4. El sueño se derrumba
La puerta-ventana de la habitación estaba abierta de par en par
hacia la
terraza, con la piscina y el mar turquesa al fondo. Desperté poco
a poco. Un
lugar mágico para abrir los ojos. Me revolcaba, desnuda, en la
enorme
cama con sábanas blancas.
Huele a frescura, a islas y a amor…
Sacha se había levantado más temprano.
– Vuelve a dormir princesa, aprovecha, me había dicho dándome un
par
de besos cariñosos.
Hmm, qué delicioso se sentían las
contracturas musculares causadas por
una noche tan tórrida…
Me estiré como gato antes de levantarme y ponerme una de las
camisas
de Sacha. Después fui a buscarlo por la extraordinaria villa.
Todas las
habitaciones daban al exterior. Era una residencia de madera
blanca más
cálida y acogedora que el moderno loft de Sacha en Nueva York.
Nuestro refugio…
Deambulé descalza y escuché la voz de Sacha que venía de la
oficina
que daba al gran salón. Aparentemente se trataba de una llamada de
trabajo, así que decidí no molestarlo. En la cocina, exprimí un
par de
naranjas mientras masticaba un pan tostado y preparé un café para
Sacha.
No sé qué le guste desayunar. De hecho, no
sé nada de sus costumbres…
Llevé la taza a la oficina que ya estaba silenciosa y entré en
ella. Cuando
se dio cuenta de mi presencia, levantó la cabeza, con el ceño
fruncido, pero
su expresión se suavizó de inmediato.
– ¿Molesto?, le pregunté.
– Para nada Liz, estaba intentando solucionar algunos problemas
para
poder tener el día libre.
– ¿Qué problemas?
Se echó para atrás en su sillón y me revisó de arriba a abajo como
apreciándome. Parecía dudar entre contestarme o algo más…
excitante.
– Sabes, pronto tendremos una reunión administrativa. Hay rumores,
ciertamente infundados, y se habla de cambios en la mayoría de las
acciones, pero con eso basta para desestabilizar a nuestros
colaboradores.
Natalia tuvo que afinar algunos detalles esta mañana. Me llamó
para
mantenerme al corriente, es normal.
Claro, es normal… Tenía que encontrar una
manera de arruinar nuestra
pequeña escapada.
– ¿Tendrás que regresar a Nueva York? Pregunté.
– No, confío en que Natalia se hará cargo de la situación…
OK, ya entendí, nada de eso me concierne.
No soy capaz de comprender
los grandes misterios de los jefes de
Goodman & Brown.
– Toma, te hice un café, le digo.
De repente pareció confundido. Se levantó y se me acercó, poniendo
la
taza sobre el escritorio.
– Perdón Liz, era yo quien debía llevarte el desayuno a la cama… A
veces no puedo dejar de pensar en el trabajo.
Me besó suavemente al principio y después con más pasión. Me
sonrojé
al recordar nuestros jugueteos de la noche anterior. Metió la mano
bajo mi
camisa comenzando a encender mi deseo. Sus manos subieron por mi
espalda desnuda, y después levantó la cabeza con un aire coqueto.
– Pero cuando estás aquí, tan cerca de mí, me olvido de todo.
– ¿Hasta de comer? Porque preparé algo para desayunar.
Hizo como si rugiera y aprovechó una de mis carcajadas para
acomodarme en su escritorio y llenarme el cuello de besos.
– ¡No! exclamó como un niño consentido. ¡Tengo hambre de otra
cosa!
Aquel intermedio sensual nos dio hambre. Yo lo observaba
amorosamente mientras devoraba el desayuno que le había preparado.
Qué sexy se ve con el torso desnudo, su
pantalón de lino, saciado de
deseo y aun así tan hambriento...
Su teléfono continuaba al alcance a pesar de todo. No esperaba que
se
desentendiera de todo, finalmente era un hombre con
responsabilidades.
Aparte de darme placer…
– ¿Qué haremos hoy? le pregunté con un destello en los ojos y
muchas
ideas en la cabeza.
Entendió mi insinuación y sonrió.
– Me vas a matar, Liz…
Me besó nuevamente, sus labios estaban frescos y parecía relajado.
– Pensaba que podríamos hacer un recorrido en el hidroplano por la
mañana. Un poco de velocidad y emoción, y después encontrar una
pequeña ensenada tranquila…
– ¿Tal vez para otro tipo de emociones?
