Capítulo 26
Esta mañana me siento diferente. Estoy boca
arriba, pero no desparramada sobre la cama, y la leve
brisa no acaricia mi piel desnuda. Tampoco puedo
desperezarme. Tardo unos cuantos segundos en
darme cuenta de por qué. Estoy atrapada debajo de
Jesse, que tiene medio cuerpo encima de mí y
medio sobre la cama para no ejercer demasiada
presión sobre mi vientre. Tiene la cara hundida en el
espacio que hay entre mi mandíbula y mi hombro,
con la mano abierta sobre mi abdomen, y su aliento
cálido y mentolado me calienta el cuello. ¿Por
qué no ha salido a correr? Estoy algo confusa, pero
por poco tiempo. Mi mente se pone en marcha y
empieza a recordarme lo acontecido anoche, el
dolor, la angustia y el desconcierto. Nuestro
paraíso se vino abajo. Nuestra pequeña burbuja de
felicidad reventó. Ahora sus padres saben que
existo, después de la escenita que me montó en el
restaurante, y también saben que está casado y
que espera dos hijos.
Hundo los dedos en su cabello, miro al techo y
empiezo a masajearle la cabeza suavemente. No
quiero pensar en esto. No quiero profundizar en
ello, y no creo que sea necesario. Verlo tan
consternado fue suficiente para confirmar cómo
se siente con respecto a sus padres. Lo único que
tengo que hacer es estar aquí, escucharlo cuando
quiera hablar y abrazarlo cuando necesite consuelo.
Su rostro de dolor me ha hecho revivir un montón
de recuerdos oscuros entre nosotros: como aquel
día en el salón de Kate, cuando él me rogó que
no lo dejase, o cuando lo abandoné borracho en el
Lusso, o cuando lo pillé en su oficina bajo los
azotes de Sarah. Todos esos incidentes dieron paso a
un dolor insoportable, y he de evitar repetir
eso a toda costa. Y lo haré. Este hombre tiene un pasado
turbulento, pero estoy reparando toda esa
angustia y ese sufrimiento. No me extraña que quiera
mantenerme alejada de todo eso. Soy su pequeño
refugio, y jamás permitiré que vuelva a caer en las
garras de su horrible pasado.
Sigo tumbada, dándome a mí misma un pequeño
discurso de aliento, y noto que se ha
despertado. Siento el leve cosquilleo de sus
largas pestañas en mi cuello, pero no le digo nada.
Permanezco quieta, dándole así espacio para
pensar, mientras continúo masajeándole la cabeza
suavemente. Él sabría que estoy despierta aunque
no me moviese siquiera.
—Jamás te habría traído aquí de haberlo sabido.
—Su voz grave interrumpe un silencio tan
largo que he perdido la noción del tiempo—. No
quería que mi vida contigo se viera manchada por
mi pasado.
Su pasado ha afectado a nuestra vida de muchas
maneras, y sé que jamás ha pretendido que
fuera así. Pero así ha sido. Y esto puede llegar
a afectarnos también si él lo permite.
—Esto no nos ha afectado —le aseguro—. No dejes
que lo haga.
—En mi vida no hay espacio para ellos, Ava. No
lo había antes, y mucho menos ahora. —Su
mano empieza a acariciarme el vientre despacio.
Sé por qué dice eso. Sus hijos nunca sustituirán
a Jake. No aliviarán el sentimiento de culpa de
los padres de Jesse, y sé que jamás serán motivo
de reconciliación entre ellos. Hay cosas que no se
pueden perdonar, y que tus propios padres no te
ofrezcan su amor y su apoyo incondicional son sólo
algunas de ellas. Mi padre siempre me dijo que
no podía decirme lo que tenía que hacer, que sólo
podía aconsejarme. Que jamás me obligaría a
hacer nada sabiendo que eso me haría infeliz. Me dijo
que siempre estaría ahí, a pesar de mis
decisiones, y que me ayudaría a enmendar mis errores si
hubiese tomado la decisión equivocada. Y así lo
ha hecho. En numerosas ocasiones. No han sido
cosas tan extremas como las decisiones que ha
tomado Jesse, pero el principio sigue siendo el
mismo. Eso es lo que hacen los padres. No
influyen en sus hijos por su propio beneficio. Siento una
tristeza tremenda por él. Jesse siempre me dice
que yo soy lo único que necesita, y sé que lo dice de
corazón. Y lo entiendo perfectamente, después de
todas las cosas por las que ha pasado, y no me
refiero a su historia con las mujeres y el
alcohol, sino con sus padres, y ése es el origen de todo lo
demás.—
No hace falta que me des explicaciones. Tú y yo
—digo repitiendo sus palabras para reforzar
las mías.
