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Peligrosa Obsesión - Capítulo 27 y 28


CAPITULO 27
Me acerqué al lugar en donde había dejado mis cosas y las tomé. Busqué a Gina con la mirada y
despacio me acerqué a ella.
—Gina, necesito hablar contigo —le dije. Ella me miró.
—Luego continuamos muchachas —les dijo a las modelos que me echaron una devoradora mirada,
como si yo fuera algo de comida. Aunque si lo soy, en este momento me siento como un yogurt
vencido —¿Qué sucede pequeño?
—Gin, renuncio —solté lo que tenía pensado sin ninguna traba. Sus ojos se abrieron bien.
—¿Qué? Pero, ¿Por qué? ¡No puedes renunciar! ¡Eres el mejor ayudante que he tenido en años,
Zac! —me dijo
—Lo se, lo se, no hay nadie como yo. Pero es lo mejor para mí, antes de que tu hija me vuelva
completamente loco.
—¿Quieres que la rete un poco? —preguntó.
—No, no. Eso no cambiaria mi problema —dije. Me acerqué a ella y besé su mejilla —Eres la mejor
jefa que un chico como yo podía tener…
Sus ojos se humedecieron y me miró con tristeza.
—Y tú eres el mejor ayudante del mundo —me dijo y acaricio mi mejilla maternalmente.
¿Hace cuanto que no recibo una caricia así? Tal vez de mi nana, pero no se siente parecido a la
caricia de una madre. Eso debe sentir Vanessa cada vez que su madre la acaricia o la mima.
—Adiós Gin —dije por lo bajo.
—Toma —sacó de su bolsillo un sobre con dinero —Esto es tu sueldo del mes…
—No, no lo quiero…
—¿Cómo que no Zac? Por favor, déjame pagarte…
—No podría cobrarle al mejor trabajo de mi vida.
—Por favor, por lo menos dame ese gusto. Ya que no te quedas, déjame pagarte el mes.
—Pero aun no termina el mes…
—Tómalo, y no acepto un no —sentenció. Suspiré y tomé el sobre. Ella se acercó a mí y me abrazó
—¿Vendrás a visitarme?
—Cada vez que pueda —le dije.
Se alejó y sonrió.
—Ya puedes irte.
Sonreí y me di vuelta para irme a quien sabe donde a despejar un poco mi cabeza y mis problema.
Mejor dicho mi problema el cual tiene nombre y apellido, Vanessa Hudgens.
Salí de las oficinas sobre Betty y comencé andar sin rumbo alguno. Hasta que sin darme cuenta
estacioné frente al bar de Susan.
La última vez que vine aquí fue cuando esa… esa condenada se me puso a bailar sensualmente y
provocar a todos los borrachos del lugar. Me bajé de la moto y caminando despacio entré.
Para la temprana hora que era, el lugar ya estaba infestado. Este era un lugar perfecto para
desahogar culpas, dolores y problemas. Y no había nadie mejor que Susan para hablarlo. Ella no
ponía un límite para tomar. Ella te dejaba tomar hasta que se te diera la gana, y por ese motivo era
el bar más visitado de todos. Sonando los huesos de mis manos me senté en la barra. Susan me
miró algo sorprendida.
—Vaya, vaya —dijo y sonrió —Hace bastante que no te veía por estos lados, Zac ¿Qué te ha
pasado?
—Sírveme un vaso de vodka —le dije. Ella asintió.
Puso el vaso frente a mí y lo llenó hasta el tope. Mi celular comenzó a sonar. Busqué en mi bolsillo
y miré la pantalla. ‘’Vanessa llamando.’’
Vacilé algunos segundos en contestar, pero fue más fuerte que yo y terminé por atender.
—Hola —dije apenas.
—¿Dónde estas? ¡Te necesito! —me dijo ella. Cerré los ojos con fuerza y maldije para mis
adentros.
—Supongo que no te refieres a que me necesitas por que no puedes vivir sin mí, sino a que quieres
que te haga algún mandado, ¿verdad? —le pregunté.
—Vas entendiendo como es esto —dijo contenta.
—Bueno, como sea. Le di la renuncia a tu madre…
—Pero…
—Que tengas buena tarde —colgué el teléfono y lo apagué.
No quiero volver a escuchar su voz en todo el día. Tomé el vaso que estaba frente a mí y me lo
acabé de un solo trago.
