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Peligrosa Obsesión - Capítulo 21 y 22


CAPITULO 21
Vanessa me miraba asesinamente, mientras que yo me la comía con la mirada. Taylor estaba
concentrada en decirme algo, pero aun no lo hacía.
—Muchachos, muchachos ¿Por qué no nos calmamos un poco? —dijo Emma. Los tres nos giramos
a verla. Asentí con la cabeza y volví mi mirada a Vanessa.
—De verdad estoy dolido —le dije y volví a tocar mi pecho —Jamás me lo imaginé de ti, de ti
que te veías tan correcta.
—Y ahora la ves incorrectamente deseable, ¿verdad? —dijo Taylor —Hagamos un trato primo, te
consigo una noche con ella y me cedes tu cuarto.
—Echo —le dije sin siquiera vacilar.
—Óyeme, ¿Acaso mi dignidad vale menos que una buena cama? —le preguntó Vanessa sin poder
creerlo.
—Por mi pobre espalda si —le dijo la rubia.
—Esa no es manera de convencerme Taylor —dijo la morena.
—Y tampoco creo que sea la adecuada —acotó Emma.
—¿Lo ves? Eso se llama ser amiga —dijo Hudgens y se acercó para abrazar la chica de anteojitos.
—Está bien, está bien —dijo mi prima —Mmm, ¿Qué tal un beso?
La morena la miró fijo por unos cuantos segundos. Soltó un leve suspiro y me miró.
—Está bien —le dijo y se puso de pie. Se acercó a mí. Y cuando estuvo lo suficientemente cerca se
puso en puntas de pie. Sus labios rozaron los míos —¿Puedes agacharte un poco? No llego.
Bobamente obedecí a su petitorio. Me incliné y choqué despacio contra sus labios. Y cuando intenté
mover mi boca, para obtener un poco más de ello, se alejó —Listo, su cama ya es tuya Taylor.
—Pero, ¿Acaso yo no tengo poder de palabra? —pregunté.
—Ese es el máximo grado de intimidad que lograras conmigo, Efron —me dijo la morena.
—Zac, lleva mis valijas al cuarto ¿si? —dijo mi prima.
—Yo creo que es justo —habló Emma.
—¿Acaso tú solo hablas para hundirme? —le pregunté —¿Por qué me odias? No, no es justo. Ese
no fue el trato Taylor. ¿O me das una noche con ella o no hay cama?
—Vanessa, ¡por dios! Dale lo que pide —le rogó.
—No, ya te lo dije. Mi dignidad vale más que una cama.
—Por favor, amiga. Por favor —le suplicó poniendo su mejor cara de sufrimiento.
Quizás lo consiga, y al fin obtenga mi noche con la morena. De solo pensarlo ya me emociono más
de lo que debería.
Todos observamos como Vanessa miraba fijamente a Taylor, de seguro estaba pensando en como
decirle que no, que ni loca lo haría. Hasta que se giró a verme.
—¿Sabes Zac? Pensé que eras un caballero... no se creo que fue una mala impresión. Después de
todo siempre te has mostrado generoso y respetuoso para con los que quieres, y como Tay es tu
prima... tu única prima por lo que he oído, y por como ella habla bien de ti y lo mucho que te ama,
pensé que el sentimiento era mutuo. Pero no... si la amaras y fueras un caballero le cederías tu
cama. Creo que me equivoqué contigo —dijo y apoyó su mano sobre su pecho.
Entrecerré mis ojos y la miré fijo por unos cuantos segundos.
—¿Sabes que ese es un chantaje muy barato, verdad? —le dije. Ella sonrió.
—¿Funcionó? —me preguntó. Suspiré levemente.
—Si, funcionó —tomé las valijas de mi prima —¿Están son todas?
—Si primito lindo. Muchas gracias, te adoro, eres un encanto —me dijo ella. Miré a la morena.
—Me debes una —le dije mientras caminaba.
—Cuando quieras —dijo ella y las tres rieron divertidas.
Yo creo que de verdad está intentando volverme loco. Ella de seguro quiere jugar conmigo. Acabo
de conocer a la verdadera Vanessa Hudgens. Del mismo material que mi prima, fue hecha solo
para volverme loco. Aunque si debo admitir que Vanessa tiene algo que Taylor no. Sabe cuando
decir que no, y dejarlo muy en claro. Sabe como enredarte y hacerte desear. Sabe como dar en el
blanco y sabe como hacerte sentir un imbécil.
