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Traducido por Aleja E & Valentine
Rose
Corregido por Karool Shaw
—Estás loco —le dije.
—Querías una aventura, Kelsey.
—Pensé que te referías a paseos de metro más espontáneos y
áreas de juego, ¡no a saltar de un puente! —Escuché el grito de la
niña
que acababa de ver desaparecer por el borde y clavé los dedos en
el
brazo de Hunt—. No puedo.
Yo había estado en puentes más altos que el puente Zvikov, pero
no los tuve que saltar. Mi corazón estaba a punto de reventar de
mi
pecho y Hunt sonreía como un loco.
Me di la vuelta para huir, y Hunt me giró de nuevo, con la mano
en la base de mi espina dorsal. Era casi como si supiera que ahí
es
donde lo sentía más intensamente. Cuando estaba cerca, mi columna
se convertía en un cable de alta tensión, enviando ondas de choque
hasta la última terminación nerviosa.
Su toque amplificaba eso.
—Te va a encantar.
—¿Tienes un deseo antes de morir? —le pregunté.
—Te prometo que vas a estar bien. No vamos a morir. Podemos
saltar juntos si eso va a hacer que te sientas mejor.
—Oh, no me refiero a que el salto te va matar. Me refería a que lo
haré yo.
—Puedes matarme después del salto.
—¿Qué pasa si estoy muerta para matarte? —Me sentía un poco
avergonzada por la forma tan histérica que sonaba.
Entrelazó sus dedos con los míos y apretó mi mano mientras me
empujaba hacia adelante.
—Confía en mí.
Lo hacía. Pero eso simplemente me aterro más. La confianza era
la llave que le daba acceso a lugares mucho más frágiles en mí.
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Me tomó toda mi concentración para no llorar o vomitar, o
ambos cuando el instructor comenzó a engancharnos a la misma
cuerda elástica. Estábamos con arneses, atados y sermoneados, y lo
único que me impedía tener una crisis nerviosa era el hecho de que
Hunt y yo nos encontrábamos pecho a pecho, lo cual nos mantenía
juntos. Su proximidad y su cálido aliento abanicando en mi frente
fueron
suficientes para distraerme de mi muerte inminente.
Teníamos que acercamos a la cornisa y dejé escapar un chillido
involuntario de miedo cuando vi el sinuoso río debajo de nosotros.
Jackson deslizó una mano alrededor de mi cuello e inclinó mi
cabeza hacia él. Colocó un beso dulce en mi frente que hizo que mi
corazón latiera más rápido en lugar de calmarme. Mi corazón se
precipitó y se escondió en mi nuca, pulsando donde la mano de Hunt
todavía descansaba.
Todo lo que podía pensar era... mejor que esto no cuente como
mi beso.
Él dijo—: Inténtalo por mí. Y luego intento algo por ti. Lo que tú
quieras.
Tomé una respiración lenta, profunda y asentí.
Una vez que todo se hallaba atado, el instructor comenzó a
ajustar nuestras manos y cuerpos para que coincidan en la forma
apropiada. Mi cabeza estaba metida en el hueco de su hombro y la
suya en el mío. Su piel olía como el bosque que nos rodeaba, pero
más
dulce. Los dos teníamos un brazo alrededor del otro. Entrelazamos
nuestros dedos y con la otra mano señalábamos hacia dónde íbamos a
saltar.
—Es como si estuviéramos bailando —dijo Hunt, sus palabras
murmuradas tamborileaban contra la piel sensible de mi clavícula.
—Por lo tanto, ¿por qué no me llevas a bailar? Al menos, el tango
no me va a matar.
Su pecho tembló de la risa debajo de mi mejilla y luego comenzó
la cuenta regresiva.
—Jackson... —No podía decir nada más que su nombre.
Entonces, como si pudiera leer mi mente, Hunt repitió la cita de
Kerouac que vimos en nuestro hostal. —Loco por vivir, Kelsey. Esto
es
vivir.
Presionó otro beso en mi hombro y sus labios seguían allí,
quemando mi piel cuando caímos.
El mundo se detuvo por un breve segundo y mis ojos se quedaron
en la arquitectura de la tierra debajo de nosotros. El brazo de
Hunt se
apretó a mi alrededor y por consiguiente, desapareció la paz. El
viento
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se estrelló contra mí, la tierra se precipitó hacia adelante y mi
corazón se
quedó atrás en algún lugar encima de mí.
Entonces grité. El tipo de chillido que resonó en el cañón era de
los que rompen los vidrios y destrozan los tímpanos, para luego regresar
hacia mí desde todos los lados. La cuerda se tensó, mis entrañas
parecían resistirse y tirar en la otra dirección. A pesar del
tirón, seguimos
cayendo y cayendo, y el río se precipitó hacia mí, oscuro e
implacable.
Solté la mano de Jackson para envolver el otro brazo alrededor de
su
cuerpo. Lo apreté tan fuerte como pude, pero era sólo la mitad de
lo
que en verdad quería. Abrí la boca para gritar, y luego de repente
nos
jalaron desde arriba y nos movían de nuevo otra vez.
