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Traducido por Val_17
Corregido por Alexa Colton
Incluso la estación de tren en Budapest era hermosa. Todo era
arcos y ventanas de vidrio. El resplandeciente cielo nocturno era
visible
a través de las ventanas que se extendían por el techo arqueado.
La
estación estaba iluminada por una baja luz amarilla, y el templado
aire
nocturno se arrastró a través de los arcos abiertos sobre las vías
del tren.
Llegué unos cuarenta y cinco minutos antes, pero no vi a Jenny,
John o
Tau en ningún lugar.
El tren del que Jenny me habló, había viajado toda la noche y
llegó a Praga justo después del amanecer. Seguí adelante y compré
un
boleto para una litera en un compartimento al azar, sólo en caso
de
que no los encontrara antes de que partiera el tren. Probablemente
había muy pocas posibilidades de que hubiera sido capaz de
conseguir
el mismo compartimento de tren que ellos.
Me senté en un pintoresco banco de madera. Todavía no podía
encontrar mi celular, y trabajaba en la teoría de que lo había
perdido
en algún momento durante la noche del olvido. Incapaz de escuchar
música, era sólo yo y la tranquila estación, impregnada por el
zumbido
de las vías mientras un tren se acercaba.
Ese murmullo se convirtió en un rugido, y el viento azotó el pelo
en
mi cara. Y por un segundo... por un pequeño segundo, me sentí bien.
Las preocupaciones me abandonaron y me di cuenta de dónde estaba
y lo que hacía. Me encontraba en una hermosa ciudad europea,
donde la mayoría de las personas no hablan inglés. La estación de
tren
era tan grande, que era fácil imaginar cuán maravillosa había sido
cuando fue construida por primera vez. Había un mundo amplio y
bullicioso ahí fuera, y yo era parte de eso.
Claro, no tenía ni una jodida idea de lo que hacía con mi vida o
dónde encajaba en éste mundo, pero era una parte de él. Dejé
huellas
en todo el mundo, y aunque no eran visibles y no importaban
necesariamente, yo lo sabía. Y eso era suficiente por ahora. Tenía
que
ser suficiente.
El tren se detuvo, el viento se calmó y con eso, el destello de algo
más.
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El momento fue fugaz, pero me demostró algo importante. Había
esperanza en éste mundo loco, si pudiera mantenerla protegida de
la
oscuridad.
Mi tren llegó unos pocos minutos antes de la hora programada.
Recogí mi mochila, y eché un último vistazo a la plataforma en
busca
de Jenny y los chicos.
No los veía, pero tal vez sería capaz de encontrarlos una vez que
llegáramos a la estación de Praga.
Salté la plataforma y subí a las escaleras que conducían al tren.
Un empleado me ayudó a dirigirme hacia mi compartimento. Deslicé
la
puerta y empujé la descomunal mochila por la estrecha abertura. El
compartimiento tenía seis literas que se desplegaban en la pared
al
estilo litera-cama. Había tres en cada lado, cada una con una
almohada y una manta. Comprobé mi boleto para encontrar que
estaba en una de las literas del medio. No esperaba escalar a ese
espacio. Sólo había unos sesenta centímetros entre la parte
superior de
la litera y la parte inferior de la de arriba. El espacio para
sentarse era
insuficiente a menos que quisiera romper mi cabeza contra la
litera por
encima de mí.
Ahora que sabía mi ubicación, salí de mi compartimento,
siguiendo el flujo de personas en busca de sus propios lugares.
Miré más
allá de puertas abiertas, buscando un rostro conocido. Caminé casi
todo el largo del tren antes de que un anuncio llegara por los
altavoces.
Comenzó en húngaro, pero no necesité esperar la traducción para
saber lo que significaba. Nos íbamos. Y todavía no había visto a
Jenny ni
a los chicos en ningún lugar.
Iba a darme la vuelta y regresar a mi compartimiento cuando
escuché un alboroto. El tren empezó a moverse, pero el encargado
se
seguía en la puerta, gritando algo en húngaro.
