no entendí nada al verlos de cerca.
Había zapatos. Docenas. Negros y fundidos en hierro, en la orilla
del río. Zapatos vacíos.
Era una escultura de algún tipo, pero no comprendía lo que
significaban. Los zapatos oscilaban en tamaño y forma, perteneciendo
a hombres y mujeres. Algunos eran pequeños, hecho para piecitos de
niños. Algunos eran simples y otros elaborados. Di un gran paso hacia
ellos, pero algo me jaló de regreso. Si el río era un moretón, estos eran el
dolor. Pérdida. No había pies en ellos, pero estaban lejos de vacíos.
—Es un recordatorio del holocausto —dijo Hunt detrás de mí.
Respiré y el aire frío picó ligeramente en mi lengua. Todos esos
zapatos. Sabía que eran sólo réplicas, piezas de metal, pero hablaban.
Cantaban.
No te das cuenta cuán pequeño eres hasta que te encuentras
con algo como eso. Vivimos nuestras vidas como si fuéramos el centro
de nuestro propio universo, pero sólo somos pequeñas piezas de un todo
destrozado. Aquí estaba… preocupada por cómo iba a sobrevivir
después de la universidad. Dios, ya ni siquiera parecía correcto pensar
en cómo sobrevivir, no con este recordatorio de toda la gente que no lo
logró. Pasé los dedos por mi cabello, entrelazándolos detrás de mi
cuello.
Sabía que era afortunada. Incluso bendecida. Pero era
demasiada presión… intentar no desperdiciar lo que te han dado.
Quería lograr algo. Resolver algo. Ser algo. Pero no sabía cómo. No
sabía qué.
Todos mis amigos perseguían sus sueños, moviéndose hacia sus
futuros, y yo sólo quería querer algo con esta desesperación, ese tipo de
fuego. Yo era una actriz. Pasaba la mitad de mi vida dentro de un
personaje, buscando sus deseos, encontrando lo que la impulsaba. Pero
por mucho que lo intento, no podía hacer lo mismo por mí. No había
pasado tanto tiempo desde que me había permitido querer algo lo
suficiente como para buscarlo.
28
Me sentí como una fracasada. Cada zapato delante de mí
representaba un sueño que nunca sería vivido, una vida que nunca
sería amada. Nunca afronté ese tipo de presión o conflicto.
Este lugar sangraba con historia y tragedia, y en comparación,
hizo que las heridas de mi pasado parecieran rasguños.
29
4
Traducido por Eni & Sofía Belikov
Corregido por Mel Markham
—¿Estás bien?
Hunt se encontraba de pie junto a mí. Por instinto, me giré de
espaldas hacia él. Me alegré de ello mientras limpiaba mis mejillas y mis
manos se humedecían.
Me aclaré la garganta.
—Sí, estoy bien. Sólo bostezaba. Tal vez estoy un poco cansada
después de todo.
—¿Quieres decir que por fin me dejarás llevarte a casa?
Me recompuse, sonreí y me giré. —Vamos, entonces, Príncipe
Encantador. Déjame ver de qué va toda la caballerosidad. He
escuchado cosas buenas sobre ella.
Sus labios se alzaron en una sonrisa. —No me han llamado
caballeroso en un largo tiempo.
Arqueé una ceja mientras cruzábamos la calle hacia la otra
acera. —Bien por mí. Caballeroso sonaba demasiado aburrido de todas
formas. —Me sentía mucho más intrigada por su lado no lindo.
Se rió y me tomé un momento para orientarme. No nos
encontrábamos lejos del hostal, en absoluto. Estaba bastante segura de
que se encontraba a una o dos manzanas al norte. Una vez que
comenzamos a caminar de nuevo, miré a Hunt. —Dime algo. Si no me
llevas a casa por caballerosidad, ¿por qué estás aquí?
Cruzamos a otra acera y dijo—: De nuevo con eso del asesino
serial, ¿no?
Lo analicé por un segundo. Aún sobria, no me parecía menos
musculoso o intimidante, pero no lucía peligroso. Podría serlo,
definitivamente. Sus manos eran probablemente lo suficientemente
grandes como para aplastar el cráneo de alguien, pero todo ese poder
parecía dormido, bloqueado bajo múltiples capas de control.
