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POSEÍDA - Lisa Swann VOL. 5 Cap.1

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1. Aprendices de detective

Cuando David me abrió la puerta de su apartamento, me arrojé a sus brazos, conteniendo las lágrimas. David era lo más cercano a un mejor amigo desde hace algunos días. Además de ser el más amable y comprensivo de mis colegas en Goodman & Brown, fue en su casa donde había dejado mi equipaje cuando tuve que salir del hotel donde Sacha me había instalado, y estaba entre sus brazos ahora que me derrumbaba.

Sacha va a casarse...

Casi había muerto en un accidente de un motor fuera de borda en Saint Martin, había caído en coma y, cuando despertó, fue de Allison –que seguramente había tratado de matarlo– de quien se acordó. ¡Vaya locura!

Desde que había dejado a Margaret delante de la clínica, desde las revelaciones terribles que la madre de Sacha me había hecho, oscilaba entre la desesperación total y las ansias locas de desenfundar un arma de destrucción masiva, y exterminar a la plaga de parásitos inmundos y conspiradores que rodeaban a Sacha: Familia de deschavetados, socia beligerante y ex prometida maquiavélica.

¡A TODOS!

– Maldita sea, Liz, sea lo que sea, ¿has visto el semblante que tienes? Profiere David al descubrir mi aspecto desconcertado.
Entonces mis labios comienzan a temblar...
No, no te quiebres, recupérate. ¡Tienes una batalla que librar, jovencita! Tienes que reconquistar el corazón del hombre que amas.
– David, no te lo digo a menudo, de hecho, creo que esta es la primera vez, pero dame algo fuerte qué beber, porque creo que necesito una gran resolución.
Bien. Una cosa tras otra.
Sin pedir más explicaciones, David se dirige hacia la cocina, mientras yo me relajo en el sofá de la sala. Reaparece con dos vasos llenos de un líquido transparente.
– No te preocupes, se ve como el agua, pero es algo más fuerte. Y como sospecho que lo que me vas a contar amenaza con aturdirme, me disculpas, pero creo que voy a beber contigo.
Me entrega el vaso.
– ¡Na zdorovie!, exclama.
Bebo un buen trago que me quema la boca y la garganta hasta el esófago. ¡Vodka, la bebida de un guerrero!
O de una desesperada...
Un carraspeo, junto las manos, y pongo un poco de orden en mis ideas antes de explicar toda la historia a David.
Al fondo del cajón, bien escondido, se halla mi mayor miedo: El de perder a Sacha para siempre. Al frente del armario, bien presentados, mis armas y mi traza de Rambo.
Le explico, entonces, al detalle, la discusión con Margaret.
– Tengo que encontrar una manera de hacerle recordar a Sacha lo que hemos vivido, que él me ama y que yo lo amo. No puedo perderlo así, digo yo, tanto por él como por mí misma.
David toma otro trago de vodka y su semblante se hace más adusto. Hasta entonces, él había sido reflejo de la compasión, la escucha, pero esta vez presiento que lo que está a punto de decirme, no necesariamente va a ser de mi agrado.
– Liz, voy a ser sincero, creo que debemos sopesar el problema de manera diferente. No son tus sentimientos o los de Sacha, lo que cuenta en este caso.
¿Cómo que nuestros sentimientos no son importantes?
Al ver mi expresión de desconcierto, los ojos bien abiertos y el asomo de un ceño fruncido, David explica de inmediato.
– Liz, cálmate, no estoy diciendo que me importe un bledo su historia, tu amor y el de él, sólo quiero hacerte comprender que lo que hay que atender, es demostrar a Sacha que es víctima de una enorme conspiración. Y esto, sin tener en cuenta su historia. Una vez que hayas aportado la prueba de la culpabilidad y de las malas intenciones de su querida futura esposa, de sus extravagancias y su intento de asesinato, porque es de lo que se trata, podremos hablar de sentimientos. En primer lugar, vamos a tener que probar que el motor fuera de borda fue saboteado. Puedo investigar sobre ello yendo a Saint Martin. Mierda, ¡que es grave este asunto!
