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Peligrosa Obsesión - Capítulo 37 y 38


CAPITULO 37
Volvimos a entrar y ella se sentó a la mesa sin dejar de sonreírle a Pettyfer. Él nos miró
consecutivamente y sonrió levemente esperando escuchar algo.
—Alex, mañana vamos al partido con Zac —le dijo ella. El rubio sonrió.
—¿De verdad? ¿No te molesta? Nessa, si no quieres ir… podemos ir al cine como habíamos
acordado.
—Tranquilo, Alex, vamos a ver el partido. La vamos a pasar bien igual que en el cine —dijo ella y
apoyó su mano sobre la de él.
La miré de reojo, ¿Con que ese era su plan, verdad?
—¿Qué pediste para cenar, Pettyfer? —le pregunté. Él me miró.
—Mmm, bueno pedí algo simple y rico. Pastas —dijo él.
—Lamento decirte Alex que Vanessa es…
—Vegetariana —me interrumpió él —Lo sé. Por eso para ella pedí una pasta especial, de sémola
con una salsa de espinaca.
—Eres tan considerado —le dijo ella.
—Lo mereces —le dijo galante. ¡Ya no iba a poder tolerarlo!
—¿Y como van las cosas en el centro, Alex? —le dije para que pusiera su atención en otro cosa y
dejara de mirar a Vanessa.
—Por ahora todo marcha sobre ruedas. La semana pasaba tuve una reunión con el rector y el
director de la administración. Vamos a hacer un nuevo proyecto basado en mejorar las condiciones
de los laboratorios y talleres.
—Si, he escuchado un poco de eso. Todo el mundo esta muy conforme con tu mandato —le dije
divertido. Él rió.
—Yo no lo llamaría así. Solo soy un alumno más que fue elegido por el resto del alumnado para
hacerle llegar sus quejas e ideas a las autoridades —dijo condescendiente.
—No seas modesto —le dijo Vanessa, haciendo que ambos la miráramos —Eres un gran
presidente… si yo hubiese estado cuando te postulaste te aseguró que te hubiese dado mi voto.
—Serías una excelente asesora de campaña —dijo divertido.
—¿Lo crees? —preguntó ella.
—Si, eres así como especial para esas cosas —dije metiéndome en su conversación —Te gusta
mucho el tema de hablar, de opinar sobre la gente… tienes la palabra fácil.
—Ella tiene ese carácter fuerte y decidió, como todas las mujeres que saben de política y esas
cosas —me dijo él. Lo miré.
—Si, principalmente porque miente muy bien —dije divertido.
Sentí como una pequeña mano se apoyaba sobre mi rodilla. Mis ojos se abrieron bien y mi cuerpo
dio un pequeño respingo sobre la silla.
—¿Sabes, Alex? Ayer encontré ese libro del que hablamos el otro día —le dijo ella. Su mano
comenzó a acariciar mi rodilla, por debajo de la mesa. ¡Oh diablos, este si era su maldito plan!
—¿Ah, sí? —dijo él algo sorprendido —¿Has podido leerlo?
—Muy poco —dijo ella sin dejar de mirarlo a él.
Ellos seguían hablando, pero mi cabeza estaba demasiado distraída como para prestarles atención.
Tragué saliva. Su mano apretó mi rodilla sutilmente, haciéndome recordar que así también lo había
hecho la otra noche.
Entonces mi respiración comenzó a agitarse un poco, cuando sentí como su mano comenzaba a
subir un poco más a allá de mi rodilla.
¡Oh si, ella quería enloquecerme!
Justo cuando estaba a la mitad del camino tomé su mano con la mía. Ella abrió bien sus ojos, que
no dejaban de mirar a Alex.
—Y entonces, por eso fue que comencé a enseñarle a leer a los ciegos —habló él.
Al fin había podido lograr concentrarme y escuchar algo de lo que decían. Acomodándome un poco,
tomé mejor su mano con la mía. Con cuidado giré su palma hacia arriba, y comencé a acariciarla
con mis dedos. Sonreí levemente al ver la expresión que tomaba su cara. Ella sabía lo que
significaba eso. Cuando un hombre acaricia la palma de la mano de una mujer, es porque quiere,
ansiosamente, irse a una cama con ella.
Lentamente fue retirando su mano de la mía y poniendo ambas manos encima de la mesa,
mientras Alex seguía hablando. Sonreí maliciosamente.
