CAPITULO 31
Ella
comenzó a reír y yo también me uní a su risa.
—¿Me
estas hablando enserio? —le pregunté.
—Muy
enserio —dijo divertida —Yo tenía que fingir.
—¿Le
fingías?
—Si
—dijo y tomó un poco más de vodka para volver a hablar —Sino el pobre iba a
sentirse muy
mal.
—Ni
para darle placer a una mujer es bueno el infeliz —hablé entre risas.
Ella
dejó de reír y me miró fijo. Volvió a tomar de la botella, y luego miró la hora
en un reloj.
—Son
las 3 de la mañana Efron, creo que es hora de que te vayas —se puso de pie,
pero al
instante
se tambaleó y cayó sobre mí. Comenzó a reír divertida.
—Creo
que no puedes pararte —le dije divertido.
Se
incorporó y se sentó derecha sobre mi regazo.
—¿Estas
insinuando que estoy ebria? —me preguntó.
—No
lo se, tú dime.
—Lo
que yo te digo es que…
No
pude aguantarme más y levanté la cabeza para tomar sus labios. Su inmediata
respuesta me
confundió.
Se
acercó más a mí, cuando coloqué una de mis manos alrededor de su cintura. Su
lengua se
mezclo
con la mía y el sabor de su boca era una mezcla paradisíaca de alcohol y su
propio sabor.
Era
dulce, y adictivo.
Llevó
sus manos a mi nuca y el beso se volvió más profundo. Como cada vez que la
besaba, mis
ojos
estaban totalmente cerrados y disfrutando de ello como el resto de mí.
Resbalé
mis labios por su mentón y bajé a su cuello.
Me
sorprendió que ella no se alejara o dijera algo para alejarse. De seguro era el
alcohol, el bendito
alcohol…
Gimió
levemente y eso fue como apretar el acelerador en mí y no sacar el pie de allí.
Desesperado
volví a su boca. Mordió suavemente mi labio superior y luego se alejó para
mordisquear
mi mandíbula, hasta mi oreja.
—Diablos…
—musité apenas audible. Ella iba a volverme loco, completamente loco. La alejé
de mí y
me
puse de pie. Ella me miró sorprendida —Estas ebria Vanessa, mejor te llevo a
dormir.
Ella
se puso de pie y tambaleándose se acercó hasta mí.
—No
estoy tan ebria, como para no recordarlo mañana. Pero ni tan sobria, como para
dejar que mi
orgullo
detenga mis actos —dijo algo agitada. Su mirada estaba llena de deseo.
—Estoy
tan ebrio como para pasar por alto el que mañana estarás arrepentida, pero tan
sobrio y
conciente
como para hacer que no lo olvides nunca.
—Entonces
hagámoslo, cariño —me dijo levantando sus brazos al tiempo que yo me acercaba a
ella
y
la tomaba de la cintura para acercarla de nuevo a mí.
Sus
brazos cayeron pesados sobre mis hombros, y se colgó de mí mientras nuestras
bocas se
fundían
en un caliente beso.
Sin
dejar de besarnos comencé a caminar a ciegas.
Algunos
tropezones, unas risitas de su parte, hasta que chocamos contra una fría mesa
de
mármol.
Vanessa
soltó agitada mis labios, mientras que yo la subía a la mesa justo frente a mí.
Abrí sus
piernas
y paré en medio de ellas. Volví a tomar sus labios, mientras mis manos
acarician su cuerpo
sobre
el fino camisón.
—No
sabes, no tienes ni la menor idea de cuanto yo te deseo —le susurré al oído
mientras
comenzaba
a besar su cuello otra vez —Siempre he sido un firme creyente de vivir el
momento. En
tomar
lo que quiero cuando lo deseo. Y ahora mismo, Vanessa, yo te deseo. Quiero
saborear cada
centímetro
de tu cuerpo. Sentir tu respiración sobre mi cuello mientras te hago mía.
Explorar con
mi
lengua cada parte de ti hasta que me ruegues que me detenga.
