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Finding It - Cap. 1 y 2

1

Todo el mundo merece una gran aventura, ese momento en la
vida en que siempre llegamos al punto de retroceder y decir: “Allí... allí
vivía realmente”.
Las aventuras no suceden cuando estás preocupada por el
futuro, o atada al pasado. Sólo existen en el presente. Y siempre,
siempre, llegan en el momento más inesperado, en el menos probable
de los paquetes. Una aventura es una ventana abierta y un aventurero
es la persona dispuesta a ir hacia la cornisa y saltar.
Les dije a mis padres que me iba a Europa a ver el mundo y
crecer como persona (no era que papá escuchara más allá de la
segunda o tercera palabra, que es cuando me metí en el que también
iba a gastar su dinero y hacerlo enojar tanto como fuera posible. Él no
se dio cuenta). Les dije a mis profesores que me iba a recoger
experiencias para ser una mejor actriz. Les dije a mis amigos que me iba
de fiesta.
En realidad, era un poco de todas esas cosas. O tal vez ninguna
de ellas.
A veces sólo tenía esa extraña e irritante sensación en la parte
posterior de mi cabeza, como el zumbido insistente de un mosquito, que
me decía que me perdía algo.
Quería experimentar lo extraordinario, algo más. Me negaba a
creer que mis mejores años quedaron todos detrás de mí, ahora que me
había graduado de la universidad. Y si las aventuras sólo existían en el
presente, ese era el único lugar en el que quería existir, también.
Después de casi dos semanas de mochilera por Europa del Este,
me convertía en una experta en eso.
Caminaba por la calle oscura de la ciudad, mis tacones de aguja
pegándose entre los adoquines. Mantenía un férreo agarre sobre los dos
hombres húngaros que había conocido más temprano, y seguíamos a
los otros dos en nuestro grupo. Suponía que, técnicamente, los había
conocido anoche, ya que ahora estábamos en las primeras horas de la
mañana.
8
No podía recordar sus nombres. Y sin embargo, ni siquiera estaba
borracha.
Está bien... tal vez estaba un poco borracha.
Continuaba llamándolos Tamás, István. ¿O era András? Oh,
bueno. Todos eran sexys, con el pelo y los ojos oscuros, y sabían cuatro
palabras en inglés, por lo que podía ver.
Americana. Hermosa. Bebida. Baile.
En lo que a mí concernía, esas eran las únicas palabras que
necesitaban saber. Al menos, recordaba el nombre de Katalin. La
conocí hace unos días y salimos casi todas las noches después de eso.
Fue un acuerdo mutuamente beneficioso. Ella me enseñó Budapest, y
yo cargué la mayor parte de nuestra diversión en la tarjeta de crédito
de papá. No era como si fuera a darse cuenta, ni le importaba. Y si lo
hacía, él siempre había dicho que si el dinero no compra la felicidad,
entonces la gente lo gastaba mal.
Gracias por las lecciones de vida, papi.
—Kelsey —dijo Katalin con su acento grueso y exótico. Maldita
sea, ¿por qué yo no podía tener uno de esos? Había tenido un ligero
acento de Texas cuando era más joven, pero mis años en el teatro
terminaron por llevárselo. Ella dijo—: Bienvenidos a Ruin Bars.
Ruin Bars.
Dejé de erizar el pelo de István (o del que yo llamaba István, de
todos modos) para disfrutar del lugar en el que nos encontrábamos. Nos
encontrábamos parados en una calle vacía llena de edificios en ruinas.
Sabía toda esa cosa de “no juzgues a un libro por su portada”, pero en
la oscuridad, ese lugar parecía sacado de un apocalipsis zombi. Me
pregunté cómo decir cerebros en húngaro.
El antiguo barrio judío. Ahí es donde dijo Katalin que íbamos.
Oy vey1.
Seguro que no me parecía como que pudiéramos encontrar un
bar por allí. Examiné el barrio y pensé que al menos había conseguido
tener sexo la noche anterior. Si me iban a cortar en trozos pequeños, por
lo menos me iría con una explosión. Literalmente.