Pensé que tal vez la subida no sería tan mala, pero luego nuestros
cuerpos se retorcían y volteaban, y pude haber perdido algunos
órganos vitales en el mismo lugar en el cual desapareció mi
corazón.
Empezamos a caer de nuevo, y Hunt gritó de emoción.
—¡Oh, Dios mío! —grité. No podía creer que hiciera esto.
Esta vez apreté los brazos alrededor de él, no porque me daba
miedo, sino debido a un sentimiento que brotaba dentro de mí,
potente
y salvaje, y sólo quería mantenerlo todo en mi interior.
Cuando empezamos a subir de nuevo, mi grito se convirtió en una
carcajada de risa que habría hecho sentir orgullosas a Úrsula o a
Maléfica.
Hunt tenía razón. Fue divertido.
Grité un poco más sólo porque podía y para escuchar el sonido
rebotar alrededor del cañón, sintiendo como si Hunt y yo fuéramos
las
únicas dos personas en el mundo. Se sentía irreal —como si yo
fuera dos
partes de un alma y una parte del cuerpo.
Rebotamos un par de veces más y tuve el coraje de soltarme de
Hunt, para estirar los brazos hacia abajo, hacia la tierra debajo
de
nosotros. Giré lejos de él y miré a nuestro alrededor y de regreso
hasta
donde habíamos saltado.
—¿Estás muerta? —preguntó Hunt.
—No. —Ni estuve cerca. De hecho, nunca me había sentido tan
viva.
Sonreí ampliamente y Hunt me devolvió la sonrisa, y sabía que mi
corazón se hallaba en su lugar, ya que golpeó con tanta fuerza que
era
casi doloroso.
Entonces no tuve que preguntar si era el momento adecuado, y
él no tenía que decirme. Nuestros labios se juntaron como si
hubieran
sido sustituidos por imanes. Y toda esa energía que despertó
dentro de
mí, se comenzó a desenrollar. Podía sentirlo relajarse alrededor
de mis
costillas, tirando de mis dedos, empujándome hacia él.
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Sus manos se engancharon en mi cabello y me besó como si
todavía estuviéramos cayendo, como si así estuviéramos destinados
a
pasar nuestros últimos momentos. Sus labios se apretaron con
fuerza
contra los míos y la sangre latía en mis oídos mientras empujaba
su
lengua.
Envolví los brazos alrededor de su cuello, acercándome todo lo
posible. Aun así, quería más. Quería colocar las piernas alrededor
de su
cintura y sentir la piel debajo de la ropa. El aire empujaba
contra
nosotros, suave, dulce y totalmente en desacuerdo con el frenesí
que
ocurría debajo de mi piel.
Algo tiraba de mis tobillos y empezamos a subir. Gemí en su boca,
ya que no estaba lista para que terminara el momento.
Su boca me respondió con un ritmo más rápido, la respiración se
nos escapaba mientras cambiamos, probábamos y saboreábamos
hasta el último segundo. No nos separamos hasta que tuvimos que
hacerlo, hasta que llegó el momento de poner un pie en el mundo
real
de nuevo.
Tal vez fue la caída, la sangre corriendo hacia mi cabeza o las
reverberaciones de mi universo finalmente volvieron a su lugar,
pero
tuve que agarrar el brazo del instructor para no caerme mientras
me
desenganchaba.
No hablamos mientras nos liberaban de los arneses y cuerdas.
Pero su mirada era como un toque tierno, adolorido y posesivo.
Nos alejamos de ese día. Cogimos un autobús de vuelta a la
ciudad. Mis pies golpearon el pavimento duro paso a paso, pero
cuando me metí en la cama frente a Hunt esa noche, seguía cayendo.
Mi cabeza estaba en la almohada, pero juraba que podía sentir la
fuerza del viento más allá de mi cuerpo, podía escuchar el ruido
en mis
oídos.
Hunt dijo algo sobre mi oído interno, que se desvanecería en un
día o dos, pero no estaba tan segura. En la noche silenciosa, me
pregunté si era sólo el comienzo de algo más grande. Una caída
larga,
emocionante y aterradora. Una sin la seguridad de los arneses,
cuerdas
y un plan. Una sin ninguna garantía de tocar fondo.
Me desperté enojada al día siguiente.
No estaba con síntomas premenstrual, y nadie había hecho nada
para hacerme enojar (todavía). Me sentía amargada. Y sólo empeoró
cuando subí a una de las computadoras de cortesía del hostal para
revisar mi correo electrónico.
Bliss había llegado a Filadelfia, y había una novela llena, en mi
bandeja de entrada que hablaba de su apartamento, de su barrio y
su
perfecto novio.
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Me sentía como una completa perra cuando cerré el mensaje sin
responder, pero de todos modos cualquier cosa de lo que hubiera
escrito entonces habría causado problemas.
Y luego, porque era un masoquista, me decidí a leer los e-mails de
papá. O de algún modo de su secretaria. Eche un vistazo a la
docena
de mensajes en mi bandeja de entrada, la mayoría eran un relato de
mi
paradero y mis hábitos de gasto.
