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Finding It - Cap. 27 y 28

27

Traducido por Gabriela
Corregido por Aimetz
Llegamos cinco minutos tarde a nuestra reserva en barco.
Mereció la pena.
Rentamos un barco y contratamos a un hombre llamado Gianni,
para que sea capitán para nosotros. Gianni era un viejo regordete con
el ceño fruncido casi permanente y las cejas blancas tan gruesas que se
parecían más a un bigote. Pero ni siquiera su mal humor podría arruinar
este momento.
Gianni salió en silencio, dejándonos en la parte trasera de la
embarcación a Hunt y a mí, para que disfrutáramos del paseo.
Recorrimos los alrededores del puerto, la pequeña entrada llena
de barcos desapareció rápidamente detrás de nosotros. Luego, cuando
nos encontrábamos lo suficientemente lejos, que sólo podíamos ver
unos barcos como el nuestro en el agua, él giró y comenzó a rodear la
isla.
Me recosté contra los cojines del asiento y con una sonrisa rápida,
coloqué los pies en el regazo de Hunt. Su sonrisa era devastadoramente
hermosa. Echó un vistazo a un Gianni ajeno, y me levantó el pie, para
darle un beso sensual al interior del tobillo de la misma manera que lo
hizo la noche que dormimos juntos por primera vez. Un estremecimiento
se deslizó por mi espalda, enrollándose bajo mi vientre.
Después de un rato, nos instalamos en un silencio cómodo. De
todos modos, el motor del barco era demasiado ruidoso para permitir
mucha conversación. Así que, me eché hacia atrás contra los cojines
para ver el ascenso y descenso de la tierra a nuestro alrededor, y Hunt
sacó su cuaderno, para dibujar otro boceto.
Una vez que vimos una sección considerable de la isla en la
distancia, Gianni nos acercó a la tierra de nuevo, esta vez a una
sección desprovista de un puerto y los edificios junto al mar. Comenzó a
disminuir la velocidad. El agua debajo de nosotros era de un turquesa
intenso, pero cuando entramos en aguas menos profundas, se podía ver
directamente a los peces y los corales que se alineaban en el fondo del
océano.
193
Había muchos otros barcos delante de nosotros reunidos en torno
a un afloramiento rocoso. Gianni desaceleró hasta detenerse y bajó un
pequeño bote de remos en el agua junto a nuestro barco más grande.
Haciendo un gesto hacia una grieta en la roca, dijo—: Grotta
Azzurra.
Conjeturando, asumí que “Azzurra” se relacionaba con la palabra
azulado.
—¿Azul? —pregunté.
Sí, Gruta Azul.
Nos hizo un gesto para que subiéramos por la escalera en el lado
del barco, a la canoa o bote pequeño o como se llame. Jackson fue el
primero, lo seguí y luego bajó Gianni. En serio era un bote pequeño. Me
preocupaba un poco cómo iba a aguantarnos a los tres. Pero no iba a
discutir con las cejas muy serias de Gianni.
Señaló hacia la boca de la cueva de nuevo, y dijo—: Gruta.
Me acerqué a Hunt para hacer un poco de espacio, y me colocó
entre la V de sus piernas.
Gianni nos llevó remando hacia la gruta, donde esperamos en fila
mientras otros botes pequeños como el nuestro, entraban y salían de la
cueva. Tuvimos que agachar la cabeza sólo para caber bajo la roca,
pero tan pronto como entramos, supe cómo obtuvo su nombre.
Las aguas dentro de la cueva oscura brillaban con un azul
fluorescente. Al principio, pensé que era sólo un reflejo de la luz que
entraba de la boca de la cueva, pero la luz parecía brillar desde
debajo del agua. Metí una mano debajo de la superficie y también
resplandecía azul.
—Vaya. —Mi voz se hizo eco alrededor de la cueva, rebotando
hacia nosotros desde paredes escarpadas.
Entonces nuestro guía malhumorado comenzó a cantar y mi
mandíbula cayó en estado de shock.
Su voz era baja y rica mientras cantaba una canción en italiano,
lenta y fascinante. El sonido se hizo eco a nuestro alrededor, llenando el
cuarto y haciendo que mi respiración se atascara en la garganta.
El brazo de Jackson se apretó alrededor de mi cintura y presionó
los labios contra mi hombro.
Demasiado rápido, Gianni giró el bote y nos dirigíamos de regreso
a la luz brillante de la abertura. Quería detener el tiempo, congelarnos
en este momento por tan sólo unos segundos más.
