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Finding It - Cap. 21 y 22

21

Traducido por Zafiro
Corregido por Gaz W. Finley
El calor crepitó por mi piel. Los ojos grises de Hunt se clavaron en
los míos y mi mirada fue atraída a sus labios. Esos labios. Había pasado
días pensando en esos labios, tal vez incluso días mirándolos. Había
agonizado sobre las excusas de Hunt y lo que podría estar
manteniéndonos separados, sobre lo que no me estaba diciendo. Pero
aquí, con el océano a mis espaldas y el recuerdo de ese candado
contra la piel de la palma de mi mano, no podía pensar en una sola
razón. O tal vez no quería.
Incliné mi barbilla hacia arriba, y él inclinó la suya hacia abajo. El
mundo se redujo para incluir sólo el espacio entre nuestros labios, el
espacio que cruzaba sólo nuestro aliento.
Mi corazón estaba a punto de golpear fuera de mi pecho y
juraba que también podía oír los latidos del suyo. Sabía que quería esto
tanto como yo. Y me cansé de permitir que alguna línea imaginaria
dictara mis acciones. Así que me incliné y por el más simple de los
segundos, mi labio inferior rozó el suyo. Y ese pequeño mundo se amplió,
explotó, y estábamos en el ardiente y caliente centro de eso.
Apreté los labios con más fuerza contra los suyos, curvando mis
manos alrededor de su nuca. Y por sólo un segundo, me acerco más. Mi
pecho se aplastó contra el suyo. Mis pies dejaron el suelo, colgando
centímetros por encima del sendero de piedra. Mi cabeza daba vueltas
con la necesidad.
Entonces, sólo así, de repente, me soltó. Mis pies golpearon el
suelo. Mi cabeza dejó de girar, pero me sentí mareada como nunca.
Dijo—: Kelsey, no puedo.
—¿No puedes? Me parece que simplemente no lo harás.
—No entiendes.
Di un paso fuera de sus brazos y retrocedí hasta el otro lado del
camino.
—Tienes razón. No entiendo. No entiendo qué sobre esto no está
bien. —La gente empezaba a mirar, pero no me importaba—. No
entiendo cómo podemos pasar cada momento juntos, cómo me
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puedes tocar, cómo podemos dormir en la misma cama, dormir en los
brazos del otro, ¿pero esto? ¿Esto no está bien? No, no lo entiendo. No
entiendo cómo me puedes besar de la forma en que me besaste y
sentirte de la manera en que que te sientes, y mantenerme lejos. Pero
he terminado de tratar de averiguarlo.
Me giré y corrí a través del túnel, pasando el asiento del amante
que hace unos momentos había parecido una representación tan
conmovedora y perfecta de lo que quería y de hacia dónde creía que
nos dirigíamos Jackson y yo. Tal vez no eligieron los candados porque el
amor sea permanente. Tal vez las eligieron porque las emociones nos
atan. Nos abruman. Tiran de tu corazón en mil direcciones diferentes
hasta que la única opción que le queda es romperse.
Esa silla era de piedra, atrapada para siempre en ese casto beso.
Era dura, fría y sin vida. Muy parecida a como Hunt podía ser a veces.
Entonces corrí, con mis sandalias golpeando contra el sendero de
piedra. El túnel se hallaba a oscuras con rectángulos de luz entrando
por los huecos de las ventanas. Llegué lo suficientemente lejos para no
poder sentir la mirada de Hunt en mi espalda o la gravedad que nos
juntaba. Entonces, reduje la velocidad. Mi aliento raspaba como el
sonido de la tela rompiéndose y los hilos rasgándose.
Y después, porque el universo tiene una impecable sincronización
(y porque me odia), una gota de lluvia salpicó contra mi frente. Seguida
por una segunda y tercera. Entonces el cielo se abrió y vertió un océano
sobre mi cabeza.
Grité—: ¡A la mierda! Por supuesto. —Miré hacia el cielo, las gotas
de lluvia golpeando mi cara y grité—: Gracias. Muchas gracias.
El duro sendero sacudió mis tobillos mientras corría, pero seguí
corriendo, más preocupada por encontrar un refugio. Podría haberme
girado y dirigido hacia el túnel, pero entonces tendría que enfrentar a
Hunt de nuevo.