Asiento con la cabeza, como la figurita de un perro en la parte trasera de un automóvil. No estaba segura de si era efecto del vodka o si era consecuencia de lo que acababa de ocurrir en estos días, pero tenía la sensación de tener la cabeza toda entumecida.
David continúa con sus pensamientos en voz alta.
– Helen podrá darnos una mano, ella se encarga de gran parte de los asuntos personales de Sacha en Goodman & Brown. Creo recordar que se ocupa en particular de la villa de San Martín, en todo caso, lo que se relaciona con el mantenimiento. Previene cuando Sacha llega, se pone en contacto con el personal del lugar, ése tipo de cosas. Ella sabrá decirnos quién está a cargo y quién es responsable en este caso, de reparar el motor fuera de borda.
Nuevamente asiento con la cabeza. Recapitulo mentalmente los últimos acontecimientos y las acciones a emprender: Helen, quien también era una buena amiga de David y la asistente de Sacha, el accidente del motor fuera de borda en Saint Martin durante nuestro fin de semana que, se suponía, sería idílico, las reparaciones que un mecánico de la isla tenía que hacer en el barco y el por qué Sacha se quedó solo en el mar, comprobar que las reparaciones se habían hecho correctamente. A esto se añade el hecho de que Natalia, la socia de Sacha y, de paso, su antigua amante, no había dejado de llamar desde nuestra partida a San Martín, como si quisiera a cualquier precio mantenerse al tanto de cada uno de sus movimientos.
Y no olvidemos que Allisson y Natalia parecen ser como uña y carne últimamente... 
– Pero una cosa es segura, Liz, David continúa, vamos a tener que encontrar otros aliados.
– ¿Richard, por ejemplo? Atajo.
Por supuesto, Richard Brown, socio de Sacha y su mejor amigo desde la universidad. ¡He aquí a alguien que únicamente podría desear el bien a Sacha! Sin considerar que el pobre Richard había sufrido presiones por parte de Allisson y Natalia para vender sus acciones en el próximo consejo de administración.
– ¡Por supuesto! Exclama David. Y de repente, también se revelan las artimañas de Natalia. Hay que deshacernos de esas dos arpías. Bueno, para ser franco, me incomoda ir a ver a Richard y hablarle de las fotos comprometedoras con la chica de compañía que encontré en su oficina, mismas que Allisson utilizó para chantajearlo.
– Pero yo escuché la disputa que tuvo con Natalia en su oficina, exclamo, levantando la mano como un estudiante que acaba de responder a la pregunta del profesor. Y aunque se supone que no tengo que saber cuál es el motivo de la disputa, sé al menos que Richard piensa que Natalia es una perra.
– ¡Buena observación, Liz! Dice David antes de beber otro trago de vodka.
A este ritmo, estamos prestos para revelar todos los complots del país, del asesinato de JFK al 11 de septiembre...
– Recapitulemos, lanza David, quien se levanta de repente y empieza a ir y venir como un General Patton en pleno consejo de guerra. Yo me ocupo de Helen, de San Martín y del motor fuera de borda. Tú vas a ver a Richard y desenmascarar a Natalia.
David estaba contando con los dedos, yo tomaba notas en mi cabeza. Hacemos un gran equipo.
De acuerdo, todo parecía muy eficaz, pero Sacha y yo en todo este plan, nuestros sentimientos, los míos, nuestra historia de amor... Al tener este pensamiento, he perdido un poco de convicción. Vuelvo a fruncir el ceño, a hacer pucheros de tristeza y mi mirada se nubla bajo la intempestiva oleada de lágrimas.
David se percata enseguida del cambio de expresión y reacciona de inmediato.
