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Peligrosa Obsesión - Capítulo 41 y 42


CAPITULO 41
Ella sacó las llaves de su cartera y comenzó a caminar. Estaba por llegar tarde a la presentación de
su hijo, y no se podía permitir aquello. Se subió al auto y arrancó lo más rápido que pudo.
Cuando llegó se bajó y casi corrió hacia dentro del auditorio. Un poco agitada se acercó a una de
las profesoras.
—Señorita Mimí, ¿Dónde está mi hijo? —le preguntó recuperando un poco el aire que había
perdido.
—Zac está detrás del escenario señora Efron —le señaló el camino con el dedo.
Starla asintió con la cabeza y movió de nuevo sus piernas para acercarse al lugar. Corrió una
cortina y lo divisó parado en medio de todas las niñas. Sonrió levemente. Él levantó su pequeña
mirada azul y sonrió mostrando todos sus dientes al verlas.
—Lo siento señoritas, pero llegó mi reina —les dijo a las niñas y se abrió camino de ellas para
acercarse a su madre. Starla se agachó cuando él estuvo cerca.
—Eres todo un galancito —le dijo divertida.
—Lo se mami, pero solo me interesas tú —dijo él.
—Okey, acabas de ganarte un helado para cuando termine la función —dijo ella y acomodó un
poco su pelo —¿Estas nervioso?
—No, para nada —afirmó y sonrió. Su madre levantó su mano y acarició su rostro. Sus mejillas
estaban pobladas de pequeñas pecas, su nariz pequeña adornaba su cara de niño. Él era tan bello,
su pequeño bebe. Con solo 5 años ya era todo un hombre, y hablaba como tal.
Una de las profesoras de ballet se acercó a ellos.
—La función ya va a comenzar —les avisó. Ambos asintieron y volvieron a mirarse.
—¿Papá vino? —le preguntó él esperanzado.
—No Zac, papá esta ocupado —dijo ella.
—Siempre está ocupado —susurró bajando la mirada.
Starla tomó su mentón e hizo que la mirara a los ojos. Ella no podía permitir que la concentración y
la autoestima de su hijo bajaran por eso.
—Pero yo estoy aquí y yo quiero verte brillar. Ben también vino a verte…
—¿Ben está aquí? —dijo entusiasmado. Ben siempre venía a verlo y eso lo alentaba. Starla sonrió.
—Si, está aquí y ambos queremos que seas el niño mas lindo de todos.
Zac rió divertido.
—Soy el único niño, mami —le dijo.
—Tienes razón, pero no importa. Para mí eres único y estoy muy orgullosa de ser tu madre. Ahora
sal a ese escenario y haz lo que sabes hacer —dijo y le dio una pequeña palmada en la cola para
que caminara.
Zac movió sus pequeñas piernas hacia en escenario y Starla lo perdió de vista.
Se sentó en el gran piano de la casa de su abuela. Tenía que terminar de saber las notas, antes de
que su madre llegara. Levantó la tapa del piano y se sentó en el asiento. Sus pequeñas piernas no
alcanzaban el pedal. Así que buscó un libro y lo apoyó sobre él para poder tocar tranquilo. Miró las
88 teclas del majestuoso piano de cola. Con cuidado apoyó uno de sus pequeños dedos sobre una
de ellas.
—Cuando toques el piano, siempre has de cuenta que estas tocando un pedazo de tu alma, y
tócalo con cuidado... porque el siente las emociones que tienes cuando lo tocas —le dijo su madre
sentándose a su lado.
—¿El siente mis emociones? —le preguntó él algo asombrado.
—Claro que él te siente. Ahora pon tus manos como te dije la otra vez, y solo toca después de que
yo lo haga —le dijo ella.
Zac vio como su madre apoyaba sus manos sobre la otra mitad del piano, en la que él no estaba.
Sus largos y finos dedos empezaron a moverse, causando que la música saliera suave y melodiosa.
El pequeño rubio comenzó a mover los dedos también, copiando el acto de su madre. Starla sonrió
contenta mientras veía todo lo que su pequeño de 7 años había avanzado solo en dos semanas.
Zac miró a su madre y le sonrió, enseñándole una sonrisa que una pequeña separación en las
paletas de sus dientes. Le encantaba tanto llegar de la escuela y sentarse a tocar con su madre.
Amaba pasar la tarde con su madre, hablando de los músicos más importantes de la música clásica.