Se pone boca arriba y me arrastra consigo,
alentándome a apoyarme sobre su pecho. Me
acurruco y empiezo a acariciarle la cicatriz
lenta y suavemente.
—Esta casa era de Carmichael —dice—. Formaba
parte de su hacienda, igual que el barco.
—Lo sé. —Sonrío para mis adentros. He dado en el
clavo sacando mis propias conclusiones.
—¿Cómo lo has sabido?
—¿Por qué, si no, ibas a tener una villa tan
cerca de donde viven tus padres?
No puedo verle la cara, pero sé que está
sonriendo.
—Mi chica guapa está empezando a asustarme.
—¿Por qué? —pregunto frunciendo el ceño pegada a
su pecho.
—Porque sueles exigirme que te cuente las cosas.
Es verdad, pero he conseguido saber más cosas
desde que cierro la boca que antes cuando
empezaba a patalear.
—Nada de lo que puedas decirme ya puede hacer
que quiera huir de ti de nuevo.
—Me alegro de que digas eso —afirma.
Si hubiera algo que pudiera decir que me hiciera
desear retirar mis palabras, esto se acabaría.
No me muevo, porque si lo miro empezará a
hablar, y sé que no me va a gustar lo que tenga que
decirme. Así que me quedo donde estoy,
recorriendo su torso con la vista. Me entran ganas de
abofetearme. ¿Por qué habré dicho esa estupidez?
Es como si, sin quererlo, no parase de extraerle
confesiones a este hombre.
La ignorancia da la felicidad. La ignorancia da
la felicidad.
—¿Ava? —dice en voz baja.
—¿Qué?
—Tengo que contarte algo.
Se dispone a moverse, pero yo me transformo en
un peso muerto para dificultarle al máximo la
tarea, aunque me sirve de muy poco. Me aparta de
su pecho sin el más mínimo esfuerzo y me coloca
boca arriba sobre la cama. Se monta a horcajadas
sobre mi cintura pero no se apoya del todo sobre
mí. No importa, con esto le bastaría para evitar
mi huida. No voy a ir a ninguna parte. Se mordisquea
el labio durante unos instantes mientras lo miro
con una expresión de escepticismo dibujada en mi
rostro. Sé que el saber es poder es la opción
más sensata, pero después de todas las cosas que me ha
hecho saber Jesse a lo largo de estos meses,
estoy acojonada.
Me coge de las manos y las sostiene con fuerza.
—Sarah ha estado en La Mansión estos días que
hemos estado fuera.
—¡¿Qué?! —exclamo con voz ronca levantando la
cabeza al instante.
—Está ocupándose de algunos asuntos mientras yo
no estoy. John no puede hacerlo todo solo,
Ava.
—Pero ¿Sarah? ¡Dijiste que la habías echado!
—Estoy lívida. Me hierve la sangre y se acumula
en mi rostro. Todos mis pensamientos sobre sus
horribles padres y nuestras dolorosas historias
desaparecen en cuanto menciona el nombre de esa
víbora—. ¿Después de todo lo que ha hecho? —
Consigo liberar mis manos e intento apartarlo—.
¡Sal de ahí!
—¡Ava, cálmate!
—¿Por qué? ¿Tienes miedo de que les haga daño a
tus hijos? —le espeto.
Esas palabras hacen que su mirada de
preocupación se transforme en disgusto. Me mira con el
ceño fruncido, pero me importa una mierda.
—¡No digas gilipolleces!
Consigue alcanzar de nuevo mis manos, que no
paran de golpearlo, y las sostiene por encima de
mi cabeza.
—¡Es lo que piensas! —le grito a la cara—. ¡Sólo
hay que ver cómo me controlas y me
sobreproteges constantemente!
