5. ¿Dónde está mi mente?
No fue necesario llamar a los servicios de emergencia; un testigo
del
accidente se encargó de ello. La explosión no pasó desapercibida.
Permanecí aturdida, paralizada en el lugar con los brazos
colgando. No
podía establecer una conexión entre lo que acababa de presenciar y
lo que
ello podía significar.
No es posible, no, no…
Después comprendí que Sacha tal vez habría muerto en el accidente
y
comencé a gritar como demente, arrodillada en la playa. Por un
segundo,
deseé que la arena me tragara y me hiciera desaparecer por
siempre.
Sacha, Sacha, no, sigues vivo… ¡Dios mío,
que siga vivo!
Me quedé postrada llorando, con las manos hundidas en la arena
durante
no sé cuánto tiempo. Una empleada de Sacha me encontró y me
regresó a
la villa, completamente atolondrada.
– La voy a llevar al hospital LC Fleming, me dijo. El señor
Goodman fue
llevado ahí por los socorristas.
¡Está vivo! Gracias, gracias, gracias…
Llegué despavorida a la sala de emergencias. En la recepción,
mascullé
algunas frases sin sentido, pero la enfermera que me atendió
parecía
conocer bien este tipo de lenguaje.
– Cálmese, srita. Lanvin. Siéntese un momento. La acompañaremos a
la
habitación del sr. Goodman.
– Entonces sigue vivo, ¿no es así?
Daba pena, pero la situación había sido demasiada intensa. Mi
felicidad
se había derrumbado, y en un instante pasé del éxtasis a la
tragedia.
El trato del doctor responsable de Sacha, si bien era muy
profesional, no
logró tranquilizarme del todo cuando me recibió.
– Los signos vitales del sr. Goodman son estables y solamente sufrió
daños externos. Aparentemente tuvo el reflejo de alejarse de la
explosión y
saltar antes que el barco se incendiara. Sin embargo, a la
velocidad a la que
iba la embarcación, el agua tomó la consistencia del cemento. Es
por eso
que sus lesiones son principalmente contusiones y una grave
fractura en el
hombro que pudimos minorizar por medio de una cirugía.
¡Sacha está vivo!
Recuperé la esperanza.
– ¿Puedo verlo?
Sacha, me haré cargo de ti, te atenderé de
la mejor manera posible, seré
tu enfermera, y te curaré con mi amor…
Pero mi momento de euforia terminó abruptamente.
– Srita. Lanvin, puede verlo, hablarle, pero no espere que él
reaccione.
– ¿Quiere decir que sigue anestesiado?
– No, quiero decir que está en coma, srita. Lanvin.
Muerte cerebral. ¿No es eso peor que la
muerte verdadera? No Liz,
saldrá del coma, debes tener fe.
Al ver mi expresión descompuesta, el doctor agregó:
– Existen distintos tipos de coma. El del sr. Goodman es posible
que sea
sólo temporal. Es un estado post-traumático entre los comas de
grado 2 y
1. Esto significa que reacciona a los estímulos dolorosos pero de
una forma
un poco inapropiada. Además nos parece que busca comunicarse de
forma
simple; gime por momentos, pero no estamos seguros que reconozca a
quien sea ni que esté intentando entrar en contacto con él. En
todo caso, no
se encuentra en estado vegetativo y hemos descartado las
posibilidades de
complicaciones posteriores.
El doctor me condujo hasta la habitación de Sacha y me aconsejó
ser
breve para no perturbar su restablecimiento.
Entré con paso demorado a la habitación. Sacha estaba acostado en
la
cama. Su hombro izquierdo desaparecía bajo los vendajes de donde
surgía
una sonda; el brazo derecho se mantenía pegado a su costado.
Parecía
dormir profundamente.
Me dispuse a examinar su rostro inflamado.
No importa lo que pase, siempre te amaré,
Sacha…
Estaba muy pálido, con el cabello enmarañado y a la vez pegado al
cráneo. Me acerqué con cuidado y puse la mano sobre su cabeza para
intentar arreglar su peinado.