Y aprendiendo a tocar algún instrumento nuevo.
—Mami, ¿crees que algún día seré un gran hombre? —le preguntó él.
Starla dejó de tocar y lo miró.
—Claro que si mi amor, serás un hombre de bien —le dijo ella acariciando su mejilla.
Sentí que algo frío caía por mi mejilla. Entonces mi mente salió de aquel extraño trance en el que
había entrado y me di cuenta de que estaba sentado en el pasto de la Universidad. Miré la carta
entre mis manos y sentí como por mi otra mejilla una nueva lágrima caía. Un nudo se había
formado en mi garganta, haciendo que me costara trabajo respirar. Mi madre… mi madre me había
escrito, mi madre estaba bien. Ella nunca se olvidó de mí…
—¿Zac? —escuché que me llamaba. Levanté la cabeza y ella me miraba algo extrañada.
Rápidamente se acercó y se agacho hasta mi altura —¿Qué sucede?
Entonces el nudo en mi garganta se hizo más grande. La tomé del brazo y rápidamente la acerqué
a mí, para abrazarla. Escondí mi rostro en su cuello y dejé que aquel nudo saliera de mí,
materializado en lágrimas. Ella estaba algo confundida, pues sus brazos estaban indecisos a
abrazarme o no.
—¿Qué pasa? —me volvió a preguntar.
—Solo necesito que me abraces, Vanessa —le hablé con la voz algo quebrada —Lo único que
quiero es un abrazo.
Y entonces mi necesitada respuesta llegó. Sentí como sus pequeños brazos me apretaban con
fuerza y me acercaban más a ella. Levanté mis brazos y rodeé su cintura. Lloré en silencio sobre su
cuello. Sentí como su mano bajaba y subía por mi espalda… pero no con intención sexual o algo
por el estilo. Era un gesto de cariño, de consuelo.
Cerré mis ojos y me quedé ahí, pegado a ella. Respirando su aroma, y sintiendo un poco de
tranquilidad entre sus brazos. No sé cuanto tiempo estuvimos así, simplemente perdí la noción de
todo. Lentamente comencé a alejarme de ella. Vanessa me miró fijo y levantó su mano para secar
mi rostro.
—¿Qué sucedió? —dijo preocupada.
Miré la carta que estaba en mis manos y al instante tomé mi mochila y la guarde allí. Sonriendo
levemente me puse de pie y ayudé a Vanessa a que lo hiciera.
—Nada cariño, tranquila —le dije y acaricié su rostro.
—No, no puedes decirme nada… porque tú estabas llorando y no creo que te pongas a llorar por
nada… no eres la clase de hombre que llora porque si.
—¿Estas preocupada por mi? —le dije arqueando una ceja.
—¿Acaso ni cuando estas mal logras controlarte un poco?
Sonreí divertido, aunque de verdad no me sentía muy bien que digamos.
—Nunca vas a dejarme escuchar que estás muy preocupada por mí ¿verdad? —le dije.
—No… no es eso. Yo si me preocupo por ti… anda, dime que pasó —dijo.
—¿Qué haces aquí? —le pregunté.
—Vine a buscar unos papeles que necesitaba y pasé y te vi aquí… ¿Vas a decirme?
—Te extrañe hoy en las clases… no tenía a quien mirar de manera posesiva —dije para seguir
cambiando de tema.
—¡Ya no me cambies de tema! —me reprochó.
—Ya es tarde cariño, va a ser mejor que vayas para casa —le dije y me acerqué a ella para besar
su frente. Me tarde un poco más de lo que el gesto ameritaba.
—Pero… —intentó hablar ella, pero comencé a caminar.
Me metí a la Universidad, necesitaba encontrar un lugar tranquilo para pensar, y que mejor lugar
que sala de música. Miré a mí alrededor y ya casi nadie estaba en la Universidad. Llegué al salón y
entré. Sonreí al ver el piano. Me acerqué, lo abrí y me senté frente a él.
‘—Cuando tocas el piano estas tocando un pedazo de tu alma…’
Sonreí de nuevo al recordar otra vez sus dulces y sabias palabras. Acaricie las teclas y luego
coloque bien mis dedos sobre ellas. Comencé a tocar una de sus canciones favoritas, el Pachabel
Canon in D de Mozart. Mis dedos no habían perdido la habilidad de tocar, pensé que si ya que hacía
mucho que no tocaba el piano.