No había necesidad de preocuparse por “Gran Hermano” con un
padre como el mío. Me imaginaba que le asignó a su secretaria que
monitoreara todas mis acciones a través de mi cuenta bancaria.
Era tan jodido.
No la parte del dinero. Me acostumbré a eso. Mis únicos hermanos
eran las cuentas bancarias, y yo siempre venía última.
Era jodido que pensara que podía controlar todo. Se creía el gran
titiritero, administrando y promulgando todo.
Era jodido porque estaba familiarizado con el hecho de que no
conseguía controlar todo, pero aun así fingía hacerlo.
Me pregunté qué haría si le dijera que fui drogada. Me culparía,
diría que fue mi culpa por ser una degenerada moral y pasar todo
el
tiempo en los lugares donde la gente se droga.
Todo eso, lo sabía. Pero me preguntaba qué iba a hacer después
de eso. ¿Le importaría? ¿Querría que vuelva a casa? ¿O lo barrería
bajo
la alfombra, difuminándolo con un borrador, o me diría que estaba
siendo dramática de nuevo?
Mientras me encontraba sentada frente a la computadora, me
llegó otro correo de su secretaria, Cindy, la cual nunca había
conocido
y era probablemente de la misma edad que yo, y escribió:
Tu padre piensa que
es hora de empezar a hacer los arreglos para
regresar a casa. Tu
madre tiene una fiesta de caridad que es dentro de
dos semanas, y él
está tratando de conseguir una nueva cuenta con
una empresa muy
centrada en la familia. Le gustaría que estés ahí para
dar una buena
impresión. Dijo que sigas el código de vestimenta
habitual. He
adjuntado un documento con un par de opciones de
vuelos a casa. Por
favor, revísela y quiero saber la que funciona mejor
para ti.
Increíble.
Eso respondía a mi pregunta sobre la preocupación de él. Sabía
que mamá era únicamente un apoyo para él. Por eso la dejaba
emborracharse todos los días. La dejaba comprar lo que quisiera.
Hacían caso omiso cuando uno de ellos o ambos se engañaban.
Porque en mi familia
todo lo que importa es lo que ve la gente.
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No vieron nada cuando el socio de papá me tocó cuando tenía
doce años. No había ninguna marca en mi mano cuando él me hizo
tocarlo. La única marca de algo así, descansa debajo de la piel.
Así que, por supuesto, eso no contaba.
Cuando Jackson dijo mi nombre y entró a la sala de
computación, cerré la ventana sin ninguna respuesta. No es que el
“vete a la mierda” hubiera sido de mucha respuesta de cualquier
manera.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—Agarra tus cosas. Nos vamos.
—¿Nos vamos dónde?
—Fuera del país.
Me puse de pie, pero cuando traté de acercarme más, seguía
manteniendo una cuidadosa distancia entre nosotros. La frustración
siseó en mi lengua.
—Ayer acabamos de llegar de Praga.
—Y hoy dejaremos Praga. Sólo me diste una semana y hay mucho
que quiero hacer.
Había mucho que quería hacer también, pero escasamente
había mirado dos veces en mi dirección desde nuestro beso.
Sin siquiera molestarme en refunfuñar, guardé mis cosas en mi
mochila y dejé atrás el hostal “Casa de locos”. Si pudiera dejar
mi humor
de mierda.
En la estación de trenes, pregunté—: ¿Me dirás a dónde vamos
ahora?
Hunt sólo sonrió. Amaba y odiaba esa sonrisa.
—¿Por qué haces esto?
—Vaya, no te llevas nada bien con las sorpresas, ¿no? —dijo.
Rodando los ojos, me crucé de brazos.
—Me refiero a todo esto. ¿Por qué te importa?
Usualmente, nunca hubiese preguntado algo como eso, no al
chico con el que trataba de conectar; especialmente no cuando la
respuesta puede ser que francamente no le importa.
Obviamente, no tendría ningún problema con rechazarme.
Pero había pasado días con él, y casi todo lo que sabía de él era
de observación personal. Es decir, era como jalarle sus dientes
sólo para
que me dijera cuál era su primer nombre.
—Porque quería que vinieras conmigo. ¿Necesito otra razón?
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—¿Tienes una?
Se encogió de hombros.
—A nadie le gusta viajar solo.
Y eso fue el golpe doble de Hunt. Empujándote al centro y luego
atacándote. Dándote el beso más apasionado de tu vida y pretender
inmediatamente que nunca sucedió, dejándote pudrirte en tu
frustración sexual.
Me quedé en silencio en nuestro camino a la estación y cuando
abordamos un tren hacia algún lugar en Alemania. Tan pronto
estuvimos viajando, rodeé mi mochila con los brazos y los usé de
almohada.
Sólo por una vez, quería saber dónde me encontraba con él.
Quería zamarrearlo hasta sacarles unas cuantas respuestas reales
en
lugar de esas encantadoras y dulces palabras evasivas.
Cambiamos de trenes esa tarde en Munich, y a pesar que el tren
se encontraba casi vacío, Hunt se sentó junto a mí.