No, gracias. No después de que, literalmente, huí de él. No
después de que me alejaba a cada paso.
Las piedras se volvieron resbaladizas bajo el aguacero, y mi pie se
deslizó. Traté de recuperar el equilibrio, pero no había nada a que
agarrarse. Me tambaleé hacia atrás y me preparé para el impacto.
Pero mi espalda no golpeó la roca, bueno, no la roca del camino
de todos modos. Un familiar par de brazos me rodeó. Vi primero los tenis
empapados de Hunt, pero independientemente de eso, hubiera sabido
que era él. Incluso empapada y bombardeada con lluvia, sentí un
choque de calor ante su toque.
—¿Estás bien? —preguntó.
Me salí de sus brazos. —Estoy bien.
153
Continué por el sendero, caminando tan rápido como pude sobre
las resbaladizas piedras desiguales.
—Kelsey, sólo espera.
Le grité—: Estoy cansada de esperar, Jackson. Creo que lo estoy.
Seguí el camino que bajaba hacia el pueblo, y las calles estaban
sucias de barro. Podía sentir pequeñas gotas deslizándose hacia arriba y
aterrizando en mis pantorrillas y muslos.
Llegué a la casa donde nos alojábamos, y corrí por las
desvencijadas escaleras que llevaban al apartamento de arriba que
habíamos alquilado. Abrí la puerta y la cerré de golpe detrás de mí.
Sabía que era infantil, y que no podía dejarlo allí afuera en la
lluvia, pero se sentía bien de todos modos.
Me quité las sandalias, salpicando barro y agua en el suelo y mi
ropa. Entonces, tal vez porque estaba loca o porque estaba a más de
un kilómetro de importarme una mierda, tiré mi camisa empapada
sobre mi cabeza. Cayó al suelo con un golpe al mismo tiempo que la
puerta del apartamento se abrió de golpe.
La oí chocarse contra la pared una vez, luego otra vez, golpeada
por el viento. Me volví y encontré a Hunt congelado en el umbral.
Sus ojos se posaron en la piel desnuda de mi estómago,
resbaladiza por el agua de la lluvia y cubierta con piel de gallina.
Maliciosamente, le dije—: Eres bienvenido a quedarte fuera. Ya
sabes, si esto es otra cosa que no puedes manejar.
Se quedó bloqueado en la puerta, agarrando la jamba con las
manos.
Me desabroché los pantalones cortos y los deslicé sobre mis
caderas, dejándolos caer al suelo.
Dije—: En realidad, te reto a venir adentro. Todavía tengo un
desafío que quedó desde Heidelberg. Así que, te reto a venir adentro y
besarme.
Su cuerpo se inclinó hacia la habitación, pero su agarre
permaneció apretado en la entrada y sus pies firmemente plantados en
el pórtico. Su rostro se arrugó como si estuviera adolorido, pero bajó la
cabeza y miró hacia otro lado.
Me burlé—: Eso es lo que pensé.
Giré y caminé hacia la ducha en la esquina de la habitación. Ni
siquiera era una habitación por sí misma, sólo una elevada plataforma
de azulejos rodeada por una cortina de ducha. Giré el pomo, y
escuché a las tuberías silbar al mismo tiempo que la puerta se cerró de
golpe.
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Creí que tal vez se había ido, pero entonces escuché a su ronca
voz decir detrás de mí—: A la mierda. —Y sus manos se apoderaron de
mi cintura y me atrajo hacia su pecho.
Su ropa mojada chocó con mi piel desnuda y me estremecí por el
frío. Su boca encontró mi cuello y los estremecimientos se convirtieron
en temblores. Mordisqueó la unión de mi cuello y el hombro, y me
tambaleé hacia delante en el chorro de la ducha.
Jadeé cuando el agua me golpeó, y él me apretó la cintura,
tirando de mis caderas hacia atrás contra las suyas. Una de sus manos
se arrastró hacia arriba y tomó mi seno a través del sujetador mojado, y
mi cabeza cayó hacia atrás sobre su hombro con un gemido. Me dio la
vuelta, y mi espalda chocó contra la pared de azulejos justo debajo del
cabezal de la ducha. El agua caía sobre su cabeza, pero no pareció
notarlo mientras arrastraba mi boca a la suya.
