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Finding It - Cap. 13 y 14

13

Traducido por Juli
Corregido por Meliizza
—¿Esa es tu solución para perdernos?
Se encogió de hombros. —Si no estamos tratando de llegar a un
lugar determinado, nunca estaríamos perdidos de verdad. Sólo estamos
explorando.
—Pero tenemos que encontrar un lugar para quedarnos y poner
nuestras cosas y…
—Más tarde. Todavía es temprano, Kelsey. Tenemos todo el día.
Él podría ser paciente, pero yo no. Estaba a punto de exigir que
encontráramos un lugar para quedarnos, o tomáramos un taxi cuando
su mano tocó mi codo y se deslizó hasta la muñeca.
—Confía en mí —dijo.
Me estremecí.
Confiaba en él... lo cual tenía absolutamente cero sentido. Mi
recuerdo de esa noche era un agujero negro. Debía tener cuidado con
él. Desde luego no deberíamos estar a solas, no sin saber lo que pasó.
Pero con la mano envuelta alrededor de mi muñeca, podría haberme
llevado a cualquier lugar.
¿Y ahora se suponía que tenía que irme con él, sin plan, ni mapa y
sin tener idea de adonde nos dirigíamos? Era el argumento del
comienzo de una película de terror. Yo podría haber estado en Hostel,
la versión real.
Me obligué a decir—: Primero dime lo que pasó.
Su mano se deslizó por debajo de la muñeca, y cogió mis dedos
entre los suyos.
—No te haría daño, Kelsey. Y tampoco dejaría que nadie más lo
haga.
—Por lo tanto, alguien me drogó. Y luego, ¿qué?
—No lo sé con certeza. Sólo sé que estabas bien. Luchadora y lista
para quitarme la cabeza. Entonces nosotros…
—¿Nosotros qué?
95
Sus ojos se posaron en mis labios y negó con la cabeza.
—Hablábamos y fue como si estuvieras muy borracha de la nada.
Balbuceabas y arrastrabas las palabras, y no podías mantenerte de pie.
—¿Así que me llevaste a un hotel?
—No quise dejarte en un hostel, no cuando estarías inconsciente y
compartirías una habitación con una docena de personas. Te llevé a mi
habitación del hotel, y luego conseguí otra para mí.
—¿Eso es todo?
—Supongo que también podría hablarte de cuando me llamaste
un marica por no quitarte la ropa.
—¿Hice QUÉ?
Se rió y se inclinó, recogiendo mi mochila. Tiró el bolso sobre su
hombro con el suyo. Luego me tomó de la mano, y empezó a llevarme
por la calle.
Podría haberme mantenido en el lugar y negarme a ir. O tal vez
no podía. No en lo que a él se refería.
—ESPERA. No puedes decir algo así y no explicarlo.
Sonrió. —Sí se puede cuando es un soborno. Te lo diré más tarde.
Después de que te haya mostrado mi tipo de aventura.
Mi mente se dirigía directamente a algún pensamiento sucio
cada vez que mencionaba una aventura. Era inevitable con un tipo
que lucía como él.
Dio una vuelta al azar, y me arrastró.
Dije—: Para que conste, creo que esta cosa de no-mapa es una
idea terrible.
—Apuntado.
—Las cosas pueden ir muy mal.
—O muy bien.
Arrastré los pies un poco mientras caminábamos, pero me sentía
más intrigada de lo que aparentaba. Mientras llevara mi mochila y
nuestros dedos entrelazados, me parecía bien a donde sea que
fuéramos.
Caminamos unas cuadras antes de pasar por una parada de
metro. Me miró por encima del hombro, y luego me empujó hacia las
escaleras.
—Oh, ¿así que ahora no tenemos que caminar para tener una
aventura? —Me lanzó una mirada y dije—: Está bien. Lo
entiendo. Confío en ti.
96
Bajamos las escaleras, y me esperaba algo oscuro y húmedo, con
ese encantador olor de descomposición mezclado con orina que
parecía frecuentar la mayoría de las estaciones de metro.
