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Peligrosa Obsesión - Capítulo 31 y 32


CAPITULO 31
Ella comenzó a reír y yo también me uní a su risa.
—¿Me estas hablando enserio? —le pregunté.
—Muy enserio —dijo divertida —Yo tenía que fingir.
—¿Le fingías?
—Si —dijo y tomó un poco más de vodka para volver a hablar —Sino el pobre iba a sentirse muy
mal.
—Ni para darle placer a una mujer es bueno el infeliz —hablé entre risas.
Ella dejó de reír y me miró fijo. Volvió a tomar de la botella, y luego miró la hora en un reloj.
—Son las 3 de la mañana Efron, creo que es hora de que te vayas —se puso de pie, pero al
instante se tambaleó y cayó sobre mí. Comenzó a reír divertida.
—Creo que no puedes pararte —le dije divertido.
Se incorporó y se sentó derecha sobre mi regazo.
—¿Estas insinuando que estoy ebria? —me preguntó.
—No lo se, tú dime.
—Lo que yo te digo es que…
No pude aguantarme más y levanté la cabeza para tomar sus labios. Su inmediata respuesta me
confundió.
Se acercó más a mí, cuando coloqué una de mis manos alrededor de su cintura. Su lengua se
mezclo con la mía y el sabor de su boca era una mezcla paradisíaca de alcohol y su propio sabor.
Era dulce, y adictivo.
Llevó sus manos a mi nuca y el beso se volvió más profundo. Como cada vez que la besaba, mis
ojos estaban totalmente cerrados y disfrutando de ello como el resto de mí.
Resbalé mis labios por su mentón y bajé a su cuello.
Me sorprendió que ella no se alejara o dijera algo para alejarse. De seguro era el alcohol, el bendito
alcohol…
Gimió levemente y eso fue como apretar el acelerador en mí y no sacar el pie de allí.
Desesperado volví a su boca. Mordió suavemente mi labio superior y luego se alejó para
mordisquear mi mandíbula, hasta mi oreja.
—Diablos… —musité apenas audible. Ella iba a volverme loco, completamente loco. La alejé de mí y
me puse de pie. Ella me miró sorprendida —Estas ebria Vanessa, mejor te llevo a dormir.
Ella se puso de pie y tambaleándose se acercó hasta mí.
—No estoy tan ebria, como para no recordarlo mañana. Pero ni tan sobria, como para dejar que mi
orgullo detenga mis actos —dijo algo agitada. Su mirada estaba llena de deseo.
—Estoy tan ebrio como para pasar por alto el que mañana estarás arrepentida, pero tan sobrio y
conciente como para hacer que no lo olvides nunca.
—Entonces hagámoslo, cariño —me dijo levantando sus brazos al tiempo que yo me acercaba a ella
y la tomaba de la cintura para acercarla de nuevo a mí.
Sus brazos cayeron pesados sobre mis hombros, y se colgó de mí mientras nuestras bocas se
fundían en un caliente beso.
Sin dejar de besarnos comencé a caminar a ciegas.
Algunos tropezones, unas risitas de su parte, hasta que chocamos contra una fría mesa de
mármol.
Vanessa soltó agitada mis labios, mientras que yo la subía a la mesa justo frente a mí. Abrí sus
piernas y paré en medio de ellas. Volví a tomar sus labios, mientras mis manos acarician su cuerpo
sobre el fino camisón.
—No sabes, no tienes ni la menor idea de cuanto yo te deseo —le susurré al oído mientras
comenzaba a besar su cuello otra vez —Siempre he sido un firme creyente de vivir el momento. En
tomar lo que quiero cuando lo deseo. Y ahora mismo, Vanessa, yo te deseo. Quiero saborear cada
centímetro de tu cuerpo. Sentir tu respiración sobre mi cuello mientras te hago mía. Explorar con
mi lengua cada parte de ti hasta que me ruegues que me detenga.