– Puede ser, o tal vez saborear una rica langosta a la leña, ya
veremos.
Pero primero debo ir a echar un vistazo al barco. Iban a repararle
un par de
cosas y quiero asegurarme que todo esté en orden.
– ¿Entonces me vas a abandonar? le pregunté con una mueca de
enfado.
– Solamente una o dos horas. Puedes aprovechar para nadar un poco
en
la piscina… o para llamar a tus amigas, o a tu tía a la que le
encantan los
jóvenes, para contarles acerca del lugar de ensueño al que te
trajo este
maravilloso amante que te hace salvajemente el amor…
Se levantó y se colocó detrás del respaldo de mi silla. Sus
últimas
palabras susurradas suavemente en mi nuca desataron una serie de
escalofríos que llegaron hasta el lugar donde mis piernas se unen.
Eché la
cabeza para atrás y él comenzó a besar tiernamente mi cuello.
Este hombre me vuelve loca…
Mientras se bañaba, permanecí sentada en la mesa, con mi taza de
café
entre las manos, viendo la bahía soleada frente a mí. Lancé un
suspiro de
bienestar. En verdad debía aprovechar cada minuto de este viaje
romántico.
Nos encontrábamos lejos de las preocupaciones cotidianas ( bueno, casi ) y
de lo frustrante que a veces resultaba darle vueltas a las cosas.
Sacha era
más accesible y tierno aquí. ¿Cómo sería cuando regresáramos a la
locura
diaria de Nueva York?
Regresó a la habitación, con un rasurado perfecto y oliendo bien,
a
loción.
– Me voy, Liz. Disfruta tu tiempo a solas.
– ¿Sacha? dije, al mismo tiempo que él volteaba.
– ¿Sí?
Se notaba que mi expresión lo inquietó. Fui incapaz de explicar la
angustia que experimenté al verlo partir.
¿Miedo? Como si saliera de nuestro círculo
mágico…
Debía ser el resultado de esos últimos días, de todas las
emociones que
se fueron encadenando a una velocidad increíble. Tuve un momento
de
pánico. Era tan hermoso, como un regalo divino. Agité la cabeza
para
disculparme por mi tontería.
Por un segundo hesitó.
– Te amo Liz, murmuró sorprendido de sí mismo al pronunciar esta
frase.
Sus palabras resonaron en mi corazón.
Una vez sola, me di un chapuzón en la piscina, ¡desnuda! Me
deshice de
la tensión muscular con un par de brazadas antes de secarme al sol
en un
camastro. Me dirigí en seguida a la ducha, me puse un vestido que
había
pensado guardar en la maleta y desenredé mi melena pelirroja.
En la cálida sombra del salón, encendí mi teléfono con la firme
intención de informar, sin pudor alguno, a todas mis amigas y a mi
tía
acerca del sueño que estaba viviendo. Maddie estaría feliz de
saber que me
encontraba segura con Sacha. Jess igualmente. Y me imaginaba desde
ahora los viajes idílicos a la villa de Baie Longue con mi
enamorado, mi
familia y mis amigos…
¿A qué debía tanta suerte?
Mi teléfono comenzó a hacer todos los ruidos imaginables a causa
de
todos los mensajes que había recibido desde que lo había apagado.
¡Todos venían de David! Intentó contactarme al menos treinta veces
a lo
largo de las últimas tres horas.
¿Pero qué le sucede? Entiendo que tal vez
se preocupe después de todo
lo que le conté ayer, pero me parece que
todo el mundo está al corriente de
dónde me encuentro, ¿no? Sacha se lo dijo a
Richard, a Helen, ¡y hasta
Natalia sabe que estoy aquí!
Bueno, tal vez algo pasó. Marqué su número y él contestó
inmediatamente.
– Maldición Liz, ¿por qué apagaste tu teléfono?
– ¿Qué pasa David? Necesitaba un poco de privacidad, es todo. Pasé
la
noche con Sacha después de dejarte ayer. Estoy en Saint-Martin con
él. Era
importante que nos encontráramos de nuevo.
– Ya sé que estás con Sacha, Helen me lo dijo y me alegra que
hayan
podido alejarse un poco, te lo aseguro, pero aquí han estado
pasando cosas
muy extrañas y necesitaba hablarte de ellas, Liz.
– ¡Está bien, David, cálmate! Cuéntamelo todo.