Intenté no reaccionar porque cualquier reacción que tendría seria
de maliciosa. En su lugar, saqué mi teléfono de mi bolso y situé
mi
mochila en el maletero que había encima de nuestras cabezas.
Volviendo a mi asiento, me coloqué un audífono.
Buscaba una canción cuando dijo—: Estás enojada conmigo.
Echándole una mirada rápida, apreté reproducir.
—No, no lo estoy.
Había puesto el otro audífono en mi oído cuando sacó ambos.
—Sí, lo estás. Pude haber pasado los últimos años en el desierto
con una variedad de hombres, pero no estoy tan aislado para no
saber
que “no, no lo estoy” significa “definitivamente lo estoy”.
Suspiré. —Jackson, no estoy enojada. Lo prometo. Sólo estoy
cansada.
—Pero dormiste en el último tren.
—No me refería a ese tipo de cansancio.
—¿Estás cansada de mí?
Gemí y pasé las manos por mi rostro.
—Estoy frustrada. No sé qué quieres de mí.
La mirada en sus ojos me recordó al dolor, el tipo que ignoras
tanto como puedes hasta que despiertas en medio de la noche, sin
poder respirar, sudando e incapaz de ignorarlo más tiempo.
Él tampoco sabía qué quería de mí.
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—Quiero muchas cosas de ti, Kelsey. Pero de momento, sólo
quiero una amiga y viajar.
Ni siquiera escuché la segunda parte de la oración. Seguía
perturbada por las “muchas cosas” que quería de mí e imaginando
qué
serían. Tal vez yo tampoco sabía que quería de él exactamente.
Él no era un chico de una noche. No era el tipo de chico del que
abandonaba a la mañana siguiente, pero tampoco me sentía segura
que quería el tipo de cosas que no podía abandonar. Porque era una
experta en irme.
Asentí. —Amigos. Lo entiendo.
Unas pocas horas después, quitó mis audífonos nuevamente y
anunció—: Estamos aquí.
—¿Y dónde es aquí?
—Heidelberg.
Lo miré. —De nuevo, ¿Dónde es aquí?
—Aún en Alemania.
—De acuerdo. Entonces, ¿qué hacemos aquí?
Bajó la mochila del maletero por mí y dijo—: Hay algo que quiero
mostrarte. Ahora, suficientes preguntas.
Lo seguí fuera del tren. Esperé un momento mientras preguntaba
por direcciones, y después dejamos la estación de trenes.
Heidelberg era pequeño y atrayente, sin embargo no tan
diferente de otras ciudades que ya había visto en Europa. Había
catedrales y carreteras estrechas y un río. Era casi el
crepúsculo, y la
ciudad se hallaba silenciosa y casi desierta. Hunt se detuvo y se
volteó,
buscando por algo, cuando lo encontró, sonrió. Seguí su mirada
hacia
un castillo que yacía en lo alto de una cumbre que dominaba la
ciudad.
Estaba decaída y descompuesta, emergente de la densidad del
bosque, aparentemente intocable por la sociedad moderna.
—¿Me llevarás a un castillo? —pregunté.
Sonrió. —Vamos, princesa.
Lo miré, insegura de si debería estar más frustrada por los
mensajes
contradictorios o debería estar agradecida de tener a alguien como
él
intentando hacerme feliz. Podía ser peor que una amiga para
Jackson
Hunt.
Pero él podría ser incluso mejor como algo más que solo amigos.
Sabía cuan mal se ponían las cosas cuando un amigo se sentía
atraído por el otro. Estaba en primera fila para el épico desastre
que fue
de mis amigos Bliss y Cade.
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Pero había una diferencia con Hunt. Sabía que yo le atraía. Puede
que haya estado borracha la primera noche y que haya olvidado la
mayoría de la noche en los baños, pero nunca podría olvidar eso. Y
ese
beso… maldición.
Me quería, pero había algo que lo retenía.
Y no saberlo, me molestaba.
Nos encontrábamos en el segundo día de nuestro viaje semanal,
lo cual me dejaba cinco días y medio para descubrir qué lo retenía
y
deshacerme de ello.
Claro, me podría salir el tiro por la culata de cualquier manera,
posiblemente por mi pérdida. Pero si tenía que tirar mi corazón al
confeti, él no sería ciertamente una mala manera para ello.
Miré de vuelta al castillo, y en seguida a Hunt. Poniéndome en
puntillas, coloqué mi mano en su hombro y besé su mejilla.
—Gracias, Jackson.
Dejé que mano cayera a su pecho cuando me di vuelta y
comencé a caminar en dirección al castillo. Escuché su exhalación
lenta detrás de mí, y sabía que mi plan estaba en marcha.
Caminamos a través de la ciudad, y llegamos al final justo cuando
el sol empezaba a esconderse en el horizonte. Una escalera guiaba
al
castillo, y mis pies dolían con sólo mirarlo.
—Bromeas, ¿cierto?
—Vamos —dice—, no será tan malo.