—No voy a rogarte que te detengas —dijo agitada y divertida —Esta noche, has conmigo lo que
quieras. Al diablo con el moralismo…
—Amén —dije y volví a sus labios.
—Amén, amén —musitó apenas audible.
Bajé mis manos hasta el borde de su camisón. Con cuidado acaricie sus muslos y su piel estaba tan
caliente como yo este momento por ella.
Sus manos estaban en mi nuca y acariciaban mis cabellos en forma de provocación. Sentí como sus
manos resbalaban hacia delante y comenzaban a bajar por mi pecho, mientras nuestras bocas no
cesaban. Alejándome apenas para respirar, la acerqué más a mí, logrando más espacio entres sus
piernas.
Sin ningún problema la tomé en brazos y la subí sobre mi abdomen. Sentí como sus piernas se
cerraban a mí alrededor. Gruñí levemente al sentir, como desesperada intentaba quitarme la
remera de encima.
—Ahí, contra ahí. Así puedo… quitarte esto —habló entre dientes trabajosamente.
Me reí ante su apabullante suplica.
—¿Estas caliente, cariño? —pregunté agitado, mientras caminaba con ella encima hasta una de las
paredes que estaba casi vacía.
—¿Tú que crees? —susurró y clavó sus ojos en los míos —Yo también puedo ser una sexodependiente
como tú, y más si hace tiempo que no lo tengo…
—Juro que voy a encargarme de que lo disfrutes, lo juro…
Gimió cuando la apoyé contra la pared y hundí mis labios en su garganta. Mordisqueé la delicada
piel de su cuello, hasta llegar a su oreja.
Su respiración caliente caía sobre mi oreja y nuca. Como había deseado esto, por dios. Yo ya no
podía esperar para subir a aquella cama y hacerla mía, como tantas veces quise.
Me moví levemente contra ella, haciendo que se sobresaltara y me apretara con fuerza.
Recargando su peso contra la pared, me alejó un poco de ella y con una profunda mirada, se
deshizo sin ningún problema de mi remera.
Volvió a acercarse para tomar mi boca. Volví a caminar a ciegas, pero por un mal movimiento, y
estar tan inmerso en aquello caímos sobre una mullida alfombra.
Ella quedó sobre mí, pero aun así nuestras bocas no se alejaron ni lo más mínimo. Se alejó de mis
labios y comenzó a bajar su boca y lengua por mi cuello, y siguió bajando hasta mi pecho.
—Demonios… —escuché su ahogada voz sobre los músculos de mi abdomen —Estas más bueno
que comer un pote de chocolate derretido con el dedo…
Reí entré dientes y me senté para sentarla sobre mí y besar su boca. La tomé de la nuca y la
acerqué más a mí, como si eso de verdad fuera posible. Sus firmes pechos estaban apretados
contra mi pecho, debajo de ese lindo camisón y cubiertos por un sostén.
Ella tenía una forma tan especial de besar, una forma única y extremadamente caliente. Se alejó
apenas de mis labios y abrí mis ojos para mirarla. Ella me miraba fijo…
—No vas a detenerme, ¿verdad? Estoy desesperado, Vanessa. Hace semanas que no lo hago y
estoy por volverme loco… loco —le expliqué agitado mientras veía su forma de mirarme.
Sus labios se curvaron levemente, para formar una misteriosa sonrisa.
Tomó una de mis manos y la dirigió a uno de sus pechos. Me hizo recorrer su cuerpo desde allí,
hasta la curva de su trasero.
—¿Desesperado? —preguntó. Tragué sonoramente.
—Muy desesperado —le aseguré.
—¿Y que pasó con tus conquistas?
No podía decirle que no había podido acostarme con ninguna de ellas porque siempre que lo estaba
por hacer, su rostro me aparecía para atormentarme y alejarme de cada una de ellas.
—Ellas no me excitan —dije.