—Nah, no eres un asesino serial. Eres demasiado blando para eso.
—¿Blando?
30
Sonreí y giré en la esquina. Allí se encontraba mi hostal, estancada
discretamente entre una oficina de turismo y un restaurante.
—Espera un minuto —dijo Hunt—, ¿me dijiste blando?
Agarró mi hombro y me giró hasta que estábamos frente a frente.
Me aferré a su estómago con una mano y, ¡santa Madre de los
abdominales marcados! Levanté la mirada, hacia esos penetrantes
ojos.
—Bueno, no le diría blando a esta parte.
Su expresión juguetona se tornó en algo oscuro, mientras la
tensión se arrastraba por su mandíbula.
Con su tono lleno de advertencias, dijo—: Kelsey.
No estaba segura de qué me prevenía, no es que me preocupara
particularmente. Alcé la cabeza para mirarlo, y el cielo colorido de las
primeras horas del día se extendía detrás de él.
—¿Cómo sabes mi nombre?
—Lo dijo esa chica. La que entró contigo al bar.
Katalin.
Sonreí, y toqué su hombro con mi mano libre. —Bien, entonces.
Sabes mi nombre y yo el tuyo. ¿De qué otra forma podríamos
conocernos?
Dejé que la mano en su estómago se deslizara hacia arriba, hasta
que su pecho se arqueaba hacia afuera. Dios, si su cuerpo lucía la
mitad de perfecto como se sentía, quería utilizarlo como una mesa de
comedor.
Se balanceó hacia mí, y su aroma, silvestre y masculino se
mezclaba perfectamente con el aire matutino. Sus dedos tocaron mi
caja torácica y temblé. Esos dedos largos y fuertes podrían tocarme
como a un piano, y sería una pieza maestra.
Exhaló bruscamente y casi gemí por la forma en que sus músculos
se movieron por debajo de su piel. Me aferré a su cuello y un bajo
gruñido resonó en su pecho.
Me alcé de puntillas, mis labios se nivelaron con su barbilla y dije—
: Siéntete libre de seguir mostrándome lo poco suave que eres.
Las manos en mis costillas se flexionaron y mi camisa se hizo un
manojo en sus dedos.
—Maldita sea —gimió y lanzó la cabeza hacia atrás, lejos de la
mía.
¿Esa era una buena señal?
Resistí la urgencia de trepar por su cuerpo, y en su lugar, envolví
aún más los brazos alrededor de sus hombros. Jalé su cabeza hacia la
31
mía y su respiración acarició mis labios, cálida y dulce. Me acerqué
incluso más y sentí el comienzo de algo presionando contra mi
estómago.
Dejé escapar un suspiro brusco al mismo tiempo en que él se
alejaba.
Puso varios metros entre nosotros y dijo en voz baja—: Deberías
irte. Dormir algo.
Parpadeé. —¿Qué?
—Has tenido una larga noche.
Parpadeé de nuevo. Había esperado que se convirtiera en una
noche incluso más larga.
—Eso suena a demasiada caballerosidad para mí. Caballerosidad
aburrida.
Se alejó otro paso. —Esa es la tuya, ¿cierto? —Apuntó hacia el
hostal a mi espalda.
—Uh, sí, esa es, pero…
—Bien. Entonces me iré.
Pero ¿y si no quería que se fuera?
Se alejó unos cuantos pasos más, hasta que se hallaba de pie
bajo la luz del sol, en la calle principal.
—Buenas noches, Kelsey. O buenos días.
Luego se fue, dejándome sola, todavía un poco bebida y
abrumadoramente encendida.
—¿Qué demonios? —dije en voz alta, mis palabras hicieron eco a
través de la pequeña calle justo al instante en que una mujer vieja y
pequeña abría una ventana del segundo piso del departamento frente
a mí. La saludé, y me disculpé antes de dirigirme a la entrada del hostal.
¿Qué había sucedido? Él me deseaba. Lo sentí, y no había forma
de que eso fuese un celular o algo más en su bolsillo. A menos que
hubieran comenzado a hacer bolsillos en lugares muy incómodos.
