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Peligrosa Obsesión - Capítulo 17 y 18


CAPITULO 17
Comencé a despertar al sentir, como unas leves manos me movían. Abrí un ojo y la miré. Ella me
sonrió levemente.
—Buenos días, nana —le dije con voz ronca.
—¿Se puede saber que haces durmiendo en el sillón? —me preguntó. Me senté y miré a mí
alrededor.
—Mi cuarto está ocupado —contesté, y me puse de pie para ir al baño. Entré, me lavé la cara y los
dientes. Salí y me acerqué a la mesada para sentarme frente a Rose —¿Qué hora es?
—Las doce en punto, Zac —me contestó y comenzó a sacar hoyas y comida para cocinar.
—¿Zac? —escuché su adormilada voz.
Mi nana y yo nos giramos para mirar hacia el pasillo, del cual provenía su voz. Su rostro era una
mezcla de sueño, confusión y dolor de cabeza. Ella me miró y luego miró a mi nana. Me puse de
pie y me acerqué a ella.
—Vamos al cuarto, cariño —le dije y volvimos de donde salió.
Me giré a verla, después de cerrar la puerta.
—¿Dónde estoy? —me preguntó mientras se sentaba despacio en la cama.
—En mi departamento —le contesté. Sus ojos se abrieron bien y se puso rápidamente de pie.
—¿Qué hiciste conmigo? —dijo nerviosa —¡Oh, dios! No me digas que tú y yo…
—No cariño —la interrumpí divertido —Tú y yo no hicimos nada de lo que estas pensando. Te
hubiera encantado, ¿verdad?
—No, claro que no —dijo rápidamente —Además como iba a encantarme, si no recuerdo nada de lo
que pasó.
—¿Nada? —pregunté. Ella clavó sus ojos en los míos.
—Bueno, recuerdo un poco —dijo y me miró con desconfianza —¿Qué estas insinuando?
—No, nada.
—Efron… —dijo mi nombre con tono de advertencia.
—¿De verdad quieres saberlo? —le dije. Ella asintió —Bueno, pues para empezar tomaste mucho
por lo que adjudico todos tus actos al alcohol. Ni los chicos ni yo te juzgamos de verdad.
—Oh, dios santo —dijo mientras se sentaba en la cama para escucharme con atención.
—Pusiste música en el bar, comenzaste a bailar muuuuy sexy, me gusta verte bailar por cierto.
Coqueteaste con Hook…
—¿Hook? —preguntó.
—Un grandulon, así le dijiste, que va allí siempre —le dije —Me sedujiste.
—¿Qué hice que?
—Me sedujiste, me bailaste sensualmente… cerca, tocándome, provocándome.
—Yo…
—Luego te subiste a la barra, haciendo que todas las mujeres del lugar se subieran y bailaran
sensualmente junto a ti. Pero debo decir, que aun así eras la más sexy. Luego un baboso quiso
tocarte, lo puse en su lugar. Te rescaté de la perdición, salimos de allí, nos fuimos a Las Vegas, nos
casamos y ahora eres mi esposa. Me debes la noche de bodas, cariño…
Ahora su rostro era una mezcla de vergüenza, preocupación y asombro. Hasta que clavó sus ojos
en mí, los entrecerró y me miró con recelo.
—Eso último es mentira, ¿cierto? —me dijo muy segura de ello. Sonreí divertido.
—Pensé que así el saber que me besaste anoche aligeraría la noticia —le dije.
Sus ojos se abrieron como platos.
—Eso es mentira —aseguró.
—No, no es mentira. Lo hiciste, y bueno yo no pude negarme…
—Eres un aprovechado, estoy segura de que tú me besaste a mi, y ahora me estas diciendo que yo
te besé a ti…
—¿Para que voy a mentirte? —pregunté —Si yo te hubiese besado te lo digo: Morena, anoche te
besé. Pero no lo hice…
—Mmm, bueno si fue así entonces te pido perdón. Esa no era yo —dijo totalmente avergonzada.
—No, no me pidas perdón cariño. Por mí, puedes hacerlo las veces que tengas ganas.
Ella bajó su mirada nerviosa, intentando evitar mi mirada.
—¿Quién es la señora que esta en la cocina? —me preguntó.
