Leer libros online, de manera gratuita!!

Estimados lectores nos hemos renovado a un nuevo blog, con más libros!!, puede visitarlo aquí: eroticanovelas.blogspot.com

Últimos libros agregados

Últimos libros agregados:

¡Ver más libros!

Finding It - Cap. 29 y 30

29
Volver a capítulos

Traducido por Nats
Corregido por Mel Cipriano
Un mes más tarde y seguía sin poder escaparme lo
suficientemente rápido.
Lo intenté en Grecia.
Las ruinas me recordaban a Roma.
Las islas me recordaban a Capri.
Todo me recordaba a Hunt.
Así que, seguí adelante.
Alemania tenía demasiados castillos.
Austria, también.
Cada río dividiendo una ciudad hacía que huyera.
Cada parque jugaba con mi corazón, y perdía.
No te das cuenta de cuántos puentes hay hasta que ves uno de
ellos y colapsa algo en tu interior.
Estuve a punto de renunciar a la esperanza, a la creencia de que
nunca encontraría un lugar en el que pudiera sentirme como en casa.
No podía volver a donde crecí. Esa casa era un cementerio, un
recuerdo de las cosas perdidas y los problemas adquiridos. Y una parte
de mí dolía en cada lugar nuevo, como si las viejas heridas protestaran
por cada cambio de clima.
Pero entonces me di cuenta de que cuando ningún lugar se
sentía un hogar, tenía otra opción. En Madrid, encontré un sitio tranquilo
en mi hostal, que en resumidas cuentas era un armario de
mantenimiento, lleno de cosas que probablemente no se había
limpiado desde hacía décadas.
Coloqué la portátil en mis rodillas y Bliss contestó mi llamada por
Skype en segundos con un grito de banshee.
—Oh, Dios mío. No vuelvas a esperar tanto para llamarme. Mi
locura ha llegado vergonzosamente a nuevas alturas en tu ausencia.
Mi voz se ahogó con las palabras. —¿Tú? ¿Más loca que antes?
Imposible.
205
—¿Kelsey? ¿Estás ahí? Suena como si te estuviera perdiendo.
Más como derrumbándome.
Apreté un puño contra mis labios, con fuerza. Los huesos
empujaron contra los dientes, ambos con una fuerza que me gustaría
tener.
—Estoy aquí —dije—. ¿Puedes oírme ahora?
—Ahora sí. Alto y claro, amor.
—Oh, cariño. Deja de hablar como tu novio. Es espeluznante sin el
acento.
—Viajar por todo el mundo te hizo una criticona.
—Todo el sexo que estás teniendo debe haberte dañado el
cerebro porque siempre he sido una criticona.
Bliss se echó a reír y suspiró al otro lado de la línea, y me pregunté
si habría sonado así, si alguna vez le hubiese contado sobre Jackson
antes de todo esto.
—Oh, Dios mío, Kels. No puedo siquiera… Creo que en realidad
podría ser adicta a él.
Hice un sonido que caía en algún lugar entre una risa y un gemido
porque sabía cómo se sentía. Y alejarse apestaba.
—Disfrútalo —dije. Mientras dure.
—¿Qué te ocurre? —preguntó Bliss.
—¿Qué quieres decir?
Pensé que lo había estado escondiendo bien. Dios, ¿era tal el
desastre que simplemente se filtraba a través de mí y cruzaba llamadas
internacionales?
—Tienes ese sonido —dijo—. Pones la voz de cuando actúas.
—No tengo ninguna voz de actuación.
—Oh, cariño. Sí, la tienes. Sabes… es esa cosa en la que tu voz se
vuelve más profunda, y de repente tienes muy buena enunciación. La
alzas también, proyectándola como si tener un volumen ensordecedor
te hiciera más creíble. Es un truco de actor. Todos tenemos uno. Ahora
confiesa y dime qué ocurre.
