Leer libros online, de manera gratuita!!

Estimados lectores nos hemos renovado a un nuevo blog, con más libros!!, puede visitarlo aquí: eroticanovelas.blogspot.com

Últimos libros agregados

Últimos libros agregados:

¡Ver más libros!

Finding It - Cap. 25 y 26

25

Traducido por Adriana Tate
Corregido por Alessa Masllentyle
Una opresión se formaba en mi cuello, como si estuviera sujeto a
un tornillo de banco, apretándose lentamente.
Aplastando.
Oprimiendo.
Si no salía, nunca sería capaz de respirar. Si no salía, se sentía
como si fuera a voltearme, que mi cuerpo simplemente cedería y mis
entrañas se volcarían. Espera… estaba afuera. Permanecía oscuro y el
aire frío, pero todavía no podía respirar. ¿Por qué no podía respirar?
Tuve que sostenerme de Hunt para no tropezar hacia atrás y
caerme. El pánico se acumuló en mi cuerpo, rompiendo en mi mentón,
amenazándome con hundirme dentro de unos cuantos segundos.
—Siéntate.
El rostro de Hunt apareció frente a mí, borroso y luego claro,
borroso y luego claro.
—Kelsey, sólo siéntate.
Ahora que pensaba en eso, me temblaban las piernas. No creía
que pudiera caminar lo suficiente para encontrar un lugar, así que me
extendí por el camino de grava.
En cambio, Hunt me alzó en brazos y me colocó en un banco.
Miré alrededor. Nos encontrábamos en un bote. Un bote azul que
alguien había atado afuera de su casa color verde pastel. Los detalles
me ayudaron de alguna manera, así que busqué más. Contraventanas
de color verde oscuro. Tres pisos. Un perro sarnoso dormido en el pórtico.
Los juguetes de un niño olvidados en una esquina.
Hunt se encontraba al lado mío, haciéndome preguntas. Su boca
se movía una eternidad antes de que fuera capaz de entenderlo.
—Estás teniendo un ataque de pánico. Respira. Sólo respira. Cierra
los ojos.
Hice lo que me dijo y todo lo que pude decir fue—: Lo siento.
Sentía muchas cosas, pero más que todo estaba arrepentida.
182
—Oh, princesa. No lo sientas. Nunca tienes que estar arrepentida
conmigo.
Noté que mi pecho saltó antes de darme cuenta de que lloraba.
—Estás bien. —Su voz era profunda y calmada, y me colocó en
sus brazos. No tenía sentido, pero con mi cara enterrada en su hombro,
era más fácil de respirar—. No sé por dónde comenzar. No soy muy
bueno con las palabras. Soy una persona visual. Sé lo que veo y sé que
no estás perdiendo ninguna pieza. Ninguna, cariño. —Mis pulmones
dolían y mi cabeza daba vueltas. Me aferré a él fuertemente,
esperando que todo se detuviera—. Estás lastimada y maltratada por
lidiar con cosas que no deberías enfrentar, pero no eres menos por eso.
Eres más. —Sus manos acariciaron mi cabello, suaves y calmantes—. Tus
padres se equivocaron. Lo que te pasó estuvo mal. Y debieron haber
peleado por ti. Fuiste lo suficientemente valiente para decirles y ellos te
fallaron, y lo siento. Y siento que hayas tenido que aprender como
medicar tu propio dolor y no es tu culpa que hayas tenido que hacerlo.
Alguien debió haber estado allí para ayudarte de otra manera. Ellos no
estuvieron y eso es doloroso, pero también se ha terminado. Y esta vez
estoy aquí y te estoy diciendo que hay otras maneras.
Me eché hacia atrás, limpiándome las mejillas mojadas y dije—:
Pensé que serías eso. Pensé que ayudaba estar contigo… pero, oh Dios,
duele más. —Me hice un ovillo sobre mis rodillas, como si al hacerme lo
más pequeña posible evitaría que el dolor me encontrara—. Estar
contigo me hizo darme cuenta de lo que me perdía.
—¿No debería eso hacerte feliz? ¿Qué estar conmigo se siente
bien?