Arqueé una de mis cejas ante su repentino cambio de tema. Ella ya no quería seguir hablando de
eso. Sonreí levemente.
—Rose, mi nana. Viene, los fines de semana, para cocinarme y dejarme la comida preparada. Soy
un desastre cocinando.
—¿Así que tienes una nana? Que tierno de ti Efron —me dijo.
—Lo ves, no todo es pecado en mí, cariño.
Rió por lo bajo y salimos de la habitación, para ir a la cocina. Rose nos miró y sonrió levemente.
—Nana, ella es Vanessa —se la presenté.
—Es un gusto señora —le habló la morena amable.
—El gusto es mío, niña —dijo mi nana.
—¿Puedo pasar al baño? —me preguntó Vanessa.
—Si, si —le dije —Aquella puerta de allí.
—Ya vuelvo —se disculpó y fue hasta el baño. Me senté frente a Rose, y ella me miró bien.
—¿Qué pasa? —le pregunté.
—Nunca habías traído a una chica aquí —dijo con tono pícaro.
—Va a la Universidad conmigo. Ayer tuvimos un pequeño percance y no podía dejarla sola en su
casa.
—Es muy linda, me agrada —dijo y volvió a cocinar.
—Que extraño, nunca te agradan… por eso no las traigo.
—No parece ser una tonta con pelo teñido —dijo exasperada. Yo reí —Ella tiene un aura especial.
Vanessa llegó a la cocina y nos miró.
—¿Quieres comer algo, niña? —le preguntó a Vanessa.
—No señora, gracias… —dijo y al instante su panza gruñó. La miré divertido.
—Tonterías, estás muriéndote de hambre —le dije, y miré a Rose —Nana, dale la lasaña de
espinaca. Ella solo le hace el feo a lo que yo consumo.
Rose la miró.
—¿Eres vegetariana? —le preguntó algo sorprendida.
—Trato de serlo. Desde hace ya dos años que no como carne —dijo orgullosa de si misma.
Rose sonrió y sacó la lasaña del refrigerador.
—Es lo único que puedo hacer que Zac coma, sino no hay caso. No consume casi nada, no
proveniente de un pobre animal —le contó mi nana.
—Si —dijo Vanessa mientras se sentaba a mi lado —Es un carnívoro sin control.
—Lo se, lo se. Ya le he dicho que un día todos los pobres animales que le han dado de comer, van
a venir en busca de venganza…
—Y se la merecerá Rose, todo se paga en esta vida.
—Además de que algún día le agarrara un paro cardiaco de tener las venas todas tapadas de carne
y comida chatarra —agregó —Y a pesar de que come como una bestia, está perfectamente bien
corporalmente.
—Si lo se, yo tampoco entiendo porque —dijo la morena —Y es una injusticia de la vida.
Imagínese, yo llego a comer un poco más de lo que como normalmente, engordo como 5 kilos, y
parezco un globo.
—Eso es terrible, y nosotras las mujeres somos las que más lo sufrimos. Y él come, come y come, y
no engorda.
—Ya lo volveré menos carnívoro de alguna manera.
—¿Ya terminaron de defenestrarme? —les pregunté. Ambas rieron —Tengo hambre.
—Ya va a estar pequeño —dijo mi nana.
Se acercó al horno para sacar la lasaña. Vanessa me miró y yo también lo hice. Me sonrió
levemente y sentí aquel extraño impulso de besarla. Levantó su mano y acomodó mi cabello hacia
atrás. La sensación de estar así con ella se convirtió en algo totalmente extraño.
Era como si yo significara algo para ella. Quizás un amigo…
Nunca tuve amigas mujeres, pues considero que no existe la amistad entre el hombre y la mujer.
Lo único que hay entre el hombre y la mujer es deseo. Deseo, que arde en mí, cada vez que tengo
cerca a Vanessa.
Rose puso un plato frente a Vanessa, haciendo que ella mirara al frente. Sonrió al ver en el plato la
humeante lasaña.
—Mmm, esto se ve delicioso —dijo ella.
—No tanto como tú —le susurré para que Rose no me escuchara.
Vanessa me miró asesinamente, yo solo reí por lo bajo, y Rose puso otra plato frente a mí.
