CAPITULO 27
Me
acerqué al lugar en donde había dejado mis cosas y las tomé. Busqué a Gina con
la mirada y
despacio
me acerqué a ella.
—Gina,
necesito hablar contigo —le dije. Ella me miró.
—Luego
continuamos muchachas —les dijo a las modelos que me echaron una devoradora
mirada,
como
si yo fuera algo de comida. Aunque si lo soy, en este momento me siento como un
yogurt
vencido
—¿Qué sucede pequeño?
—Gin,
renuncio —solté lo que tenía pensado sin ninguna traba. Sus ojos se abrieron
bien.
—¿Qué?
Pero, ¿Por qué? ¡No puedes renunciar! ¡Eres el mejor ayudante que he tenido en
años,
Zac!
—me dijo
—Lo
se, lo se, no hay nadie como yo. Pero es lo mejor para mí, antes de que tu hija
me vuelva
completamente
loco.
—¿Quieres
que la rete un poco? —preguntó.
—No,
no. Eso no cambiaria mi problema —dije. Me acerqué a ella y besé su mejilla
—Eres la mejor
jefa
que un chico como yo podía tener…
Sus
ojos se humedecieron y me miró con tristeza.
—Y
tú eres el mejor ayudante del mundo —me dijo y acaricio mi mejilla
maternalmente.
¿Hace
cuanto que no recibo una caricia así? Tal vez de mi nana, pero no se siente
parecido a la
caricia
de una madre. Eso debe sentir Vanessa cada vez que su madre la acaricia o la
mima.
—Adiós
Gin —dije por lo bajo.
—Toma
—sacó de su bolsillo un sobre con dinero —Esto es tu sueldo del mes…
—No,
no lo quiero…
—¿Cómo
que no Zac? Por favor, déjame pagarte…
—No
podría cobrarle al mejor trabajo de mi vida.
—Por
favor, por lo menos dame ese gusto. Ya que no te quedas, déjame pagarte el mes.
—Pero
aun no termina el mes…
—Tómalo,
y no acepto un no —sentenció. Suspiré y tomé el sobre. Ella se acercó a mí y me
abrazó
—¿Vendrás
a visitarme?
—Cada
vez que pueda —le dije.
Se
alejó y sonrió.
—Ya
puedes irte.
Sonreí
y me di vuelta para irme a quien sabe donde a despejar un poco mi cabeza y mis
problema.
Mejor
dicho mi problema el cual tiene nombre y apellido, Vanessa Hudgens.
Salí
de las oficinas sobre Betty y comencé andar sin rumbo alguno. Hasta que sin
darme cuenta
estacioné
frente al bar de Susan.
La
última vez que vine aquí fue cuando esa… esa condenada se me puso a bailar
sensualmente y
provocar
a todos los borrachos del lugar. Me bajé de la moto y caminando despacio entré.
Para
la temprana hora que era, el lugar ya estaba infestado. Este era un lugar
perfecto para
desahogar
culpas, dolores y problemas. Y no había nadie mejor que Susan para hablarlo.
Ella no
ponía
un límite para tomar. Ella te dejaba tomar hasta que se te diera la gana, y por
ese motivo era
el
bar más visitado de todos. Sonando los huesos de mis manos me senté en la
barra. Susan me
miró
algo sorprendida.
—Vaya,
vaya —dijo y sonrió —Hace bastante que no te veía por estos lados, Zac ¿Qué te
ha
pasado?
—Sírveme
un vaso de vodka —le dije. Ella asintió.
Puso
el vaso frente a mí y lo llenó hasta el tope. Mi celular comenzó a sonar.
Busqué en mi bolsillo
y
miré la pantalla. ‘’Vanessa llamando.’’
Vacilé
algunos segundos en contestar, pero fue más fuerte que yo y terminé por
atender.
—Hola
—dije apenas.
—¿Dónde
estas? ¡Te necesito! —me dijo ella. Cerré los ojos con fuerza y maldije para
mis
adentros.
—Supongo
que no te refieres a que me necesitas por que no puedes vivir sin mí, sino a
que quieres
que
te haga algún mandado, ¿verdad? —le pregunté.
—Vas
entendiendo como es esto —dijo contenta.
—Bueno,
como sea. Le di la renuncia a tu madre…
—Pero…
—Que
tengas buena tarde —colgué el teléfono y lo apagué.
No
quiero volver a escuchar su voz en todo el día. Tomé el vaso que estaba frente
a mí y me lo
acabé
de un solo trago.