Mientras miraba, una mano agarró la barra junto a las escaleras y
un cuerpo se impulsó dentro del tren. La persona le tendió un
boleto al
conductor, y después de que hablaran por unos segundos, salió a la
luz.
Una pequeña parte de mí pensó que tal vez era Tau o John, y que
los otros subirían al tren moviéndose lentamente de un momento a
otro.
No fue así.
Pero la cara era conocida después de todo.
El tren aceleró y tuve que apoyarme en la pared para evitar
caerme. Él terminó de meter el billete en el bolsillo de sus
pantalones
oscuros, colgando bajos en sus caderas y luego sus ojos se
encontraron
con los míos.
Hunt.
Tuve un fuerte impulso de correr. O de lanzarme a sus brazos.
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Se movió hacia delante, estirando un largo brazo hasta el techo
para ayudarse a mantener el equilibrio.
—Te fuiste —dijo, su expresión preocupada.
—Yo… ¿qué?
—Y dejaste esto.
Metió la mano en su bolsillo de nuevo, y sacó mi celular.
Me estiré por ello. —¿Dónde lo conseguiste?
—Lo dejaste en tu habitación.
—¿Qué?
¿Mi habitación? ¿La habitación del hotel?
Me dio el celular y dijo—: Pasé esta tarde para ver cómo te
encontrabas, pero ya te habías ido. Fui a tu hostal, pero ya te
habías ido
de allí, también. Tuve suerte y me encontré a Jenny y Tau en un
bar
cerca del hostal. Dijeron que te ibas a Praga esta noche.
Seguía atrapada en esa primera frase. —Fuiste...
Él había estado allí anoche. Podía decirme lo qué pasó.
Obviamente él estaba involucrado en el hecho de que haya terminado
en esa habitación de hotel. ¿Pagó una habitación para mí? ¿Cómo
pasamos de discutir a que me cuide? El espacio vacío en mi cabeza
era exasperante.
Ladeó las cejas y su piel bronceada se arrugó en la frente. —No
leíste mi nota, ¿verdad? —Ni siquiera logré contestar antes de que
él
respondiera—: ¡Maldición! Lo siento, Kelsey. Pensé que verías el
lado de
tu cama. —Se acercó más, hasta que yo podría haber alcanzado y
trazado con el dedo la franja desnuda de piel que mostraba cada
vez
que controlaba el equilibrio contra la pared o el techo—. Debería
haberme quedado. Nunca tuve la intención de que despertaras de esa
manera, confundida y asustada.
—No me asusté.
Mis ojos se mantuvieron constantes y mis labios no temblaron. Mi
voz era tranquila y regular.
Hizo una pausa, con la boca abierta como si estuviera planeando
que decir a continuación. —Kelsey... no tienes que hacer eso.
—¿Hacer qué? —Aparté la mirada, nerviosa por la forma en que
parecía ver más allá de mí.
—Te prometí que me quedaría, así no despertarías sin saber lo que
había pasado. Y me iba a quedar, sólo... lo siento.
Si él hubiera estado allí, no me habría asustado. No habría tenido
que pensar en el pasado en absoluto.
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—¿Por qué no lo hiciste?
Se aclaró la garganta y se rascó el cuello. —Yo… uh. Necesitaba
un poco de distancia. Reservé la habitación al otro lado del
pasillo.
Quería saber la razón, presionarlo por más explicación, pero no
quería que supiera que me importaba y que estuve más que asustada.
Había estado aterrorizada, desgarrada, e incluso ahora estaba a
duras
penas cosida y junta de nuevo.
El tren ahora iba a toda velocidad, y el conductor se deslizaba en
los compartimientos abiertos sólo unos pocos metros más allá para
ver
los boletos de las personas. Necesitaba volver a mi asiento. Yo era la
que necesitaba distancia ahora. Pero tenía que preguntar—: ¿Acabas
de subirte a un tren a Praga únicamente para traerme mi celular?
Se pasó una mano por la barba en su mandíbula y se encogió de
hombros.
—¿Estás loco? Es sólo un teléfono.