Sorprendentemente, la estación se hallaba brillante, limpia y moderna.
Hunt me llevó a un gran mapa de las paradas de metro. Dejó caer las
dos maletas en el suelo, se puso delante de mí y me dijo—: Cierra los
ojos.
Traté de no mirar escéptica.
Una de las cosas que había aprendido en la vida fue que la frase
“Cierra los ojos”, generalmente era seguida, por algo muy bueno (es
decir, besar) o muy malo (es decir, asesinatos, bromas, o que colocaran
algo grosero en tu mano).
Esperaba que esto encajara más en el lado de los besos. Sus
manos apretaron mis hombros como estímulo y dejé que mis párpados
se cayeran. La anticipación cubrió mi piel, un rocío fino que me hizo
temblar. Una mano dejó mi hombro, y lo sentí caminar hasta situarse
detrás de mí. Su aliento tocó mi cuello y el calor derritió el hielo. Tuve
que concentrarme para no recostarme contra él.
—No abras los ojos —habló en mi oído.
No conseguí darle sentido a las palabras, así que asentí y su mejilla
rozó la mía.
—¿Lista?
Esa fue la única advertencia que tuve antes de que se apoderara
de mis hombros y me empezara a dar vueltas.
—¿Estás bromeando?
—¡Mantén los ojos cerrados!
Me hizo girar tres veces y luego inmovilizó mi cuerpo con sus
manos.
—Señala —dijo.
—¿Dónde?
—En cualquier lugar. —Extendí la mano y me dijo—: Abre los ojos.
Se colocó junto a mí y puso el dedo en la parada de metro más
cercana a donde había señalado. Malostranská. —Ahí es donde vamos
—dijo.
—¿En serio?
Cogió las maletas y dijo—: Sí.
—¿Y si es un barrio horrible? Podría ser peligroso.
—Te dije que nunca dejaría que te suceda nada malo.
—Algunas cosas en el mundo están fuera de tu control.
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Sus hombros se tensaron y su mirada se oscureció. —Ya lo sé.
Créeme... lo sé.
Una expresión atormentada se apoderó de su rostro, lleno de
fantasmas y sombras. Era el tipo de mirada que me dijo de él más que
cualquier palabra que jamás podría decirme. Hablaba en serio cuando
dijo que me protegería. Se veía escrito tan claramente en su rostro
cuando una tragedia sacudió sus recuerdos a causa de mis palabras.
No podía mirar ese rostro y no confiar en él.
Entrelacé mis dedos con los suyos y le dije—: Estoy dentro.
Cuando sonrió, fue casi como si esos fantasmas nunca hubiesen
estado allí.
Compramos nuestros pases de metro, y juntos averiguamos qué
tren teníamos que tomar. La plataforma del metro parecía algo sacado
de una novela de ciencia ficción. Todo lo que había visto de Praga
antes de esto, lucía como si hubiera dado un paso hacia el pasado,
pero esto era todo lo contrario. Las paredes y los techos estaban
compuestos de oro, plata y azulejos verdes con cientos de pequeñas
cúpulas que formaban un tubo largo. Una línea brillante y delgada
corría a lo largo del techo curvo, dejando todo el túnel en un misterioso
resplandor.
El tren se hallaba tranquilo, mientras aceleraba dentro de la
estación, pero mi pelo voló debido al viento que provocó. El vagón en
el que entramos ya se encontraba bastante lleno, y los nuevos pasajeros
se movían en frente y detrás de nosotros. Yo todavía buscaba un lugar
para sentarme o estar de pie o al menos sostenerme, cuando el tren
comenzó a moverse. Me tambaleé hacia un lado, luego sentí a Hunt
agarrarme del brazo y atraerme hacia él.
—Sostente, princesa.
Me aferré a su cintura y utilicé su cuerpo para no perder el
equilibrio.
Me habló al oído—: Me refería a la barra de arriba, pero esto
también funciona.
Le dije—: No creo que pueda llegar allí.
En realidad, ni siquiera quería intentarlo. Me gustaba más
aferrarme a él.
