CAPITULO 41
Ella
sacó las llaves de su cartera y comenzó a caminar. Estaba por llegar tarde a la
presentación de
su
hijo, y no se podía permitir aquello. Se subió al auto y arrancó lo más rápido
que pudo.
Cuando
llegó se bajó y casi corrió hacia dentro del auditorio. Un poco agitada se
acercó a una de
las
profesoras.
—Señorita
Mimí, ¿Dónde está mi hijo? —le preguntó recuperando un poco el aire que había
perdido.
—Zac
está detrás del escenario señora Efron —le señaló el camino con el dedo.
Starla
asintió con la cabeza y movió de nuevo sus piernas para acercarse al lugar.
Corrió una
cortina
y lo divisó parado en medio de todas las niñas. Sonrió levemente. Él levantó su
pequeña
mirada
azul y sonrió mostrando todos sus dientes al verlas.
—Lo
siento señoritas, pero llegó mi reina —les dijo a las niñas y se abrió camino
de ellas para
acercarse
a su madre. Starla se agachó cuando él estuvo cerca.
—Eres
todo un galancito —le dijo divertida.
—Lo
se mami, pero solo me interesas tú —dijo él.
—Okey,
acabas de ganarte un helado para cuando termine la función —dijo ella y acomodó
un
poco
su pelo —¿Estas nervioso?
—No,
para nada —afirmó y sonrió. Su madre levantó su mano y acarició su rostro. Sus
mejillas
estaban
pobladas de pequeñas pecas, su nariz pequeña adornaba su cara de niño. Él era
tan bello,
su
pequeño bebe. Con solo 5 años ya era todo un hombre, y hablaba como tal.
Una
de las profesoras de ballet se acercó a ellos.
—La
función ya va a comenzar —les avisó. Ambos asintieron y volvieron a mirarse.
—¿Papá
vino? —le preguntó él esperanzado.
—No
Zac, papá esta ocupado —dijo ella.
—Siempre
está ocupado —susurró bajando la mirada.
Starla
tomó su mentón e hizo que la mirara a los ojos. Ella no podía permitir que la
concentración y
la
autoestima de su hijo bajaran por eso.
—Pero
yo estoy aquí y yo quiero verte brillar. Ben también vino a verte…
—¿Ben
está aquí? —dijo entusiasmado. Ben siempre venía a verlo y eso lo alentaba.
Starla sonrió.
—Si,
está aquí y ambos queremos que seas el niño mas lindo de todos.
Zac
rió divertido.
—Soy
el único niño, mami —le dijo.
—Tienes
razón, pero no importa. Para mí eres único y estoy muy orgullosa de ser tu
madre. Ahora
sal
a ese escenario y haz lo que sabes hacer —dijo y le dio una pequeña palmada en
la cola para
que
caminara.
Zac
movió sus pequeñas piernas hacia en escenario y Starla lo perdió de vista.
Se
sentó en el gran piano de la casa de su abuela. Tenía que terminar de saber las
notas, antes de
que
su madre llegara. Levantó la tapa del piano y se sentó en el asiento. Sus
pequeñas piernas no
alcanzaban
el pedal. Así que buscó un libro y lo apoyó sobre él para poder tocar
tranquilo. Miró las
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teclas del majestuoso piano de cola. Con cuidado apoyó uno de sus pequeños
dedos sobre una
de
ellas.
—Cuando
toques el piano, siempre has de cuenta que estas tocando un pedazo de tu alma,
y
tócalo
con cuidado... porque el siente las emociones que tienes cuando lo tocas —le
dijo su madre
sentándose
a su lado.
—¿El
siente mis emociones? —le preguntó él algo asombrado.
—Claro
que él te siente. Ahora pon tus manos como te dije la otra vez, y solo toca
después de que
yo
lo haga —le dijo ella.
Zac
vio como su madre apoyaba sus manos sobre la otra mitad del piano, en la que él
no estaba.