Dios, tenemos que discutir más a menudo.
Me besó con fuerza, su lengua fisgoneando con mis labios
abiertos. Ahuecó mi mandíbula, e inclinó mi cabeza para darme un
beso más profundo. Me mareé de deseo mientras su boca saqueaba la
mía. Agarré sus antebrazos, clavando mis uñas en su piel.
Seguía frustrada y enojada, y él también. Eso hizo que la conexión
entre nosotros fuera más explosiva.
Alcancé con ávidas manos la parte inferior de su camisa,
desesperada por sentir piel con piel. Quité la camisa sobre su cabeza. El
agua corría por su cara y pecho en pequeños ríos, y quería probar cada
uno. No me pude resistir a tocarlo. Empecé en el pecho, presionando
mis dos manos contra sus pectorales y gimió en respuesta. Deslicé mis
manos hacia su abdomen, arrastrando suavemente mis uñas sobre su
piel. Gruñó, clavando sus dedos en mi piel. Bajé la cabeza y lamí un
rastro de agua en el centro de su pecho.
Apretó mi mandíbula y llevó mi rostro hacia él. —Eres irresistible.
Lo hubiera tomado como un cumplido si no pareciera tan
enojado por ello.
Bueno, tal vez lo tomé como un cumplido de cualquier manera.
—Eso es gracioso —le dije—. Entonces, ¿qué diablos te tomó tanto
tiempo?
Curvé mis dedos sobre sus hombros y sus manos se deslizaron por
mi cuerpo. Sus pulgares presionaron en mis caderas con fuerza,
extendiendo los dedos sobre la curva de mi culo. Y la única respuesta
que obtuve a mi pregunta fue que jalara mis caderas hacia delante,
para encontrar las suyas. Su fuerza me deshizo, prendiendo fuego a
cada terminación nerviosa.
155
Su excitación presionaba contra mi estómago a través de sus
pantalones, y contuve el aliento. Se aprovechó de mi boca abierta,
enrollando y agitando su lengua contra la mía.
Sus manos exploraron mi cuerpo, audaces y fuertes, como su
beso. Mi corazón se sentía como un pájaro liberado de una jaula, como
si no pudiera quedarse posado en un punto en mi pecho.
Deslizó una mano por mi espalda, soltando el broche de mi
sujetador con facilidad. Rompió el beso el tiempo justo como para
sacar la tela de entre nosotros, antes de aplastarme de nuevo contra él.
Oí la bofetada húmeda de mi sujetador al golpear el suelo de baldosas.
Cuando mi pecho desnudo chocó contra el suyo, un gruñido bajo
sonó en su garganta. Su boca presionó, empujó y convenció a la mía
de moverse y el tiempo parecía demasiado rápido y demasiado lento a
la vez.
Cuando mis pulmones ardieron en busca de aire, retrocedí,
jadeando.
Le dije—: Eres la persona más confusa que he conocido, y a veces
te odio.
No era lo más romántico para decir, pero era honesta.
Me sujetó contra la pared de nuevo, y esta vez se apoderó de mis
muñecas, bloqueándolas en su lugar por encima de mí.
Antes de mordisquear mi labio inferior, gruñó—: ¿Esto cuenta?
No sabía de lo que hablaba, pero asentí porque su pierna empujó
entre las mías, anclado en la unión entre mis muslos, y cada cambio o
movimiento hacía que algo se desgarrara y luego se reparara dentro de
mí.
—Dilo.
Arqueé mi cuerpo hacia el suyo, tirando de sus hombros.
—¿Decir qué?
—Di que esto es real. Dime que cuenta.
Presionó su frente contra la mía y esa cosa que desgarraba dentro
de mí era tan fuerte que tenía que ser real. Algo colgaba en el espacio
entre el corazón y los pulmones, separado de donde había estado.
—Esto es real. —Me estremecí, de repente fría bajo el chorro de
agua.
Soltó mis muñecas y cerró el grifo de la ducha, llevándome hacia
el dormitorio. El agua corría por nuestros cuerpos, formando un charco
en el suelo, pero ni siquiera le dio un segundo vistazo. Envolvió un brazo
alrededor de mi cintura y el otro alrededor de mis muslos, levantándome
sobre él. Su cabeza estaba alineada con mi estómago. Se detuvo para
saborear la piel mojada justo debajo de mis pechos y cerré los ojos.
