3. Escape al Caribe
Que noche tan sensual con un toque delicado… Sacha fue capaz de
hacerme olvidar los acontecimientos desagradables del día
anterior. Fue
suficiente una velada en un palacio seguido de una noche de amor.
Sí, fue
un verdadero cuento de hadas.
¡De pie, bella durmiente!
Pestañé sin tener idea del tiempo. A tientas encontré mi celular
sobre la
mesita de noche. ¡Las Diez! ¡Rayos, la oficina! ¡Debí haber estado
allí
desde hace mucho tiempo! Pero ¿quién desprogramó mi alarma? Y,
¿por
qué el celular estaba fuera de servicio?
Y ¡Sacha ya no está!
Salté de la cama y corrí hacia el baño. No, me di la vuelta y
conecté mi
celular a la red. No, era necesario que eligiera mi vestimenta.
No, no, no,
tan mal que tuve que sentarme un minuto sobre el borde de la cama
para
evitar desmayarme. Bajo la ducha, escuché mi teléfono sonar.
Hash, ¡esperen carajo!
Eran pasadas las diez, esto pintaba realmente mal para mis inicios
en
Goodman & Brown. Sobre un pie, un brazo en una manga y mi
falda
atravesada, consulté el buzón de llamadas. David no cesó de
intentar
localizarme. Me dispuse a escuchar sus mensajes cuando una llamada
de
Sacha se anunció.
– Sííííí, lo sé, estoy en atraso, ¡ya voy! Le dije sin aliento.
– De hecho, lo mejor que puedes hacer. Estás haciendo esperar a
todo el
mundo, Liz, respondió secamente.
– ¿Teníamos una reunión? ¿Una cita? Rayos, rayos…
Entré en pánico, no recordaba nada. El cambio de horario aún sin
absorber, la jornada fuerte en emociones del día anterior, estaba
perdida. Y
de repente, escuché a Sacha reír sarcásticamente como un niño
malcriado.
– Es eso lo que me gusta de ti Liz, tu espontaneidad y tu
naturalidad.
¿Me estás haciendo burla?
– Lo que es seguro, es que ordené a preparar el jet y reservé el
horario
para el despegue. Y ahora vas a echar un traje de baño y un pareo
en una
bolsa y bajas porque paso a recogerte al hotel en diez minutos. Es
evidente,
que no encontraste mi recado.
– ¡Pero no puedo irme así! ¿Qué van a decir en la oficina?
– Ya me ocupé de ello, no entres en pánico. ¿Entonces? Traje de
baño,
pareo y voy en camino a tu hotel.
– ¡Pero si no tengo ni traje de baño ni pareo! No soy una experta
nadadora, trabajo para Goodman & Brown!
– Mucho mejor, te miraré bañarte toda desnuda. Hasta pronto.
Cambié mi falda y mis medias por unos jeans que me quedaban muy
bien con mi camisa masculina blanca y mi saco. Con los pies
desnudos en
mis zapatillas, la melena enredada, preparé rápidamente un bolso
con lo
estrictamente necesario. Ah sí, de acuerdo, el recado se deslizó
en la
cama… pero no precisa nuestro destino. Mi celular no paraba de
sonar.
¡David, sí, pero no ahora!
Puse el aparato en vibración y toda desaliñada salté en el auto de
Sacha.
Él estaba al teléfono, aparentemente en plena conversación
profesional,
con el aspecto serio y concentrado. Hice el menor ruido posible.
– Si comprendo bien pero no tuve el tiempo de avisarte. Pasé de
prisa a
la oficina… Sé muy bien que hay consejo de administración en unos
días…. Eso no me impedirá trabajar. Envíame todos los documentos…
Richard se encarga de mis citas y si se ofrece, Helen tiene acceso
a mis
documentos…
El interrogatorio que soportaba comenzaba visiblemente a
exasperarlo.
– En fin, Natalia, me voy por tres días, no es la primera vez
después de
todo. Y aunque esto no te incumbe, si estoy con Liz. Y si, Richard
está al
corriente también…
Justo eso para arruinarme el viaje, a dónde
fuéramos… ¿No puede ella
hacer otra cosa que meter su trasero? ¡Ella
no es su madre!
– ¡En la Villa de Long Bay!... Si ok, ya ni pensaba en eso,
envíame los
documentos definitivos del caso Ruppert… Si claro, yo sé… Buen día
Natalia.
Viendo la mirada que me lanzó, decidí suspender la crítica que
estaba a
punto de escapárseme. No valía la pena repetir la escena de
anoche. Lo
dejé calmarse en su lugar hasta el aeródromo en donde nos esperaba
un jet
privado. Creí que me había acostumbrado a todo este lujo, pero no
era
verdad. Era de hecho lo que me repetía todo el tiempo.
¡esto no es verdad!
Sobre la plataforma, antes de remontar el puente, Sacha se detuvo.
Me
señaló detenerme un poco para verme detalladamente de arriba
abajo.
– Eres bella Liz, aún no te lo había dicho hoy.
– Eh pues bien sí, nos acostamos tarde y no dejaste de decírmelo,
yo
respondí ruborizándome.
El sacude su cabeza, divertido.
– Ni siquiera te he dicho a dónde vamos. Me gusta saber que me
sigues,
así, sin preguntar nada.
– Tengo confianza en ti, Sacha.
De acuerdo, ayer no te hubiera dicho lo
mismo… Tenemos derecho a
cambiar de opinión, ¡No te digo!
– Entonces, ¿a dónde vamos? Pregunte yo, sin poder aguantar más
tiempo mi curiosidad.
– Saint–Martin, sus playas de arena blanca, el viento en las
palmeras…
Me quedé boquiabierta.