Golpeé la cabeza contra la pared y suspiré. —Todo. Todo está
mal.
—Bueno… empieza por el principio. Dime lo primero que salió mal.
Eso era fácil. —Yo.
Contarle a Bliss sobre mi infancia era sorprendentemente fácil e
increíblemente difícil.
206
Con los años, aprendí cómo retorcer la verdad sobre mi pasado,
para así poder participar cuando los amigos contaban sus historias de la
infancia, sin renunciar a mis secretos. Como cualquier otro papel que
interpreté, me tomé mis libertades. Pinté una imagen de lo genial, una
chica rebelde con apetito por la aventura. Ahora tenía que romper esa
ilusión para revelar a la chica real, que no era genial ni rebelde… sólo
estaba perdida.
Y aunque era una historia difícil de empezar, era fácil de seguir. Le
conté sobre el señor Ames y mis padres. Y sobre cómo aprendí a
afrontarlo, y cómo eso me había arruinado aún más al final.
Se lo conté todo.
Excepto lo de Hunt.
Abrí la boca para decir algo, pero las palabras no llegaron. No
sabía cómo hablar de él sin desintegrarme en la desesperación. No
podía explicar lo que me había hecho sin explicar lo distinto que había
sido él, lo diferente que yo había sido con él. No era una chica de
relaciones. Y tal vez Hunt y yo no tuvimos una, pero era lo más real que
había experimentado. Lo que sólo servía para que me diera aún más
cuenta de cuán revuelta me dejó. Si intentaba hablar sobre él… No
estoy segura de lo que pasaría, pero el apretón en mi estómago me dijo
que tenía miedo. Miedo de enamorarme de él otra vez en mi mente,
sólo para volver a tocar fondo.
Me quedé callada. Quizá me avergonzaba haber sido
engañada. Esperaba que fuese eso.
Pero una idea en lo recóndito de mi mente me dijo que había
algo más. A pesar de estar herida y furiosa, no quería que Bliss pensara
mal de él.
Amigo, ¿cuán jodidamente loco era eso?
Debí haberlo despedazado, lanzado a las brasas y dejar que Bliss
se uniera a ello. Eso es lo que debería haber hecho.
Bliss dijo—: Sabes lo que tienes que hacer, ¿no, Kelsey?
—¿Intentar dejar atrás mis problemas a través de una docena de
países diferentes?
No es que hubiera estado funcionando mucho, pero quizás doce
era el número mágico.
—Creo que sabes lo bien que ha estado funcionando eso.
Una cosa es cuando sólo tú sabes algo. Es peor cuando todo el
mundo también lo sabe.
—Abismalmente. ¿Cuál es tu punto?
—Tienes que hacerle frente a tus padres.
207
—No. No, Bliss. —El portátil de repente quemaba demasiado sobre
mis piernas y el armario se sentía muy pequeño—. No puedo. No puedo
volver allí. Ahora no. Las cosas son… complicadas.
No sabía con quién estaba más enojada… si con Hunt o con mi
padre. Pero no podía soportar la idea de ver a ninguno.
—No tienes que regresar. Pero has pasado demasiado tiempo
aceptando sus mentiras como la verdad. Necesitas decirles que se
equivocaron.
Mi corazón latía demasiado rápido. Odiaba estar tan asustada de
esto.
—No cambiará nada. No conoces a mis padres.
—No lo estás haciendo para cambiarlos.
Maldita sea. Maldición. ¿Cuándo narices las divagaciones de Bliss
habían comenzado a tener tanto sentido?
—Lo pensaré —dije.
—Kelsey, tienes que hacerlo. No puedes esconderte más.
Golpeé la cabeza contra la pared detrás de mí un par de veces,
furiosa de que tuviera razón.
—Bien. Supongo que no tengo nada que perder. Por lo menos, se
sentirá muy bien decirles todo.
—¿No tienes nada que perder?