—Sí, me hace feliz. Cuando no me hace sentir triste. No sé cómo
equilibrar los dos.
Su mano se deslizó por mi espalda y luego me levantó, entonces
su mano se curvó en mi cuello y su dedo pulgar rozó mi labio inferior. —
No como lo intentaste está noche. Eso no equilibra nada. Aleja la
balanza. Hice lo mismo una vez. Regresé de nuevo a esa vida, traté de
beber para olvidar lo que vi en la arena. Se hizo más fácil enfrentarlo
cuando estaba borracho, pero dos veces más difícil de ver cuando me
encontraba sobrio.
—Dios, soy terrible. Haciendo de esto un gran problema cuando
has visto muchos peores.
—Para. —Colocó mi cara más cerca—. No hagas eso. Tus padres
pudieron haber hecho ligero lo que te pasó, pero no había nada ligero
en ello. Me inscribí en la milicia. Lo mío fue una decisión.
—¿Entonces cómo lidias con eso?
Sonrió. —Ensayo y error. —Sus ojos cayeron a mis labios—. Y me
aseguré de que siempre hay otra opción que quiero más. Sólo quédate
183
conmigo. Lo superaremos juntos, ¿de acuerdo? Di que te quedarás
conmigo.
Tragué saliva, esperando que eso fuera suficiente. —Está bien.
—¿Está bien?
—Si me dices una cosa.
—Lo que sea.
—Los correos de voz —comencé y él se tensó inmediatamente—.
No hay… alguien en casa esperándote, ¿verdad? ¿Una chica?
—Oh, Dios. No, Kelsey. No hay nadie más que tú. Lo juro.
Asentí. —Está bien. —Algo más que podía manejar.
Me colocó en su regazo. Y esta vez, al menos, no dolió.
Pasamos unos cuantos días en Cinque Terre. Sacando nuestros
problemas en un camino de montañas y acantilados al lado del mar.
No había ninguna solución mágica. Tuve problemas para dormir y él
también. Regresamos a la forma en que habíamos estado en Florencia,
buscando refugio en sólo simple toques.
Jackson decidió que necesitábamos un cambio de escenario
para darle un vuelco a las cosas, así que fuimos a Roma.
¿Qué tan loco era eso? Necesitábamos algo diferente, así que
subimos a la casa, de lo que se podría decir que es, la más potente y
antigua civilización. Por primera vez, actuábamos como turistas y ni
siquiera me importaba.
Era fácil fingir a la luz de día. Ambos éramos buenos en eso.
Tomamos un tour a pie por la cuidad, vimos el Coliseo, el Foro
Romano y el Teatro de Marcelo. Roma era una ciudad que había
estudiado extensamente en mi clase de la historia del teatro, así que me
convertí en la página de Wikipedia andante mientras le contaba cómo
había funcionado el Coliseo y las otras cosas locas que los Romanos
hicieron por entretenimiento.
—Simulacros de batallas navales —dije—. Ellos llenaban un campo
entero con agua y observaban a dos barcos llenos de personas batallar
entre sí hasta que se hundiera uno.
—Suena increíble.
—Demonios sí, así es. Excepto por, ya sabes, los cientos y miles de
personas que probablemente murieron.
—Claro, por supuesto —dijo, riéndose—. Sabes, parece que te
encantan estas cosas.
—¿Roma? No creo que haya alguien en el mundo que no ame
estas cosas aunque sea un poquito. Gracias, Russell Crowe.
184
—No, me refiero a la historia. Podrías ser una maestra.
Levanté una ceja. —¿Yo? Um, probablemente maldeciría a un
estudiante el primer día.
Pensé en ese día en Budapest con mi joven artista. Había sido
emocionante ayudarlo, pero también quería golpear a ese abusivo en
el plexo solar.
—No, no lo harías. Serías genial. Y los estudiantes te escucharían
de verdad porque eres hermosa.
—Sí, eso es lo que me califica para ser maestra. Tener senos.
Se encogió de hombros. —Eso habría sido suficiente para mí
cuando estaba en el instituto.
Sacudí la cabeza y cambié de tema. —Sé que me dijiste que no
te espera nada en casa. ¿Eso significa que todavía estás en la milicia?
