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Peligrosa Obsesión - Capítulo 3 y 4


CAPITULO 3
—¡Hola profesora! —la saludé de forma entusiasta.
Después del almuerzo me tocaba ir al taller de danza a ayudar a la profesora con mis compañeras.
—¡Al fin te dignas a aparecerte por aquí, muchachito! —me reprendió.
—No es mi culpa que me hayan dado vacaciones en medio del semestre —le dije con una sonrisa
inocente.
—Ya no busques más problemas, hijo —me dijo maternalmente —¿Cómo se te ocurre andar con
esa maquina infernal por los jardines? —me preguntó.
—Solo me divertía un poco —me justifiqué y cambié de tema antes de que siguiera con un discurso
acerca de sus tiempos —¿Qué es lo que esta enseñando esta vez, Olga?
—¡Vals! —dijo con emoción. Yo torcí el gesto.
—¿Qué tal un poco de tango? —le pedí.
—¡No! —me chilló —No te dejare seducir a mis alumnas en medio de mi clase.
—Igual con el vals, se vuelven locas —le aseguré bromeando.
—Creo que aquí el problema eres tú, y no el baile —aseguró.
—Soy irresistible —dije pegado de mi mismo y bromeando con ella.
Interrumpieron todas las chicas y chicos en sus calzas o shorts cómodos para bailar. Cuando
entraron… entonces la vi entrar al salón en un short cortito y una musculosa. Sonreí al verla al
fondo de la clase siendo rezagada por sus compañeras. Seguro todas ellas estaban resentidas con
ella por haberse sentado con los chicos y conmigo en el descanso. Decidí ser amable, si las huecas
de esta Universidad no querían ser sus amigas por mi culpa, yo seria su amigo.
—La que me faltaba —dijo al verme.
—No seas atípica, ya me conoces. Además te mueres por mí —le dije. Rió irónicamente.
—Claro —dijo asintiendo.
—Bueno, bueno —habló Olga —Comencemos con la clase. Zac me ayudara como siempre.
Mostró los pasos y yo la ayudé, ya que esto no era nada complicado para mí. Olga estaba
haciéndoles unas indicaciones a una pareja y ahí aproveché.
—¿Me permites? —le pedí a Richard y él me dio la mano de Vanessa —Lo haces todo, pero todo
mal —la reprendí —No estas escuchando la música.
—Discúlpame, si las miradas de odio me distraen —me soltó de repente.
—No es mi culpa que te afecten tanto, algunas chicas resentidas —le dije mientras la hacía girar y
la traía de nuevo a mí —Tendrías que acostumbrarte —le aseguré —Planeo seguir… hablándote —
le dije con una sonrisa y dimos unos giros por la pista.
—No tengo por que responderte —me contestó y la hice girar sobre si misma. Perdió el equilibrio
por un momento y la sujeté por la cintura. La coloqué más cerca de mí. Quitó mi mano, apenas
recobró el balance —Haces cualquier cosa por tocarme.
—No es mi culpa que tú me des el pretexto —dije inocente.
—Narcisista —me acusó y yo sonreí.
¿Qué chica conocía esa palabra? Esta era una chica inteligente y vivaz.
—Vanessa estamos bailando —dije cansado de sus acusaciones —Es obvio que tengo que tocarte
—hizo una mueca y volvió a poner su mano sobre mi hombro y la otra en mi mano.
—Bailas bien —dijo después de un rato de silencio en el que yo la miraba fijamente a los ojos y ella
trataba de evitar mi mirada.
—Y tú estas mejorando —aseguré sonriente —Soy un buen profesor —dije orgulloso de mi mismo.
—¿Dónde aprendiste a bailar? —me preguntó.
Mis pasos fueron sin ritmo por unos segundos, justo el tiempo en el que el recuerdo vino a mí. Pero
pronto recobré la compostura y sonreí sin ganas.
