CAPITULO 21
Vanessa
me miraba asesinamente, mientras que yo me la comía con la mirada. Taylor
estaba
concentrada
en decirme algo, pero aun no lo hacía.
—Muchachos,
muchachos ¿Por qué no nos calmamos un poco? —dijo Emma. Los tres nos giramos
a
verla. Asentí con la cabeza y volví mi mirada a Vanessa.
—De
verdad estoy dolido —le dije y volví a tocar mi pecho —Jamás me lo imaginé de
ti, de ti
que
te veías tan correcta.
—Y
ahora la ves incorrectamente deseable, ¿verdad? —dijo Taylor —Hagamos un trato
primo, te
consigo
una noche con ella y me cedes tu cuarto.
—Echo
—le dije sin siquiera vacilar.
—Óyeme,
¿Acaso mi dignidad vale menos que una buena cama? —le preguntó Vanessa sin
poder
creerlo.
—Por
mi pobre espalda si —le dijo la rubia.
—Esa
no es manera de convencerme Taylor —dijo la morena.
—Y
tampoco creo que sea la adecuada —acotó Emma.
—¿Lo
ves? Eso se llama ser amiga —dijo Hudgens y se acercó para abrazar la chica de
anteojitos.
—Está
bien, está bien —dijo mi prima —Mmm, ¿Qué tal un beso?
La
morena la miró fijo por unos cuantos segundos. Soltó un leve suspiro y me miró.
—Está
bien —le dijo y se puso de pie. Se acercó a mí. Y cuando estuvo lo
suficientemente cerca se
puso
en puntas de pie. Sus labios rozaron los míos —¿Puedes agacharte un poco? No
llego.
Bobamente
obedecí a su petitorio. Me incliné y choqué despacio contra sus labios. Y
cuando intenté
mover
mi boca, para obtener un poco más de ello, se alejó —Listo, su cama ya es tuya
Taylor.
—Pero,
¿Acaso yo no tengo poder de palabra? —pregunté.
—Ese
es el máximo grado de intimidad que lograras conmigo, Efron —me dijo la morena.
—Zac,
lleva mis valijas al cuarto ¿si? —dijo mi prima.
—Yo
creo que es justo —habló Emma.
—¿Acaso
tú solo hablas para hundirme? —le pregunté —¿Por qué me odias? No, no es justo.
Ese
no
fue el trato Taylor. ¿O me das una noche con ella o no hay cama?
—Vanessa,
¡por dios! Dale lo que pide —le rogó.
—No,
ya te lo dije. Mi dignidad vale más que una cama.
—Por
favor, amiga. Por favor —le suplicó poniendo su mejor cara de sufrimiento.
Quizás
lo consiga, y al fin obtenga mi noche con la morena. De solo pensarlo ya me
emociono más
de
lo que debería.
Todos
observamos como Vanessa miraba fijamente a Taylor, de seguro estaba pensando en
como
decirle
que no, que ni loca lo haría. Hasta que se giró a verme.
—¿Sabes
Zac? Pensé que eras un caballero... no se creo que fue una mala impresión.
Después de
todo
siempre te has mostrado generoso y respetuoso para con los que quieres, y como
Tay es tu
prima...
tu única prima por lo que he oído, y por como ella habla bien de ti y lo mucho
que te ama,
pensé
que el sentimiento era mutuo. Pero no... si la amaras y fueras un caballero le
cederías tu
cama.
Creo que me equivoqué contigo —dijo y apoyó su mano sobre su pecho.
Entrecerré
mis ojos y la miré fijo por unos cuantos segundos.
—¿Sabes
que ese es un chantaje muy barato, verdad? —le dije. Ella sonrió.
—¿Funcionó?
—me preguntó. Suspiré levemente.
—Si,
funcionó —tomé las valijas de mi prima —¿Están son todas?
—Si
primito lindo. Muchas gracias, te adoro, eres un encanto —me dijo ella. Miré a
la morena.
—Me
debes una —le dije mientras caminaba.