Me froté los ojos con las manos y luego las pasé por mi cabello.
Bueno, esto lo hacía oficial. Esta noche apestaba.
Después de unas lastimeras horas en la cama, me rendí y me
levanté mientras el resto de la habitación se iluminaba con la luz solar.
Me vestí rápidamente antes de que el idiota de Chris se despertara y
observara. Se había estado quedando aquí por meses antes de que
llegara yo, como una plaga de pulgas que no se iba. Y después de la
noche que había tenido, podría terminar golpeándolo si me miraba por
más de dos segundos.
32
Agarré el cepillo de dientes y me dirigí al baño común que se
encontraba en el pasillo. Utilicé el codo para abrir la puerta y luego
inmediatamente deseé no haberlo hecho. Alguien debía haber estado
incluso más borracha que yo anoche, porque el baño olía espantoso.
No me asombraba el haber visto a la chica canadiense cepillando sus
dientes en nuestra habitación.
Respiré profundamente y entré rápidamente al baño, lo suficiente
como para humedecer mi cepillo de dientes y luego volví a salir al
pasillo.
Me incliné contra la pared con un gemido y comencé a
cepillarme los dientes. Por lo que pareció una eternidad, me garanticé
que Hunt se alejó porque había estado enferma. No se me ocurrió
cuando me presioné contra él porque, bueno… mi mente se hallaba en
otra parte entonces. Pero cuando llegué a mi habitación, me di cuenta
de lo ridículo que era el pensar que me besaría después de verme
vaciar el estómago en medio de la calle. Eso no era exactamente sexy.
Esa era la razón. Tenía que serla. Era la única que tenía sentido, en
serio.
Hice otra entrada rápida al baño para enjuagar mi boca, y luego
fui por mis cosas.
Tal vez era hora de mejorar y comenzar a quedarme en un hotel.
No había escogido las hostales por el precio bajo, sino para conocer
gente (y por molestar a mi padre tanto como fuese posible). Y de
seguro… ambas tácticas habían funcionado bien. Conocí a
compañeros de viaje, algunos de los cuales había conocido
íntimamente y mi padre se había enojado, diciéndome que iba a
terminar soltera como una esclava del sexo o sangrando en un callejón.
Papá era así. No endulzaba sus sentimientos.
Pero sin ser capaz de ver su sonrojado y furioso rostro en persona,
lo del hostal ya no era necesario.
Buscaría algunos hoteles esta tarde.
Salí, saboreando el aire fresco. Me hice apartar la mirada del
lugar donde Hunt y yo habíamos estado de pie esta mañana y giré en
la esquina, dando de lleno con la belleza de Budapest. El París del Este,
como le llamaban algunas personas. Era una preciosa combinación de
lo antiguo y lo nuevo, de la naturaleza con la arquitectura. La vista casi
aligeró el dolor de cabeza formándose justo por encima de mi ojo
derecho. Era debido a la resaca o a que el baño había estado lleno de
materiales de alto riesgo.
Por cualquier razón… necesitaba mejorarme. Demasiado. Y un
café no iba a ser suficiente.
Caminé unas cuantas manzanas, hacia el cibercafé más
cercano, y pagué quince minutos en una computadora. No me molesté
33
en revisar mi correo. La única persona que alguna vez me había escrito
era la secretaria de mi padre. A él ni siquiera le importaba lo suficiente
como para escribirme, así que no me molestaba en responder. Ingresé
a Facebook, y tenía un nuevo mensaje.
Bliss Edwards.
Keeeeeelllseeeeey. ¿Dónde estás? No he sabido de ti desde que
llegaste a Ucrania. No quiero comportarme como una madre, pero
¿cómo se supone que viviré a través de ti si aún ni siquiera sé dónde
estás viviendo? (¿Debería agregar perra o puta al final de eso? ¿Me
haría menos madre?) De todas formas, necesito que me hables sobre
los ataques de pánico a proporciones épicas. Me mudé con Philly el
sábado. Ya he enviado la mayoría de mis cosas a su casa. ¿Puedes
creerlo? YO. VIVIENDO CON UN HOMBRE. Sigo esperando que los cerdos
vuelen… o ya sabes, que el universo se derrumbe. O tal vez voy a
despertar y aún estaré en mis clases de administración, y esto sólo será
producto de las más aburridas historias del Universo. Pero en serio.