—Mi madre me hizo ir a clases de ballet cuando era niño —dije orgulloso de aquella etapa de mi
vida.
—Vaya —dijo sorprendida —Habitualmente inscriben a los niños en clases de karate o en cosas de
peleas y todo eso.
—Bueno —respondí pensándolo un poco —Ya ves que no se puede generalizar nunca, te podrías
sorprender.
—Vaya, tu madre debe amar mucho el baile —aseguró.
—Si a ella le gustaba mucho la música y bailar —sonreí levemente —Ella siempre bailaba conmigo.
—¿Le gustaba? ¿Ya no? —preguntó.
La mire fijo, pensando un poco en eso. Hacía bastante que nadie me hacía recordar eso.
—Muy bien chicos, eso es todo por hoy nos vemos el miércoles.
—Tengo práctica jurídica ¿y tú? —le pregunté para evitar contestar su pregunta.
Al parecer ella le tomó poca importancia y lo dejó pasar.
—Yo también —me respondió.
—Perfecto, te espero afuera del vestidor de chicas —afirmé y me fui a cambiar.
Cuando llegué al vestidor ella aun no salía, así que me recargué en la pared, frente a la puerta, y
me puse cómodo para esperarla. Encendí un cigarrillo y comencé a jugar con el encendedor de
Jared. De pronto empecé a oír muchos gritos y tumultos dentro del vestidor. De repente la puerta
se abrió y las chicas de adentro la empujaron hacia fuera, y una de esas perversas le arrancó la
toalla dejándola en ropa interior en el pasillo. Cuando la chica malvada me vio abrió bien grandes
los ojos. Sorprendida, cerró la puerta. Esto no había sido obra de una sola chica, ¡Habían sido
todas! Ella parecía perrito mojado y abandonado a la intemperie, mientras trataba de cubrirse con
sus delgados brazos. Estaba toda mojada, su piel estaba erizada y temblaba del frió. Avente el
cigarro lejos. Enojado me quité la chaqueta y se la puse para que se cubriera.
—¿Quién te hizo esto? —rugí con ferocidad.
—Se defenderme sola —repuso queriendo conservar un poco de dignidad.
—¡Así lo veo! —gruñí escaneándola de arriba abajo, semidesnuda y cubriéndose con mi chaqueta.
Se veía condenadamente bien en aquella íntima ropa interior color negro. Su piel era dorada, y no
había ninguna mancha en todo su cuerpo. En otras circunstancias me habría encantado verla así,
pero en esta ocasión me sentía extrañamente furioso como para pensar en algo más —Ven aquí.
La tomé del brazo y la jalé. Utilicé más fuerza de la debida en tocar la puerta, las chicas intimidadas
ante mi, muy obvio, enojo entreabrieron la puerta. Yo la pateé con fuerza, afortunadamente no
golpeó a ninguna. Estaba enojado con esas bestias, pero jamás me perdonaría a mi mismo
lastimarlas… físicamente, claro esta. Pero mis principios no me impedían intimidarlas un poco. Jalé
conmigo dentro del vestidor a Vanessa.
—¡Quiero que dejen de molestarla! —rugí furioso. Vanessa se acomodó atrás de mi, como animal
asustado —A partir de este momento si me entero de que alguna de ustedes le ha causado algún
daño a Vanessa —la jalé hacia delante —¡Se las vera conmigo! —amenacé.
—¿Y que puedes hacernos tú? —preguntó Amanda al fondo del vestidor —Que no nos hayas hecho
ya —dijo retándome.
—Preocúpate de lo que puedo hablar, Amanda —la amenacé —Si hasta ahora he sido un caballero,
es por que las consideraba unas damas que merecían todo mi respeto —nótese la ironía —Ahora
me doy cuenta que no son mas que bestias —les dije con una nota de burla y decepción —Que
lastima —dije un poco más bajo —Tú —me dirigí a Vanesa —Vístete, ya se nos hizo tarde —las
chicas abrieron un camino para ella. Tomó su ropa y la sujetó con contrariedad ante ellas —¿Y
ahora que pasa? —solté fastidiado.