Giré la cabeza y me encontré con los ojos de Jackson. Parecían
casi azul en la cueva y mi corazón latía a un ritmo frenético. Antes de
que pudiera cambiar de opinión, le dije—: Me estoy enamorando de ti.
194
Sus ojos buscaron los míos y me sentí como si todavía estuviera
cayendo, mientras esperaba a que respondiera. Mis oídos sonaban
como si estuviera descendiendo rápidamente hacia la tierra y mis ojos
se humedecieron como si el viento que volara directamente a mi cara.
Y esperé. Y esperé. Su expresión era ilegible.
Abrió la boca y mi corazón saltó en mi pecho.
Entonces Gianni dijo—: Agáchense.
La gran mano de Hunt acunó mi cabeza y nos agachó a ambos
mientras el barco se deslizaba por debajo de la roca. Mi corazón se
astillaba, agrietaba y despellejaba cada segundo que él permaneció
en silencio.
Pero no debería haberme preocupado.
El segundo exacto en el que pasamos la roca, me levantó y
presionó sus labios con los míos en un beso perfecto y abrasador.
No dijo nada. Sólo me fundió con su boca y me atravesó con sus
ojos, y supuse que tendría que conformarme con eso. Era el tipo de
hombre que prefería las acciones sobre las palabras, y a mí me gustaba
de esa manera.
Después de eso, Gianni nos llevó a una ensenada privada. Ató el
bote a un afloramiento rocoso, hizo un gesto para que saltáramos y
luego se puso el sombrero encima de la cara para tomar una siesta.
Jackson y yo aprovechamos la privacidad, y con la ayuda de una
pared de roca no muy puntiaguda, nos las arreglamos para conseguir lo
que no había sido posible en las aguas profundas en Cinque Terre.
Cuando volvimos a nuestra habitación esa noche, nuestra piel era
de varios tonos más oscuros, mi pelo olía a sal, y teníamos sal y arena en
unos pocos lugares incómodos.
Los dos necesitábamos una buena ducha.
—Tú primero. Voy a tardar una eternidad para sacar todo de mi
cabello.
—Yo podría ayudar.
Tan atractivo como sonaba eso, sabía a dónde nos llevaría y
honestamente, me sentía demasiado cansada para pensar en tener
sexo de pie, y mucho menos llevarlo a cabo.
—Gracias, Casanova, pero primero vamos a limpiarnos. Puedes
ensuciarme de nuevo más tarde.
—Ya lo estoy deseando.
Reí y me volví para tirar mis cosas al pie de la cama. Tocaron el
suelo y luego un brazo me rodeó la cintura, girándome e inclinándome
hacia atrás.
195
Me besó lentamente y la barba en su barbilla me hacía cosquillas
en la piel. Me asombraba constantemente cómo cada beso con él se
sentía diferente, se sentía nuevo. Tenía la esperanza de que siempre se
sintiera de esa manera.
Me levantó y me dio un beso más rápido.
—No he sido tan feliz en mucho tiempo. Nunca. Quizá —dijo.
—Me siento igual.
Silbó mientras se retiraba a la ducha y una sonrisa se abrió de
golpe en mi boca, imposible de contener. Cerré los ojos y extendí los
brazos como si acabara de terminar la única carrera que importaba.
Dios, él era perfecto.
Bueno, excepto por el desorden, pero podría vivir con eso. Había
arrojado sus cosas junto a la puerta, y comencé a moverlas a la mesa.
Pude ver su teléfono en el bolsillo abierto de su mochila, y en un
pequeño momento de curiosidad y desesperación, lo recogí.
Lo abrí. En realidad no era para investigarlo. Sólo para ver.
Mi estómago se hundió.
Veintinueve mensajes de correo de voz.
Veintinueve.
Mi dedo se movía sobre la pantalla y quería escuchar. Sólo una
revisión rápida, para asegurarme de que verdaderamente ellos no eran
nada de qué preocuparse. Toqué la pantalla, pero inmediatamente lo
retiré.
No iba a ser así. Jackson había sido tan bueno en respetar mi
privacidad a medida que nos acercábamos. No me presionó, a pesar
de haber sido obvio desde el principio que eso iba en contra de su
naturaleza. Hizo tanto por mí, más de lo que podía poner en palabras.
No lo traicionaría así. No podía.