Su suave mano acarició mi pecho y subió hasta mi hombro. Se acercó un poco más a mí y comenzó
a pasar su lengua por el costado de mi mandíbula. Gruñí al sentir el calor de sus piernas alrededor
mío.
—¿Yo te excito? —preguntó alejándose un poco.
Ella quería saber aquello, ella necesitaba saberlo.
—No te das una idea de cuanto.
—¿Entonces, qué estas esperando para subir las escaleras y terminar en aquella cama?
—Estaba esperando a que me dieras el permiso —dije con una pequeña sonrisa.
Sin ningún problema me puse de pie con ella encima. Mi cabeza dio vueltas al sentir como se
envolvía alrededor mío otra vez. El calor de sus muslos internos, quemaron mi cintura en tanto
sentía su humedad contra mi estómago.
Comencé a subir las pequeñas escaleras en forma de caracol que daban a aquel pequeño altillo,
que contenía una gran cama, un enorme televisor y el placard en la pared. Esa era su habitación, y
podías obtener vista de ella desde la sala.
Regresando a su boca, mezclé mi lengua con la suya y mordí con cuidado su labio. Susurró algo
que no logré entender, pero me dio tanto placer.
Al fin llegamos allí arriba. Mis manos sostenían con firmeza su trasero, para que pudiera
mantenerse sobre mí.
—Voy a devorarte, Vanessa —le dije con voz ronca.
—Esa idea me tiene loca…
—No más que a mí…
Caminé un poco más hasta que mis pasos se vieron interrumpidos por una pared. Ella gimió,
cuando por causa de la pared, posé mi hinchada erección contra la parte de ella en la que ya no
podía esperar para enterrarme.
—Oh, dios —dijo en un leve gemido. Probé la calidez de su boca y escuché sus susurros de placer.
Movió sus manos desde mi nuca, a través de mi espalda, hasta encontrar la bragueta de mi
pantalón. Echándome hacia atrás ligeramente, observé su cara —Ya no puedo esperar a que lo
hagas… Hazlo porque voy a volverme loca —me dijo agitada.
Entonces la bestia que estaba dentro de mí, pareció salir descontrolado. La apreté más contra la
pared y la besé profundamente. Casi salvajemente le arranqué la tanga que tenía debajo de ese
camisón.
Ese camisón que aun cubría su cuerpo. Pero no quería sacárselo todavía, me gustaba verla con eso
puesto. Metí mis manos entre nosotros y terminé de desabrochar los botones que ella ya había
empezado…
—Espera, espera —me dijo. La miré fijo —Póntelo primero, sabes de lo que te estoy hablando…
—No se donde está —dije totalmente desesperado.
—No voy a hacerlo, hasta que lo tengas —susurró.
Toqué los bolsillos traseros de mi pantalón y agradecí a dios encontrarlo allí. Ella se rió entre
dientes. Se bajó de mí, para que yo pudiera ponérmelo, y mientras yo lo hacia ella acariciaba mis
cabellos.
—Tú eres un tramposo y manipulador… Sabías que iba a pasar esto, lo sabías y viniste a… a
enloquecerme…
—Shhhhhh —le dije y la volví a alzar.
—Pero…
Y cuando sus piernas se abrieron a mí alrededor, me hundí el ella. Gimió exaltada y se aferro con
fuerza a mi espalda.
Me quedé quieto, sintiendo como sus muslos internos me rodeaban más y más. Mi cabeza comenzó
a dar vueltas, y vueltas. Mi rostro estaba escondido en su cuello. Subí mis manos por el costado de
sus piernas, alzando un poco más su camisón. Comencé a moverme despacio. Ella boqueó y se
arqueó hacia mí.
—Oh, Vanessa… —su nombre salió ronco de mi garganta al sentir el placer de estar dentro de ella.
Mis ojos se cerraron y gruñí profundamente. Comencé a moverme un poco más, quería sentirla,
necesitaba sentirla.
