CAPITULO 37
Volvimos
a entrar y ella se sentó a la mesa sin dejar de sonreírle a Pettyfer. Él nos
miró
consecutivamente
y sonrió levemente esperando escuchar algo.
—Alex,
mañana vamos al partido con Zac —le dijo ella. El rubio sonrió.
—¿De
verdad? ¿No te molesta? Nessa, si no quieres ir… podemos ir al cine como
habíamos
acordado.
—Tranquilo,
Alex, vamos a ver el partido. La vamos a pasar bien igual que en el cine —dijo
ella y
apoyó
su mano sobre la de él.
La
miré de reojo, ¿Con que ese era su plan, verdad?
—¿Qué
pediste para cenar, Pettyfer? —le pregunté. Él me miró.
—Mmm,
bueno pedí algo simple y rico. Pastas —dijo él.
—Lamento
decirte Alex que Vanessa es…
—Vegetariana
—me interrumpió él —Lo sé. Por eso para ella pedí una pasta especial, de sémola
con
una salsa de espinaca.
—Eres
tan considerado —le dijo ella.
—Lo
mereces —le dijo galante. ¡Ya no iba a poder tolerarlo!
—¿Y
como van las cosas en el centro, Alex? —le dije para que pusiera su atención en
otro cosa y
dejara
de mirar a Vanessa.
—Por
ahora todo marcha sobre ruedas. La semana pasaba tuve una reunión con el rector
y el
director
de la administración. Vamos a hacer un nuevo proyecto basado en mejorar las
condiciones
de
los laboratorios y talleres.
—Si,
he escuchado un poco de eso. Todo el mundo esta muy conforme con tu mandato —le
dije
divertido.
Él rió.
—Yo
no lo llamaría así. Solo soy un alumno más que fue elegido por el resto del
alumnado para
hacerle
llegar sus quejas e ideas a las autoridades —dijo condescendiente.
—No
seas modesto —le dijo Vanessa, haciendo que ambos la miráramos —Eres un gran
presidente…
si yo hubiese estado cuando te postulaste te aseguró que te hubiese dado mi
voto.
—Serías
una excelente asesora de campaña —dijo divertido.
—¿Lo
crees? —preguntó ella.
—Si,
eres así como especial para esas cosas —dije metiéndome en su conversación —Te
gusta
mucho
el tema de hablar, de opinar sobre la gente… tienes la palabra fácil.
—Ella
tiene ese carácter fuerte y decidió, como todas las mujeres que saben de
política y esas
cosas
—me dijo él. Lo miré.
—Si,
principalmente porque miente muy bien —dije divertido.
Sentí
como una pequeña mano se apoyaba sobre mi rodilla. Mis ojos se abrieron bien y
mi cuerpo
dio
un pequeño respingo sobre la silla.
—¿Sabes,
Alex? Ayer encontré ese libro del que hablamos el otro día —le dijo ella. Su
mano
comenzó
a acariciar mi rodilla, por debajo de la mesa. ¡Oh diablos, este si era su
maldito plan!
—¿Ah,
sí? —dijo él algo sorprendido —¿Has podido leerlo?
—Muy
poco —dijo ella sin dejar de mirarlo a él.
Ellos
seguían hablando, pero mi cabeza estaba demasiado distraída como para
prestarles atención.
Tragué
saliva. Su mano apretó mi rodilla sutilmente, haciéndome recordar que así
también lo había
hecho
la otra noche.
Entonces
mi respiración comenzó a agitarse un poco, cuando sentí como su mano comenzaba
a
subir
un poco más a allá de mi rodilla.
¡Oh
si, ella quería enloquecerme!
Justo
cuando estaba a la mitad del camino tomé su mano con la mía. Ella abrió bien
sus ojos, que
no
dejaban de mirar a Alex.
—Y
entonces, por eso fue que comencé a enseñarle a leer a los ciegos —habló él.
Al
fin había podido lograr concentrarme y escuchar algo de lo que decían.