Cuando devolví el teléfono, tuve un vistazo de su cuaderno de
bocetos. De alguna manera, el impulso de saber lo que él dibujó allí fue
incluso más fuerte que el querer escuchar las llamadas telefónicas.
Me dije que sólo iba a recogerlo, pero cuando lo hice, algunas
hojas sueltas de papel cayeron al suelo. Me agaché para recogerlas.
Agarré unas cuantas hojas y las deslicé de nuevo en el libro. Cuando
volteé la última, me congelé.
Durante unos segundos, pensé que era el dibujo que me dio ese
niño en Budapest. Era la misma fuente. Reconocí al hombre en la cima,
orgulloso y desnudo como si hubiese salido directamente del mar. Las
mismas mujeres reflexivas se encontraban sentadas debajo de él, con
los hombros encorvados y sus cuerpos esculpidos suavemente.
196
Sin embargo, el dibujo fue diferente. Más oscuro. Considerando
que el chico había dibujado el mundo como lo veía, tratando de
captar la realidad de las curvas y el ímpetu de la naturaleza, este dibujo
parecía... triste. Las sombras se fundían entre sí, lanzando un relieve a las
estatuas. Este dibujo les daba palabras a las mujeres de piedra,
congeladas para siempre en el tiempo, incapaces de nada más que
existir. El chico acababa de comenzar a trazarme en el dibujo, así que
yo era casi un fantasma, poco más de una sonrisa, rizos rubios y un
vestido suelto.
Yo era un fantasma también en este dibujo. No porque no hubiera
cobrado forma por completo, sino porque me estaba en él. Me hallaba
sentada en el banco, rígida y deslucida a la vez, y miraba el mundo a
mi alrededor con anhelo enterrado bajo la indiferencia, cubierto con
una sonrisa fina como el papel que era poco más que una mancha en
la página.
Miré hacia el baño, donde se encontraba Jackson, justo al otro
lado de una puerta. Tal vez no lo imaginé ese día. Había tenido un
vistazo, la más breve visión de una cabeza que podría haber sido la
suya, pero lo declaré como si fuera una ilusión.
Pero él si tenía esto, si dibujó esto, tendría que haber estado allí.
Dejé de preocuparme por mojar la silla, y por la privacidad
mientras tomaba asiento para revisar el resto.
Pensé que podría encontrar consuelo en sus bocetos. Él me vio tal
como soy con su boceto de Budapest. Vio que me hacía daño cuando
yo acababa de asumirlo. Quería ver lo que veía ahora. Él estaba tan
seguro de que yo podría vencer a la oscuridad en mí. Tal vez vio algo
que yo no.
Abrí el cuaderno de bocetos, llena de esperanza y temor, con el
deseo de que en esas imágenes encontrara mi siguiente punto de
apoyo, una mano que me lleve hacia arriba.
En cambio, me hicieron caer más allá del límite.
197
28
Traducido por becky_abc2
Corregido por Diss Herzig
—Tu turno, cariño.
No podía mirarlo, apenas podía mantener la compostura y sabía
que si lo miraba iba a desmoronarme. Sólo quería retroceder el tiempo,
recuperar unos valiosos segundos más de felicidad. Los habría
apreciado más si hubiera sabido que llegaban a su fin, pero supongo
que así es la vida. Siempre estamos un instante tarde y una palabra más
corta de lo que necesitamos.
—¿Kelsey, estás bien?
Jackson se acercó. Me alcanzó, piel con piel y me moví tan
rápido que se cayó mi silla.
—No me toques. No te atrevas a hacerlo.
Su expresión se arrugó como un papel desechado y parecía tan
autentico, tan real que se sacudió mi corazón.
Levanté la vista hacia el techo para no tener que ver eso, así no
me engañaría de nuevo.
—No entiendo —dijo—. ¿Hice algo?
No había palabras para el horror que sentí, así que agarré el
cuaderno de bocetos del taburete junto a mí y estampé en la barra la
imagen de la fuente en Budapest.
—Ese fue el día después de que nos conocimos.
La cubrí con una segunda imagen en la que yo dormía en el tren
de Budapest a Praga. Mi cara se veía suave, incluso angelical pero
triste.
—Unos días después.
—Yo… —Abrió la boca, tal vez para excusarse pero lo interrumpí
con otro boceto.
—Y esta soy yo frente al monasterio de Kiev. No soy muy buena
con las fechas y tiempos, pero eso es más o menos hace un mes. Un
mes.