Me reí y casi les conté mis pensamientos a mis compañeros, pero
estaba bastante segura de que se perdería en la traducción. Sobre
todo porque también empezaba a cuestionar el conocimiento del
idioma inglés de Katalin, si esto era lo que “bar” significaba para ella.
1 Oy y vey son dos interjecciones judías muy antiguas que equivalen a la expresión
“woe is me” que significa: ¡Pobre de mí!
9
Señalé un edificio sucio, carente de cualquier signo o dirección, y
dije—: ¿Bebida? —Luego imité la acción sólo para estar segura.
Uno de ellos dijo—: Igen. Bebida. —La palabra sonó como ee-gan,
y yo había recogido lo suficiente como para saber que significaba que
sí.
¡Yupi! Prácticamente ya estaba dominado.
Seguí a Katalin y András (estaba setenta y cinco por ciento segura
de que su tipo era András). Entraron por una oscura puerta al final de un
edificio abandonado, que me puso incómodamente nerviosa. El más
alto de mis bellos húngaros deslizó un brazo alrededor de mis hombros.
—¿Tamás? —pregunté. Él tenía los dientes blancos nacarados cuando
sonreía. Tomaría eso como un sí. Tamás, igual: alto. Y sexy para morirse.
Anotado.
Una de sus manos se acercó y apartó el pelo rubio de mi cara.
Eché la cabeza hacia atrás para mirarlo y el entusiasmo se desató en mi
vientre. ¿Qué importa el idioma cuando sus ojos se hallaban oscuros y
fijos en los míos, sus manos fuertes prensadas sobre mi piel y el calor
llenando el espacio entre nosotros?
Ni un poco.
Esa noche iba a ser una buena noche. Podía sentirlo.
Seguimos al resto del grupo al interior y sentí el bajo repiqueteo de
la música tecno vibrando en el suelo debajo mis pies.
Interesante.
Nos adentramos más en el edificio y salimos en una gran sala. Las
paredes habían sido derribadas y nadie se había molestado en mover
las piezas de hormigón. Las luces de Navidad y las linternas iluminaban
el espacio. Muebles destartalados se dispersaban alrededor de la barra.
Incluso un coche viejo había sido reutilizado para formar una cabinacomedor.
Era fácilmente el lugar más extraño y más confuso en el que
había estado jamás.
—¿Te gusta? —preguntó Katalin.
Me apreté más cerca de Tamás y le dije—: Me encanta.
Él me llevó al bar, donde las bebidas eran muy baratas. Saqué
una nota de dos mil florines2. Por menos del equivalente a diez dólares
compré tragos para todos nosotros.
Increíble. Tal vez debería quedarme en Europa del Este para
siempre.
2 Moneda de oro europea.
10
Y lo hubiera considerado completamente… excepto que había
una desventaja en Europa. Por alguna razón que no tenía ningún
sentido para mí, daban rodajas de limón con el tequila en lugar de lima.
Los camareros siempre me miraban como si estuviera ordenando sudor
de elefante en un vaso. Simplemente no entendían las propiedades
mágicas de mi bebida favorita. Si mi acento no me delataba como
turista, mi bebida preferida siempre lo hacía.
Lima o no, el tequila era mi mejor amigo, así que lo tomé con
entusiasmo.
A continuación, Tamás me compró una amarga ginebra con
limón, bebida que me habían presentado un par de semanas atrás.
Casi hacía soportable la ausencia de margaritas en aquella parte del
mundo. Me lo bebí como si fuera limonada en un día abrasador en
Texas. Sus ojos se abrieron de par en par, y me lamió los labios. István me
compró otro, y la acidez y la dulzura rodaron por mi lengua.
Tamás hizo un gesto para que lo bajara de nuevo. En realidad no
era de esa clase de bebidas, pero ¿quién era yo para negárselo? Me
lancé de nuevo a una ronda de aplausos.