—No
voy a rogarte que te detengas —dijo agitada y divertida —Esta noche, has
conmigo lo que
quieras.
Al diablo con el moralismo…
—Amén
—dije y volví a sus labios.
—Amén,
amén —musitó apenas audible.
Bajé
mis manos hasta el borde de su camisón. Con cuidado acaricie sus muslos y su
piel estaba tan
caliente
como yo este momento por ella.
Sus
manos estaban en mi nuca y acariciaban mis cabellos en forma de provocación.
Sentí como sus
manos
resbalaban hacia delante y comenzaban a bajar por mi pecho, mientras nuestras
bocas no
cesaban.
Alejándome apenas para respirar, la acerqué más a mí, logrando más espacio
entres sus
piernas.
Sin
ningún problema la tomé en brazos y la subí sobre mi abdomen. Sentí como sus
piernas se
cerraban
a mí alrededor. Gruñí levemente al sentir, como desesperada intentaba quitarme
la
remera
de encima.
—Ahí,
contra ahí. Así puedo… quitarte esto —habló entre dientes trabajosamente.
Me
reí ante su apabullante suplica.
—¿Estas
caliente, cariño? —pregunté agitado, mientras caminaba con ella encima hasta
una de las
paredes
que estaba casi vacía.
—¿Tú
que crees? —susurró y clavó sus ojos en los míos —Yo también puedo ser una
sexodependiente
como
tú, y más si hace tiempo que no lo tengo…
—Juro
que voy a encargarme de que lo disfrutes, lo juro…
Gimió
cuando la apoyé contra la pared y hundí mis labios en su garganta. Mordisqueé
la delicada
piel
de su cuello, hasta llegar a su oreja.
Su
respiración caliente caía sobre mi oreja y nuca. Como había deseado esto, por
dios. Yo ya no
podía
esperar para subir a aquella cama y hacerla mía, como tantas veces quise.
Me
moví levemente contra ella, haciendo que se sobresaltara y me apretara con
fuerza.
Recargando
su peso contra la pared, me alejó un poco de ella y con una profunda mirada, se
deshizo
sin ningún problema de mi remera.
Volvió
a acercarse para tomar mi boca. Volví a caminar a ciegas, pero por un mal movimiento,
y
estar
tan inmerso en aquello caímos sobre una mullida alfombra.
Ella
quedó sobre mí, pero aun así nuestras bocas no se alejaron ni lo más mínimo. Se
alejó de mis
labios
y comenzó a bajar su boca y lengua por mi cuello, y siguió bajando hasta mi pecho.
—Demonios…
—escuché su ahogada voz sobre los músculos de mi abdomen —Estas más bueno
que
comer un pote de chocolate derretido con el dedo…
Reí
entré dientes y me senté para sentarla sobre mí y besar su boca. La tomé de la
nuca y la
acerqué
más a mí, como si eso de verdad fuera posible. Sus firmes pechos estaban
apretados
contra
mi pecho, debajo de ese lindo camisón y cubiertos por un sostén.
Ella
tenía una forma tan especial de besar, una forma única y extremadamente
caliente. Se alejó
apenas
de mis labios y abrí mis ojos para mirarla. Ella me miraba fijo…
—No
vas a detenerme, ¿verdad? Estoy desesperado, Vanessa. Hace semanas que no lo
hago y
estoy
por volverme loco… loco —le expliqué agitado mientras veía su forma de mirarme.
Sus
labios se curvaron levemente, para formar una misteriosa sonrisa.
Tomó
una de mis manos y la dirigió a uno de sus pechos. Me hizo recorrer su cuerpo
desde allí,
hasta
la curva de su trasero.
—¿Desesperado?
—preguntó. Tragué sonoramente.
—Muy
desesperado —le aseguré.
—¿Y
que pasó con tus conquistas?
No
podía decirle que no había podido acostarme con ninguna de ellas porque siempre
que lo estaba
por
hacer, su rostro me aparecía para atormentarme y alejarme de cada una de ellas.
—Ellas
no me excitan —dije.