Ella no era la única que podía jugar de esa manera. Distraídamente dejé caer mi servilleta al suelo,
justo al lado de ella.
—Lo siento —dije y me agaché para recogerla. Sus piernas quedaron bien puestas frente a mis
ojos. Con cuidado coloque mi mano en la parte inferior, justo sobre su gemelo. Y con mucho más
de cuidado comencé a subir por ella. Interrumpiendo sus palabras, se sentó erguidamente. Sonreí y
me acerqué más para morder levemente su piel. Dio un pequeño salto en la silla.
—Vanessa, ¿estás bien? —le preguntó Alex.
Rápidamente me incorporé. La miré divertido, y sus mejillas estaban rojas.
—Si, si, si estoy bien —dijo nerviosa.
—Espérenme un segundo, que voy a ver porque se tardan tanto con la comida —dijo Pettyfer y se
puso de pie para dejarnos solos.
—¿Qué crees que estas haciendo? —me preguntó nerviosa.
—Lo mismo que tú cariño, jugar… sucio —le dije.
—Pero ¿no podías ser más discreto?
—Te gustó, ¿verdad? Te encanta que te toque, que te acaricie y que te muerda.
—Lo que va a encantarme a mí, va a ser que te levantes de esta mesa, agarres tus cosas y me
dejes en paz…
—Tú solita te lo buscaste. Tú me tocas, yo te toco y te muerdo. Si yo te toco y no me quieres
tocar… tranquila, cariño, me conformo con tocarte yo.
Alex volvió a la mesa y se sentó.
—Ya sale nuestra orden —afirmó.
—¡Que bueno! —dije contento y metí mi mano debajo de la mesa, para volver a jugar con ella.
Apoyé mi mano sobre pequeña rodilla —Muero de hambre…
Entiéndase el doble sentido, ¿cierto?
Un minuto más tarde la comida llegó a nuestra mesa. Trate ya dejar de tocarla, porque de verdad
quería comer, pero aun así no se iba a salvar de mí. Ella lo iba a sufrir tanto como yo lo hacia. Los
tres comenzamos a comer en un completo y algo molesto silencio. Hasta que Alex acomodó su
garganta, para romper el hielo.
—Hace un mes que ya no vas a verme, para que te salve de alguna travesura, u omisión del
reglamento Universitario, Zac… ¿Por qué? —me preguntó. Terminé de tragar y sonreí.
—Digamos que estoy… descubriendo otros hobbies ¿verdad, Vanessa? —dije y la miré.
Ella me miró con desprecio.
—Si claro, ahora se dedica a andar por la vida mirando películas… de terror —dijo ella.
—Y absolutamente creo que la has calificado mal, Nessie. Más bien yo diría que fue una película de
romance —le dije.
—Comedia romántica, mejor al caso —sentenció ella.
—Claro que no, Vanessa. Es más, Alex te podrá desmentir y decir sobre que trata la película.
—Si eso acaba con su diferencia, claro que si —dijo él amable —¿De que se trata?
—Trata sobre un chico y una chica que se conocen casualmente, y bueno… su relación no
comienza de la mejor manera pues el joven, apuesto, seductor y galante muchacho es un poco
impulsivo —dije.
—¿Un poco? Yo diría demasiado —agregó ella. Sonreí por lo bajo.
—Eso no es lo importante. Sucede que el primer día en que ellos se conocen el chico la besa,
porque ella es realmente irresistible… Ella reacciona mal, lo golpea y todo empieza así. Pero luego
empiezan a ser amigos…
—Eso no es así —me interrumpió —Ella quería ser su amiga, pero el era un cerdo que quería una
sola cosa de ella.
—¿Vas a dejarme hablar o seguirás interrumpiéndome? —le dije. Ella me miró con odio —Como te
decía, quedan como amigos. Pero pasan muchas cosas entre ellos. Se desean mutuamente, pero
ella es soberbia y muuuuuuuy orgullosa, no quiere admitir que le gusta el muchacho.
—Y él es un mujeriego, arrogante, egocéntrico, manipulador y sobre todo un egoísta que solo
piensa en si mismo, y que no quiere admitir que esta muerto de amor por la chica —le contó ella
sin dejar de mirarlo.
—¿Muerto de amor? Eso no es así, él no esta muerto de amor por ella —le dije a Alex.
—Oigan, ¿no les parece que solo es una simple película? No vale la pena que peleen por ello. Es
una tontería —nos dijo Pettyfer.