Dios, me encantaba cuando la gente me amaba.
Tomé los brazos de Tamás e István y los alejé de la barra. Había
una habitación con una pared destruida en lugar de una puerta, y se
encontraba llena de cuerpos danzantes.
Ahí era donde yo quería estar.
Llevé a mis chicos en esa dirección, y Katalin y András nos
siguieron de cerca. Teníamos que pasar por encima de un pequeño
montón de escombros de hormigón si queríamos entrar en la
habitación. Le di un vistazo a mis tacones color turquesa, y sabía que no
había ninguna manera en la que saliera con mi sex appeal intacto. Me
volví hacia István y Tamás, midiéndolos. István era el más robusto de los
dos, así que puse un brazo alrededor de su cuello. No había necesidad
de hablar el mismo idioma para que entendiera lo que quería. Extendió
un brazo debajo de mis piernas y me llevó hasta su pecho. Era algo
bueno que estuviera usando un par de vaqueros angostos en lugar de
una falda.
Köszönöm —le dije, a pesar de que probablemente él debería
haberme dado las gracias a mí, basada en la forma en que se comía
mis pechos con los ojos abiertamente.
Ah, bueno. No me importaba. Continuaba sintiéndome
agradablemente cálida por el alcohol, y la música ahogaba el mundo.
Mis padres de mierda y mi futuro incierto se encontraban a miles de
kilómetros de distancia, cruzando el océano. Mis problemas podrían
haber sido ahogados en el fondo de dicho océano por lo mucho que
me importaban en ese momento.
11
Las únicas expectativas aquí eran las que yo había alentado y
estaba muy dispuesta a seguir. Así que tal vez mis nuevos “amigos” sólo
me querían por el dinero y el sexo. Era mejor que no ser querida en
absoluto. Además... todo el mundo quiere algo de otra persona.
Simplemente prefería enfrentarlo.
Los brazos de István se flexionaron a mí alrededor, y me derretí
contra él. A mi padre le gustaba hablar, o más bien gritar, sobre cómo
yo no apreciaba nada. Pero el cuerpo de un hombre era una de las
cosas que no tenía ningún problema en apreciar. István jugaba al
fútbol, y era todo músculos duros y ángulos bajo mis manos. Y esas
chicas eran sin duda nómadas.
En el momento en que puse los pies en la pista de baile, mis
manos encontraron esos deliciosos músculos que hacían un ángulo
hacia abajo en sus caderas. Me mordí el labio y me encontré con su
mirada debajo de sus pestañas bajas. Si su expresión era una indicación,
me encontraba al límite y tenía el visto bueno para ir a recoger mis
doscientos dólares.
O florines. Lo que sea.
Tamás presionó su pecho contra mi espalda y me entregué al
alcohol, la música y la sensación de estar atrapada entre dos
magníficos ejemplares de hombres.
El tiempo comenzó a desaparecer entre las manos frenéticas y el
goteo del sudor. Hubo más bebidas y más bailes. Cada canción se
desvaneció en la siguiente. Los colores bailaban detrás de mis ojos
cerrados. Y fue casi suficiente.
Durante un tiempo, estuve en blanco. Un nuevo lienzo. Nieve
virgen.
Dejé mi equipaje en la puerta, y sólo fui.
Y fue perfecto.
No había lugar para la tristeza cuando te apretabas entre dos
conjuntos de abdominales de lavadero.
El nuevo lema de mi vida, justo ahí.
Le di un par de notas a István y lo envié a conseguir más bebidas.
Mientras tanto, me volví hacia Tamás. Había estado presionado contra
mi espalda durante Dios sabe cuánto tiempo y me había olvidado de lo
alto que era. Me eché hacia atrás para mirarlo a los ojos y sus manos
alisaron mi espalda hasta mi culo.
Sonreí y dije—: Alguien está feliz de tenerme toda para él.
Atrajo mis caderas hacia las suyas, presionando su erección
contra mi estómago. —Hermosa americana —dijo.
