CAPITULO 17
Comencé
a despertar al sentir, como unas leves manos me movían. Abrí un ojo y la miré.
Ella me
sonrió
levemente.
—Buenos
días, nana —le dije con voz ronca.
—¿Se
puede saber que haces durmiendo en el sillón? —me preguntó. Me senté y miré a
mí
alrededor.
—Mi
cuarto está ocupado —contesté, y me puse de pie para ir al baño. Entré, me lavé
la cara y los
dientes.
Salí y me acerqué a la mesada para sentarme frente a Rose —¿Qué hora es?
—Las
doce en punto, Zac —me contestó y comenzó a sacar hoyas y comida para cocinar.
—¿Zac?
—escuché su adormilada voz.
Mi
nana y yo nos giramos para mirar hacia el pasillo, del cual provenía su voz. Su
rostro era una
mezcla
de sueño, confusión y dolor de cabeza. Ella me miró y luego miró a mi nana. Me
puse de
pie
y me acerqué a ella.
—Vamos
al cuarto, cariño —le dije y volvimos de donde salió.
Me
giré a verla, después de cerrar la puerta.
—¿Dónde
estoy? —me preguntó mientras se sentaba despacio en la cama.
—En
mi departamento —le contesté. Sus ojos se abrieron bien y se puso rápidamente
de pie.
—¿Qué
hiciste conmigo? —dijo nerviosa —¡Oh, dios! No me digas que tú y yo…
—No
cariño —la interrumpí divertido —Tú y yo no hicimos nada de lo que estas
pensando. Te
hubiera
encantado, ¿verdad?
—No,
claro que no —dijo rápidamente —Además como iba a encantarme, si no recuerdo
nada de lo
que
pasó.
—¿Nada?
—pregunté. Ella clavó sus ojos en los míos.
—Bueno,
recuerdo un poco —dijo y me miró con desconfianza —¿Qué estas insinuando?
—No,
nada.
—Efron…
—dijo mi nombre con tono de advertencia.
—¿De
verdad quieres saberlo? —le dije. Ella asintió —Bueno, pues para empezar
tomaste mucho
por
lo que adjudico todos tus actos al alcohol. Ni los chicos ni yo te juzgamos de
verdad.
—Oh,
dios santo —dijo mientras se sentaba en la cama para escucharme con atención.
—Pusiste
música en el bar, comenzaste a bailar muuuuy sexy, me gusta verte bailar por
cierto.
Coqueteaste
con Hook…
—¿Hook?
—preguntó.
—Un
grandulon, así le dijiste, que va allí siempre —le dije —Me sedujiste.
—¿Qué
hice que?
—Me
sedujiste, me bailaste sensualmente… cerca, tocándome, provocándome.
—Yo…
—Luego
te subiste a la barra, haciendo que todas las mujeres del lugar se subieran y
bailaran
sensualmente
junto a ti. Pero debo decir, que aun así eras la más sexy. Luego un baboso
quiso
tocarte,
lo puse en su lugar. Te rescaté de la perdición, salimos de allí, nos fuimos a
Las Vegas, nos
casamos
y ahora eres mi esposa. Me debes la noche de bodas, cariño…
Ahora
su rostro era una mezcla de vergüenza, preocupación y asombro. Hasta que clavó
sus ojos
en
mí, los entrecerró y me miró con recelo.
—Eso
último es mentira, ¿cierto? —me dijo muy segura de ello. Sonreí divertido.
—Pensé
que así el saber que me besaste anoche aligeraría la noticia —le dije.
Sus
ojos se abrieron como platos.
—Eso
es mentira —aseguró.
—No,
no es mentira. Lo hiciste, y bueno yo no pude negarme…
—Eres
un aprovechado, estoy segura de que tú me besaste a mi, y ahora me estas
diciendo que yo
te
besé a ti…
—¿Para
que voy a mentirte? —pregunté —Si yo te hubiese besado te lo digo: Morena,
anoche te
besé.
Pero no lo hice…
—Mmm,
bueno si fue así entonces te pido perdón. Esa no era yo —dijo totalmente
avergonzada.
—No,
no me pidas perdón cariño. Por mí, puedes hacerlo las veces que tengas ganas.
Ella
bajó su mirada nerviosa, intentando evitar mi mirada.
—¿Quién
es la señora que esta en la cocina? —me preguntó.