—¿Te podrías salir? —preguntó apenas audible.
—¿Y dejarte sola con los jinetes del Apocalipsis? ¡No sueñes! —aseguré —Además estas criaturas
ya me dejaron verte —dije con una sonrisa y le guiñe un ojo —Eso debo de agradecérselos
señoritas, me ahorraron ese paso —les dije e hice una reverencia.
Ellas pusieron cara de fastidio. Amanda se levantó enojada y se fue azotando la puerta. Vanessa se
quitó mi chaqueta y me la entregó. Se puso la blusita blanca del uniforme y se metió la falda
tableada. Se coloco la corbatita con despreocupación y prosiguió con las medias y los zapatos
negros.
—Lista —dijo cuando se acerco una vez más a mí.
—Casi —dije y acomodé su corbata correctamente. Ella me frunció el ceño, pero las demás chicas
no notaron su incomodidad ante mis gestos y se molestaron más. La envidia debía estarlas
carcomiendo. Decidí molestarlas un poco más y besé su mejilla tardándome un poco más de lo que
realmente ameritaba la acción —Vamos.
Abrí la puerta para ella. Salió y yo la seguí.
—Yo… no tenías porque —dijo.
—Me gusta tu lunar —dije después de un rato de caminar en silencio
—Mmm…
—Creo que ya no tiene caso entrar a esta clase solo quedan 20 minutos para salir.
—¿Qué te toca después? —preguntó.
—Música —afirmé y ella torció el gesto. ‘Estúpidos talleres’ dije en mi fuero interno —¿No te gusta
música? —pregunté.
—Estúpidos talleres —dijo casi inaudible.
Sonreí por lo bajo. Así que a ella tampoco le gustaban los talleres.
—¿Qué clase te toca a ti? —le pregunté.
—Música —afirmó con fastidio.
Bueno, al parecer teníamos que cursar los mismos talleres. Yo por faltar tanto y ella seguramente
como amonestación por entrar ya empezado el semestre.
—¿Que instrumento tocas? —pregunté curioso. Apretó los labios y comenzó a revolver su bolso.
Saco una flauta —Parece difícil —dije condescendiente, pero ella no lo creyó.
—No seas irónico —me pidió.
—No estoy siendo irónico —aseguré, pero por su expresión pude ver que no me creyó de nuevo.
Entramos al salón pero aun no había nadie, teníamos 20 minutos libres en el aula…
Se me ocurrieron varias formas de pasar el rato, pero seguramente ella no aceptaría y dejaría de
hablarme. Cosa que no quiero que suceda.
—¿Y tú que instrumento tocas? —me preguntó.
—Adivina —dije con una sonrisa autosuficiente y ella echó una mirada alrededor de la habitación.
Su mirada iba de los instrumentos a mi rostro, como considerando las opciones.
—La guitarra eléctrica —aseguró. Yo tome la guitarra e intenté tocar una canción pero me salieron
muchas notas que nunca encajarían en ese orden en una melodía —Esta bien esa no es —dijo para
que dejara de tocar —¿La batería? —dijo con duda. Repetí la misma acción que antes, me estaba
divirtiendo golpeando la batería pero ella me sacó los palillos de las manos para que dejara de
hacerlo —No tocas ningún instrumento —aseguró demasiado complacida con esa aseveración.
—Si tú lo dices —dije y me encogí de hombros.
Cuando iniciara la clase se sorprendería. Sonreí al imaginar su expresión. El profesor Morgan llegó
en eso, pronto llegarían los demás.
—Zac —dijo con una sonrisa y me saludó —Que gusto que al fin te dejaron regresar.
—Eso lo dirá usted, yo me la estaba pasando bien sin venir —le dije.
—Lo se, yo también fui joven —me dijo divertido —Vanessa que gusto que llegaras antes. Me
imagino que has estado practicando —ella se puso nerviosa.