—No, ya no.
Toqué su espada donde sabía que tenía una fina cicatriz,
preguntándome si eso tenía algo que ver.
—¿Y no tienes nada por lo cual regresar?
—Te lo dije, Kelsey. —Presionó su frente contra la mía—. Soy todo
tuyo.
Esa noche, se dispuso a demostrarlo. Lentamente, como si
estuviéramos empezando de nuevo desde cero.
Me besó hasta que no quedó un rastro de dolor en su contacto,
hasta que no pude recordar otros labios sino lo suyos.
Encontró cada rinconcito sensible que hizo que mis dedos se
enroscaran y mis ojos rodaran hacia atrás en mi cabeza. Sabía lo que
me hacía contener la respiración y lo que me hacía gritar su nombre.
Particularmente disfrutó de ese descubrimiento.
Exploró mi cuerpo como si fuera el primero de todos, y en muchos
sentidos, también se sintió de esa manera para mí.
Me sostuvo cerca, con sus dedos envueltos en mi cabello y
nuestros cuerpos conectados. Su aliento me hizo cosquillas a través de
mis labios y pensé… esto es lo que significa confiar en alguien.
No me daba cuenta que lloraba hasta que me besó las lágrimas.
No me daba cuenta de muchas cosas cuando estaba atrapada
en él.
De Roma nos dirigimos a Nápoles, donde tenía tres objetivos:
pizza, Pompeya y más pizza. Y quizás tomar fotos de hombres italianos
en trajes que creía que podría ser parte de la mafia. Pero ese era un
objetivo no oficial.
185
Abordamos un tren regional de Roma y encontramos un
compartimiento vacío en el último vagón. Había tres asientos, uno al
frente de otro a cada lado del compartimiento. Hunt tomó un asiento
junto a la ventana y yo me senté en el medio y me acurruqué contra él.
—Entonces, pensé que podíamos ir a Capri después de Nápoles,
no está tan lejos.
—¿Hay más playas nudistas? —pregunté.
Pellizco mi costado y grité, retorciendo mi cuerpo lejos de él. Me
atrajo hacia él, riéndose y el tren lentamente salió de la estación.
Dije—: Está bien. Entonces tendré que ir de compras por otro traje
de baño.
Se encogió de hombros. —Estoy bien con eso. Siempre y cuando
modeles las opciones para mí.
—Creo que puedo manejar eso —dije y me lancé a su regazo,
riendo.
Se deslizó un poco lejos de la ventana, para que mis rodillas
pudieran entrar a cada lado de él. Sus ojos se posaron en la puerta del
compartimiento, verificando que la cortina estuviera hacia abajo.
—Ahora, esta es, de lejos, la mejor manera de viajar.
Encontré ese lugar en su mandíbula que lo volvía loco y
concentré mi energía ahí. Sus manos envolvieron mis caderas,
jalándome hacia abajo contra él.
—Kelsey.
Apreté mis caderas contra él y su cabeza cayó hacia atrás contra
el asiento con un gemido. Dios, no me cansaría de hacerle esto.
—Kelsey, ¿cómo te sientes?
—¿En serio? —Presioné mi pecho contra el suyo—. ¿En serio tienes
que preguntar eso?
Sacó mis manos de sus hombros y las presionó abajo en mis
muslos. —No me refiero a eso. Me refiero a las cosas que discutimos en
Cinque Terre. Estos días en Roma han sido divertidos, pero necesito que
seas honesta conmigo y me digas dónde estás.
—En este momento, en tu regazo.
—Estoy hablando en serio. Hay algunas cosas de las que quiero
hablar, pero no quiero presionarte demasiado rápido.
Eso no sonaba ni remotamente de la forma en que quería pasar
este viaje en tren.
Atraje su cara hacia adelante y le dije—: Bésame ahora,
hablaremos más tarde.
186
—Kelsey…
—No lo sé, Jackson. Todavía no sé cómo me siento. Estoy tan
acostumbrada a fingir, a empujar todo lejos y plasmar una sonrisa que a
veces ni siquiera me doy cuenta de que lo estoy haciendo. Lo estoy
intentando, pero no sé.