—Cuando
quieras —dijo ella y las tres rieron divertidas.
Yo
creo que de verdad está intentando volverme loco. Ella de seguro quiere jugar
conmigo. Acabo
de
conocer a la verdadera Vanessa Hudgens. Del mismo material que mi prima, fue
hecha solo
para
volverme loco. Aunque si debo admitir que Vanessa tiene algo que Taylor no.
Sabe cuando
decir
que no, y dejarlo muy en claro. Sabe como enredarte y hacerte desear. Sabe como
dar en el
blanco
y sabe como hacerte sentir un imbécil.
Dios
mío, creo que me saqué un boleto directo al infierno. Un boleto a la locura y a
mi perdición.
Pero
ella no va a poder conmigo, ella va a terminar rendida a mis pies. Eso se los
puedo asegurar.
La
semana pasó bastante lenta para mi gusto. Aunque algo divertida debo admitir.
Jared intentó
seducir
a mi prima, y el terminó siendo el seducido. No deja de hablar de ella, ya me
tiene loco.
Mientras
tanto Corbin está haciendo todo lo posible por averiguar cosas sobre su
angelito diabólico.
Estos
chicos ya cayeron más bajo de lo que yo creía. Ambos parecen unos idiotas
detrás de unas
faldas
complicadas.
El
timbre de salida sonó, hoy es viernes. El bendito viernes. Hoy tendría mi
conquista de la semana.
Y
ahora tenía que verme con ella, para arreglar unas cositas.
—¿A
dónde vas tan apurado? —me pregunto Taylor.
—Tengo
que hacer unas cosas —le contesté.
—Oye,
¿no te enojas si hoy vienen a dormir Vanessa y Emma? —dijo ella.
—No,
no hay problema. Hoy saldré —dije. Ella sonrió.
—Perfecto
primito, te veo luego —besó mi mejilla y apuró su paso.
Salí
de salón y divisé a Jenny a unos metros de allí. Con discreción me acerqué a
ella y le hice un
gesto
para que fuéramos al gimnasio.
Cuando
estuvimos ahí caminamos hasta detrás de las gradas que estaban allí. Ella
sonrió
pícaramente
y tomó mi corbata para cercarme a ella y comenzar a besarme. La miré bien,
mientras
nuestras
bocas se unían.
Pero
entonces pasó de nuevo. La que estaba frente a mí no era Jennifer, era Vanessa.
Sus manos
se
colocaron alrededor de mi cuello y me acercó más a ella. Instantáneamente mis
ojos se cerraron
y
la apreté más contra mí. Como me gustaba besarla, como me gustaba sentir su
lengua sobre la
mía.
Como me gusta Vanessa…
Bajé
una de mis manos hasta el final de su corta pollera. La levanté con cuidado.
Ella se alejó un
poco
de mí.
—Espera
Zachy, estamos en la Universidad —dijo agitada.
Esa
no era la voz, ni el olor de Vanessa. Y al alejarme el espejismo se desvaneció
y el encanto se
perdió.
Ella
me dijo algo, y no escuché lo que dijo. Solo acerté a asentir con la cabeza. Se
acomodó la
blusa
y la pollera. Me iba a volver a besar, pero me moví y el beso frío apenas
alcanzó la comisura
de
mis labios.
—¿Qué
sucede? —me preguntó.
—Nada
cielo, ve tranquila —le dije y me alejé más de ella. Ella frunció el ceño.
—¿Sabes?
He notado que a todas nos dices cielo, linda o dulce. Pero solo le dices cariño
a
Vanessa.
—No,
eso no es así —dije.
—Si,
puedo asegurarte que si.
—Pues
entonces… no nada. Ve, ve, creo que va a ser mejor que esto lo dejemos para
otro día.
—¿Qué?
—preguntó.
—Si,
recordé que hoy tengo… tengo que hacer unas cosas y no podré verte. Lo siento
dulce…
—Kate
tenía razón —me dijo. La miré bien —Estas muy cambiado…
Se
fue de allí dejándome bastante confundido. Salí del gimnasio y ya casi todo el
mundo se había
ido.