156
Apreté sus hombros, cada músculo de mi cuerpo en tensión mientras su
lengua salía para chasquear sobre la sensible piel de mis costillas.
Dije—: Jackson.
No sabía lo que iba a decir a continuación. Podría haber sido más
palabras enojadas o confusas o una declaración romántica. Pero lo
olvidé por completo cuando elevó más la cabeza, y tomó la punta de
mi pecho dentro de su boca. Grité.
Lentamente, aflojó su agarre, dejándome deslizar por su cuerpo
de la manera en que lo hice en el sendero. Pero ahora, nuestra piel
húmeda se fundió. Mi suavidad presionaba contra su músculo duro, y lo
único que podía pensar era en maldiciones.
Cuando nuestros rostros se alinearon, dijo—: Esto es lo que debería
haber hecho ahí afuera. Esto es lo que he querido hacer miles de veces.
Reclamó mi boca en otro beso.
Me abrí a él de inmediato, enredando su lengua con la mía. Sabía
a cálidos días de verano y a huracanes, a todo lo que quería y todo lo
que no sabía que necesitaba. Atrapó mi labio inferior entre los suyos,
chupando y mordisqueando, y me acordé de la primera vez que lo vi.
Ese beso terrible en el bar en ruinas trajo a mi vida a Hunt. Nunca pensé
que estaría agradecida por el peor beso de mi vida, sobre todo
mientras disfrutaba del mejor.
Mantuvo un brazo enlazado alrededor de mis costillas para
sostenerme, y el otro arrastrándose por la espalda hacia mi culo. Me
agarró, moliéndome contra sus caderas, y envolví las piernas alrededor
de su cintura para una mejor fricción. Pero entonces deseé no haberlo
hecho porque mis piernas encontraron sus vaqueros mojados, los cuales
quería fuera. Al igual que hace diez minutos.
Mis dedos encontraron la cintura de sus vaqueros. Estaba
presionada demasiado apretada contra él para manejar los botones y
me quejé en su beso.
Tiré de sus vaqueros y lo sentí empezar a moverse hacia la cama.
Me dejó caer en mi espalda sin aviso, y reboté contra el colchón.
Impresionada, grité—: Tú…
Me tragué cualquier insulto que se acercara cuando desabrochó
el botón de sus vaqueros y los deslizó hacia abajo sobre sus caderas
desnudas.
Cuando logré recoger mi mandíbula, seguí su ejemplo, deslizando
mi ropa interior sobre mis caderas. Me la saqué de una patada,
dejándonos desnudos ante la mirada del otro. Mojábamos las sábanas,
¿pero a quién demonios le importaba? Durante varios largos segundos,
los dos simplemente nos miramos el uno al otro, absorbiendo la vista que
durante tanto tiempo nos habíamos negado.
157
Hunt sonrió sombríamente y dijo—: Mi imaginación no te hace
justicia.
—Me imaginaste mucho desnuda, ¿verdad?
—Sólo cada dos segundos.
Sonreí y lo último de mi frustración huyó para ser reemplazado por
anticipación.
Me senté para que mi cara estuviera al nivel de su abdomen.
Pasó una mano suave por mi pelo. Me volví a su toque y besé su
muñeca. Entonces me incliné hacia delante y lamí una gota de agua
perdida en su cadera desnuda.
Su mano se cerró en mi pelo y exhaló bruscamente.
Rodeé mi mano en torno a él, y ahogó un gemido. Se quedó
inmóvil durante unos segundos, sus ojos dirigidos hacia el techo.
—¿Por qué no lo hiciste? —le pregunté—. Si has pensado tanto en
mí, si me querías... ¿por qué alejarme?
Alejó mi mano de su cuerpo, besando la parte posterior de mis
nudillos en su lugar.
—No podía hacer esto a la ligera. Contigo no. Necesitaba que
significara tanto para ti como para mí.
Se inclinó y me besó dulcemente en los labios. Tan dulce que
quemó como el azúcar en el borde de un cóctel Molotov.
Agarrando mis caderas, me deslizó hacia atrás en la cama, hasta
que sólo mis pies colgaban fuera del borde. Me incorporé sobre los
codos y lo vi mientras sus ojos me examinaron de pies a cabeza.