– Espera, prefiero no hablarte desde la oficina. Deja que salga y
te llamo
en cinco minutos.
Acto seguido colgó el teléfono y yo me quedé viendo el celular
mientras
daba vueltas por el salón. ¿Qué podría haber pasado para que le
fuera tan
urgente hablar conmigo? Aún no estaba muy al corriente de las
historias de
Goodman & Brown, aparte de alguno que otro chisme de
aventuras… Pero
aquello debía ser grave e involucrarme de alguna manera para que
David
me hubiera llamado tan insistentemente.
¿Por qué Sacha tuvo que escoger este
preciso momento para ausentarse
?
El teléfono sonó. Contesté de inmediato.
– De acuerdo Liz, te voy a explicar, dijo David casi sin aliento.
Descubrí
algo esta mañana y no pensaba que fuera a llegar a estas
proporciones, pero
me parece que Sacha tiene algo que ver con el asunto.
– Sé más claro David, no entiendo nada de lo que dices.
– Bueno, esta mañana llegué temprano a la oficina pues tenía que
ver
algunas cosas sobre un documento en el que estoy trabajando con
Richard.
Él no había llegado, creo que trabajó ayer hasta tarde según lo
que veo en
el registro de entrada del edificio. Entonces fui a su oficina y
me topé con
un sobre abierto a medias entre dos archivos. Tal vez lo quería
esconder, o
lo olvidó allí, no lo sé. Adentro había algunas fotos y una nota
bastante
clara, una especie de amenaza. Decía: «Piensa bien en tus
intereses en la
próxima junta del consejo.» Estaba firmada con una simple A.
– ¿Y las fotos?
– Pues, no quiero entrar en detalles, respeto mucho a Richard y no
me
interesa su vida privada. Pero podríamos decir que eran bastante
comprometedoras. Se le veía con una mujer que no era su esposa en
posiciones explícitas y situaciones que no van de acuerdo con su
imagen de
poderoso abogado de negocios.
– ¿Qué quiere decir eso?
¡Es insoportable cómo los abogados le dan
vueltas a un asunto!
– ¡Demonios Liz, se le ve desnudo, con una prostituta de lujo en
escenas
claramente sadomasoquistas!
– Ah ya entendí… Pero Richard tiene derecho a hacer lo que quiera
con
su vida, ¿no?
– Como adulto responsable sí, pero es casado, practicante, y padre
de
dos hermosos hijos. Si tú quieres, para Goodman & Brown y para
nuestros
clientes, esto es como el caso Lewinsky…
– ¿Pero qué quiere decir todo esto? ¿Por qué alguien lo
chantajearía?
Porque esto es chantaje, ¿no?
– Sin duda lo es, Liz. Y estratégicamente unos días antes de la
junta del
consejo administrativo. Dicen que algunas personas quieren excluir
a
Sacha y tú llegaste justo a tiempo para hacer creer a todo el
mundo que
simplemente abandonará todos los negocios.
– ¡Pero no es cierto, David!
– ¡Lo sé, pero eso no les importa, Liz! Me parece que todo esto es
un
asunto que viene del interior y que tiene intenciones más obscuras
de lo
que creemos. Además tengo buenas razones para pensar que la firma
es de
Allisson Green, que ha pasado mucho tiempo en la oficina estos
últimos
dos días. Inclusive esta mañana estaba aquí con Natalia.
Quise contarle que había escuchado una acalorada discusión entre
Natalia y Richard, o que sorprendí a Allisson y Ethan en pleno
manoseo en
el Waldorf, pero era imposible interrumpir el monólogo de David.
Yo
apenas comprendía la vida de estas personas, en esta sociedad.
Todo se
mezclaba. ¿Qué era finalmente lo que las vinculaba? ¿Cuáles eran
sus
intereses? Todo eso me resultaba muy ajeno.
– Escucha Liz, te diré lo que pienso. Allisson intenta recuperar
las
acciones de Richard para hacerse socia mayoritaria y así poder
descartar a
Sacha en algún futuro. Esta chica es peligrosa, ya ha demostrado
que es
capaz de hacer todo.
– Sí lo sé bien, la sorprendí casi desnuda con el medio hermano de
Sacha.
– ¿Ethan? Pero es aún más grave que eso…
– ¿Cómo que más grave? ¡Dímelo, David!