Un jugoso trozo de carne, con el mejor puré del mundo.
Mmm, ¿Cómo sería una jugosa Vanessa desnuda con crema y una cereza encima? Eso sería
interesante. Muy interesante.
Rose se sentó a comer con nosotros, un poco de lasaña. Hablaba con Vanessa como si se
conocieran de toda la vida.
Yo solo las observaba y comentaba muy de vez en cuando sobre alguna de sus conversaciones, de
lo cual me ganaba una venenosa mirada de parte de ambas. Cuando Vanessa había terminado de
comer, yo ya iba por mi segundo plato terminado. Ella me miró algo sorprendida.
—De verdad eres una bestia comiendo —me dijo.
—Y tú de verdad pareces un pajarito comiendo —le dije.
Vanessa se puso de pie y juntó sus cosas.
—Bueno, Rose estuvo delicioso, ya te pediré la receta —le dijo dulce.
—Cuando quieras, Vanessa —dijo ella sonriéndole.
—Efron, ya me voy —me dijo.
—Bueno, entonces te llevo —dije cuando terminé de tomar agua.
—No, ya es suficiente. Ya no es necesario, no soy una niña —dijo quejándose.
—Bueno, esta bien cariño, esta vez acepto tus condiciones —le dije, y ella suspiró aliviada. La miré
divertido —Pero te acompaño hasta abajo.
—Y si no hay más remedio, ¿Qué puedo hacer? —dijo y Rose rió. Se acercó a ella —Hasta luego
Rose, fue un gusto conocerte. No entiendo porque teniéndote a ti, el muchachito es así.
—Yo tampoco cielo —dijo divertida mi nana. Revoleé los ojos y busqué las llaves mientras Vanessa
caminaba hacia la puerta.
—Dile que me agrada —me susurró Rose antes de que yo fuera detrás de ella.
—Se lo digo —le dije y salí de allí con Vanessa.
Nos subimos al ascensor y bajamos en planta baja. Caminamos hasta la puerta y ella se giró a
verme.
—Bueno Efron, gracias por todo. No recuerdo muy bien lo de anoche, pero... voy a creer en tus
palabras.
—Así tiene que ser —dije. Ella sonrió.
—Gracias —musitó. La miré fijo y no pude detenerme.
Levanté mi mano y acomodé un mechón de su cabello detrás de su oreja, para luego bajar mi
mano por su mejilla y acariciarla levemente. Posé mi mirada en sus labios, y volví a sus ojos.
—No es nada cariño, se hacer mi trabajo —le dije.
Trató de no sonreír, pero le fue imposible.
—Eres un tonto, adiós —dijo y comenzó a caminar.
—¡Oye! —la llamé. Se giró a verme.
—¿Si? —preguntó.
—Mi nana me pidió que te dijera que le agradas. Y eso no es fácil de conseguir, no le agradan
mucho las mujeres. Menos las chicas que tratan de corromperme…
—Yo no quiero corromperte —dijo rápidamente.
—Exacto —hablé y sonreí de costado —Mi nana, sabe que soy yo quien trata de corromperte.
Vi como sus mejillas tomaban un poco de color, y las ganas de besarla fueron casi ilógicas en mí.
Negó con la cabeza y siguió caminando. ¿Por qué demonios es tan linda?
Sacudí mi cabeza y me metí al edificio, subí a mi casa y entré. Rose estaba terminando de lavar
todo. Me miró y sonrió.
—Es encantadora —me dijo.
—¿Te agrada enserio?
—Claro que si, me recuerda a tu…
Dejó de hablar y bajó la mirada.
—¿A quien? —le pregunté.
—A una vieja amiga que tengo, es así como ella. De carácter fuerte, convicciones inamovibles y
sobre todo una extraña pero dulce forma de llegar a las personas.
—Para mí es como todas las demás —le mentí descaradamente.
—Si seguro —dijo con ironía —Te conozco tanto, pequeño.
—¿Qué quieres decir? —le pregunté.
Ella sonrió divertida y dejó de lavar, para mirarme a los ojos.
—Tú, te estas enamorando de Vanessa.