—La verdad es que no. Yo, uh, me volví loca hace un par de
semanas. Puede que le diera mi tarjeta de crédito a un extraño y le
dijera que se la quedara.
—Oh, Dios mío, Kels. Tu padre se va a poner hecho un basilisco.
Genial. Entonces por lo menos, ambos estaremos enojados.
—Estoy segura de que papá tuvo la cuenta congelada en poco
tiempo.
—¿Pero cómo estás consiguiendo el dinero? ¿Dónde te estás
quedando?
—Relájate, nena. Estoy bien. No te preocupes por mí. Obtuve un
decente montón de cambio antes de desperdiciar todo lo que tiene
que ver con papá. Y mi billete Eurail dura hasta fines de mes.
No me pregunten qué haría a final de mes. No. Tenía. Ni. Idea.
—¿Y entonces qué? —Tenía que preguntar—. ¿Cómo regresarás a
casa?
Había aprendido a despreciar esa palabra, pero para un
lenguaje tan extenso y repetitivo como el inglés, todavía tenía que
208
encontrar un sinónimo que abarcara el mismo inconmensurable
significado.
—Me voy a quedar aquí, Bliss. Al menos por ahora. He estado
buscando trabajo…
—No tienes que hacer eso. Déjame hablar con Garrick. Entre los
dos probablemente podremos pagar una decente proporción de tu
billete.
—No puedo…
—Puedes quedarte con nosotros en Filadelfia tanto como lo
necesites. Nuestro apartamento es pequeño, pero tenemos un sofá que
se convierte en cama. Puede que huela un poco a moho. Lo
encontramos en una tienda de muebles de segunda mano, pero…
—Gracias, pero no. —Casi podía imaginarme su mandíbula
cerrándose para fruncir el ceño—. No me quedo por el dinero. Tenías
razón. Hay algunas cosas en las que necesito trabajar, incluyendo
hablar con mis padres. Hasta que lo haga, no importará a dónde vaya.
Mis problemas me seguirán. España parece un sito tan bueno como
cualquier otro para reorganizar mi vida. Todos esos toreros, toros y capas
rojas. Podría ser una buena fuente de inspiración para enfrentar las
cosas.
Sonaba más segura de lo que en realidad me sentía. Primero,
finges para otros, luego finges para ti misma. Entonces finges porque
todo es mentira, y tienes que hacer que el ciclo siga en marcha.
Bliss dijo—: Hablando de toreros… ¿algún español peligrosamente
sexy del que debería saber?
—Me estoy tomando un descanso de eso, también.
Ahora ni siquiera podía pensar en sexo. Es sólo… que no era lo
mismo que antes para mí, como una palabra con una nueva definición.
El silencio se adueñó del otro extremo.
—Creo que es inteligente, Kels. Vas a salir de esto. Eres audaz, y
valiente y fuerte. Estarás bien.
—Como mi mejor amiga, estás obligada a decir cosas así.
—Es la verdad. La única razón por la que estoy tan feliz ahora
mismo es porque una noche en un bar, pedí prestada tu valentía. Te he
agradecido por eso, ¿cierto?
—Lo has hecho, y de nada. Pero no soy ni de cerca tan valiente
como pretendo.
—Una terrible mierda. ¿Te das cuenta de cuánto valor hay que
tener para contarme sobre todo esto? Me tomó hasta el último año de
Universidad, incluso, admitirte que era virgen.
Solté una casi risa. —Oh, viejos tiempos.
209
—Siéntete libre de rememorar mis momentos incómodos si eso te
anima.
Sonreí, pequeña, pero real. —Gracias por la charla. Y por
escuchar.
—Cuando quieras. Te quiero.
—Como familia —contesté. La única que me importaba ahora.
—¡Llámame pronto!
—Lo haré. Adiós, Bliss.
Hunt era muchas cosas, muchas de ellas no muy buenas. Pero en
este caso, había tenido toda la razón.
