Leer libros online, de manera gratuita!!

Estimados lectores nos hemos renovado a un nuevo blog, con más libros!!, puede visitarlo aquí: eroticanovelas.blogspot.com

Últimos libros agregados

Últimos libros agregados:

¡Ver más libros!

POSEÍDA - Lisa Swann VOL. 4 Cap.1

1. Pesadumbre en Goodman & Brown
Armada de valor, respiré profundamente, jalaba mi vestido ya impecable
para corregir la más mínima arruga y me dirigí a la oficina en la que me
esperaba mí… ¿qué? ¿Mi rival en el corazón o en el pensamiento de
Sacha?
!Ni siquiera me planteo la idea de discutir mi vida privada en la oficina!
Natalia se aprovechará seguramente de que voy llegando del avión para
desestabilizarme. ¡No le será tan fácil, no! ¡No lo permitiré! ¡No es porque
sea la pequeña francesita que pueden hacer lo que quieran! Y hay algo
entre Sacha y yo, ¿no?, ¿qué?, no sé, pero algo.
Finalmente, frente a la puerta, ya no estaba tan segura de que no me
devoraran por completo. Era seguro, no iba a encontrar un aliado en esta
sala. Y Sacha que ni siquiera supo cómo recibirme…
– Entra, Élisabeth, dijo Natalia al oír los dos golpes que le di a la puerta.
Ella ocupaba el lugar principal, a la cabeza de la mesa de reuniones,
sentada ligeramente echada de lado para cruzar sus piernas enfundadas en
seda. Se puso a dar pequeños golpes con su pluma fuente sobre la charola.
Frente a ella, aunque estuviera vestida con el mismo tipo de marca de ropa,
me sentí de repente disfrazada.
Maldición, ¿es que acaso ella empezó a dar sus primeros pasos usando
pañales Prada o qué? ¡Esto no es elegancia, es un arma de seducción
masiva!
– Buenos días, Élisabeth, me dijeron que regresabas esta mañana. Ni
siquiera te tomaste el tiempo de respirar que apenas bajando del avión ya
estás aquí en la oficina. ¡Qué espíritu tan profesional!
Así es, acaríciame en mi sentido de responsabilidad...
– Realmente, eres tú quien merece ese halago. Con lo que acabas de
pasar. Espero que tu tía ya esté mejor. No debe ser sencillo para ti, es
prácticamente la única familia que te queda, ¿no es así?
Una muestra de la ducha escocesa... Someter al calor, luego al frío. Sé
gentil para apuñalarme al minuto siguiente. No necesitas recordarme que
eres la confidente de Sacha y que estás al tanto de todo.
– Maddie está mejorando, es una mujer con carácter, tiene los medios.
Te agradezco la preocupación por su salud pero todo va mejorando, mi tía,
yo... Necesitaba ponerme al día con mis expedientes, no había ninguna
razón para posponer mi regreso a la oficina.
Hizo esa sonrisita pretenciosa y forzada que me dijo de golpe todo lo
que ella había preparado sin lugar a dudas. Me instalé en la mesa, no lejos
de ella, y traté de tomar una actitud relajada, pacífica, pero alerta.
– ¿Querías verme Natalia?
– Si, y no realmente para hablar de tu tía, Élisabeth. Ni de tus
expedientes. Pero quería poner una cosa muy clara contigo en cuanto
llegaras, por el bien del despacho, de nuestro desempeño...
– Te escucho, respondí.
Te veo venir, Natalia... ¿Y no será un sable lo que tienes entre los
dientes?
– Es una cuestión de territorio, ¿ves? Prosiguió. De lo que es posible
hacer en un territorio dado, en la ocurrencia, el del trabajo, aquí, en el
despacho, y sobre todo de lo que no está permitido hacer con ciertas
personas...
¡Qué maestría en las indirectas, realmente! Si no es una amenaza
apenas sugerida, me pregunto que otra cosa podría ser. Pero será
necesario que acabes con tu juego Natalia.
– Y en claro, ¿eso qué significa, Natalia?
– ¡Eso significa que, para el bien del despacho y sobre todo por el de
Sacha, te aconsejo olvidar este pequeño amorío con el jefe!