—¿Mal
de polleras? —me preguntó Susan. La miré y le hice un gesto para que me
volviera a servir.
Volvió
a llenar el vaso.
—¿Recuerdas
a la chica que traje la última vez? La morenita, que tiene cara de niña, pero
en
realidad
es el diablo en persona —le dije. Ella sonrió.
—Si,
si la recuerdo. Vanessa, ¿así se llama?
—Exactamente
—afirmé y tomé un trago de vodka.
—¿Qué
pasa con ella?
—Esta
volviéndome loco, completamente loco…
—¿Loco
por que te persigue o loco por que no te da ni la hora?
—Ninguna
de las dos.
—Entonces,
¿Cómo es la cosa?
Volví
a tomar, hasta que el vaso quedó vacío. Sentí como el liquidó quemaba a su paso
mi
garganta,
hasta llegar ardiendo a mi estomago.
—Ella
quiere que seamos amigos…
Susan
rió por lo bajo y sin que yo se lo dijera volvió a llenar el vaso.
—¿Qué
tiene eso de malo?
—¡¿Cómo
que tiene de malo?! —le pregunté elevando un poco mi voz —Yo no puedo ser amigo
de
una
chica con la que tengo fantasías sexuales…
—Aaaah,
por ahí viene la mano —dijo divertida —Tú quieres revolcarte con ella como un
sexopata
y
ella solo esta dispuesta a darte su amistad.
—Si,
así de simple y sencillo —dije con sarcasmo.
Tomé
otra vez, pero esta vez no ardió tanto como la anterior.
—¿Tú
ya le dijiste que quieres acostarte con ella? —me preguntó.
—Se
lo dije, se lo insinué, casi se lo grafiqué… pero aun así no hay caso.
—Entonces
no es que ella no quiere acostarse contigo porque no te tenga ganas o algo por
el
estilo.
Ella no quiere hacerlo contigo, porque tiene miedo —me dijo.
Fruncí
el ceño y la miré extrañado.
—¿Miedo?
Que yo sepa no es virgen…
—No
tonto —dijo divertida —Tiene miedo de sentir algo más que placer después de
estar contigo
—la
miré más confundido que antes —¿La has besado?
—¿Qué
si la he besado? Era uno de mis pasatiempos favoritos —dije exagerando un poco
la cosa,
mientras
volvía a tomar un poco más.
—¿Cómo
reaccionaba ella cuando la besabas? —me preguntó.
Comencé
a dejar que mi cabeza pensara y recordara aquello. Siempre al principio se
dejaba, pero
luego
reaccionaba… y no de la mejor manera.
—Se
dejaba un poco pero luego reaccionaba y… me abofeteó un par de veces —dije y
coloqué mi
mano
sobre mi mejilla, como si Vanessa me acabara de golpear.
—¿Lo
ves? —dijo, mientras pasaba una rejilla sobre el mármol de la barra —A ella le
da miedo,
pavor,
horror, sentir algo por ti… es más que obvio.
—Entonces,
¿tú dices que está enamorada de mí? —le pregunté totalmente confundido.
—No
digo enamorada —aclaró ella —Pero que le gustas… si le gustas. Una mujer que
cuando la
besan
al principio cede un poco… pero luego reacciona así, es porque ese hombre le
gusta más de
lo
que desea. Pero… ¿Y tú? —me dijo. La miré.
—¿Yo
que?
—¿Qué
te pasa cuando la besas? —preguntó.
—¿Cuándo
la beso? Y bueno… cuando la beso, ya te dije, necesito tener una cama cerca
porque
me
enloquece —le dije.
—Entonces,
si te enciende solo con un beso estás metido hasta la cabeza —dijo divertida.
—¿Metido?
—dije confundido.
—Enganchado,
atontado, enamorado… como sea —dijo ella.
—No,
no, no —dije con tono divertido —Yo no estoy enamorado de Vanessa. Yo estoy
Obsesionado
con
ella. Yo ya dije, que esto se me va a quitar cuando me acueste con ella…
—¿Y
si no se te quita? ¿Qué pasa si después de acostarte con ella eso que llamas
‘obsesión’ no se
te
va? —me dijo.
La
miré fijo por unos cuantos segundos. Ella solo quería asustarme, incomodarme, o
simplemente
me
estaba hablando muy enserio.
—Se
me va a ir —aseguré.
Volví
a tomar, y ya sentí un leve mareo que confundió mis pensamientos.