Cogió mi pie derecho y colocó un beso tierno en el interior de mi
tobillo. Ese beso comenzó un profundo fuego en mis huesos que corrió
por el resto de mi cuerpo como una mecha encendida. Cuando me
besó en la pantorrilla y la parte interna de la rodilla, mis huesos se
fundieron a líquido. Sus manos comenzaron en mis talones y corrieron
hasta la parte de atrás de las piernas, haciendo cosquillas en la piel
sensible. Me retorcí, juntando mis rodillas y él colocó una mano en mi
abdomen para calmarme.
—Paciencia, princesa.
No me quedaba paciencia. Especialmente si iba a hacer lo
mismo que hizo todas las otras veces y se retiraba cuando recuperaba
sus sentidos.
Le dije—: No vas a cambiar de opinión, ¿verdad, Jackson? Porque
no puedo seguir haciendo esto.
Dijo—: Espero que puedas seguir haciendo esto. Porque no pienso
dejarte escapar de esta habitación hasta que terminen mis siete días.
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22
Traducido por Jane
Corregido por Cami G.
Su boca se arrastró hasta el interior de mi muslo, y respiraba tan
fuerte que me encontraba a punto de hiperventilar. Una de sus manos
todavía presionaba mi estómago y la otra separó mis rodillas. Sus dientes
rozaron mi piel y mis caderas se levantaron.
Me iba a matar.
Podría morir de esta forma.
—Por favor —dije.
—¿Por favor qué, princesa?
Su aliento abanicó la cara interna de mi muslo y eso fue suficiente
para enviarme ondas de placer. La mano en mi estómago se deslizó
hasta la unión entre mis muslos y estuve totalmente perdida.
Volví la cabeza hacia un lado y me tragué un gemido.
Sus dedos me llevaron al borde, trabajándome hasta que lo único
que pude hacer fue gemir y respirar, gemir y respirar.
—Dime lo que quieres —dijo.
Mi cuerpo se tensó alrededor de sus dedos y lo único que pude
decir fue—: Tú. —Su pulgar presionó con fuerza contra mi punto más
sensible, al igual que lo había hecho anoche, y dije de nuevo—: Oh
Dios, tú.
Todo lo que sabía era que se encontraba demasiado lejos y no
necesitaba más juego previo. Toda nuestra relación había sido un
maldito juego previo. Lo deseaba ahora.
Estiré una mano hacia él, y entrelazó sus dedos con los míos. Jalé y
se levantó de donde había estado arrodillado. Jalé de nuevo y puso su
rodilla sobre la cama, entre mis muslos.
Se cernió sobre mí, su cuerpo delgado y musculoso, sus ojos
depredadores. Lucía como si quisiera devorarme y me encontraba muy
dispuesta a ser su víctima.
Solté su mano para tocar su cintura y luego atraje su cuerpo, para
que quedara sobre el mío. Eché la cabeza hacia atrás y gemí ante el
contacto.
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Su boca fue a mi hombro, trazando la línea del músculo de mi
clavícula. Su muslo presionó arriba y contra mi centro, y contuve la
respiración. Levantó la cabeza para mirarme. Cuando nuestros ojos se
encontraron, se presionó contra mí de nuevo y el aliento que había
estado conteniendo, salió mis pulmones.
Se inclinó para saborear mis labios, gentil y centrado. Me aferré a
su espalda, maravillada por la forma en que sus músculos se flexionaban
y movían mientras me besaba.
—Por favor —dije de nuevo—. Por favor, Jackson.
Sus ojos se suavizaron y presionó su frente contra la mía. Cerró los
ojos y tomó una respiración lenta y profunda. Luego se inclinó y puso un
beso en mi esternón, entre el oleaje de mis pechos.
—Dame un segundo.
Se deslizó lejos de mí, y sentí que me ahogaba cada segundo que
le tomó conseguir un condón y volver.
Me levanté en mis codos y él se arrastró sobre mí. Me besó dulce y
lentamente, y el frenesí de los momentos anteriores desapareció. Había
un nivel de intimidad sólo por estar besándolo que nunca había
experimentado, y me dejó emocionada y aterrorizada de lo que venía
después.