—Siempre te he sobreprotegido, así que eso no
tiene nada que ver, señorita.
Es verdad, siempre lo ha hecho, pero estoy
cabreada y utilizo todo lo que pueda contra él, lo
que me recuerda que nos estamos desviando del
tema ligeramente.
—¡O se va ella, o me voy yo!
Pone los ojos en blanco. No me hace gracia.
Empiezo a sacudirme y me suelta, pero sólo porque
no quiere que les pase nada a los bebés. Esto me
enfurece todavía más.
—Ava, yo soy un desastre. Tú te niegas a
trabajar conmigo, y necesito a alguien que sepa lo que
se hace.
Me detengo y me vuelvo.
—¿Así que trabaja otra vez para ti oficialmente?
No me lo puedo creer. Su discursito compasivo en
la cafetería venía por esto. Probablemente se
esté regocijando en estos momentos. Jesse se
levanta y se dirige hacia mí.
—¡No des ni un paso más, Ward! —digo apuntándolo
con un dedo—. ¡No intentes aplacarme ni
convencerme de que toda esta puta mierda está
bien porque no es así!
—¡Vigila esa puta boca!
—¡No me da la gana! Está enamorada de ti,
¿sabes? Todo lo que ha hecho es porque quiere
alejarte de mi lado, así que ni se te ocurra
intentar convencerme de que esto es buena idea.
—Lo sé.
Cierro la boca al instante y retrocedo un poco.
—¿Cómo que lo sabes?
—Sé que está enamorada de mí.
—¿Lo sabes?
—Claro que sí, Ava, no soy idiota.
Resoplo, indignada.
—¡Sí, sí que lo eres! Te abalanzas sobre
cualquiera que intente apartarme de ti, pero ella no
para de tratar de alejarte de mí delante de tus
narices y decides pasarlo por alto.
Doy media vuelta y me dirijo a la cocina.
Necesito un poco de agua para suavizar la garganta
irritada.
—No lo he pasado por alto sin más, Ava. La tuve
con ella y ella lo admitió todo y dijo que
estaba arrepentida.
—¡Claro que se arrepiente! ¡Porque no lo
consiguió! De lo único que se arrepiente es de no
haberlo hecho mejor. —Golpeo el vaso contra la
encimera—. Para eso podrías haberlo pasado por
alto sin más. ¿Le diste a elegir entre entierro
o cremación?
Frunce el ceño.
—¿Qué?
—Es la opción que sueles darle a la gente que me
hace daño. ¿Se la ofreciste a Sarah?
—No, le ofrecí un trabajo a cambio de su palabra
de que no volvería a entrometerse jamás. Le
dije que si tú me lo pedías la echaría.
—¡Pues te lo pido! —chillo—. ¡Échala!
—Pero si no ha hecho nada.
Me quedo mirando al imbécil que tengo delante
con los ojos fuera de las órbitas sin poder creer
lo que estoy oyendo.
—¿Que no ha hecho nada?
Cierra los ojos y exhala un suspiro largo y
cansado.
—Me refiero a que no ha hecho nada desde que
hablé con ella. Y tú ya le propinaste un buen
golpe en la mandíbula por todo lo que había
hecho antes.
—¿Por qué haces esto? Sabes cómo me siento al
respecto, Jesse.
—Porque está desesperada, Ava. La Mansión es
toda su vida.
—¿Sientes lástima por ella? —pregunto, más
calmada.
Me encanta todo de este hombre, excepto su
repentina empatía por todas esas mujeres de su
historia que se empeñan en sabotear nuestra
relación. Sólo hay que ver lo que le hizo a Matt, joder.
—Ava, para empezar, quiero que te tranquilices
porque esto no es bueno ni para ti ni para los
pequeños.
—¡Estoy tranquila! —chillo levantando el vaso
con las manos temblorosas. De tranquila, nada.
Suspira e inclina la cabeza para crujirse el
cuello y aliviar así el estrés. No sé por qué está tan
agobiado. ¿Cuál sería su reacción si le dijera
que voy a seguir trabajando para Mikael? Es más o
menos el mismo principio.
Se acerca a mí, me quita el vaso de las manos y
me coge en brazos para sentarme sobre la
encimera. Me agarra de la mandíbula y me levanta
la cara para que lo mire. Sigo con el ceño
fruncido mientras lo observo con ojos
enfurecidos.
—Sarah no tiene nada. La eché cuando lo confesó
todo y no volví a pensar en el asunto. —
Inspira hondo—. Hasta que John habló con ella y
ella empezó a decirle un montón de tonterías, pero
lo más preocupante es que le dijo que preferiría
estar muerta a vivir una vida sin mí.
Mi mente recelosa me hace pensar al instante que
se trata de otra estratagema para atraparlo. No
puedo evitarlo.
—Sólo quiere llamar la atención —espeto todavía
con el ceño fruncido. Sus acciones pasadas
son un claro indicio de hasta adónde está
dispuesta a llegar.
—Eso pensé yo también, pero John no estaba tan
seguro. Él la encontró. Se había cortado las
venas y se había tragado un puñado de
analgésicos. —Enarca las cejas y yo me echo hacia atrás,
sorprendida—. No estaba llamando la atención,
Ava. No era ninguna treta. John la llevó al hospital
justo a tiempo. Quería morirse.
Mi cerebro me está jugando una mala pasada. Hay
un montón de preguntas sensatas que debería
estar formulando, pero no me viene nada a la
cabeza. Estoy en blanco.
—No quiero tener otra muerte sobre mi
conciencia, nena. Cargo con la de Jake todos los días.
No puedo cargar con otra más.
La lástima me invade.
—Sarah vino a verme —digo. No sé de dónde sale
esto.
—Me lo dijo. —Levanta las manos y me coge las
mejillas—. Pero me sorprende que no me lo
hayas contado antes.
¿Qué puedo decir? ¿Que las palabras de Sarah
fueron, de hecho, lo que me alertó? ¿Que ella fue
la razón por la que aparecí en La Mansión en
aquel estado?
—No me pareció importante —respondo
lánguidamente. ¿Sabe qué día exactamente vino a
verme? Porque si es así, seguro que sabrá que un
par de horas después yo estaba trastornada,
desesperada por verlo.
—Fue Sarah quien le contó a Matt lo de mi
problema con la bebida. —Empieza a morderse el
labio. Retrocedo más todavía y aparto la cara de
sus manos. ¿Así es como lo descubrió Matt?
—¿Por eso supiste que iba a recoger mi ropa a su
casa también?
Asiente.
—Sarah dijo que te había oído decirle a alguien
por teléfono que pensabas ir a recoger tus
cosas. Cuando encajé las piezas me puse furioso.
Me invadió la rabia, actué por impulso antes de
preguntar.
Su lista de delitos va en aumento. No quiero
sentir ninguna lástima por ella.
—Dijo que ya no podía seguir trabajando para ti
—le recuerdo—. Así que, ¿cómo es que lo está
haciendo?
—Se lo pedí yo. Jamás encontraré a otra persona
mejor, lo que significa que tendré que hacerlo
yo, y no estoy preparado para renunciar a pasar
más tiempo contigo. Deberías saber que sólo aceptó
hacerlo con la condición de que tú estuvieras de
acuerdo.
¿Con la condición de que yo estuviera de
acuerdo? Ahora me siento como una auténtica mierda.
¿De modo que el futuro de Sarah está en mis
manos? Si digo que no, ¿intentará matarse otra vez? Y si
accedo, ¿seguirá intentando separarnos? Es
demasiada responsabilidad. ¿Por qué tuvo que tratar de
quitarse la vida, la muy estúpida?
—No me estás dando mucho margen de elección
—mascullo—. Si me niego a aceptarlo, podría
coger una cuchilla y abrirse otra vez las
muñecas, y entonces los dos nos sentiríamos tremendamente
culpables.
Estoy intentando ser lógica, pero no lo consigo.
No quiero perder a Jesse porque tenga que
encargarse de los asuntos de La Mansión y de
montones y montones de papeleo que acabarán
estresándolo. No lo vería nunca, pero si acepto
esto, estaré aceptando todo lo que esa mujer nos ha
hecho, y no estoy segura de poder hacer eso, ni
siquiera aunque haya intentado suicidarse. Sin
embargo, las palabras de Jesse resuenan sin
cesar en mi mente: «Cargo con la de Jake todos los días.
No puedo cargar con otra más.»
Y yo no puedo hacerle eso sólo porque me sienta
insegura con respecto a la versión femenina de
Indiana Jones que reside en La Mansión. Mi
preocupación está justificada, pero el sentimiento de
culpa de Jesse no lo está, y no puedo cargarlo
con más todavía. Hacerlo sería cruel y egoísta por mi
parte. Lo amo demasiado.
Vuelve a cogerme de las mejillas y me atraviesa
con esos ojos verdes llenos de sinceridad.
—Le diré que no puede ser. No estoy dispuesto a
verte tan desdichada.
Me desmorono por dentro. ¿Está dispuesto a vivir
con la posibilidad de tener más sangre en sus
manos, aunque nada de esto sea culpa suya, sólo
por hacerme feliz? Sacudo la cabeza entre sus
manos.—
No, te quiero más tiempo a mi lado más de lo que
quiero que ella desaparezca.
—¿En serio? —Parece sorprendido.
—Por supuesto que sí, pero tienes que prometerme
una cosa.
—Lo que quieras, ya lo sabes. —Me besa en la
frente.
Eso no es del todo cierto, porque él no me
pediría eso a mí. Estoy intentando pasar por alto las
circunstancias atenuantes, aunque es difícil
ignorar a una mujer que ha tratado de suicidarse porque
mi marido no la quiere.
—Cuando lleguen los pequeños, tú no te pasarás
el día entero en La Mansión. Estarás conmigo
siempre que puedas. No sé si puedo hacer esto.
—El temor a quedarme sola con los mellizos
empieza a asustarme. No me importa haberlo
admitido. La idea de un bebé ya me asustaba bastante,
pero ¿dos? Estoy aterrada, y tiene que saberlo.
Sus labios se curvan hacia arriba. ¿Encuentra
gracioso mi miedo?
—Ava, tendría que estar muerto para que no fuera
así. Puedes hacerlo porque me tienes a mí. —
Me abraza y tira de mi cuerpo hasta levantarme
de la encimera, de forma que no me queda más
remedio que aferrarme a él con las piernas
alrededor de sus caderas desnudas y los brazos
enroscados sobre sus hombros descubiertos—. Todo
irá bien.
—Lo sé —admito. Me siento necesitada, como si
siempre estuviera buscando que me diera
seguridad, pero debe de preocuparle un poco mi
ansiedad. No muestro ningún tipo de instinto
maternal. ¿No debería ser la mujer la que
estuviera leyendo libros y comprando el ácido fólico?
—No discutamos más. Me parte el corazón y no
quiero que te estreses. No debe subirte
demasiado la tensión. —Empieza a caminar hacia
el dormitorio.
Lo agarro de la nuca y me inclino para verle la
cara.
—Pienso confiscar ese libro.
Me sonríe.
—El libro es mío y voy a quedármelo.
—Tenemos que hacer las paces. —Estiro la
espalda, pego mi cuerpo contra él y le meto el
pezón en la boca—. ¿Has llegado ya a la parte en
que dice que el marido debe cubrir todas las
necesidades de su esposa?
Me lo mordisquea suavemente y comienza a trazar
lentos círculos con la lengua a su alrededor.
Dejo escapar un gemido y él se ríe.
—Sí, pero nuestro avión sale dentro de dos
horas. Necesito más tiempo, así que cubriré tus
necesidades en la bañera cuando lleguemos a
casa, ¿de acuerdo?
—No —respondo, y presiono mi pecho contra su
boca de nuevo—. Quiero quedarme en el
Paraíso.
—Eres incorregible, y me encanta. —Me deja sobre
la cama con un resoplido de fastidio—.
Pero tenemos que coger ese vuelo.
—Te necesito —digo agarrándole la polla sin fuerza,
jugueteando con él, pero él se aparta.
—Ava, cuando te tomo, me gusta hacerlo con
tiempo. —Me da un pico en los labios—. Haz la
maleta. Me dejo caer de espaldas sobre la cama
con una exasperación acrecentada por el embarazo. Mi
tiempo en el Paraíso se ha acabado.
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