Arqueé
una de mis cejas ante su repentino cambio de tema. Ella ya no quería seguir
hablando de
eso.
Sonreí levemente.
—Rose,
mi nana. Viene, los fines de semana, para cocinarme y dejarme la comida
preparada. Soy
un
desastre cocinando.
—¿Así
que tienes una nana? Que tierno de ti Efron —me dijo.
—Lo
ves, no todo es pecado en mí, cariño.
Rió
por lo bajo y salimos de la habitación, para ir a la cocina. Rose nos miró y
sonrió levemente.
—Nana,
ella es Vanessa —se la presenté.
—Es
un gusto señora —le habló la morena amable.
—El
gusto es mío, niña —dijo mi nana.
—¿Puedo
pasar al baño? —me preguntó Vanessa.
—Si,
si —le dije —Aquella puerta de allí.
—Ya
vuelvo —se disculpó y fue hasta el baño. Me senté frente a Rose, y ella me miró
bien.
—¿Qué
pasa? —le pregunté.
—Nunca
habías traído a una chica aquí —dijo con tono pícaro.
—Va
a la Universidad conmigo. Ayer tuvimos un pequeño percance y no podía dejarla
sola en su
casa.
—Es
muy linda, me agrada —dijo y volvió a cocinar.
—Que
extraño, nunca te agradan… por eso no las traigo.
—No
parece ser una tonta con pelo teñido —dijo exasperada. Yo reí —Ella tiene un
aura especial.
Vanessa
llegó a la cocina y nos miró.
—¿Quieres
comer algo, niña? —le preguntó a Vanessa.
—No
señora, gracias… —dijo y al instante su panza gruñó. La miré divertido.
—Tonterías,
estás muriéndote de hambre —le dije, y miré a Rose —Nana, dale la lasaña de
espinaca.
Ella solo le hace el feo a lo que yo consumo.
Rose
la miró.
—¿Eres
vegetariana? —le preguntó algo sorprendida.
—Trato
de serlo. Desde hace ya dos años que no como carne —dijo orgullosa de si misma.
Rose
sonrió y sacó la lasaña del refrigerador.
—Es
lo único que puedo hacer que Zac coma, sino no hay caso. No consume casi nada,
no
proveniente
de un pobre animal —le contó mi nana.
—Si
—dijo Vanessa mientras se sentaba a mi lado —Es un carnívoro sin control.
—Lo
se, lo se. Ya le he dicho que un día todos los pobres animales que le han dado
de comer, van
a
venir en busca de venganza…
—Y
se la merecerá Rose, todo se paga en esta vida.
—Además
de que algún día le agarrara un paro cardiaco de tener las venas todas tapadas
de carne
y
comida chatarra —agregó —Y a pesar de que come como una bestia, está
perfectamente bien
corporalmente.
—Si
lo se, yo tampoco entiendo porque —dijo la morena —Y es una injusticia de la
vida.
Imagínese,
yo llego a comer un poco más de lo que como normalmente, engordo como 5 kilos,
y
parezco
un globo.
—Eso
es terrible, y nosotras las mujeres somos las que más lo sufrimos. Y él come,
come y come, y
no
engorda.
—Ya
lo volveré menos carnívoro de alguna manera.
—¿Ya
terminaron de defenestrarme? —les pregunté. Ambas rieron —Tengo hambre.
—Ya
va a estar pequeño —dijo mi nana.
Se
acercó al horno para sacar la lasaña. Vanessa me miró y yo también lo hice. Me
sonrió
levemente
y sentí aquel extraño impulso de besarla. Levantó su mano y acomodó mi cabello
hacia
atrás.
La sensación de estar así con ella se convirtió en algo totalmente extraño.
Era
como si yo significara algo para ella. Quizás un amigo…
Nunca
tuve amigas mujeres, pues considero que no existe la amistad entre el hombre y
la mujer.
Lo
único que hay entre el hombre y la mujer es deseo. Deseo, que arde en mí, cada
vez que tengo
cerca
a Vanessa.
Rose
puso un plato frente a Vanessa, haciendo que ella mirara al frente. Sonrió al
ver en el plato la
humeante
lasaña.
—Mmm,
esto se ve delicioso —dijo ella.
—No
tanto como tú —le susurré para que Rose no me escuchara.
Vanessa
me miró asesinamente, yo solo reí por lo bajo, y Rose puso otra plato frente a
mí.