—Es
una muchacha muy bonita, y parece tierna —dijo ella. Reí por lo bajo y terminé
de tomar lo
que
estaba en el vaso. El alcohol, ya se me había subido a la cabeza.
—Si,
es tierna, es dulce, es inteligente, es hermosa… pero es diabólica, enredadora,
calculadora y
es
muy factible que logre volverte loco.
—Dime,
¿te preocupas por ella?
—¿Preocuparme?
—pregunté y le hice un gesto para que volviera a llenar el vaso. Lo llenó de
nuevo,
y yo volví a tomar un sorbo.
—Si,
preocuparte, estar muy pendiente de ella. Como por ejemplo, saber quien le
habla, quien la
mira,
que hace, a donde va, con quien va, su salud, su bienestar…
—Puede
ser —dije y apoyé el vaso en la barra —Si tal vez… he estado bastante pendiente
de ella…
—Si,
se notó aquella noche, en la que te la llevaste de aquí para que nadie más que
tú pidiera
mirarla
o si quiera pensar en fantasear con ella —me dijo con media sonrisa en los
labios.
—¡Ya
deja de insinuar que estoy enamorado de ella! —le advertí.
Susan
rió divertida.
—Me
parece que voy a llamar a Jared para que venga por ti, ya estas ebrio —me dijo
con una leve
sonrisa.
—¡No,
no necesito de nadie! —le dije enojado —Estoy bien, puedo irme solo.
—No
puedes irte solo, y lo sabes —me dijo y me quitó el vaso —Ya no tomaras más…
—¿Qué
pasa contigo? —le pregunté molesto —¿Desde cuando pones limites para tomar?
—Desde
hoy y más con un muchacho. Aun eres un bebe de pecho como para tomar hasta no
recordar
tu nombre —me dijo.
—Pues
¿no te parece que eso lo decido yo? —dije y quise tomar el vaso, pero ella lo
alejó más de
mí.
—No,
ya no vas a tomar —sentenció y escondió el vaso debajo de la barra.
—Susan…
necesito olvidarme… de —dejé de hablar y la miré. Ella sonrió.
—Necesitas
olvidarte de Vanessa —terminó la frase —Pero no te la vas a sacar de la cabeza
con
alcohol,
es más quizás el alcohol te lleve a hacer cosas que en realidad no quieres
hacer…
—Solo
quiero una noche con ella —hablé con la voz acortada. Ya comenzaba a salir mi
parte
sentimental
—¿Es mucho pedir un poco de ella?
—Quizás
no necesites solo un poco de ella —me dijo, la miré fijo y fruncí el ceño
amargamente.
—Voy
a llamarla —le dije y saqué mi celular.
Lo
prendí y comencé a buscar su número.
—Zac,
no creo que sea buena idea que la llames en estas condiciones —dijo e intentó
quitarme el
teléfono,
pero no la dejé.
Lo
puse en mi oreja y esperé a que ella me contestara.
—¿Se
puede saber en donde estas? —me preguntó al atender. Su voz pareció enviar una
oleada de
calor
a mi cuerpo —Todo el mundo esta buscándote.
—¿Por
qué no quieres darme una noche? —le pregunté con voz ronca, mi garganta estaba
seca por
culpa
de alcohol.
—¿Qué?
—musitó atónita.
—¿Por
qué no me quieres dejar entrar en ti solo una noche? ¿Acaso es demasiado
pedirte un poco
de
placer?
—Zac,
¿estas ebrio?
—¿Qué
importa eso? Quiero que me contestes, ¿Por qué? ¿Por qué no me dejas tocarte y
besarte
hasta
que amanezca?
—¿Dónde
estás? —volvió a preguntar.
—¿Por
qué me rechazas?
—Por
favor Zac, préstame un poco de atención y deja de decir tonterías…
—¡No
son tonterías! —le dije exasperado —Te necesito. Te deseo de una manera
inhumana, de
una
manera apabullante, de una manera inusual… te deseo Vanessa, no sabes cuanto.
—Déjame
ir por ti… dime donde estás —pidió en un susurro. Cerré los ojos y respiré
profundamente.
—No
quiero que vengas por mí, solo te quiero en mi cama, en mis brazos, debajo de
mí…
Sentí
como alguien me quitaba el teléfono, me giré a verla.
—Vanessa,
soy Susan, no se si te acuerdas de mí, pero Zac está aquí en el bar de siempre.
CAPITULO 28
Miré
como terminaba de hablar y colgaba el teléfono. Me miró fijo.