—Si, por supuesto —afirmo. ‘Mentirosa’ dije para mi mismo.
—Déjame oír lo que has avanzado —pidió amable el maestro. Ella intento tocar la sinfonía de
Beethoven el ‘re seis’ Le salía muy mal y sus dedos eran lentos —Es suficiente —dijo el maestro y
acabó con esa tortura —¿Por qué no le muestras como debe ser, Zac? —me pidió. Ella me cedió su
flauta con una sonrisa torcida, seguramente estaba esperando que me saliera peor que a ella. La
melodía fluyó a un ritmo delicioso por mis dedos mientras soplaba. La miré de reojo, estaba
sorprendida —Muy bien hecho, veo que no pierdes la practica —dijo el maestro orgulloso.
—Mentiroso —me acusó ella entre dientes.
—Yo nunca dije que no sabía tocar ningún instrumento. Tú sola lo dedujiste —me defendí.
—Pero nunca me aclaraste que sabias tocar la flauta —reprochó.
—Nunca lo preguntaste —dije con una sonrisa ante su enojo.
—Pero Vanessa, Zac sabe tocar muchos instrumentos aparte de la flauta —interrumpió el profesor,
el cual no me estaba ayudando a pesar de que estaba presumiendo por mí de mis habilidades.
Sonrió y se fue al otro lado de la habitación a afinar algunos instrumentos.
—Aprendí a tocar la flauta a los 4 años —dije mientras me encogía de hombros y ella se dejó caer
en una silla.
—Soy patética —dijo casi inaudible.
—No es cierto —aseguré.
—Podrías enseñarme a tocar la flauta —me dijo. Arqueé una de mis cejas. Ella me miró bien ante
mi rostro —¡No le busques doble sentido a las palabras! ¡Eres un sucio!
Solté una chistosa carcajada. Levanté mi mano y pasé uno de mis dedos por su frente, alisando la
leve arruga que se formó allí ante su enojo.
—¿Qué otro instrumento tocas? —preguntó regodeándose en su autocompasión.
—El chelo, el violín y el piano —dije como si fuera nada.
—¿Cómo aprendiste a tocar todos esos instrumentos? —preguntó contrariada.
—Te lo dije —aseguré —A mi madre le gustaba la música y el baile.
—Tu mamá crío a lo que debería ser el prototipo de hombre perfecto —balbuceó sorprendida y me
miró de arriba a bajo —No esto.
Sonreí divertido. Se formo un extraño silencio entre nosotros. La mire fijo, esperando a que dijera
algo. No dijo nada. Miraba nerviosa hacia abajo. Comencé a mirarla más detenidamente. La verdad
es que esta chica está… más que buena. Otra vez, sin discreción, miré sus piernas. Esa pollera
tableada le quedaba tan bien. Tiene unas lindas piernas. Y por lo que vi fuera del vestidor, un lindo
trasero.
—¿Puedes dejar de mirar mis piernas? —me preguntó haciendo que volviera a concentrarme.
—Lo siento, pero no pude evitarlo. Tienes lindas piernas —le dije sincero. Revoleó los ojos.
—Para ti todo lo que camina tiene lindas piernas —me atacó.
—¿Ya empiezas con los ataques? —le pregunte divertido.
El profesor entró de nuevo a la sala y detrás de él, los alumnos. La clase ya comenzaba. Todos
practicaban con sus diferentes instrumentos. Miré a Vanessa, ella comenzó a buscar algo dentro de
su bolso. Sacó un celular, miró la pantalla, para luego mirar al profesor y salir de allí sin que él la
viera. ¿Qué la pasará? Algo extrañado decidí seguirla. Me quedé oculto detrás de la puerta.