—Yo solo digo que Vanessa la esta clasificando mal —me defendí.
—Es una aberración —aclaró la morena —Además de que no le creí ni un poquito al actor principal.
—Tal vez —dije dándole un poco de razón —Pero la actriz principal… ¡Diablos! Te lo juro, Alex, esta
tan buena, como para encerrarte con ella en una habitación muy oscura y fría, para poder entrar
en calor.
—Pues el actor ahí andaba, no era ni muy, ni tan…
—Oh, eres una pequeña mentira —le dije divertido —Mientras veíamos la película te la pasabas
diciendo cosas indecentes sobre él. O mejor dicho… bajo él.
Ella me miró intensamente, haciendo que un escalofrío bajara por mi espalda.
—Mmm, ¿Qué les parece si pedimos el postre? —preguntó Alex haciendo que ambos lo miráramos.
Pedimos el postre, y lo comimos sin decir ni una sola palabra.
Vanessa comía despacio su helado, y parecía que nunca lo iba a terminar. Hasta que al fin lo hizo.
Alex estaba por llamar al mozo para pagar la cuenta, pero le dije que ya estaba paga, pues el
dueño del lugar era amigo mío. Nos pusimos de pie y salimos de allí.
—Te llevo, Vanessa —le dije. Ella se giró a verme.
—No gracias, me voy sola —sentenció.
—No, Nessa, va a ser mejor que te vayas con Zac. Así yo me quedaré más tranquilo… prometo que
para la próxima tendré mi auto —dijo y se acercó a un muchacho para decirle algo.
Con discreción me acerque a ella.
—¿Lo ves? Hasta un extraño te tira a mis brazos… todos saben que me perteneces, cariño, que
eres mía —le susurré al oído y palmeé su trasero. Ella dio un pequeño salto. Se giró a verme con
ojos venenosos.
—¿Hace falta la manito? —me dijo.
—Solo es un gesto territorial —le dije con una sonrisa burlona —Estoy palmeando lo que es mío,
solo mío.
Alex volvió a acercarse a nosotros.
—Bueno, yo me tomo aquel taxi de allí —nos dijo. Miró a Vanessa y le sonrió —La pase muy bien,
Vanessa.
—Yo también, eres un encanto —le dijo ella y se acercó a él para abrazarlo. Revoleé los ojos y
esperé a que la estúpida escenita terminara. Ella se alejó de él.
—Bueno, Pettyfer, nos vemos mañana en el partido como acordamos —le dije.
—Claro que si, Zac, allí nos vemos —me dijo y se fue de allí.
Ambos miramos como se subía al taxi y partía rumbo, seguramente, hacia su casa. Vanessa se giró
a verme y comenzó a caminar.
—Para allá no esta el auto —le dije.
—No voy a ir contigo —me dijo. Caminé hasta a ella y la alcé en brazos. Ella comenzó a patalear y
a quejarse. Caminé con ella así hasta el auto. La bajé frente a el, saqué las llaves y abrí la puerta
para que se subiera. Me miró con odio.
—Te detesto —me dijo. Le sonreí burlón. Se subió y cerré la puerta, para luego rodear el auto y
subirme frente al volante.
Prendí marcha y comencé a manejar hacia su departamento. La miré de reojo y ella no decía nada,
solo miraba al frente y tenía los brazos cruzados sobre su pecho. Acomodé mi garganta.
—¿Cómo la pasaste? —le pregunté. Ella clavó su mirada en la mía.
—Arruinaste mi cita —aseguró —¿Cómo crees que la pasé?
—Vamos, no fue tan malo ¿Acaso no te divertiste? —le dije.
Ella sacó su mirada de mí y miró al frente. Una pequeña sonrisa amenazaba con salir de sus labios.
¡Oh si, ella si se había divertido!
—Eres un tonto —dijo reprimiendo aquella sonrisa.
—Pero te gusta el tonto —le dije. Frené justo frente a su edificio. La miré a los ojos.
—No, no me gusta el tonto —me dijo.
—Pues a mí si me gusta la tonta, me encanta la tonta.
Su mirada chocolate se volvió tierna y algo confusa. Recorrí con mis ojos su cara, hasta mirar
fijamente sus labios. Solo necesitaba un poco de esos labios, y ya era totalmente feliz…
Despacio comencé a acercarme, ella no se movía. Me acerqué más y más, hasta estar tan cerca de
ella que pude rozar sus labios con los míos. Sentí como mi corazón se aceleraba un poco más.