Sus
largos y finos dedos empezaron a moverse, causando que la música saliera suave
y melodiosa.
El
pequeño rubio comenzó a mover los dedos también, copiando el acto de su madre.
Starla sonrió
contenta
mientras veía todo lo que su pequeño de 7 años había avanzado solo en dos
semanas.
Zac
miró a su madre y le sonrió, enseñándole una sonrisa que una pequeña separación
en las
paletas
de sus dientes. Le encantaba tanto llegar de la escuela y sentarse a tocar con
su madre.
Amaba
pasar la tarde con su madre, hablando de los músicos más importantes de la
música clásica.
Y
aprendiendo a tocar algún instrumento nuevo.
—Mami,
¿crees que algún día seré un gran hombre? —le preguntó él.
Starla
dejó de tocar y lo miró.
—Claro
que si mi amor, serás un hombre de bien —le dijo ella acariciando su mejilla.
Sentí
que algo frío caía por mi mejilla. Entonces mi mente salió de aquel extraño
trance en el que
había
entrado y me di cuenta de que estaba sentado en el pasto de la Universidad.
Miré la carta
entre
mis manos y sentí como por mi otra mejilla una nueva lágrima caía. Un nudo se
había
formado
en mi garganta, haciendo que me costara trabajo respirar. Mi madre… mi madre me
había
escrito,
mi madre estaba bien. Ella nunca se olvidó de mí…
—¿Zac?
—escuché que me llamaba. Levanté la cabeza y ella me miraba algo extrañada.
Rápidamente
se acercó y se agacho hasta mi altura —¿Qué sucede?
Entonces
el nudo en mi garganta se hizo más grande. La tomé del brazo y rápidamente la
acerqué
a
mí, para abrazarla. Escondí mi rostro en su cuello y dejé que aquel nudo
saliera de mí,
materializado
en lágrimas. Ella estaba algo confundida, pues sus brazos estaban indecisos a
abrazarme
o no.
—¿Qué
pasa? —me volvió a preguntar.
—Solo
necesito que me abraces, Vanessa —le hablé con la voz algo quebrada —Lo único
que
quiero
es un abrazo.
Y
entonces mi necesitada respuesta llegó. Sentí como sus pequeños brazos me
apretaban con
fuerza
y me acercaban más a ella. Levanté mis brazos y rodeé su cintura. Lloré en
silencio sobre su
cuello.
Sentí como su mano bajaba y subía por mi espalda… pero no con intención sexual
o algo
por
el estilo. Era un gesto de cariño, de consuelo.
Cerré
mis ojos y me quedé ahí, pegado a ella. Respirando su aroma, y sintiendo un
poco de
tranquilidad
entre sus brazos. No sé cuanto tiempo estuvimos así, simplemente perdí la
noción de
todo.
Lentamente comencé a alejarme de ella. Vanessa me miró fijo y levantó su mano
para secar
mi
rostro.
—¿Qué
sucedió? —dijo preocupada.
Miré
la carta que estaba en mis manos y al instante tomé mi mochila y la guarde
allí. Sonriendo
levemente
me puse de pie y ayudé a Vanessa a que lo hiciera.
—Nada
cariño, tranquila —le dije y acaricié su rostro.
—No,
no puedes decirme nada… porque tú estabas llorando y no creo que te pongas a
llorar por
nada…
no eres la clase de hombre que llora porque si.
—¿Estas
preocupada por mi? —le dije arqueando una ceja.
—¿Acaso
ni cuando estas mal logras controlarte un poco?
Sonreí
divertido, aunque de verdad no me sentía muy bien que digamos.
—Nunca
vas a dejarme escuchar que estás muy preocupada por mí ¿verdad? —le dije.
—No…
no es eso. Yo si me preocupo por ti… anda, dime que pasó —dijo.
—¿Qué
haces aquí? —le pregunté.
—Vine
a buscar unos papeles que necesitaba y pasé y te vi aquí… ¿Vas a decirme?