—Ya te lo dije. Aun no es momento —dijo nerviosa mientras hablaba por teléfono —Claro que se lo
que estoy haciendo ¿Por qué crees que lo hago? ¡No seas imbécil! ¿Quieres hacerme el favor? —
traté de reprimir una risa. Ella estaba bastante alterada —Lo se, lo siento, no quise gritarte. Tú me
pones así —le dijo y sonrió levemente —Yo también te quiero, tonto. Adiós.
No sé porque demonios no me fui de ahí, pero cuando reaccioné ya era demasiado tarde. Ella saltó
un poco, por el susto, al casi chocar de frente contra mí.
—¿Qué haces aquí? —me preguntó.
—Iba al baño —contesté rápidamente. Me miró con desconfianza.
—Me canse de esta clase. Me voy —dijo. La mire extrañado. ¿Acaso era un chica rebelde a la que le
gustaba romper las reglas y yo no me había dado cuenta? Entró al aula. Sin que el profesor la viera
tomó sus cosas y volvió a salir de allí. Tome mis cosa y salí detrás de ella.
—¡Espera! —le dije y la alcancé —¿A dónde vas?
—Odio estos talleres, y odio está estúpida Universidad formativa —dijo con odio. La mire sin poder
creerlo. Era la primera vez que escuchaba lo mismo que yo pensaba de todo esto —Explícame,
¿Qué necesidad tienen de hacerme perder el tiempo en tocar una flauta? ¿Para que quiero
aprender a tocar una flauta? —preguntó exasperada. Volví a encontrarle doble sentido a sus
palabras. Me miró fijo —Eres un mal pensado —aseguró.
—Tus comentarios dan que pensar —le dije divertido.
—¿Qué tienes ahora? —me preguntó.
—Filosofía —dije y la miré —¿Tú?
—Historia Universal.
Miré como Corbin y Jared se acercaban a nosotros.
—Que linda se ha vuelto la tarde, al ver su sol tan cerca —dijo el afro mirando a Vanessa. Ella rió
por lo bajo. ¿Cuántos les apuesto que si yo le hubiese dicho eso, me hubiese mirado mal?
—¿Qué hacían? —preguntó Jared.
—Escapábamos de música —les dije.
—Efron ya te está llevando por malos pasos, Vanessa —le dijo Cor.
—No, Cor. Él apenas puede consigo mismo. Es demasiado Narcisista —respondió. Ambos rieron
divertidos y me miraron —Pero eso es lo de menos. Debo irme muchachos. De verdad me encantó
conocerlos —les dijo a mis amigos y palmeó el hombro de Jared —Aunque no tanto a ti, Efron.
—¿Por qué? —le pregunte mirándola.
—Porque presiento que serás un gran fastidio en mi vida —me aseguró.
Comenzó a caminar por el pasillo. Los tres nos quedamos callados, mirando como se alejaba. Tenía
un gran vaivén a la hora de caminar.
—¿A dónde va? —me preguntó Jared.
—A Historia Universal —le dije por lo bajo. Ambos me miraron esperando escuchar algo de lo que
querían escuchar. Tal vez estén pensando que le propuse sexo o algo por el estilo
—No le propuse sexo —dije y volví a caminar. Ambos comenzaron a caminar detrás de mí.
—Que raro. Conociéndote, diríamos que eso es extraño —me dijo Corbin.
—Muy extraño —afirmó Jared.
CAPITULO 4
—¿Que sucede? —preguntó Corbin mientras íbamos al estacionamiento.
Habíamos tenido un día largo, por lo menos yo.
Después del taller de música no había vuelto a tener oportunidad de hablar con la nueva, así que lo
dejé pasar y me reuní con los chicos.
En el camino quedé con la chica de esta semana. Al parecer la nueva será la de la siguiente
semana, para mi suerte todavía hay chicas que no le temen a Amanda y sus amenazas.
—Nada —afirmé desconcertado por su pregunta —¿Por qué lo dices?
—Tienes cara de estar concentrado y molesto por algo —aseguró Jared mientras dejaba salir el
humo del cigarro.
Solté una sonora carcajada.