—Um, no puedes asumir ese tipo de cosas. La gente asumió que
el Titanic no podía inundarse, y mira como terminó.
—Todo lo que estoy escuchando son excusas, lo cual no suena
como alguien interesado en una aventura para mí. De hecho, te reto
a
una carrera hasta el final.
—¿Me retas? ¿Se supone que eso tiene que de repente ponerme
deseosa para participar?
—Te estoy retando a tener una aventura.
—Bueno, ¿tengo que retarte a hacer algo después?
Me dio una mirada de complicidad, y estaba bastante segura
que sabía qué tipo de reto quería darle.
—Dentro de lo razonable, sí. Y si ganas la carrera, incluso haré
dos
retos.
Tenía el presentimiento que “dentro de lo razonable” impediría los
retos que pensaba.
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—Por lo tanto, ¿así es cómo funcionará esta aventura? ¿Me
obligas a hacer algo que no quiero hacer, después te devuelvo el
favor,
y en algún momento próvidamente empezaremos a divertirnos?
—Suena bien. Será un momento épico cuando hagan una
película de nuestras vidas.
—Mi vida, querrás decir. Yo soy la princesa aquí. Tú sólo eres mi
guía.
Rodó los ojos. —Entonces déjeme llevarte el bolso, su alteza.
Tomó mi mochila y la suya, y las escondió bajo de las ramas de los
arbustos cercanos.
—No querrás nada que nos impida correr bien durante la carrera
—dijo.
Negué con la cabeza y me dirigí hacia las escaleras. Cada
escalón tenía un numero escrito con blanco en él, comenzando con
el
número uno en el primer escalón. —¿Cuántos escalones crees que
hay?
—pregunté.
—Supongo que lo descubriremos al llegar arriba. ¿Preparada?
Asentí.
—En sus marcas —dijo—. Listos. ¡Ya!
Salimos corriendo, y los pequeños números se hacían borrosos a
medida que corría lo más rápido posible. Me las arreglé para
quedarme
junto a él en los primeros veinte escalones más o menos, pero
luego
comenzó a tomar ventaja.
Mis asesinos tacones de aguja mantenían a mis piernas en buena
forma, pero no tanto como estar en el ejército.
Para el momento que pisé el escalón numero setenta y cinco, mis
pantorrillas ardían. Para el momento de estar en el ciento
treinta, estaba
lista para romperme las piernas para tener una excusa para nunca
más
subir escaleras. Paré por unos segundos, jadeando y levanté la
mirada.
Sólo Dios sabía cuántos escalones me adelantaba. Cincuenta
probablemente. Y estaba sólo a la mitad de las escaleras. —A la
mierda
—murmuré.
Me senté en unos de los escalones, limpiando algo de mugre en
mis manos y tobillos, y luego hice un elaborado (y quizá un poco
exagerado) llanto, seguido por un lento y doloroso gemido. Me
agarré
el tobillo y mordí mi labio, y esperé por…
—¿Kelsey? ¿Estás bien?
¡Bingo!
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No levanté la mirada sino me mantuve concentrada en mi tobillo.
Dije su nombre lo suficientemente fuerte de manera que pueda
escucharme y a continuación exhalé profundamente.
Treinta segundos después, bajó hasta donde me encontraba y se
arrodilló en el escalón frente a mí con las manos extendidas.
—¿Qué pasó?
Me hubiese gustado no parpadear para no perjudicar el daño,
pero lo hice y entonces el agua que se habían construido en mis
ojos
bajó por mis mejillas, y encontré su mirada.
—Me caí —jadeé—. Mi tobillo.
Tocó mi pierna justo arriba donde agarraba mi tobillo con ambas
manos, y chillé.
Retrocedió, disculpándose.
—Está bien —dije—. Sólo está delicado. Dios, duele muchísimo.
Derramé unas cuantas lágrimas para dar énfasis.
—¿Quieres volver a bajar? —preguntó—. Podría cargarte.
—No, yo… —me detuve—. Me gustaría verlo. Sé que he actuado
como una perra, sin embargo, eso fue realmente tierno, y… no
importa.
—No —dijo—. Te cargaré.
—No podría pedirte eso. Es un largo camino. Puedo intentar
caminar.
Traté de ponerme de pie, fingiendo otro llanto y cayendo
nuevamente, pero no tuve que intentarlo mucho. Antes que intentara
otra vez, se puso de pie y me cogió en sus brazos. Lloré de
deleite que
rápidamente convertí en dolor, y enterré mi rostro en su cuello de
manera que no pudiera verme sonreír.
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16
Traducido por BeaG
Corregido por ElyCasdel
El ascenso al castillo era lento con Hunt cargándome, pero no me
importaba el tiempo extra de acurrucarme contra él. Sus brazos
eran
como bandas de acero a mi alrededor, pero su respiración contra mi
frente era cálida y suave.
—¿Todavía te sientes bien? —preguntó, y yo asentí.
Le di un pequeño gemido sólo para disfrutar la forma en la que
me atrajo aún más hacia él en respuesta. Yo tenía los dos brazos
envueltos alrededor de su cuello, y lentamente dejaba que una de
mis
manos comenzara a divagar. Usé mis uñas para arañar ligeramente
hacia abajo por su columna y tuve que contener la risa cuando su
paso
falló.