CAPITULO 18
Me desperté más temprano de lo que en verdad estoy acostumbrado. Me pegué una refrescante
ducha y comí una quemada tostada antes de salir de mi departamento, a un agotador lunes en la
Universidad.
El domingo se me había pasado rápido hablando con mi nana y recordando cosas de cuando era
niño. La hice desistir de la absurda idea de que yo me estaba enamorando de Vanessa.
Ese concepto no está incluido en el diccionario de mi vida.
‘—Uno nunca sabe cuando el amor le llega, pequeño —me dijo Rose —Pero de que llega, llega. Sin
avisar y sin permiso, y hay veces en las que se va de la misma manera de la que vino…’
Sacudí mi cabeza y me subí a mi moto para prender marcha a las tareas del día. Llegué y me
encontré con Jar y Cor.
—¿Qué tal Efron? —me preguntó Murillo.
—Bien, ¿Tú? —le dije.
—Excelente —contestó. Lo miré atentamente.
—¿Realizada la hazaña? —dije al ver su rostro de autosuficiencia.
—Realizada —contestó. Chocamos nuestras manos. Jared anotaba otra más a su lista de mujeres.
Una lista larga y morbosa. Yo nunca hice una lista, y tampoco pienso hacerla.
—¿Y tú, Afro? —le hablé a mi otro amigo.
Él estaba serio y parecía molesto. Miré a Jared y me hizo un gesto con los hombros.
—No sé que le pasa, así está desde que llegué —dijo Jar.
Ambos nos giramos a verlo.
—¿Qué pasa hermano? —le pregunté algo preocupado, nunca lo había visto tan serio.
Él terminó de fumar su cigarrillo y lo tiró hacia un costado.
—No pasa nada —contestó secamente. Otra vez con Jar nos miramos extrañados.
Pero mi atención fue llamada por un auto que acaba de entrar al estacionamiento. Era nuevo, pues
nunca lo habíamos visto antes.
—Un Audi S4 Cabriolet, ¿de quien es esa belleza? —habló Jared sin dejar de mirar el auto.
Hasta que una pequeña figura se bajó de allí.
—Vanessa —dije sonriente.
—Mira como se le iluminó la cara —habló Corbin. Me giré a verlo.
—¿Estás vivo? —dije y palmeé su hombro —Pensé que no.
Volví mi vista a la morena. Ella cerró la puerta de su auto y con una sonrisa de oreja a oreja se
acercó a nosotros.
—Hola muchachos —nos dijo.
—¿Cómo estás Vanessa? —le preguntó Cor. Ella lo miró bien.
—Creo que mejor que tú —dijo ella.
—Si, no sabemos que le pasa —dijo Jar.
—No me pasa nada —soltó exasperado —¿Acaso nunca tuvieron un mal día?
—¿Estrenando auto? —le pregunté y logré al fin obtener una mirada fija de su parte. Sonrió
mostrándome todos sus dientes.
—Si —dijo contenta —Al fin me trajeron mi auto. Ya no voy a depender de chóferes celosos y de
chóferes aprovechadores…
—¿Eso último fue una indirecta para mi? —le dije. Jared rió.
—Más que indirecta, diría directa amigo —me dijo y palmeó mi espalda.
—Exacto —agregó la morena y nos miró consecutivamente a los tres —¿Han desayunado?
Los tres negamos con la cabeza algo confundidos.
—Comí media tostada quemada —le dije.
—Yo no tuve tiempo —dijo Cor.
—Y yo ganas —le dijo Jar.
—Son de terror —se acercó a nosotros y sin decir nada nos quitó el cigarrillo a Jared y a mí, y le
quitó a Corbin el que estaba por prender.
—¿Qué haces? —le preguntó el afro.
—No pueden fumar sin desayunar —nos dijo y arrojó los cigarrillos a los lejos.
—Ese estaba entero —lloriqueó Cor.
—Lo lamento, pero yo no puedo permitir que consuman sus vidas con estas porquerías —dijo ella
algo nerviosa. Jared la miró con ternura.
—Siempre quise tener a alguien que me dijera eso —le dijo y se acercó a abrazarla.
Corbin se unió a su tonto abrazó. Sentí una pequeña punzada en el estomago, y los miré
asesinamente.