Hubiera podido darme una cachetada. Me sentí muy reprendida como
una niña sucia que quiere jugar a ser adulta pero que se da cuenta de que no
tiene la edad suficiente. A pesar de todo, me reacomodé en mi sillón, los
codos bien anclados en la mesa. Me aclaré la voz antes de responderle. No
puedo parecer impresionada por lo que acabo de escuchar.
– Creo que mi vida privada no te incumbe, Natalia, le lancé fijando mi
mirada a la suya.
– Creo que todo lo contrario, me incumbe a partir del momento en que
pone en riesgo el funcionamiento de esta empresa, replicó calcando su
actitud con la mía.
– No veo porqué podría ser un riesgo. Sacha es bastante grande y
responsable para saber lo que hace.
Sonrió sarcásticamente al mismo tiempo que hacía un gesto que me
dieron ganas de arrancarle la cabeza. Un gesto que combinaba con sus
tacones, su maquillaje, su postura, su tono glacial.
Y no es que juegue un papel de compostura. ¿Cómo se puede llegar a ese
grado de frialdad y de maldad? Todavía me queda mucho camino en el
aprendizaje de la naturaleza humana. Sacha me lo ha hecho entender.
– Bueno, Liz, déjame explicártelo de manera clara y precisa para ya no
regresar sobre este tema.
Paso un trago de saliva. ¡Qué humillación! Ella se siente realmente en
una posición de fuerza.
Contente, Élisabeth, contente... Incluso si tienes ganas de levantarte, de
darle una bofetada, de azotar la puerta y de renunciar...
Con un pequeño gesto de la mano, seco y contenido, la invité a
continuar.
– Bien, Sacha y yo, tomamos clases juntos en la misma universidad de
derecho. Nuestra amistad se remonta a esa época. Fue igualmente en las
bancas de la facultad que conocimos a Richard. Ves, aquí, es más que un
simple negocio de asociados. Los lazos que nos unen rebasan los asuntos
del dinero. Mantuvimos contacto durante nuestras primeras pasantías y
otras experiencias profesionales. Richard tenía siempre a su familia
apoyándolo, en la industria de punta, con el poder que se necesitaba,
mientras que Sacha no tuvo otra opción más que esforzarse solo. Tal vez lo
sepas, pero su suegro nunca lo ayudó realmente y creo que eso le hizo bien.
En cuanto a mi, eh bien, yo no tenía más que mi voluntad y mis
ambiciones, saña y ganas de triunfar, y además, evidentemente, amigos que
me apoyaban. Sacha siempre estuvo ahí para mí, Richard usó sus
relaciones. En resumen, siempre formamos un equipo completo, solidario.
Me enteraba de más cosas de las que Sacha me había contado. ¡Qué
diferencia con las amenazas de entrada! Entendía mejor su relación, las
palabras de Sacha se aclaraban. De acuerdo, Natalia era una amiga desde
hace mucho tiempo – lo que tampoco la autorizaba a tratarme como lo
había hecho. A pesar de todo, yo empezaba visiblemente a relajarme. Eso
no pasó desapercibido ante los ojos de Natalia.
– Por supuesto, tú no has luchado demasiado, ¿no es así? Tu tía conoce a
Dufresne y aquí estás catapultada en un puesto pagado más allá de tus
expectativas, sólo porque supiste abrir las piernas con la persona
adecuada...
¡Qué golpe tan bajo! ¡Qué grosería! Entonces, ¡es eso lo que soy! La
pequeña francesita que se acuesta con el jefe para subir en el
organigrama... Exactamente lo que Arnaud Dufresne había entendido,
¡pero él, estaba frustrado por no haber logrado lo que quería!
Natalia supo enseguida que me había herido. Su sonrisa sarcástica
subrayó su pequeña victoria. Me quedé sin voz.
– En resumen, qué bien para ti, ¿no? Continuó. Tampoco desmereces el
trabajo, como haya sido que hayas llegado. Para regresar al tema, Sacha y
yo no nos hemos encerrado en la estricta amistad. Hemos evolucionado
juntos, completamente absorbidos por nuestros objetivos de triunfo, sobre
vías paralelas, y puedo decirte que cuando nos entregamos al trabajo, no
tenemos mucho tiempo para divertirnos. En todo caso, no hay tiempo para
enamorarse y para vivir el gran amor. Comprendimos que había que dejar
nuestra vida sentimental encerrada en un garaje. A pesar de eso, seguíamos
vivos, con pulsiones, con necesidades. Sacha tiene enormes necesidades.