Su
suave mano acarició mi pecho y subió hasta mi hombro. Se acercó un poco más a
mí y comenzó
a
pasar su lengua por el costado de mi mandíbula. Gruñí al sentir el calor de sus
piernas alrededor
mío.
—¿Yo
te excito? —preguntó alejándose un poco.
Ella
quería saber aquello, ella necesitaba saberlo.
—No
te das una idea de cuanto.
—¿Entonces,
qué estas esperando para subir las escaleras y terminar en aquella cama?
—Estaba
esperando a que me dieras el permiso —dije con una pequeña sonrisa.
Sin
ningún problema me puse de pie con ella encima. Mi cabeza dio vueltas al sentir
como se
envolvía
alrededor mío otra vez. El calor de sus muslos internos, quemaron mi cintura en
tanto
sentía
su humedad contra mi estómago.
Comencé
a subir las pequeñas escaleras en forma de caracol que daban a aquel pequeño
altillo,
que
contenía una gran cama, un enorme televisor y el placard en la pared. Esa era
su habitación, y
podías
obtener vista de ella desde la sala.
Regresando
a su boca, mezclé mi lengua con la suya y mordí con cuidado su labio. Susurró
algo
que
no logré entender, pero me dio tanto placer.
Al
fin llegamos allí arriba. Mis manos sostenían con firmeza su trasero, para que
pudiera
mantenerse
sobre mí.
—Voy
a devorarte, Vanessa —le dije con voz ronca.
—Esa
idea me tiene loca…
—No
más que a mí…
Caminé
un poco más hasta que mis pasos se vieron interrumpidos por una pared. Ella
gimió,
cuando
por causa de la pared, posé mi hinchada erección contra la parte de ella en la
que ya no
podía
esperar para enterrarme.
—Oh,
dios —dijo en un leve gemido. Probé la calidez de su boca y escuché sus
susurros de placer.
Movió
sus manos desde mi nuca, a través de mi espalda, hasta encontrar la bragueta de
mi
pantalón.
Echándome hacia atrás ligeramente, observé su cara —Ya no puedo esperar a que
lo
hagas…
Hazlo porque voy a volverme loca —me dijo agitada.
Entonces
la bestia que estaba dentro de mí, pareció salir descontrolado. La apreté más
contra la
pared
y la besé profundamente. Casi salvajemente le arranqué la tanga que tenía
debajo de ese
camisón.
Ese
camisón que aun cubría su cuerpo. Pero no quería sacárselo todavía, me gustaba
verla con eso
puesto.
Metí mis manos entre nosotros y terminé de desabrochar los botones que ella ya
había
empezado…
—Espera,
espera —me dijo. La miré fijo —Póntelo primero, sabes de lo que te estoy
hablando…
—No
se donde está —dije totalmente desesperado.
—No
voy a hacerlo, hasta que lo tengas —susurró.
Toqué
los bolsillos traseros de mi pantalón y agradecí a dios encontrarlo allí. Ella
se rió entre
dientes.
Se bajó de mí, para que yo pudiera ponérmelo, y mientras yo lo hacia ella
acariciaba mis
cabellos.
—Tú
eres un tramposo y manipulador… Sabías que iba a pasar esto, lo sabías y
viniste a… a
enloquecerme…
—Shhhhhh
—le dije y la volví a alzar.
—Pero…
Y
cuando sus piernas se abrieron a mí alrededor, me hundí el ella. Gimió exaltada
y se aferro con
fuerza
a mi espalda.
Me
quedé quieto, sintiendo como sus muslos internos me rodeaban más y más. Mi
cabeza comenzó
a
dar vueltas, y vueltas. Mi rostro estaba escondido en su cuello. Subí mis manos
por el costado de
sus
piernas, alzando un poco más su camisón. Comencé a moverme despacio. Ella
boqueó y se
arqueó
hacia mí.
—Oh,
Vanessa… —su nombre salió ronco de mi garganta al sentir el placer de estar
dentro de ella.
Mis
ojos se cerraron y gruñí profundamente. Comencé a moverme un poco más, quería
sentirla,
necesitaba
sentirla.