Dios mío, creo que me saqué un boleto directo al infierno. Un boleto a la locura y a mi perdición.
Pero ella no va a poder conmigo, ella va a terminar rendida a mis pies. Eso se los puedo asegurar.
La semana pasó bastante lenta para mi gusto. Aunque algo divertida debo admitir. Jared intentó
seducir a mi prima, y el terminó siendo el seducido. No deja de hablar de ella, ya me tiene loco.
Mientras tanto Corbin está haciendo todo lo posible por averiguar cosas sobre su angelito diabólico.
Estos chicos ya cayeron más bajo de lo que yo creía. Ambos parecen unos idiotas detrás de unas
faldas complicadas.
El timbre de salida sonó, hoy es viernes. El bendito viernes. Hoy tendría mi conquista de la semana.
Y ahora tenía que verme con ella, para arreglar unas cositas.
—¿A dónde vas tan apurado? —me pregunto Taylor.
—Tengo que hacer unas cosas —le contesté.
—Oye, ¿no te enojas si hoy vienen a dormir Vanessa y Emma? —dijo ella.
—No, no hay problema. Hoy saldré —dije. Ella sonrió.
—Perfecto primito, te veo luego —besó mi mejilla y apuró su paso.
Salí de salón y divisé a Jenny a unos metros de allí. Con discreción me acerqué a ella y le hice un
gesto para que fuéramos al gimnasio.
Cuando estuvimos ahí caminamos hasta detrás de las gradas que estaban allí. Ella sonrió
pícaramente y tomó mi corbata para cercarme a ella y comenzar a besarme. La miré bien, mientras
nuestras bocas se unían.
Pero entonces pasó de nuevo. La que estaba frente a mí no era Jennifer, era Vanessa. Sus manos
se colocaron alrededor de mi cuello y me acercó más a ella. Instantáneamente mis ojos se cerraron
y la apreté más contra mí. Como me gustaba besarla, como me gustaba sentir su lengua sobre la
mía. Como me gusta Vanessa…
Bajé una de mis manos hasta el final de su corta pollera. La levanté con cuidado. Ella se alejó un
poco de mí.
—Espera Zachy, estamos en la Universidad —dijo agitada.
Esa no era la voz, ni el olor de Vanessa. Y al alejarme el espejismo se desvaneció y el encanto se
perdió.
Ella me dijo algo, y no escuché lo que dijo. Solo acerté a asentir con la cabeza. Se acomodó la
blusa y la pollera. Me iba a volver a besar, pero me moví y el beso frío apenas alcanzó la comisura
de mis labios.
—¿Qué sucede? —me preguntó.
—Nada cielo, ve tranquila —le dije y me alejé más de ella. Ella frunció el ceño.
—¿Sabes? He notado que a todas nos dices cielo, linda o dulce. Pero solo le dices cariño a
Vanessa.
—No, eso no es así —dije.
—Si, puedo asegurarte que si.
—Pues entonces… no nada. Ve, ve, creo que va a ser mejor que esto lo dejemos para otro día.
—¿Qué? —preguntó.
—Si, recordé que hoy tengo… tengo que hacer unas cosas y no podré verte. Lo siento dulce…
—Kate tenía razón —me dijo. La miré bien —Estas muy cambiado…
Se fue de allí dejándome bastante confundido. Salí del gimnasio y ya casi todo el mundo se había
ido. ¿Cambiado? ¿Yo estoy cambiado? Al parecer si, y esto no puede estar pasando. Fui hasta mi
moto y me subí en ella. No quería volver a casa aun. Mejor iré a dar unas vueltas por allí. Cuando
la noche llegó al lugar, decidí volver. Entré a mi departamento, y escuché un par de risitas
graciosas provenientes de mi habitación. Recordé que Tay me había dicho que hoy vendrían a
dormir Vanessa y Emma. Mi prima salio del cuarto y me miró bien.
—¿Qué haces aquí? —me dijo.
—No quiero preguntas, no estoy de humor Taylor —le dije.
—Uuuuh, que carácter —dijo mientras se acercaba a la heladera y buscaba un poco de agua.
—¿Qué hacen? —le pregunté.
—¿No era que no querías que te hable? —me dijo.
—Solo quiero saber.
—Estábamos hablando, y estábamos por mirar una película —me contestó.
—¿Vanessa está? —dije. Ella arqueó una de sus cejas y me miró fijo.
—Si, si esta ¿Acaso viniste a casa porque Vanessa iba a estar aquí?