Muchos recuerdos más llenaron mi cabeza. Estaba por terminar, cuando sentí una presencia en la
sala. Levanté la cabeza y ella estaba parada en la puerta.
—Vanessa, ¿Qué haces aquí? —dije sorprendido.
Con cuidado ella comenzó a acercarse. Se sentó a mi lado y miró al piano.
—No sabía que tocabas tan lindo —me dijo. Ella giró su cabeza y me miró —¿Puedes tocar algo
para mí?
La miré fijo y entonces recordé aquella canción que hace unos años, cuando estaba aburrido, había
aprendido a tocar en piano.
—Si —dije asintiendo —Y no solo voy a tocar algo para ti, sino que voy a cantarlo también…
—¿Cantas? —dijo sorprendida.
—Hago un esfuerzo —coloqué mis manos sobre el piano de nuevo.
—Vaya… de verdad me sorprendes —musitó.
Moví de nuevo mis dedos y la música comenzó a salir. Miré mis manos, para tratar de recordar
mejor las notas… y al instante invadieron mi cabeza. Giré mi cabeza para volver a mirarla.
—My life is brilliant. My love is pure. I saw an angel. Of that I'm sure. She smiled at me on the
subway. She was with another man. But I won't lose no sleep on that, 'Cause I've got a plan.
You're beautiful. You're beautiful. You're beautiful, it's true. I saw you face in a crowded place, And
I don't know what to do, 'Cause I'll never be with you. Yeah, she caught my eye, As we walked on
by. She could see from my face that I was, Fucking high, And I don't think that I'll see her again,
But we shared a moment that will last till the end. You're beautiful. You're beautiful. You're
beautiful, it's true. I saw you face in a crowded place, And I don't know what to do, 'Cause I'll
never be with you —su mirada se volvió tierna —You're beautiful. You're beautiful. You're beautiful,
it's true. There must be an angel with a smile on her face, When she thought up that I should be
with you. But it's time to face the truth, I will never be with you...
Las últimas notas no llegué a tocarlas bien, pues me concentré mucho en mirarla. Sus ojos ahora
estaban vidriosos y amenazaban con soltar lágrimas.
Rápidamente se acercó a mí y tomó mis labios con los suyos. Sentí una pequeña presión en mi
pecho, y me di cuenta de que era mi corazón acelerado. Posó una de sus manos en mi mejilla y me
acarició mientras comenzaba a mover su boca sobre la mía. Un débil sonido salió de mi garganta y
al instante mi necesidad de ella me atrapó. Exigiendo más de su boca tomé su rostro con ambas
manos y la acerqué más a mí. Su pequeña mano subió hasta mi nuca, mientras nuestras bocas se
acariciaban tiernamente. Soltando sus labios apenas, apoyé mi frente contra la suya, y respiré
profundamente. Abrí mis ojos y sus ojos estaban cerrados. Nuestras respiraciones se mezclaban
agitadas en ese pequeño espacio que nos separaba.
—Diablos, Vanessa… esto no puede ser así —susurré.
—Lo se, lo se —me dijo rápidamente.
Apretando los dientes me alejé de ella. Yo no quería sentir esto… no podía sentirlo. Una vez perdí a
alguien que amaba mucho. Y me conozco, yo se que si dejo que esto pase… voy a arruinarlo quiera
o no quiera, siempre termino arruinando las cosas.
—Ya es tarde cariño, ve a casa. Juro que hoy en la noche voy a llamarte —le dije.
Ella se puso de pie y asintió con la cabeza.
—Está bien… pero ¿no quieres contarme? —me dijo. Le sonreí levemente.
—No, no hay nada que contar —dije. Volvió a asentir y caminó hasta la puerta. Se giró a verme, y
pensé que me pondría de pie y caminaría hasta ella para abrazarla y besarla otra vez.
—Sabes que puedes contar conmigo Zac, y que siempre que necesites hablar voy a escucharte.
—Si cariño, lo se.
Sonrió por lo bajo y salió de allí. Solté un suspiró y volví a mirar al piano. Entonces mi cabeza
comenzó a pensar en todas las cartas que me habrá mando y que el canalla de mi padre nunca me
dio. Tomé mi celular… el maldito infeliz iba a escucharme.
—¿Qué sucede Zac? —me preguntó al atender.