El tren se llenó tanto que en un momento dado, me tocaban un
mínimo de tres personas. En el lado opuesto de Hunt, un tipo alto en sus
veinticinco años con el pelo largo hasta los hombros me sonreía cada
vez que lo rozaba. El tren redujo la velocidad, cuando entró a la
siguiente estación y la mano de Hunt agarró mi cadera para
mantenerme firme. Se quedó allí, incluso una vez que comenzó a
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moverse, posesivo y fuerte. Podía sentir el calor de su mano a través de
mis vaqueros como una marca.
Tan pronto como un asiento cerca de nosotros se desocupó, me
empujó hacia él. Me dejé caer en el banco. Hice un gesto para que me
entregara mi mochila, pero negó con la cabeza.
—Estoy bien.
Se puso de pie delante de mí, entre el chico de pelo largo y yo,
bloqueándome como un guardaespaldas. Estaría enfadada si no fuera
tan caliente. Levantó las manos por encima de su cabeza para
aferrarse a la barra y reveló la misma sección de piel en la cintura que
me había estado volviendo loca durante la mayor parte de las últimas
doce horas.
Mi boca se secó.
¿Sería raro si extendía la mano y tocaba el músculo tonificado de
allí? ¿Con mi cara?
Si él no estuviera mirando fijamente al chico de pelo largo,
pensaría que hacía esto a propósito.
Nos detuvimos en la estación que yo elegí y Hunt recogió de
nuevo mi mano mientras el tren desaceleraba hasta detenerse. Lo seguí
fuera de la estación y hasta la calle, e incluso una vez que estuvimos
lejos de la multitud de personas moviéndose, su mano quedó apretada
alrededor de la mía.
Lo que pasó entre nosotros la otra noche... lo había cambiado.
Ahora me tocaba de nuevo, pero de una manera diferente a la que
podía recordar que me tocó la otra noche. Ahora me tocaba como si
me conociera, no como alguna extraña en un bar. Me miraba cuando
creía que no me daba cuenta. Y no hacía preguntas, al menos ninguna
que fuera entrometida.
Algo en mi estómago comenzó a ceder y podía sentirlo
alejándose.
—La otra noche no ocurrió ninguna otra locura, ¿verdad?
—¿Quieres decir, además de tu comentario de marica?
Eso sonó exactamente como algo que yo diría.
—Sí, además de eso.
—Es posible que hayas declarado tu amor por mí una o dos
veces. Te ofreciste a tener mis hijos.
Puse los ojos. —En serio.
—¿Crees que una declaración de amor no es en serio?
—No creo que una declaración de amor haya sucedido.
—¿Estás recordando más?
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—No, pero me conozco. Puede ser que me ponga sentimental
cuando estoy borracha, pero no de esa forma.
Asintió y no bromeó más, así que supuse que había dado en el
clavo. No sabía mis secretos. Sólo había coqueteado con él. Al parecer
mucho. Es por eso que actuaba de manera diferente. Y podía lidiar
con eso.
Le dio un tirón a mi mano y juntos salimos de una escalera hacia
nuestro destino espontáneo. El barrio era tranquilo y pintoresco, con
calles sinuosas y estrechas y empedradas. Esas calles se hallaban
esparcidas de árboles bajo un cielo azul.
—Tienes razón —dijo Hunt—. Este barrio es muy peligroso.
Francamente aterrador. Te entendería si quieres volver.
Le lancé un manotazo, pero esquivo mi golpe, riendo.
—Vamos, princesa. Vamos a ver en qué tipo de problemas te
puedes meter.
Quería meterme en todos los problemas con él. De todos los tipos
y varias veces preferentemente.
Paseamos un rato, volviendo cuando algo parecía interesante,
tomando nuestro tiempo, admirando el paisaje.
(Conté completamente a Hunt como parte del paisaje).
—Entonces, ¿a dónde vamos ahora? —preguntó.
—Um, ¿derecho, supongo?
—Quiero decir después de Praga. ¿A dónde es el próximo viaje?