Cerré mis ojos para poder besarla completamente, pero un celular comenzó a sonar. Ella alejó su
boca de la mía y tomó su teléfono.
—¿Hola? —dijo al atender.
CAPITULO 38
Sonrió levemente y se sentó bien en el asiento.
—Alex —dijo divertida —Si, ya llegué a casa… estoy por entrar.
Me miró y abrió la puerta del auto, se bajó y la cerró. Sin dejar de hablar y de sonreír me saludó
con la mano, en una forma, debo decir, burlona.
Vi como se alejaba caminando hacia el edificio. Y ahora si, Pettyfer no tendrá mi voto el año que
viene. Si ese maldito celular no hubiese sonado, en este momento estaría saboreando de sus
labios. Pero yo no soy así, yo no me voy a quedar con las ganas de besarla.
Rápidamente me bajé del auto y de la misma manera comencé a acercarme a ella.
—Está bien, adiós —escuché que decía y colgaba.
Entonces la tomé del brazo y la giré hacia mí.
—Zac, ¿Qué haces?
Al instante tomé su boca con la mía, colocando mi mano en su nuca, para impedirle escapar. Moví
mis labios sobre los suyos, de manera exigente, de manera dominante. Ella lograba que me sintiera
desesperado por besarla. Logró despegarse apenas de mí.
—No, Zac, basta —dijo agitada. La callé besándola de nuevo. A paso ciego comencé a caminar,
haciendo que ella caminara hacia atrás. Se volvió a alejar —No, no vas a subir conmigo.
—¿Por qué no? —le pregunté con la voz algo ronca.
—Porque… porque esta tu prima arriba y no quiero que subas.
—Entonces vamos a casa —dije y besé su boca cortamente.
—No, tampoco… vete —me dijo.
La solté por un segundo y tomé mi celular. Marqué el número de mi prima y esperé a que me
contestara.
—¡Contigo quería hablar! ¿Se puede saber que estas haciendo en la cita de Vanessa? ¿Cuál es tu
problema, Zac? —me preguntó.
—¿Dónde estás, Taylor? —le pregunté.
Los ojos de Vanessa se abrieron bien y quiso hablar, pero coloque uno de mis dedos sobre sus
labios.
—En casa tonto, ¿Dónde más voy a estar? —me contestó. Sonreí levemente.
—Eso es todo lo que quería saber primita, muchas gracias.
—Pero…
Corté antes de que siguiera diciéndome cosas. Miré intensamente a Vanessa. Ella era una pequeña
mentirosa, pero no iba a salirse con la suya.
—Taylor no esta aquí —le dije.
Volví a capturar su boca en un caliente beso. Ella no pudo reprimir un leve gemido que escapó de
sus labios.
Entonces comencé a caminar de nuevo. De una u otra forma entramos al edificio. De una u otra
forma logramos subir al ascensor, todo esto sin dejar de besarnos.
La apoyé levemente contra el espejo del ascensor y me alejé de sus labios para besar su mentón, y
su cuello.
La caja de mental se detuvo en el piso 6. Casi desesperado logré abrir la puerta. Salimos y la tomé
de la cintura apegándola a mí otra vez.
A ciegas volvimos a caminar hasta chocar contra la puerta del departamento. Busqué las llaves
dentro del bolsillo de su abrigo y logré abrir…
Cerré la puerta detrás de nosotros, y alejándome apenas de sus labios para poder respirar me quité
la chaqueta. Ella se quitó el abrigo. Caminamos un poco más cuando nuestros labios volvieron a
juntarse, y caímos pesadamente sobre el sillón.
Caí sobre ella, ganándome un nuevo gemido. La besé más profundamente que antes, haciendo que
el aire realmente nos faltara. Bajé mi mano por el contorno definido de su cuerpo, acariciándola
sobre la suave tela de su ropa.
—No, no… por favor, Zac. Déjame —me pidió cuando solté sus labios y bajé a su cuello.
No, ella no podía pedirme eso. Simplemente no podía…
—¿De verdad quieres que te deje? —le pregunté en un susurró cerca de su oído.
—Si, si… vete. Ya no más, Zac, ya no quiero más esto ¿no lo entiendes? No quiero ser un juguete
con el que te diviertes un rato, no quiero serlo.