Porque aún cuando el suelo frío de cemento besaba mi piel y el
fuerte olor a limpiador entorpecía mis sentidos, fui capaz de sonreír
plenamente. Había sido breve, como un ligero toque, pero la había
sentido.
Apenas un susurro de casa.
210
30
Traducido por letssinkhearts
Corregido por Jasiel Odair
Después de meses de vagar y desear sin rumbo, era bueno tener
finalmente algo tangible a lo que dirigir mis energías.
Un trabajo. Dinero. Un lugar para quedarse.
Podía manejar eso.
Al final resultó que había una gran demanda en Madrid de
anglohablantes para enseñar o ayudar en los salones de clase en los
programas bilingües. Nunca había sido una maestra, pero tenía un
grado. Y la mención de Hunt sobre la carrera era algo que no pude
olvidar. Después de crecer en Texas, tenía suficientes conocimientos de
español básico para desplazarme. Cuando vi el anuncio en un
periódico en inglés en mi hostal, y decía que no era necesaria tener
experiencia enseñando, supe que era perfecto. Al igual que cuando
encuentras el vestido perfecto que de alguna manera te hace sentir
mejor por haberte deslizado en él.
Solicité una visa de trabajo y contacté con el Ministerio de
Educación. A finales de mes, tenía un trabajo como asistente en lengua
y cultura. Bueno... dos trabajos, técnicamente: un trabajo a tiempo
parcial con los adolescentes y el otro trabajando con niños más
pequeños. Además, cerca de cuatro clases particulares a la semana
para llegar a fin de mes.
Nueva realización de vida #1:
Ser adulto es un trabajo difícil. Sé que la gente te habla de ese
crecimiento, pero en realidad no lo entiendes hasta que lo vives,
enterrada hasta la cintura en los pantanos del “no hay tiempo libre” y
del “no hay suficiente dinero”.
Nueva realización de vida #2:
Vale la pena.
Era un nuevo tipo de satisfacción, estar sola y bien. Más que bien,
estaba genial. Tenía un trabajo. Bueno, un montón de ellos. También
tenía un apartamento. Y había enviado una carta a mis padres.
Había derramado cada herida amarga y pensamiento vulnerable
que alguna vez suprimí y sellé un pedazo de mi corazón dentro de un
211
sobre. No era la manera más valiente para enfrentarlos, pero las
palabras eran valientes y eso era suficiente por ahora.
Como era de esperar, no recibí respuesta. Tampoco la esperaba.
El haber respondido reconocería que había un problema y preferían
fingir que eso no existía. Incluso ahora, probablemente decían una
mentira atroz para explicar mi ausencia.
Me sorprendió lo poco que me molestó. Me pregunté si todo el
mundo experimentaba un momento como éste: un momento en el que
te das cuenta que has dejado atrás a tus propios padres. No sólo
porque no los necesitaba más, sino porque por fin me di cuenta que
estaban tan atascados como yo lo había estado. Los vi con un tipo de
claridad que es imposible de ver cuando eres un niño, y cuando tus
padres son lo más importante en tu vida.
La respuesta llegó finalmente, pero no de mis padres.
—¿Carlos? ¿Qué es esto?
Carlos tenía nueve años y tenía de lejos la actitud más grande de
la clase. Probablemente por eso lo adoraba.
—Mi tarea, señorita Summers.
—Eso no, me refiero a esto. —Levanté el sobre cerrado que había
entregado con su trabajo.
Sonrió, una sonrisa rompecorazones inminente. —Eso es para
usted, señorita.
—¿Y qué es?
Se encogió de hombros, de esa manera en que hacen los niños
cuando no saben o no les importa la respuesta.
—¿De dónde sacaste eso?
—De un hombre.
—¿Qué hombre?
—No lo sé. Americano11.
La señora Alvez, la maestra principal, lo hizo callar. —Solamente
inglés, Carlos.
No le hice más preguntas porque no quería meterlo en problemas.