Escríbeme, puta. (¿Viste eso?) ¡Necesito que me des algo en qué
pensar! Sé que tienes historias para contar.
Le di a responder.
Kelsey Summers.
Oh, tengo historias que contarte. Creo que de alguna manera nos
las hemos arreglado para cambiar nuestras vidas, porque de repente,
me están lanzando golpes y flechas. Prepárate… lo que estoy a punto
de decirte contiene fluidos corporales, una horrible sesión de liadas, y el
más mortificante y depresivo momento de mi vida.
Cuando relaté la historia de anoche, era casi peor revivirla por
medio de Bliss que cuando la experimenté por primera vez. Estaba
totalmente desacostumbrada a este tipo de vergüenza. Cuando vienes
de una familia de pirañas como yo, no te metías en situaciones
mortificantes. Y si lo hacías, malditamente te asegurabas que nadie lo
presenciara. Había perfeccionado el arte del soborno a la tierna edad
de siete años, siguiendo el ejemplo de mi papá. Y digamos que aprendí
todas mis habilidades actorales de mi mamá. Comenzando con el
desayuno cada mañana, ella se emborrachaba más rápido que una
pinta de cerveza en el día de San Patricio, pero siempre se las arreglaba
para ocultarlo muy bien cerca de los invitados.
Reírse de la humillación y el rechazo de anoche lo hacía parecer
como si hubiera sucedido hace mucho tiempo. Y aunque eran sólo
palabras en la pantalla, podía imaginarme la cara de Bliss mientras leía.
Podía imaginarla reconfortándome, diciendo que ella lo había pasado
peor y contándome historias.
Me hizo sentir menos sola.
34
Había estado esperanzada en que tal vez Bliss estaría conectada,
así ella podría decirme más sobre su mudanza, pero mientras miraba
fijamente la pantalla esperando una respuesta, mi tiempo se había
acabado. Pude haber comprado más tiempo, pero había aprendido
una cosa —tener contacto con amigos de mi ciudad me hacía sentir
mejor por un ratito, pero dos veces peor después.
Desde luego… podía ir a casa ahora.
Nada me retenía aquí. Bueno, nada excepto el hecho de que mi
casa era una prisión. Mi vida estaba totalmente planeada para mí allí.
Funciones de caridad, prácticas y citas con pomposos chicos ricos que
escogía mi madre. Podía discutir con mi padre todo lo que quería, pero
él siempre se las arreglaba para conseguir salirse con la suya por un
método u otro. Pero aquí… tenía libertad. Tenía elección.
Si quería dormir con un chico diferente cada noche, podía. Si
quería emborracharme cada noche, podía. Si quería subirme en el
próximo tren saliendo de la estación sin pensar a donde se dirigía o
cuándo llegaría allí, podía.
Quería hacer cada elección —buena y mala. Quería llenarme
con las decisiones y las consecuencias, el placer y el dolor, por lo que tal
vez cuando regresara a los Estados Unidos… a lo mejor tendré suficiente
vida en mí para sobrevivir en mi propia casa.
Agarré mi bolso y me dirigí a la puerta.
Ahora iría por ese café. Bliss y cafeína —la combinación perfecta
para poner a descansar todos los pensamientos de anoche.
Se sentía como una traición ir al Starbucks que se hallaba a una
cuadra, ya que me encontraba en otro país y todo eso, pero no podía
importarme menos. Accedí a tomar mi bebida para llevar y encontrar
un parque para descansar. Cerca del centro de un espacio verde que
cubría un par de calles, encontré una fuente adornada con estatuas.
Me instalé en una banca en el parque y dejé que mis ojos trazaran las
figuras representadas —un hombre en la cima de la fuente, vestido
escasamente y saliendo del agua, me recordó a Poseidón. A
continuación, por debajo de él había tres mujeres, delicadas y
hermosas, descansando casi desnudas sobre el agua. El cielo era de un
rico azul intenso encima de ellos y me entretuve en su imagen,
tomando el sol.