Un
jugoso trozo de carne, con el mejor puré del mundo.
Mmm,
¿Cómo sería una jugosa Vanessa desnuda con crema y una cereza encima? Eso sería
interesante.
Muy interesante.
Rose
se sentó a comer con nosotros, un poco de lasaña. Hablaba con Vanessa como si
se
conocieran
de toda la vida.
Yo
solo las observaba y comentaba muy de vez en cuando sobre alguna de sus
conversaciones, de
lo
cual me ganaba una venenosa mirada de parte de ambas. Cuando Vanessa había
terminado de
comer,
yo ya iba por mi segundo plato terminado. Ella me miró algo sorprendida.
—De
verdad eres una bestia comiendo —me dijo.
—Y
tú de verdad pareces un pajarito comiendo —le dije.
Vanessa
se puso de pie y juntó sus cosas.
—Bueno,
Rose estuvo delicioso, ya te pediré la receta —le dijo dulce.
—Cuando
quieras, Vanessa —dijo ella sonriéndole.
—Efron,
ya me voy —me dijo.
—Bueno,
entonces te llevo —dije cuando terminé de tomar agua.
—No,
ya es suficiente. Ya no es necesario, no soy una niña —dijo quejándose.
—Bueno,
esta bien cariño, esta vez acepto tus condiciones —le dije, y ella suspiró
aliviada. La miré
divertido
—Pero te acompaño hasta abajo.
—Y
si no hay más remedio, ¿Qué puedo hacer? —dijo y Rose rió. Se acercó a ella
—Hasta luego
Rose,
fue un gusto conocerte. No entiendo porque teniéndote a ti, el muchachito es
así.
—Yo
tampoco cielo —dijo divertida mi nana. Revoleé los ojos y busqué las llaves
mientras Vanessa
caminaba
hacia la puerta.
—Dile
que me agrada —me susurró Rose antes de que yo fuera detrás de ella.
—Se
lo digo —le dije y salí de allí con Vanessa.
Nos
subimos al ascensor y bajamos en planta baja. Caminamos hasta la puerta y ella
se giró a
verme.
—Bueno
Efron, gracias por todo. No recuerdo muy bien lo de anoche, pero... voy a creer
en tus
palabras.
—Así
tiene que ser —dije. Ella sonrió.
—Gracias
—musitó. La miré fijo y no pude detenerme.
Levanté
mi mano y acomodé un mechón de su cabello detrás de su oreja, para luego bajar
mi
mano
por su mejilla y acariciarla levemente. Posé mi mirada en sus labios, y volví a
sus ojos.
—No
es nada cariño, se hacer mi trabajo —le dije.
Trató
de no sonreír, pero le fue imposible.
—Eres
un tonto, adiós —dijo y comenzó a caminar.
—¡Oye!
—la llamé. Se giró a verme.
—¿Si?
—preguntó.
—Mi
nana me pidió que te dijera que le agradas. Y eso no es fácil de conseguir, no
le agradan
mucho
las mujeres. Menos las chicas que tratan de corromperme…
—Yo
no quiero corromperte —dijo rápidamente.
—Exacto
—hablé y sonreí de costado —Mi nana, sabe que soy yo quien trata de
corromperte.
Vi
como sus mejillas tomaban un poco de color, y las ganas de besarla fueron casi
ilógicas en mí.
Negó
con la cabeza y siguió caminando. ¿Por qué demonios es tan linda?
Sacudí
mi cabeza y me metí al edificio, subí a mi casa y entré. Rose estaba terminando
de lavar
todo.
Me miró y sonrió.
—Es
encantadora —me dijo.
—¿Te
agrada enserio?
—Claro
que si, me recuerda a tu…
Dejó
de hablar y bajó la mirada.
—¿A
quien? —le pregunté.
—A
una vieja amiga que tengo, es así como ella. De carácter fuerte, convicciones
inamovibles y
sobre
todo una extraña pero dulce forma de llegar a las personas.
—Para
mí es como todas las demás —le mentí descaradamente.
—Si
seguro —dijo con ironía —Te conozco tanto, pequeño.
—¿Qué
quieres decir? —le pregunté.
Ella
sonrió divertida y dejó de lavar, para mirarme a los ojos.
—Tú,
te estas enamorando de Vanessa.