—Zac…
—mi nombre salió agitado de sus labios.
Entonces
me alejé de su cuello y tomé su boca. Gimió un poco más fuerte que antes y sus
manos
apretaron
mis hombros. Era tan erótico sentirla de esa forma. Ella estaba completamente
vestida, y
yo
solo tenía puestos mis pantalones. Me alejé apenas de su boca para poder
respirar.
—Di
que deseabas esto tanto como yo —le dije sin dejar de moverme dentro de ella.
Alcé una de
mis
manos y tomé uno de sus pechos, para acariciarlo sobre la ropa.
—Yo…
yo lo deseaba tanto —dijo entre dientes.
Sonreí
agitado y capturé sus labios de nuevo. De una manera inexplicable me deshice de
su
camisón,
y al instante de su sostén. Ahora estaba al descubierto para mí. Sus manos se
movían
suaves
por mi espalda, y su respiración caliente caía sobre mi boca. La apreté más
contra la pared,
haciendo
que sus piernas se abrieran un poco más a mí.
Mordió
sus labios y cerró sus ojos. Mis caderas no dejaban de empujar en su interior,
y no iban a
dejar
de hacerlo hasta obtener lo que quería de ella. Su boca busco la mía y sus
labios tomaron
despacio
los míos. Me estremecí dentro de ella. Sus manos subieron por mi espalda hasta
mi
rostro.
Acaricio mis mejillas, y secó el sudor de mi frente. Sus gestos me
confundieron, y su forma
de
tocarme más aun. Se alejó de mis labios y levantó un poco su rostro para besar
mi nariz. Mis
labios
quedaron quietos sobre su mentón.
—¿Tú
solo viniste por placer aquí? —me preguntó agitada.
CAPITULO 32
Me
alejé un poco de ella para mirarla a los ojos. No podía responderle eso… porque
ni yo se porque
vine
a buscarla. Mi incliné hacia ella y capturé sus labios en un acalorado beso.
Entonces
me moví más rápido, haciendo que los gemidos salieran repetidas veces de su
boca, que
caían
sobre la mía. Ella intentaba hablar, pero el aire apenas le alcanzaba para
respirar. Gruñí
profundamente,
cuando ella se abrazó más a mí y sentí como su cuerpo se consumía en un mar de
placer,
mientras se corría por mí.
Un
gemido estremecedor abarcó cada rincón de la casa, y llenó de un agudo placer
cada parte de
mí.
Me quedé quieto esperando que su respiración se calmara y que su cuerpo se
relajara. Llevé
mis
labios a los suyos y los rocé suavemente.
—Quiero
más —habló con la voz cortada. Sonreí levemente.
—Claro
que si cariño, aun no he terminado contigo —le dije.
Me
alejé de la pared con ella y la dejé caer sobre la cama. Terminé de quitarme lo
que quedaba de
ropa
sobre mí, y me acosté sobre ella, sintiendo cada centímetro de su fina y suave
piel contra la
mía.
Un suave suspiró salió de sus labios y su cuerpo se amoldó al mío.
Antes
de enterrarme de nuevo en ella, quería saborear un poco de esa dorada piel que
me traía
loco
desde hacía varias semanas. Besé sus labios levemente, y con cuidado bajé mi
boca hasta su
mentón.
Sentí una de sus manos sobre el lugar en donde estaba mi tatuaje, sus dedos lo
marcaron
suave,
y recorrieron cada línea que sobresalía del dibujo. Sonreí por lo bajo al
recordar sus palabras
aquella
noche después de lo de Susan.
—Oye
—le hablé en voz baja y comencé a bajar mi boca por su cuello, la mordisqueé
suavemente,
haciendo
que su respiración se comenzara a agitar.
—¿Si?
—susurró.
—Yo
se que no lo recuerdas, pero la noche en la que te emborrachaste en lo de
Susan, cuando
estábamos
en casa y yo te llevaba a la habitación, me dijiste algunas cosas.