—Y es sólo un tren. Si no estuviera en éste, estaría en otro.
Praga es
un lugar tan bueno como cualquier otro.
Empujé mi celular en un bolsillo de la mochila y lo examiné. Era
un
soldado... o lo había sido. Su cabello seguía corto, así que o él
prefiere
ese estilo o había estado en servicio recientemente. Pero parecía
como
si estuviera vagando sin rumbo igual que yo, y me pregunté por un
momento lo que él esperaba encontrar aquí. Y si tenía más suerte
que
yo.
El conductor se movió al siguiente compartimiento. Apunté detrás
de mí y dije—: Mejor vuelvo a mi compartimiento. ¿Dijiste que
viste a
Jenny?
—Esta tarde, sí. Pero no desde que llegué a la estación.
—Oh. Está bien. Gracias.
Me giré, ajustándome la mochila sobre los hombros y
dirigiéndome por donde llegué. Él me siguió, probablemente yendo a
su
propio compartimento, y yo no estaba segura de si debía continuar
la
conversación o simplemente mantener la ilusión de que nos
separamos.
¿Exactamente que se le decía a un chico increíblemente caliente
que te rechazó, sedujo, se metió en tu vida personal y luego
posiblemente te cuidó durante una noche inducida por medicamentos
que ya no recuerdas?
Mi decisión de no decirle a nadie lo de anoche para evitar la
lástima y las preguntas y las consecuencias no funcionaba tan bien
cuando había alguien más aquí que lo había experimentado. Si
hablamos de eso, no habría que fingir que no sucedió eso. Y por
mucho
que me moría por saber, también sabía que hay una bendición en el
olvido.
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Me moví en silencio a través de uno, dos, tres vagones del tren. Y
cuando me hallaba a pocos metros de la puerta de mi compartimento,
me detuve y lo enfrenté.
—¿Qué decía la nota?
Se detuvo en seco. Su boca se abrió y cerró. Se abrió de nuevo y
dijo—: Que todo andaba bien. Que nada malo te había pasado. Que
estabas a salvo.
—¿Eso es todo?
Equilibró una mano en la pared junto a mí.
—Esas fueron las cosas importantes.
—¿Y las cosas sin importancia?
—Dije que podías llamarme por mi primer nombre. Puedes
llamarme Jackson.
—¿Eso quiere decir que ya no soy la mayoría de la gente?
Asintió.
—¿Entonces, qué soy?
—Sigo pensando en eso.
Me aclaré la garganta, sintiendo como si al alejarme de él, el
gancho que hundió bajo mi piel se desgarraría. Así que no me giré.
Sin
mirar, hice un gesto detrás de mí y dije—: Esta es la mía.
Dio un paso a un lado y abrió la puerta para mí. Entré, esperando
el jalón, para darme la vuelta y decir algo más o verlo una vez
más. Y no
fue tanto una fuerza, sino un cosquilleo que se propagaba por mi
espalda. Cuando me giré, preocupada por haber esperado demasiado
tiempo, la puerta se cerró, y él se encontraba en éste lado de
ella.
El hormigueo se extendió a las puntas de mis dedos, y él tiró su
mochila en el portaequipajes que colgaba del techo.
Tranquilamente, para no molestar a nadie en el compartimento
con nosotros, le dije—: ¿Me estás siguiendo?
Él sonrió descaradamente y dijo—: Absolutamente.
¿Qué le dices a algo como eso? Me quedé sorprendida, abriendo
y cerrando la boca como un pez, y él sonrió. A pesar de que no
podía
poner imágenes o recuerdos a lo que sucedió anoche, mi cuerpo
parecía recordar. Me sentí relajada y entusiasmada por su
presencia.
Me tocó el hombro en un gesto que no parecía muy íntimo, pero
sí familiar. Se inclinó más cerca para susurrarme—: Buenas noches,
Kelsey.
Luché por tragar y dije—: Buenas noches.
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Lo vi doblar su muy largo cuerpo en la litera del medio, la que se
hallaba directamente enfrente de la mía.
—¿Jackson?