El sexo nunca había sido un gran problema para mí. Pero todo lo
relacionado con Jackson era un gran problema. Tenía miedo de no ser
lo suficientemente buena, miedo de no saber cómo tener el tipo de
sexo que significaba algo. ¿Y si cuando todo terminaba, él lamentaba
haber cruzado esa línea?
Su mano rozó mi mejilla y dijo—: No. No hagas eso.
No sabía si conocía la línea exacta de mis pensamientos o sólo mi
preocupación, pero me tranquilizó de igual manera.
Me besó y luego lentamente me volvió a recostar sobre la cama.
Se acostó a mi lado y me giré para mirarlo. Apoyé la cabeza en su
brazo y me jaló hacia su pecho, sosteniéndome por un momento. Nos
habíamos abrazado así antes, pero esta vez fue diferente. Mi corazón
tronaba y mi piel cantaba. Su mano trazó la línea de mi columna y me
arqueé hacia él. Siguió por mi cadera, bajando por mi pierna, y sus
dedos se curvaron detrás de mi rodilla. Una chispa de electricidad se
disparó desde mi rodilla hasta mi núcleo mientras tiraba mi pierna sobre
su cadera.
Nuestras bocas se encontraron y dijo—: Dios, amo la forma en que
sabes.
Se inclinó hacia mí, situando su pierna entre las mías y alineando
nuestras caderas. Empujó dentro de mí y por un momento, todo mi
cuerpo pareció olvidar cómo funcionar. Mi sangre se olvidó de
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bombear, mis pulmones se olvidaron de respirar y mis caderas se
olvidaron de moverse.
Sus manos se tensaron sobre mí y lanzó un gemido en mi cuello.
Gruñó—: Me encanta la forma en que te sientes.
Acostada de lado así, con nuestras piernas entrelazadas, se
hundió aún más. Nunca había tenido sexo así, envuelta en otra persona
hasta que era imposible encontrar la brecha entre nosotros. Sus caderas
se retiraron y luego empujó de nuevo, y la fricción me hizo arquear la
espalda.
Mis caderas se quedaron alineadas con las suyas, pero me incliné
hacia atrás hasta que mi cabeza y la mitad de mi espalda se posaron
en la cama. Jackson se recostó conmigo, enroscándose alrededor de
mi cuerpo. Su boca quemó un camino caliente desde mi clavícula, y
bajando hacia el valle entre mis pechos. Mantuvo una mano en la parte
baja de mi espalda y la utilizó para acercarme cada vez que se movía
hacia delante.
Regó besos sobre mi pecho y le agarré la parte posterior de su
cabeza, necesitando sentirlo, sostenerlo contra mí.
Subió de nuevo, pasando la lengua por mi clavícula y raspando
los dientes contra la columna de mi garganta. Mi piel se puso en carne
de gallina y me estremecí en sus brazos. Plantó un beso debajo de mi
boca y bajé la cabeza para encontrar la suya.
Su lengua se hundió en mi boca, imitando el movimiento profundo
del resto de su cuerpo y me aferré a él mientras retorcía de placer mi
cuerpo con cada embestida lenta.
—Kelsey —susurró.
Tuve que forzarme a abrir los ojos, e incluso así, cada vez que su
piel se deslizaba contra la mía, tuve que luchar para mantener mis
párpados abiertos. Presionó su frente contra la mía y más que perderme
en sus ojos oscuros, estos parecían derramar algo en mí. Confianza, tal
vez. O cariño. Sea lo que fuese, dejé de preocuparme por cómo iba a
desarrollarse esto. Dejé de pensar en las maneras en que yo era
insuficiente. Dejé de lado todo lo que no tenía que ver con este
momento.
Él dijo—: Dios, ¿tienes alguna idea de lo que me haces? ¿Alguna
idea de cuánto tiempo te he deseado?
No tenía idea acerca de nada, excepto que me hallaba muy
cerca del límite.
Envolví la mano alrededor de su cadera, extendiendo los dedos
desde su espalda baja a la curva del resto de su cuerpo. Apreté los
dedos en su piel, animándolo con mis uñas.
—Más fuerte —rogué.
161
Sus caderas empujaron hacia adelante y lo sentí hasta mis dedos
del pie.