Se aclaró la garganta y siguió caminando.
Él caminó y yo registré sus reacciones, como la manera en que sus
ojos se cerraron por un segundo cuando las yemas de mis dedos
rozaron la línea de su mandíbula debajo de su oído, y el contener
su
aliento cuando clavé las uñas en su hombro después de una
particular
punzada “dolorosa” de mi tobillo.
Podía sentir su fatiga al momento en que llegamos al escalón 250,
y decidí apiadarme de él. Alcé mi cabeza y dije—: Jackson.
No me preparé para lo cerca que estarían nuestros labios cuando
su cabeza se volvió hacia la mía. Un nudo de deseo se tensó en mi
vientre y mis pensamientos huyeron.
—Um… Yo…
La palabra querer no le hacía justicia a
cuánto deseaba que me
besara de nuevo.
Sus pasos se ralentizaron hasta parar, y mi corazón se puso
epiléptico.
Podría haberlo besado yo misma, enganchar mi boca con la suya
y mantenerlo cerca. Pero quería que él viniera a mí. Me cansé de
sentir
que me rechazaba. Y si fuera por mí, dentro de cinco días y medio,
me
gustaría tenerlo completamente. Así que dirigí mis ojos hacia los
suyos, y
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practiqué la paciencia. Mi plan se vendría abajo más rápido que la
última rehabilitación de Lindsay Lohan si me rendía ahora.
Dije—: Pedo caminar ahora. —Y luego añadí—: Si me ayudas.
Él no discutió, probablemente porque estaba agradecido por la
distancia entre nosotros. Me puso abajo con cuidado y luego pasó
un
brazo por mi cintura. Lancé mi brazo sobre sus hombros y luego
lentamente subimos las escaleras de nuevo. Me tuve que seguir
recordando que se suponía que estaba lastimada.
Cuando llegamos a la escalera número trescientos, sólo nos
encontrábamos a unos diez o quince escalones de la cima. Jadeé e
hice una mueca de dolor. Hunt se detuvo y se volvió hacia mí.
—¿Qué
pasa? ¿Te lo doblaste de nuevo?
—No lo sé. Yo… —Se arrodilló a mi lado para echar un vistazo, tan
pronto como se agachó, yo salí corriendo el último tramo de
escaleras.
Lo escuché reírse cuando llegué a la escalera trescientos diez y
grité en victoria cuando llegué al último escalón, el número
trescientos
quince.
Me volví para encontrarlo caminando lentamente, sacudiendo la
cabeza. Sus labios estaban presionados en una línea fina, pero
noté que
intentaba contener una sonrisa.
—Gané —canturreé burlonamente—. Me pregunto qué te retaré
a hacer.
Hunt se acercó a mí lentamente, como un depredador
acechando a su presa y mi estómago se agitó en respuesta.
Hice una pausa para fingir pensar acerca de los posibles retos y
estaba demasiado ocupada regodeándome para notarlo correr los
últimos escalones. Grité cuando me levantó y me puso encima de su
hombro.
—¡Hunt! —grité.
—Eres increíble —dijo.
Me reí. —Voy a pretender que eso fue un cumplido.
—Oh, lo fue, princesa.
—Entonces, bájame.
—No puedo.
Luché un poco, pretendiendo estar molesta, pero la verdad era…
Hunt tenía un trasero fabuloso. Y yo tenía una vista increíble.
—¿Qué vas a hacerme? —pregunté.
—No he decidido todavía. Tal vez este lugar tenga una mazmorra.
Silbé. —Atrevido.
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Pellizcó la parte de atrás de mi muslo y grité.
No podía ver mucho (que no fuera el glorioso trasero ya
mencionado), pero el sol debía haberse puesto completamente,
porque el cielo en la distancia era de un púrpura vívido.
Vislumbré otros
pocos turistas paseando por los jardines del castillo por el
rabillo de mi
ojo. Tomé una conjetura salvaje y dije—: Bájame, Jackson. La gente
está
comenzando a mirar.
—Déjalos —dijo—. Es una bonita vista.
Bueno, al menos estábamos en la misma página.
Le di un manotazo en su espalda y dije—: No eres más que un mal
perdedor.
—No, sólo soy un chico, probablemente no el primero, en caer en
uno de tus engaños.
Y ahora tenía cinco días y medio para conseguir que cayera en
otro.
Dije—: Seré buena. Lo prometo. A menos que quieras que sea
mala, por supuesto.
Se echó a reír, pero el sonido era tenso. Entonces, sin previo
aviso
me alzó de nuevo y me depositó en el piso. Le di una sonrisa socarrona
y
dijo—: Eres un problema.
—¿Yo? —Fingí inocencia.
Sacudió la cabeza. —Vamos, princesa. Veamos el castillo antes
de que decida tirarte en la fuente.
—¿Concurso de camisas mojadas? Sólo si saltas conmigo a la
fuente.