Seguía moviéndose y girando, tratando de ponerse cómodo, y se
detuvo.
—¿Sí?
—Gracias por cuidarme anoche.
La mirada que me dio, enterró el gancho aún más profundo en mi
pecho, y de repente tenía miedo de saber lo que había pasado entre
nosotros anoche por una razón completamente diferente. Este hombre
hermoso y misterioso me vio dos veces en mi peor momento, y él
seguía
allí, frente a mí.
En cada ciudad hasta el momento, hice amigos temporales.
Algunos eran locales. Algunos eran otros viajeros. Pero nunca tuve
ningún problema en alejarme. Me mudé a una ciudad diferente y no
me lo pensé dos veces por ellos.
Pero esperaba que Hunt fuera diferente. Quería que
permaneciera.
Y al mismo tiempo, me aterraba lo que eso significaba, y lo que
eso me haría si él no lo hacía.
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12
Traducido por KristewStewpid
Corregido por Alexa Colton
La litera era demasiado dura para sentirse como una cama, y
dormir con mi mochila a mis pies para mantenerla a salvo, no hizo
que
fuera la posición más cómoda. A pesar de eso, el ruido sordo y el
suave
balanceo del tren me sedujeron hacia los brazos del sueño sólo
unos
minutos después de que descansara mi cabeza. Seguía cansada de lo
que me había sucedido anoche. También estaba demasiado exhausta
como para incluso estresarme por Hunt durmiendo en la litera de
enfrente de mí.
Minutos u horas más tarde, fui alejada de mi sueño por la partida
de la persona en la litera de arriba de mí. Su bolsa golpeó mi
rodilla
mientras se bajó de su litera. Mis párpados se sentían pesados e
hinchados, pero cuando lo vi salir, tuve un vistazo de Hunt en su
litera.
Una luz amarilla clara brillaba por encima de su cama, pintándolo
en
luces y sombras. Se puso a rayar algo en un diario. No era el
flujo
continuo de la escritura a mano, por lo que supuse que
probablemente
estaba dibujando.
Lo observé mientras se concentraba en una esquina de su papel.
Su lengua salió para humedecer sus labios y los músculos de sus
hombros
se tensaron cuando hacía trazos cortos y precisos en la página. Me
encontré deseando poder dibujar también, así podría capturar el
poder
y la simplicidad de éste momento.
Levantó la mirada y sus ojos se abrieron cuando me vio.
Después de unos largos segundos, susurró—: Hola.
—Hola. —Mi garganta estaba seca, por lo que mi respuesta fue
apenas audible.
—¿Todo está bien? —preguntó.
Asentí y rodé sobre mi costado para mirarlo. Metí el brazo debajo
de mi almohada y le pregunté—: ¿No vas a dormir?
Cerró su cuaderno de bocetos y golpeó el lápiz contra su labio
inferior. Como si yo necesitara algo más para sacar mis ojos de
allí.
—Tal vez en un rato.
—¿Dibujabas?
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Asintió. —Es una vieja costumbre. Calma mis pensamientos
cuando no puedo dormir.
—¿Eso sucede a menudo?
—A veces.
Algo crujió en la litera debajo de mí, seguido por un gemido
entrecortado y ruidos que no eran lo que querías escuchar viniendo
de
la cama debajo de la tuya. Me encontré con la mirada de Hunt y
ambos nos echamos a reír en silencio.
Puso su almohada sobre su oreja y apagó su luz de lectura.
—Esa es mi señal —susurró.
Hice lo mismo y puse la pequeña almohada sobre mi oído,
apoyando la cabeza en mi codo en su lugar. Me quedé mirando
fijamente el lugar donde la cara de Hunt había estado antes de que
las
luces se apagaran, preguntándome si él me miraba también.
Mis ojos se cerraban y el sueño casi me había reclamado cuando
una luz brilló a través de la ventanilla del tren y me dio la
respuesta.
Nuestros ojos se encontraron, y mi estómago se tambaleó a pesar
del suave movimiento del tren. La oscuridad se hizo cargo de nuevo
un
segundo más tarde y me quedé tratando de calmar el ritmo inestable
de mi corazón lo suficiente como para volver a dormir.