—Kelsey, yo puedo…
198
Golpeé otra hoja y sentí la fuerza resonando desde mi codo hasta
mi pecho.
—Y aquí está Bucarest, no estoy en este pero, ¡oh mira! aquí estoy.
—Le enseñé una segunda y tercera imagen—. Y estoy segura de no
haberte visto en ese club en Belgrade pero supongo que estuviste. Por
cierto, en este capturaste perfectamente la luz.
Puse más bocetos, enojada y luchando contra las lágrimas, pero
mis manos temblaban. Como hojas, los papeles cayeron al piso. Lugares
que había visto. Ciudades que visité. El último mes de mi vida fue
esbozado en blanco y negro.
—Kelsey…
—Sólo explícame algo Hunt, ¿es un juego? ¿O eres un acosador?
¿Todas esas llamadas perdidas son a tu oficial de libertad condicional?
Te dije que eras un asesino serial esa primera noche que nos conocimos,
o bien, la primera noche para mí. Bromeaba, pero tal vez sabía que
había algo extraño.
—Juro que no es así, Kelsey. Sé que parece malo pero nunca fue
mi intención…
—¿Qué? ¿Seguirme por todo un continente? ¿Meterte en mi vida,
en mi cama? Dios, pero fuiste jodidamente paciente ¿no es así? Si te
hubieras acostado conmigo esa primera noche, yo me habría ido y
seguido mi camino pero no… eso no fue suficiente.
Agarró mis hombros y por primera vez, el miedo se enroscó en mi
enojo porque no sabía de lo que él era capaz. Incluso ahora, no tenía
idea de lo que él quería de mí.
—No es un juego. Fue real cada momento y puedo explicarlo
todo si me das una oportunidad.
Una vibración zumbó sobre la mesa, y arrebaté el celular de Hunt
de donde lo dejé.
Lo levanté hacia él—: ¿O podría averiguarlo yo misma?
Levantó una mano cuando presioné contestar, pero lo esquivé
retrocediendo unos metros. Me puse cerca de la puerta y apreté el
teléfono contra mi oído.
Vi la expresión de Hunt, devastado y derrotado. Luego escuché
una voz familiar a través del altavoz.
—Ya era la jodida hora, Hunt. Dime qué diablos está haciendo mi
hija o estás despedido.
El teléfono se deslizó de mi mano y el tiempo parecía moverse en
cámara lenta mientras caía. Mi corazón cayó a la misma velocidad, en
la que pudo haber atravesado galaxias antes de que golpeara el suelo.
199
El teléfono al menos hizo un estallido satisfactorio cuando aterrizó, pero
el estallido de mi corazón no fue más que un ruido sordo.
—No eres sólo un acosador, sino que uno pagado.
Supongo que no era yo lo que él quería después de todo.
Es algo silencioso cuando tu corazón se rompe. Pensé que sería
ruidoso, más fuerte incluso que el aire que pasaba a nuestro alrededor
cuando saltamos el puente. Pensé que iba ahogar a todo lo demás.
Pero sucedió como un susurro. Una ruptura pequeña y rápida. Se
rompió en un segundo y el dolor fue un poco más que un pinchazo.
Es el eco lo que te mata. Al igual que el eco dentro de Gruta Azul,
ese sonidito que seguía rebotando en la caverna de mis costillas, cada
vez más fuerte. Se multiplicó hasta que oí cien corazones rompiéndose,
mil y más. Todos míos.
—Kelsey, sólo escucha.
¿Cómo iba a escuchar? No podía escuchar nada más que este
dolor.
Afuera. Afuera quizá el sonido tenía un lugar a dónde ir.
Agarré mi bolsa. No lo tenía todo allí, pero sí las cosas más
importantes. Tenía lo que necesitaba para huir.
Pasé por delante de él y ni siquiera miré su cuerpo con la toalla
colgada alrededor de su cadera. No podía permitírmelo. Mi mente
estaba décadas por delante del resto de mí. Mi cuerpo todavía
recordaba su forma y la maldita gravedad me seguía atrayendo y
atrayendo y atrayendo.
Así que me alejé y empecé a correr.
Pensé que iba a llegar más lejos, que tal vez podría alcanzar el
camino principal, y una vez allí podría haber un taxi cercano sin tener
que esperar o llamar.
Me alcanzó antes de que siquiera comenzara a sudar. Se había
puesto un par de pantalones cortos del gimnasio y los tenis sin atar.