– Después. Ahora debemos reaccionar rápido. Natalia debió decirle
a
Allisson dónde se encuentra Sacha en este momento, y ella conoce
muy
bien la villa donde están. Después de todo, todos en Goodman &
Brown
saben que Sacha la había comprado para ella. Intenté hablar con
Natalia
esta mañana, le conté sobre las artimañas que había descubierto, y
me
asombró su respuesta.
– ¿Por qué?
– Le dio la vuelta a la situación magistralmente. Según ella, era
yo quien
estaba propagando los rumores. Sin tomar en cuenta que también fui
yo
quien se metió a hurgar en la oficina de Richard y quien se está
entrometiendo en su vida privada. Ella considera que es una falta
grave que
merecería mi despido de Goodman & Brown. ¡El mundo al revés!
– Mierda, David, en verdad estás metido en un gran lío. ¿Qué
hacemos
ahora?
– Tienes que hablar con Sacha cuanto antes, es urgente. En vista de
las
amenazas que recibió Richard, tengo miedo que le pueda pasar algo.
Miedo… ¿MIEDO ?
– ¿Sacha? ¡Pero él no está aquí conmigo!
– Pero, yo creí que…
No escuché lo demás. Con el celular en la mano, sin tomarme
siquiera la
molestia de cortar la llamada, salí de la casa. Atravesando la
terraza y
después todo el terreno de la villa. Más abajo, el mar estaba
demasiado
vacío, demasiado azul, demasiado vasto. No sabía dónde estaba el
barco de
Sacha. Amarrado a un pontón seguramente o en alguna especie de
estacionamiento para barcos.
Claro, en el agua, tonta
Sin saber a dónde ir aparte de la playa, bajé rápidamente las
escaleras y
atravesé el pasto corriendo. Por poco me caí un par de veces:
andar
descalza sobre la hierba no presentaba mucha dificultad, el problema
llegó
cuando me encontré en medio de la vegetación. Respiraba con
dificultad,
jadeaba y de repente escuché el sonido de un motor que zumbaba a
mi
derecha. Desde donde estaba, no veía claramente de dónde venía,
pero
debía haber alguna ensenada en algún lugar de la playa, escondida
detrás
de las palmeras.
¡Sacha, espérame! ¡Por Dios, Sacha!
Perdí el celular en algún lugar del pasto y hacía un gran esfuerzo
por
avanzar más rápido. Bajé la velocidad lo suficiente para poder
gritar su
nombre pero, ¿me podría oír a pesar del ruido del motor? Llegué a
la
entrada de la ensenada donde debía estar escondido el hangar de
embarcaciones. En ese momento el motor comenzó a embalar. ¡Mierda,
el
barco aceleraba! Una flecha roja de madera, de veinte metros de
largo,
pasó frente a mí con un ruido ensordecedor. Pero la máquina
avanzaba casi
ralentizada. Sacha de pie al timón con la cabellera al viento,
miraba hacia
el infinito manipulando las palancas. Comencé a saltar y agitar
los brazo
como un náufrago intentando llamar la atención de un buque.
– ¡Sachaaaaa! ¡Sachaaa! grité destrozando mis cuerdas vocales.
Finalmente me vio. Apenas volteó la cabeza, concentrado en sus
labores,
pero levantó la mano para saludarme con la mano y sonrió. De
pronto tuve
la sensación de que sería la última vez que me sonreiría. Me
repuse de ello
para volver a saltar mientras gritaba:
– ¡Sachaaa! ¡Sachaaa! ¡Regresa!
Se llevó la mano a la oreja para hacerme entender que no me oía a
causa
del ruido del motor. Me gritó algo que igualmente no pude escuchar.
Señaló su reloj y agitó la mano varias veces como para explicarme
a señas
que pronto regresaría.
¡Eso no importa, regresa!
El miedo no me dejaba respirar e hice todo lo que podía; me movía
en
todas las direcciones, me metí al mar para intentar alcanzar el
barco
nadando. Sacha simplemente me mandó un beso para después retomar
los
controles del navío.
El hidroplano se dirigió al horizonte aumentando la velocidad.
Parecía
volar sobre las olas. El ruido del motor era cada vez menos
fuerte.
Permanecí con los ojos fijos en la silueta de Sacha que se encogía
por
segundos.
Mientras lo observe, no tendrá nada que
temer. Yo lo protejo.
Me volví para regresar a la villa. Fue en ese momento que escuché
la
explosión a lo lejos.
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