En cuanto a sus pulsiones, éstas son apenas controlables. Somos... fuimos
amantes durante varios años.
Ups, esta pequeña duda en el tiempo de su frase y su formulación dice
mucho sobre el carácter vago de la duración de su relación...
Pellizcaba mi boca, tragaba saliva con dificultad ya que mi garganta se
cerraba. Aspiraba fuertemente por la nariz para evitar estallar en sollozos.
Natalia inclinó la cabeza, con una pequeña sonrisa en la comisura.
– Oh, ¿Sacha no te lo había dicho? Preguntó fingiendo muy mal su
confusión.
– Lo sabes, Natalia, ¡detén tu farsa, por favor!
– Lamento mucho ofuscarte, Liz. A todas luces, hay cosas que ignoras de
Sacha y que es mejor que sepas antes de perderlo todo. Eso forma parte de
la vida adulta, querida. No estamos en una novela de Jane Austen,
despierta, ¡no vas a transformar a tu héroe obscuro en amante estúpido!
Cuando estamos entre adultos, se ponen reglas y las reglas entre Sacha y
yo, además de nuestras ambiciones profesionales comunes, eran sobretodo
de no encapricharse estúpidamente con una persona que nos quitaría toda
lucidez. De restringirnos al sexo, punto.
Sacudía la cabeza y las manos, me negaba a escuchar más. Empujé el
sillón de la mesa, necesitaba salir de la pieza.
– Te aconsejo que me escuches hasta el final, Liz. ¡Todo esto te interesa!
Yo reía burlonamente. Después de todo, yo también era capaz.
– Por supuesto, Natalia. Pero, ¿no crees que a ti te interesa pensar que
Sacha no puede ser de otra manera? ¿Es mejor que pensar que no te puede
amar?
– No necesito pensar así, entiéndelo. Tengo más de lo que piensas.
Tengo lo que él ama, le permito acceder a placeres que te arruinarían,
querida. Y con eso, el reconocimiento y la fuerza que a ti te faltan
evidentemente. Sacha y yo somos dos guerreros, no tenemos miedo de
nada...
Viendo su sonrisa carnicera y soñadora, imaginaba muy bien el tipo de
acoplamientos que debían de haber... tenían... que compartir.
Ella es femenina, voraz, agresiva. ¡Todo lo que yo no soy! Sacha
necesita eso. Ella podría alegrar a cualquier hombre, entonces ¿porqué a
él no? Él necesita su doble femenino, lo he sabido desde siempre, ahora
tengo la prueba.
Me levanté de golpe y me precipité hacia la puerta.
– Sólo una cosa más, Liz, me dijo mi verdugo.
Di la vuelta para enfrentarla por última vez. Ya no me preocupaba por
mostrar mi emoción, mi mentón se frunció peligrosamente bajo mis labios
ya crispados.
– No es por mí que te digo todo esto, sino por Sacha. Allisson Green, de
quien era novio, está lista para volver con él. Es una heredera elegante que
sabe comportarse y que tiene clase y encanto. La esposa ideal para un
hombre como Sacha. Entonces sé inteligente, aléjate.
Es exactamente lo que hice, detrás de la puerta abierta rápidamente salí
ahogando mis sollozos. Escuché apenas a Natalia que me decía con un tono
profesional.
– De hecho, Liz, ¡buen trabajo con el expediente Ruppert!
Cabeza gacha, me dirigí hasta mi oficina en el que me encerré antes de
bajar las persianas. Tenía ganas de desaparecer de la superficie de la tierra,
o al menos de esta ciudad terrible, de esta oficina, ¡pero que me dejen
desaparecer en paz! Cuando Helen pasó la cabeza por el vano de la puerta a
la hora del almuerzo, ella lo entendió enseguida.
–¿Vienes a almorzar con nosotros? Preguntó.
– No gracias, no me siento bien, respondí levantando apenas la cabeza.
No me siento bien, ¡es un eufemismo! ¡Peor sería difícil!