—¿Mal de polleras? —me preguntó Susan. La miré y le hice un gesto para que me volviera a servir.
Volvió a llenar el vaso.
—¿Recuerdas a la chica que traje la última vez? La morenita, que tiene cara de niña, pero en
realidad es el diablo en persona —le dije. Ella sonrió.
—Si, si la recuerdo. Vanessa, ¿así se llama?
—Exactamente —afirmé y tomé un trago de vodka.
—¿Qué pasa con ella?
—Esta volviéndome loco, completamente loco…
—¿Loco por que te persigue o loco por que no te da ni la hora?
—Ninguna de las dos.
—Entonces, ¿Cómo es la cosa?
Volví a tomar, hasta que el vaso quedó vacío. Sentí como el liquidó quemaba a su paso mi
garganta, hasta llegar ardiendo a mi estomago.
—Ella quiere que seamos amigos…
Susan rió por lo bajo y sin que yo se lo dijera volvió a llenar el vaso.
—¿Qué tiene eso de malo?
—¡¿Cómo que tiene de malo?! —le pregunté elevando un poco mi voz —Yo no puedo ser amigo de
una chica con la que tengo fantasías sexuales…
—Aaaah, por ahí viene la mano —dijo divertida —Tú quieres revolcarte con ella como un sexopata
y ella solo esta dispuesta a darte su amistad.
—Si, así de simple y sencillo —dije con sarcasmo.
Tomé otra vez, pero esta vez no ardió tanto como la anterior.
—¿Tú ya le dijiste que quieres acostarte con ella? —me preguntó.
—Se lo dije, se lo insinué, casi se lo grafiqué… pero aun así no hay caso.
—Entonces no es que ella no quiere acostarse contigo porque no te tenga ganas o algo por el
estilo. Ella no quiere hacerlo contigo, porque tiene miedo —me dijo.
Fruncí el ceño y la miré extrañado.
—¿Miedo? Que yo sepa no es virgen…
—No tonto —dijo divertida —Tiene miedo de sentir algo más que placer después de estar contigo
—la miré más confundido que antes —¿La has besado?
—¿Qué si la he besado? Era uno de mis pasatiempos favoritos —dije exagerando un poco la cosa,
mientras volvía a tomar un poco más.
—¿Cómo reaccionaba ella cuando la besabas? —me preguntó.
Comencé a dejar que mi cabeza pensara y recordara aquello. Siempre al principio se dejaba, pero
luego reaccionaba… y no de la mejor manera.
—Se dejaba un poco pero luego reaccionaba y… me abofeteó un par de veces —dije y coloqué mi
mano sobre mi mejilla, como si Vanessa me acabara de golpear.
—¿Lo ves? —dijo, mientras pasaba una rejilla sobre el mármol de la barra —A ella le da miedo,
pavor, horror, sentir algo por ti… es más que obvio.
—Entonces, ¿tú dices que está enamorada de mí? —le pregunté totalmente confundido.
—No digo enamorada —aclaró ella —Pero que le gustas… si le gustas. Una mujer que cuando la
besan al principio cede un poco… pero luego reacciona así, es porque ese hombre le gusta más de
lo que desea. Pero… ¿Y tú? —me dijo. La miré.
—¿Yo que?
—¿Qué te pasa cuando la besas? —preguntó.
—¿Cuándo la beso? Y bueno… cuando la beso, ya te dije, necesito tener una cama cerca porque
me enloquece —le dije.
—Entonces, si te enciende solo con un beso estás metido hasta la cabeza —dijo divertida.
—¿Metido? —dije confundido.
—Enganchado, atontado, enamorado… como sea —dijo ella.
—No, no, no —dije con tono divertido —Yo no estoy enamorado de Vanessa. Yo estoy Obsesionado
con ella. Yo ya dije, que esto se me va a quitar cuando me acueste con ella…
—¿Y si no se te quita? ¿Qué pasa si después de acostarte con ella eso que llamas ‘obsesión’ no se
te va? —me dijo.
La miré fijo por unos cuantos segundos. Ella solo quería asustarme, incomodarme, o simplemente
me estaba hablando muy enserio.
—Se me va a ir —aseguré.
Volví a tomar, y ya sentí un leve mareo que confundió mis pensamientos.