—Si
las recuerdo —musitó y me alejé de su cuello para mirarla a los ojos. Una
sonrisa perversa se
curvó
en sus labios —Recordé lo que pasó después de irme de tu casa —sonreí y volví a
bajar mi
boca
a su cuello, su mano seguía acariciando mi tatuaje. Subí hasta su oreja —Quiero
lamer tu
tatuaje,
Zac…
La
piel de mi nuca se erizó y saboreé sus palabras casi tanto como lo estaba
haciendo con ella.
—Lamento
decirte que vas a tener que quedarte con la gana, porque esta noche yo voy a
ser el
único
que va a saborear aquí… —ella rió por lo bajo —Eres tan suave, Vanessa —le dije
mientras
seguía
mordisqueando la delicada piel de su cuello.
—Y
tú eres tan…
—¿Tan
que? —pregunté mientras descendía sobre ella y besaba el espacio suave que
había entre
su
cuello y sus pechos.
—Eres
tan fuerte… y tan salvaje… como me tientas —respondió.
Seguí
bajando hasta encontrarme con dos hinchados pechos. Abrí mi boca y con cuidado
tomé uno
de
ellos. Ella se arqueó hacia mí y su mano derecha se enterró en mis cabellos.
Suspiré al sentir su
pezón
bajo mi lengua.
—Dios,
Efron —gimió mientras seguía jugando con su pezón.
—Me
enloquece que me llames así, cariño —le dije mientras dirigía mi boca al otro.
Rió
pícaramente
—Efron
—dijo mientras su mano acariciaba mis cabellos.
Sonreí
divertido, seguí bajando por su suave vientre, ganándome caricias y algunas
perversas
palabras
de su parte, y volví a subir a sus pechos. Su mano me llevó hasta su boca en
donde recibí
un
apasionado beso, su lengua buscó la mía y jugó con ella. Gemí sobre sus labios
y la besé más
aun.
Rocé
con mi mano la curva de su cadera, seguí bajando por su muslo suave, seguí
bajando hasta
que
pude tocar la parte que más ardientemente deseaba de ella. Ella gimió y tembló
mientras
cuidadosamente
separaba sus piernas y atormentaba su hendidura.
Oh
sí, yo quería esto de ella. Quería ver su cabeza contra las almohadas y oír mi
nombre salir de su
boca
cuando se corriera por mí otra vez.
Sus
manos se posaron en mis hombros y me apretó con fuerza, mientras mis dedos la
acariciaban.
Me
separé de su boca y la miré fijo a los ojos. Esos ojos profundos, cautivantes,
que con una sola
mirada
te sacan todo el aire. Ella alzó la cabeza y mordisqueó mi mentón y mandíbula.
Necesito
decirle
algo, pero no sé que.
—¿Qué
quieres decirme, Zac? —preguntó como si estuviera leyendo mi cabeza.
Ella
seguía besando mi mentón y cuello. Subí mi mano por su cintura, acariciándola
delicadamente.
Tragué
saliva… no puedo decir aquello, yo no sé que pasa conmigo.
—Te
deseo y mucho —dije lo primero que se me vino a la cabeza.
Se
alejó de mi mentón y clavó su mirada en la mía, como si estuviera tratando de
leer lo que
pienso.
—Bésame
—me ordenó.
Bajé
mi rostro hacia ella y capturé sus labios. Pero esta vez su beso no es
apasionado… es un beso
suave,
lento… dulce. Confundió aun más mis pensamientos y me hizo reprocharme el estar
aquí.
Pero
no, no puedo arrepentirme de esto, esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo
he deseado
desde
que posé mis ojos en ella y al fin lo estoy teniendo.
Incapaz
de esperar un poco más le abrí más las piernas y me volví a hundir en ella.
Vanessa
arqueó
la espalda arrastrándome más profundo en su interior y gimió llenándome de más
placer.
Yo
no puedo entender como ella lo hace, pero con cada segundo me enloquece aun
más. Me senté
sobre
mis piernas y empujé más mis caderas. Y así me deslicé en ella, lentamente,
profundamente.