Entonces me alejé de ella para mirarla a los ojos. Sus ojos estaban vidriosos y me maldije a mi
mismo por ello. Me alejé completamente de ella y me puse de pie.
Caminé hasta la puerta y tomé mi chaqueta que estaba en el suelo. Me giré a verla. Su mirada
vidriosa, sus labios rojos, me hicieron darme cuenta de lo insensible que puedo llegar a ser.
—Tú no eres un juguete para mí —le dije y salí de allí antes de causarle más daño.
Llegué a mi casa y gracias a dios Taylor no estaba levantada, no quería escuchar reclamos e
insultos en este momento. Me cambié y me tiré en el sillón. Me acosté boca a bajo y cerré mis ojos
para intentar dormir…
Abrí un ojo por el sonido que acababa de provocar el microondas. Levanté un poco mi cabeza y
miré a prima en la cocina.
—Taylor —dije con la voz dormida —¿Por qué no dejas de hacer ese ruido?
—No hablo con arruinadores de citas —me dijo y siguió haciendo aquel molesto sonido.
Me senté en el sillón y un maldito dolor se apoderó de todo mi cuerpo.
Creo que tendré que comprar somníferos si Vanessa va a tener este efecto en mí cada vez que
pase algo entre nosotros. ¿Cuándo he dormido? ¿Tres horas?
Esto es terrible, encima me duele todo, como si hubiera dormido sobre una piedra. Aunque no
estoy tan alejado de aquello.
Este maldito sillón terminara por dejarme paralítico en una silla de ruedas. Estirando mi cuerpo me
puse de pie y camine hasta el baño. Me duché y salí para cambiarme y sentarme a la mesada en
donde Tay había preparado todo el desayuno.
—¿Y mi nana? —le pregunté.
—Rose llamó hoy por la mañana diciendo que no podía venir porque Brutus tuvo que ser llevado al
veterinario de urgencia porque se comió una moneda —me dijo ella sin mirarme.
—Pobre perrito, tan tonto —musité y pinché un pedazo de fruta para comer.
—No es el único —dijo y clavó su verde mirada en mí. Y aquí vamos con los sermones de Taylor
Swift —Yo te juro que no te entiendo. No sé, si es porque realmente eres idiota o porque te gusta
molestar a las personas.
—¿Terminaste primita? —le pregunté.
—¡No! —me chilló ofendida.
Me acerqué a ella y besé su mejilla ruidosamente, mientras ella intentaba alejarse. Le revolví el
cabello y le apreté los cachetes.
—Deja el sermón para después, por favor. Respeta mis sacrosantos alimentos —le pedí.
—Juro que eres tan complicado a veces y otras tan predecible y sencillo...
—Soy hombre primita es solo eso, no soy tan evolucionado como ustedes las mujeres. Soy básico y
primitivo, por eso no me puedes entender a veces.
—Lo que no entiendo es lo que te pasa con Vanessa —me dijo.
La miré y bajé la mirada a mi comida.
—Ni yo mismo lo entiendo —susurré. Al parecer ella no me escuchó.
—Primero dices que quieres una noche con ella, bueno... obtuviste la noche que querías. Y ahora
no puedes tolerar la idea de que salga con otro, y no quieres admitir que son celos. Pero estoy
segura de que a ti no te va molestar salir con alguna huequita...
—Te dolerá la cabeza si sigues tratando de racionalizarlo, créeme hablo por experiencia propia.
—¿La amas? —me preguntó. Comencé a toser, ya que me atragante con el jugo que estaba
tomando. Cuando logré estabilizarme un poco la miré.
—Define amar —le dije tosiendo un poco todavía.
—Simplemente amar Zac… no lo se... no tiene una definición concreta. Es algo... un poco ilógico de
donde lo mires. Es cuando te late rápido el corazón y no dejas de pensar en esa persona, estas así
como idiotizado por ella y la ves en todos lados, por todas partes...
Me sentí bastante identificado, pero… no, eso no es así. Tenía que cambiar de tema.
—¿Tú sientes eso por Jared? —le pregunté divertido. Sus ojos verde cielo se abrieron bien y sus
mejillas tomaron un poco de color.
—No, no ¿Por qué lo dices? —preguntó nerviosa.
—Porque se que no le eres indiferente a Jared – dije pícaro.