—Zac… —mi nombre salió agitado de sus labios.
Entonces me alejé de su cuello y tomé su boca. Gimió un poco más fuerte que antes y sus manos
apretaron mis hombros. Era tan erótico sentirla de esa forma. Ella estaba completamente vestida, y
yo solo tenía puestos mis pantalones. Me alejé apenas de su boca para poder respirar.
—Di que deseabas esto tanto como yo —le dije sin dejar de moverme dentro de ella. Alcé una de
mis manos y tomé uno de sus pechos, para acariciarlo sobre la ropa.
—Yo… yo lo deseaba tanto —dijo entre dientes.
Sonreí agitado y capturé sus labios de nuevo. De una manera inexplicable me deshice de su
camisón, y al instante de su sostén. Ahora estaba al descubierto para mí. Sus manos se movían
suaves por mi espalda, y su respiración caliente caía sobre mi boca. La apreté más contra la pared,
haciendo que sus piernas se abrieran un poco más a mí.
Mordió sus labios y cerró sus ojos. Mis caderas no dejaban de empujar en su interior, y no iban a
dejar de hacerlo hasta obtener lo que quería de ella. Su boca busco la mía y sus labios tomaron
despacio los míos. Me estremecí dentro de ella. Sus manos subieron por mi espalda hasta mi
rostro. Acaricio mis mejillas, y secó el sudor de mi frente. Sus gestos me confundieron, y su forma
de tocarme más aun. Se alejó de mis labios y levantó un poco su rostro para besar mi nariz. Mis
labios quedaron quietos sobre su mentón.
—¿Tú solo viniste por placer aquí? —me preguntó agitada.
CAPITULO 32
Me alejé un poco de ella para mirarla a los ojos. No podía responderle eso… porque ni yo se porque
vine a buscarla. Mi incliné hacia ella y capturé sus labios en un acalorado beso.
Entonces me moví más rápido, haciendo que los gemidos salieran repetidas veces de su boca, que
caían sobre la mía. Ella intentaba hablar, pero el aire apenas le alcanzaba para respirar. Gruñí
profundamente, cuando ella se abrazó más a mí y sentí como su cuerpo se consumía en un mar de
placer, mientras se corría por mí.
Un gemido estremecedor abarcó cada rincón de la casa, y llenó de un agudo placer cada parte de
mí. Me quedé quieto esperando que su respiración se calmara y que su cuerpo se relajara. Llevé
mis labios a los suyos y los rocé suavemente.
—Quiero más —habló con la voz cortada. Sonreí levemente.
—Claro que si cariño, aun no he terminado contigo —le dije.
Me alejé de la pared con ella y la dejé caer sobre la cama. Terminé de quitarme lo que quedaba de
ropa sobre mí, y me acosté sobre ella, sintiendo cada centímetro de su fina y suave piel contra la
mía. Un suave suspiró salió de sus labios y su cuerpo se amoldó al mío.
Antes de enterrarme de nuevo en ella, quería saborear un poco de esa dorada piel que me traía
loco desde hacía varias semanas. Besé sus labios levemente, y con cuidado bajé mi boca hasta su
mentón. Sentí una de sus manos sobre el lugar en donde estaba mi tatuaje, sus dedos lo marcaron
suave, y recorrieron cada línea que sobresalía del dibujo. Sonreí por lo bajo al recordar sus palabras
aquella noche después de lo de Susan.
—Oye —le hablé en voz baja y comencé a bajar mi boca por su cuello, la mordisqueé suavemente,
haciendo que su respiración se comenzara a agitar.
—¿Si? —susurró.
—Yo se que no lo recuerdas, pero la noche en la que te emborrachaste en lo de Susan, cuando
estábamos en casa y yo te llevaba a la habitación, me dijiste algunas cosas.