—Es una muchacha muy bonita, y parece tierna —dijo ella. Reí por lo bajo y terminé de tomar lo
que estaba en el vaso. El alcohol, ya se me había subido a la cabeza.
—Si, es tierna, es dulce, es inteligente, es hermosa… pero es diabólica, enredadora, calculadora y
es muy factible que logre volverte loco.
—Dime, ¿te preocupas por ella?
—¿Preocuparme? —pregunté y le hice un gesto para que volviera a llenar el vaso. Lo llenó de
nuevo, y yo volví a tomar un sorbo.
—Si, preocuparte, estar muy pendiente de ella. Como por ejemplo, saber quien le habla, quien la
mira, que hace, a donde va, con quien va, su salud, su bienestar…
—Puede ser —dije y apoyé el vaso en la barra —Si tal vez… he estado bastante pendiente de ella…
—Si, se notó aquella noche, en la que te la llevaste de aquí para que nadie más que tú pidiera
mirarla o si quiera pensar en fantasear con ella —me dijo con media sonrisa en los labios.
—¡Ya deja de insinuar que estoy enamorado de ella! —le advertí.
Susan rió divertida.
—Me parece que voy a llamar a Jared para que venga por ti, ya estas ebrio —me dijo con una leve
sonrisa.
—¡No, no necesito de nadie! —le dije enojado —Estoy bien, puedo irme solo.
—No puedes irte solo, y lo sabes —me dijo y me quitó el vaso —Ya no tomaras más…
—¿Qué pasa contigo? —le pregunté molesto —¿Desde cuando pones limites para tomar?
—Desde hoy y más con un muchacho. Aun eres un bebe de pecho como para tomar hasta no
recordar tu nombre —me dijo.
—Pues ¿no te parece que eso lo decido yo? —dije y quise tomar el vaso, pero ella lo alejó más de
mí.
—No, ya no vas a tomar —sentenció y escondió el vaso debajo de la barra.
—Susan… necesito olvidarme… de —dejé de hablar y la miré. Ella sonrió.
—Necesitas olvidarte de Vanessa —terminó la frase —Pero no te la vas a sacar de la cabeza con
alcohol, es más quizás el alcohol te lleve a hacer cosas que en realidad no quieres hacer…
—Solo quiero una noche con ella —hablé con la voz acortada. Ya comenzaba a salir mi parte
sentimental —¿Es mucho pedir un poco de ella?
—Quizás no necesites solo un poco de ella —me dijo, la miré fijo y fruncí el ceño amargamente.
—Voy a llamarla —le dije y saqué mi celular.
Lo prendí y comencé a buscar su número.
—Zac, no creo que sea buena idea que la llames en estas condiciones —dijo e intentó quitarme el
teléfono, pero no la dejé.
Lo puse en mi oreja y esperé a que ella me contestara.
—¿Se puede saber en donde estas? —me preguntó al atender. Su voz pareció enviar una oleada de
calor a mi cuerpo —Todo el mundo esta buscándote.
—¿Por qué no quieres darme una noche? —le pregunté con voz ronca, mi garganta estaba seca por
culpa de alcohol.
—¿Qué? —musitó atónita.
—¿Por qué no me quieres dejar entrar en ti solo una noche? ¿Acaso es demasiado pedirte un poco
de placer?
—Zac, ¿estas ebrio?
—¿Qué importa eso? Quiero que me contestes, ¿Por qué? ¿Por qué no me dejas tocarte y besarte
hasta que amanezca?
—¿Dónde estás? —volvió a preguntar.
—¿Por qué me rechazas?
—Por favor Zac, préstame un poco de atención y deja de decir tonterías…
—¡No son tonterías! —le dije exasperado —Te necesito. Te deseo de una manera inhumana, de
una manera apabullante, de una manera inusual… te deseo Vanessa, no sabes cuanto.
—Déjame ir por ti… dime donde estás —pidió en un susurro. Cerré los ojos y respiré
profundamente.
—No quiero que vengas por mí, solo te quiero en mi cama, en mis brazos, debajo de mí…
Sentí como alguien me quitaba el teléfono, me giré a verla.
—Vanessa, soy Susan, no se si te acuerdas de mí, pero Zac está aquí en el bar de siempre.