¿Cambiado? ¿Yo estoy cambiado? Al parecer si, y esto no puede estar pasando.
Fui hasta mi
moto
y me subí en ella. No quería volver a casa aun. Mejor iré a dar unas vueltas
por allí. Cuando
la
noche llegó al lugar, decidí volver. Entré a mi departamento, y escuché un par
de risitas
graciosas
provenientes de mi habitación. Recordé que Tay me había dicho que hoy vendrían
a
dormir
Vanessa y Emma. Mi prima salio del cuarto y me miró bien.
—¿Qué
haces aquí? —me dijo.
—No
quiero preguntas, no estoy de humor Taylor —le dije.
—Uuuuh,
que carácter —dijo mientras se acercaba a la heladera y buscaba un poco de
agua.
—¿Qué
hacen? —le pregunté.
—¿No
era que no querías que te hable? —me dijo.
—Solo
quiero saber.
—Estábamos
hablando, y estábamos por mirar una película —me contestó.
—¿Vanessa
está? —dije. Ella arqueó una de sus cejas y me miró fijo.
—Si,
si esta ¿Acaso viniste a casa porque Vanessa iba a estar aquí?
—No,
claro que no —dije rápidamente —Solo tuve un pequeño problema y… ¿Por qué tengo
que
estar
dándote explicaciones? Está es mi casa y vengo cuando tengo ganas.
—Como
sea, malhumorado —me dijo y se fue de nuevo a la habitación.
Dejé
mis cosas sobre la mesada y entré al baño para darme una ducha. Cuando salí
toque la puerta
de
mi cuarto y Taylor salió. Me miró.
—¿Qué
quieres? —me preguntó.
—¿Puedes
darme un poco de ropa? —le pregunté, mientras intentaba mirar hacia dentro. Tal
vez
podría
ver un poco de Vanessa.
—Ahora
te la alcanzo —me dijo y entró cerrando la puerta. Volvió a salir y me dio un
pantalón de
dormir
y un calzoncillo.
—Gracias
—le dije y volví a la sala. Me puse mi cómodo pantalón de dormir y me quedé sin
remera.
Hacía
algo de calor esa noche. Me tiré pesadamente al sillón y prendí la tele. Volví
a escuchar risas
y
la curiosidad comenzó a molestarme. Pero no me moví de mi lugar.
Tenía
que quedarme en donde estaba. Encontré una interesante película y me quedé allí
tranquilo.
Un
bostezo involuntario salió de mí. Miré la hora y el reloj marcaba las 2 de la
mañana. ¡Vaya que
el
tiempo puede pasar volando cuando uno está muy concentrado!
Apagué
la tele y me acosté bien en el sillón. Coloqué mis dos brazos detrás de mi
cabeza y cerré
mis
ojos. Pero mi cabeza no dejaba de pensar. Escuché unos pequeños pasos, pero aun
así no abrí
mis
ojos. De seguro era Taylor. Escuché como la heladera se abría.
—Maldito
Efron, no tiene nada orgánico —musitó con enojo —Es un carnívoro.
Entonces
levanté mi cabeza y divisé su pequeña figura buscando algo dentro del
refrigerador. Sin
hacer
ruido me puse de pie y con sigilo, como un león a punto de cazar, caminé para
acercarme
más
a ella. Sentí que iba a enloquecer al verla en un sexy culotte blanco una
remera de dormir.
Uno
de mis ojos se entrecerró por la luz que proporcionaba el refrigerador abierto.
—Herbívora,
busca bien. En el cajón de abajo hay manzanas —le dije. Ella ahogó un grito y
se giró
a
verme.
—¡Maldita
sea, Zac! ¡Casi me matas! —dijo mientras respiraba algo agitaba ponía una de
sus
manos
sobre su pecho. La escaneé de arriba a bajo. ¡Diablos, se veía condenadamente
bien así!