– Hey, Liz, no pierdas la cabeza, es una parte indispensable de nuestra investigación para que puedas acercarte a Sacha con las pruebas. Ahora, no te olvides de revelarle la verdadera naturaleza de su amada prometida Allisson y sus relaciones clandestinas. Para esto, tengo otra idea.
Básicamente, tuvimos que despertar a Maddie a mitad de la noche en París para explicarle la situación catastrófica de la futura boda de Sacha y Allisson, así como nuestro plan de ataque del cual ella iba a formar parte. Percibí a mi tía poner en un segundo toda su atención con diligencia.
– Te escucho, Liz, ¿qué quieres que haga? Salgo en el primer avión y estoy allá. Puedes contar conmigo, me asegura Maddie.
– Maddie, ¿le has seguido la pista a alguien? le pregunté.
Y le expuse lo que David y yo habíamos planeado.
***
El día siguiente fue abrumador para todos. Mientras Maddie cruzó el océano en avión en compañía de su última conquista (un modelo de 28 años, encantador, muy servicial y totalmente bajo su hechizo), David y Helen, encerrados en el despacho de esta última, hicieron las llamadas a Saint Martin. Al inicio bajo la cobertura de falsos pretextos y enseguida pasando muy rápidamente –por parte de David– a amenazas mucho más reales y explícitas.
La acción nos puso a salvo a todos de la ausencia dolorosa ( sobre todo para mí) de Sacha en las oficinas de Goodman & Brown. Por mi parte, toqué a la puerta de la oficina de Richard. El hecho de que Sacha ya no concurra le imponía un exceso de trabajo y su estrés era palpable desde el pasillo.
– Sí, adelante, vociferó, molesto.
Entré en la habitación sin que él levantara la cabeza.
– Richard, lo siento por usted...
Pone su pluma bruscamente sobre la pila de papel delante de él, se levanta para súbitamente tomarse la cabeza con ambas manos.
– Ah, Liz, soy yo el que lo siente, no me he tomado el tiempo para... por fin, hablar contigo, después de que... pero... esto es muy difícil de manejar, supongo. Sacha me había puesto al día acerca de ustedes dos, y encontré esto.... al fin y al cabo...
Iba a tener que conducir esta discusión porque este señor tenía aspecto de estar completamente confundido. Pero tenía con qué asestarle un verdadero electro shock.
– No es nada grave, Richard, no debe ser fácil para usted tampoco. Y no voy andar con rodeos, vengo a hablarle de Sacha.
– Liz, estoy sinceramente afligido por los dos, pero creo que no puedo...
– Richard, es su ayuda lo que necesito, pero no como usted piensa.
Me escudriña, con semblante perplejo.
¡Gané!
Ahora que había captado tu atención, no la iba a soltar. Inmediatamente proseguí, iba a precisar de un aliento sagrado.
– Richard, sé que Sacha y usted han sido muy afines durante años, que su amistad se remonta a los años de universidad, así como el vínculo entre usted y Natalia.
Al oír el nombre de Natalia, Richard se estremece y se pone pálido.
– Y aquí es donde usted me puede ayudar. Porque creo, estoy segura, de que Natalia no es ajena a lo que acaba de pasarle a Sacha. Que de una manera u otra, se ha asociado con Allisson para hacerse cargo de Sacha.
– Pero yo..., tartamudea.
– Y usted está al tanto lo que esas dos maquinaban contra Sacha.
Bien, aquí me conduje con audacia, porque no estaba segura de que la amenaza escrita que David había encontrado estuviera firmada por Allisson, pero probé suerte.
Richard se queda boquiabierto. Esperaba el resultado de mis acusaciones. Temía, sin duda, que hablara de ciertas fotos que lo muestran en un embrollo.
– Lo escuché discutir con Natalia, Richard. Yo sé que ella le ha amenazado y que lo que le pasó a Sacha es peor que una amenaza, es un intento de asesinato.