12
Correcto. No tenía sentido gastar energía en burlarme
descaradamente si ni siquiera podía entenderlo. Tenía una idea
bastante clara de cómo usar mejor mi energía. Puse los brazos
alrededor de su cuello e incliné la cabeza en la señal universal de
“bésame”.
Tamás no perdió el tiempo. Como... nada de tiempo. El tipo fue
de cero a cien en cuestión de segundos. Su lengua llegó tan lejos en mi
garganta que era como ser besada por un lagarto y Gene Simmons3.
Los dos estábamos bastante borrachos. Tal vez él no se dio cuenta
de que estaba en peligro de comprometer mi reflejo nauseoso con su
récord Guinness de lengua. Me retiré y su asalto terminó, sólo para que
sus dientes se ocuparan de mi labio inferior.
Esperaba un pequeño mordisco, pero él tiró de mi labio hasta que
tuve la mitad de una boca de pez. Y se quedó allí, chupándolo durante
tanto tiempo que empecé a contar hasta ver cuánto tiempo duraría.
Cuando llegué a quince (¡QUINCE!) segundos, mis ojos se fijaron
en un chico en el bar viendo mi dilema con una enorme sonrisa. ¿Existía
sonrisa comemierda en el diccionario? Si no era así, le enviaría una foto
a Merriam-Webster4.
Me preparé y saqué mi pobre y abusado labio de los dientes de
Tamás con un pop. Mi boca se sentía como si hubiera sido atrapada en
una aspiradora. Mientras apretaba mis dedos contra mis labios
entumecidos, él comenzó a colocar besos descuidados por la comisura
de mis labios y por mi mejilla, hasta la mandíbula.
Su lengua se deslizó por mi piel como un caracol, y desapareció
toda la dichosa neblina inducida por el alcohol en la que había
trabajado tan duro.
Era consciente de que me encontraba de pie en un edificio
abandonado convertido en bar, con un rastro de baba por mi mejilla, y
que un chico en la habitación ahora se reía abiertamente de mí.
Y era jodidamente hermoso, lo que lo hacía mucho peor.
A veces... el ahora apestaba.
3 Cantante y bajista de la banda Kiss, conocida por el maquillaje y las largas lenguas
de sus miembros.
4 Es una editorial estadounidense que publica libros de referencia, sobre todo
diccionarios.
13
2
Traducido por Moni
Corregido por CrisCras
Mi divertido acosador tenía piel de color oliva, ojos oscuros y
cabello corto. Tenía esa musculatura y ese aspecto militar, lo que
provocó una media docena de chistes sucios en mi cabeza acerca de
que él invadiera mis territorios. Además, era alto, con un ardor
permanente que habría hecho que Tyra Banks parara el tren para
mirarlo.
Desafortunadamente, el único que miraba era él. ¿Por qué
alguien tan ardiente tenía que ser testigo de mi terrible cara de
vergüenza? Y como si pudiera leer mis pensamientos a través de mi
mirada, se rió más fuerte.
Me separé de Tamás y levanté la mano para evitar que me
siguiera.
—¡Baño! —espeté.
La palabra no significaba nada para él, así que trató de
alcanzarme de nuevo.
—¡Eh-eh! —Levanté la mano y traté—: ¿Retrete?
Frunció el ceño y se llevó una mano a la oreja. Así que grité más
fuerte—: ¡Retrete!
El volumen no ayudaba, pero hizo que una docena de personas a
nuestro alrededor que obviamente hablaban inglés se detuvieran y me
miraran boquiabiertos. Y mis ojos traidores encontraron al chico al otro
lado de la habitación. Si se reía más fuerte, iba a estallarle un pulmón.
Maldición.
Supongo que él no tenía ningún problema para entenderme.
Me di la vuelta y hui, por lo que probablemente sólo aumenté
exponencialmente el tamaño de la escena que acabo de hacer, pero
sólo me centré en lavar mi vergüenza con otra bebida.