CAPITULO 28
Miré como terminaba de hablar y colgaba el teléfono. Me miró fijo.
—¿Por qué me sacaste el teléfono? —le pregunté.
—Porque creo que ya te estabas pasando —me dijo.
—Tenía que decirle lo que pensaba —me defendí —Ahora dame un poco más de vodka.
—No —sentenció.
—¿Por qué?
—Porque ya viene por ti, y ya no te voy a dar de tomar…
—Bueno, como quieras. Déjame pagarte lo que consumí, ¿Cuánto es? —pregunté mientras medio
confuso sacaba mi billetera.
—Tampoco —me dijo.
—¿Tampoco? ¿Por qué nadie hace lo que yo quiero?
—No voy a cobrarte, porque se que estas mal y has venido aquí con el fin de olvidar. Pero no has
podido, así que… esto va por mi cuenta.
—Eres lo más cercano a una hermana mayor que he tenido en toda mi vida —dije melancólico.
—No te pongas sentimental conmigo, por favor —dijo divertida.
Asentí con la cabeza y escuchamos como la puerta del bar se abría. Me giré a ver y ella me miró
fijo. Rápidamente se acercó a mí.
—¡No puedo creer que hayas llegado a estar así! —me retó nerviosa.
—Hola cariño —le dije divertido. Revoleó los ojos y miró a su Susan.
—Muchas gracias, Susan —le dijo.
—No es nada linda, llévatelo y… cuídalo. Está un poco sensible —le dijo ella.
Sentí como una de sus manos rodeaba mi brazo, entonces la miré fijo. Me hizo poner de pie y
cuando lo hice, sentí que iba a caerme de cara al suelo. Ella colocó mi brazo alrededor de su cuello
y me sujetó por la cintura.
—Vanessa, ¿quieres que le diga a alguno de los muchachos que lo lleve hasta afuera? —le
preguntó Susan.
—No, Susan, así estamos bien. Muchas gracias —le dijo ella y comenzó a caminar —Por favor, has
el esfuerzo de caminar y no quebrarme el cuerpo.
—Lo estoy haciendo —le dije. Salimos afuera del bar y el frío viento de la noche erizó mi piel. ¿En
que momento se había hecho de noche? Divisé a Betty, y dirigí mis pasos para allí, pero Vanessa
me empujaba hacia un auto. Su auto.
—No —dije y me solté de ella. Me tambaleé un poco, pero me pude mantener de pie —Yo tengo
que irme en Betty.
—Estás completamente loco si piensas que te voy a dejar subirte a esa cosa en este estado.
—Betty no es una cosa.
—Lo que sea. Ahora mueve tu trasero al auto.
—¿Qué pasará con Betty? —dije mirando a mi moto.
—Susan la cuidara y mañana mandaremos a Jared y a Cor por ella ¿si? —me dijo. La miré fijo a los
ojos por unos cuantos segundos.
—Te odio por ser así de hermosa, Vanessa —le dije.
—Luego discutimos tu odio, ¿vamos? —preguntó. Asentí con la cabeza y caminé con cuidado hasta
el lujoso auto. Ella me abrió la puerta y me senté pesadamente en el asiento de atrás, la cerró y
entonces me acosté. Mi cabeza giraba, así que tenía que estar acostado. Ella se subió y comenzó a
andar. Abrí un ojo y miré hacia su asiento. No podía ver su silueta, pues el asiento es más grande
que ella, y ninguna parte de su cuerpo sobresale por algún costado.
Entonces me forcé a sentarme. Ella me miró a través del espejo retrovisor.
—¿Cuál es tu problema? ¿Qué necesidad tienes de terminar ebrio? —me preguntó.
—Mi problema eres tú, así que si alguien tiene la culpa de mi estado en este momento, esa eres tú
—le dije.
El coche se detuvo en una banquina. La miré extrañado. Se giró a verme y se quitó el cinturón de
seguridad. Sin ningún problema se pasó atrás. La miré más extrañado que antes.
—Así que, yo soy tu problema —me dijo.
—Si —dije asintiendo.
—Y para que todos tus problemas se fueran, yo tendría que acostarme contigo.
—Podría ser.
—Entonces lo haré.
—¿Qué?
—Eso, que me acostaré contigo, como tanto lo deseas.