Cuando me desperté a la mañana siguiente con los dientes sucios
y el pelo graso, Hunt estaba profundamente dormido.
Gracias a Dios.
Si me veía la mitad de espantosa de cómo me sentía, Pie Grande
podría vencerme en un concurso de belleza. Mi espalda me dolía, ya
sea por la cama dura o de llevar mi mochila robusta conmigo a
través
de varios países. El aro del sujetador había empezado a cortar en
mi piel
y las marcas picaban.
Me incliné sobre el borde de mi litera y vi que todo el mundo se
había ido, menos Hunt y yo. Saqué el maquillaje de mi bolso e hice
lo
que pude para sacar la mancha de suciedad grasienta de mi cara.
Encontré un pedazo de chicle para el aliento mañanero, y puse mi
pelo
lacio en una coleta alta. Sintiéndome un poco más viva, me bajé de
mi
litera y me asomé por la cortina a través de la ventana. Estábamos
parados, y la gente salía del tren en grandes cantidades.
Fui al otro lado del compartimiento y abrí la puerta. A juzgar por
la
cola de gente esperando para salir del tren, iba a suponer que nos
encontrábamos en Praga.
Maldita sea. Tenía pensado bajar del tren lo más rápidamente
posible para así poder buscar a Jenny. Cogí mi mochila de mi
litera,
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deslizándola sobre mi espalda. El peso bajó sobre mis hombros, y
juraría
que esta bolsa se hacía más pesada cada día.
Casi me fui.
O me dije que casi lo hago. No creo que en realidad hubiera
dado más de un paso hacia la puerta antes de darme la vuelta hacia
un Hunt dormido.
Casi como si pudiera sentir mi presencia, sus ojos se abrieron de
golpe al segundo en que di un paso hacia él.
Se pasó una mano por los ojos y luego a través de su pelo rapado.
—Oye. —Su voz era áspera por el sueño, y ese gancho debajo de
mi piel se tensó.
—Creo que estamos aquí —le dije.
Asintió y con esa mirada soñolienta en su rostro, parecía más
joven. Más suave.
—Maldita sea, no he dormido tan bien en mucho tiempo.
Se estiró, y bebí de los músculos flexionados de sus brazos y la
tira
de piel endurecida entre su camisa y sus pantalones vaqueros.
Antes de que me pudiera atrapar la mirada, le dije—: ¿En serio?
Voy a necesitar un masaje sólo para recuperarme de ese sueño.
Movió las piernas por el borde de la litera, y luego saltó a mi
lado.
—Estoy acostumbrado a dormir en una cama incómoda. Se siente
como en casa.
Definitivamente militar. Tuve un breve destello de la memoria de
un tatuaje de USMC en la espalda de alguien y sabía que tenía que
ser
suya.
Le dije—: Bueno, al menos uno de nosotros se siente bien.
Se inclinó hacia delante y enroscó una mano alrededor de mi
nuca. Sus dedos amasaron suavemente y me pusieron la carne de
gallina por toda mi piel. El gesto era íntimo, y la necesidad de
saber lo
que pasó la otra noche se alzó de nuevo como la bilis. Y antes de
que
pudiera pensar demasiado en las respuestas que no quería oír, le
dije—:
¿Qué pasó la otra noche?
Vaciló y luego su mano se deslizó fuera de mi piel.
—Por qué no me dices de lo que te acuerdas y yo lleno los
espacios en blanco.
Apoyé mi hombro contra su litera y entrecerré los ojos hacia él.
—Lo último que recuerdo claramente es estar discutiendo
contigo. Tengo momentos y piezas de otras cosas. Conversaciones.
Recuerdo sostener una copa, tal vez dos, pero eso es todo.
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—¿Nada más?
Parecía tanto aliviado como decepcionado.
Tragué saliva y negué con la cabeza.
Suspiró y me tocó el hombro, ligeramente esta vez y sólo por un
par de segundos.