¿Podré tocarlo? No lo sé…
Acomodé un mechón por un lado, alisé uno por el otro, acaricié su
frente
suavemente. Abrió los ojos tan súbitamente que me sobresalté.
Volví a
colocar la mano en su mejilla.
– ¿Sacha? Soy yo, Liz. ¿Puedes verme?
Las palabras se agolpaban en mi garganta.
– ¿Me reconoces?
Aquellos ojos azules que había yo visto tan llenos de vida, de
seguridad,
y tantas veces de deseo… Ahora se encontraban como abandonados por
todo rastro de emoción… Por una fracción de segundo, pude percibir
un
destello de conciencia.
¿Fue mi voz? ¿Mi rostro? ¿Mi mano en su
mejilla?
La moví para colocarla esta vez en su torso descubierto. El
destello
apareció nuevamente, pero pronto se extinguió.
– Sacha, mi amor… murmuré con mis labios cerca de los suyos.
Le di un beso y sentí su cuerpo estremecerse. Sus párpados
volvieron a
cerrarse de golpe y nuevamente se sumergió en un sueño profundo…
Me reconoció, estoy segura, reconoció mi
piel.
En la cafetería del hospital, llamé a mi tía de París. Al escuchar
su voz
me desmoroné. Entre sollozos, le expliqué a Maddie lo que había
sucedido.
– ¡Oh Dios mío!, exclamó cuando le hablé del coma de Sacha.
– Maddie, no estoy segura que me haya reconocido. Al principio
parecía
que sí, pero sus ojos estaban como muertos, no sé… Es el mismo
pero sin
vida, es terrible… Quisiera encontrar una forma de ayudarle.
– La mejor forma de ayudarle es manteniendo la calma. El hecho de
que
no esté muerto es ya un regalo. Ya encontrarás la forma de hacerlo
salir del
coma. Si necesitas que esté contigo, no tienes más que decirlo y
me subo a
un avión en cuanto pueda.
– No lo sé, todavía tengo que dar aviso a los asociados de Sacha y
a su
familia… ni siquiera sé por dónde comenzar, ¡y además de todo no
estoy
en mi casa, Maddie! Llegué aquí en un jet piloteado por Sacha, me
siento
perdida en el mundo sin él. Debo irme, te llamo más tarde.
– Claro querida, mantenme al corriente. Te mando muchos besos y ya
verás que todo saldrá bien.
Salí a la calle para caminar un poco y retomar fuerzas. ¿A quién
debería
llamar primero? Finalmente, no tuve que contestar a esta pregunta.
Un taxi
se detuvo a unos metros de mí y Natalia Azarov bajó de él.
Impecable, como siempre en todas las
situaciones… Como una
superheroína, ¿será ?
Yo seguía en shock. ¡Había llegado demasiado rápido! Me vio de
inmediato, escrudiñando con cierto aire de desprecio mi vestido
completamente arrugado y mis sandalias casi destrozadas.
¡Buenos días, sra. Perfecta! No se preocupe
por mí, sólo soy la criada…
Después del momento de desdén disimulado, se acercó a mí fingiendo
estar desolada.
– ¡Liz, Liz, qué tragedia! ¿Has visto a Sacha? ¿Cómo se encuentra?
Me tomó por las manos, y yo, demasiado pasmada comencé a
balbucear.
– Natalia, ¿cómo llegaste tan rápido?
– Sacha es una figura importante, Liz. Su accidente se hizo
público de
inmediato. Vine lo más pronto que pude. ¿Cómo está?
– Está en coma.
Y nuevamente me deshice en lágrimas.
– Bueno, iré a ver con el doctor si hay manera de llevarlo a Nueva
York.
Qué sangre fría, en verdad… nunca hubiera
pensado en eso. Esa es la
diferencia entre ella y yo. Natalia
pareciera no tener emociones. Aunque,
por otro lado, ella no está enamorada de
Sacha…
Asentí con la cabeza, y estaba dispuesta a ir con ella, pero me
detuvo
con un gesto.
– No, no, mejor quédate en la sala de espera. Yo me encargo de
todo. No
tengo ganas de sentirte todo el tiempo soplándome la nuca.