—¿Dónde están las cartas que me mandó mi madre? —le pregunté. No dijo nada. Al parecer no
esperaba que le dijera eso —Las quiero, quiero todas las cartas que ella me escribió.
—No se donde están —dijo.
—¡Mentira! ¡Si lo sabes! ¡Tú las tienes! —le grite.
—¡Antes que nada te calmas! —me levantó la voz el también —¡Si te digo que no las tengo es
porque no las tengo!
—Voy a ir a tu oficina ahora mismo y me vas a dar esas cartas, al igual que un número de teléfono
en donde puedo comunicarme con ella. ¿No se si lo sabes? Pero mañana es su cumpleaños y
quiero hablar con ella…
—No Zac —sentenció.
—¡Si maldita sea, me vas a dar lo que te estoy pidiendo! ¡Te guste o no! —colgué el teléfono y salí
de la sala de música alterado. Pero mi enojo se calmo un poco al verla detrás de la puerta —Nessa
—le dije.
Ella trago saliva.
—Lo siento, solo quería escucharte tocar…
CAPITULO 42
Todo el enojo que se había acumulado en mí, se había evaporado como por arte de magia al
escuchar sus palabras.
—¿Escuchaste verdad? —le pregunté. Ella apretó sus labios.
—Perdón… perdón yo no quería escuchar. Lo único que quería era escucharte tocar —se disculpó.
Sonreí y acomodé un mechón de su cabello.
—Prometo que voy a hacer un concierto para ti sola —dije.
Entonces se acercó a mí y me abrazó. Aquel extraño gesto mandó un escalofrío por todo mi cuerpo.
Me quedé inmóvil, pensando en que hacer. Reaccionando, mis brazos se levantaron y la
envolvieron.
Atiné a esconder mi rostro en su cuello y acercarla más a mí. Era tan extraña la sensación volátil y
tonta que me invadía. Su perfume era tan delicioso y adictivo. Con sutileza froté mis labios contra
su piel.
—Suéltame, Vanessa, sino no podré dejarte ir —le susurré.
—No me dejes, llévame contigo —me dijo. La acerqué más a mí.
—No puedo cariño, voy a la oficina de mi padre —le dije. Ella se alejó despacio.
—Te acompaño… luego podemos ir a tomar un helado.
La miré bien y sonreí.
—¿Es una cita? —pregunté.
—¿Por qué no? —dijo.
—¿Estás aceptando que me estás invitando a salir? —dije sin poder creerlo —Pellízcame.
Rió por lo bajo.
—Pero si no quieres… me voy a casa.
—No, claro que no. Ahora no me vengas con excusas.
—Entonces, vamos —dijo y comenzó a caminar. No pude moverme, me quedé quito mirándola. Se
detuvo y se giró a verme.
—¿Qué sucede? —me preguntó.
—Que realmente eres hermosa —le dije bobamente. Sus mejillas tomaron un poco de color.
—Vamos marilynmansero, se hace tarde —dijo.
Caminé hasta ella y la miré fijo a los ojos.
—Tienes algo en los labios —dije. Frunció el ceño y llevó las manos a su boca.
—¿Dónde? —preguntó y bajó la mirada intentando verse a si misma. Sonreí.
Con su mirada distraída me acerqué más a ella y quité su mano de mi camino para rozar sus labios.
Su boca soltó un leve suspiro. Besándola suavemente di un paso hacia ella, haciendo que nuestros
cuerpos quedaran más cerca. Con cuidado mordí su labio inferior, para luego alejarme despacio.
—Como me gusta besarte, Vanessa —le confesé aun cerca.
Ella se alejó un poco más y me miró a los ojos. Mordió sus labios y se volvió a sonrojar.
—Vamos, ¿quieres? —me dijo.
Salimos de allí y caminamos hasta el estacionamiento. Miré a mí alrededor buscando su auto, pero
no estaba.
—¿En que viniste? —le pregunté.
—Caminando —dijo simplemente.
—Perfecto —aseguré —Así podré llevarte conmigo… bien cerca.
—Eres un aprovechador —me acusó. Sonreí y me subí a Betty
—Sube aquí —le hice el gesto para que se sentara justo frente a mí.
—¿Y si mejor voy atrás? —preguntó.
—No seas vueltera, y ven aquí —dije y la tomé de la mano para jalarla hacia la moto.
Se subió y se acomodó bien. Recogió su cabello y me dejó la linda vista de su nuca. No pude
contenerme y me acerqué a besar su cuello. Ella dio un pequeño salto.