Traté de caminar sobre el montón de escombros que llevaban de
nuevo a la barra, pero la tierra seguía moviéndose y me sentí un millón
de metros más alta en estos zapatos de tacón. Más ebria de lo que me
había dado cuenta, parpadeé, tratando de volver a enfocar el mundo.
14
Tuve que doblarme y equilibrar mi mano en un pedazo de cemento
para evitar volcarme.
—¿Qué? ¿No hay más gente alrededor para llevarte?
Volví la cabeza a un lado y mis peores temores se hicieron
realidad.
El Soldado Ardiente. Era aún más hermoso de cerca, lo que sólo
era magnificado por su profunda voz. Y a juzgar por el sonido, también
era americano. La mirada en su rostro era en parte bromista y en parte
condescendiente, pero sus ojos todavía tenían dando volteretas a mis
órganos.
O… eso podía haber sido el alcohol.
Ambos. Quedémonos con ambos.
—No necesito que nadie me lleve. Estoy perfectamente… Vaya.
Traté de enderezarme, pero mi tobillo se torció y el mundo se puso
un poco al revés. En lo que parecía un avance rápido, pasé de estar de
pie a estar sentada sobre los escombros en un abrir y cerrar de ojos, las
palmas de mis manos se rasparon con el áspero cemento. Seguía
tratando de averiguar si yo me movía a gran velocidad o si el mundo se
movía muy despacio, cuando de repente estaba volando.
Mi visión se llenó de una fuerte mandíbula que daba paso a
suaves labios carnosos. Y luego ojos tan penetrantes que me
recordaban a crecer en la iglesia, y la sensación de que en algún lugar
había un Dios que miraba y podía ver todo lo que no quería que viera.
—Me recuerdas a Dios —murmuré, luego inmediatamente deseé
poder tragarme esas palabras.
Se rió. —Bueno, eso es nuevo para mí.
—Quería decir… —No sé qué quería decir. Dios, estaba ebria—.
Bájame. No necesito que nadie me cargue.
Habló y sentí su voz baja vibrar desde su pecho hasta el mío. —No
me importa lo que crees que necesitas.
La historia de mi vida. Me encantaban los hombres tanto como a
cualquier chica, pero ¿por qué era que ellos siempre parecían pensar
que sabían más?
Rodé los ojos y dije—: Bien, cárgame toda la noche. Funciona
para mí.
Apoyé la cabeza en su hombro y me acurruqué contra su pecho
para estar cómoda. Enrollaba mi mano alrededor de su nuca cuando
me dejó caer sobre mis pies en el suelo, al otro lado de los escombros.
Hice una mueca ya que el dolor me sacudió por mis tobillos hasta las
rodillas por el aterrizaje forzoso.
15
Suspiró. Debí haber mantenido mi boca inteligente cerrada.
Pretendí que no estaba decepcionada, me encogí de hombros y di la
vuelta hacia el bar. Apareció frente a mí tan rápido y mis reflejos se
hallaban tan lentos, que apenas manejé evitar chocar de cara contra
sus pectorales.
Espera… ¿Por qué trataba de evitar hacer eso?
Él dijo—: ¿Qué? ¿Ni un gracias?
Lo nivelé con una mirada, sintiéndome más sobria que hace unos
momentos. —No tengo la costumbre de agradecerle a personas que
hacen cosas en contra de mi voluntad. Así que, si no te importa…
Pasé a su lado y le hice señas al barman, que por suerte hablaba
inglés. Pedí un tequila y tomé asiento en un taburete.
—Dale agua también —agregó mi acosador, sentándose a mi
lado.
Lo miré. Ardiente, era definitivamente ardiente. Pero nunca había
conocido a un chico en un bar que tratara de tenerme menos ebria.
Eso de alguna manera hizo más difícil el confiar en él.
Retorcido, lo sé. Pero había aprendido hace mucho tiempo que si
no te dabas cuenta de lo que la gente quería de ti desde el principio,
volvería para morderte el trasero más tarde. Además, si interpretaba la
tensión en su mandíbula correctamente, estaba enojado, y ni por mi
vida podía entender por qué se sentó allí a mi lado si yo lo enojaba
tanto.