Jadeaba como si estuviera corriendo del mismo diablo.
—No te me acerques.
—Nunca quise lastimarte, Kelsey. Te am…
—No lo digas. No te atrevas a decirlo, joder.
—No era mi intención que pasara esto.
No sabía si llorar, gritar o colapsar y mi cuerpo se estremeció con
la fuerza de todo lo que reprimía dentro de mí.
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Me burlé—: Sí, puedo ver cómo hiciste todo esto por casualidad.
Accidentalmente me seguiste por toda Europa y accidentalmente
recibiste un pago por ello. Mierdas como esas pasan todo el tiempo.
—Te lo iba a decir.
No me importa. No habría importado. Te hablé de mis padres,
te hablé de todo.
—Lo sé. Lo sé y no he hablado con tu padre en semanas. Oíste los
mensajes de voz, no le he dicho nada importante.
Me movía precipitadamente alrededor de él, pero me detuve en
seco.
—¿Cuándo fue la última vez?
Dudó.
—Maldita sea Hunt, ¿cuándo fue la última vez que jugaste a ser el
espía de mi padre?
—En Praga.
¡Oh Dios! Iba a vomitar.
Praga era todo, el principio de todo. Nos habíamos conocido
antes, pero no podía ni recordar la mitad de eso. Praga fue donde alejé
mis preocupaciones en ese carrusel. En Praga él me convenció que
podía encontrar otro lugar que se sintiera como un hogar, o incluso otra
persona. Praga fue cuando comencé a enamorarme.
Maldita sea.
Él continúo—: Utilizaste tu tarjeta en el hotel en Florencia, y él llamó
al teléfono de la habitación.
Sabía que había algo extraño en esa llamada con el conserje. Me
había mentido.
—Pero Kelsey, te juro que no dije nada y me aseguré que nos
fuéramos el mismo día.
Por eso nos fuimos a Cinque Terre.
Incluso cuando pensé que estaba libre, no era así. Era un pájaro
con las alas cortadas.
Cuando pensé que vivía la aventura de mi vida, era un perro con
correa paseado en el parque.
Y cuando pensé que estaba enamorada, era una mentira.
Yo quería una historia y eso fue todo.
Y, Dios, eso no me haría sentir bien cuando fuera vieja e infeliz y
triste.
Se desarrolló tan rápido como el resto de mi vida. Una sonrisa en
mi cara y un cuchillo en mi espalda. Un abrazo en público y un
201
menosprecio apenas disimulado en casa. Una cara bonita y un alma
podrida.
Fui una tonta al pensar que mi reverberación había cambiado.
—Me reporté cuando llegamos a Praga, mientras tú buscabas a
Jenny en el baño. Sabía tan poco de ti y la noche con la droga me
asustó. No sabía a lo que me enfrentaba pero esa fue la última vez. Una
vez que tú y yo comenzamos a conocernos, ignoré sus correos y
llamadas.
—¿Le dijiste que había sido drogada? ¿Al menos se inmutó el
maldito?
—No le dije. Pensé que… pensé que sería mejor que lo hicieras tú.
—Es una lástima. Te perdiste la oportunidad de ver lo horrible que
puede ser mi familia.
—Sé que estás enojada, y tienes todo el derecho a estarlo. Pero
por favor… sólo escúchame, déjame explicártelo.
—No importa cuál sea tu explicación. ¿No lo entiendes, Jackson?
—Nadie me llama Jackson desde antes de que me uniera al
ejército. Nadie más que tú.
—¿Se supone que eso me hará sentir mejor?
—Jackson era mi antiguo yo. El chico de una familia jodida donde
el dinero era más importante que el amor y la sociedad más importante
que la persona.
—Si tratas de estrechar un vínculo conmigo, es demasiado tarde.
—A los diecisiete años, tenía un vaso de whisky para el desayuno.
Tenía que estar completamente borracho sólo para salir de la cama. Al
salir de la universidad me la pasaba ebrio. Me lastimaba a mí, a mis
amigos y a todo aquel que se preocupaba por mí. Incluso cuando
trataba de no hacerlo, lastimaba a la gente. Supongo que sigo
haciéndolo.
Sentí como las lágrimas se reunían en mi garganta y traté de
bajarlas.
Tranquila y fría, le dije—: Supongo que sí.
—Me uní a los militares sobre todo para enojar a mi padre, no muy
diferente a tus razones para hacer este viaje.