Suspiré y me limpié una gota de sudor en la frente. —A ninguna
parte.
—¿Te vas a quedar aquí?
—No. Me voy a casa. Creo.
Aparté mi pelo del hombro, tratando de mantenerlo fuera de mi
cuello caliente.
—¿Crees? ¿Estás nostálgica?
Si casa fuera mi pasado, claro. Pero por el contrario, de ninguna
manera lo era.
—Es complicado —le dije—. Ya no sé qué es hogar.
—Creo que un hogar es donde quiera que seas más feliz.
Quería la comodidad y la alegría de mis amigos de la universidad.
A los dieciocho años, ellos habían sido mi primera experiencia real de
una familia y ahora esa misma se rompió en pedazos minúsculos y
dispersos por todo los Estados Unidos. No era justo que sólo pudiera
100
tenerlos durante cuatro años antes de que regresaran a sus familias
reales o empiecen una nueva con novios británicos estúpidos.
—¿Qué pasa si tu casa es un lugar al que nunca puedes volver?
Nos dimos la vuelta del camino que habíamos estado siguiendo
hacia uno que conducía a un parque. La larga fila de árboles y campos
amplios de verde me relajaron.
Dijo—: Entonces encuentra un nuevo hogar, uno que te haga feliz.
No es una cosa de una vez en la vida, Kelsey. La gente encuentra su
hogar en nuevos lugares, nuevos sueños, nuevas personas todo el
tiempo. Un hogar debe sentirse cómodo, como la gravedad.
No confiaba en la gravedad. Parecía que siempre me llevaba en
la dirección equivocada.
—No es así de simple —le dije, y luego me alejé y caminé un poco
más rápido, esperando que aceptara eso como una indirecta para
cambiar de tema.
—Por supuesto que no es simple. Las mejores cosas por lo general
no lo son. —Me alcanzó y dijo—: ¿Por qué irás a casa si no es adonde
quieres estar?
—Porque no sé qué más hacer.
Se apoderó de mi codo y me hizo detenerme. —Podrías seguir
viajando.
—Ya lo he hecho. No está funcionando.
—¿Por qué no está funcionando?
No iba a decirle que no funcionaba porque seguía deprimida.
Este hombre me había visto más vulnerable en un par de días de lo que
nadie me había visto en años.
—Sólo quiero decir... No estoy teniendo tanta diversión como
pensé.
—Tal vez lo has estado haciendo mal.
—¿Qué se supone que significa eso?
Soltó mi codo para frotar la mano por la mandíbula. Cuando
habló, lo hizo lentamente, como si estuviera escogiendo sus palabras
con cuidado.
—Dijiste que querías una aventura. ¿Qué es lo más aventurero que
has hecho?
Había hecho muchas cosas aventureras. Viví completamente en
el momento, tal y como lo había planeado.
Pero cuando pensé, tratando de elegir un momento para
demostrarlo, cada día era más o menos igual al siguiente. Quiero decir,
me encontraba con gente diferente, y había ido a lugares diferentes,
101
pero el resultado final siempre fue el mismo. Terminábamos en un bar o
un club. Bebiendo, bailando y teniendo sexo.
Abrí la boca, pero no pude decir nada de esas cosas en voz alta.
Continuó—: Dime esto. Ignorando el hecho de que estás en un
lugar diferente con gente diferente, ¿has hecho algo radicalmente
diferente de lo que puedes hacer en casa?
Tragué saliva. Y tuve que apartar mi orgullo para admitir—: En
realidad no. No, a menos que cuentes hoy.
Sonrió.
—La mejor parte de la vida son las cosas que no podemos
planear. Y es mucho más difícil encontrar la felicidad si la buscas en un
solo lugar. A veces, tienes que tirar el mapa. Admitir que no sabes a
dónde vas y dejar de presionarte para averiguarlo. Además... un mapa
es una vida que alguien más ya ha vivido. Es más divertido hacer la tuya
propia.
Sabía que, lógicamente, tenía razón. Mientras siga tratando de
forzarme a ser feliz, nunca lo sería.