Acomodándome un poco,
tomé
mejor su mano con la mía. Con cuidado giré su palma hacia arriba, y comencé a
acariciarla
con
mis dedos. Sonreí levemente al ver la expresión que tomaba su cara. Ella sabía
lo que
significaba
eso. Cuando un hombre acaricia la palma de la mano de una mujer, es porque
quiere,
ansiosamente,
irse a una cama con ella.
Lentamente
fue retirando su mano de la mía y poniendo ambas manos encima de la mesa,
mientras
Alex seguía hablando. Sonreí maliciosamente.
Ella
no era la única que podía jugar de esa manera. Distraídamente dejé caer mi
servilleta al suelo,
justo
al lado de ella.
—Lo
siento —dije y me agaché para recogerla. Sus piernas quedaron bien puestas
frente a mis
ojos.
Con cuidado coloque mi mano en la parte inferior, justo sobre su gemelo. Y con
mucho más
de
cuidado comencé a subir por ella. Interrumpiendo sus palabras, se sentó
erguidamente. Sonreí y
me
acerqué más para morder levemente su piel. Dio un pequeño salto en la silla.
—Vanessa,
¿estás bien? —le preguntó Alex.
Rápidamente
me incorporé. La miré divertido, y sus mejillas estaban rojas.
—Si,
si, si estoy bien —dijo nerviosa.
—Espérenme
un segundo, que voy a ver porque se tardan tanto con la comida —dijo Pettyfer y
se
puso
de pie para dejarnos solos.
—¿Qué
crees que estas haciendo? —me preguntó nerviosa.
—Lo
mismo que tú cariño, jugar… sucio —le dije.
—Pero
¿no podías ser más discreto?
—Te
gustó, ¿verdad? Te encanta que te toque, que te acaricie y que te muerda.
—Lo
que va a encantarme a mí, va a ser que te levantes de esta mesa, agarres tus
cosas y me
dejes
en paz…
—Tú
solita te lo buscaste. Tú me tocas, yo te toco y te muerdo. Si yo te toco y no
me quieres
tocar…
tranquila, cariño, me conformo con tocarte yo.
Alex
volvió a la mesa y se sentó.
—Ya
sale nuestra orden —afirmó.
—¡Que
bueno! —dije contento y metí mi mano debajo de la mesa, para volver a jugar con
ella.
Apoyé
mi mano sobre pequeña rodilla —Muero de hambre…
Entiéndase
el doble sentido, ¿cierto?
Un
minuto más tarde la comida llegó a nuestra mesa. Trate ya dejar de tocarla,
porque de verdad
quería
comer, pero aun así no se iba a salvar de mí. Ella lo iba a sufrir tanto como
yo lo hacia. Los
tres
comenzamos a comer en un completo y algo molesto silencio. Hasta que Alex
acomodó su
garganta,
para romper el hielo.
—Hace
un mes que ya no vas a verme, para que te salve de alguna travesura, u omisión
del
reglamento
Universitario, Zac… ¿Por qué? —me preguntó. Terminé de tragar y sonreí.
—Digamos
que estoy… descubriendo otros hobbies ¿verdad, Vanessa? —dije y la miré.
Ella
me miró con desprecio.
—Si
claro, ahora se dedica a andar por la vida mirando películas… de terror —dijo
ella.
—Y
absolutamente creo que la has calificado mal, Nessie. Más bien yo diría que fue
una película de
romance
—le dije.
—Comedia
romántica, mejor al caso —sentenció ella.
—Claro
que no, Vanessa. Es más, Alex te podrá desmentir y decir sobre que trata la
película.
—Si
eso acaba con su diferencia, claro que si —dijo él amable —¿De que se trata?
—Trata
sobre un chico y una chica que se conocen casualmente, y bueno… su relación no
comienza
de la mejor manera pues el joven, apuesto, seductor y galante muchacho es un
poco
impulsivo
—dije.