Estamos en la oficina de un abogado, ¿sí o no? Esto es grave, ¡lo que digo es lo que pasó! 
Pero, obviamente, Richard estaba muy implicado personalmente para reprocharme estas acusaciones. Lo sentí capitular, ablandarse, con la cabeza baja y las manos presas de un temblor repentino.
– Richard, porque estoy consciente del chantaje del que usted es víctima, le puedo asegurar que haré todo lo posible para que no le lastime más. Y estoy segura también – Aquí, Liz, estás faroleando, ten cuidado... – de que no habrá necesidad de dar a conocer esta cuestión y que no tendría ninguna importancia para Sacha si logramos demostrarle que Natalia y Allisson conspiraron contra él para garantizar el control de Goodman & Brown.
Richard parecía sopesar los pros y los contras, me examina con la mirada para estimar mi grado de sinceridad, luego pone sus manos sobre sus archivos, planta sus ojos en los míos y dice:
– Sé que no eres una mentirosa, Liz, y estoy seguro de que no intentas hacerme una jugarreta. Así que sí, puedes contar conmigo.
¡HECHO! 
Esa misma noche, la camarilla se reúne. Maddie acaba de aterrizar en el aeropuerto con su novio, Mark. Helen viene a reportar las llamadas telefónicas que hizo durante el día, y a explicar la ausencia de David.
– Bueno, hemos localizado a nuestro hombre, comienza.
Hablaba en el tono híper eficaz que adoptamos desde ayer y que me concedía no caer en una desesperación entre lágrimas que me hubiera permitido para expresar todo mi amor por Sacha.
Sacha, te extraño, te voy a salvar, voy a SALVARNOS, todo esto que hago es por nosotros, no te olvido, no, yo no te olvido.
– Es el mecánico que siempre se ha hecho cargo del mantenimiento del motor fuera de borda, una tarea nada difícil a primera vista, y sobre todo, una vía eficiente para Allisson de no despertar sospechas. Salvo que el mecánico en cuestión recibió una llamada urgente la mañana en la que Sacha salió con Liz a Saint Martin, es su esposa quien nos lo ha hecho saber. Sin embargo, ha sido imposible reunirse con el mecánico quien, según las afirmaciones de su mujer, desapareció hacia un gran viaje ese mismo día.
Aparentemente no es la primera vez, pero no podemos dejar de pensar que eso nos conforta. La esposa no parecía preocuparse demasiado, sobre todo porque la policía local dictaminó que el accidente había sido causado por una combustión espontánea debido a la adición de aceite que habría sido lo que le ocurrió a Richard.
Todo el mundo lo entendió, estaba claro. Helen continuó.
– David voló esta tarde a Saint Martin. Va a echarle el guante al mecánico para hacerle escupir las confesiones.
Después, hurgó en su bolso, tirado en el suelo junto a ella, y sacó un dispositivo fotográfico de tamaño bastante discreto, que nos presentó.
– Para la última parte de las maniobras, ahora que Liz se ha asegurado del apoyo de Richard, aporté esto. Maddie, ¿crees que Mark sabrá usar esta pequeña joya de la tecnología?
El tal Mark estaba roncando, con la mejilla aplastada en el reposabrazos del sofá. Helen puso la cámara sobre la mesa en medio de las fotos de los principales protagonistas del caso: Allisson, Natalia, y toda la familia Goodman: Jesse, el padre, Margaret, la madre de Ethan, el medio hermano de Sacha.
– ¿Mi Iphone no sería suficiente? preguntó mi tía, desenfundando el juguete que traía consigo todo el tiempo.
– Me temo que no –respondió Helen. Esta cámara es profesional, les servirá a ambos para hacer la cobertura, además cuenta con una cámara muy precisa, mucho más precisa que nuestras pequeñas aplicaciones portátiles. Con el zoom, que les permitirá grabar lo que nos interesa, sin ponerlos en una posición sospechosa.