—Si las recuerdo —musitó y me alejé de su cuello para mirarla a los ojos. Una sonrisa perversa se
curvó en sus labios —Recordé lo que pasó después de irme de tu casa —sonreí y volví a bajar mi
boca a su cuello, su mano seguía acariciando mi tatuaje. Subí hasta su oreja —Quiero lamer tu
tatuaje, Zac…
La piel de mi nuca se erizó y saboreé sus palabras casi tanto como lo estaba haciendo con ella.
—Lamento decirte que vas a tener que quedarte con la gana, porque esta noche yo voy a ser el
único que va a saborear aquí… —ella rió por lo bajo —Eres tan suave, Vanessa —le dije mientras
seguía mordisqueando la delicada piel de su cuello.
—Y tú eres tan…
—¿Tan que? —pregunté mientras descendía sobre ella y besaba el espacio suave que había entre
su cuello y sus pechos.
—Eres tan fuerte… y tan salvaje… como me tientas —respondió.
Seguí bajando hasta encontrarme con dos hinchados pechos. Abrí mi boca y con cuidado tomé uno
de ellos. Ella se arqueó hacia mí y su mano derecha se enterró en mis cabellos. Suspiré al sentir su
pezón bajo mi lengua.
—Dios, Efron —gimió mientras seguía jugando con su pezón.
—Me enloquece que me llames así, cariño —le dije mientras dirigía mi boca al otro. Rió
pícaramente
—Efron —dijo mientras su mano acariciaba mis cabellos.
Sonreí divertido, seguí bajando por su suave vientre, ganándome caricias y algunas perversas
palabras de su parte, y volví a subir a sus pechos. Su mano me llevó hasta su boca en donde recibí
un apasionado beso, su lengua buscó la mía y jugó con ella. Gemí sobre sus labios y la besé más
aun.
Rocé con mi mano la curva de su cadera, seguí bajando por su muslo suave, seguí bajando hasta
que pude tocar la parte que más ardientemente deseaba de ella. Ella gimió y tembló mientras
cuidadosamente separaba sus piernas y atormentaba su hendidura.
Oh sí, yo quería esto de ella. Quería ver su cabeza contra las almohadas y oír mi nombre salir de su
boca cuando se corriera por mí otra vez.
Sus manos se posaron en mis hombros y me apretó con fuerza, mientras mis dedos la acariciaban.
Me separé de su boca y la miré fijo a los ojos. Esos ojos profundos, cautivantes, que con una sola
mirada te sacan todo el aire. Ella alzó la cabeza y mordisqueó mi mentón y mandíbula. Necesito
decirle algo, pero no sé que.
—¿Qué quieres decirme, Zac? —preguntó como si estuviera leyendo mi cabeza.
Ella seguía besando mi mentón y cuello. Subí mi mano por su cintura, acariciándola delicadamente.
Tragué saliva… no puedo decir aquello, yo no sé que pasa conmigo.
—Te deseo y mucho —dije lo primero que se me vino a la cabeza.
Se alejó de mi mentón y clavó su mirada en la mía, como si estuviera tratando de leer lo que
pienso.
—Bésame —me ordenó.
Bajé mi rostro hacia ella y capturé sus labios. Pero esta vez su beso no es apasionado… es un beso
suave, lento… dulce. Confundió aun más mis pensamientos y me hizo reprocharme el estar aquí.
Pero no, no puedo arrepentirme de esto, esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo he deseado
desde que posé mis ojos en ella y al fin lo estoy teniendo.
Incapaz de esperar un poco más le abrí más las piernas y me volví a hundir en ella. Vanessa
arqueó la espalda arrastrándome más profundo en su interior y gimió llenándome de más placer.
Yo no puedo entender como ella lo hace, pero con cada segundo me enloquece aun más. Me senté
sobre mis piernas y empujé más mis caderas. Y así me deslicé en ella, lentamente, profundamente.