CAPITULO 18
Me
desperté más temprano de lo que en verdad estoy acostumbrado. Me pegué una
refrescante
ducha
y comí una quemada tostada antes de salir de mi departamento, a un agotador
lunes en la
Universidad.
El
domingo se me había pasado rápido hablando con mi nana y recordando cosas de
cuando era
niño.
La hice desistir de la absurda idea de que yo me estaba enamorando de Vanessa.
Ese
concepto no está incluido en el diccionario de mi vida.
‘—Uno
nunca sabe cuando el amor le llega, pequeño —me dijo Rose —Pero de que llega,
llega. Sin
avisar
y sin permiso, y hay veces en las que se va de la misma manera de la que vino…’
Sacudí
mi cabeza y me subí a mi moto para prender marcha a las tareas del día. Llegué
y me
encontré
con Jar y Cor.
—¿Qué
tal Efron? —me preguntó Murillo.
—Bien,
¿Tú? —le dije.
—Excelente
—contestó. Lo miré atentamente.
—¿Realizada
la hazaña? —dije al ver su rostro de autosuficiencia.
—Realizada
—contestó. Chocamos nuestras manos. Jared anotaba otra más a su lista de
mujeres.
Una
lista larga y morbosa. Yo nunca hice una lista, y tampoco pienso hacerla.
—¿Y
tú, Afro? —le hablé a mi otro amigo.
Él
estaba serio y parecía molesto. Miré a Jared y me hizo un gesto con los
hombros.
—No
sé que le pasa, así está desde que llegué —dijo Jar.
Ambos
nos giramos a verlo.
—¿Qué
pasa hermano? —le pregunté algo preocupado, nunca lo había visto tan serio.
Él
terminó de fumar su cigarrillo y lo tiró hacia un costado.
—No
pasa nada —contestó secamente. Otra vez con Jar nos miramos extrañados.
Pero
mi atención fue llamada por un auto que acaba de entrar al estacionamiento. Era
nuevo, pues
nunca
lo habíamos visto antes.
—Un
Audi S4 Cabriolet, ¿de quien es esa belleza? —habló Jared sin dejar de mirar el
auto.
Hasta
que una pequeña figura se bajó de allí.
—Vanessa
—dije sonriente.
—Mira
como se le iluminó la cara —habló Corbin. Me giré a verlo.
—¿Estás
vivo? —dije y palmeé su hombro —Pensé que no.
Volví
mi vista a la morena. Ella cerró la puerta de su auto y con una sonrisa de
oreja a oreja se
acercó
a nosotros.
—Hola
muchachos —nos dijo.
—¿Cómo
estás Vanessa? —le preguntó Cor. Ella lo miró bien.
—Creo
que mejor que tú —dijo ella.
—Si,
no sabemos que le pasa —dijo Jar.
—No
me pasa nada —soltó exasperado —¿Acaso nunca tuvieron un mal día?
—¿Estrenando
auto? —le pregunté y logré al fin obtener una mirada fija de su parte. Sonrió
mostrándome
todos sus dientes.
—Si
—dijo contenta —Al fin me trajeron mi auto. Ya no voy a depender de chóferes
celosos y de
chóferes
aprovechadores…
—¿Eso
último fue una indirecta para mi? —le dije. Jared rió.
—Más
que indirecta, diría directa amigo —me dijo y palmeó mi espalda.
—Exacto
—agregó la morena y nos miró consecutivamente a los tres —¿Han desayunado?
Los
tres negamos con la cabeza algo confundidos.
—Comí
media tostada quemada —le dije.
—Yo
no tuve tiempo —dijo Cor.
—Y
yo ganas —le dijo Jar.
—Son
de terror —se acercó a nosotros y sin decir nada nos quitó el cigarrillo a
Jared y a mí, y le
quitó
a Corbin el que estaba por prender.
—¿Qué
haces? —le preguntó el afro.
—No
pueden fumar sin desayunar —nos dijo y arrojó los cigarrillos a los lejos.
—Ese
estaba entero —lloriqueó Cor.
—Lo
lamento, pero yo no puedo permitir que consuman sus vidas con estas porquerías
—dijo ella
algo
nerviosa. Jared la miró con ternura.
—Siempre
quise tener a alguien que me dijera eso —le dijo y se acercó a abrazarla.
Corbin
se unió a su tonto abrazó. Sentí una pequeña punzada en el estomago, y los miré
asesinamente.
—Ya,
ya, suéltenla —les dije. Ambos se alejaron —No me la atosiguen.