—¿Por
qué me sacaste el teléfono? —le pregunté.
—Porque
creo que ya te estabas pasando —me dijo.
—Tenía
que decirle lo que pensaba —me defendí —Ahora dame un poco más de vodka.
—No
—sentenció.
—¿Por
qué?
—Porque
ya viene por ti, y ya no te voy a dar de tomar…
—Bueno,
como quieras. Déjame pagarte lo que consumí, ¿Cuánto es? —pregunté mientras
medio
confuso
sacaba mi billetera.
—Tampoco
—me dijo.
—¿Tampoco?
¿Por qué nadie hace lo que yo quiero?
—No
voy a cobrarte, porque se que estas mal y has venido aquí con el fin de
olvidar. Pero no has
podido,
así que… esto va por mi cuenta.
—Eres
lo más cercano a una hermana mayor que he tenido en toda mi vida —dije
melancólico.
—No
te pongas sentimental conmigo, por favor —dijo divertida.
Asentí
con la cabeza y escuchamos como la puerta del bar se abría. Me giré a ver y
ella me miró
fijo.
Rápidamente se acercó a mí.
—¡No
puedo creer que hayas llegado a estar así! —me retó nerviosa.
—Hola
cariño —le dije divertido. Revoleó los ojos y miró a su Susan.
—Muchas
gracias, Susan —le dijo.
—No
es nada linda, llévatelo y… cuídalo. Está un poco sensible —le dijo ella.
Sentí
como una de sus manos rodeaba mi brazo, entonces la miré fijo. Me hizo poner de
pie y
cuando
lo hice, sentí que iba a caerme de cara al suelo. Ella colocó mi brazo
alrededor de su cuello
y
me sujetó por la cintura.
—Vanessa,
¿quieres que le diga a alguno de los muchachos que lo lleve hasta afuera? —le
preguntó
Susan.
—No,
Susan, así estamos bien. Muchas gracias —le dijo ella y comenzó a caminar —Por
favor, has
el
esfuerzo de caminar y no quebrarme el cuerpo.
—Lo
estoy haciendo —le dije. Salimos afuera del bar y el frío viento de la noche
erizó mi piel. ¿En
que
momento se había hecho de noche? Divisé a Betty, y dirigí mis pasos para allí,
pero Vanessa
me
empujaba hacia un auto. Su auto.
—No
—dije y me solté de ella. Me tambaleé un poco, pero me pude mantener de pie —Yo
tengo
que
irme en Betty.
—Estás
completamente loco si piensas que te voy a dejar subirte a esa cosa en este
estado.
—Betty
no es una cosa.
—Lo
que sea. Ahora mueve tu trasero al auto.
—¿Qué
pasará con Betty? —dije mirando a mi moto.
—Susan
la cuidara y mañana mandaremos a Jared y a Cor por ella ¿si? —me dijo. La miré
fijo a los
ojos
por unos cuantos segundos.
—Te
odio por ser así de hermosa, Vanessa —le dije.
—Luego
discutimos tu odio, ¿vamos? —preguntó. Asentí con la cabeza y caminé con
cuidado hasta
el
lujoso auto. Ella me abrió la puerta y me senté pesadamente en el asiento de
atrás, la cerró y
entonces
me acosté. Mi cabeza giraba, así que tenía que estar acostado. Ella se subió y
comenzó a
andar.
Abrí un ojo y miré hacia su asiento. No podía ver su silueta, pues el asiento
es más grande
que
ella, y ninguna parte de su cuerpo sobresale por algún costado.
Entonces
me forcé a sentarme. Ella me miró a través del espejo retrovisor.
—¿Cuál
es tu problema? ¿Qué necesidad tienes de terminar ebrio? —me preguntó.
—Mi
problema eres tú, así que si alguien tiene la culpa de mi estado en este
momento, esa eres tú
—le
dije.
El
coche se detuvo en una banquina. La miré extrañado. Se giró a verme y se quitó
el cinturón de
seguridad.
Sin ningún problema se pasó atrás. La miré más extrañado que antes.
—Así
que, yo soy tu problema —me dijo.
—Si
—dije asintiendo.
—Y
para que todos tus problemas se fueran, yo tendría que acostarme contigo.
—Podría
ser.
—Entonces
lo haré.
—¿Qué?
—Eso,
que me acostaré contigo, como tanto lo deseas.