—Zac —se quejó.
—Lo siento, lo siento. Eres demasiado irresistible…
—¿Puedes dejar de jugar y vamos? —me pidió.
Con una pequeña sonrisa arranqué y prendimos marcha hacia la oficina de mi padre. En el camino
mi cabeza no dejaba de pensar en la carta de mi madre. No dejaba de pensar en Hope.
¿Pueden creerlo?
Tengo una hermana. Toda mi vida quise tener hermanos, y ahora se que tengo una. Es increíble.
—¿Estás bien? —su voz llegó medio lejana a mi cabeza. La miré a los ojos.
—¿Qué? —pregunté.
—¿Qué si estás bien, Zac? —repitió algo preocupada.
—Si cariño, ¿Por qué lo dices? – le dije.
—Porque tienes cara de enojado.
Le sonreí levemente y besé su mejilla.
—No estoy enojado, solo estaba pensando.
Me detuve justo frente a las oficinas de mi padre. Me bajé primero y ayudé a Vanessa a bajar.
Comenzamos a caminar hacia adentro.
Sin saludar a nadie de la entrada, me dirigí directamente al ascensor. Nos subimos y marqué el piso
de mi padre.
Estaba ansioso por llegar. Necesitaba saber en donde estaban todas esas cartas. Y esta vez David
no se iba a salir con la suya.
Llegamos al piso y nos bajamos. La secretaria de mi padre me miró sorprendida y estaba por
agarrar el teléfono.
—Deja ese teléfono allí, Aly —le dije. Ella colgó el tubo. Miré a Vanessa —Espérame aquí cariño,
¿Si?
—Aquí te espero —me dijo.
Le sonreí apenas y caminé rápidamente hasta la puerta de mi padre. Sin tocar la abrí y entré. Él me
miró fijo cuando lo hice. Cerré la puerta con algo de fuerza y lo miré fijo a los ojos.
—¿Dónde están las cartas? —le dije lo más calmado que pude.
—Hola ¿no? Hace mucho que no te veo —me dijo el muy cínico.
—¡Contéstame! —le exigí. Él no dijo nada. Entonces tomé la carta que había guardado y se la
mostré —¿Sabes lo que es esto? —pregunté y sonreí irónicamente —Es una carta de mamá.
—¿De donde sacaste eso? —me preguntó poniéndose de pie.
—Quiero todas las cartas que ella me mandó. ¡Son mías y nada tienen que ver contigo!
—¿Por qué sigues insistiendo con ella? ¿Acaso no ves que nunca le importaste? ¡Si le hubieses
importado no se hubiese ido con aquel infeliz!
—¡Ella se fue por tu culpa! —le grité.
—Solo voy a decirte una cosa Zac… no me busques —me dijo hablando en voz baja.
—Por lo menos dame un teléfono en donde llamarla. Mañana es su cumpleaños… quiero hablar con
ella —le dije reteniendo todo mi enojo.
—No —sentenció.
—¡Maldita sea! —le rugí y tiré todas las cosas que estaban sobre el escritorio. Abrí la puerta y salí
de allí. Sin prestar atención a que Vanessa estaba allí me acerqué a Aly —¡¿Dónde está el número
de ella Aly?! —le pregunté bastante alterado.
—Yo… yo no lo se —me contestó nerviosa.
—¡Si que lo sabes! —le grité.
Sentí unas pequeñas manos tomarme del brazo y jalarme hacia ella. Cerré los ojos y dejé que ella
me calmara con sus brazos.
—Tranquilo —me susurró mientras me abrazaba más.
Otra vez todo eso enojo que tenía se evaporó. Me quedé quieto cerca de ella, sus manos subían y
bajaban por mi espalda, calmándome. Luego de unos segundos me alejé con cuidado.
—Lo lamento —le dije mirándola a los ojos.
—Oye, tranquilo —me dijo y acarició mi mejilla. Me giré a mirar a Aly.
—Lo siento Aly, se que no tienes nada que ver —me disculpé.
—Todo está bien, Zac —me dijo ella. David salió de la oficina y se quedó quieto al ver a Vanessa
allí. La miró extrañado por unos cuantos segundos.
—No sabía que estabas acompañado —me dijo sin dejar de mirarla.
—Si, pero ya nos vamos —le dije apretando los dientes.