—No
fue mi intención, pero que lindo levantarme y tenerte así en la cocina —le dije
y la volví a
mirara
de arriba a bajo. Su cabello caía desordenado y algo despeinado por sus
hombros. Sus
piernas
doradas y suaves se veían deseosas. Que ganas de…
—No
me mires así —me ordenó con autoridad —Mírame a los ojos.
—Ya
se de memoria tu rostro, y tus bellos ojos —dije y me acerqué un poco más a
ella —Trato de
memorizar
otras partes…
Me
acerqué más acorralándola contra la pared. La luz del refrigerador era lo que
nos iluminaba. Ella
hizo
un escaneo nervioso a mi torso desnudo. Abrió la boca para decir algo, pero las
palabras no le
salieron.
—¿Qué?
¿Qué vas a decirme? —le dije y me acerqué más, apretándola contra mí —Estás en
mi
casa,
y todo lo que está aquí es mío. Lo toco y lo miró cuando se me da la gana…
—Resulta
que no soy una cosa, y también resulta que no soy tuya —me dijo.
—Mírame
fijo a los ojos, y vuélvelo a decir… no puedes, porque una parte de ti, ya es
mía.
Ella
guardó silencio, mirándome fijo. Posé mi vista en sus labios. Esos labios
carnosos y calientes
que
me hacían perder el control. Como necesitaba besarla…
—Ese
ego tuyo, hasta medio dormido es inmenso —me dijo.
—¿Quieres
saber que otra cosa es inmensa? —le pregunté con la voz ronca.
—No
puedo creer que hayas dicho eso —me acusó nerviosa y algo agitada.
Sonreí
divertido y negué con la cabeza.
—Las
ganas que tengo de ti Vanessa… ¿O que pensaste?
—La
inmensa estupidez que puedes llegar a tener —dijo ella rápidamente.
—Hasta
media dormida, eres mal pensada —dije divertido.
—Ahora
apártate, quiero ir a dormir.
Entonces
aquello fue más fuerte que yo. Rápidamente me acerqué a su boca y la besé
intensamente.
Abrí más sus labios con mi lengua, y toqué la suya con necesidad. Ella intentó
alejarse,
pero coloqué una de mis manos en su nuca y la acerqué más a mí. Un leve gemido
escapó
de
su boca, cuando la apoyé más contra la pared, apretándola con mi cuerpo. Sus
manos se
quedaron
quietas sobre mis hombros, mientras nuestras bocas se conocían más y más, era
un
movimiento
violento y casi insano, pero no podía detenerme. Mi necesidad de saborearla era
apabullante.
Ella soltó otro gemido, cuando mordí sus labios suavemente…
Entonces
logró alejarme de ella y sin decir nada, su mano sonó contra mi mejilla.
Agitado volví mi
vista
a su rostro. Pude ver la confusión en sus ojos, mientras que su respiración
agitada caía sobre
mi
boca.
CAPITULO 22
Sentí
una pequeña punzada en mi pecho. Un enojo que me estaba carcomiendo las
entrañas.
Nuestras
respiraciones aun eran agitadas.
¿Por
qué demonios no cede? ¿Por qué demonios me hace esto? Sus ojos estaban clavados
en los
míos.
Sus ojos eran una extraña mezcla de confusión y algo de miedo.
—Demonios…
—dije y me alejé de ella.
Tomé
mis llaves, mi teléfono y mi remera, que estaban encima de la mesa de mármol.
Caminé
hasta
la puerta y salí de allí cerrándola con fuerza.
Tenía
que salir de allí, antes de que ella acabara conmigo. Cuando salí afuera miré a
mí alrededor.
¿A
dónde iba a ir ahora? Tomé mi celular y lo miré. Busqué el número de Jared y
marqué.
—¿Hola?
—dijo al atenderme.
—Jared,
¿Puedes atenderme o estas ocupado? —le pregunté.
—No,
de hecho estamos con mal de amores y amargados Cor y yo en mi departamento.
Déjate ver
por
aquí —me dijo.
—Llevaré
algo de beber, lo necesitaremos —dije y colgué.