Se
inclinó hacia mí y tomó mis labios en un acalorado beso. Mis ojos estaban
abiertos, por la
sorpresa
de su comportamiento, pero no tardaron en cerrarse y en responder a ella. Gruñí
mientras
sentía
como se subía a horcajadas sobre mí, y su lengua bailaba caliente junto a la mía.
Sus manos
se
enterraron en mis cabellos y con cada movimiento me acercaba más a ella.
—Vanessa
—dije agitado cuando ella comenzó a mordisquear mi mandíbula y llegaba hasta mi
oreja.
—¿Qué?
—susurró y un escalofrío recorrió mi espalda.
—Estamos
en un auto —le dije sobrexcitado. Ella se alejó un poco de mí y sin decir nada
me quitó
la
remera. Comenzó a besar mi cuello y comenzó a bajar su lengua por mi pecho.
—¿Y
desde cuando te importa el lugar? —preguntó y volvió su boca a mis labios.
—No,
no es que me importe, pero… al diablo —dije y la tomé de la nuca para acercarla
más.
Con
una mínima capacidad de movimiento, logré girar sobre ella y apresarla debajo
de mí. La miré
fijo
a los ojos, respiraba agitada y el color de sus labios era de un rojo intenso
por la presión de
nuestras
bocas.
—No
te detengas, sigue —me habló.
Volví
a capturar sus labios, y soltó un leve gemido que logro enloquecerme
rápidamente. Bajé mis
labios
de los suyos, a su cuello. Comencé a desabrochar los botones de su camisa,
mientras
depositaba
pequeños besos en lo que había visible de su piel. Una de sus manos bajo
caliente por
mi
espalda, quemándome por dentro.
Si,
iba ser mía, ahora ella iba a ser solo mía…
—Zac,
¡Zac! —abrí mis ojos algo sobresaltado. Miré a mí alrededor y estaba acostado
en la parte de
atrás
del auto. Miré al frente y la vi parada con la puerta abierta —Llegamos a tu
casa, sal del auto.
Solo
había sido un sueño. Un maldito sueño.
—¿Por
qué me despertaste? —le pregunté mientras lograba sentarme —Te estaba por hacer
mía en
mis
sueños…
Entrecerró
los ojos y me miró mal.
—Eres
un sucio —me acusó.
Me
ayudó a salir del auto, y me ayudó a caminar hasta mi departamento. El sabor de
sus labios
había
sido tan real, que puedo jurar que eso no había sido un sueño. Llegamos y ella
abrió la
puerta.
Al parecer no había nadie.
—¿Dónde
está Tay? —le pregunté.
—Debe
estar por ahí, no lo se —me dijo ella con dificultad ya que casi podía decirse
que me estaba
arrastrando
hacia dentro —¿Podrías ayudarme un poco? Si no te has dado cuenta pesas el
doble de
lo
que peso yo, y no puedo cargarte…
Me
incorporé bien y ella suspiró. Caminamos hasta el cuarto. Al fin iba a dormir
en mi cama.
Entramos
y ella me ayudó a acostarme. Suspiré aliviado.
—Bueno,
ya estas sano y salvo en casa. Ya me voy —me dijo.
—No,
no te vayas —le pedí.
—Tengo
que irme, Zac…
—Quédate
hasta que me duerma, por favor —le rogué.
—Está
bien —dijo soltando un suspiro.
Se
sentó en el suelo, justo a mi lado. La miré fijo a los ojos, y traté de
entender mi necesidad de
que
se quedara.
—¿Puedes
darme tu mano?
Despacio
levantó su mano y tomó la mía. Sus fríos dedos se entrelazaron con los míos,
que estaban
calientes.
Su mano era el doble más pequeña que la mía, el doble de frágil y el doble de
suave…
Cerré
los ojos y acerqué nuestras manos a mi pecho. Quizás así no se pueda ir cuando
me duerma,
o
quizás si.
Comencé
a despertarme porque mis ganas de ir al baño me estaban llamando. Cuando sentí
que
mi
cabeza despertaba, sentí un terrible dolor allí. Cerré los ojos con fuerza,
para persuadir un poco
al
dolor. Y entonces sentí que algo estaba entrelazo con mi mano. Abrí un ojo y
miré que era. Era
otra
mano. Entonces levanté la cabeza y la vi allí.
Sentí
como mi corazón se aceleraba al ver que ella estaba allí, con la cabeza apoyada
sobre el
borde
del colchón, y con los ojos cerrados. Se quedó, no se fue. Me puse a mirarla
fijamente, me
puse
a observar las delicadas líneas de su rostro. Intenté buscarle algún defecto,
como tantas
veces,
pero no lo tiene. Ella simplemente es perfecta. Levanté mi otra mano y con
cuidado acaricie
su
mejilla. Se movió un poco y arrugó la nariz, pero no se despertó.