—Vamos a bajar del tren, y luego te diré lo que necesites saber.
Asentí. —También tengo que buscar a Jenny. Se suponía que
íbamos a encontrarnos antes del tren, pero no pude localizarla.
—Te ayudaré a buscar.
Seguí detrás de Hunt, tratando de recordar a ciencia cierta
dónde se hallaba ese tatuaje. Antes de bajar las escaleras hacia
la
plataforma, él dijo—: Por cierto, ¿esa discusión que teníamos?
Probablemente no recuerdes esto, pero te disculpaste y dijiste que
estabas equivocada. Para que lo sepas.
Me burlé y le empujé hacia las escaleras. —Incluso sin mi
memoria, sé que es mentira.
Tomó las escaleras rápidamente, y luego tendió la mano con una
sonrisa.
—Valió la pena intentarlo.
Me ayudó a bajar las escaleras y me soltó la mano rápidamente
una vez que mis pies tocaron el andén.
—Mejor suerte la próxima vez, soldado.
Recordé la noche anterior, antes de la discusión. Me acordé de la
forma en que me miró, y yo casi podía recordar la forma en que se
sintió
cuando arrastró sus dedos por mi pierna. Y ahora sólo me ha tocado
por
cuestión de caballerosidad.
¿Qué significaba eso? Habíamos
discutimos, pero todavía me llevó a casa, por lo que la discusión
no
podría haber sido tan mala. Pero él me trataba de forma diferente.
La
pregunta era por qué.
Juntos inspeccionamos la plataforma, en busca de alguna cara
familiar. Subí las escaleras que conducen a la parte principal de
la
estación, pero incluso desde ese punto de vista, no vi a Jenny.
Caminamos desde un extremo de la estación a la otra, hablando
mientras buscábamos.
A pesar de que me prometió respuestas, no hice ninguna
pregunta. Todavía no. Seguí dudando de si yo en realidad quería.
En cambio, él preguntó—: Entonces, ¿qué vas a hacer en Praga?
Me encogí de hombros. —No estoy muy segura. Algo divertido.
Algo para recordar.
—¿Cómo qué?
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—No lo sé. Una aventura. No quiero simplemente hacer turismo.
Quiero hacer algo original, ¿sabes?
Asintió. —Lo entiendo.
Revisé los cubículos del baño de mujeres mientras él esperaba
afuera, e hice lo mismo mientras él revisaba los de los hombres.
Después
de casi media hora, salimos de la estación en un último esfuerzo
para
ver si tal vez esperaban fuera.
No era así.
—Bueno, ¿qué hacemos ahora? —preguntó Hunt.
—¿Nosotros?
—Te estoy siguiendo, ¿recuerdas?
Esa fue una de las pocas cosas que recordaba.
—No lo sé. Creo que estamos por nuestra cuenta.
Podría haber hecho algún esfuerzo más. Podría haber encontrado
acceso a Internet en alguna parte y enviarle un mensaje en
Facebook.
Y tal vez lo haría más tarde. En éste momento, me sentía más
intrigada
con esta idea de “nosotros” de Hunt.
—En ese caso, vamos a explorar Praga. —Él enganchó su mochila
más arriba en los hombros y empezó a caminar.
Me quedé en mi sitio. —¿Deberíamos encontrar un lugar para
quedarnos? Creo que tienen un sistema de metro aquí y tranvías.
—Vamos a llegar a todo eso. Por ahora, vamos a caminar.
Me quedé boquiabierta. No podría estar hablando seriamente. Yo
estaba cansada y de mal humor, y mi mochila era pesada.
—¿Por qué haríamos algo tan estúpido como eso?
Sonrió. —Debido a que querías una aventura.
Entonces comenzó a caminar, y esta vez no se detuvo cuando lo
llamé. Me paré en la incredulidad por algunos segundos antes de
correr
para ponerme al día con él. Mis pulmones protestaron desde los
veinte
segundos de casi carrera, así que tenía la sensación de que
comenzarían una revolución total contra este paseo de
“aventureros”.