Le dije—: Eres horriblemente prepotente, extraño.
Y un poco peligroso. ¿Quién pensaría que un extraño-peligroso
podría ser tan ardiente?
—Tú estás horriblemente ebria, princesa.
Me reí. —Cariño, apenas acabo de empezar. Cuando comience
a hablar sobre que no puedo sentir mis mejillas y me ponga un poco
sentimental, entonces sabrás que estoy horriblemente ebria.
Su ceja se levantó cuando dije sentimental, pero no hizo ningún
comentario. Mi trago llegó, junto con un vaso de agua. Miré a este
último, alejándolo de mí, luego me tomé mi trago.
Este viaje era sobre la aventura, sobre vivir la vida sin equipaje, sin
ataduras y sin pensar. Sólo ahora. Definitivamente no era sobre tomar
agua.
Me tomé el trago.
Ahora.
Por unos segundos, el calor se instaló en mi cintura, tocándome.
Comenzaba a acostumbrarme a las rodajas de limón, más dulces que
la lima, pero el sabor ácido aún le daba una pequeña sacudida a mi
16
lengua. Hice una señal por otro, pero la profunda voz de mi acosador
cortó la hermosa niebla que estaba construyendo.
—Si estás tratando de quitarte el recuerdo de ese beso en la pista
de baile, dudo que funcione. Ese es el tipo de beso que se queda
contigo.
Arrugando la nariz, le dije—: No tienes que decírmelo.
Me limpié la mejilla de nuevo, aunque la baba ya se había ido.
El vaso de agua fue deslizado de nuevo frente a mí, empujado
por su dedo índice. Lo miré. Sus ojos oscuros eran color gris acero,
endurecido. Pero había un rastro de una sonrisa en su mirada que no
apareció en su boca.
Y era una boca fascinante.
Le dije—: Sabes, siempre podrías ayudarme a encontrar otra
forma de borrar el recuerdo de ese mal beso. —Se volvió y apoyó la
espalda contra la barra. Su brazo rozó el mío y me estremecí. Entonces
estaba un poco en la parte agravante, pero también era grande,
cálido y masculino, y demonios, no necesitaba enumerar todo lo
demás. Ya estaba vendida. Mi cuerpo no se preocupaba mucho sobre
qué tipo de tensión había entre nosotros. La tensión era tensión.
Mantuvo sus ojos fijos fríamente en la pista de baile al otro lado del
salón. Con esa mandíbula fuerte y sin afeitar, y esos músculos deliciosos,
era el epítome de alto, oscuro y peligroso.
Mi vocabulario se redujo a una sola palabra: mmm.
Mirándome de reojo, dijo—: Podría hacerlo…
Oh, por favor. Por favor, hagámoslo.
—Pero es mucho más divertido seguir imaginando la mirada en tu
rostro mientras sucedía.
Maldición.
Sus hombros rebotaban en una risa silenciosa. Genial. Ahora se
volvía a reír de mí.
Dejé que mi brazo rozara el suyo y dije—: Puedo pensar en
algunas cosas que serían más divertidas.
Dejó de reír. Sus ojos se alejaron de la pista de baile y se
arrastraron por mi cuerpo, comenzando en mis zapatos de tacón. Sabía
que había una razón por la que desafié a estos tacones. Cuando su
mirada llegó a mis caderas, arrastró un dedo sobre su labio inferior y yo
me encontraba lista para saltar sobre él en ese momento. Llevé mis
hombros hacia atrás y como un hechizo, sus ojos se posaron en mi
pecho.
¡Bingo!
17
Gracias por guardar mis secretos, Victoria. La sonrisa de victoria ya
subía a mi rostro, y luego su mirada regresó a la pista de baile sin un
comentario.
¿Qué demonios?
No miró mi rostro. Ni siquiera vio mi cuerpo por mucho tiempo.
Me ofendió un poco. Mis chicas, Marilyn y Monroe, estaban
definitivamente ofendidas.