Había estado casi bromeando, pero él parecía tentado.
Típico.
Dijo—: Quizás tenga que buscarte un nuevo apodo. No creo que
seas lo suficientemente apropiada para ser una princesa.
—Tú sabes que las buenas siempre tienen un lado sucio. El mío
sólo pesa mucho más que el bueno.
Me miró y yo empezaba a pensar que no iba a necesitar esos
cinco días y medio para hacer que cayera.
—Vamos a explorar antes de que… —Se interrumpió y sacudió la
cabeza—. Sólo vámonos.
Resistí la tentación de hacer un baile de victoria por su
determinación desmoronándose, y me concentré en hacer turismo. El
castillo era precioso con gran arquitectura y aún más grandes
ruinas.
Vides y musgo crecían en los escalones y las paredes de piedra, y era
como un cuento de hadas.
122
Ahora se hallaba completamente a oscuras, pero el castillo
estaba hermosamente iluminado. Entre eso y la vista de la ciudad
abajo, había algo impresionante donde sea que mirara.
Pero mis ojos seguían volviendo a Hunt.
Llegamos demasiado tarde para ver el interior del castillo, que al
parecer tenía un barril gigante de vino que contenía más de
cincuenta
mil litros.
—Tal vez tengamos que volver para ver eso —bromeé.
—No hay tiempo. Tenemos un programa estricto.
Y sin embargo, ahora nos encontrábamos apoyados contra una
pared, observando silenciosamente la luz de la luna iluminar la
ciudad
debajo de nosotros.
—Así que, ¿no podemos tener mapas, pero tenemos un
programa?
—Sólo me diste una semana. Así que, sí, tenemos un programa.
—¿Y qué si decido quedarme más de una semana?
—Eso me gustaría.
No me miró cuando lo dijo, sino que se quedó concentrado en la
ciudad. Traté de leer su expresión basándome en su perfil, pero no
pude.
—¿Y no tienes ningún lugar en el que estar? ¿Nadie por el que
tengas que regresar a casa?
—Soy tuyo en el futuro previsible.
Como un amigo. Geniaaaal.
¿Debería estar leyendo algo en esto? ¿Tenía una novia en casa?
¿Es por eso que me rechazó? ¿Pero entonces, qué demonios hacía
aquí
en primer lugar?
No obtuve mis respuestas antes de que él comenzara a jalarme
por las escaleras. No corrimos esta vez. La vista era muy buena
como
para apurarse. El negro difuminando el purpura, que difuminaba un
pequeño pueblo que parecía sacado de otro siglo. A mitad de camino
mi estómago gruñó ruidosamente. Hunt sonrió y pasó un brazo por
encima de mi hombro, como si fuera lo más natural del mundo.
Dijo—:
Vamos a conseguirte algo de comida.
Esto era lo que hacían los amigos, aparentemente.
Su brazo se quedó en el mismo lugar cuando llegamos a la base
de la colina y nos adentramos en la ciudad. Conseguimos una pequeña
cafetería que estaba vacía excepto por nosotros y otra pareja. El
dueño
era también nuestro mesero, y hablaba un inglés entrecortado.
123
—Bienvenidos. —Hizo un gesto entre Hunt y yo—. Hermosa pareja.
Siéntense.
Nos puso en una pequeña mesa en el rincón rodeada de arte y
velas. Hunt dejó caer el brazo de mi hombro y jaló una silla para
mí.
Sonreí en agradecimiento. Su mano rozó mi cabello y mi hombro
cuando me rodeó para tomar su asiento. Me estremecí en respuesta.
Dijo—: ¿Tienes frío? —Negué con la cabeza.
En serio. Este tipo jodía con mi cabeza como con nada más.
—Así que, ¿qué hay en nuestro programa ahora, soldado?
—Más trenes.
¡Puaj!
Se rió de mi expresión y añadió—: Valdrá la pena cuando
lleguemos.
—¿A dónde?
—A Italia.
Resistí la urgencia de chillar. ITALIA. ¿Quién no sueña con ir a
Italia? Y hablemos de lo fácil que sería seducir a Hunt. Si no
podía
hacerlo en Italia, alguien debería llevarse mi vagina porque no la
merecía.
—Adivino por tu sonrisa que apruebas la siguiente etapa de
nuestro viaje.
—Así es.
—Bien, porque tenemos quince horas de viaje frente a nosotros.
Pestañeé. —¿Estás tratando de matarme?
—Claro que no, princesa. Podríamos volar si lo prefieres, pero
pensé que ya que tenemos un pase de tren, preferirías ir por tren.
Mi quejosa diatriba fue interrumpida por la llegada del dueño con
nuestros menús, que estaban en alemán.
Genial.
El dueño hizo un gesto entre Hunt y yo y dijo—: ¿Juntos? ¿Recién
casados?
Comencé a sacudir la cabeza y Hunt dijo—: Sí. Estamos en nuestra
luna de miel.
Alcé una ceja a Hunt y se encogió de hombros.
Mente. Jodida.
El dueño juntó las manos, sonriendo y asintiendo, y alzó una mano.