Sacó el brazo debajo de mi cabeza y se levantó. Mantuvo una
rodilla entre las mías y nuestras caderas conectadas. Utilizó la pierna que
tenía alrededor de su cadera para ponerme sobre mi espalda. Luego,
llevando mi pierna hasta su pecho, me dio exactamente lo que pedí.
Sus caderas rodaron contra las mías, mientras me acostumbraba
a la nueva posición, y después se movieron hacia adelante con más
fuerza. En su segundo empuje, extendí la mano y la apreté contra la
cabecera.
Su ritmo cambiaba de lento y constante a rápido y duro, y la
cama crujió bajo nosotros. Inhalé una respiración, sosteniéndola
mientras más me acercaba y entonces, estaba cayendo de
nuevo. Cayendo de ese puente. Con el corazón en mi
garganta. Cayendo rendida ante él. Con el corazón en mis
manos. Cayendo a pedazos. Cayendo juntos.
Cayendo en su lugar.
Se sintió como horas antes de que el latido de mi corazón se
ralentizara y estuviera lo suficientemente fuerte como para abrir los ojos.
Cuando lo hice, mi cabeza se sentía confusa y clara a la vez. No
podría haber recordado fracciones o capitales estatales ni tal vez mi
nombre. Esas cosas habían sido encerradas detrás de una pared de
dicha. Pero, ¿la cara de Jackson sobre la mía? Eso era claro, al igual
que la forma en que con sólo verlo, mi latido se aceleró de nuevo.
Bajó mi pierna a su cadera, por lo que quedó acunado entre mis
muslos.
Se inclinó y rozó mis labios cansados con los suyos.
Dijo—: Podría ver eso un centenar de veces más. Mil.
Arrugué la nariz, segura de que probablemente acababa de
hacer un rostro horrible en la agonía del momento. Alisó las arrugas de
mi frente con su pulgar y dijo—: Quiero memorizar la manera en que tus
ojos se entrecierran y te muerdes el labio, así puedo dibujar tu expresión
sin error. Quiero conocer el ángulo exacto de la forma en que tu cuello
se curva y el número de veces que tu corazón late por minuto. Quiero
conocerlo todo.
Tragué saliva y mi corazón se aceleró cuando debería haberse
ralentizado. Había cosas sobre mí que ni siquiera yo quería saber, y
mucho menos compartirlas con él.
Cambiando de tema, pregunté—: Así que, ¿no te arrepientes de
cruzar esa línea?
Su boca se arrastró por mi mandíbula y canturreó en voz baja.
162
—Todavía puedo pensar en algunas otras líneas que me gustaría
cruzar antes de que termine la noche.
Se volteó, llevándome encima de él, nuestros cuerpos todavía
íntimamente conectados. La fricción burlaba mi piel sensible, y tuve que
sostenerme con mis manos en su pecho.
Trazó la curva de mi cuerpo desde mi pecho, hasta la cintura y a
mi cadera, y dijo con una sonrisa maliciosa—: Eres toda una aventurera,
¿no?
Ahora, este era el tipo de aventura para la que siempre me
encontraba dispuesta.
Las horas se convirtieron en días, y sólo dejamos el apartamento
en Riomaggiore cuando tuvimos que hacerlo. Teníamos toda la comida
y los suministros que necesitábamos, pero nunca durábamos mucho
tiempo antes de que nuestros gustos se apartasen de los alimentos.
Nuestro séptimo día vino y se fue, y ninguno de los dos hizo ningún
movimiento para salir o terminar nuestro tiempo juntos. Y empecé a
comprender la Via dell’Amore un poco más, esa silla y todos esos
candados. Me di cuenta de que no era el candado lo que importaba
tanto como el hecho de que se necesitaba una llave.
Jackson había encontrado cada rinconcito sensible que hacía
que mis dedos se doblaran y mis ojos se pusieran en blanco. Sabía qué
me hacía contener la respiración y qué me hacía gritar su nombre.
Abrió mi cuerpo, y al hacerlo desbloqueó puertas que no tenían más
que aire añejo y malos recuerdos.
Si creía las historias que aprendí al crecer, Dios hizo el mundo en
seis días, y el séptimo día descansó. Me pregunté si, como yo, el octavo

día fue cuando vio que todo comenzaba a desmoronarse.

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