—Es solo que Amanda me revienta —mentí. El recuerdo de mi madre me había estado persiguiendo
desde la clase de baile con Vanessa —No se como pude ser capaz de relacionarme con ella —dije.
En ese momento Bynes pasó por el estacionamiento, se volteó y a pesar de todo me saludó
agitando su mano derecha. Y en ese preciso instante una brisa sopló levantándole la falda.
—Esta bien, tengo una breve noción del porque —terminé aceptando al ver sus piernas.
—Me das asco, amigo —dijo Corbin —Tú no discriminas a ninguna —me acusó y yo absorbí un
poco de mi cigarro.
—Es la envidia la que te hace hablar —le afirmé.
—No —intervino Jared —Esta vez tengo que estar de acuerdo con Corbin, no conoces de límites
Zac. Uno de estos días alguien te dará una lección —dijo como abuelito.
Yo solo revoleé los ojos y lo dejé pasar.
—Pero mientras tanto, soy feliz con mis conquistas —repuse con una sonrisa de autosuficiencia.
—¿En verdad lo eres? —preguntó Corbin con cara de preocupación y alzando una ceja.
—Por supuesto —afirmé —¿Acaso tú no lo eres? —le devolví la pregunta.
Él solo se encogió de hombros.
—Ciertamente, me gustaría estabilizarme un poco —confesó y yo no pude más que quedarme
callado.
—Es cierto —le siguió Jared —Esto ya empieza a aburrirme —confesó encogiéndose de hombros.
Trague saliva
—¿Bromean cierto? —dije con temor a perder a mis amigos, y ellos solamente soltaron una
sonrisita maquiavélica —¡Son unos idiotas! —les dije.
—¡Debiste haber visto tu cara! —exclamó Corbin en medio de una sonora carcajada.
Pero mi mirada se distrajo al ver a mi nueva compañera cruzando el estacionamiento.
La miré bien, ella se subió a un auto plateado del cual no pude ver el conductor. Pero no tardé en
reconocer el vehiculo.
Tan seguro como que el cielo es azul estoy seguro que ese auto es de Robert Pattinson. El tipo que
cursa la carrera de arquitectura.
—Mejor aun deberías ver tu cara de ahora —demandó Jared —Te has puesto morado, deberías
respirar con más naturalidad. Te recomiendo el yoga —solo gruñí.
—¿No te gusta que se te adelanten, no? —dijo Corbin mirando el auto que yo miraba.
—No —gruñí una vez mas sintiéndome descubierto por mis amigos. Luego absorbí un poco más del
cigarrillo y lo arrojé. Me monté en la moto —Pero igual tengo a muchas otras esperando.
—¡Así se habla! —exclamó Corbin contento.
—Me agradas cuando eres así de optimista —declaró Jared.
Ellos también subieron a sus vehículos y salimos del estacionamiento.
Esta noche decidimos salir al bar de siempre. Aunque Jared se puso renuente al principio por el
hecho de que mañana teníamos clases.
Eran cerca de las 11:36 p. m. yo aun quería tomarme unos tragos más y seguir jugando al pool con
Corbin, pero la sensatez de Jar estaba por mandarnos a casa en cualquier momento.
El ambiente cargado del lugar, el metal fuerte sonando por alguna de las bocinas que servían de
aspecto decadente, y los hombres rudos, que se habían hecho así a base de golpes y desilusiones
de la vida. El lugar lleno de humo de cigarrillo y la mesera suficientemente guapa pero demasiado
inteligente como para tomar en serio a alguno de los patanes que frecuentamos este bar…
¡Aaagh este definitivamente era mi hogar!
Estábamos en medio de un partido de pool los chicos y yo cuando de la nada aparece Pattinson
seguido por el chico… Mmm Jonas creo que se apellida.
Universidad pequeña infierno grande.