—¡Ja!
—dijo ella divertida —Mira quien habla…
—Eso
mismo, Zac. Mira quien habla —agregó Jared.
—Bueno,
no voy a dejar que vuelvan a fumar sin haber desayunado antes, ¿entendieron?
Eso les
hace
más daño del que ya se hacen al fumar —nos dijo. Los tres asentimos como niños
pequeños
—Ahora
caminen que vamos a llegar tarde.
Volvimos
a asentir, y comenzamos a caminar. Escuchamos como un montón de libros caían al
suelo.
Los cuatro nos giramos a ver.
—¡Demonios!
—dijo aquella chica y se agachó a recogerlos. Vanessa la miró y luego nos miró
a
nosotros.
—¿Quién
es ella? —preguntó. Jar y yo nos encogimos de hombros.
—Se
llama Emma Roberts, estudiante de abogacía. Está un año más adelante que
nosotros porque
es
una Enstein en potencia. Una ñoña —dijo el afro.
Jar
lo miró confundido. ¿Cómo sabía esas cosas? Es más, yo jamás la había visto.
—Voy
a ayudarla —dijo la morena y se acercó a ella.
La
chica castaña de ojos verdes, levantó su mirada, que estaba detrás de unos
anteojos, para mirar
a
Vanessa. La morena le sonrió y comenzó a juntar los libros mientras le hablaba.
Con
los chicos comenzamos a caminar hacia el salón.
—¿Cómo
sabes todo eso de ella? —le pregunté a Cor.
—Lo
se y punto —dijo el afro.
Otra
vez su cara se había tornado seria. Entramos al salón y aun la profesora de
derecho no había
llegado.
Vanessa
entró corriendo y se paró en secó al ver que había llegado a tiempo. La miré y
le hice un
gesto
para que se sentara a mi lado. Negó con la cabeza, le hice un gesto de ¿Por
qué?
Con
el rostro me señaló a Amanda. Giré mi cabeza para mirarla y la rubia me miraba
fijo, con los
ojos
llenos de rabia. Un escalofrió recorrió mi espalda. Eso si que da miedo…
Volví
mi mirada a Vanessa, y ella ya estaba sentada al lado de Jared. Tomé mi celular
y comencé a
escribir
rápidamente. Envié el mensaje, miré hasta que mi amigo tomó su celular. Sentí
como
alguien
se sentaba a mi lado, lo miré y era Corbin.
—¿Qué
sucede? —me preguntó.
—Estoy
viendo si Jared, lee el mensaje que le mandé —dije sin dejar de mirar al
frente.
Mi
celular comenzó a vibrar.
‘Tranquilo
Efron, tengo códigos. Se que es tuya, además de que se nota que estas loquito
por
ella…’
Gruñí
y volví a escribir.
‘No
seas imbécil, y solo no te pases de listo porque ya veras…’
La
profesora entró a la clase. Me acomodé mejor en la silla y volví mi vista al
afro. Él seguía con el
semblante
serio. Algo lo perturba, y mucho.
—¿Vas
a decirme que te pasa? —le dije por lo bajo. Me miró de costado.
—Hay
alguien que me perturba —contestó. Fruncí el ceño y lo miré mejor.
—¿Acaso
es la chica de anteojitos? —le pregunté y sin darme cuenta elevé más mi voz de
lo que
debía.
Toda la clase se giró a verme.
—¿Sucede
algo Efron? —me preguntó la profesora.
—No,
nada. Lo siento —me disculpé.
Creo
que yo estaba más asombrado que el resto de la clase, al escucharme a mi mismo
disculpándome
por algo que hice.
—¿Estás
enfermo o que? —dijo por lo bajo Cor. Sonreí divertido.
—No
me cambies de tema, ¿es la tal Emma?
Suspiró
levemente y volvió a mirar al frente.
—Si
—dijo sin quitar su vista de la profesora.
—¿Qué
pasó con ella?
—Es
una… una ñoña —dijo nervioso, pero sin levantar la voz —Y tuvo el tupé de
decirme que soy
un
neandertal con peinado de disco.
Estallé
en risas. Otra vez la clase entera se giró a verme, incluso Vanessa y Jared. La
profesora
frunció
el ceño.
—¿Se
puede saber que es tan gracioso? —me preguntó.