—No pienses demasiado —dijo—. Sólo elige algo que quieras
hacer. Lo primero que te venga a la cabeza, y hazlo.
Quería besarlo.
No había absolutamente nada que quería más.
Mis ojos encontraron sus labios, y si alguna vez la gravedad me
hubiera estado llevando hacia una dirección, era esa. Me levanté de
puntillas, equilibrando una mano en su hombro. Antes de que pudiera
acercarme, se aclaró la garganta y dio un paso atrás.
Al parecer, podía hacer cualquier cosa excepto eso.
102
14
Traducido por Gaz W. Finley
Corregido por Itxi
Maldita sea. ¿Por qué me seguía haciendo esto? Era la segunda
vez que me rechazaba. Tal vez más, teniendo en cuenta que no podía
recordar la mitad del tiempo que habíamos pasado juntos.
Podía pasar tiempo a su lado sin lanzarme a él. Podía hacer eso.
Aunque no fuera lo que en verdad quería.
Suspiré y miré hacia otro lado. Tal vez me encontraba a unos
noventa metros de un parque infantil. Me preguntó qué quería. Y aparte
de besarlo, eso era lo que quería.
Quería volver a los columpios y toboganes, a la simplicidad. Volver
a cuando una mariposa podía animarme y una serie de charcos podían
hacer mi día. Volver a una época en que la felicidad no era algo que
tenía que buscar... simplemente lo era.
Por lo tanto, fui hacia el patio, mirando a los columpios y al
balancín. Estaban esas criaturas extrañas de cerámica que eran algo así
como un cruce entre los dinosaurios y Gumby. Hice una línea recta
hacia el tiovivo. Me tendí sobre la superficie plana y esperé a que
llegara Hunt. Dejó caer las dos maletas a unos metros y dijo—: ¿Esto es lo
que quieres hacer?
Me encogí de hombros. Era la opción número dos, pero
funcionaría.
—Bien, entonces, espera.
Agarré la barra de metal más cerca de mí, y me puse a girar. Él
tiró con más fuerza, y me hizo girar más rápido. Era estúpido e infantil,
pero definitivamente no requería pensar.
—Más rápido —le grité.
Hunt dio un gran impulso más, y luego se subió al tiovivo conmigo.
Se movía tan rápido que casi se cayó y tuvo que agarrarse. Era tan
extraño verlo —masculino y reservado— luchando por mantenerse en
un tiovivo. Me eché a reír. Una vez que se las arregló para permanecer
acostado sobre su espalda, también se echó a reír. Me acosté a su
lado, luchando por respirar a través de la histeria. Pero cada vez que
me lo imaginaba como un niño grande en un columpio, volvía a reír.
103
Esto es algo curioso cuando te gradúas en la universidad. Oyes
tanto acerca de ser un adulto que comienzas a sentir que tienes que
convertirte en una persona diferente durante la noche, que crecer
significa no ser tú. Y te concentras tanto en estar a la altura del término
“adulto” que se te olvida que crecer pasa por vivir, no por la pura fuerza
de voluntad.
Levantando la mirada a las ramas de los árboles que giraban y
giraban por encima, acompañados por una gama de rosa y púrpura
del cielo de la mañana, me sentía más joven, o tal vez sólo de mi edad.
Nos tumbamos uno al lado del otro riendo por nada y sólo respirando
todo hasta que el tiovivo se detuvo.
Su brazo se presionó de nuevo con el mío, y cuando me puse de
costado, pude sentir en mi interior que sabía cómo era besar a este
hombre. Que lo había besado antes. No podía recordarlo. En imágenes
no. Pero podía sentirlo. Mi cuerpo recordaba.
Tal vez el giro del tiovivo me despejó demasiado la cabeza,
porque le dije directamente—: Me besaste.
—¿Qué?
—La otra noche. Me besaste, ¿no es así?
Se sentó, apoyando los codos en las rodillas. Se agarró la nuca
con una mano y dijo—: Fue antes de que me diera cuenta de que te
habían drogado. Después de eso yo no... no lo haría.