Me
subí a Betty y prendí marcha hacia lo de Murillo. Llegué y toqué el timbre y un
desanimado
Jared
me abrió la puerta. Entré y de la misma forma estaba Corbin. ¡Oh, esto es
increíble!
—¿Qué
tal? —preguntó el afro.
—¿Qué
tal tú? —le dije y me senté a su lado.
Jared
tomó la botella de cerveza que había traído y fue a abrirla.
—¿Acaso
hace falta que preguntes? —me dijo Cor —¡Mírame, jamás había estado así!
¡Nunca!
—Aquí,
muchachos —dijo Jar luego de darle un largo trago a la botella.
Yo
la tomé e hice lo mismo.
—¡De
tantas mujeres que hay y hay muchas! ¿Por qué nos tenemos que enamorar de las
criaturas
más
perversas, adorables y maquinadoras que hay? —preguntó el afro nervioso.
—No,
no, no. Lo siento chicos, pero lo mío no es amor. Se llama obsesión, una
peligrosa obsesión
—les
aclaré y volví a tomar —Yo obtengo la chica que quiero cuando se me da la gana.
Solo que
con
Vanessa me estoy tardando…
—Aja,
si lo que digas Zac —habló Jar —¡Yo estoy peor! Me enamoré de la versión
femenina de
Zac…
—dijo nervioso y le dio otro trago a la botella —Solo que muchísimo mejor la
versión dama si
puedo
agregar.
—¿Y
que hay de mi? —preguntó Cor —Me enamoré de la criatura más linda, dulce y
tierna que
existe.
Pero resulta que esa criatura me aborrece…
Le
quitó la botella a Jar y tomó un largo y limpio trago.
—Se
te pasó decir cínica y sarcástica —le dije.
Me
miró con desenfado y de encogió de hombros.
—Aun
así es hermosa —dijo.
—Pues
yo estoy peor que ustedes dos juntos —les dije y tomé la botella —Mezclen a
Emma y Tay,
¿Qué
obtienen? Exacto a Vanessa… Esa morena me está costando dos semanas sin sexo.
—¡¿Qué?!
—preguntaron los dos al unísono.
—No,
tú estas jugando con nosotros —dijo Jared.
—¿Ven?
Y ahora no filtro lo que digo. Estoy muy mal —dije bajando la cabeza.
—¿Dónde
se está quedando tu prima Zac? —me preguntó Murillo. Lo miré y tomé la botella
para
darle
un trago extra largo.
—Ese
es otro problema —dije al hablar —Está en mi departamento, en mi cuarto, en mi
cama. Ha
tomado
mi casa.
—¿Enserio?
—preguntó con sonrisa iluminada en los labios. Lo miré asesinamente.
—¿Por
qué la sonrisa? —le dije. La sonrisa se le borró y puso cara de preocupación.
—Oh,
disculpa —me dijo —Que pena… ¿Por qué no le dices que venga a vivir aquí?
Encantado le
doy
mi cama.
—Oye,
tampoco soy un loco que entrega a su prima como si nada —le aclaré.
—¿Dónde
vivirá mi pequeña lectora de libros académicos? —preguntó concentrado el afro.
—¿En
la biblioteca? —dijo Jar frunciendo el ceño.
—No
lo se —dije y miré a Cor —Pero ahora están en mi casa.
—¿Quiénes?
—preguntó él.
—Tu
angelito diabólico y el demonio encarnado —le dije.
—Traducción,
eso sería Emma y Vanessa —dijo Jar.
—Si,
entendí lo de angelito diabólico, no lo podía explicar más elocuentemente —dijo
con su mejor
cara
de bobo —Pero si ella custodiara el infierno, yo iría feliz…
—No
querido amigo, ella no va a custodiar el infierno, ella será tu infierno —le
dije, tratando de
asustarlo,
para que de una buena vez reaccionara.
—Me
parece Efron que tú quieres pasarnos tu propia experiencia en este momento, ¿no
es verdad?
—me
dijo Jar.