—No, claro que no —dije rápidamente —Solo tuve un pequeño problema y… ¿Por qué tengo que
estar dándote explicaciones? Está es mi casa y vengo cuando tengo ganas.
—Como sea, malhumorado —me dijo y se fue de nuevo a la habitación.
Dejé mis cosas sobre la mesada y entré al baño para darme una ducha. Cuando salí toque la puerta
de mi cuarto y Taylor salió. Me miró.
—¿Qué quieres? —me preguntó.
—¿Puedes darme un poco de ropa? —le pregunté, mientras intentaba mirar hacia dentro. Tal vez
podría ver un poco de Vanessa.
—Ahora te la alcanzo —me dijo y entró cerrando la puerta. Volvió a salir y me dio un pantalón de
dormir y un calzoncillo.
—Gracias —le dije y volví a la sala. Me puse mi cómodo pantalón de dormir y me quedé sin remera.
Hacía algo de calor esa noche. Me tiré pesadamente al sillón y prendí la tele. Volví a escuchar risas
y la curiosidad comenzó a molestarme. Pero no me moví de mi lugar.
Tenía que quedarme en donde estaba. Encontré una interesante película y me quedé allí tranquilo.
Un bostezo involuntario salió de mí. Miré la hora y el reloj marcaba las 2 de la mañana. ¡Vaya que
el tiempo puede pasar volando cuando uno está muy concentrado!
Apagué la tele y me acosté bien en el sillón. Coloqué mis dos brazos detrás de mi cabeza y cerré
mis ojos. Pero mi cabeza no dejaba de pensar. Escuché unos pequeños pasos, pero aun así no abrí
mis ojos. De seguro era Taylor. Escuché como la heladera se abría.
—Maldito Efron, no tiene nada orgánico —musitó con enojo —Es un carnívoro.
Entonces levanté mi cabeza y divisé su pequeña figura buscando algo dentro del refrigerador. Sin
hacer ruido me puse de pie y con sigilo, como un león a punto de cazar, caminé para acercarme
más a ella. Sentí que iba a enloquecer al verla en un sexy culotte blanco una remera de dormir.
Uno de mis ojos se entrecerró por la luz que proporcionaba el refrigerador abierto.
—Herbívora, busca bien. En el cajón de abajo hay manzanas —le dije. Ella ahogó un grito y se giró
a verme.
—¡Maldita sea, Zac! ¡Casi me matas! —dijo mientras respiraba algo agitaba ponía una de sus
manos sobre su pecho. La escaneé de arriba a bajo. ¡Diablos, se veía condenadamente bien así!
—No fue mi intención, pero que lindo levantarme y tenerte así en la cocina —le dije y la volví a
mirara de arriba a bajo. Su cabello caía desordenado y algo despeinado por sus hombros. Sus
piernas doradas y suaves se veían deseosas. Que ganas de…
—No me mires así —me ordenó con autoridad —Mírame a los ojos.
—Ya se de memoria tu rostro, y tus bellos ojos —dije y me acerqué un poco más a ella —Trato de
memorizar otras partes…
Me acerqué más acorralándola contra la pared. La luz del refrigerador era lo que nos iluminaba. Ella
hizo un escaneo nervioso a mi torso desnudo. Abrió la boca para decir algo, pero las palabras no le
salieron.
—¿Qué? ¿Qué vas a decirme? —le dije y me acerqué más, apretándola contra mí —Estás en mi
casa, y todo lo que está aquí es mío. Lo toco y lo miró cuando se me da la gana…
—Resulta que no soy una cosa, y también resulta que no soy tuya —me dijo.
—Mírame fijo a los ojos, y vuélvelo a decir… no puedes, porque una parte de ti, ya es mía.
Ella guardó silencio, mirándome fijo. Posé mi vista en sus labios. Esos labios carnosos y calientes
que me hacían perder el control. Como necesitaba besarla…
—Ese ego tuyo, hasta medio dormido es inmenso —me dijo.
—¿Quieres saber que otra cosa es inmensa? —le pregunté con la voz ronca.
—No puedo creer que hayas dicho eso —me acusó nerviosa y algo agitada.
Sonreí divertido y negué con la cabeza.
—Las ganas que tengo de ti Vanessa… ¿O que pensaste?
—La inmensa estupidez que puedes llegar a tener —dijo ella rápidamente.
—Hasta media dormida, eres mal pensada —dije divertido.
—Ahora apártate, quiero ir a dormir.