Lo sabía.
Cogió una de las barras y se deslizó fuera del tiovivo. Sin mirarme a
los ojos, miró alrededor de la zona de juegos y dijo—: ¿Qué sigue?
Le dejé cambiar de tema, a pesar de que quería presionarlo. En
su lugar, dejé que me empujara en los columpios, cada toque en mi
espalda se sentía como un pulso de electricidad.
Jugamos en el balancín, una representación física de nuestro
tiempo juntos, si alguna vez hubo uno. Le di mi cámara a Hunt y me
sacó fotos, sentada encima de uno de los enormes dinosaurios de
cerámica. Con cuidado, me aferré a la cabeza del dinosaurio y me
levanté en su espalda.
Por primera vez, me asomé y vi la vista desde el lado de Hunt, y
casi me caí del dinosaurio Gumby.
Era una vista panorámica de Praga, y era increíble. La ciudad era
un mar de tejados anaranjados rodeados por un río serpenteante y las
agujas de la catedral. Puentes se extendían a través del río, hermosos y
fuertes. Aquí arriba, en una colina al azar en un patio desierto, teníamos
nuestra propia vista privada de la ciudad. Era hermoso. Y tuve la
sensación de que nunca lo habríamos encontrado si hubiéramos mirado
104
en guías o buscado en Internet. No teníamos que compartir esto con
otros turistas. Nos pertenecía.
Me deslicé fuera de mi dinosaurio y me acerqué. Una barandilla
se alineaba en la orilla de la calzada. Las plantas con pequeñas flores
amarillas brotaban por todas partes y otras flores blancas como copos
de nieve salpicaban el camino.
Me quedé mirando, hipnotizada.
—Creo que lo encontraste —dijo Hunt.
Me giré, sonriendo y me apoyé en la barandilla. Sus pasos
dudaron e hizo una pausa por unos momentos. Sus ojos miraron de mí
hacia el paisaje en mi espalda, y luego volvieron a mí. Su mandíbula se
aflojó y parpadeó un par de veces. Mi sonrisa se ensanchó.
—¿Qué encontré?
Tardó unos segundos en contestar, pero cuando lo hizo, un
escalofrío corrió por mi espina dorsal.
—Un pedacito de hogar.
Era cierto. Me sentía más ligera. No era la alegría sin esfuerzo de la
universidad, pero sin duda era lo más parecido que he sentido en
mucho tiempo. Sólo había una cosa que no podía dejar de lado.
—¿Por qué no me besas? Ya lo hiciste. ¿Por qué ahora no?
—La otra noche no pensaba.
—¿Y lo estás haciendo ahora?
Asintió.
—Y, ¿qué estás pensando?
—Que quiero conservarte.
—¿Conservarme?
—Seguir mirándote, quiero decir. Me gustas. Creo que podríamos
divertirnos juntos. Tener aventuras juntos.
—Un beso suena como una gran aventura.
—Creo que es más inteligente si nos quedamos como amigos.
—Me prometiste llenar los espacios en blanco de esa noche. Este
es un espacio en blanco.
—Kelsey…
—No es para tanto. Es sólo un beso.
Me dio una mirada oscura que me dificultaba respirar. Mis
pulmones parecían desinflarse, envolviéndose alrededor de mi corazón.
Era algo muy bueno que hubiera una barandilla detrás de mí, o podría
haberme caído.
105
Caminó hacia adelante y agarró el frío metal de la barra detrás
de mí.
—Un trato, entonces. —Echó la cabeza hacia abajo con una
sonrisa—. Dame una semana. Viaja conmigo por una semana. Si no
puedo encontrar la aventura que buscas, entonces vamos a ir por
caminos separados.
Creí que la gravedad me atraía hacia Hunt, pero era más que
eso. Él era la gravedad. En ese momento, era el tira y afloja que
mantenía junto mi universo.
—¿Una semana para un beso? Eso es un precio muy alto.
—Ese es el trato.