—Esperen.
Se escabulló y yo encaré a Jackson. —Así que… ¿esposo, eh?
124
—Tal vez nos den postre gratis.
Entrecerré los ojos. —¿Y hay algunas otras ventajas de ser tu
esposa falsa? —Porque yo podría estar totalmente a bordo de hacer
algunos deberes de esposa.
—¿Mi compañía no es suficiente? —preguntó. Me lanzó una
sonrisa encantadora que podría haber derribado a una fila de
chicas
como si fueran dominós.
—No voy a alimentar tu ego.
Alcé un menú y comencé a revisarlo por algo que pareciera
familiar. Pero había sido un largo día de viaje y de engaños, y
todas las
extrañas palabras y letras sólo se juntaban en la página.
—Hablando de alimentar —dijo Hunt—. Ordenar debería ser una
experiencia interesante.
—¿Qué? ¿Quieres decir que no hablas alemán, así como
tampoco hablas checo?
—Bueno, definitivamente no confío en tus traducciones. Eso es
seguro.
El dueño regresó con dos copas de vino tinto que puso en la mesa
entre nosotros.
—Para ustedes. Por el matrimonio.
Sonreí. Este matrimonio falso había tenido ventajas después de
todo.
—Danke9 —le dije al dueño.
Puso las manos sobre su corazón y asintió. Tomé un sorbo de mi
copa y sonreí en aprobación. Señaló mi menú y yo entré en pánico.
Señalé la primera cosa que vi.
Schawarzsauer, que sonaba sospechosamente parecido a
Schwarzenegger cuando lo dije, pero el dueño asintió igual.
—Sí. Sí. Tripa.
Luego se volvió a Hunt, que se veía tan perdido como yo. Él
señaló a algo y el dueño dijo—: Sí. Himmel und Erde. Si tú lo dices: “Cielo
y Tierra”.
Genial. Yo tenía al Terminator, y él conseguía el cielo y la
tierra.
El dueño tomó nuestros menús y se fue. Alcé la copa, oliendo la
oscura y frutal esencia.
—¿No lo vas a probar? —pregunté.
9 Graicas en alemán.
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Hunt miró la copa por un momento y luego sacudió la cabeza. —
No.
—¿Quieres una cerveza? Estamos en Alemania después de todo.
—Gracias, pero estoy bien.
—De acuerdo, escúpelo. Tú tienes unos veinticinco…
—Veintisiete.
Eso lo hacía cinco años mayor que yo.
—De acuerdo, así que tienes veintisiete, lo que es “buenas
noticias” lo suficientemente mayor para que puedas beber.
—He bebido bastante antes, Kelsey. No lo hago más.
—¿Mala experiencia?
—Mala vida.
Sus manos estaban rígidas y pasmadas mientras desdoblaba la
servilleta de tela.
—¿Qué pasó? —pregunté, y me arrepentí un par de segundos
después. Había sido encantador y divertido la mayor parte del día,
y
una nube oscura apareció sobre él. Tenía la misma tensión en sus
hombros como la primera vez que lo vi—. Eso fue estúpido. No
tienes
que decirme nada.
—No, está bien. Es lo que siempre pasa con el alcohol. Un poco se
convirtió en mucho, y mi vida se desarrolló alrededor de una
botella.
—Así que eres…
—Un alcohólico, sí. Estaba por lograr un año sobrio. O lo estuve
hasta la otra noche.
—¿Estabas? —pregunté. Sacudí mi cerebro para tratar de
recordar si le había visto beber algo. Tal vez se había salido del
vagón
antes de que lo conociera.
—Tomé una bebida ese día en las piscinas.
—¿Cuándo? —Busqué en mis recuerdos borrosos.
Se encogió de hombros. —No importa.
—¿Qué quieres decir con qué no importa?
—Que no importa. Ya pasó. Se acabó.
Un pensamiento se quedó grabado en mi mente como una
espina. Y tal vez fue parte de mi memoria o tal vez porque me
conocía
a mí misma, pero dije—: Fue mi culpa ¿no? Lo que sea que haya
pasado… rompiste tu sobriedad por mí.
Mi estómago se contrajo, y me sentí enferma. Tal vez llevaba a
todo el mundo a la bebida. No sólo a mi madre.
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—No, princesa. Fue mi decisión. No te culpes.
Sin embargo, no lo negó. No lo negó, y mi cabeza daba vueltas. Y
él continuó—: No es la primera vez que me descarrilo, y
probablemente
no será la última. —Sus ojos miraban al vino en la copa y luego
añadió—
: Pero ahora estoy bien.
Me aclaré la garganta y empujé mi silla hacia atrás.
—Ya vuelvo. Sólo iré al baño.
Traté de hacer una salida elegante, pero el dueño corrió hacia
nosotros tan pronto como me levanté. Me preguntó algo en alemán
pero no le entendí. Simplemente sonreí y dije—: ¿Baño? Um,
¿sanitario?
Asintiendo, señaló hacia un pasillo oscuro en la otra esquina del
restaurante. Agaché la cabeza y prácticamente corrí.
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