—Te
extrañe hoy en las clases… no tenía a quien mirar de manera posesiva —dije para
seguir
cambiando
de tema.
—¡Ya
no me cambies de tema! —me reprochó.
—Ya
es tarde cariño, va a ser mejor que vayas para casa —le dije y me acerqué a
ella para besar
su
frente. Me tarde un poco más de lo que el gesto ameritaba.
—Pero…
—intentó hablar ella, pero comencé a caminar.
Me
metí a la Universidad, necesitaba encontrar un lugar tranquilo para pensar, y
que mejor lugar
que
sala de música. Miré a mí alrededor y ya casi nadie estaba en la Universidad.
Llegué al salón y
entré.
Sonreí al ver el piano. Me acerqué, lo abrí y me senté frente a él.
‘—Cuando
tocas el piano estas tocando un pedazo de tu alma…’
Sonreí
de nuevo al recordar otra vez sus dulces y sabias palabras. Acaricie las teclas
y luego
coloque
bien mis dedos sobre ellas. Comencé a tocar una de sus canciones favoritas, el
Pachabel
Canon
in D de Mozart. Mis dedos no habían perdido la habilidad de tocar, pensé que si
ya que hacía
mucho
que no tocaba el piano.
Muchos
recuerdos más llenaron mi cabeza. Estaba por terminar, cuando sentí una
presencia en la
sala.
Levanté la cabeza y ella estaba parada en la puerta.
—Vanessa,
¿Qué haces aquí? —dije sorprendido.
Con
cuidado ella comenzó a acercarse. Se sentó a mi lado y miró al piano.
—No
sabía que tocabas tan lindo —me dijo. Ella giró su cabeza y me miró —¿Puedes
tocar algo
para
mí?
La
miré fijo y entonces recordé aquella canción que hace unos años, cuando estaba
aburrido, había
aprendido
a tocar en piano.
—Si
—dije asintiendo —Y no solo voy a tocar algo para ti, sino que voy a cantarlo
también…
—¿Cantas?
—dijo sorprendida.
—Hago
un esfuerzo —coloqué mis manos sobre el piano de nuevo.
—Vaya…
de verdad me sorprendes —musitó.
Moví
de nuevo mis dedos y la música comenzó a salir. Miré mis manos, para tratar de
recordar
mejor
las notas… y al instante invadieron mi cabeza. Giré mi cabeza para volver a
mirarla.
—My
life is brilliant. My love is pure. I saw an angel. Of that I'm sure. She
smiled at me on the
subway.
She was with another man. But I won't lose no sleep on that, 'Cause I've got a
plan.
You're
beautiful. You're beautiful. You're beautiful, it's true. I saw you face in a
crowded place, And
I
don't know what to do, 'Cause I'll never be with you. Yeah, she caught my eye,
As we walked on
by.
She could see from my face that I was, Fucking high, And I don't think that
I'll see her again,
But
we shared a moment that will last till the end. You're beautiful. You're
beautiful. You're
beautiful,
it's true. I saw you face in a crowded place, And I don't know what to do,
'Cause I'll
never
be with you —su mirada se volvió tierna —You're beautiful. You're beautiful.
You're beautiful,
it's
true. There must be an angel with a smile on her face, When she thought up that
I should be
with
you. But it's time to face the truth, I will never be with you...
Las
últimas notas no llegué a tocarlas bien, pues me concentré mucho en mirarla.
Sus ojos ahora
estaban
vidriosos y amenazaban con soltar lágrimas.
Rápidamente
se acercó a mí y tomó mis labios con los suyos. Sentí una pequeña presión en mi
pecho,
y me di cuenta de que era mi corazón acelerado. Posó una de sus manos en mi
mejilla y me
acarició
mientras comenzaba a mover su boca sobre la mía. Un débil sonido salió de mi
garganta y
al
instante mi necesidad de ella me atrapó. Exigiendo más de su boca tomé su
rostro con ambas
manos
y la acerqué más a mí. Su pequeña mano subió hasta mi nuca, mientras nuestras
bocas se
acariciaban
tiernamente. Soltando sus labios apenas, apoyé mi frente contra la suya, y
respiré
profundamente.