Se inclinó hacia mí y tomó mis labios en un acalorado beso. Mis ojos estaban abiertos, por la
sorpresa de su comportamiento, pero no tardaron en cerrarse y en responder a ella. Gruñí mientras
sentía como se subía a horcajadas sobre mí, y su lengua bailaba caliente junto a la mía. Sus manos
se enterraron en mis cabellos y con cada movimiento me acercaba más a ella.
—Vanessa —dije agitado cuando ella comenzó a mordisquear mi mandíbula y llegaba hasta mi
oreja.
—¿Qué? —susurró y un escalofrío recorrió mi espalda.
—Estamos en un auto —le dije sobrexcitado. Ella se alejó un poco de mí y sin decir nada me quitó
la remera. Comenzó a besar mi cuello y comenzó a bajar su lengua por mi pecho.
—¿Y desde cuando te importa el lugar? —preguntó y volvió su boca a mis labios.
—No, no es que me importe, pero… al diablo —dije y la tomé de la nuca para acercarla más.
Con una mínima capacidad de movimiento, logré girar sobre ella y apresarla debajo de mí. La miré
fijo a los ojos, respiraba agitada y el color de sus labios era de un rojo intenso por la presión de
nuestras bocas.
—No te detengas, sigue —me habló.
Volví a capturar sus labios, y soltó un leve gemido que logro enloquecerme rápidamente. Bajé mis
labios de los suyos, a su cuello. Comencé a desabrochar los botones de su camisa, mientras
depositaba pequeños besos en lo que había visible de su piel. Una de sus manos bajo caliente por
mi espalda, quemándome por dentro.
Si, iba ser mía, ahora ella iba a ser solo mía…
—Zac, ¡Zac! —abrí mis ojos algo sobresaltado. Miré a mí alrededor y estaba acostado en la parte de
atrás del auto. Miré al frente y la vi parada con la puerta abierta —Llegamos a tu casa, sal del auto.
Solo había sido un sueño. Un maldito sueño.
—¿Por qué me despertaste? —le pregunté mientras lograba sentarme —Te estaba por hacer mía en
mis sueños…
Entrecerró los ojos y me miró mal.
—Eres un sucio —me acusó.
Me ayudó a salir del auto, y me ayudó a caminar hasta mi departamento. El sabor de sus labios
había sido tan real, que puedo jurar que eso no había sido un sueño. Llegamos y ella abrió la
puerta. Al parecer no había nadie.
—¿Dónde está Tay? —le pregunté.
—Debe estar por ahí, no lo se —me dijo ella con dificultad ya que casi podía decirse que me estaba
arrastrando hacia dentro —¿Podrías ayudarme un poco? Si no te has dado cuenta pesas el doble de
lo que peso yo, y no puedo cargarte…
Me incorporé bien y ella suspiró. Caminamos hasta el cuarto. Al fin iba a dormir en mi cama.
Entramos y ella me ayudó a acostarme. Suspiré aliviado.
—Bueno, ya estas sano y salvo en casa. Ya me voy —me dijo.
—No, no te vayas —le pedí.
—Tengo que irme, Zac…
—Quédate hasta que me duerma, por favor —le rogué.
—Está bien —dijo soltando un suspiro.
Se sentó en el suelo, justo a mi lado. La miré fijo a los ojos, y traté de entender mi necesidad de
que se quedara.
—¿Puedes darme tu mano?
Despacio levantó su mano y tomó la mía. Sus fríos dedos se entrelazaron con los míos, que estaban
calientes. Su mano era el doble más pequeña que la mía, el doble de frágil y el doble de suave…
Cerré los ojos y acerqué nuestras manos a mi pecho. Quizás así no se pueda ir cuando me duerma,
o quizás si.
Comencé a despertarme porque mis ganas de ir al baño me estaban llamando. Cuando sentí que
mi cabeza despertaba, sentí un terrible dolor allí. Cerré los ojos con fuerza, para persuadir un poco
al dolor. Y entonces sentí que algo estaba entrelazo con mi mano. Abrí un ojo y miré que era. Era
otra mano. Entonces levanté la cabeza y la vi allí.