Entonces aquello fue más fuerte que yo. Rápidamente me acerqué a su boca y la besé
intensamente. Abrí más sus labios con mi lengua, y toqué la suya con necesidad. Ella intentó
alejarse, pero coloqué una de mis manos en su nuca y la acerqué más a mí. Un leve gemido escapó
de su boca, cuando la apoyé más contra la pared, apretándola con mi cuerpo. Sus manos se
quedaron quietas sobre mis hombros, mientras nuestras bocas se conocían más y más, era un
movimiento violento y casi insano, pero no podía detenerme. Mi necesidad de saborearla era
apabullante. Ella soltó otro gemido, cuando mordí sus labios suavemente…
Entonces logró alejarme de ella y sin decir nada, su mano sonó contra mi mejilla. Agitado volví mi
vista a su rostro. Pude ver la confusión en sus ojos, mientras que su respiración agitada caía sobre
mi boca.
CAPITULO 22
Sentí una pequeña punzada en mi pecho. Un enojo que me estaba carcomiendo las entrañas.
Nuestras respiraciones aun eran agitadas.
¿Por qué demonios no cede? ¿Por qué demonios me hace esto? Sus ojos estaban clavados en los
míos. Sus ojos eran una extraña mezcla de confusión y algo de miedo.
—Demonios… —dije y me alejé de ella.
Tomé mis llaves, mi teléfono y mi remera, que estaban encima de la mesa de mármol. Caminé
hasta la puerta y salí de allí cerrándola con fuerza.
Tenía que salir de allí, antes de que ella acabara conmigo. Cuando salí afuera miré a mí alrededor.
¿A dónde iba a ir ahora? Tomé mi celular y lo miré. Busqué el número de Jared y marqué.
—¿Hola? —dijo al atenderme.
—Jared, ¿Puedes atenderme o estas ocupado? —le pregunté.
—No, de hecho estamos con mal de amores y amargados Cor y yo en mi departamento. Déjate ver
por aquí —me dijo.
—Llevaré algo de beber, lo necesitaremos —dije y colgué.
Me subí a Betty y prendí marcha hacia lo de Murillo. Llegué y toqué el timbre y un desanimado
Jared me abrió la puerta. Entré y de la misma forma estaba Corbin. ¡Oh, esto es increíble!
—¿Qué tal? —preguntó el afro.
—¿Qué tal tú? —le dije y me senté a su lado.
Jared tomó la botella de cerveza que había traído y fue a abrirla.
—¿Acaso hace falta que preguntes? —me dijo Cor —¡Mírame, jamás había estado así! ¡Nunca!
—Aquí, muchachos —dijo Jar luego de darle un largo trago a la botella.
Yo la tomé e hice lo mismo.
—¡De tantas mujeres que hay y hay muchas! ¿Por qué nos tenemos que enamorar de las criaturas
más perversas, adorables y maquinadoras que hay? —preguntó el afro nervioso.
—No, no, no. Lo siento chicos, pero lo mío no es amor. Se llama obsesión, una peligrosa obsesión
—les aclaré y volví a tomar —Yo obtengo la chica que quiero cuando se me da la gana. Solo que
con Vanessa me estoy tardando…
—Aja, si lo que digas Zac —habló Jar —¡Yo estoy peor! Me enamoré de la versión femenina de
Zac… —dijo nervioso y le dio otro trago a la botella —Solo que muchísimo mejor la versión dama si
puedo agregar.
—¿Y que hay de mi? —preguntó Cor —Me enamoré de la criatura más linda, dulce y tierna que
existe. Pero resulta que esa criatura me aborrece…
Le quitó la botella a Jar y tomó un largo y limpio trago.
—Se te pasó decir cínica y sarcástica —le dije.
Me miró con desenfado y de encogió de hombros.
—Aun así es hermosa —dijo.
—Pues yo estoy peor que ustedes dos juntos —les dije y tomé la botella —Mezclen a Emma y Tay,
¿Qué obtienen? Exacto a Vanessa… Esa morena me está costando dos semanas sin sexo.
—¡¿Qué?! —preguntaron los dos al unísono.
—No, tú estas jugando con nosotros —dijo Jared.
—¿Ven? Y ahora no filtro lo que digo. Estoy muy mal —dije bajando la cabeza.
—¿Dónde se está quedando tu prima Zac? —me preguntó Murillo. Lo miré y tomé la botella para
darle un trago extra largo.
—Ese es otro problema —dije al hablar —Está en mi departamento, en mi cuarto, en mi cama. Ha
tomado mi casa.