Sus ojos buscaron los míos por unos segundos, y vi algo parpadear
ahí que se veía como dolor y no quería que sintiera lástima por mí más
de lo que ya había sentido.
Así que, me incliné para besarlo de nuevo. Él dudó y coloqué su
labio inferior entre mis dientes. Sus caderas se alzaron contra las mías y
su boca se apoderó de la mía.
—Irresistible —suspiró.
—Sigue diciéndomelo.
Sus manos se aventuraron desde mis caderas para burlarse de la
piel justo debajo del dobladillo de mi camisa. Luego paró de burlarse y
deslizó una mano de mi columna hacia el broche de mi sujetador. Mi
cuerpo entero parecía florecer bajo su toque, como si mi corazón se
expandiera y mis costillas tuvieran que abrirse como pétalos para hacer
espacio.
Rompió nuestro beso y de nuevo dijo—: Kelsey.
—Jackson. —Me mecí contra él otra vez y su cuerpo se tensó, su
agarre tan fuerte en mí, que era casi doloroso. Casi. En realidad sólo me
hizo quererlo más.
—No creí que me sentiría de esta manera.
—¿De qué manera? —pregunté.
—Como si valiera la pena vivir la vida de nuevo.
Me eché hacia atrás así podía verlo a los ojos, y esa sensación,
ese apego que había sentido con él ya no era un anzuelo, sino un ancla
enterrada profundamente en mi caja torácica.
—No te creí cuando me dijiste que encontraría otro lugar para
llamarlo hogar. —Lo besé con ternura, tratando de verter toda mi
gratitud, afecto y todas las otras cosas sin nombre que sentía en mi
beso—. Esto se siente como un hogar.
187
26
Traducido por Diss Herzig
Corregido por Paltonika
Subsistimos con pizza, helado y café durante dos días completos
en Nápoles, antes de tomar un tren a la antigua ciudad de Pompeya.
Me encontraba tan fascinada por la historia allí y la forma en que sus
vidas eran tan perfectamente conservadas por la erupción volcánica,
que detuvo este lugar en el tiempo. Recorrimos las ruinas, mirando las
murallas, columnas y casas que quedaron atrás.
Había perros callejeros por todas partes y uno pequeño, con
hermosos ojos azules, al que nombré Chachi, nos siguió durante casi
todo el día. Las ruinas tenían no uno, sino dos teatros. Sin embargo, todo
palidecía en comparación al ver los moldes de yeso de los cuerpos.
Cuando la ciudad fue enterrada, las personas fueron enterradas junto
con ella. Y cuando la antigua ciudad fue redescubierta, la gente se
convirtió en polvo, pero las formas de sus cuerpos en sus últimos
momentos, fueron preservados en la roca volcánica. Había gente con
sus manos sobre la boca o tratando de proteger a otra persona.
Algunos apenas tuvieron tiempo de protegerse a sí mismos antes de
morir.
Y ahora permanecían congelados en el tiempo, atrapados para
siempre, como un ejemplo de la tragedia que tuvo lugar aquí.
Podía identificarme con eso. A pesar de ser capaz de moverme,
respirar y hablar, me sentí atrapada por mucho tiempo, dejando un
pasado que quería olvidar y me dirigí hacia un futuro que no quería.
Hasta Hunt.
Me hizo sentir como si no tuviera que seguir yendo en la misma
dirección. Pensé que necesitaba este viaje para darme una historia, una
que podía llevar conmigo por el resto de mi mísera vida, para
comodidad o consuelo. Pero me hizo pensar que podía tener una gran
historia, una que no acaba cuando este viaje haya terminado.
Tal vez ser una profesora no fuese tan mala idea después de todo.
Mi padre se burlaría de la idea y creería que podría hacerlo mucho
mejor. Pero la historia se hallaba llena de historias, algunas buenas y
otras malas, y me encantaba la manera en que ellas eran algo más que
fechas, nombres y lugares. La historia se encontraba llena de gente
como yo, quienes resultaron tomar una decisión que afectó a la
188
manera en que se desarrolló el tiempo. Me sentía tan ansiosa por dejar
mi propia huella en el mundo, pero tal vez estaba destinada a estudiar
la marca de otros.