David se encontraba detrás de ella. Cuando me vio con el rímel corrido,
con lágrimas corriendo por mi nariz y que caían sobre los documentos de
mi escritorio, se mostró inquieto.
– Paso en un momento, Liz, me dijo con una sonrisa apenada. Aguanta
querida.
Apenas habían cerrado la puerta, me derrumbé una vez más. Empapé dos
o tres pañuelos adicionales, resoplaba de manera no muy elegante y
aproveché que todos se hubieran ido a almorzar para escabullirme a los
baños y evaluar la dimensión de los daños. Frente al espejo, ¡era imposible
negar la carnicería!
Oh no, ¡pero que cabeza tengo! Natalia me lanza dos o tres frases con
toda intención y yo me derrumbo. No estoy pensando bien. Natalia tiene
razón: con mi sentimentalismo barato, creí en un cuento de hadas y Sacha
no tiene el perfil del príncipe encantador, sólo en apariencia, es obvio.
Después de todo, él me lo advirtió confesándome que no era más que un
cabrón. La pelota está en mi cancha: puedo rechazar las reglas de su juego
o aceptarlas. Pero de ahí a ser humillada por Natalia... ¡Recupérate, Liz,
no vas a dejar que te traten así! No eres la muñeca de ese multimillonario,
¡también puedes decidir!
Esta historia me ponía contra la pared. Si tenía que alternar momentos
de pura felicidad con Sacha para pagarlos después de esta manera, no
tendría la fuerza – incluso si lo quisiera mucho.
¡Incluso si me vuelve loca, si!
Necesitaba tener la cabeza fría, protegerme. Iba a romper con Sacha. Y
si, habíamos vivido momentos deliciosos, pero no podría decir que
pareciese acordarse hoy. Después de todo, ¿no me había ignorado cuando
llegué esta mañana? Iba a pasar a ver si Sacha estaba en su oficina para
poner punto final a esta historia que no tenía ningún futuro.
¡Aparte el de favorecer a la industria cosmética, cada vez que me
encontrara en este estado y que tuviera que maquillarme de nuevo!
Visiblemente, no era la única que aprovechaba que las oficinas
estuvieran en calma para arreglar mis cuentas. Con los sonidos de voces
provenientes de la oficina de Richard, me quedé inmóvil en el pasillo.
Richard rabiaba. Escuché un golpe seco, como el que se escucha cuando se
cae con fuerza un bulto de expedientes sobre un escritorio. En fin, esperaba
que se tratase de eso. No escuché muy bien lo que le dijo la mujer que
estaba con él, pero reconocí el tono malvado de Natalia. Absolutamente,
¡era la fiesta de todo el mundo hoy!
– ¿Pero te das cuenta de que son amenazas, Natalia?
Aparentemente, ella controlaba su voz puesto que no escuché su
respuesta. No era así para Richard quien dijo con un tono gélido: “¡Maldita
zorra!”
Bueno, yo no tenía ganas de inmiscuirme, mis problemas me parecían ya
bastante complicados y no quería que me sorprendieran espiando. Sacha no
estaba en su oficina. Hubiera esperado que me invitara a almorzar por mi
regreso a París...
¡Deja ya de esperar, pobre idiota!
¡Sea, acabemos con esto! Escribí un mensaje de texto claro, neto y
preciso que le envié, sin tomar el tiempo para tergiversar.
[Natalia me ha dicho todo. Acabemos con esto. Es mejor. Gracias por los
buenos momentos.]
Apenas envié el mensaje, por supuesto, me volví a hundir.
¡Es para no creerse la cantidad de veces en las que tenemos ganas de
correr justo después de haber enviado un mensaje de texto! Podré correr,
éste por lo pronto fue bien enviado... y recibido, gracias al acuse de
recepción...