—Arriba
Zac, ya traje a Betty y...
—Shhhhhhh
—le dije cuando lo vi entrar. Jared me miró bien —Cállate que vas a despertar a
la
bella
durmiente.
—¿Qué
hace ella ahí? —me preguntó en voz baja.
—Me
cuida —le dije con una pequeña sonrisa.
Soltando
su mano con cuidado me levanté de la cama. La alcé en brazos y la acosté en la
misma,
para
que pudiera seguir durmiendo, un poco más cómoda. Salimos con Jared del cuarto
y
caminamos
hasta la cocina. Fruncí el ceño extrañado al no ver a Rose por ahí.
—¿No
has visto a Rose? —le dije a mi amigo.
—¿Sabes
que hora es? —me dijo él. Negué con la cabeza —Zac, son casi las 5 de la tarde.
Rose se
fue
hace una hora.
—¿Qué?
¿Las 5? —dije sin poder creerlo.
—Si,
dormiste como nunca —dijo divertido.
Nos
acercamos a la mesada y nos preparamos un café. Tal vez con eso, este terrible
dolor de
cabeza
se me iría de una vez. Estuvimos hablando un poco más, hasta que los dos
sentimos los
pasos
de alguien. Miramos hacia el pasillo y venía caminando hacia la sala. Sonreí
levemente…
—Adiós
—dijo por lo bajo y pasó de largo hasta llegar a la puerta.
La
abrió y salió dejándome totalmente desconcertado. Me puse de pie, y me estaba
por salir detrás
de
ella, hasta que Jared me detuvo.
—Oye,
oye —me dijo haciendo que lo mirara —Si se fue así es por algo… déjala.
—Pero…
no, no puedo dejarla…
Intenté
caminar de nuevo, pero Jared me volvió a detener.
—Déjala…
se fue, ya esta. Ella necesita pensar… déjala —me dijo.
Gruñí
por lo bajo y volví a sentarme para terminarme el café. Luego de unas dos horas
Jar decidió
irse.
Y en esas dos horas, Vanessa no había salido en ningún momento de mis
pensamientos. La
forma
en la que se había ido me tenía bastante confundido. Tomé mi teléfono y marque
el número
de
su celular.
‘—Soy
Vanessa, y en este momento no puedo atenderte. Deja tu mensaje, que luego de
que lo
escuche
te devuelvo la llamada…’
Colgué
y maldije por lo bajo. Tenía el celular apagado. Volví a darle tono al teléfono
y marqué el
número
de su casa. Sonó, sonó y sonó, pero nadie contesto. Al parecer tampoco estaba
en casa.
—¡¿Dónde
diablos estas?! —dije algo nervioso. Entonces volví a darle tonó al teléfono y
marqué el
número
de mi prima. Sonó una, sonó otra.
—¿Hola?
—me dijo al atender.
—Taylor
—le dije.
—¡Al
fin tienes la consideración de llamarme! —me dijo elevando un poco la voz —¿Por
qué
demonios
haces esas cosas Zac? ¿Cuántas veces te dije que embriagarse por ahí no es la
solución a
ningún
problema?
—¿Acaso
la privacidad de una borrachera ya no existe? —le dije. Ella me dijo unas
cuantas cosas
más,
pero que las pasé por alto. Lo único que quería era saber de ella —¿Sabes donde
esta
Vanessa?
—¿Vanessa?
—Si,
Vanessa —dije algo nervioso.
—Se
fue a un spa con Gina, estaba bastante estresada —me dijo. Suspiré aliviado.
Ella estaba
bien…
—Pero
ella, ¿está bien, verdad? —le dije.
—Si,
estaba un poco con dolores de nuca, pero por lo demás estaba bien —dijo ella. Y
si, durmió
sentada
—Dijo que mañana iría a la Universidad un poco más tarde, ya que se quedarían
toda la
noche
allí.
—Bueno
prima, gracias por la información —le dije.
—De
nada primito, dentro de un rato voy a casa. Estoy con Emma haciendo unas cosas,
¿sabías
que
tu amiguito Corbin le pidió de ser la novia? —me dijo. Entonces sentí mi
corazón detenerse.
—¡¿Qué?!
—le pregunté sin poder creerlo.
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