Tomé un sorbo de mi café y observé a las personas a mi
alrededor. Había algunos turistas obvios, pero la mayor parte era gente
local, y escuché la manera en que el complicado idioma salía de sus
bocas con tanta facilidad. Quizás aprendería otro idioma mientras
estuviera aquí. Eso sería algo más. Algo mejor. Pero ¿sería suficiente?
35
Intenté repetir una frase que oí decir a una mujer mayor cerca de
mí, pero las palabras se hicieron puré en mi boca. No intenté hacerlo de
nuevo por miedo a que pudiera decir algo ofensivo por accidente.
Cuando estaba a punto de terminar mi café, un grupo de niños
corría a mi alrededor, riendo. Ese sonido, al menos, era el mismo en
todos los idiomas. Ellos iban vestidos con uniformes, un grupo de escuela
supuse. Él niño que estaba en la parte delantera tenía alrededor de
doce años, tal vez trece, y era el más grande de todos. Él sostuvo un
cuaderno de bocetos sobre la fuente y algunos de los niños a su
alrededor lo animaban, en inglés. Así que, supuse, que ellos eran de
alguna especie de escuela internacional.
Otro niño más pequeño se acercó después corriendo hasta el
grupo, su cabello desaliñado y sus gafas torcidas sobre su cara.
—¡Devuélvelo! —exigió.
El chico más grande fingió dejar caer el cuaderno de dibujos,
atrapándolo a sólo un metro por encima del agua.
—Dame una razón, Cricket.
Sin realmente pensarlo bien, me puse de pie y caminé en su
dirección. Saqué mi mapa de Budapest y me detuve cuando estuve
cerca del chico grande. —Disculpa, ¿hablas inglés?
Al principio pensé que me iba a ignorar, demasiado enamorado
con su abuso, pero después de varios segundos se dio la vuelta, y como
cualquier niño adolescente, sus ojos fueron de mi cara a mi pecho en
dos segundos.
Mientras me miraba fijamente, repetí—: ¿Inglés? ¿Puedes
ayudarme?
Les sonrió a los otros chicos y dijo—: Por supuesto.
Me acerqué un poco más y traté de no sentir repugnancia por la
manera en que sus ojos estaban pegados a mí cuando me incliné sobre
el mapa.
—¿Puedes decirme dónde estoy? —pregunté, en el modo rubiatonta
al máximo—. Estoy tratando de encontrar esta estación del metro,
y sólo sigo dando vueltas en círculos.
Mientras se inclinaba más cerca de mí, mirando al mapa y a mí al
mismo tiempo, mis ojos se dirigieron al otro chico. Sus ojos estaban fijos
en el cuaderno de bocetos sujetado por la mano libre del abusador y
pude verlo considerando una forma de agarrarlo.
—Toma —dije, empujando el mapa completamente en las manos
del chico—. Por mucho que lo he intentado, simplemente no puedo
encontrarlo.
36
Él luchó por abrir el mapa con el cuaderno de bocetos en su otra
mano, y ahí tuve mi oportunidad.
—Déjame ayudarte.
Le arrebaté el cuaderno de bocetos de sus manos antes que él
pudiera discutir y vi el boceto de la primera página.
Inmediatamente, puso una sonrisa en mi cara.
Era un boceto de la fuente, las líneas de las esculturas capturaban
casi perfectamente las luces altas y las sombras. No podía imaginar que
los dibujos de estatuas medio desnudas de un chico común y corriente
se vieran así. Esto era maduro. Realista. El chico también había
encontrado una manera de capturar el reflejo del sol en el agua,
dándole a todo un efecto tridimensional. Era fantástico, de verdad.
Nunca me hubiera imaginado que un niño de su edad pudiera hacer
esto.