Abrí mis ojos y sus ojos estaban cerrados. Nuestras respiraciones se mezclaban
agitadas
en ese pequeño espacio que nos separaba.
—Diablos,
Vanessa… esto no puede ser así —susurré.
—Lo
se, lo se —me dijo rápidamente.
Apretando
los dientes me alejé de ella. Yo no quería sentir esto… no podía sentirlo. Una
vez perdí a
alguien
que amaba mucho. Y me conozco, yo se que si dejo que esto pase… voy a
arruinarlo quiera
o
no quiera, siempre termino arruinando las cosas.
—Ya
es tarde cariño, ve a casa. Juro que hoy en la noche voy a llamarte —le dije.
Ella
se puso de pie y asintió con la cabeza.
—Está
bien… pero ¿no quieres contarme? —me dijo. Le sonreí levemente.
—No,
no hay nada que contar —dije. Volvió a asentir y caminó hasta la puerta. Se
giró a verme, y
pensé
que me pondría de pie y caminaría hasta ella para abrazarla y besarla otra vez.
—Sabes
que puedes contar conmigo Zac, y que siempre que necesites hablar voy a
escucharte.
—Si
cariño, lo se.
Sonrió
por lo bajo y salió de allí. Solté un suspiró y volví a mirar al piano.
Entonces mi cabeza
comenzó
a pensar en todas las cartas que me habrá mando y que el canalla de mi padre
nunca me
dio.
Tomé mi celular… el maldito infeliz iba a escucharme.
—¿Qué
sucede Zac? —me preguntó al atender.
—¿Dónde
están las cartas que me mandó mi madre? —le pregunté. No dijo nada. Al parecer
no
esperaba
que le dijera eso —Las quiero, quiero todas las cartas que ella me escribió.
—No
se donde están —dijo.
—¡Mentira!
¡Si lo sabes! ¡Tú las tienes! —le grite.
—¡Antes
que nada te calmas! —me levantó la voz el también —¡Si te digo que no las tengo
es
porque
no las tengo!
—Voy
a ir a tu oficina ahora mismo y me vas a dar esas cartas, al igual que un
número de teléfono
en
donde puedo comunicarme con ella. ¿No se si lo sabes? Pero mañana es su cumpleaños
y
quiero
hablar con ella…
—No
Zac —sentenció.
—¡Si
maldita sea, me vas a dar lo que te estoy pidiendo! ¡Te guste o no! —colgué el
teléfono y salí
de
la sala de música alterado. Pero mi enojo se calmo un poco al verla detrás de
la puerta —Nessa
—le
dije.
Ella
trago saliva.
—Lo
siento, solo quería escucharte tocar…
CAPITULO 42
Todo
el enojo que se había acumulado en mí, se había evaporado como por arte de
magia al
escuchar
sus palabras.
—¿Escuchaste
verdad? —le pregunté. Ella apretó sus labios.
—Perdón…
perdón yo no quería escuchar. Lo único que quería era escucharte tocar —se
disculpó.
Sonreí
y acomodé un mechón de su cabello.
—Prometo
que voy a hacer un concierto para ti sola —dije.
Entonces
se acercó a mí y me abrazó. Aquel extraño gesto mandó un escalofrío por todo mi
cuerpo.
Me
quedé inmóvil, pensando en que hacer. Reaccionando, mis brazos se levantaron y
la
envolvieron.
Atiné
a esconder mi rostro en su cuello y acercarla más a mí. Era tan extraña la
sensación volátil y
tonta
que me invadía. Su perfume era tan delicioso y adictivo. Con sutileza froté mis
labios contra
su
piel.