Dije—: Puedo tener una aventura sin ganar juanetes y sin arruinar
mi pedicura.
Negó con la cabeza. —Estoy bastante seguro de que en el
diccionario dice que es imposible tener una aventura, mientras te
preocupes por cosas como pedicuras.
Hunt había recogido un mapa en la estación de tren, y me dijo
que había un barrio no muy lejos que debe tener un montón de
hostales
y albergues para elegir. Iríamos allí primero.
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No era exactamente mi idea de una aventura. Todavía habría
preferido un taxi o el metro. Pero tenía que admitir, que era
refrescante
caminar por las aceras de piedra y disfrutar de la arquitectura.
Había un
montón de edificios y restaurantes modernos, pero de vez en cuando
giraríamos una esquina y me sentiría como si me hubiera metido
directamente en un cuento de hadas, con gárgolas de piedra
mirándonos desde la mitad de los edificios que pasábamos.
Hunt y yo discutimos sobre cómo pronunciar palabras que vimos
en las señales. Algunas de ellas utilizaban casi todas las
consonantes en
el alfabeto con sólo unas pocas vocales. Discutimos sobre lo que
significaban las palabras. Siempre elegía el significado más
improbable,
sólo para ver cuánto podía sacarle de quicio.
—De ningún modo quiere decir eso.
—No lo sabes. ¿Hablas checo?
—Tal vez voy a aprender, sólo para demostrar lo ridícula que eres.
—Buena suerte con eso, soldado.
Era suficientemente entretenido como para no prestarle
demasiada atención al leve dolor en mis pies o la complicación en
mis
pulmones o la tensión en la espalda por el peso tirante de mi
mochila. O
no por un tiempo de todos modos. Después de aproximadamente una
hora, mis pies se quejaban y mi espalda estaba lista para
amotinarse.
Tenía que concentrarme en respirar y hablar para no empezar a
jadear.
Luego levanté la mirada a uno de los edificios que pasábamos y me
detuve en seco.
—¡Jackson! ¿Sabes dónde vas?
Levantó el mapa y dijo—: Por supuesto que sí. Estaremos allí en
cualquier momento.
Dejé que mi mochila se resbalara de mis hombros y me dejé caer
sobre la acera. No me movía un paso más.
Le señalé y le dije—: ¿Por qué es, entonces, que estamos pasando
el lugar de los chupitos de gelatina de Vodka de nuevo?
—Te lo dije, Kelsey. No hay manera de que Minutková Jídla
signifique chupitos de gelatina de Vodka. Eso es claramente un
restaurante.
—Sí, un restaurante que sirve chupitos de gelatina.
—Tiene que ser algo para hacer con un minuto o minutos.
—¡Eso es porque es gelatina instantánea! Pero el punto es... ya
hemos estado aquí.
Miró a continuación hacia el restaurante, y vi la confirmación en
su rostro.
Fan-jodidamente-tástico.
93
—Estamos perdidos.
—No estamos... bueno... —Consultó su mapa de nuevo, girando
en algunas direcciones diferentes y dijo—: Puede ser que estemos
un
poco perdidos.
—¿Esta es tu idea de aventura? Pensé que los soldados tenían
que ser buenos en la navegación.
—Tengo una solución —dijo.
Mi mochila empezaba a parecerse a una silla muy tentadora,
pero me convencí para permanecer de pie. Puse las manos en mis
caderas y le dije—: Escuchémoslo.
Se acercó a mí con el mapa en la mano, y vino tan cerca que
probablemente podría oler el sudor que corría por mi espalda.
Debería
haber sido consciente de mí misma, pero cuando estiré la cabeza
hacia
atrás para mirarlo a los ojos, su sonrisa irrumpió mis
pensamientos como
un tornado, y los dejó dispersos y en trozos. Se inclinó y mi
corazón dio un
vuelco.
Extendió un brazo y dejó caer el mapa en un cubo de basura
detrás de mí. Se quedó allí, nuestros pechos a pocos centímetros
de
distancia de tocarse y dijo en voz baja y profunda—: Problema
resuelto.
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