¡Las hostilidades están de vuelta por lo
que veo!
La miré desconcertada, con la boca abierta.
– ¿Qué te dije, Liz? Que este amorío no le traería nada bueno a
Sacha. Y
también se lo advertí a él. ¿Ves a lo que hemos llegado? ¡Todo
esto es
culpa tuya!
Me dejó ahí, sin voz, y desapareció en el pasillo del hospital.
Tuve ganas
de correr detrás de ella para jalarla del cabello y romperle la
cara, pero no
tuve la fuerza para hacerlo. Sólo pude llorar, e hice lo que me
ordenó, me
quedé a esperar en el pasillo.
Aproveché para hacer un par de llamadas a Jess, David y Helen. La
primera estuvo dispuesta a correr en mi ayuda y los otros dos me
informaron de la conmoción que había ahora en Goodman & Brown.
– El lado amable, aparte de que Sacha sigue vivo, es que la junta
administrativa fue pospuesta indeterminadamente, me dijo David.
Eso nos
da tiempo para investigar a fondo el accidente que resultó ser
providencial
para algunos…
Cuando Natalia regresó después de una hora, fue concisa pero clara
conmigo.
– El doctor autorizó que llevemos a Sacha a Nueva York. No hay
razón
para impedirlo. Allisson se encargó de hacer los preparativos, y
el jet
saldrá esta tarde. Sacha va a ser transferido a una clínica
privada para
reestablecerse.
Sin lugar a dudas, no me alejará de él;
aunque tenga que aguantar la
presencia de Natalia, no lo dejaré por un
segundo.
– Muy bien, contesté, esta vez con más seguridad. Haré las maletas
y
estaré lista para esta tarde.
– ¿Para esta tarde?, preguntó Natalia con una sonrisa sarcástica.
Liz,
querida, vamos a trasladar a Sacha, no vamos de paseo.
Arréglatelas para
regresar por tus propios medios. Puedes regresar a la villa si
quieres, pero
yo creo que la hospitalidad y la generosidad de Goodman hasta aquí
llegaron para ti…
Un puñetazo en la cara me habría herido menos…
Victoria por knockout.
Natalia se dio la vuelta y desapareció sin darme tiempo para
reaccionar.
Al día siguiente regresé a Manhattan. David me consiguió un boleto
de
avión. Casi no había dormido la noche anterior en la villa
desierta de Sacha
gracias a la preocupación. ¿Cómo saldría de esta situación?
¡Estaba
completamente impotente frente a los dos buitres de Natalia y
Allisson!
Helen me informó a mi llegada acerca de dónde habían transferido a
Sacha. Gracias a Dios, todavía me quedaban algunos aliados en el
lugar.
Pero estás en la mira, Liz… Cuidado…
Y Natalia me lo hacía entender muy bien cada vez que nos
encontrábamos de frente por los pasillos de Goodman & Brown.
Fue un día
pesado y salí corriendo en cuanto pude para visitar a Sacha.
Fue muy difícil pasar de la recepción del lujoso hospital donde lo
habían
internado. La enfermera de guardia tenía una lista de visitantes
autorizados.
¡Demonios, ni un jefe de Estado estaría tan
protegido!
Llamé a la oficina y David tuvo que hacer uso de su voz seductora
para
lograr convencer a la enfermera. Finalmente logré entrar a la
habitación de
Sacha.
Seguía igual. Tan magnífico como ausente. Tenía los ojos abiertos
cuando entré a la habitación, fijos hacia el frente. Intenté ver
qué era lo que
observaba, pero me di cuenta que sólo miraba a la nada. Parpadeó
varias
veces.
¿Estaría pensando en mí?
Pero nada…
¡Por Dios, Sacha, soy yo!…
Me acerqué a él y lo sentí crisparse. Esto era más evidente cuando
acercaba mis labios a los suyos. Y de nuevo sentí en su cuerpo el
mismo
estremecimiento del día anterior.
– ¿La reconoció? escuché a una mujer preguntar a mis espaldas.