—¿Un
poco? Yo diría demasiado —agregó ella. Sonreí por lo bajo.
—Eso
no es lo importante. Sucede que el primer día en que ellos se conocen el chico
la besa,
porque
ella es realmente irresistible… Ella reacciona mal, lo golpea y todo empieza
así. Pero luego
empiezan
a ser amigos…
—Eso
no es así —me interrumpió —Ella quería ser su amiga, pero el era un cerdo que
quería una
sola
cosa de ella.
—¿Vas
a dejarme hablar o seguirás interrumpiéndome? —le dije. Ella me miró con odio
—Como te
decía,
quedan como amigos. Pero pasan muchas cosas entre ellos. Se desean mutuamente,
pero
ella
es soberbia y muuuuuuuy orgullosa, no quiere admitir que le gusta el muchacho.
—Y
él es un mujeriego, arrogante, egocéntrico, manipulador y sobre todo un egoísta
que solo
piensa
en si mismo, y que no quiere admitir que esta muerto de amor por la chica —le
contó ella
sin
dejar de mirarlo.
—¿Muerto
de amor? Eso no es así, él no esta muerto de amor por ella —le dije a Alex.
—Oigan,
¿no les parece que solo es una simple película? No vale la pena que peleen por
ello. Es
una
tontería —nos dijo Pettyfer.
—Yo
solo digo que Vanessa la esta clasificando mal —me defendí.
—Es
una aberración —aclaró la morena —Además de que no le creí ni un poquito al
actor principal.
—Tal
vez —dije dándole un poco de razón —Pero la actriz principal… ¡Diablos! Te lo
juro, Alex, esta
tan
buena, como para encerrarte con ella en una habitación muy oscura y fría, para
poder entrar
en
calor.
—Pues
el actor ahí andaba, no era ni muy, ni tan…
—Oh,
eres una pequeña mentira —le dije divertido —Mientras veíamos la película te la
pasabas
diciendo
cosas indecentes sobre él. O mejor dicho… bajo él.
Ella
me miró intensamente, haciendo que un escalofrío bajara por mi espalda.
—Mmm,
¿Qué les parece si pedimos el postre? —preguntó Alex haciendo que ambos lo
miráramos.
Pedimos
el postre, y lo comimos sin decir ni una sola palabra.
Vanessa
comía despacio su helado, y parecía que nunca lo iba a terminar. Hasta que al
fin lo hizo.
Alex
estaba por llamar al mozo para pagar la cuenta, pero le dije que ya estaba
paga, pues el
dueño
del lugar era amigo mío. Nos pusimos de pie y salimos de allí.
—Te
llevo, Vanessa —le dije. Ella se giró a verme.
—No
gracias, me voy sola —sentenció.
—No,
Nessa, va a ser mejor que te vayas con Zac. Así yo me quedaré más tranquilo…
prometo que
para
la próxima tendré mi auto —dijo y se acercó a un muchacho para decirle algo.
Con
discreción me acerque a ella.
—¿Lo
ves? Hasta un extraño te tira a mis brazos… todos saben que me perteneces,
cariño, que
eres
mía —le susurré al oído y palmeé su trasero. Ella dio un pequeño salto. Se giró
a verme con
ojos
venenosos.
—¿Hace
falta la manito? —me dijo.
—Solo
es un gesto territorial —le dije con una sonrisa burlona —Estoy palmeando lo
que es mío,
solo
mío.
Alex
volvió a acercarse a nosotros.
—Bueno,
yo me tomo aquel taxi de allí —nos dijo. Miró a Vanessa y le sonrió —La pase
muy bien,
Vanessa.
—Yo
también, eres un encanto —le dijo ella y se acercó a él para abrazarlo. Revoleé
los ojos y
esperé
a que la estúpida escenita terminara. Ella se alejó de él.
—Bueno,
Pettyfer, nos vemos mañana en el partido como acordamos —le dije.
—Claro
que si, Zac, allí nos vemos —me dijo y se fue de allí.