—¿Qué estás pensando? —preguntó Hunt.
—En la historia.
—¿Tuya o de la antigua?
—Ambas.
Puso una mano sobre mi hombro y me preguntó—: ¿Y a qué has
llegado?
—A que la historia importa. La mía, tuya y la del mundo. El pasado
está congelado. Escrito en piedra. Pero el futuro no.
Mientras exploramos más sobre la historia en los días siguientes,
pensé mucho sobre el futuro. Jackson y yo fuimos a mirar otra antigua
ciudad frente a la costa de Nápoles, que cientos de años atrás se
hundió en el mar.
Lo vi nadar pasando el coral, los peces y las estatuas Romanas
que fueron reclamadas por el mar, y sabía que quería que fuera parte
de mi vida. Pero no sabía cómo decirle eso.
Claro, nos dijimos cosas que implicaban lo que significábamos
para el otro, indicios de cómo nos sentimos. Pero en realidad, ¿hablar
del futuro y de cómo nos sentimos? Eso era un territorio desconocido.
Incluso, a tan sólo unas semanas, esta relación se sentía más seria
que cualquiera que haya tenido en mi vida. Nunca me sentí así. Me
encontraba acostumbrada a la clase de relación en la que el chico se
mostraba más interesado que yo. Pasé mi tiempo preocupándome por
si el chico diría que me amaba y cómo eso arruinaría el delicado
equilibrio de nuestra relación. Nunca estuve en el otro lado, con ganas
de decir esas palabras, pero aterrorizada de que sólo me sintiera
atrapada en el momento. Aterrorizada de que estuviera equivocada y
que él no diría lo mismo.
Pero podía sentir que nuestro viaje llegaba a su fin.
Y necesitaba saber que lo volvería a ver.
Al día siguiente, tomamos un barco a la isla de Capri. Si alguna
vez hubo un lugar perfecto para abordar el tema de un futuro entre
nosotros, era Capri. Las aguas cristalinas, acantilados y zonas verdes
hacían lucir a la isla como un paraíso.
De hecho, sí era un paraíso, por lo que nos llevó casi una hora
encontrar un lugar para quedarnos.
Cada lugar que encontramos se hallaba completamente lleno.
Cansados de tener que cargar nuestro equipaje, nos detuvimos en un
189
pequeño lugar con café e internet adjunto. Jackson buscó un lugar
para alojarnos mientras lo esperaba y abría mi correo electrónico.
Le envié un mensaje de Facebook a Bliss para hablarle de mis
aventuras, pero evité cualquier mención de Hunt. No era que no
quisiera que supiera de él. Con la forma en que me sentía, quería que
todo el mundo supiera que estábamos juntos. Pero… no quería decir
nada hasta saber con certeza que esto iba a durar.
Con algún grado de incomodidad, abrí mi correo electrónico sólo
para comprobar y asegurarme de que no hubiera nada muy
importante que podría estar descuidando.
Como era de esperar, tenía más de veinte mensajes no leídos de
la secretaria de mi padre. No tenía la paciencia para leerlos a todos. A
excepción del último.
Uno que era de mi padre. O por lo menos del correo de mi padre.
Dudé. Entonces abrí el mensaje.
Kelsey:
Tu madre y yo estamos muy decepcionados de que descuidaras
responder a nuestros correos electrónicos durante las últimas semanas.
Te esperábamos en casa para el evento de caridad, y causaste una
gran vergüenza a tu madre y a mí, con tu ausencia.
También podrías pensar en tu madre. No es bueno para ella
preocuparse por ti.
Si vas a echar a perder tu vida y gastar todo mi dinero, al menos
podrías tener la decencia de hacernos saber que estás bien. Si no sé
nada de ti, contrataré un investigador privado y te traerá a casa.
Sinceramente,
Richard N. Summers.
Ese era mi papá. Olé al buen Richard N. Summers. Tienes que
amar ser tratado como un empleado por tu propio padre. Casi
respondí. Tenía tantas cosas que quería decirle: “Estoy viva, imbécil”,
sería sólo la primera frase.