Era un ritmo arrollador que la hizo contorsionarse ante el intenso placer de mis íntimas caricias. Ella
clavó sus ojos en mí, mientras respiraba por la boca trabajosamente.
—Eres tan bella —murmuré, meciendo mis caderas contra las de ella y empujándome en su interior
aún más profundo y más duro. La tomé de las caderas y la acerqué más a mí.
—Tú también —me dijo agarrándome las rodillas.
Acaricié su suave vientre y también sus piernas.
¡Oh ella me daba tanto placer! Juro que he tenido sexo más veces de la que puedo contar, pero
había algo nuevo en esto, algo fresco y distinto a todo.
Ella agarró con fuerza las sabanas y mordió sus labios al sentir que otro orgasmo la invadía. Yo
sonreí agitadamente y me moví más dentro de ella. Gruñí ante el sonido de su éxtasis mientras su
cuerpo se aferraba al mío. Gimiendo mi nombre se estiró y me arrastró encima de su cuerpo.
Luego hizo la cosa más extraña de todas… acarició con su nariz mi cuello y mi cara, dejando caer
suaves y mojados besos por mi hombro y mi mejilla. Me congelé.
—Nunca había sentido nada mejor que tú llenándome —me confesó débil.
—Nunca había sentido nada mejor que estar dentro de ti —me forcé a decirle.
Aunque de verdad no debí decirle eso… aunque fuera realmente cierto.
Sus brazos me mantuvieron apretado contra ella, mientras envolvía sus piernas alrededor de mis
caderas.
La ternura de su toque y sus acciones me punzaron, haciendo que me tensara aun más. Mis
caderas seguían empujando dentro de ella, mientras sus manos acariciaban mi piel.
Era como si realmente yo le importara, como si yo significara algo para ella. Como si ella me… me
quisiera… Apenas podía respirar.
Por primera vez en mi vida sentía que estaba teniendo algo más que sexo… No, no, eso no era así.
Yo estaba teniendo sexo. Sexo increíblemente genial, pero nada más que sexo.
Sexo.
Simple.
Primitivo.
Básico.
Elemental.
Cerrando los ojos, inspiré su perfume único y dejé que me inundara. Mis labios abrasaron su piel
mientras ella continuaba acariciando mi cuello y mejilla con su nariz y empujándose a sí misma
contra mí. La sostuve suavemente y sentí que iba a volverme loco, cuando sus manos bajaron
calientes por mi espalda hasta mi trasero, donde me empujó más en ella.
Entonces me moví más aun, buscando eso que tanto necesitaba.
—Ahora me toca a mí —le dije agitado.
Vanessa soltó una leve risa que cosquilleó en mi oído. Su risa se transformó en un intenso gemido
y sus uñas marcaron mi piel cuando me corrí en sus brazos. Su nombre salió como plegaría de mi
boca, liberando mi pasión, liberando mi deseo.
Me dejé caer rendido y confundido sobre su pequeño y caliente cuerpo. Mi rostro quedó encallado
en su cuello. Sus manos acariciaron de arriba a bajo mi espalda que subía y bajaba por mi, aun
agitada, respiración. Sentí como sus piernas se enredaban con las mías y subían y bajan para
acariciarme con ellas.
Acostumbrado a salirme de ellas después de correrme, quedarme sobre Vanessa y abrazado a ella
era algo totalmente nuevo para mí. Nuevo y extraño.
Rápidamente levanté la cabeza para cerciorarme de que era ella, y no alguna otra a la que yo había
imaginado como Vanessa.
Si era ella, no era una ilusión, ni mi imaginación. Sus ojos se clavaron fijos en los míos. Y su rostro
mostraba una gran confusión, al igual que yo…
Me incliné hacia ella y la besé despacio. Su boca me respondió suave y dulce. Me alejé y me acosté
a su lado, mirando fijamente al techo. Mi cabeza aun daba vueltas, pensé que era por el efecto del
vodka, pero no era así.