Ambos
miramos como se subía al taxi y partía rumbo, seguramente, hacia su casa.
Vanessa se giró
a
verme y comenzó a caminar.
—Para
allá no esta el auto —le dije.
—No
voy a ir contigo —me dijo. Caminé hasta a ella y la alcé en brazos. Ella
comenzó a patalear y
a
quejarse. Caminé con ella así hasta el auto. La bajé frente a el, saqué las
llaves y abrí la puerta
para
que se subiera. Me miró con odio.
—Te
detesto —me dijo. Le sonreí burlón. Se subió y cerré la puerta, para luego
rodear el auto y
subirme
frente al volante.
Prendí
marcha y comencé a manejar hacia su departamento. La miré de reojo y ella no
decía nada,
solo
miraba al frente y tenía los brazos cruzados sobre su pecho. Acomodé mi
garganta.
—¿Cómo
la pasaste? —le pregunté. Ella clavó su mirada en la mía.
—Arruinaste
mi cita —aseguró —¿Cómo crees que la pasé?
—Vamos,
no fue tan malo ¿Acaso no te divertiste? —le dije.
Ella
sacó su mirada de mí y miró al frente. Una pequeña sonrisa amenazaba con salir
de sus labios.
¡Oh
si, ella si se había divertido!
—Eres
un tonto —dijo reprimiendo aquella sonrisa.
—Pero
te gusta el tonto —le dije. Frené justo frente a su edificio. La miré a los
ojos.
—No,
no me gusta el tonto —me dijo.
—Pues
a mí si me gusta la tonta, me encanta la tonta.
Su
mirada chocolate se volvió tierna y algo confusa. Recorrí con mis ojos su cara,
hasta mirar
fijamente
sus labios. Solo necesitaba un poco de esos labios, y ya era totalmente feliz…
Despacio
comencé a acercarme, ella no se movía. Me acerqué más y más, hasta estar tan
cerca de
ella
que pude rozar sus labios con los míos. Sentí como mi corazón se aceleraba un
poco más.
Cerré
mis ojos para poder besarla completamente, pero un celular comenzó a sonar.
Ella alejó su
boca
de la mía y tomó su teléfono.
—¿Hola?
—dijo al atender.
CAPITULO 38
Sonrió
levemente y se sentó bien en el asiento.
—Alex
—dijo divertida —Si, ya llegué a casa… estoy por entrar.
Me
miró y abrió la puerta del auto, se bajó y la cerró. Sin dejar de hablar y de
sonreír me saludó
con
la mano, en una forma, debo decir, burlona.
Vi
como se alejaba caminando hacia el edificio. Y ahora si, Pettyfer no tendrá mi
voto el año que
viene.
Si ese maldito celular no hubiese sonado, en este momento estaría saboreando de
sus
labios.
Pero yo no soy así, yo no me voy a quedar con las ganas de besarla.
Rápidamente
me bajé del auto y de la misma manera comencé a acercarme a ella.
—Está
bien, adiós —escuché que decía y colgaba.
Entonces
la tomé del brazo y la giré hacia mí.
—Zac,
¿Qué haces?
Al
instante tomé su boca con la mía, colocando mi mano en su nuca, para impedirle
escapar. Moví
mis
labios sobre los suyos, de manera exigente, de manera dominante. Ella lograba
que me sintiera
desesperado
por besarla. Logró despegarse apenas de mí.
—No,
Zac, basta —dijo agitada. La callé besándola de nuevo. A paso ciego comencé a
caminar,
haciendo
que ella caminara hacia atrás. Se volvió a alejar —No, no vas a subir conmigo.
—¿Por
qué no? —le pregunté con la voz algo ronca.
—Porque…
porque esta tu prima arriba y no quiero que subas.
—Entonces
vamos a casa —dije y besé su boca cortamente.
—No,
tampoco… vete —me dijo.
La
solté por un segundo y tomé mi celular. Marqué el número de mi prima y esperé a
que me
contestara.