—No espera —dijo él y lo miré —Necesito que hagas una cosa, y te voy a dar el número que
quieres…
—¿Qué cosa? —pregunté al instante.
—Necesito que le lleves esto a Donald que está abajo esperando, y que firmes por mí el papel que
él tiene —me indicó.
—Para eso tienes empleados —le recordé.
—¿Quieres el número? Entonces has lo que te digo —me dijo. Solté un suspiró cansado. Me
acerqué a él y tomé el papel. Miré a Vanessa.
—Espérame aquí por favor —le pedí. Ella asintió y salí de allí.
Bajé rápidamente por las escaleras para no perder mi tiempo, necesitaba ese número para poder
hablar con mi madre.
Me encontré con Donald, le di el papel y firmé otro. Volví a subir, estaba por entrar a la sala, pero
me quedé detrás de la puerta al escuchar a mi padre hablar.
—Pensé que eres una chica inteligente, Vanessa —le dijo.
—Y yo pensé que usted era un hombre honesto y trabajador señor Efron, pero veo que las
apariencias engañan —le dijo ella.
—Te conviene tenerme como amigo pequeña, ya que si pretendes estar con mi hijo y casarte con
él tienes que tener mi agrado…
Vanessa empezó a reír y no pude evitar sonreír por ello.
—No puedo creer que haya dicho eso… ¿Usted se da cuenta de lo que acaba de decir? Señor Efron
tengo 19 años y no tengo intenciones de casarme aun… además de que no creo que su hijo quiera
eso —le dijo divertida.
—No seas insolente —le advirtió.
—Y usted no sea ridículo. Olvídese de que voy a hacer algo de lo que me acaba de pedir, esta muy
equivocado si piensa que voy a decirle algo malo con respecto a…
Entré y ambos me miraron. Miré fijo a mi padre. Estaba algo rojo y se notaba que estaba molesto.
En cambio Vanessa tenía esa cara de calma y armonía que siempre lograba hacerme sentir mejor.
—¿Pasó algo? —le pregunté.
—No nada, solo que tu padre se sabe unos chistes muuuuy graciosos —me dijo ella sin dejar de
mirarlo.
—Espero que te hayan tratado bien —dije mirando a mi padre.
—No tengo nada para decir —me dijo ella.
David se acercó a la mesa de la secretaría y tomó un papel, anotó algo y me lo dio. Lo miré y era
un número de teléfono.
—¿Vamos Nessa? —le pregunté. Ella me miró y sonrió.
—Vamos —dijo asintiendo —Adiós señor Efron… fue un placer hablar con usted.
—Adiós señorita Hudgens —le dijo él.
Salimos de allí y noté que la cara de calma y armonía de Vanessa había cambiado por una cara de
molestia.
—¿Qué sucede? —le pregunté. Me miró y sonrió levemente.
—No, nada. Solo estaba pensando —me dijo.
—Cariño, yo se que dijimos de ir a tomar un helado… pero ¿podríamos dejarlo para otro día?
—Claro que si —dijo y me miró a los ojos —Debo ir a hacer unas cosas, ¿necesitas algo de mí?
‘Varias cosas me gustarían de ti’
—No cariño, nada —le dije antes de decirle semejante barbaridad.
—¿Seguro? ¿No quieres que me quede contigo? —preguntó.
—¿Vas a admitir que estas preocupada por mí? —le dije. Ella sonrió y luego bajó la mirada.
—Claro que estoy preocupada por ti…
—¿Cuánto?
—Bastante —dijo mientras miraba para otro lado.
—¿Y por qué será eso?
—Porque, porque… debo irme —dijo y comenzó a caminar.
—Vanessa —la llamé. Se giró a verme —Porque te mueres por mí, ¿verdad?
Revoleó los ojos y negó con la cabeza.
—Luego te llamo… ¿estás seguro que estarás bien?
—Si, voy a estar bien —le dije divertido.
—¿No vas a hacer ninguna tontería, cierto?
—No voy a hacer ninguna tontería.
—¿Me lo prometes?
—Si no te vas voy a besarte —le dije. Sus ojos se abrieron bien y pestañeó varias veces.
—Ya me voy —dijo algo nerviosa y comenzó a caminar.
Sonreí al ver su paso apresurado al caminar, entonces corrí hasta ella y la tomé del brazo para
jalarla hacia mí y besarla dulcemente en los labios.

—Igual iba a hacerlo.

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