—Ya, ya, suéltenla —les dije. Ambos se alejaron —No me la atosiguen.
—¡Ja! —dijo ella divertida —Mira quien habla…
—Eso mismo, Zac. Mira quien habla —agregó Jared.
—Bueno, no voy a dejar que vuelvan a fumar sin haber desayunado antes, ¿entendieron? Eso les
hace más daño del que ya se hacen al fumar —nos dijo. Los tres asentimos como niños pequeños
—Ahora caminen que vamos a llegar tarde.
Volvimos a asentir, y comenzamos a caminar. Escuchamos como un montón de libros caían al
suelo. Los cuatro nos giramos a ver.
—¡Demonios! —dijo aquella chica y se agachó a recogerlos. Vanessa la miró y luego nos miró a
nosotros.
—¿Quién es ella? —preguntó. Jar y yo nos encogimos de hombros.
—Se llama Emma Roberts, estudiante de abogacía. Está un año más adelante que nosotros porque
es una Enstein en potencia. Una ñoña —dijo el afro.
Jar lo miró confundido. ¿Cómo sabía esas cosas? Es más, yo jamás la había visto.
—Voy a ayudarla —dijo la morena y se acercó a ella.
La chica castaña de ojos verdes, levantó su mirada, que estaba detrás de unos anteojos, para mirar
a Vanessa. La morena le sonrió y comenzó a juntar los libros mientras le hablaba.
Con los chicos comenzamos a caminar hacia el salón.
—¿Cómo sabes todo eso de ella? —le pregunté a Cor.
—Lo se y punto —dijo el afro.
Otra vez su cara se había tornado seria. Entramos al salón y aun la profesora de derecho no había
llegado.
Vanessa entró corriendo y se paró en secó al ver que había llegado a tiempo. La miré y le hice un
gesto para que se sentara a mi lado. Negó con la cabeza, le hice un gesto de ¿Por qué?
Con el rostro me señaló a Amanda. Giré mi cabeza para mirarla y la rubia me miraba fijo, con los
ojos llenos de rabia. Un escalofrió recorrió mi espalda. Eso si que da miedo…
Volví mi mirada a Vanessa, y ella ya estaba sentada al lado de Jared. Tomé mi celular y comencé a
escribir rápidamente. Envié el mensaje, miré hasta que mi amigo tomó su celular. Sentí como
alguien se sentaba a mi lado, lo miré y era Corbin.
—¿Qué sucede? —me preguntó.
—Estoy viendo si Jared, lee el mensaje que le mandé —dije sin dejar de mirar al frente.
Mi celular comenzó a vibrar.
‘Tranquilo Efron, tengo códigos. Se que es tuya, además de que se nota que estas loquito por
ella…’
Gruñí y volví a escribir.
‘No seas imbécil, y solo no te pases de listo porque ya veras…’
La profesora entró a la clase. Me acomodé mejor en la silla y volví mi vista al afro. Él seguía con el
semblante serio. Algo lo perturba, y mucho.
—¿Vas a decirme que te pasa? —le dije por lo bajo. Me miró de costado.
—Hay alguien que me perturba —contestó. Fruncí el ceño y lo miré mejor.
—¿Acaso es la chica de anteojitos? —le pregunté y sin darme cuenta elevé más mi voz de lo que
debía. Toda la clase se giró a verme.
—¿Sucede algo Efron? —me preguntó la profesora.
—No, nada. Lo siento —me disculpé.
Creo que yo estaba más asombrado que el resto de la clase, al escucharme a mi mismo
disculpándome por algo que hice.
—¿Estás enfermo o que? —dijo por lo bajo Cor. Sonreí divertido.
—No me cambies de tema, ¿es la tal Emma?
Suspiró levemente y volvió a mirar al frente.
—Si —dijo sin quitar su vista de la profesora.
—¿Qué pasó con ella?
—Es una… una ñoña —dijo nervioso, pero sin levantar la voz —Y tuvo el tupé de decirme que soy
un neandertal con peinado de disco.
Estallé en risas. Otra vez la clase entera se giró a verme, incluso Vanessa y Jared. La profesora
frunció el ceño.
—¿Se puede saber que es tan gracioso? —me preguntó.