—¡Contigo
quería hablar! ¿Se puede saber que estas haciendo en la cita de Vanessa? ¿Cuál
es tu
problema,
Zac? —me preguntó.
—¿Dónde
estás, Taylor? —le pregunté.
Los
ojos de Vanessa se abrieron bien y quiso hablar, pero coloque uno de mis dedos
sobre sus
labios.
—En
casa tonto, ¿Dónde más voy a estar? —me contestó. Sonreí levemente.
—Eso
es todo lo que quería saber primita, muchas gracias.
—Pero…
Corté
antes de que siguiera diciéndome cosas. Miré intensamente a Vanessa. Ella era
una pequeña
mentirosa,
pero no iba a salirse con la suya.
—Taylor
no esta aquí —le dije.
Volví
a capturar su boca en un caliente beso. Ella no pudo reprimir un leve gemido
que escapó de
sus
labios.
Entonces
comencé a caminar de nuevo. De una u otra forma entramos al edificio. De una u
otra
forma
logramos subir al ascensor, todo esto sin dejar de besarnos.
La
apoyé levemente contra el espejo del ascensor y me alejé de sus labios para
besar su mentón, y
su
cuello.
La
caja de mental se detuvo en el piso 6. Casi desesperado logré abrir la puerta.
Salimos y la tomé
de
la cintura apegándola a mí otra vez.
A
ciegas volvimos a caminar hasta chocar contra la puerta del departamento.
Busqué las llaves
dentro
del bolsillo de su abrigo y logré abrir…
Cerré
la puerta detrás de nosotros, y alejándome apenas de sus labios para poder
respirar me quité
la
chaqueta. Ella se quitó el abrigo. Caminamos un poco más cuando nuestros labios
volvieron a
juntarse,
y caímos pesadamente sobre el sillón.
Caí
sobre ella, ganándome un nuevo gemido. La besé más profundamente que antes,
haciendo que
el
aire realmente nos faltara. Bajé mi mano por el contorno definido de su cuerpo,
acariciándola
sobre
la suave tela de su ropa.
—No,
no… por favor, Zac. Déjame —me pidió cuando solté sus labios y bajé a su
cuello.
No,
ella no podía pedirme eso. Simplemente no podía…
—¿De
verdad quieres que te deje? —le pregunté en un susurró cerca de su oído.
—Si,
si… vete. Ya no más, Zac, ya no quiero más esto ¿no lo entiendes? No quiero ser
un juguete
con
el que te diviertes un rato, no quiero serlo.
Entonces
me alejé de ella para mirarla a los ojos. Sus ojos estaban vidriosos y me
maldije a mi
mismo
por ello. Me alejé completamente de ella y me puse de pie.
Caminé
hasta la puerta y tomé mi chaqueta que estaba en el suelo. Me giré a verla. Su
mirada
vidriosa,
sus labios rojos, me hicieron darme cuenta de lo insensible que puedo llegar a
ser.
—Tú
no eres un juguete para mí —le dije y salí de allí antes de causarle más daño.
Llegué
a mi casa y gracias a dios Taylor no estaba levantada, no quería escuchar
reclamos e
insultos
en este momento. Me cambié y me tiré en el sillón. Me acosté boca a bajo y
cerré mis ojos
para
intentar dormir…
Abrí
un ojo por el sonido que acababa de provocar el microondas. Levanté un poco mi
cabeza y
miré
a prima en la cocina.
—Taylor
—dije con la voz dormida —¿Por qué no dejas de hacer ese ruido?
—No
hablo con arruinadores de citas —me dijo y siguió haciendo aquel molesto
sonido.
Me
senté en el sillón y un maldito dolor se apoderó de todo mi cuerpo.
Creo
que tendré que comprar somníferos si Vanessa va a tener este efecto en mí cada
vez que
pase
algo entre nosotros. ¿Cuándo he dormido? ¿Tres horas?