Parecía como si hubiesen sido sacados de una lavadora, demasiado acicalados como para encajar
en un lugar como este y sin embargo trataban de actuar con naturalidad en un ambiente
completamente ajeno a ellos… eran más falsos que una obra escolar de niños de preescolar.
—¿Una competencia? —preguntó Pattinson.
¿Cómo lo conozco? Ya lo dije, Universidad pequeña… infierno grande. Le sonreí.
—Por supuesto, solo di cuanto deseas perder —dije.
—Mil dólares —soltó rápidamente.
—¿Seguro que sabes jugar al pool? —le pregunté con sarcasmo.
—Deja de jugar y elige un compañero —pidió.
—Jugaré con Corbin —dije y mi amigo dio un paso al frente.
—Joe —dijo él y su amigo salió de entre la gente con un trago entre las manos.
Al parecer estaba sorprendido de verse envuelto en esta pequeña partida pero al mismo tiempo
satisfecho… emocionado por la competencia.
—Al parecer hace mucho que no jugabas —se burló Pattinson.
Ellos estaban jugando mejor de lo que pensé. Al final solo me quedó llegar a dos conclusiones:
¿O ellos son demasiado buenos o nosotros estamos distraídos esta noche?
Me quedo con lo segundo.
—¿Quieres hacer algo de vandalismo con sus autos, esta noche? —me preguntó Jared en un
susurro sin que nadie excepto Corbin se percatara. Sonreí por lo bajo.
—Ganaré esta partida —dije autosuficiente a Jared.
Me tocaba a mí, era el último tiro, el decisivo para ganar. Un ángulo difícil, necesito darle 4 veces a
la mesa para que la bola blanca vaya en la dirección correcta para meter la última en el hoyo.
Difícil… pero no imposible.
Golpeé la bola y por ese mínimo de tiempo en el que la bola recorría la mesa, resé por que la
hubiese golpeado con el taco, con la suficiente fuerza como para que hiciera todo el recorrido.
Golpe uno… [conté mentalmente mientras que todos observaban absortos la bola y su recorrido
casi maratónico]
Golpe dos… [por favor no te detengas]
Golpe tres….
Golpe cuatro, golpeó la bola y esta entró. [ganamos]
Si bien no me puse a brincar, si los irrité con mi actitud autosuficiente
—¿Decían? —pregunté con sorna y Corbin estiró la mano para recibir el dinero.
Joe los coloco con ira en su mano. Cor se iba a dejar ir contra él, pero lo tranquílese poniendo mi
mano en su hombro mientras Pattinson y yo nos mirábamos casi retándonos con la mirada.
—¿Qué haces en este bar Pattinson? —lo cuestioné.
Tenía toda la noche reteniendo esa pregunta en mi mente.
—¿Acaso no puedo salir a divertirme? —dijo.
Sonreí levemente, en verdad era extraño.
—¿A un bar? —dije mientras levantaba una ceja.
Un tipo, unos metros atrás, buscaba broncas con algún incauto que había hecho algo que lo
molestase.
De seguro era Hook, un chico un poco más mayor que nosotros.
Tan grande como un muro y tan duro como el asfalto, 23 años de vandalismo, más bien de
destrucción masiva. Luego se escuchó como se quebró una botella…
Hook se la había quebrado en la cabeza al otro muchacho. Mejor demostración de que este no era
lugar para ellos no podría haber conseguido.
—Tú estas aquí ¿no? —dijo un poco intimidado.
—¡Hey, Hook! —le hablé y este me escuchó al otro lado del lugar.
Soltó al chico, el cual sangraba a chorros y alguien más lo auxilió, mientras Hook caminaba
intimidante hacia nosotros.
Se paró a un lado de mí y volteó a ver despectivamente a Pattinson. Saludó a Jared y a Corbin
amigablemente como siempre era con nosotros.
—¿En que te puedo ayudar, Zac? —dijo con servicial vehemencia y mirando con toda su ira hacia
Pattinson y su amigo… Jonas, creo.