Sentí como mi corazón se aceleraba al ver que ella estaba allí, con la cabeza apoyada sobre el
borde del colchón, y con los ojos cerrados. Se quedó, no se fue. Me puse a mirarla fijamente, me
puse a observar las delicadas líneas de su rostro. Intenté buscarle algún defecto, como tantas
veces, pero no lo tiene. Ella simplemente es perfecta. Levanté mi otra mano y con cuidado acaricie
su mejilla. Se movió un poco y arrugó la nariz, pero no se despertó.
—Arriba Zac, ya traje a Betty y...
—Shhhhhhh —le dije cuando lo vi entrar. Jared me miró bien —Cállate que vas a despertar a la
bella durmiente.
—¿Qué hace ella ahí? —me preguntó en voz baja.
—Me cuida —le dije con una pequeña sonrisa.
Soltando su mano con cuidado me levanté de la cama. La alcé en brazos y la acosté en la misma,
para que pudiera seguir durmiendo, un poco más cómoda. Salimos con Jared del cuarto y
caminamos hasta la cocina. Fruncí el ceño extrañado al no ver a Rose por ahí.
—¿No has visto a Rose? —le dije a mi amigo.
—¿Sabes que hora es? —me dijo él. Negué con la cabeza —Zac, son casi las 5 de la tarde. Rose se
fue hace una hora.
—¿Qué? ¿Las 5? —dije sin poder creerlo.
—Si, dormiste como nunca —dijo divertido.
Nos acercamos a la mesada y nos preparamos un café. Tal vez con eso, este terrible dolor de
cabeza se me iría de una vez. Estuvimos hablando un poco más, hasta que los dos sentimos los
pasos de alguien. Miramos hacia el pasillo y venía caminando hacia la sala. Sonreí levemente…
—Adiós —dijo por lo bajo y pasó de largo hasta llegar a la puerta.
La abrió y salió dejándome totalmente desconcertado. Me puse de pie, y me estaba por salir detrás
de ella, hasta que Jared me detuvo.
—Oye, oye —me dijo haciendo que lo mirara —Si se fue así es por algo… déjala.
—Pero… no, no puedo dejarla…
Intenté caminar de nuevo, pero Jared me volvió a detener.
—Déjala… se fue, ya esta. Ella necesita pensar… déjala —me dijo.
Gruñí por lo bajo y volví a sentarme para terminarme el café. Luego de unas dos horas Jar decidió
irse. Y en esas dos horas, Vanessa no había salido en ningún momento de mis pensamientos. La
forma en la que se había ido me tenía bastante confundido. Tomé mi teléfono y marque el número
de su celular.
‘—Soy Vanessa, y en este momento no puedo atenderte. Deja tu mensaje, que luego de que lo
escuche te devuelvo la llamada…’
Colgué y maldije por lo bajo. Tenía el celular apagado. Volví a darle tono al teléfono y marqué el
número de su casa. Sonó, sonó y sonó, pero nadie contesto. Al parecer tampoco estaba en casa.
—¡¿Dónde diablos estas?! —dije algo nervioso. Entonces volví a darle tonó al teléfono y marqué el
número de mi prima. Sonó una, sonó otra.
—¿Hola? —me dijo al atender.
—Taylor —le dije.
—¡Al fin tienes la consideración de llamarme! —me dijo elevando un poco la voz —¿Por qué
demonios haces esas cosas Zac? ¿Cuántas veces te dije que embriagarse por ahí no es la solución a
ningún problema?
—¿Acaso la privacidad de una borrachera ya no existe? —le dije. Ella me dijo unas cuantas cosas
más, pero que las pasé por alto. Lo único que quería era saber de ella —¿Sabes donde esta
Vanessa?
—¿Vanessa?
—Si, Vanessa —dije algo nervioso.
—Se fue a un spa con Gina, estaba bastante estresada —me dijo. Suspiré aliviado. Ella estaba
bien…
—Pero ella, ¿está bien, verdad? —le dije.
—Si, estaba un poco con dolores de nuca, pero por lo demás estaba bien —dijo ella. Y si, durmió
sentada —Dijo que mañana iría a la Universidad un poco más tarde, ya que se quedarían toda la
noche allí.
—Bueno prima, gracias por la información —le dije.
—De nada primito, dentro de un rato voy a casa. Estoy con Emma haciendo unas cosas, ¿sabías
que tu amiguito Corbin le pidió de ser la novia? —me dijo. Entonces sentí mi corazón detenerse.
—¡¿Qué?! —le pregunté sin poder creerlo.

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