Esto
es terrible, encima me duele todo, como si hubiera dormido sobre una piedra.
Aunque no
estoy
tan alejado de aquello.
Este
maldito sillón terminara por dejarme paralítico en una silla de ruedas.
Estirando mi cuerpo me
puse
de pie y camine hasta el baño. Me duché y salí para cambiarme y sentarme a la
mesada en
donde
Tay había preparado todo el desayuno.
—¿Y
mi nana? —le pregunté.
—Rose
llamó hoy por la mañana diciendo que no podía venir porque Brutus tuvo que ser
llevado al
veterinario
de urgencia porque se comió una moneda —me dijo ella sin mirarme.
—Pobre
perrito, tan tonto —musité y pinché un pedazo de fruta para comer.
—No
es el único —dijo y clavó su verde mirada en mí. Y aquí vamos con los sermones
de Taylor
Swift
—Yo te juro que no te entiendo. No sé, si es porque realmente eres idiota o
porque te gusta
molestar
a las personas.
—¿Terminaste
primita? —le pregunté.
—¡No!
—me chilló ofendida.
Me
acerqué a ella y besé su mejilla ruidosamente, mientras ella intentaba
alejarse. Le revolví el
cabello
y le apreté los cachetes.
—Deja
el sermón para después, por favor. Respeta mis sacrosantos alimentos —le pedí.
—Juro
que eres tan complicado a veces y otras tan predecible y sencillo...
—Soy
hombre primita es solo eso, no soy tan evolucionado como ustedes las mujeres.
Soy básico y
primitivo,
por eso no me puedes entender a veces.
—Lo
que no entiendo es lo que te pasa con Vanessa —me dijo.
La
miré y bajé la mirada a mi comida.
—Ni
yo mismo lo entiendo —susurré. Al parecer ella no me escuchó.
—Primero
dices que quieres una noche con ella, bueno... obtuviste la noche que querías.
Y ahora
no
puedes tolerar la idea de que salga con otro, y no quieres admitir que son
celos. Pero estoy
segura
de que a ti no te va molestar salir con alguna huequita...
—Te
dolerá la cabeza si sigues tratando de racionalizarlo, créeme hablo por
experiencia propia.
—¿La
amas? —me preguntó. Comencé a toser, ya que me atragante con el jugo que estaba
tomando.
Cuando logré estabilizarme un poco la miré.
—Define
amar —le dije tosiendo un poco todavía.
—Simplemente
amar Zac… no lo se... no tiene una definición concreta. Es algo... un poco
ilógico de
donde
lo mires. Es cuando te late rápido el corazón y no dejas de pensar en esa
persona, estas así
como
idiotizado por ella y la ves en todos lados, por todas partes...
Me
sentí bastante identificado, pero… no, eso no es así. Tenía que cambiar de
tema.
—¿Tú
sientes eso por Jared? —le pregunté divertido. Sus ojos verde cielo se abrieron
bien y sus
mejillas
tomaron un poco de color.
—No,
no ¿Por qué lo dices? —preguntó nerviosa.
—Porque
se que no le eres indiferente a Jared – dije pícaro.
Si
en algo soy muy bueno, es en sacarle la vuelta a los temas que no me gustan.
Terminamos de
desayunar
y limpiamos todo. Ya eran cerca de las 4 de la tarde. Se pasa rapidísimo la
hora cuando
hablas
con tu prima, y en especial una prima como Taylor. Me tiré en el sillón a ver
la tele. Pero
miré
el teléfono, necesito hablar con ellos.
Marqué
el número de Corbin. Sonó una, sonó otra…
—¿Hola?
—me dijo.
—Cor
—le dije.
—Zac,
hermano ¿Cómo estas? —preguntó.
—Aguarda
un segundo en línea y no cortes —dije y apreté un botón de espera y marqué el
número
de
Jar.
—¿Diga?
—dijo al atender.
—Jared
—hablé.