En mayor parte, el boceto se enfocaba en la fuente, y noté que
trabajó mucho tiempo en los detalles de las figuras. Pero en el borde, él
había comenzado a trabajar en otra parte del boceto. Las líneas de la
banca del parque fueron dibujadas rápidamente sin demasiado detalle
y en la banca, había una chica. No estaba tan detallada como la
fuente, todavía no, pero el rostro y su cabello se encontraban lo
suficientemente terminados para creer que la chica podría ser yo. La
ondulación de mi vestido de verano alrededor de mis rodillas, me hizo
estar bastante segura.
—¿Esto es tuyo?
Él hizo una pausa, indeciso entre impresionarme o sus amigos.
Le echó un vistazo a los dos chicos más cercanos y entonces
dijo—: No, ni pensarlo.
Una mano pequeña vino desde la parte trasera del grupo, y yo
sonreí antes de que incluso él hablara.
—¡Es mío!
Di un paso en esa dirección y el grupo de chicos se apartó de mi
camino. En mis tacones, el chico tenía que estirar su cabeza hacia atrás
para mirarme y su cara estaba manchada de rojo y blanco.
—¿Tú dibujaste esto?
Dudó, y por un momento pareció que quería correr. Pero
entonces asintió.
—¡Es maravilloso!
El silencio de los chicos detrás de mí era casi palpable y varios de
ellos se movieron, tratando de echar un vistazo a lo que se hallaba en el
papel.
—¿De verdad?
37
—De verdad. Eres muy talentoso. —Señalé a la chica en la
esquina y dije—: ¿Esta soy yo?
Ahora él realmente parecía que iba a correr. O tal vez imitar mi
comportamiento y enfermarse en la calle. Decidí sacarlo de su
sufrimiento y le devolví el cuaderno de bocetos sin necesitar una
respuesta.
—Es hermoso. Sigue dibujando así y no serás capaz de mantener
a las chicas lejos de ti.
Entonces… porque no me pude resistir, me abalancé sobre él y le
planté un beso en la mejilla.
Su rostro sonrosado estalló en tonos rojos y casi purpuras, y
mientras me alejaba, los chicos a su alrededor lo animaban y pedían
ver sus bocetos. Una mirada rápida sobre mi hombro mostró que el
grupo se había desplazado para rodear al chico con el cuaderno de
bocetos, dejando al abusador de pie solo y estupefacto, sosteniendo
todavía mi mapa.
Podía quedárselo. Qué le sirviera de recordatorio para no ser un
imbécil.
Le envié una última sonrisa al artista, y luego me dirigí a la calle.
No podía quitar la sonrisa amplia de mi cara. ¿Quién iba a saber
que todo lo que necesitaba para levantar mi ánimo era poner en su
lugar a un vándalo idiota?
Eché un vistazo por la calle, contemplando a dónde debería iría
ahora, cuando logré ver una cabeza conocida.
Hunt.
Mi corazón se disparó hacia mi garganta y di un paso en su
dirección antes de que un toque en mi codo llamara mi atención. Miré
al chico que pensé que era Hunt por un largo segundo antes de mirar
detrás de mí.
Era el pequeño artista.
Antes que pudiera abrir la boca para preguntarle que quería, él
metió un papel en mis manos y corrió. Bajé la mirada y mi corazón se
derritió en mi pecho al ver su boceto de la fuente, arrancado de las
páginas de su libro. Me volteé para verlo unirse al grupo de chicos, esta
vez para un choque de manos y vítores.
Sostuve el boceto cerca de mi pecho y lo saludé con la mano. Él
debía ser más valiente de lejos porque me devolvió el saludo con
entusiasmo.
Cuando me di la vuelta en la otra dirección, mi Hunt fantasma ya
no se encontraba a la vista. Suspiré. Probablemente no era él. Las
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probabilidades de volverlo a ver, y en la calle, nada menos, tenían que
ser minúsculas.
Quizás debería dejar de ir a ese hotel y quedarme en el hostal por
un poco más de tiempo. Porque si Hunt intentara encontrarme, ahí es
donde él iría. Quiero decir… probablemente no lo haría. No después de
haber hecho el ridículo, pero por si acaso. No me mataría quedarme
unos pocos días más.
Con suerte, podría detenerme de matar al idiota de Chris mientras

tanto.

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