Era
un ritmo arrollador que la hizo contorsionarse ante el intenso placer de mis íntimas
caricias. Ella
clavó
sus ojos en mí, mientras respiraba por la boca trabajosamente.
—Eres
tan bella —murmuré, meciendo mis caderas contra las de ella y empujándome en su
interior
aún
más profundo y más duro. La tomé de las caderas y la acerqué más a mí.
—Tú
también —me dijo agarrándome las rodillas.
Acaricié
su suave vientre y también sus piernas.
¡Oh
ella me daba tanto placer! Juro que he tenido sexo más veces de la que puedo
contar, pero
había
algo nuevo en esto, algo fresco y distinto a todo.
Ella
agarró con fuerza las sabanas y mordió sus labios al sentir que otro orgasmo la
invadía. Yo
sonreí
agitadamente y me moví más dentro de ella. Gruñí ante el sonido de su éxtasis
mientras su
cuerpo
se aferraba al mío. Gimiendo mi nombre se estiró y me arrastró encima de su
cuerpo.
Luego
hizo la cosa más extraña de todas… acarició con su nariz mi cuello y mi cara,
dejando caer
suaves
y mojados besos por mi hombro y mi mejilla. Me congelé.
—Nunca
había sentido nada mejor que tú llenándome —me confesó débil.
—Nunca
había sentido nada mejor que estar dentro de ti —me forcé a decirle.
Aunque
de verdad no debí decirle eso… aunque fuera realmente cierto.
Sus
brazos me mantuvieron apretado contra ella, mientras envolvía sus piernas
alrededor de mis
caderas.
La
ternura de su toque y sus acciones me punzaron, haciendo que me tensara aun
más. Mis
caderas
seguían empujando dentro de ella, mientras sus manos acariciaban mi piel.
Era
como si realmente yo le importara, como si yo significara algo para ella. Como
si ella me… me
quisiera…
Apenas podía respirar.
Por
primera vez en mi vida sentía que estaba teniendo algo más que sexo… No, no,
eso no era así.
Yo
estaba teniendo sexo. Sexo increíblemente genial, pero nada más que sexo.
Sexo.
Simple.
Primitivo.
Básico.
Elemental.
Cerrando
los ojos, inspiré su perfume único y dejé que me inundara. Mis labios abrasaron
su piel
mientras
ella continuaba acariciando mi cuello y mejilla con su nariz y empujándose a sí
misma
contra
mí. La sostuve suavemente y sentí que iba a volverme loco, cuando sus manos
bajaron
calientes
por mi espalda hasta mi trasero, donde me empujó más en ella.
Entonces
me moví más aun, buscando eso que tanto necesitaba.
—Ahora
me toca a mí —le dije agitado.
Vanessa
soltó una leve risa que cosquilleó en mi oído. Su risa se transformó en un
intenso gemido
y
sus uñas marcaron mi piel cuando me corrí en sus brazos. Su nombre salió como
plegaría de mi
boca,
liberando mi pasión, liberando mi deseo.
Me
dejé caer rendido y confundido sobre su pequeño y caliente cuerpo. Mi rostro
quedó encallado
en
su cuello. Sus manos acariciaron de arriba a bajo mi espalda que subía y bajaba
por mi, aun
agitada,
respiración. Sentí como sus piernas se enredaban con las mías y subían y bajan
para
acariciarme
con ellas.
Acostumbrado
a salirme de ellas después de correrme, quedarme sobre Vanessa y abrazado a
ella
era
algo totalmente nuevo para mí. Nuevo y extraño.
Rápidamente
levanté la cabeza para cerciorarme de que era ella, y no alguna otra a la que
yo había
imaginado
como Vanessa.
Si
era ella, no era una ilusión, ni mi imaginación. Sus ojos se clavaron fijos en
los míos. Y su rostro
mostraba
una gran confusión, al igual que yo…
Me
incliné hacia ella y la besé despacio. Su boca me respondió suave y dulce. Me
alejé y me acosté
a
su lado, mirando fijamente al techo. Mi cabeza aun daba vueltas, pensé que era
por el efecto del
vodka,
pero no era así.