—Efron,
amigo que sorpresa ¿Dónde estás? —dijo.
—Espera
un segundo —le dije y apreté el botón que había apretado antes —¿Me escuchan
los dos?
—¿Qué
sucede? —preguntó el afro.
—¿Corbin?
—dijo Jar.
—¿Jar?
—dijo Cor.
—Bueno,
escúchenme —les dije mirando fijamente al teléfono.
—¿Que
paso ahora pequeño saltamontes? —me dijo el afro.
—Necesito
contarles mis problemas —sentencié.
—¿Vas
a usarnos de psicólogos? ¿Acaso no puedes contactar a uno de verdad? —dijo Jar.
—Ustedes
me salen gratis —dije sonriente.
—Estas
cagado en dinero busca un profesional, estaba apunto de llamar a Emma —se quejó
Cor.
Entrecerré
los ojos y miré mal el teléfono, como si él pudiera verme.
—La
dominante de tu novia puede esperar, tengo problemas —le dije.
—Bueno
ya, ya... él tiene razón Cor, luego nos quejamos cuando no sabemos que le pasa
—me
defendió
mi buen amigo Murillo.
—Esta
bien, que comience la sesión. ¿Estas sentado y cómodo? Relájate y suelta la
lengua de una
vez
—dijo Corbin.
—En
este último tiempo me he estado mirando al espejo... y no me reconozco. No sé
quien es el
que
se esta mirando —comencé a hablar.
—Pero
si no estas gordo. Es más estas como más trabajado que nunca —me dijo Jar.
—No
puedo creer que hayas dicho eso... ¿Acaso no te das cuenta que esta hablando de
su forma
de
ser, no de su estado físico? —lo retó Cor —Continua Zac…
—Me
siento... me siento como cuando tenia 7 años y no sabia que sabor de helado
comprar —
continué.
—Estás
confundido entonces —dijo Jared.
—No,
no es solo eso. Me siento un inepto para tomar decisiones, un manipulador
egoísta a la hora
de
pensar en alguien más —conté.
—Pero
es que eres un inepto para tomar decisiones —dijo Bleu —¿Piénsalo que decisión
importante
has
tomado en los últimos años?
—Y
si eres un manipulador egoísta. Tay me habló anoche para decirme que te sacara
de la cita de
Vanessa
—dijo Murillo.
—¿Te
metiste en la cita de Vanessa? —preguntó sin poder creerlo.
—Tal
vez, bueno si, si me metí. Y si soy un manipulador egoísta pero antes no me
hubiera
importado,
hasta lo hubiera tomado como halago ¿Por qué ahora si me importa? Y lo de las
decisiones,
tome una sola a los 9 años y no me arrepiento de haberla tomado así me este
llevando
el
diablo por haberlo hecho —dije muy seguro de aquello.
—Y
ahora te puede importar por una sola cosa —habló Jar.
—Estás
enamorado —sentenció Corbin.
—Y
me podrían explicar ¿Qué es eso? Por que no entiendo el concepto. No esta en
mi,
irremediablemente
terminaré arruinándolo, lo se. De hecho creo que todo el mundo lo sabe —dije
algo
nervioso.
—Pero
primero lo primero amigo —dijo Cor.
—¿Estas
enamorado de Vanessa? —preguntó Jar.
—Es
que eso no tiene sentido. No puedo estar enamorado de ella, porque simplemente
es algo que
no
quiero sentir y que... no conozco y que...
—Ya
deja de querer ponerle patas y pelos... estás enamorado y punto —me interrumpió
Cor.
—Si,
sino no harías todas las cosas que haces —Agregó Murillo.
—¿Que
hiciste ayer en su cita? —preguntó el afro.
—Bueno
yo... llegué y me senté con ellos a cenar. Toque a Vanessa por debajo de la
mesa...
aunque
vale decir que ella comenzó —me defendí.
—¿La
tocaste? eres un cerdo —me acusó Murillo.
—Ella
comenzó —me quejé.
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