—¿Enserio? —preguntó con sonrisa iluminada en los labios. Lo miré asesinamente.
—¿Por qué la sonrisa? —le dije. La sonrisa se le borró y puso cara de preocupación.
—Oh, disculpa —me dijo —Que pena… ¿Por qué no le dices que venga a vivir aquí? Encantado le
doy mi cama.
—Oye, tampoco soy un loco que entrega a su prima como si nada —le aclaré.
—¿Dónde vivirá mi pequeña lectora de libros académicos? —preguntó concentrado el afro.
—¿En la biblioteca? —dijo Jar frunciendo el ceño.
—No lo se —dije y miré a Cor —Pero ahora están en mi casa.
—¿Quiénes? —preguntó él.
—Tu angelito diabólico y el demonio encarnado —le dije.
—Traducción, eso sería Emma y Vanessa —dijo Jar.
—Si, entendí lo de angelito diabólico, no lo podía explicar más elocuentemente —dijo con su mejor
cara de bobo —Pero si ella custodiara el infierno, yo iría feliz…
—No querido amigo, ella no va a custodiar el infierno, ella será tu infierno —le dije, tratando de
asustarlo, para que de una buena vez reaccionara.
—Me parece Efron que tú quieres pasarnos tu propia experiencia en este momento, ¿no es verdad?
—me dijo Jar.
—Chicos de verdad yo los aprecio, y no lo repetiré cuando este sobrio pero los considero mis
hermanos y de verdad se los digo... aléjense de ellas, ellas son como nuestro karma echo mujer
que viene como bola de nieve y de un momento a otro moriremos aplastados como moscas
asquerosas y malolientes —dije bastante nervioso.
Un celular comenzó a sonar. Miré a mí alrededor y me di cuenta de que era el mío. Me acerqué a él
y el número era el de mi casa.
—¿Hola? —dije con duda.
—¿Dónde estás? —me preguntó ella.
—¿Taylor? —pregunté.
—No, soy la abuela. ¡Claro que soy yo tonto! ¿Dónde demonios estas?
—¿Pasó algo?
—Solo dime si estas bien, y en donde estas —sentenció.
—Si, estoy bien, estoy en lo de Jared —le dije —Pero, ¿Qué pasó?
—No le digas que te dije, porque es capaz de mandar a cazarme. Pero estaba bastante preocupada
por ti…
—¿Quién? —pregunté.
—Vanessa tonto, estaba dando vueltas en la cama, hasta que le pregunté que le pasaba y me dijo
que estaba preocupada por ti… que te habías ido y... nada mas ¿Qué pasó? ¿Por qué te fuiste? —
me preguntó.
—No nada, estoy bien... y aquí te manda un beso de buenas noches Jared —le dije para cambiar
de tema. Escuché como se reía.
—Dile que yo también, en donde más le guste —me dijo ella.
—No voy a decirle eso —sentencié —Mañana te veo, adiós —colgué y me giré a ver a mis amigos
—¿Lo ven? Primero me odia, me golpea y luego se preocupa. Aaaaag, dios mío ¿Quién las
entiende?
—¿Quién te golpeó? —me preguntó —¿Tu prima?
—No… no importa —le dije y me volví a sentar.
Seguimos hablando un largo rato sobre nuestros problemas hasta que la botella de cerveza quedó
completamente vacía. Creo que los tres caímos en un profundo sueño.
A la mañana siguiente me desperté antes que ellos dos y los desperté para ir a desayunar a casa ya
que Rose estaría allí. Ambos aceptaron entusiasmados, ya que seguro que las chicas estaban allí.
Salimos de la casa de Jar y llegamos más rápido de lo que esperamos a la mía.
Entramos y escuchamos la voz divertida de Rose y Taylor. Nos acercamos a ellas y allí estaban
sentadas las tres. Digo tres porque faltaba una, y nada más y nada menos que mi demonio.
—Buenos días —nos saludó mi nana.
—Hola nana —le dije y besé su mejilla, pero sin dejar de buscar a Vanessa con la mirada. No
estaba por ningún lado.
—¿Qué hicieron? —preguntó Taylor. Jared la miró con cara de tonto enamorado.
—Hablamos de ti —le dijo. Tay rió divertida al igual que Emma.
—De ambas —aclaró Corbin. Vimos como Emma tomaba un poco de color.
—¿Dónde está Vanessa? —pregunté.
Todos se giraron a verme.
—Quise que se quedara a desayunar —dijo Rose con melancolía —Pero no pudo, estaba algo…
apachurrada.