—Chicos
de verdad yo los aprecio, y no lo repetiré cuando este sobrio pero los
considero mis
hermanos
y de verdad se los digo... aléjense de ellas, ellas son como nuestro karma echo
mujer
que
viene como bola de nieve y de un momento a otro moriremos aplastados como
moscas
asquerosas
y malolientes —dije bastante nervioso.
Un
celular comenzó a sonar. Miré a mí alrededor y me di cuenta de que era el mío.
Me acerqué a él
y
el número era el de mi casa.
—¿Hola?
—dije con duda.
—¿Dónde
estás? —me preguntó ella.
—¿Taylor?
—pregunté.
—No,
soy la abuela. ¡Claro que soy yo tonto! ¿Dónde demonios estas?
—¿Pasó
algo?
—Solo
dime si estas bien, y en donde estas —sentenció.
—Si,
estoy bien, estoy en lo de Jared —le dije —Pero, ¿Qué pasó?
—No
le digas que te dije, porque es capaz de mandar a cazarme. Pero estaba bastante
preocupada
por
ti…
—¿Quién?
—pregunté.
—Vanessa
tonto, estaba dando vueltas en la cama, hasta que le pregunté que le pasaba y
me dijo
que
estaba preocupada por ti… que te habías ido y... nada mas ¿Qué pasó? ¿Por qué
te fuiste? —
me
preguntó.
—No
nada, estoy bien... y aquí te manda un beso de buenas noches Jared —le dije
para cambiar
de
tema. Escuché como se reía.
—Dile
que yo también, en donde más le guste —me dijo ella.
—No
voy a decirle eso —sentencié —Mañana te veo, adiós —colgué y me giré a ver a
mis amigos
—¿Lo
ven? Primero me odia, me golpea y luego se preocupa. Aaaaag, dios mío ¿Quién
las
entiende?
—¿Quién
te golpeó? —me preguntó —¿Tu prima?
—No…
no importa —le dije y me volví a sentar.
Seguimos
hablando un largo rato sobre nuestros problemas hasta que la botella de cerveza
quedó
completamente
vacía. Creo que los tres caímos en un profundo sueño.
A
la mañana siguiente me desperté antes que ellos dos y los desperté para ir a
desayunar a casa ya
que
Rose estaría allí. Ambos aceptaron entusiasmados, ya que seguro que las chicas
estaban allí.
Salimos
de la casa de Jar y llegamos más rápido de lo que esperamos a la mía.
Entramos
y escuchamos la voz divertida de Rose y Taylor. Nos acercamos a ellas y allí
estaban
sentadas
las tres. Digo tres porque faltaba una, y nada más y nada menos que mi demonio.
—Buenos
días —nos saludó mi nana.
—Hola
nana —le dije y besé su mejilla, pero sin dejar de buscar a Vanessa con la
mirada. No
estaba
por ningún lado.
—¿Qué
hicieron? —preguntó Taylor. Jared la miró con cara de tonto enamorado.
—Hablamos
de ti —le dijo. Tay rió divertida al igual que Emma.
—De
ambas —aclaró Corbin. Vimos como Emma tomaba un poco de color.
—¿Dónde
está Vanessa? —pregunté.
Todos
se giraron a verme.
—Quise
que se quedara a desayunar —dijo Rose con melancolía —Pero no pudo, estaba
algo…
apachurrada.
—Si,
además de que tenía que ir a lo de Gina —agregó Emma.
—¡Lo
de Gina! —dije recordando aquello —Luego desayuno nana, tengo que irme más
rápido que
rápido
—fui a mi cuarto me cambié de ropa y salí de allí.
Todos
me miraron extrañados. Los saludé de manera rápida y salí de casa. Casi me
olvidó
completamente
de que hoy tenía que ir a trabajar a mi nuevo empleo, no podía fallar.
Llegué
y estacioné a Betty en la cochera del lugar. Tomé el ascensor y marqué el piso
20. Cuando
llegué
al piso las puertas se abrieron y ya había un gran movimiento de gente. Entré a
una de las
puertas
y Gina se giró a verme.