Se encontraba tan cerca, mi piel se sentía como si estuviera
zumbando. Podía oír el latido de mi corazón en mis oídos como el
aleteo de las alas, acelerando, tratando desesperadamente de
mantenerse a flote.
—Está bien. Estoy dentro.
Su sonrisa era más que brillante. Era deslumbrante. Y por la forma
en que el calor se propagó por mi piel, habría creído que había dos
soles en cielo.
Sin ni siquiera un beso, se volvió y se alejó. Cogió las maletas de
donde las dejó caer y me miró.
—Dije que sí —exclamé, preguntándome si de alguna manera me
entendió mal.
—Voy a darte un beso, princesa. Pero ahora no, no cuando me lo
digas. No cuando es sólo algo que deseas tachar en una lista. Te besaré
cuando cuente.
Hunt echó un vistazo al nombre del albergue, “Casa de locos”, y
levantó una ceja. Parecía no estar convencido, pero cuando entramos
y vi la cita de Jack Kerouac a través de la pared, sabía que era
perfecto.
Leí en voz alta—: La única gente que me interesa son los locos, la
gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con
ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla
de lugares comunes, sino que arde, arde como fabulosos cohetes
amarillos explotando igual que arañas entre las estrellas.
Podría haberme atrapado un poco en mi actuación. Era actriz
después de todo. Pero a veces otra persona pone las palabras tan bien
que sientes como que las sacaron de su corazón.
Los ojos de Hunt se quedaron fijos en mí y se acercó, pero no me
tocó. Su mano se cernía como si yo fuera un artefacto, una obra de arte
106
que se ve comprometida por el roce de su piel. Sin dejar de mirarme,
dejó caer la mano y dijo—: Dos camas, por favor.
Nos instalamos en una habitación mixta con otras seis camas, e
intenté no pensar en el hecho de que su cama se encontraba justo al
lado de la mía. Si los dos extendiéramos el brazo en medio de la noche,
nuestros dedos se tocarían. Cerramos con llave nuestras cosas, a pesar
de que todos los demás del albergue ya se habían ido y dijo—: ¿Y ahora
qué?
Podría haber pedido encontrar a Jenny. Pero viendo que
estábamos solos, vi una oportunidad mejor. Me moví para sentarme a su
lado en su litera, tan cerca que mi rodilla tocó la suya cuando me volví
para mirarle.
—Esa es tu decisión —le dije—. Me tienes por una semana. —Me
recliné hacia atrás y vi sus ojos bajar por mi cuerpo—. Por lo tanto,
Jackson, ¿qué vas a hacer conmigo?
Puso los dedos en su barbilla y su mirada me invadió.
—Tengo un par de ideas.
—¿Sí?
—Sí.
Se inclinó sobre mí y mis codos temblaron. Por mi columna
vertebral, se extendió una sensación de hormigueo. Me recordó a
cuando se agita una lata de refresco. Sabes lo que va a suceder tan
pronto como se abra. Puedes de alguna manera sentir toda la energía
acumulada en el interior, pero la idea de abrir es demasiado tentadora.
—Tengo una muy buena idea, también —dije.
Él tarareó y su barbilla apenas rozó mi clavícula. Mi cabeza cayó
hacia atrás y su aliento vagó libre a través de la piel de mi cuello. Sus
labios rozaron mi punto de pulso en un casi beso y todos mis músculos se
apretaron. Su boca se movió por encima de mi oreja y mis brazos
temblaban tanto que esperaba que fallaran en cualquier momento.
Volvió a tararear y pude sentir la vibración contra mi piel, aunque
no nos estuviéramos tocando.
Su boca rozó mi oreja en un segundo casi beso, y dijo—: Todavía
no, cariño.
Mis brazos cedieron y me dejé caer de nuevo en su cama con un
gemido.
Su sonrisa era enloquecedora y traviesa.
Agarró el marco de la cama levantándose de la litera, y me dejó
acostada sola en su cama.
Parecía una tomadura de pelo.
107

—¿Cómo te sientes acerca de las alturas?

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