—Lo siento, de verdad lo siento —dije mientras calmaba mi risa —No volverá a pasar…
La profesora revoleó los ojos y volvió a escribir.
—¿Y por eso estás así? —le dije mientras restregaba mis ojos a causa de la risa.
—No solo me dijo eso. Sino también que era un pobre idiota que buscaba consuelo en todas las
chicas con las que me acostaba, pero que no lograba llenar el vació de mi vida con ninguna de
ellas…
—Uuuh, eso dolió, ¿verdad? —pregunté. Él no dijo nada —¿Pero porque te dijo todo eso?
—Porque intenté seducirla ayer en la tarde en la biblioteca de aquí —me dijo.
—¿Estuviste aquí ayer? —dije asombrado. Jamás pensé que Corbin podría estar un domingo en la
Universidad.
—Necesitaba buscar un libro, y vine, la vi sentada leyendo y me acerqué a ella… Maldita sea la hora
en que lo hice.
—¿Te gusta? —dije al observar su total indignación hacia ella.
Se giró a verme rápidamente.
—Claro que no… Ella no es mi tipo de mujer, además de que no la tocaría ni con un palo. Es la
última mujer con la que me metería en mi vida.
—Te gusta —afirmé.
Él no me dijo nada. Sonreí y volví mi vista al frente. El primer caído ante los encantos de una genio.
¿Quién será el segundo? Estoy completamente seguro de que será Jared, y quedaré solo en mi
lucha por el machismo…
Fijé mi vista en Vanessa, con cuidado se giró a verme. Tomé mi celular y escribí debajo de la mesa.
Observé como ella buscaba su celular. Lo abrió.
‘Me estabas mirando, te caché cariño.
Vi como ella escribía. Luego de unos segundos mi celular vibró.
‘Creo que el que me estaba mirando eras tú, yo solo giré porque me sentía observada’
Le respondí.
‘¿Ahora tienes un sexto sentido?’
Me respondió.
‘Veo gente muerta… jajaja’
Sonreí por lo bajo y guardé mi teléfono ya que la profesora dejó de escribir y nos miró a todos.
Comenzó a hablar.
—Bueno alumnos, vamos a hablar sobre el habeas corpus —dijo y caminó un poco moviendo sus
manos —¿Alguien puede decirme algo sobre eso?
—El habeas corpus es una institución jurídica que garantiza la libertad personal del individuo, con el
fin de evitar los arrestos y detenciones arbitrarias. Se basa en la obligación de presentar ante el
juez, a todo detenido en el plazo de 72 horas, el cual podría ordenar la libertad inmediata del
detenido si no encontrara motivo suficiente de arresto —habló con total fluidez la morena.
—Excelente señorita Hudgens, se nota que ha estado leyendo —la felicitó la profesora.
—Vaya podría ser tu abogada la próxima vez que te metas en algún problema —aseguró el afro. La
clase continuó hasta que el bendito timbre sonó. Me puse de pie, necesitaba salir de allí para fumar
un cigarrillo. Vanessa me había apagado el que me estaba por terminar, y sentí como que un
pedazo de mí faltaba.
Salí del salón, con Cor y Jar detrás de mí. Toqué los bolsillos de mis pantalones, y me olvidé la
maldita caja.
—¡Demonios! —dije deteniendo mi paso.
—¿Qué sucede? —me preguntó Jar.
—Olvidé los cigarrillos, ya vuelvo —les dije y regresé mis pasos hacia el salón.
Me detuve al escuchar unas voces.
—¡Eres una cualquiera! —escuché la chillona voz de Amanda.
—El muerto se asusta del degollado —dijo irónica Vanessa —¡Me tienes harta Amanda! ¡Ya te dije
millones de veces que entre Efron y yo no hay nada!
—¡Pues no te creo! —chilló ella.
—¡Pues ese es tu problema, déjame en paz! —le exigió. Entré al salón haciendo que ambas me
miraran. Vanessa soltó un suspiro —Efron ven aquí.
—¿Yo? —dije haciéndome el tonto.
—¿Acaso hay otro aquí? —preguntó con sarcasmo. Sonreí y me acerqué hasta ellas. Vanessa miró a

Amanda —¿Puedes decirle por dios que entre nosotros no pasa nada?

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