Mi cabeza daba vueltas por el placer que ella me había dado. La miré de costado y sentí la
necesidad apabullante de abrazarla contra mi pecho. De esconder mi rostro entre sus cabellos y
respirar su aroma.
Sacudí mi cabeza y me senté en la cama. Ella también se sentó y buscó algo en el suelo. La miré
de costado. Su espalda desnuda estaba al descubierto para mí. Quise estirar mi mano y acariciarla,
pero me guardé las ganas. Ella se colocó el camisón y se puso de pie. Caminó hasta las escaleras.
—¿A dónde vas? —le pregunté.
—Al baño —dijo sin mirarme.
—Aquí hay un baño —dije señalando la puerta que estaba en la habitación.
—El de abajo es más grande —dijo sin dejar de caminar.
—Vanessa —la llamé. Se giró a verme y sentí un cosquilleo en mi estomago —Debo irme.
—Si —dijo ella asintiendo —Ya es tarde… cuando salgas, cierra bien la puerta.
No sé que fue peor para mí. ¿Qué ella me dijera eso o qué yo de verdad no tenía ganas de irme?
Ella estaba por bajar.
—Vanessa —la volví a llamar. Me volvió a mirar.
—¿Si?
—¿Te… encuentras bien? —le pregunté. Ella sonrió levemente y bajó la mirada.
—Claro que si, ¿Por qué? —preguntó. Negó levemente y se dispuso a bajar al fin.
Me quedé sentado en la cama, esperando no sé que. Hasta que reaccioné y me levanté. Me puse
mis boxers, y luego mi pantalón. Mi remera estaba tirada abajo así que debía bajar.
Cuando llegué la puerta del bañó se abrió, y ella salió envuelta en una salida de baño y con el
cabello atado en una alta cola de caballo. La miré fijo por unos cuantos segundos.
Me agaché a recoger mi remera, sin dejar de mirarla me la coloqué, ella me sonrió levemente.
Entonces aquello fue más fuerte que yo, con dos grandes pasos me acerqué a ella y la tomé de la
cintura para acercarla a mí y besarla apasionadamente.
Sus pequeñas manos se posaron suaves sobre mi pecho, y luego subieron a mi nuca. Su boca me
respondió de la misma manera y nuestras lenguas se volvieron a juntar.
Besar su boca y sentir su sabor era una de las cosas más maravillosas que había en este mundo.
Me alejé despacio y me alejé para mirarla.
Tragué saliva y acomodé un mechón que caía por el costado de su cara detrás de su oreja. Volví a
besarla suavemente, apoyando apenas mis labios sobre los suyos. Me volví a alejar, solo un poco.
—Te veo luego —le susurré.
—Seguro —asintió levemente con la cabeza.
La besé por última vez y giré para caminar hasta la puerta. Salí de allí sin mirarla, porque si lo
hacía, estaba seguro de que no iba a poder irme. Cuando salí del edificio miré a mí alrededor.
¿Qué demonios fue todo eso?
¿Despedirme así?
¿Desde cuando?
Solté un largo suspiró y caminé hasta Betty. Le di una última mirada a su edificio antes de
marcharme.
Al fin había conseguido lo que quería, pero yo no esperaba sentirme así. Así de extraño, así de
confundido. Prendí mi moto y arranqué hacia mi casa.
Todo fue tan de repente, todo pasó tan diferente a lo que yo me imaginé.
Dios Vanessa, me diste lo que tanto quería y no sabes como te lo agradezco. Pero no tenías que
ser así, tú tenías que ser como las demás, maldita sea.
Llegué y dejé a Betty en el garaje. Subí al ascensor y bajé en mi piso. Tomé las llaves y abrí
despacio, no quería despertar a mi prima…
—¡¿Se puede saber en donde demonios estabas?! —me preguntó prendiendo la luz de repente.
Me giré a verla algo asustado por su repentina voz.