Pero cuando la señora Alvez comenzó su lección, deslicé mi dedo por
debajo del borde del sobre y lo abrí lo más silenciosamente posible.
Nunca había visto la letra de Hunt, pero la reconocí de todos
modos. Sólo... se parecía a él. Fuerte. Meticulosa. Agravante.
11 Español en el original.
212
No podía leer las palabras. No lo haría. Pero conté una, dos, tres
páginas y un boceto. El parque. El de Praga.
Mi corazón se paralizó, y un frío se extendió sobre la prisión de mi
caja torácica y penetró mis pulmones. Con manos temblorosas, empujé
los papeles en el sobre y me levanté. La señora Alvez me miró fijamente,
y mi sangre rugía en mis oídos.
—Tengo que… Necesito… —Dios. Todo lo que quería hacer era
gritar obscenidades, pero estaba en un aula llena de niños—. Tengo
que irme.
No le di una explicación. Salí corriendo por la puerta. Que piensen
que estaba enferma. Porque era cierto. Hasta los huesos.
Firmé mi salida en la oficina y esta vez mentí sobre no sentirme
bien. Luego me fui a casa. Tenía el instinto más extraño de correr
mientras caminaba las cuadras a mi apartamento. No me hallaba
preparada para esto. Había solucionado las otras partes de mi vida,
pero esto... seguía en carne viva. Y el instinto corporal cuando estaba
herido, era sobresaltarse cuando lo tocaban y correr para evitar más
lesiones.
Sin embargo, correr no habría servido de nada, porque había otra
carta esperando en mi apartamento. La recogí de donde había estado
caída fuera de mi puerta. No sabía si aplastarla o romperla o sostenerla
firmemente.
Decidí ignorarla.
Pero siguieron llegando. Había otra deslizada bajo la puerta de la
clase cuando llegué en la mañana del miércoles. Llegaron por correo.
Mi casero me trajo otra.
Las tiré en mi escritorio sin abrir, pero me llamaban cada vez que
entraba en mi apartamento.
Una semana después de que apareció la primera carta, llegué a
casa del trabajo para encontrar la décima en mi puerta. En lugar de
agregarla al montón, pesqué un marcador en mi bolso. (Dios mío,
guardé marcadores en el bolso. Era tan típico de una maestra.)
En la parte trasera escribí: ¿Todavía siguiéndome? Sigue sin estar
bien.
Entonces la dejé en mi pórtico, donde él probablemente la
encontraría al día siguiente.
La siguiente carta vino de Carlos. La dejó en mi escritorio, esta vez
sin el pretexto de la tarea.
—El hombre americano dijo que las lea, y dejará de seguirla.
—Carlos, no quiero que hables con ese hombre de nuevo, ¿de
acuerdo? Si se acerca a ti, sólo aléjate. No le aceptes más cartas.
213
Pensé que tal vez eso funcionaría, que por fin había captado la
indirecta porque no vi otra carta durante una semana.
Me sentí aliviada por el primer día o dos. Pero luego empecé a
buscarlas. Empecé a preguntarme por qué se ausentaban, por qué él se
detuvo ahora. Y más que nada... me preguntaba lo que decían.
Pero no podía leerlas. Quería estar enojada. Era más seguro
permanecer enojada. Pero teniendo en cuenta la forma en que me
hizo sentir la ausencia de las cartas, no había manera de que pudiera
leer su contenido y mantenerme fuerte.
A la semana siguiente, sin embargo, me di cuenta de que él no
dejó de escribir las cartas, simplemente había estado esperando. El
lunes caminé a través del patio de la escuela y vi a un grupo de mis
chicos reunidos fuera de las puertas, con Carlos en el centro.
Entregaba algo y cuando me acerqué más, todos empezaron a
susurrar y me miraron al pasar no tan sutilmente. Cuando los estudiantes
se sentaron aquella mañana, cada escritorio en la habitación tenía un
sobre, todos para mí.