—Suéltame,
Vanessa, sino no podré dejarte ir —le susurré.
—No
me dejes, llévame contigo —me dijo. La acerqué más a mí.
—No
puedo cariño, voy a la oficina de mi padre —le dije. Ella se alejó despacio.
—Te
acompaño… luego podemos ir a tomar un helado.
La
miré bien y sonreí.
—¿Es
una cita? —pregunté.
—¿Por
qué no? —dijo.
—¿Estás
aceptando que me estás invitando a salir? —dije sin poder creerlo —Pellízcame.
Rió
por lo bajo.
—Pero
si no quieres… me voy a casa.
—No,
claro que no. Ahora no me vengas con excusas.
—Entonces,
vamos —dijo y comenzó a caminar. No pude moverme, me quedé quito mirándola. Se
detuvo
y se giró a verme.
—¿Qué
sucede? —me preguntó.
—Que
realmente eres hermosa —le dije bobamente. Sus mejillas tomaron un poco de
color.
—Vamos
marilynmansero, se hace tarde —dijo.
Caminé
hasta ella y la miré fijo a los ojos.
—Tienes
algo en los labios —dije. Frunció el ceño y llevó las manos a su boca.
—¿Dónde?
—preguntó y bajó la mirada intentando verse a si misma. Sonreí.
Con
su mirada distraída me acerqué más a ella y quité su mano de mi camino para
rozar sus labios.
Su
boca soltó un leve suspiro. Besándola suavemente di un paso hacia ella,
haciendo que nuestros
cuerpos
quedaran más cerca. Con cuidado mordí su labio inferior, para luego alejarme
despacio.
—Como
me gusta besarte, Vanessa —le confesé aun cerca.
Ella
se alejó un poco más y me miró a los ojos. Mordió sus labios y se volvió a
sonrojar.
—Vamos,
¿quieres? —me dijo.
Salimos
de allí y caminamos hasta el estacionamiento. Miré a mí alrededor buscando su
auto, pero
no
estaba.
—¿En
que viniste? —le pregunté.
—Caminando
—dijo simplemente.
—Perfecto
—aseguré —Así podré llevarte conmigo… bien cerca.
—Eres
un aprovechador —me acusó. Sonreí y me subí a Betty
—Sube
aquí —le hice el gesto para que se sentara justo frente a mí.
—¿Y
si mejor voy atrás? —preguntó.
—No
seas vueltera, y ven aquí —dije y la tomé de la mano para jalarla hacia la
moto.
Se
subió y se acomodó bien. Recogió su cabello y me dejó la linda vista de su
nuca. No pude
contenerme
y me acerqué a besar su cuello. Ella dio un pequeño salto.
—Zac
—se quejó.
—Lo
siento, lo siento. Eres demasiado irresistible…
—¿Puedes
dejar de jugar y vamos? —me pidió.
Con
una pequeña sonrisa arranqué y prendimos marcha hacia la oficina de mi padre.
En el camino
mi
cabeza no dejaba de pensar en la carta de mi madre. No dejaba de pensar en
Hope.
¿Pueden
creerlo?
Tengo
una hermana. Toda mi vida quise tener hermanos, y ahora se que tengo una. Es
increíble.
—¿Estás
bien? —su voz llegó medio lejana a mi cabeza. La miré a los ojos.
—¿Qué?
—pregunté.
—¿Qué
si estás bien, Zac? —repitió algo preocupada.
—Si
cariño, ¿Por qué lo dices? – le dije.
—Porque
tienes cara de enojado.
Le
sonreí levemente y besé su mejilla.
—No
estoy enojado, solo estaba pensando.
Me
detuve justo frente a las oficinas de mi padre. Me bajé primero y ayudé a
Vanessa a bajar.
Comenzamos
a caminar hacia adentro.
Sin
saludar a nadie de la entrada, me dirigí directamente al ascensor. Nos subimos
y marqué el piso
de
mi padre.