—En realidad, quería pedirte que llevaras a tu… ‘amigo’ fuera para arreglar sus asuntos. Ya sabes,
estas poniendo a ‘los nuevos’ un poco nerviosos —miró con los ojos entrecerrados y casi arrojando
llamas por ellos a esos dos.
Ellos solamente se quedaron quietos, inmóviles como estatuas.
Como si tuvieran enfrente a un toro salvaje y ellos solo tuvieran la manta roja y no la espada en la
mano.
—Nosotros ya nos vamos —dijo Pattinson mirándome a mí —Solo quería verte en tu… ambiente —
dijo y se volteó. Caminó hacia la puerta.
—Hook —solamente dije y este se paró frente a ellos impidiéndole el paso.
Pattinson se giro a verme —¿A que has venido exactamente? —le pregunté.
—Te lo dije, a verte.
—¿Acaso te gusto? —dije lascivo y con sorna.
Todos a nuestro alrededor rieron haciendo que Pattinson se pusiera un poco rojo.
—Te vi caminando con Vanessa… solo quería conocerte un poco más.
—¿Y tú que eres de ella? —pregunté más interesado de lo que en verdad debería estar.
—Un… muy cercano amigo —dijo y me sonrió. Lo mire fijo, desafiante.
—Bueno, un muy cercano amigo, mejor te vas antes que decida que necesitas dormir en un
hospital para que aprendas a no meterte en mis asuntos —lo amenacé.
—No me malinterpretes —respondió —Tú no me interesas en lo mas mínimo, es Vanessa por quien
estoy aquí.
—¿Acaso ella te mandó? —le dije. Soltó una leve risa.
—No, ella esta muy ocupada como pensar en ti…
—¿Eso crees? —le pregunté burlón.
Su mirada cambio notablemente.
—¿A que te refieres? —me dijo.
—Nada, nada —dije haciéndome el interesante —¿Y que es lo que piensas después de esta noche?
—pregunté burlón.
—No eres su tipo —respondió secamente y se fue.
—¿Lo seguimos? —preguntó Hook.
—A sus motos —respondí.
—Un delito más y el juez revoca la sentencia Zac —dijo Jared como la voz de mi conciencia.
—Lo se… pero no haremos nada. Un susto nunca le ha hecho mal a nadie —dije inocente.
—Mejor te quedas, vamos te invito yo —insistió y Cor pidió las cervezas
—Jared tiene razón Zac, si deseas pelear sabes que tendrás que hacer que él de el primer golpe.
Jared lo miró con los ojos envenenados.
—Me uno a la masacre solo si prometes que te cuidaras la espalda y no harás estupideces surgidas
solo por el impulso —acotó Jar.
Rechine los dientes.
—¿Qué pasa zac? —preguntó Hook —¿Ahora le temes a la policía?
—No bromees Hook —le dije fastidiado y él se volvió a sus asuntos —¿Y ahora? ¿Qué demonios
haremos? —dije enfadado y aun enojado por la inoportuna visita de aquel tipo después de algunas
cervezas.
—Relájate hermano… solo es un imbécil.
Corbin palmeó mi hombro mientras tomaba un poco más de cerveza. Tomé mi vaso y también
tomé.
—¿De donde conocerá a Vanessa? —la pregunta salió sola de mi garganta.
—Quizás sean amigos de la infancia —habló Jar.
—Lo que sea, ese tipo es un idiota —dije.
—Si, y su amiguito Jonas también —agregó Bleu.
—Aun estamos a tiempo de ir tras ellos —me dijo Hook, tentándome más de lo que realmente
debía.
Tenía demasiadas ganas de ir tras ellos y enseñarles lo que es bueno.
—Ya Hook, deja de tentarlo —le pidió Cor.
—Eres un aburrido —le dijo al afro.
—Es temprano aun… solo será un poco de diversión —insistí.
Mi amigo Murillo negó con la cabeza.
—Es lunes, hay que volver.

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