—Si, además de que tenía que ir a lo de Gina —agregó Emma.
—¡Lo de Gina! —dije recordando aquello —Luego desayuno nana, tengo que irme más rápido que
rápido —fui a mi cuarto me cambié de ropa y salí de allí.
Todos me miraron extrañados. Los saludé de manera rápida y salí de casa. Casi me olvidó
completamente de que hoy tenía que ir a trabajar a mi nuevo empleo, no podía fallar.
Llegué y estacioné a Betty en la cochera del lugar. Tomé el ascensor y marqué el piso 20. Cuando
llegué al piso las puertas se abrieron y ya había un gran movimiento de gente. Entré a una de las
puertas y Gina se giró a verme.
—¡Zac! —dijo con una sonrisa y se acercó a saludarme.
Le respondí el gesto y entonces divisé a Vanessa sentada en una mesa escribiendo algo. La miré
fijo y ella levantó su mirada para enfrentarme.
Noté que estaba algo pálida y tenía cara de no haber dormido bien. De seguro la conciencia la
estaba matando por haberme rechazado anoche.
—¿Cómo estás Gina? —le dije a mi jefa.
—Bien, yo bien ¿Y tú? —dijo.
—Excelente —dije elevando un poco más mi voz para que la morena escuchara. Pero ella seguía
escribiendo algo en una hoja.
Ella sacó su mirada de su hija y me miró a mí.
—¿Pasó algo entre ustedes? —me preguntó ella.
—No Gin, quédate tranquila. Cosas de jóvenes —dije divertido.
—¿Me estás diciendo vieja? —dijo ella.
—No Gina, ¿Cómo se te ocurre? Solo quise decir que son tonterías —le aclaré.
—Gina, ¿Dónde está el rollo de 40 para la cámara? —le preguntó ella a su madre.
Gina se giró a verla.
—En el depósito Anne —le dijo ella. Vanessa soltó un suspiro.
—Voy a buscarlo —dijo y se puso de pie. Pasó por mi lado sin decir nada y desapareció del lugar.
Me giré a mirar a mi jefa.
—¿Estás seguro que no pasó nada? —preguntó.
—Muy seguro —dije y bajé un poco más el tono de mi voz —¿Puedes mandarme a buscar algo al
depósito?
—Bueno, ve a traerme unas carpetas de esas transparente para poner unos papeles que tengo.
—De acuerdo.
Salí de allí y caminé un poco más rápido hasta encontrar la enorme puerta del frío depósito. El
lugar estaba lleno de fotos, revistas, artículos de indumentaria, ropa, zapatos y todo lo que se
puedan imaginar.
Divisé la pequeña figura de Vanessa arrodillada en el suelo buscando el rollo dentro de un cajón.
Ella me miró y volvió su vista a lo que estaba buscando. Yo me acerqué a uno de los estantes para
buscar las carpetas. Luego de varios minutos ella se puso de pie y caminó hasta la puerta. Decidí
hablarle.
—Te preocupaste por mí anoche, cariño —le dije.
Ella detuvo su paso en la puerta y se giró a verme.
—Bueno, no te fuiste en el mejor de los estados de ánimo y eres demasiado impulsivo, no lo creí
una buena combinación —me dijo. Sonrió levemente —Pero veo que estás bien, así que ya no me
preocupo. Ahora debo volver a trabajar.
Fui más rápido que ella y cerré la puerta antes de que saliera. Con algo de fastidio se giró a verme.
Respiró profundamente.
—Tenemos que hablar —sentencié.
—¿Ah, sí? ¿De que? No creo que haya nada de que debamos hablar, Efron.
—Si, de nosotros.
—¿Nosotros? ¿Y ese termino? ¿Desde cuando? —dijo algo burlona.
—De ti y de mi Vanessa, DE ESE NOSOTROS —dije apretando los dientes.
—Aaaah, no sabía que había un NOSOTROS.
Apreté mis puños y la miré fijo a los ojos. Su mirada enfrentaba a la mía, nunca ninguna mujer me
había intimidado como ella lograba hacerlo.
—Solo quiero saber una cosa, una sola cosa y te juro que te dejo en paz y dejamos este jueguito
que ya me esta cansando —le dije.
—Yo también ya me estoy cansando de esto.
—Bueno, entonces pongamos un punto final.
—De acuerdo —dijo ella.
—¿Vas a responder? —le pregunté.
—Si —dijo revoleando los ojos —¿Qué quieres saber?

—¿Tengo una oportunidad?

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