—Lo
siento, de verdad lo siento —dije mientras calmaba mi risa —No volverá a pasar…
La
profesora revoleó los ojos y volvió a escribir.
—¿Y
por eso estás así? —le dije mientras restregaba mis ojos a causa de la risa.
—No
solo me dijo eso. Sino también que era un pobre idiota que buscaba consuelo en
todas las
chicas
con las que me acostaba, pero que no lograba llenar el vació de mi vida con
ninguna de
ellas…
—Uuuh,
eso dolió, ¿verdad? —pregunté. Él no dijo nada —¿Pero porque te dijo todo eso?
—Porque
intenté seducirla ayer en la tarde en la biblioteca de aquí —me dijo.
—¿Estuviste
aquí ayer? —dije asombrado. Jamás pensé que Corbin podría estar un domingo en
la
Universidad.
—Necesitaba
buscar un libro, y vine, la vi sentada leyendo y me acerqué a ella… Maldita sea
la hora
en
que lo hice.
—¿Te
gusta? —dije al observar su total indignación hacia ella.
Se
giró a verme rápidamente.
—Claro
que no… Ella no es mi tipo de mujer, además de que no la tocaría ni con un
palo. Es la
última
mujer con la que me metería en mi vida.
—Te
gusta —afirmé.
Él
no me dijo nada. Sonreí y volví mi vista al frente. El primer caído ante los
encantos de una genio.
¿Quién
será el segundo? Estoy completamente seguro de que será Jared, y quedaré solo
en mi
lucha
por el machismo…
Fijé
mi vista en Vanessa, con cuidado se giró a verme. Tomé mi celular y escribí
debajo de la mesa.
Observé
como ella buscaba su celular. Lo abrió.
‘Me
estabas mirando, te caché cariño.
Vi
como ella escribía. Luego de unos segundos mi celular vibró.
‘Creo
que el que me estaba mirando eras tú, yo solo giré porque me sentía observada’
Le
respondí.
‘¿Ahora
tienes un sexto sentido?’
Me
respondió.
‘Veo
gente muerta… jajaja’
Sonreí
por lo bajo y guardé mi teléfono ya que la profesora dejó de escribir y nos
miró a todos.
Comenzó
a hablar.
—Bueno
alumnos, vamos a hablar sobre el habeas corpus —dijo y caminó un poco moviendo
sus
manos
—¿Alguien puede decirme algo sobre eso?
—El
habeas corpus es una institución jurídica que garantiza la libertad personal
del individuo, con el
fin
de evitar los arrestos y detenciones arbitrarias. Se basa en la obligación de
presentar ante el
juez,
a todo detenido en el plazo de 72 horas, el cual podría ordenar la libertad
inmediata del
detenido
si no encontrara motivo suficiente de arresto —habló con total fluidez la morena.
—Excelente
señorita Hudgens, se nota que ha estado leyendo —la felicitó la profesora.
—Vaya
podría ser tu abogada la próxima vez que te metas en algún problema —aseguró el
afro. La
clase
continuó hasta que el bendito timbre sonó. Me puse de pie, necesitaba salir de
allí para fumar
un
cigarrillo. Vanessa me había apagado el que me estaba por terminar, y sentí
como que un
pedazo
de mí faltaba.
Salí
del salón, con Cor y Jar detrás de mí. Toqué los bolsillos de mis pantalones, y
me olvidé la
maldita
caja.
—¡Demonios!
—dije deteniendo mi paso.
—¿Qué
sucede? —me preguntó Jar.
—Olvidé
los cigarrillos, ya vuelvo —les dije y regresé mis pasos hacia el salón.
Me
detuve al escuchar unas voces.
—¡Eres
una cualquiera! —escuché la chillona voz de Amanda.
—El
muerto se asusta del degollado —dijo irónica Vanessa —¡Me tienes harta Amanda!
¡Ya te dije
millones
de veces que entre Efron y yo no hay nada!
—¡Pues
no te creo! —chilló ella.
—¡Pues
ese es tu problema, déjame en paz! —le exigió. Entré al salón haciendo que
ambas me
miraran.
Vanessa soltó un suspiro —Efron ven aquí.
—¿Yo?
—dije haciéndome el tonto.
—¿Acaso
hay otro aquí? —preguntó con sarcasmo. Sonreí y me acerqué hasta ellas. Vanessa
miró a
Amanda
—¿Puedes decirle por dios que entre nosotros no pasa nada?
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