—¡Zac!
—dijo con una sonrisa y se acercó a saludarme.
Le
respondí el gesto y entonces divisé a Vanessa sentada en una mesa escribiendo
algo. La miré
fijo
y ella levantó su mirada para enfrentarme.
Noté
que estaba algo pálida y tenía cara de no haber dormido bien. De seguro la
conciencia la
estaba
matando por haberme rechazado anoche.
—¿Cómo
estás Gina? —le dije a mi jefa.
—Bien,
yo bien ¿Y tú? —dijo.
—Excelente
—dije elevando un poco más mi voz para que la morena escuchara. Pero ella
seguía
escribiendo
algo en una hoja.
Ella
sacó su mirada de su hija y me miró a mí.
—¿Pasó
algo entre ustedes? —me preguntó ella.
—No
Gin, quédate tranquila. Cosas de jóvenes —dije divertido.
—¿Me
estás diciendo vieja? —dijo ella.
—No
Gina, ¿Cómo se te ocurre? Solo quise decir que son tonterías —le aclaré.
—Gina,
¿Dónde está el rollo de 40 para la cámara? —le preguntó ella a su madre.
Gina
se giró a verla.
—En
el depósito Anne —le dijo ella. Vanessa soltó un suspiro.
—Voy
a buscarlo —dijo y se puso de pie. Pasó por mi lado sin decir nada y
desapareció del lugar.
Me
giré a mirar a mi jefa.
—¿Estás
seguro que no pasó nada? —preguntó.
—Muy
seguro —dije y bajé un poco más el tono de mi voz —¿Puedes mandarme a buscar
algo al
depósito?
—Bueno,
ve a traerme unas carpetas de esas transparente para poner unos papeles que
tengo.
—De
acuerdo.
Salí
de allí y caminé un poco más rápido hasta encontrar la enorme puerta del frío
depósito. El
lugar
estaba lleno de fotos, revistas, artículos de indumentaria, ropa, zapatos y
todo lo que se
puedan
imaginar.
Divisé
la pequeña figura de Vanessa arrodillada en el suelo buscando el rollo dentro
de un cajón.
Ella
me miró y volvió su vista a lo que estaba buscando. Yo me acerqué a uno de los
estantes para
buscar
las carpetas. Luego de varios minutos ella se puso de pie y caminó hasta la
puerta. Decidí
hablarle.
—Te
preocupaste por mí anoche, cariño —le dije.
Ella
detuvo su paso en la puerta y se giró a verme.
—Bueno,
no te fuiste en el mejor de los estados de ánimo y eres demasiado impulsivo, no
lo creí
una
buena combinación —me dijo. Sonrió levemente —Pero veo que estás bien, así que
ya no me
preocupo.
Ahora debo volver a trabajar.
Fui
más rápido que ella y cerré la puerta antes de que saliera. Con algo de
fastidio se giró a verme.
Respiró
profundamente.
—Tenemos
que hablar —sentencié.
—¿Ah,
sí? ¿De que? No creo que haya nada de que debamos hablar, Efron.
—Si,
de nosotros.
—¿Nosotros?
¿Y ese termino? ¿Desde cuando? —dijo algo burlona.
—De
ti y de mi Vanessa, DE ESE NOSOTROS —dije apretando los dientes.
—Aaaah,
no sabía que había un NOSOTROS.
Apreté
mis puños y la miré fijo a los ojos. Su mirada enfrentaba a la mía, nunca
ninguna mujer me
había
intimidado como ella lograba hacerlo.
—Solo
quiero saber una cosa, una sola cosa y te juro que te dejo en paz y dejamos
este jueguito
que
ya me esta cansando —le dije.
—Yo
también ya me estoy cansando de esto.
—Bueno,
entonces pongamos un punto final.
—De
acuerdo —dijo ella.
—¿Vas
a responder? —le pregunté.
—Si
—dijo revoleando los ojos —¿Qué quieres saber?
—¿Tengo
una oportunidad?
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