Mi
cabeza daba vueltas por el placer que ella me había dado. La miré de costado y
sentí la
necesidad
apabullante de abrazarla contra mi pecho. De esconder mi rostro entre sus
cabellos y
respirar
su aroma.
Sacudí
mi cabeza y me senté en la cama. Ella también se sentó y buscó algo en el
suelo. La miré
de
costado. Su espalda desnuda estaba al descubierto para mí. Quise estirar mi
mano y acariciarla,
pero
me guardé las ganas. Ella se colocó el camisón y se puso de pie. Caminó hasta
las escaleras.
—¿A
dónde vas? —le pregunté.
—Al
baño —dijo sin mirarme.
—Aquí
hay un baño —dije señalando la puerta que estaba en la habitación.
—El
de abajo es más grande —dijo sin dejar de caminar.
—Vanessa
—la llamé. Se giró a verme y sentí un cosquilleo en mi estomago —Debo irme.
—Si
—dijo ella asintiendo —Ya es tarde… cuando salgas, cierra bien la puerta.
No
sé que fue peor para mí. ¿Qué ella me dijera eso o qué yo de verdad no tenía
ganas de irme?
Ella
estaba por bajar.
—Vanessa
—la volví a llamar. Me volvió a mirar.
—¿Si?
—¿Te…
encuentras bien? —le pregunté. Ella sonrió levemente y bajó la mirada.
—Claro
que si, ¿Por qué? —preguntó. Negó levemente y se dispuso a bajar al fin.
Me
quedé sentado en la cama, esperando no sé que. Hasta que reaccioné y me
levanté. Me puse
mis
boxers, y luego mi pantalón. Mi remera estaba tirada abajo así que debía bajar.
Cuando
llegué la puerta del bañó se abrió, y ella salió envuelta en una salida de baño
y con el
cabello
atado en una alta cola de caballo. La miré fijo por unos cuantos segundos.
Me
agaché a recoger mi remera, sin dejar de mirarla me la coloqué, ella me sonrió
levemente.
Entonces
aquello fue más fuerte que yo, con dos grandes pasos me acerqué a ella y la
tomé de la
cintura
para acercarla a mí y besarla apasionadamente.
Sus
pequeñas manos se posaron suaves sobre mi pecho, y luego subieron a mi nuca. Su
boca me
respondió
de la misma manera y nuestras lenguas se volvieron a juntar.
Besar
su boca y sentir su sabor era una de las cosas más maravillosas que había en
este mundo.
Me
alejé despacio y me alejé para mirarla.
Tragué
saliva y acomodé un mechón que caía por el costado de su cara detrás de su
oreja. Volví a
besarla
suavemente, apoyando apenas mis labios sobre los suyos. Me volví a alejar, solo
un poco.
—Te
veo luego —le susurré.
—Seguro
—asintió levemente con la cabeza.
La
besé por última vez y giré para caminar hasta la puerta. Salí de allí sin
mirarla, porque si lo
hacía,
estaba seguro de que no iba a poder irme. Cuando salí del edificio miré a mí
alrededor.
¿Qué
demonios fue todo eso?
¿Despedirme
así?
¿Desde
cuando?
Solté
un largo suspiró y caminé hasta Betty. Le di una última mirada a su edificio
antes de
marcharme.
Al
fin había conseguido lo que quería, pero yo no esperaba sentirme así. Así de
extraño, así de
confundido.
Prendí mi moto y arranqué hacia mi casa.
Todo
fue tan de repente, todo pasó tan diferente a lo que yo me imaginé.
Dios
Vanessa, me diste lo que tanto quería y no sabes como te lo agradezco. Pero no
tenías que
ser
así, tú tenías que ser como las demás, maldita sea.
Llegué
y dejé a Betty en el garaje. Subí al ascensor y bajé en mi piso. Tomé las
llaves y abrí
despacio,
no quería despertar a mi prima…
—¡¿Se
puede saber en donde demonios estabas?! —me preguntó prendiendo la luz de
repente.
Me
giré a verla algo asustado por su repentina voz.