Si en algo soy muy bueno, es en sacarle la vuelta a los temas que no me gustan. Terminamos de
desayunar y limpiamos todo. Ya eran cerca de las 4 de la tarde. Se pasa rapidísimo la hora cuando
hablas con tu prima, y en especial una prima como Taylor. Me tiré en el sillón a ver la tele. Pero
miré el teléfono, necesito hablar con ellos.
Marqué el número de Corbin. Sonó una, sonó otra…
—¿Hola? —me dijo.
—Cor —le dije.
—Zac, hermano ¿Cómo estas? —preguntó.
—Aguarda un segundo en línea y no cortes —dije y apreté un botón de espera y marqué el número
de Jar.
—¿Diga? —dijo al atender.
—Jared —hablé.
—Efron, amigo que sorpresa ¿Dónde estás? —dijo.
—Espera un segundo —le dije y apreté el botón que había apretado antes —¿Me escuchan los dos?
—¿Qué sucede? —preguntó el afro.
—¿Corbin? —dijo Jar.
—¿Jar? —dijo Cor.
—Bueno, escúchenme —les dije mirando fijamente al teléfono.
—¿Que paso ahora pequeño saltamontes? —me dijo el afro.
—Necesito contarles mis problemas —sentencié.
—¿Vas a usarnos de psicólogos? ¿Acaso no puedes contactar a uno de verdad? —dijo Jar.
—Ustedes me salen gratis —dije sonriente.
—Estas cagado en dinero busca un profesional, estaba apunto de llamar a Emma —se quejó Cor.
Entrecerré los ojos y miré mal el teléfono, como si él pudiera verme.
—La dominante de tu novia puede esperar, tengo problemas —le dije.
—Bueno ya, ya... él tiene razón Cor, luego nos quejamos cuando no sabemos que le pasa —me
defendió mi buen amigo Murillo.
—Esta bien, que comience la sesión. ¿Estas sentado y cómodo? Relájate y suelta la lengua de una
vez —dijo Corbin.
—En este último tiempo me he estado mirando al espejo... y no me reconozco. No sé quien es el
que se esta mirando —comencé a hablar.
—Pero si no estas gordo. Es más estas como más trabajado que nunca —me dijo Jar.
—No puedo creer que hayas dicho eso... ¿Acaso no te das cuenta que esta hablando de su forma
de ser, no de su estado físico? —lo retó Cor —Continua Zac…
—Me siento... me siento como cuando tenia 7 años y no sabia que sabor de helado comprar —
continué.
—Estás confundido entonces —dijo Jared.
—No, no es solo eso. Me siento un inepto para tomar decisiones, un manipulador egoísta a la hora
de pensar en alguien más —conté.
—Pero es que eres un inepto para tomar decisiones —dijo Bleu —¿Piénsalo que decisión importante
has tomado en los últimos años?
—Y si eres un manipulador egoísta. Tay me habló anoche para decirme que te sacara de la cita de
Vanessa —dijo Murillo.
—¿Te metiste en la cita de Vanessa? —preguntó sin poder creerlo.
—Tal vez, bueno si, si me metí. Y si soy un manipulador egoísta pero antes no me hubiera
importado, hasta lo hubiera tomado como halago ¿Por qué ahora si me importa? Y lo de las
decisiones, tome una sola a los 9 años y no me arrepiento de haberla tomado así me este llevando
el diablo por haberlo hecho —dije muy seguro de aquello.
—Y ahora te puede importar por una sola cosa —habló Jar.
—Estás enamorado —sentenció Corbin.
—Y me podrían explicar ¿Qué es eso? Por que no entiendo el concepto. No esta en mi,
irremediablemente terminaré arruinándolo, lo se. De hecho creo que todo el mundo lo sabe —dije
algo nervioso.
—Pero primero lo primero amigo —dijo Cor.
—¿Estas enamorado de Vanessa? —preguntó Jar.
—Es que eso no tiene sentido. No puedo estar enamorado de ella, porque simplemente es algo que
no quiero sentir y que... no conozco y que...
—Ya deja de querer ponerle patas y pelos... estás enamorado y punto —me interrumpió Cor.
—Si, sino no harías todas las cosas que haces —Agregó Murillo.
—¿Que hiciste ayer en su cita? —preguntó el afro.
—Bueno yo... llegué y me senté con ellos a cenar. Toque a Vanessa por debajo de la mesa...
aunque vale decir que ella comenzó —me defendí.
—¿La tocaste? eres un cerdo —me acusó Murillo.

—Ella comenzó —me quejé.

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