—Tay, ¿Qué haces despierta? —le pregunté, mientras me acercaba a la cocina, para tomar un poco
de agua.
—Me moría de la angustia esperando a mi primo —me dijo con una sonrisa irónica —¿Dónde
estabas?
—Te dije que no me esperaras Taylor —le dije y me serví agua.
—Si claro, pero ¿Qué quieres que haga? Me preocupo, eres mi primo. ¿O acaso piensas que cuando
tu te vas yo me quedó de lo más tranquila mirando alguna película como si nada?
—Ya Tay, solo estuve por ahí.
Se acercó a mí y comenzó a olerme. La miré extrañado.
—No, no estabas por ahí —me dijo y respiró más profundamente —Estabas con una mujer… hueles
a mujer, ¿Espera un segundo? —dijo y se acercó más a mí —Yo conozco ese perfume…
Me alejé de ella, poniendo un metro de distancia entre nosotros. No quería que descubriera que fui
a acostarme con su mejor amiga.
—Tonterías, no estuve con nadie —le mentí —Tal vez sea el perfume de Susan, la camarera del
bar. Echó un poco porque había mucho olor a hombre, ¿entiendes?
Se alejó de mí frunciendo el ceño con asco. Sacudió la cabeza y caminó hasta el pasillo.
—Bueno, por lo menos ve a ducharte —me dijo.
—Si mamá —dije con burla. Me miró con los ojos entrecerrados.
—Tonto —dijo y se fue.
Suspiré aliviado y me senté pesadamente en el sillón. Olí mi remera y de verdad olía a mujer… olía
a Vanessa, tan adictivo como ella, tan embriagante como aquel vodka que nos llevó a terminar en
aquella excitante situación.
Me puse de pie y entré al baño para ducharme, no quería sacarme el olor a ella pero… tenía que
hacerlo, tengo que hacerlo.
Solo fue una más Efron, recuerda eso… una más.
Dejé que el agua cayera sobre mí aproximadamente 15 minutos, sin hacer absolutamente nada.
‘—Nunca había sentido nada mejor que tú llenándome…’
Recordé algunas de sus palabras, sus caricias, sus besos.
¡Maldita sea, basta! ¡Ya, ya es suficiente!
Solo fue sexo, nada significó para mí, y nada significó para ella. Solo un agradable momento de
lujuria. ¡Solo eso!
Por dios, ¿Qué pasa conmigo?
Acabo de tener sexo con la chica que quería, debería estar completamente relajado y contento. No
andar como pelmazo recordando y esas cosas.
Salí de la ducha, me sequé, me puse mi pantalón de dormir y me acosté en el sillón. Coloqué mis
brazos detrás de mi cabeza.
¿Qué estará haciendo ahora?
¿Se habrá dormido?
¿Estará despierta?
¿Pensara en lo que pasó?
¿Estará totalmente arrepentida?
¿O estará más que contenta de haberlo hecho?
Negué con la cabeza, para alejar esas estúpidas preguntas de mí.
¿Y si la llamo?
¿Y si la llamo para ver como esta?
¿Y si solo la llamo para escuchar su voz y luego corto?
¿Y SI MEJOR DEJO DE COMPORTARME COMO UN IMBÉCIL?
Me di vuelta sobre el sillón y escondí mi rostro en la almohada. Otra vez sus caricias vinieron a mi
cabeza, su placer… su forma de disfrutarlo.
Hoy había aprendido, que ella siempre tensaba su cuerpo hasta que el último estremecimiento
orgásmico se apaciguaba, y luego soltaba besos sobre mi piel. Era una sensación dulce y tonta que
no tenía comparación.
¿Lo recordará después?
Si, no puede no recordarlo. Nuestra borrachera se fue en nuestro primer asalto. Quemamos más
toxinas de las que realmente teníamos.
Al final, creo que fue peor el remedio, que le enfermedad.

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