—Tay,
¿Qué haces despierta? —le pregunté, mientras me acercaba a la cocina, para
tomar un poco
de
agua.
—Me
moría de la angustia esperando a mi primo —me dijo con una sonrisa irónica
—¿Dónde
estabas?
—Te
dije que no me esperaras Taylor —le dije y me serví agua.
—Si
claro, pero ¿Qué quieres que haga? Me preocupo, eres mi primo. ¿O acaso piensas
que cuando
tu
te vas yo me quedó de lo más tranquila mirando alguna película como si nada?
—Ya
Tay, solo estuve por ahí.
Se
acercó a mí y comenzó a olerme. La miré extrañado.
—No,
no estabas por ahí —me dijo y respiró más profundamente —Estabas con una mujer…
hueles
a
mujer, ¿Espera un segundo? —dijo y se acercó más a mí —Yo conozco ese perfume…
Me
alejé de ella, poniendo un metro de distancia entre nosotros. No quería que
descubriera que fui
a
acostarme con su mejor amiga.
—Tonterías,
no estuve con nadie —le mentí —Tal vez sea el perfume de Susan, la camarera del
bar.
Echó un poco porque había mucho olor a hombre, ¿entiendes?
Se
alejó de mí frunciendo el ceño con asco. Sacudió la cabeza y caminó hasta el
pasillo.
—Bueno,
por lo menos ve a ducharte —me dijo.
—Si
mamá —dije con burla. Me miró con los ojos entrecerrados.
—Tonto
—dijo y se fue.
Suspiré
aliviado y me senté pesadamente en el sillón. Olí mi remera y de verdad olía a
mujer… olía
a
Vanessa, tan adictivo como ella, tan embriagante como aquel vodka que nos llevó
a terminar en
aquella
excitante situación.
Me
puse de pie y entré al baño para ducharme, no quería sacarme el olor a ella
pero… tenía que
hacerlo,
tengo que hacerlo.
Solo
fue una más Efron, recuerda eso… una más.
Dejé
que el agua cayera sobre mí aproximadamente 15 minutos, sin hacer absolutamente
nada.
‘—Nunca
había sentido nada mejor que tú llenándome…’
Recordé
algunas de sus palabras, sus caricias, sus besos.
¡Maldita
sea, basta! ¡Ya, ya es suficiente!
Solo
fue sexo, nada significó para mí, y nada significó para ella. Solo un agradable
momento de
lujuria.
¡Solo eso!
Por
dios, ¿Qué pasa conmigo?
Acabo
de tener sexo con la chica que quería, debería estar completamente relajado y
contento. No
andar
como pelmazo recordando y esas cosas.
Salí
de la ducha, me sequé, me puse mi pantalón de dormir y me acosté en el sillón.
Coloqué mis
brazos
detrás de mi cabeza.
¿Qué
estará haciendo ahora?
¿Se
habrá dormido?
¿Estará
despierta?
¿Pensara
en lo que pasó?
¿Estará
totalmente arrepentida?
¿O
estará más que contenta de haberlo hecho?
Negué
con la cabeza, para alejar esas estúpidas preguntas de mí.
¿Y
si la llamo?
¿Y
si la llamo para ver como esta?
¿Y
si solo la llamo para escuchar su voz y luego corto?
¿Y
SI MEJOR DEJO DE COMPORTARME COMO UN IMBÉCIL?
Me
di vuelta sobre el sillón y escondí mi rostro en la almohada. Otra vez sus
caricias vinieron a mi
cabeza,
su placer… su forma de disfrutarlo.
Hoy
había aprendido, que ella siempre tensaba su cuerpo hasta que el último
estremecimiento
orgásmico
se apaciguaba, y luego soltaba besos sobre mi piel. Era una sensación dulce y
tonta que
no
tenía comparación.
¿Lo
recordará después?
Si,
no puede no recordarlo. Nuestra borrachera se fue en nuestro primer asalto.
Quemamos más
toxinas
de las que realmente teníamos.
Al
final, creo que fue peor el remedio, que le enfermedad.
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