Estaba
ansioso por llegar. Necesitaba saber en donde estaban todas esas cartas. Y esta
vez David
no
se iba a salir con la suya.
Llegamos
al piso y nos bajamos. La secretaria de mi padre me miró sorprendida y estaba
por
agarrar
el teléfono.
—Deja
ese teléfono allí, Aly —le dije. Ella colgó el tubo. Miré a Vanessa —Espérame
aquí cariño,
¿Si?
—Aquí
te espero —me dijo.
Le
sonreí apenas y caminé rápidamente hasta la puerta de mi padre. Sin tocar la
abrí y entré. Él me
miró
fijo cuando lo hice. Cerré la puerta con algo de fuerza y lo miré fijo a los
ojos.
—¿Dónde
están las cartas? —le dije lo más calmado que pude.
—Hola
¿no? Hace mucho que no te veo —me dijo el muy cínico.
—¡Contéstame!
—le exigí. Él no dijo nada. Entonces tomé la carta que había guardado y se la
mostré
—¿Sabes lo que es esto? —pregunté y sonreí irónicamente —Es una carta de mamá.
—¿De
donde sacaste eso? —me preguntó poniéndose de pie.
—Quiero
todas las cartas que ella me mandó. ¡Son mías y nada tienen que ver contigo!
—¿Por
qué sigues insistiendo con ella? ¿Acaso no ves que nunca le importaste? ¡Si le
hubieses
importado
no se hubiese ido con aquel infeliz!
—¡Ella
se fue por tu culpa! —le grité.
—Solo
voy a decirte una cosa Zac… no me busques —me dijo hablando en voz baja.
—Por
lo menos dame un teléfono en donde llamarla. Mañana es su cumpleaños… quiero
hablar con
ella
—le dije reteniendo todo mi enojo.
—No
—sentenció.
—¡Maldita
sea! —le rugí y tiré todas las cosas que estaban sobre el escritorio. Abrí la puerta
y salí
de
allí. Sin prestar atención a que Vanessa estaba allí me acerqué a Aly —¡¿Dónde
está el número
de
ella Aly?! —le pregunté bastante alterado.
—Yo…
yo no lo se —me contestó nerviosa.
—¡Si
que lo sabes! —le grité.
Sentí
unas pequeñas manos tomarme del brazo y jalarme hacia ella. Cerré los ojos y
dejé que ella
me
calmara con sus brazos.
—Tranquilo
—me susurró mientras me abrazaba más.
Otra
vez todo eso enojo que tenía se evaporó. Me quedé quieto cerca de ella, sus
manos subían y
bajaban
por mi espalda, calmándome. Luego de unos segundos me alejé con cuidado.
—Lo
lamento —le dije mirándola a los ojos.
—Oye,
tranquilo —me dijo y acarició mi mejilla. Me giré a mirar a Aly.
—Lo
siento Aly, se que no tienes nada que ver —me disculpé.
—Todo
está bien, Zac —me dijo ella. David salió de la oficina y se quedó quieto al
ver a Vanessa
allí.
La miró extrañado por unos cuantos segundos.
—No
sabía que estabas acompañado —me dijo sin dejar de mirarla.
—Si,
pero ya nos vamos —le dije apretando los dientes.
—No
espera —dijo él y lo miré —Necesito que hagas una cosa, y te voy a dar el
número que
quieres…
—¿Qué
cosa? —pregunté al instante.
—Necesito
que le lleves esto a Donald que está abajo esperando, y que firmes por mí el
papel que
él
tiene —me indicó.
—Para
eso tienes empleados —le recordé.
—¿Quieres
el número? Entonces has lo que te digo —me dijo. Solté un suspiró cansado. Me
acerqué
a él y tomé el papel. Miré a Vanessa.
—Espérame
aquí por favor —le pedí. Ella asintió y salí de allí.
Bajé
rápidamente por las escaleras para no perder mi tiempo, necesitaba ese número
para poder
hablar
con mi madre.
