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Era una broma. Una broma enormemente poco graciosa.
Había arreglado mi cabello, retocado mi maquillaje, vestía mi mejor
ropa, lucía mi mejor joyería, y estaba bastante segura que su cepillo
para el inodoro todavía costaba más que todo lo que llevaba puesto.
¿Por qué no me había dicho?
Entiendo que no hablara mucho sobre su familia. Claramente no
eran cercanos. Dios sabía que yo tampoco le hablaba mucho de la
mía, excepto para quejarme. Pero él simplemente pudo haberse
tomado la mitad de un segundo para dejar caer un rápido “por cierto,
mi familia está llena de dinero” en la conversación.
Si antes me preocupaba que la señora Taylor pudiera pensar que
yo no era lo suficientemente buena para su hijo, ahora era casi un
hecho solidificado.
Y no encajaba aquí. Para nada. Ni siquiera un poco. Una de estas
cosas no era realmente como las demás.
Y para empeorarlo todo, Garrick parecía perfecto cuando salí del
baño. Se había puesto una camisa de botones, una corbata con sus
pantalones caqui, y parecía sin esfuerzo. A diferencia de mí, él
encajaba.
Una pequeña y persistente voz en mi cabeza se preguntaba
cómo era posible que nosotros hubiéramos encajado. Sacudí mi
cabeza para aclarar mis pensamientos, y Garrick cruzó la habitación
para colocar un beso en mi frente.
—Estás preciosa.
Sonreí, pero no lo sentía. —Gracias. También tú.
—Todo estará bien.
Lo había dicho tantas veces que ya no significaba nada. Como
cuando dices mucho una palabra y deja de sonar de esa forma,
convirtiéndose en algo ajeno y extraño en tu cabeza.
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—Entonces, vamos —dije.
Sus manos ahuecaron mi mandíbula y se inclinó para darme un
beso. Incliné mi cabeza hacia atrás, lejos de él.
—Tendrás lápiz labial en ti.
—No me importa, amor. Lo único que me importa justo ahora, en
toda esta casa, eres tú.
Mi determinación se derritió, y él dejó un beso tan ligero como
una pluma en mis labios, de alguna manera librándose del lápiz labial.
Entrelazó nuestros dedos y plantó otro beso en el dorso de mi mano.
Quería que el gesto fuera reconfortante, pero sólo me puso más
intranquila. Sólo me hizo preguntarme más qué era lo que él podía
posiblemente ver en mí.
Juntos, bajamos las escaleras de vuelta a la jungla de copas de
champán, bolsos de diseñador y atuendos que ponían al mío en
vergüenza. Era un bosque de problemas de autoestima a punto de
ocurrir, y yo me encontraba precisamente en medio de todo.
Apenas habíamos conseguido medio metro más allá de la base
de las escaleras antes de que fuéramos interceptados por un grupo de
personas.
—¡Garrick! ¡Qué bueno verte!
Me soltó la mano para saludar a un hombre de su misma edad.
Tenía el cabello oscuro, peinado a la perfección, y vestía un traje. De
nuevo, digo, ¿en qué mundo un traje es casual?
—John, también me alegra verte. Esta es mi prometida, Bliss.
John se hizo a un lado y una mujer se acercó a él. Ella también
tenía cabello oscuro, fijo en un moño perfecto en su nuca. Me
concentré en no tocar mis rizos fuera de control en respuesta.
—Encantado de conocerte, Bliss. Esta es mi esposa, Amy.
Sonreí. —Es un placer conocerte.
Dios, esto era repetitivo.
Ella se echó a reír. —Oh no, el placer es todo mío.
Probablemente se suponía que debía decir algo más, pero todo
lo que me vino a la mente era insistir en que el placer era realmente
mío, como un maldito remolcador de guerra. Pero eso habría sido una
mentira, de todos modos, así que simplemente me quedé en silencio.
Después de un par de dolorosos segundos, Garrick añadió—: John
y yo fuimos juntos a la escuela.
John asintió, su sonrisa de plástico. —Me encantó el recordatorio
de tu padre de que fuiste el primero de nuestra clase. Todavía no puedo
escapar al segundo lugar incluso después de tantos años.
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Garrick rió, y me di cuenta que estaba incómodo por la rigidez de
su mano cuando entrelazó nuestros dedos de nuevo. Pero nunca lo
sabrías por su rostro.