Pero le creí cuando dijo que contrataría a un investigador
privado. Habíamos adquirido el hábito de pagar en efectivo porque no
aceptaban tarjetas en Cirque Terre. No creo que haya usado mi tarjeta
desde Florencia. Se la pasaría genial buscándonos. Su paciencia se
había agotado y si le decía ahora dónde me encontraba, lo más
probable era que mandara a alguien aquí mañana para arrastrarme a
casa.
O podría seguir adelante, y tal vez le tomaría una o dos semanas
para encontrarme. Dejé de usar mi tarjeta de crédito para pagar las
cosas después del último correo en Praga. Sólo retiré dinero en efectivo
190
de un cajero automático cuando dejábamos una ciudad y seguíamos
adelante. Entonces, aparte de la transacción ocasional de cajero
automático, él no tendría mucho para continuar.
Mañana, me dije. Me ocuparé de ello mañana. No quería que me
arrastrara a casa, pero me sentía cansada de huir. Si había aprendido
algo en este viaje, era que huir de algo no significaba que eso dejaría
de perseguirte. Y me sentía cansada de vivir la vida mientras todos mis
problemas me pisaban los talones.
Hoy, hablaría con Hunt y averiguaría a dónde iba esto. Y a
continuación, en función de cómo fuera eso, le escribiría a mi padre
mañana. Ya sea para decirle que iba a ir a casa… o para decirle algo,
cualquier cosa que me permitiera quedarme en este paraíso un poco
más.
—¿Estás lista? —preguntó Hunt por encima de mi hombro—. ¿Qué
estás leyendo?
Cerré la ventana y la sesión iniciada en el equipo.
—Un correo de mi padre. Sigue tratando de controlarme, incluso
con todo un océano entre nosotros.
Frunció el ceño y enlacé mi brazo con el suyo. —Está bien. Ya no
le permito interferir en mi vida.
Le tomó varios minutos a sus ojos aclararse, pero entonces me
sonrió.
Le pregunté—: ¿Has encontrado un lugar para hospedarnos?
—Sí. Está un poco lejos de aquí, por lo que debemos conseguir lo
que necesitemos para nuestra estancia, así no tenemos que volver al
centro de la ciudad a menos que queramos. Pero la buena noticia es
que no está lejos del puerto donde tú y yo tenemos una reserva para un
viaje en barco alrededor de la isla.
—Suena perfecto.
Recogimos nuestras cosas, hicimos un poco de compras
(incluyendo un nuevo traje de baño para mí), y encontramos un taxi
para que nos llevara a la casa rural donde nos alojábamos.
Me encerré en el baño para ponerme el traje de baño, un simple
top de bikini negro para ir con los viejos pantaloncillos cortos negros que
no perdí en Cinque Terre.
Me miré en el espejo, tratando de reunir el valor. En cambio, me
maravillé por la forma en que cambié durante las últimas semanas.
En ese cuarto de baño de Heidelberg, me miré en el espejo y me
disgusté conmigo misma. Me observaba triste, pequeña, patética y
cansada. Ahora… me veía feliz. Es decir, claro, me sentía cansada de
tanto viaje y tener que cargar mi mochila por todos lados. Mi frente se
191
hallaba cubierta de sudor desde el taxi sin aire acondicionado que nos
trajo hasta aquí. Y llevaba sólo un poco de rímel y nada más.
Definitivamente, me veía más bonita. ¿Pero más feliz? Nunca.
Ese fue todo discurso motivacional que necesitaba.
Me puse otro vestido de verano, abrí la puerta del baño y localicé
a Jackson sentado en la cama. Tomé impulso para saltar y me arrojé a
él.
Sus reflejos eran demasiado rápidos como para poder
sorprenderlo, así que en lugar de eso, me atrapó, haciéndome rodar
por debajo de él.
Reí y él me miró con mucha ternura en sus ojos. Se apoyó en un
codo y pasó los dedos por mi cabello extendido a lo ancho de la
almohada.
—Alguien está feliz —dijo.
Asentí y lo atraje para darle un beso. Envolví las piernas alrededor
de su cintura, y él se acomodó encima de mí.

Tarareé en su beso y le dije—: Parece que alguien más también está feliz.
192

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ir a todos los Libros