Estaba enojada y aliviada, y era un lío gigante de deseos.
Caminé a casa ese día con mis brazos llenos de sobres y la
cabeza llena de frustración.
Pensé en hacer algo para demostrar un punto. Podía tirar todas
las cartas donde él pudiera encontrarlas. Podría quemarlas. Podría
romperlas.
O podría abrirlas.
Tal vez si mostraba que las abrí, se detendría.
Por lo tanto, saqué una del montón y mi piel de pronto zumbaba.
Traté de tragar, pero algo se anudó en mi garganta.
Es sólo una carta. Sólo palabras. Probablemente palabras que ya
has escuchado.
La agitación se extendió desde mis dedos al resto de mi cuerpo
mientras rasgaba la carta.
Un bosquejo cayó primero.
Incluso sin haber estado allí, sabía que era Venecia. Había una
barca pasando por una casa que parecía estar apoyada directamente
en el agua. Había balcones con rosas, y parecía tan imposible y
hermoso que podía estar rompiéndome en pedazos.
La carta que acompañaba fue corta.
No puedo ir a ningún lugar hermoso sin pensar en ti. Demonios, a
quién estoy engañando, no puedo ir a ningún lado sin pensar en ti.
Quería traerte aquí. Sé que no hay excusa para lo que hice. Podría
explicar las formas en las que razoné conmigo mismo. Podría explicar
214
que necesitaba el dinero, el trabajo. Podría explicar que esperé porque
me preocupaba por ti. Pero la verdad es que no quería que terminara.
Sabía que te irías en cuanto te enteraras. Y sólo me seguía diciendo... un
día más. Pero si hay algo que aprendí contigo, es que un día más nunca
era suficiente.
Me hundí hasta el fondo en el borde de mi cama y un ruido salía
de mi pecho, por lo que ni siquiera podía hablar. No estaba llorando.
Era algo más profundo. Desenmarañaba de mis pulmones, bajo, afilado
y vacío. Si tuviera que adivinar... diría que sonaba como cuando
extrañas a alguien. Para sentir su ausencia como una segunda piel.
Cogí otra carta.
Esta vez, el dibujo no era de una vista hermosa o una gran ciudad.
Eran cuatro hombres con uniformes militares. Sus rostros eran detallados,
realistas, vivos. Así que, o los bosquejó de una imagen o se hallaban
impregnados en su memoria.
Me acordé de lo que me dijo acerca de su unidad, y cómo los
había perdido, y me di por vencida al tratar de limpiar las lágrimas que
rodaban por mis mejillas.
Siento no haberte dicho más acerca de mí. No me pude abrir. Es
sólo que... pensé que perdí todas las partes de mí que significaban algo
cuando perdí a estos chicos. Eran familia. Es por eso que me gustaba
saltar de puentes y escalar acantilados y hacer cualquier otro truco loco
que podría hacerme sentir algo. Pero incluso eso había dejado de
funcionar... hasta que te conocí. Me hiciste sentir más con una mirada
de lo que sentí al saltar de un avión. Sentí más adrenalina de tu tacto
que cuando me movía en territorio enemigo o al abrir fuego. Sé lo loco
que sueno. Sé lo loco que es todo esto. Y probablemente estoy
haciendo todo mal. Pero mi única excusa es que estoy loco por ti. Y la
vida no es vida si no estoy contigo. Eres mi aventura. La única que
quiero tener. Así que, si esto no funciona, voy a intentar algo más. Si el
ejército me enseñó algo, fue a ser persistente, para soportar las
tormentas. Así que eso es lo que haré.
Abrí cada carta.
Mi habitación era un mar de papel, palabras con la profundidad
de un océano y bocetos con todo el poder de la marea. Cuando había
leído todas, cuando las palabras llenaron los espacios vacíos que él

dejó atrás, escribí una carta de mi parte y la puse fuera de mi puerta.

Volver a capítulos

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ir a todos los Libros