Grité de rabia y de pena. Los puños cerrados contra mi boca, no lograba
calmarme. Odiaba a Sacha, por lo que me había hecho creer, por lo que yo
había creído a pesar de su advertencia de no esperar mucho de él. Estaba
colérica, si, pero sobretodo estaba triste. Puesto que todos los momentos
con él, no los había soñado, ¿no? Había estúpidamente creído que un
hombre podía cambiar. Que no era porque él pensara que era un cabrón que
realmente lo fuera. Ya no servía de nada pensar en todo esto. A partir de
ahora, se había acabado, estaba decidido. Era demasiado dolor por pocos
instantes con él. Ahí está, Natalia puede regocijarse, yo había salido del
juego. Ya me veía cerrando mi equipaje para reinvertir mi cuarto en París
en el apartamento de Maddie. De acuerdo, aquí tenía un trabajo, pero si era
para sufrir viendo a Sacha todos los días, era mejor abandonar todo.
Levantando la cabeza del teléfono que aún apretaba en la mano, vi pasar
a Sacha a través de las persianas de la pared de vidrio que da sobre el
corredor. No había respondido a mi mensaje, no se detenía...
¿Pero no quiere hablar conmigo?
Salté de mi sillón, lista para obtener una explicación de él, cuando vi, a
través de los intersticios de la persiana, una rubia sublime tras sus pasos.
Su rostro me recordó inmediatamente algo desagradable, su prestancia era
paralizante. Los párpados semi-cerrados, una ligera sonrisa en los labios,
su cabellera caía dando vueltas sobre su hombre, el mundo (y tal vez
Sacha) le pertenecían. Todo en ella gritaba el poder y el éxito. La vida era
realmente fácil para algunas personas en ese momento... No para mí. Me
quedé petrificada detrás de la pared, un poco en retirada. No protesté
siquiera cuando la puerta de mi oficina se abrió y David entró. Tenía en las
manos dos vasos de cartón.
– Pensé que un latte podría hacerte sentir mejor. ¡Y son los mejores!
Y delante de mi máscara inmóvil, agregó enseguida:
– Veo que no te sientes mejor...
– Eh... ¿sabes quién es?
– ¿Quién? Preguntó arqueando las cejas.
– ¿La rubia que estaba delante de ti en el pasillo?
Una chispa de comprensión atravesó sus ojos oscuros. David era
realmente amable conmigo desde que había integrado el equipo. Tenía todo
el perfil de un buen amigo comprensivo. Siempre atento y discreto.
– Ah, ¿hablas de Allisson Green?
¡Lo que me faltaba! ¿Es acaso una broma? ¿Todas las ex de Sacha se
dieron cita hoy?
Incapaz de pronunciar una palabra más, me retiré a una esquina de mi
oficina y me puse a resoplar con toda la elegancia de una niña de kínder.
¡Quiero desaparecer!
Y ahí, tuve la impresión de volverme, de golpe, como una niña, fachosa
y miserable. Eran demasiadas cosas que soportar para una mujer
enamorada...
– Liz, por favor, háblame, me murmuró David que se acercó a mi
espalda.
Nada salió de mi boca. No sabía ni siquiera por dónde comenzar. David
puso sus manos en mis hombros.
– Liz, aquí estoy, lo sabes.
Me puse tensa un segundo. David se percató.
– Eh Liz, no te equivoques con mis intenciones. No tengo ninguna idea
en la cabeza. Soy más bien del tipo que te robaría los novios…
Puse una cara tan estúpida que no pudo evitar carcajearse.
– No, francamente, veo que hay algo aquí que no funciona. De hecho,
todo el mundo puede verlo. ¿Ya te viste la cara?
Miss Universo, categoría ruptura amorosa...
– ¿Sabes? Continuó. Te vas a poner tu saco, voy a buscar mis cosas y nos
vamos a tomar la tarde. Tú no tendrías que estar aquí el día de tu regreso a
París, y yo, necesito ventilarme las ideas. ¿Qué te parece comer un enorme
ice cream? Y así aprovecharás para contarme tus penas.
La tarde con David la consagramos a las confidencias. Me sentí en
confianza con él. Nada de celos ni profesionales ni amorosos, las
condiciones ideales para una amistad sincera. Le conté todo: mi encuentro
con Sacha, los momentos magníficos que habíamos compartido y los
menos magníficos que estaba pasando.
En mi teléfono sonó una alarma en el bolso que llevaba. Lo apagué sin
siquiera mirar si se trataba de Sacha. Lo sabría más tarde. David puso su
mano sobre mi hombro y las lágrimas empezaron a correr enseguida. Se

había acabado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Ir a todos los Libros