Volteé de golpe. Margaret Goodman se encontraba sentada en un
obscuro rincón de la habitación.
– No la había visto, señora Goodman, disculpe si la molesté.
Regresaré
más tarde.
– Le pregunté si la había reconocido, Elisabeth.
Ante una mirada tan imponente, lo mejor es
contestar la pregunta.
Con los labios apretados, Margaret, fija en su sillón, no se movía
ni un
milímetro. Esperaba mi respuesta.
– No lo sé, me parece que sí, cuando lo toco, pero no responde a
mi voz
ni a mi mirada.
– No se preocupe, Elisabeth, a mí tampoco me reconoce… Los
doctores
dicen que sufre de una amnesia post-traumática. Tiene que estar
todo el
tiempo con cuidados. Debemos identificar a qué tipo de estímulos
reacciona mejor. Para empezar, puedo ver que lo hace a su tacto.
No me
sorprende, los noté bastante cercanos el otro día en el Waldorf.
Sus palabras me confundieron. ¿Debía confiar en Margaret Goodman?
Después de todo, veía como enemigos a todos los que me rodeaban.
– ¿Tiene una relación con Sacha, Elisabeth?
¿Es un pregunta capciosa?
No tuve tiempo de contestarle. Se escucharon pasos en el corredor
y la
puerta se abrió con demasiada brusquedad para ser un hospital. Un
hombre
alto, canoso, con la mirada dura, entró en la habitación y se
detuvo en seco
al verme. Supe de inmediato que se trataba del sr. Goodman, el
padrastro
de Sacha.
– ¿Quién es usted? me preguntó con un tono que me hizo temblar de
miedo.
A sus espaldas, vi a Ethan, el medio hermano de Sacha, con un
sonrisa
malévola pintada en los labios.
– Es la amiguita en turno de Sacha papá, bromeó él.
Volví la cabeza en torno a Margaret, buscando ayuda, pero ahora
ella
tenía la mirada tan perdida como la de su hijo.
¿Pero qué diablos pasa con esta familia de
locos?
Sacha continuaba con los ojos fijos en la pared blanca frente a
él. Yo
titubeaba agarrándome de la correa de mi bolsa.
– ¡Salga de aquí! Me ordenó el sr. Goodman.
Y como permanecí inmóvil, me agarró del brazo y me llevó hasta la
puerta. Echó igualmente a Ethan al pasillo y cerró la puerta tras
de mí. Me
quedé plantada frente al medio hermano de Sacha. Al parecer él
tenía los
mismos modales brutales de su padre.
– Querida, yo en tu lugar no vendría mucho por aquí, me dijo.
Se acercó más para tratar de acariciarme, pero me alejé de un
brinco.
¡Que no se atreva a tocarme!
– Podemos decir que te encuentras en terreno desconocido,
continuó. A
menos que Sacha recupere la memoria, claro está.
– ¡No te acerques! No creas que todas las novias de Sacha son
iguales.
¡Conténtate con lo que ya le has robado, Ethan!
– Ah, veo que te tienen muy al corriente de todo, Liz… Me parece
bien,
pero las chicas fáciles no me interesan tanto. Al contrario, las
que se
resisten son las que más me excitan…
Esta vez, no me pude contener.
Maldición, todas las bofetadas que me
guardé, que sólo daba en mi
mente…
La que le asesté a Ethan con todo el impulso de mi brazo derecho
resonó
en todo el corredor. Perdió el equilibrio por un segundo (igual
que yo, no
todos los días se abofetea a un hombre…), pero se recuperó
rápidamente, y
mientras yo me dirigía a grandes pasos hacia la escalera, gritó:
– No estás a la altura de Sacha, querida. Hay otras mucho mejores
que
tú.
Ya en la calle, llamé a David para encontrar un poco de consuelo.
Al
teléfono me pareció molesto, atento, pero sonaba como si estuviera
en
apuros.
– Tenemos un pequeño problema, Liz…
– ¿Qué sucede?
– Me temo que te han echado a la calle. Allisson se encargó de que
sacaran tus cosas de la suite de hotel que Sacha te pagaba.