¡Ven! A esto era a lo que me refería sobre no confiar en un tipo
que me quería sobria. Había estado despierta por mucho tiempo y
tenido muchas bebidas para averiguar lo que quería. Y aunque era
hermoso (del tipo para caer muerta), también mataba mi emoción. Sin
mencionar que el alcohol y la inseguridad eran una muy mala
combinación.
Le dije—: Bueno, esto ha sido interesante. Será mejor que
regrese…
—¿Con el dementor en la pista de baile? ¿En serio?
Di unos pasos y lancé una sonrisa por encima de mi hombro.
—¿Tienes una mejor oferta?
Había esperado la misma mirada fría. En vez de eso, sus ojos
brillaban y su mandíbula se tensó. Se apartó de la barra como si fuera a
seguirme. Mis pasos dudaron y algo revoloteó en mi estómago. Casi me
lanzo sobre él. Casi.
No estaba tan desinteresado como quería que creyera, y eso era
lo que lo hacía interesante. Me mordí el labio y tuve la satisfacción de
ver sus ojos bajar a mi boca.
Sonriendo, di un paso hacia él y me incliné hacia delante hasta
que nuestros pechos se rozaran. Su cabeza se inclinó hacia la mía y
aunque su expresión lucía cuidadosamente en blanco, vi su manzana
de Adán subir una vez, y luego de nuevo cuando tragaba.
Apoyé una mano en su pecho duro mientras alcanzaba el vaso
de agua olvidado detrás de él. Me mordí el labio para evitar sonreír
demasiado mientras colocaba el vaso entre los dos. Inclinando mi
cabeza a un lado, lo miré mientras envolvía mis labios alrededor de la
pajilla y tomé un largo trago.
Se aclaró la garganta, su mirada fija en mi boca. La emoción se
apoderó de la parte baja de mi vientre. —Hazme saber si cambias de
opinión —le dije.
Me di la vuelta y entré de nuevo a la pista de baile, mis caderas
se balancearon un poco más de lo habitual. Esta vez logré pasar por los
escombros sola, aunque tuve que ser muy cautelosa y cuidadosa sobre
18
dónde ponía mis pies. No fue hasta que me encontré de pie en la pista
y vi a Tamás, el terrible besador, que me arrepentí de mi salida asesina.
Así que cuando vi a István, hice una línea recta.
Tamás desapareció oficialmente en mi lista de cosas por hacer.
Enrollé los brazos alrededor del cuello de István y giré para que él
estuviera entre el chico baboso y yo. Ni siquiera pasaron unos segundos
antes de que mis pensamientos regresaran a mi amigo en la barra. Sus
ojos me atravesaron.
Sí, definitivamente estaba interesado.
Sonreí y tomé otro trago de agua.
Hora de un pequeño espectáculo.
Con mis ojos en Oscuro y Peligroso, pasé la mano por el pecho de
István. Sacudí mis rizos y me presioné más cerca de él. Me giré y moví mi
cuerpo alrededor del suyo, poniendo un poco de intensidad extra en mi
movimiento para mi audiencia.
Desde aquí podía ver la manera en que sus puños se cerraban
sobre la barra.
Apoyé la espalda contra el pecho de István y miré a mi objetivo
real. Pasando una mano por mi cuerpo, le disparé una sonrisa astuta.
Esto iba a ser muy fácil.
Una de las manos de István se deslizó alrededor de mi cintura
hasta mi abdomen y dejé caer la cabeza en su hombro. Mis ojos se
cerraron y mis párpados se sentían casi demasiado pesados para
levantarlos de nuevo. Mis músculos se estremecieron placenteramente.
Ahí regresó esa emoción. Aleluya. El tequila tenía efecto.
Así… así era como quería sentirme todo el tiempo. A la deriva, ya
no atada a la tierra y a sus demandas y problemas. Quería flotar en el
mar, ir a la deriva por el espacio, olvidar quién era.
Era perfecto.