Odiaba que él pensara que me conocía. Y odiaba más que fuera
cierto.
—Al principio, me sentía desdichado ahí también. Me metía en
problemas, molestaba a la gente, me molestaba a mí mismo. Pero
luego fui transferido a una nueva unidad y… ellos me comprendían. No
me malinterpretes, me hicieron enfrentar toda mi mierda y me pusieron
202
en mi sitio, pero me entendieron y me ayudaron. Eran como mi familia.
La primera sensación verdadera de cómo debería ser una familia. Me
mantuve sobrio. Poco a poco y con un montón de errores y fracasos
pero lo conseguí. Y la vida comenzó a mejorar, y pensé que las cosas
podrían ser mejores, que yo podía ser mejor. Creerías que me
encontraba en el paraíso en lugar de Afganistán por la forma en que
me sentía. No podría haber sido más feliz. Entonces un día seguíamos
una información y verificábamos un viejo centro de reuniones que
supuestamente había sido abandonado, pero no era así. Esa cosa voló
con mi unidad adentro. Yo estaba cerca de una ventana y me las
arreglé para saltar y evitar la peor parte de la explosión. Pero cuando
aterricé, me disloqué el hombro y tenía al menos media docena de
huesos rotos por los escombros. En un instante, perdí todo lo que había
ganado. Fui dado de baja por razones médicas y pasé los próximos seis
meses yendo a cinco reuniones a la semana de Alcohólicos Anónimos,
para evitar sumergirme en la botella de licor y olvidar que alguna vez
supe lo que era ser feliz.
—¿Lo olvidaste? —le pregunté con la mandíbula tensa. Una parte
de mí quería echar sal a la herida y la otra parte quería saber si había
esperanza.
—Ni por un segundo.
—Bien —le dije entre dientes.
—Mi padre es el que me consiguió el trabajo. Tu padre quería que
alguien te vigilara y se asegurara que no hicieras nada estúpido. ¿Quién
mejor que un soldado para mantenerte segura? Acepté para quitarme
a mi papá de encima. Pensé que sería un trabajo fácil. Buen dinero,
viajar gratis y quizá la oportunidad de despejar mi mente de los
problemas, pero entonces te vi caer en mis viejos comportamientos. Te
vi dirigirte por el mismo camino que tomé yo y sólo quería salvarte de
eso. Quería evitar que pasaras por lo mismo que yo.
—¿Me tuviste lastima? Fantástico. Por favor, sigue hablando, me
haces sentir mucho mejor.
—No me diste lastima, te odié.
—Continúa, Casanova.
—Te odié porque me hiciste enfrentar mi pasado. Pero una vez
que lo hice… una vez que lo admití, empecé a notar las formas en que
eras diferente a mí. Hablaba en serio en Alemania, Kelsey. Tú ardes tan
brillante y hermosa, iluminas un cuarto cuando entras en él. Vi a la gente
seguirte ciudad tras ciudad, bar tras bar. Tú… incluso en tu momento
más triste, tenías más vida en tu dedo meñique de la que yo tengo en
todo mi cuerpo. Y cuando dejé de odiarte, comencé a quererte. Y
entonces no tenía ninguna oportunidad. Traté de mantenerme alejado,
pero simplemente… no pude.
203
Me miraba con tanto anhelo que mi corazón parecía girar, como
si sus ojos fueran un imán tratando de atraerlo desde mi pecho.
Le creía. Había demasiado dolor en su voz y vergüenza en su
cuerpo para no creerle que no tuvo intención de que pasara esto, pero
eso no me quitaba el dolor y la vergüenza por haber sido engañada.
Esperé para asegurarme de que terminó de hablar y entonces le
dije—. Está bien.
Me di la vuelta para alejarme y él gritó a mis espaldas—: ¿Está
bien? ¿Eso es todo?
—Sí, está bien, lo entiendo. Gracias por explicármelo. Adiós, Hunt.
—No te vayas, Kelsey, por favor. Lo siento. Nunca había estado
más arrepentido. Iba a decirte todo cuando pensara que eras lo
suficientemente fuerte como para manejar la situación.
Me paré, pero no me di la vuelta cuando dije—: Claro que puedo
manejar esto. No es nada, en serio. Sólo algo más que no era real. —
Podía sentirme caer de nuevo en ese hoyo conocido, ese lugar dónde

había perdido tantos años—. Fue otra de las cosas que no cuentan.

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