Tal vez eso era lo que tenía que hacer para pasar por esto. Tenía
que actuar. Necesitaba apagar a Bliss y convertirme en otra persona,
alguien que encajará en este lugar y supiera qué decir y qué no decir. Si
me convertía en alguien más, podía separar mis pensamientos de mis
propias preocupaciones y tal vez superar intacta esa noche. El
escenario era el único sitio en el que realmente me sentía segura, y me
vendría bien un poco de confianza en ese momento. Así que eso es lo
que hice. Actué un papel.
—Así que, John —pregunté—, ¿qué has estado haciendo desde la
última vez que tú y Garrick se vieron? Ponnos al corriente.
—Bueno. —Besó el dorso de la mano de Amy—. Me casé. Te gané
en ese frente, al menos. —Dios, este tipo era un idiota. No era de
extrañar que Garrick estuviera tan frío—. Ahora estoy trabajando como
diseñador de software.
—¿Diseñador de software? Eso es interesante. Apuesto a que es
un reto.
—Oh, no realmente. Es un poco aburrido, la verdad. Aunque estoy
seguro de que, en comparación con lo que Taylor está haciendo en
estos días, probablemente parece como una cirugía cerebral.
Me reí, pensando con cada pequeña carcajada lo satisfactorio
que sería darle un puñetazo en la cara.
—Bueno, algunos de nosotros somos bendecidos por tener
carreras que nos gustan y son simples porque las amamos. Otros
consiguen trabajos que son, ¿qué dijiste? ¿Aburridos? Pero tal vez algún
día crecerás para amarlo.
Garrick bajó la cabeza y le dio una tos que era sospechosamente
similar a una risa y dijo—: Fue agradable charlar contigo, John, Amy.
Pero probablemente deberíamos hacer las rondas. Un montón de gente
que ver.
Una vez que me había llevado lejos un par de metros, sus hombros
comenzaron a rebotar por la risa.
Dijo—: Me doy cuenta que estoy siendo redundante ahora, pero
no puedo evitarlo. ¿Quieres casarte conmigo?
—Vas a obligarme a usar la palabra sí.
—Nop. Estoy guardando ese objetivo para nuestra noche de
bodas.
Milagrosamente, me las arreglé para mantener mi sonrojo al
mínimo. Tenía una rienda muy apretada en mis reacciones justo ahora.
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Me acompañó por el resto de la habitación hablando con más
antiguos compañeros de clase, amigos de la familia y vecinos. Eran
viejos, jóvenes, hombres, mujeres, e hice lo mejor que pude. Yo no era
tan encantadora como Garrick. Eso no era humanamente posible para
mí. O para la mayoría de la gente, en realidad. Pero lo hice bien.
Observé cambiar las expresiones de las personas mientras hablaban
conmigo. Pasaron de la cautela o diversión (probablemente por mi
llegada) a sonreír y aceptar.
Tomé una respiración profunda, y me sentí orgullosa.
Garrick me dio un beso en la mejilla y dijo—: Lo estás haciendo de
maravilla. ¿Ves? Nada de qué preocuparse.
Sonreí, pero había un mal sabor en mi lengua. Era algo bueno…
que pudiera obligarme a encajar aquí en su vida. Sólo deseaba no
haber tenido que ser otra persona para hacerlo.
Casi como si ella pudiera sentir mi vulnerabilidad, su madre hizo su
reaparición. Besó la mejilla de Garrick, y observó su atuendo. —Mejor.
Mucho mejor.
Miró brevemente mi vestido, pero no dijo nada.
—¿Va todo bien? Te vi hablando con la señora Everheart. ¿Está
bien?
—¿Cuándo no está bien? —preguntó Garrick—. ¿Qué edad tiene
ahora, un siglo?
Ah. Asentí, recordando de quién se encontraban hablando
ahora.
Su madre se encogió de hombros. —¿Quién sabe? No me
sorprendería si ella dura más que yo sólo para causarles pena a todos
esos acaparadores niños suyos, muriéndose por su herencia.
Respiré hondo, tratando de no mostrar lo desagradable que
encontraba todo esto. Esa mujer vieja, Margaret era su nombre, había
sido tan dulce. Me recordaba a la abuela de Cade, y la vez que nos
había presentado durante la universidad. Ella era amable, pero
definitivamente podrías decir que debajo se encontraba un petardo.
Que sus propios hijos sólo la vieran como signos de dólares era terrible. Y
que la mamá de Garrick, e incluso Garrick, no parecieran consternados
por ello... era incluso peor.
Entonces, la señora Taylor dirigió su mirada hacia mí y con frialdad
dijo—: Así que, Bliss, háblame de ti.
No era una pregunta tan difícil. Pero, ¿debía responder
sinceramente? ¿O decirle lo que quería oír?
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