Pero podía pensar en una manera en que podría ser mejor. Abrí
los ojos y tuve que parpadear para deshacerme de lo borroso antes de
poder enfocar la barra.
Oscuro y Peligroso no se encontraba allí.
Miré hacia la pared donde lo había visto por primera vez, pero
tampoco estaba allí. Busqué sus hombros anchos y su piel oliva, pero no
lo podía ver por ninguna parte. Había desaparecido entre la multitud,
llevándose la opción más interesante de la noche con él.
Maldición. Había jugado a ser difícil. Debí haber saltado sobre él
tan pronto como vi su interés en la barra.
19
Fruncí el ceño y luché contra mi decepción. Traté de
acomodarme contra István, pero de pronto el calor de sus manos en
mis caderas y su respiración contra mi hombro se sentía menos
excitantes. Tomé una respiración profunda, estiré el cuello y me volví
hacia él.
Debió haber pensado que ese era el visto bueno para hacer un
movimiento porque se inclinó para besarme. Me aparté y sus labios
rozaron mi barbilla.
Di un paso hacia atrás y negué con la cabeza. ¿Qué pasaba
conmigo?
Miré el vaso de agua aún en mi mano y decidí que tal vez sólo
necesitaba otra bebida.
Viajar sola no era fácil. Había mucho silencio, demasiado tiempo
gastado con mi cabeza. Algunas veces se sentía como trabajo. Y el
antídoto para el trabajo era jugar más.
Cuando István y yo llegamos a la barra, me sonrió y dijo—: Bebe,
hermosa americana.
Correcto. Tal vez habría sido bueno si supiera algunas palabras en
inglés.
Ordené otra ronda de tragos. En cualquier otro momento —
demonios, ayer— habría hecho cosas interesantes con la rodaja de
limón y algo de sal, pero no estaba de humor en el momento. Eso
tomaría demasiado esfuerzo.
Supe al momento en que puse la copa en mi boca que no era
una buena idea. Se me hacía agua la boca y mi estómago se sentía
como si estuviera residiendo en algún lugar en mi caja torácica. Pero
me lo tomé de todos modos.
Me detendría después de este, aguantando por un momento. Lo
tenía completamente bajo control.
O pensaba que lo tenía.
Cinco minutos más tarde, ese trago no sólo me golpeó. Me
demolió, me sostuvo y me golpeó de nuevo. Sólo el tratar de caminar
me hacía sentir como uno de esos hombres inflables que se mueven
con el viento. El suelo seguía inclinándose hacia mí, sin importar cuán
cuidadosamente caminaba. El aire parecía ondularse con cada golpe
en la base. Las luces de neón rebotaban alrededor del espacio. Con la
gente bailando, la decoración alucinante de este lugar y el ruido, el
interior de mi cabeza hizo que el Harlem Shake pareciera una fiesta de
jardín.
—Creo… creo que necesito un poco de aire.
—¿Bailar? —preguntó István.
20
Dios, no.
—Bailar no. Sólo necesito… —Pasé a empujones a través de la
multitud hacia el pasillo por el que habíamos llegado. Reboté entre
montones de personas y las paredes como una bola de ping-pong
antes de llegar a la salida. Salí hacia el frío aire de la noche y tomé una
gran bocanada de aire fresco.
Esa fue mi perdición.
Me balanceé con una mano en el edificio, y luego estaba
atrozmente, épicamente, mortificadamente enferma en la calle. La
calle tranquila, vacía y todavía no infestada de zombis.
Pasos vinieron detrás de mí y manos cálidas tomaron mi cabello,
que colgaba a ambos lados de mi rostro.
De acuerdo, no completamente vacía.
Con los ojos llorosos y mi garganta dolorida, miré sobre mi hombro,
esperando ver a István o tal vez a Katalin.
En vez de a ellos, encontré al chico que había desaparecido
antes, reapareciendo en el peor momento. Y ese rastro de una sonrisa
que había visto en sus ojos se había esfumado.

Mátenme ahora.

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