Me quedé paralizada a media calle. Yo ya no era nadie. Sólo una
indeseable.
– Pero no te preocupes, continuó David. Llevé tus maletas a mi
casa. No
te voy a dejar dormir bajo un puente. Te daré mi dirección, ahí te
espero.
Dentro del taxi que me llevaba hacia la casa de David, volví a
romper en
llanto. Al llegar, llamé a su puerta con el rostro manchado y
lleno de
maquillaje corrido. David vivía en un pequeño departamento lujoso
pero
apenas cabían dos personas.
Por ningún motivo compartiremos la cama,
aunque no tenga nada que
temer con él…
David se hizo cargo de mí inmediatamente, me preparó una ducha,
cocinó la cena, abrió una botella de vino y finalmente me llevó a
la cama
una vez que el alcohol logró ahogar mis penas.
Un buen sueño bastó para que regresara mi valor. Al despertarme,
lo
había decidido: nadie me sacaría de esa forma de la vida de Sacha.
Era
demasiado importante para mí, y conociendo a su familia y los que
se
decían sus amigos, no podía dejarlo con ese tipo de compañía.
Yo puedo hacerle bien, quiero hacerlo y él
lo merece.
Fui al trabajo con la actitud de un guerrero, animada por David.
Terminé
una cantidad considerable de trabajo en un tiempo récord. Esquivé
todas
las provocaciones que Natalia se encargó de lanzarme durante todo
el día.
Tampoco dejaba de vigilarme, ciertamente deseando verme caer en la
desesperación.
Al final de la jornada, regresé a la clínica para ver a Sacha.
Llevaba en
mi bolsa el fabuloso vestido que usé aquella noche en el Waldorf.
Haré que lo toque, lo huela, ¡tiene que
recordarlo!
Estaba decidida. Pero no llegué ni a la recepción del hospital.
Margaret
esperaba cerca de la entrada.
– Elisabeth, sabía que vendría, la estaba esperando.
El pánico me invadió.
Oh no, no, no me diga que Sacha ha muerto…
– Pierde su tiempo entrando ahí. Sacha ya no está.
¡Oh Dios mío!
– Sabe, después de que se fue anoche, Sacha mostró signos de que
estaba
recobrando la conciencia.
¡Por fin!
– Margaret, dígame dónde está, iré a su encuentro.
Tomó aliento con los labios apretados, antes de continuar sin
siquiera
voltear a verme:
– No, Elisabeth, no puede. Fue llevado a la residencia de los
Green en
Long Island.
– ¿De los Green? ¿Por qué no a la suya?
– Porque es más fácil recordar a las personas que se aman, y Sacha
reconoció a alguien ayer, a Allisson.
En ese momento sentí como si todos los rascacielos de Nueva York
me
hubieran caído encima, no podía ni hablar.
– No solamente reconoció a Allisson, sino que recordó estar
comprometido con ella.
– ¿Y qué sucedió después de que se comprometieron, Margaret?
– Nada, pero a juzgar por la situación, parece que quiere
recomenzar su
vida con ella.
Retrocedí agitando las manos.
Esto es una pesadilla, todo terminará
pronto, despertaré en los brazos
de Sacha en Longue Baie, para darme cuenta
que simplemente abusé del
champagne…
– Elisabeth, es mejor así para usted. No somos una familia muy
recomendable.
– ¡Pero amo a Sacha! grité a mitad de la calle.
– Sacha se casará con Allisson, ¿no entendió?, replicó secamente.
Todo fue demasiado para mí, tuve ganas de empujarla, pero me di
cuenta
que también para ella el asunto era difícil. La noticia de la boda
la había
impactado, podía verlo en sus ojos llenos de lágrimas. Salí
corriendo a toda
velocidad sin saber a dónde. Estaba llena de tristeza y
desesperanza,
perdida…
De repente paré en seco y me quedé inmóvil sin importarme la
multitud
a mi alrededor.
Huir no sirve de nada. Amo a Sacha. Debe
haber una forma de
recuperarlo.
Una euforia repentina me recorrió el cuerpo: ¡Tenía un plan!
Continuará...
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