– Ve a instalarte, puedes incluso terminar tu noche si quieres. Yo
estaré
al comando.
Este tipo no terminará nunca de
sorprenderme… ¡Sabe pilotear un jet!
Después de cuatro horas de vuelo nos quedaba toda la tarde para
estar
listos. Nos cambiamos apenas llegamos: Sacha en bermudas y una
camiseta blanca tenía el aspecto de un adolescente.
El verlo todos los días tan serio de traje,
olvidamos rápidamente su
edad… ¡Es tan joven de hecho!
Yo estaba en shorts y camiseta de tirantes, los muslos
descubiertos al sol
y mi cabello suelto. La villa era única y sorprendente, a la
imagen de todo
lo que Sacha me hacía vivir desde que nos encontramos. Me sentí en
ese
momento naturalmente cómoda, porque Sacha estaba cerca de mí.
Vivíamos en un estado de gracia lejos de Manhattan y de la
presencia
amenazante de mis rivales potenciales. Me conduce hasta la playa
de arena
blanca de la cual tenemos un acceso directo desde la extremidad de
la
propiedad. Era fabuloso ese mar turquesa, las palmeras inclinadas
como en
las tarjetas postales y mi amante apenas salido de una revista de
moda.
– ¿Vienes seguido aquí?, le pregunté yo mientras deambulábamos con
los pies descalzos en el agua, tomados de la mano.
– Si me ha pasado si… Menos ahora.
Parecía apenado, pero no podíamos evitar siempre los temas
incómodos.
– Me lo puedes decir Sacha si has venido con Allisson… Prefiero
saber.
– En efecto es una villa que compré cuando conocí a Allison.
Pasamos el
tiempo aquí, aunque no necesariamente solos. Allisson ama mucho lo
mundano, ella quería un lugar en dónde pudiéramos recibir a los
invitados,
nuestras familias… Necesita siempre tener una corte alrededor de
ella. Yo
prefiero la soledad.
– ¿Tu familia venía aquí? Me has dicho sin embargo, que la familia
no
es santo de tu devoción.
No le gustaba hablar de su familia, pero comprendió que no buscaba
hacer un alboroto.
– El padre de Allisson es un amigo cercano de mi padrastro. Es
además
el padrino de mi medio hermano Ethan. Era un poco inevitable que
nos
encontráramos aquí. A pesar de todo aprecié las raras veces que
pude venir
solo aquí con mi madre. Sentíamos que ella revivía, ella estaba
más
calmada y menos angustiada.
– Sacha, ¿qué pasó con Allisson?
– ¿Realmente quieres que te hable de eso ahora? Me preguntó.
Le apreté tiernamente la mano entre las mías.
– Sí, necesito comprender, aunque si eso pudiera hacerme sentir
mal al
escuchar lo que viviste con otras mujeres. Tengo ganas de ser
diferente a
las demás.
– Pero tú eres diferente, Liz. Tú eres espontánea y natural. Tú no
juegas,
tú no engañas. Tienes tanta presencia y ni siquiera eres
consciente. Me
estremeces y me haces sentir seguro al mismo tiempo. Estoy
encantado,
como cautivado, lo sientes, ¿no es así?
¿Es de mi de quién habla?
– Sacha, yo creo que eres tu quien me hace así, respondí molesta.
No
premedito nada.
Afirmó sonriendo.
– Regresando al tema de Allisson, podría decirte que rompimos ya
que
nuestros modos de vida no eran compatibles, o bien que ella era
muy banal
para mi gusto, pero fue necesario algo más que eso: Allisson me
engaño.
La sorprendí con una persona con la cual nunca lo hubiera
imaginado. Era
imperdonable.
No pude evitar acordarme del abrazo apasionado del cuál fui un
testigo
desafortunado la noche anterior en el Waldorf. Debía ser difícil
hacerse
robar su prometida por su propio medio hermano…
– Ven, entremos a la villa y pensemos en nosotros, me interrumpió
bruscamente dirigiéndome a su suite.
La sucesión del programa era en la puesta del sol compartir una
comida
servida sobre la terraza en teck de la villa con vista sobre el
mar turquesa.
Mientras que Sacha se duchaba, descubrí otro de sus regalos
suntuosos: un
vestido en velos trasparentes como el cuento de las Mil y una
noches, unas
cadenas de oro para decorar mis muñecas y mis tobillos. Sacha
apareció en
jeans y una camisa blanca de lino.
La madera de la terraza irradiaba de calor. La botella de champan
nos
esperaba en un cubo repleto de hielo. Sacha me sirvió un copa y
levantó la
suya en mi dirección.
– ¡Por la mujer más bella, incluso vestida con nada… hum sobre
todo
vestida con nada!
– ¡Por el hombre que me incita a vivir vestida con nada!
Una sonrisa carnívora le devoró el rostro.
Estoy dispuesta a saltarme una comida tan
sólo por esa sonrisa…
– Liz, mi princesa.
Enrojecí. Su mirada, sus cumplidos, era tan placentero y casi
demasiado
a la vez. Me tomó la mano y me llevó hacia una gran banca de
madera con
cortinas. Se sentó sobre la orilla de los enormes cojines, y
depositó
nuestras copas sobre la pequeña mesa vecina, y tomó mis dos manos
en las
suyas.
– Liz, te ves tan preciosa en ese vestido. Pareces una belleza
oriental
apenas salida de un cuento de hadas. Esta velada es mágica, ¿no te
parece?
Acarició el interior de mis muñecas con sus pulgares. Tocando
suavemente mientras que todo mi cuerpo se puso como piel de
gallina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario