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POSEÍDA - Lisa Swann VOL. 5 Cap.5

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5. El hombre de la sombra

Creí que mi corazón dejaría de latir. Y esto es, sin duda lo que todo el mundo en la iglesia creía también. Allisson se volvió bruscamente hacia Sacha y apretó su mano como garras alrededor del brazo de su hipotético futuro esposo. Había «Oh» y «Ah» sorprendidos, llenos de pánico o furia, en todos los casos, una bendita cacofonía que el sacerdote trató de mitigar al hablar en voz alta:

– Por favor, les ruego que se calmen y guarden silencio.

Luego, a Sacha:

– Sacha Goodman, espero que haya sopesado sus palabras y sea capaz de justificarlas. Explíqueme por qué no se puede celebrar este matrimonio que usted consintió.

Me volví a hallar con el Sacha seguro de sí, confiado y en control de sus emociones, que conocía. Se volvió hacia la asamblea.

– Tengo pruebas de que la mujer que quiere ser mi futura esposa me ha sido infiel incluso antes de que el matrimonio se llevara a cabo y de que ha atentado contra mi vida.

«Oh» y «Ah» reiterados en la iglesia, donde todas estas exclamaciones resonaban como un coro de aterrorizados pasajeros en pleno naufragio.

– David, ¿puedes iniciar la proyección, por favor?, dijo Sacha, dirigiéndose a su colega que pareció sorprendido.

Oscar como Mejor Actor de Reparto, David, ¡bravo!

Es entonces cuando me di cuenta de la pantalla que estaba instalada al lado del altar. No debió de intrigar a nadie de la asamblea, era bastante común hoy en día proyectar una película o imágenes contando la historia de amor de dos personas dispuestas a unir sus vidas. Seguramente era el pretexto que Sacha había fingido con Allisson, mientras tenía otra idea en mente. Era como en una sala de audiencias, mientras que la fiscalía se disponía a presentar las pruebas en contra. Todo el mundo esperó sin aliento.

Y en la pantalla, el cortometraje aficionado de Maddie y Mark comenzó a mostrarse. Con sonido. A los primeros tocamientos de Ethan sobre el trasero de Allisson, algunos miembros de la familia Goodman cogieron sus maletas. La madre de Allisson se puso a llorar. Los dos culpables se quedaron mirando la pantalla con desconcierto. Natalia miró en todas direcciones como si temiera ver la llegada de la policía. Pude respirar de nuevo. La película continuaba con sonido, era casi un sacrilegio. Algunos invitados habían desaparecido. Jesse Goodman dejó las filas y caminó con furia hacia su hijastro.

– Pedazo de...

Pero fue atajado por el sacerdote quien, aunque abrumado por los acontecimientos, luchaba para que la situación no se volviera una lucha colectiva.

– No se me acerque, hace mucho tiempo que eso no funciona conmigo, protestó Sacha con aire malhumorado dirigido a su padrastro.

Luego retomó con voz clara y contundente:

– ¡No sólo Allisson Green es la amante de mi medio hermano, sino también la de su futuro suegro!

Inmediatamente teníamos la prueba delante de nuestros ojos.

– ¿Qué hombre en su sano juicio tomaría una mujer así como esposa, padre? exclamó Sacha.

Ethan había llegado a las manos con su padre, Margaret lloraba, Allisson se ahogaba en su vestido ajustado, apretaba los puños y parecía estar al borde de gritar salvajemente. Sacha no se inmutó, era el capitán estoico en la proa de un barco a la deriva.

– ¡Y tengo también la prueba formal de que pagó a un hombre para sabotear el motor fuera de borda en la que casi pierdo la vida!

La pantalla se puso en negro y las primeras palabras del mecánico resonaron en la iglesia: «Allisson Green me ha llamado temprano por la mañana y me pidió que me las arregle para poner bastante aceite en el motor de barco del Sr. Goodman.»

Los gritos se hicieron incomprensibles. El padre de Allisson se precipitó hacia su hija y le dio una bofetada, el sacerdote cayó de rodillas con las manos juntas, Allisson luchaba para lanzarse a la garganta de Sacha, Ethan estaba en el suelo, Natalia miraba aun a derecha e izquierda, a punto de escapar a toda prisa. Por último, el padre de Allisson arrastró a su hija por el brazo lejos del altar y comenzó a ascender la alfombra que acababa de caminar al sonido de una marcha nupcial.

Detrás de él, los invitados comenzaron a huir al trote, al no poder correr a toda velocidad. Vi a Sacha enviar un guiño a David y éste último corrió entonces hacia mí.

– No hace falta que te vean, dijo, tomándome del brazo.

David me hizo salir de la iglesia a toda velocidad, bajar las escaleras y subir a la limusina blanca con vidrios polarizados que estaba estacionada delante del atrio. Luego se paró frente a la puerta, como un guardaespaldas.

Desde el interior del gran auto, vi a los invitados salir a cuentagotas de la iglesia, deteniéndose en el atrio sin saber a dónde ir, después de haber perdido todos sus puntos de referencia. Helen apareció junto con Richard, que estaba lívido. Ambos fueron a mi encuentro en el interior de la limusina. Nadie se atrevía a hablar. Natalia huyó por la acera sin mirar detrás de ella.

Sacha, ¿qué estás haciendo? Ven...

Finalmente apareció, pero no estaba solo. Con el equipo que se utilizó para la proyección bajo el brazo, sujetaba a Margaret con la otra mano, mientras que Jesse Goodman sujetaba también a su esposa. Parecía que iban a partirla por la mitad, si cada uno tiraba por su lado. Por último, Sacha pareció tener la última palabra y se enfiló hacia la limusina con su madre. David abrió la puerta y entró tras ello. El conductor, obviamente consciente de toda la operación, arrancó inmediatamente.

Nadie, excepto yo, se dio cuenta del hombre siniestro en el atrio que había asistido a la ceremonia y que se quedó inmóvil por un segundo para mirar a la limusina alejarse.

Me acurruqué contra Sacha y sentí su cuerpo rígido contra el mío.

– ¿A dónde vamos, Sacha?, pregunté con un hilo de voz.

– A mi casa. Al loft y permaneceremos allí todo el tiempo, hasta que pase la tormenta, dijo con voz tensa antes de acariciar mi cabello.

***

El resto del día fue tranquilo en casa de Sacha. A pesar de los dramáticos acontecimientos de la iglesia, no teníamos necesidad de hablar. Todos habían sido parte de la elaboración de la operación – ¡al final, no me tocó a mí en la última parte, y por una vez, tuve mi cuota de sudor frío!, y todos eran conscientes de lo que había sido revelado. Era más una cuestión de manejar la crisis por venir.

Aquí es donde me di cuenta de que mi historia de amor con Sacha era quizás lo que generaba las menores complicaciones.

Sacha, Richard, Helen y David discutieron extensamente el consejo de administración de Goodman & Brown que tendría lugar la semana siguiente, tan rápidamente como para que los protagonistas implicados no se olvidaran de lo que había sido revelado.

– Creo que deberíamos proponer al Consejo la desestimación de Allisson, que renuncie al consejo y sus acciones se redistribuyan entre los principales accionistas, dijo Sacha. Richard, ¿qué te parece?

Richard asintió con la cabeza, sin dar más detalles.

– Te sigo, Sacha.

Te sigo, ¿y eso es todo? Yo hubiera pensado que Richard sería más agresivo después de un chantaje de Allisson y Natalia.

Yo no quería mezclarme en su conversación de socios, no tenía legitimidad para hacerlo, pero, tan pronto como pude, separé a David del grupo para discutir discretamente.

– ¿Y Natalia entonces?, le pregunté. ¿Se sale así como así? Me sorprende que Richard no diga nada acerca de su posible participación en la historia del chantaje.

– La preocupación, dijo David es que, simplemente, no mencionó el chantaje cuando habló con Sacha. Y Sacha no necesita pruebas de Richard, son amigos de toda la vida, él confiaba en él. Richard habría acabado de decir que Allisson le había presionado para que cediera su participación en la empresa y que votara la destitución de Sacha.

– Pero, ¿por qué no ha dicho nada?, insistí.

– Ya sabes, yo lo entiendo un poco, continuó David. No es fácil esta historia de las fotos comprometedoras. Y tal vez él prefiere creer que Natalia ha sufrido la mala influencia de Allisson, no lo sé, Liz.

– Sí, o se ha quedado atascado con algo que no sabemos...

– ¿Cómo es eso?

– No lo sé, pero es una corazonada, David. Richard debería de sentirse aliviado y no lo está, y además, por su silencio, sabe muy bien que cubre a Natalia. ¿Quién sabe lo que esta amistad suya con los tres guarda como secretos...?

Jugué un poco a la ama de casa con Sacha. Le sugerí beber, preparé unos emparedados con Helen mientras Sacha pasaba un momento para consolar a Margaret. Ella estaba llorosa y parecía inconsolable.

– Mamá, te lo ruego, se acabó. Tuvimos éxito en anular este matrimonio, era lo que querías, ¿no?

– Por supuesto, Sacha. Son lágrimas de emoción, pero también de tristeza, ya sabes. Qué lío todo esto. Qué familia tan terrible la nuestra... Pero también me siento aliviada de que hayas logrado escapar de sus artimañas. No olvido sin embargo que tengo otro hijo. Cómo lamento que sea tan malo como su padre...

– Mamá, no te preocupes por Ethan. Todavía es joven, todavía puede comprender que tomó el camino equivocado. En primer lugar, me aseguraré de que puedas vivir en un ambiente sano y lejos de estas artimañas, como tú dices. Tienes tu casa en Southampton, ahí te hallas bien, ¿verdad?

– Sí, es mi refugio, consintió, asintiendo con la cabeza y secándose las lágrimas.

– Bueno, ¿y has visto que Jesse se calmó de repente cuando le dije sobre el divorcio? Hay que decir que con las pruebas que tenemos contra él, y como su relación con Allisson no es trivial, no podrá negarse a la mayor parte de nuestras condiciones. No te preocupes, mamá, Richard y yo nos encargaremos de todo. ¿No es así, Richard?

Una vez más, Richard no hizo más que asentir, pero parecía que había perdido todas sus capacidades. Su semblante era gris. Se disculpó poco después, diciendo que prefería hallarse con su esposa e hijos.

Helen aprovechó su salida para despedirse de nosotros también. Sacha fue a instalar a Margaret en una habitación de invitados. Ella se quedaría unos días, hasta que Sacha estuviera seguro que no sufriera represalias o algún acceso de cólera de su futuro ex marido.

Cuando Sacha reapareció al cabo de unos minutos se nos unió a David y a mí en los sillones donde nos habíamos hundido, abatidos por la tarde tan cargada emocionalmente. Sacha tendió la mano a David cuando se levantó para ir él también a su hogar.

– Gracias, David, por todo lo que has hecho, yo no habría sido capaz de organizar nada sin ti. Y gracias también por cuidar de Liz todos estos días. Nunca estaré lo suficientemente agradecido.

– Me alegro de que todo sea un final feliz para los dos, Sacha, respondió David.

David estaba realmente conmovido por las palabras de Sacha, se notaba. Me lanzó una mirada inquisitiva que Sacha entendió inmediatamente.

– Creo que Liz prefiere quedarse aquí, ¿cierto?, dijo, abrazándome y sosteniéndome contra él. Dos días de tranquilidad, lejos de todo, nos caerán bien. Voy a enviar a alguien mañana a tu casa para traer sus cosas, si no te molesta, David.

¿Qué? ¿Así que no se trata de la habitación de hotel? ¿Me mudé con Sacha?

– Después de todo lo que acabamos de pasar, prefiero tenerla a mi lado, añadió, aferrándome con más fuerza contra él.

Desde que David se fue, Sacha me llevó a su cuarto, cerró la puerta detrás de nosotros y de inmediato me atrajo hacia él.

– Tal vez no sea nuestra noche de bodas, pero va a ser precioso, Liz, te puedo asegurar, susurró antes de besarme apasionadamente.

***

Dos días de calma no fueron suficientes para recuperarse del episodio del matrimonio anulado, encontrarnos y prepararnos para afrontar los eventos futuros. Vivimos con Margaret como en un capullo. La madre de Sacha desaparecía regularmente para dejarnos disfrutar, mirándonos a los ojos y con una sonrisa cándida en los labios, nuestro amor renacía con más fuerza.

Me ausenté sólo dos horas el domingo para ir con Maddie y Mark al almuerzo. Como no habían estado allí durante la ceremonia fracasada, aproveché la oportunidad para hacerles un relato detallado y tranquilizarlos sobre los días por venir.

– Regreso a París tranquila, me susurró mi tía, aferrándome fuertemente en sus brazos al momento de despedirnos.

– Mark y tú han hecho mucho por mí y si hoy soy feliz, no olvido que es gracias a ustedes también, respondí.

Detuve un taxi de vuelta al loft y, al subir al vehículo, me llamó la atención una figura al otro lado de la calle, frente al lugar donde almorzamos.

He visto a este tipo en alguna parte... Su aspecto me recuerda algo. Pero, ¿qué?

Sin embargo, la alegría de encontrar a Sacha me desvió rápidamente de este enigma. Nada importaba cuando pensaba en él. No podía creer que habíamos pasado por todas estas pruebas. Era maravilloso. Era cierto que el amor era más fuerte que cualquier cosa.

A la mañana siguiente, había, sin embargo, que volver a la vida activa. Después de consultar con su médico, Sacha había decidido que podía considerar la reanudación de sus actividades tranquilamente. Poco a poco, ¡qué va!, Sacha era incapaz de hacer las cosas a medias. Y en vista de la manera que habíamos hecho el amor en estos días, tenía la impresión de que estaba en plena forma...

– De todos modos, está fuera de cuestión que te deje ir sola a la oficina, me confirmó Sacha antes de hornear pan tostado cubierto con mantequilla y mermelada en la mañana del lunes.

Bien dicen, el amor abre el apetito

– No sabemos lo que puede suceder, esta historia aún es demasiado reciente y no tengo ningún deseo de que te importune. Además, el consejo de administración es en tres días, no es el momento de tomar vacaciones adicionales, añadió más tarde en el ascensor, casi sin respirar. ¿No dices nada, Liz?

Levanté hacia él mis ojos enamorados y le planté un beso en los labios.

– Sí, te amo, Sacha.

Se detuvo, sorprendido, un segundo, estaba tan ensimismado de su pensamiento en voz alta, y luego me sonrió.

– Yo también, Liz, no puedes saber cuánto te quiero.

En el coche que nos llevaba al inmueble de Goodman & Brown, Sacha, apretando mi mano en la suya, parecía incapaz de dejar de hablar:

– Bueno, a pesar de que todo el mundo sabe que estamos juntos, Liz, me gustaría que en la oficina, esta relación no sea demasiado visible, demasiado sensible, ya ves, no quiero que demos de qué hablar.

Asentí con la cabeza, no tenía ningún temor.

– Delante de los demás, me gustaría que fuéramos ejemplares y eficaces. Después, cuando los dos estemos... Uh, ¿me escuchas, Liz?

¿No es este el tipo que vi ayer? ¿Allí, cerca de la entrada del edificio?

– Sí, sí, es lo que justo recién pensaba... No, nada, sólo una impresión, le dije.

No había razón, de hecho, para ser demasiado evidentes en la oficina. Sacha estaba muy ocupado, yo misma me hundí en mis expedientes, nos atrevimos únicamente a gestos sutiles de afecto. Oh, una vez o dos veces, Sacha me acarició mientras estábamos solos en su oficina, y una tarde, entró en la mía, cerró la puerta detrás de él y se abalanzó sobre mí para darme un beso largo y apasionado que nos dejó casi sin aliento y satisfechos ¡y a mi, completamente despeinada!, pero sabíamos contenernos y también sabíamos que nos hallaríamos todas las noches.

– Parece una verdadera vida de pareja, ya sabes, es extraño, pero tan bueno, le confié a David durante nuestra hora de almuerzo.

– Estoy muy feliz por ti, Liz, me contestó, sonriendo. Todo se ha arreglado finalmente: hemos enviado nuestras primeras propuestas para el divorcio al padrastro de Sacha. Margaret está protegida, la decisión del consejo de administración es una conclusión inevitable, qué se puede esp...

– Espera, David, mira a ese tipo de ahí, lo interrumpí señalando la misma silueta gris, que esta vez se hallaba haciendo una llamada en la calle, enfrente de la ventana de la cafetería donde estábamos.

– Sí, ¿y ahora?

– Bueno, tengo la impresión de que este hombre me sigue, ya son varias veces que lo veo y no puede ser una coincidencia. Incluso estaba ahí el día de la boda.

– Liz, creo que, a pesar de lo que me digas de tu felicidad, permaneces un poco temerosa, lo cual es bastante comprensible.

Temerosa, sí, me ha pasado, sobre todo el día después de nuestro regreso a la oficina cuando Natalia estaba de pie frente a mí, mientras yo intentaba, una vez más, tomar un café tranquilamente. Evidentemente, ella tenía un don para saber cuándo necesitaba mi dosis de cafeína.

– ¿Me parece que ahora los dos tortolitos hilvanan el amor perfecto? Me lanzó, con una sonrisa malévola.

No hay razón para que yo le responda.

– Montaron muy bien su pequeña operación, en realidad, fue ordenado e inteligente, pero no estoy segura de que esto les asegure un futuro brillante de por vida, continuó.

Me detuve y la miré fijamente a los ojos.

– Natalia, sabes que sé todo lo que has hecho. No sé la razón por la cual Sacha no ha oído o por qué te tenga aún confianza, se me escapa, pero no voy a dejar que te interpongas.

– Siempre puedes dirigir, Liz, se burló. Será mejor que te comportes conmigo, porque una amistad como la que compartimos con Sacha es a prueba de todo, e incluso tu gran amor de cuento de hadas no podrá hacer nada.

– ¿Debo entender que me amenazas, Natalia?, le contesté.

Fue su turno para no responderme. Se dio la vuelta y se alejó con paso agresivo.

¡Peste!

Evoqué esta discusión con Sacha esa misma noche. Natalia era el único tema de molestia y desacuerdo entre nosotros. Siempre parecía protegerla.

– Natalia no significa nada. A pesar de que no me acuerdo de todo, las pistas que encontré de esta amistad me impiden pensar que quiera hacerme daño. Es simplemente imposible.

– Así que dejo que se burle de mí como lo hace, ¿no? ¿E inferir un montón de cosas que no comprendo siquiera? ¿Eso hacemos?

Sacha tomó mi cara entre sus manos y acercó sus labios a los míos.

– No, haremos otra cosa, tengo una idea mucho mejor, Liz...

Obviamente, visto desde este ángulo...

Vaya, le bastaba una mirada, una palabra amable, un contacto suyo y me olvidaba de todo, hasta de la presencia inquietante del hombre de gris de quien quería hablarle.

Bastaba con que volviera por la tarde de la oficina y me encontrara con un hermoso vestido colgando en la sala, zapatos de princesa y una nota de Sacha que decía: «Liz, ponte hermosa, aún más hermosa, llama al chófer, él sabrá a dónde llevarte. Te espero. Sacha» para que nada importe más que el momento en el que íbamos a encontrarnos.

El vestido escarlata acentuaba lo rojo de mi cabello y me daba el aspecto de un incendio real. Me maquillaba, me perfumaba, subía en los tacones altísimos – suerte que no lo voy a hallar a pie, terminaría a cuatro patas en la acera... – y llamaría a la recepción del edificio para que el chófer me espere.

Una última mirada en el espejo del ascensor.

Una verdadera estrella de Hollywood, la nueva Rita Hayworth!

Cuando el ascensor se detuvo, me dirigí a las puertas que se abrían bien, pero no al recibidor del edificio...

¡Mierda, me pasé un piso!

Llegué al sótano que daba al aparcamiento. Nada grave, bastaba subir, me dije al disponerme para pulsar el botón. Cuando una mano me agarró por el brazo y me arrastró bruscamente fuera de la cabina.

Entonces todo se volvió negro y sentí el dolor de un golpe en la cabeza.

***

Cuando recobré el conocimiento, tumbada de lado con las rodillas dobladas, supe inmediatamente que íbamos en marcha.

Rodábamos, sí, pero no en la limusina de Sacha.

Estaba atada en el maletero de un auto.

Continuará...
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