Me
encontré con Donald, le di el papel y firmé otro. Volví a subir, estaba por
entrar a la sala, pero
me
quedé detrás de la puerta al escuchar a mi padre hablar.
—Pensé
que eres una chica inteligente, Vanessa —le dijo.
—Y
yo pensé que usted era un hombre honesto y trabajador señor Efron, pero veo que
las
apariencias
engañan —le dijo ella.
—Te
conviene tenerme como amigo pequeña, ya que si pretendes estar con mi hijo y
casarte con
él
tienes que tener mi agrado…
Vanessa
empezó a reír y no pude evitar sonreír por ello.
—No
puedo creer que haya dicho eso… ¿Usted se da cuenta de lo que acaba de decir?
Señor Efron
tengo
19 años y no tengo intenciones de casarme aun… además de que no creo que su
hijo quiera
eso
—le dijo divertida.
—No
seas insolente —le advirtió.
—Y
usted no sea ridículo. Olvídese de que voy a hacer algo de lo que me acaba de
pedir, esta muy
equivocado
si piensa que voy a decirle algo malo con respecto a…
Entré
y ambos me miraron. Miré fijo a mi padre. Estaba algo rojo y se notaba que
estaba molesto.
En
cambio Vanessa tenía esa cara de calma y armonía que siempre lograba hacerme
sentir mejor.
—¿Pasó
algo? —le pregunté.
—No
nada, solo que tu padre se sabe unos chistes muuuuy graciosos —me dijo ella sin
dejar de
mirarlo.
—Espero
que te hayan tratado bien —dije mirando a mi padre.
—No
tengo nada para decir —me dijo ella.
David
se acercó a la mesa de la secretaría y tomó un papel, anotó algo y me lo dio.
Lo miré y era
un
número de teléfono.
—¿Vamos
Nessa? —le pregunté. Ella me miró y sonrió.
—Vamos
—dijo asintiendo —Adiós señor Efron… fue un placer hablar con usted.
—Adiós
señorita Hudgens —le dijo él.
Salimos
de allí y noté que la cara de calma y armonía de Vanessa había cambiado por una
cara de
molestia.
—¿Qué
sucede? —le pregunté. Me miró y sonrió levemente.
—No,
nada. Solo estaba pensando —me dijo.
—Cariño,
yo se que dijimos de ir a tomar un helado… pero ¿podríamos dejarlo para otro
día?
—Claro
que si —dijo y me miró a los ojos —Debo ir a hacer unas cosas, ¿necesitas algo
de mí?
‘Varias
cosas me gustarían de ti’
—No
cariño, nada —le dije antes de decirle semejante barbaridad.
—¿Seguro?
¿No quieres que me quede contigo? —preguntó.
—¿Vas
a admitir que estas preocupada por mí? —le dije. Ella sonrió y luego bajó la
mirada.
—Claro
que estoy preocupada por ti…
—¿Cuánto?
—Bastante
—dijo mientras miraba para otro lado.
—¿Y
por qué será eso?
—Porque,
porque… debo irme —dijo y comenzó a caminar.
—Vanessa
—la llamé. Se giró a verme —Porque te mueres por mí, ¿verdad?
Revoleó
los ojos y negó con la cabeza.
—Luego
te llamo… ¿estás seguro que estarás bien?
—Si,
voy a estar bien —le dije divertido.
—¿No
vas a hacer ninguna tontería, cierto?
—No
voy a hacer ninguna tontería.
—¿Me
lo prometes?
—Si
no te vas voy a besarte —le dije. Sus ojos se abrieron bien y pestañeó varias
veces.
—Ya
me voy —dijo algo nerviosa y comenzó a caminar.
Sonreí
al ver su paso apresurado al caminar, entonces corrí hasta ella y la tomé del
brazo para
jalarla
hacia mí y besarla dulcemente en los labios.
—Igual
iba a hacerlo.
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