Maddie asiente con la cabeza, yo asiento, Mark ronca.
– ¿Cuándo empezamos a seguirle la pista? Le pregunté a Helen.
– Pensé que teníamos que dejarlo un poco al azar, pero una buena ocasión se ha presentado hoy. Tuve que confirmar la presencia de Sacha en la apertura de una exposición en el Guggenheim. Llamé a Allisson, después de todo, es su novia, y se apresuró a decir que iba a ir ella en lugar de Sacha, que incluso podría ir acompañada. Dudo que vaya con su futura suegra. Al volver a llamar al Guggenheim para confirmar, les he pedido una acreditación adicional para dos periodistas franceses. ¡Y voilà!
Todos aplaudimos (Mark se despertó de repente) ante esta jugada maestra.
Segundo día de operaciones. Más agotadora sin duda, dado que todos estábamos bajo tensión, en una espera que se hacía tediosa. Yo esperaba noticias de David, quien no había dado señales de vida desde su salida a San Martín y Maddie se preparaba psicológicamente en su habitación del hotel, y pulía su papel de periodista francesa especializada en artes. Entonces no tenía la mente en paz: Mis pensamientos se dirigían constantemente hacia Sacha y gastaba una gran cantidad de energía para contener las lágrimas. Estaba constantemente al borde del desplome y sólo las perspectivas de éxito de nuestro plan me ayudaban a tenerme en pie.
Sacha, ¿dónde estás? ¿Con quién? ¿Quién se ocupa de ti?
¿Quién besaba su frente, sus párpados, sus labios? ¿Había acaso en un rincón de su trauma cerebral un recuerdo de nosotros, de nuestros maravillosos momentos de amor, de nuestras risas y todo lo que habíamos compartido? ¿Tal vez una mujer joven se caía de la bicicleta en sus sueños y no entendía el por qué? Se había olvidado de que era la forma en que nos conocimos en París, él me había ayudado a levantarme y así es como empezó todo.
Es difícil concentrarse con la cabeza llena de tantas preguntas. Natalia pasaba de vez en cuando delante de la puerta abierta de mi oficina (no tenía ni idea de que yo estaba trabajando por su perdición...), siempre con su andar profesional, y cada vez me lanzaba una mirada que quería ser simpática, pero era más bien la de un asesino, como si se preguntara qué hacía yo ahí todavía y se alegraba por adelantado de la eventualidad por la que pasaba.
Mi celular sonó poco antes de las 18 horas, cuando estaba a punto de salir de la oficina a reunirme con Maddie para ayudarla a prepararse y motivarla.
– David, al fin..., dije. Me empezaba a preocupar.
– Liz, era por una buena causa, te lo aseguro. ¡He aquí que contamos con una prueba más!
– ¿En serio? ¡Cuenta! Digo, al cerrar súbitamente la puerta de mi oficina.
– No sólo he encontrado a nuestro hombre, sino que grabé su confesión, y también tengo la cantidad que recibió y el número de teléfono de la persona que ordenó el sabotaje.
– Déjame adivinar... ¿el de Allisson?
– Demasiado fácil, pero una evidencia en efecto. Allisson ha sido la «jefa» del mecánico por unos meses, cuando Sacha compró la villa. ¿Y sabes qué? Apenas tengo tiempo para tomar un cóctel ti-punch y abordar un avión. Estaré en Nueva York esta noche.
¡Allisson, pronto serás desenmascarada!
Recogí mis cosas y rápidamente salí de la oficina, asegurándome de no caer sobre Natalia, por temor de que no sintiera el viento soplar al ver mi semblante de regocijo.
Me encontré con Maddie y Mark en su hotel, los dos vestidos con trajes clásicos y un tanto extravagantes, justo lo suficiente para ser identificados como la periodista y el fotógrafo por los que iban a hacerse pasar sin levantar sospechas. Mi tía estaba emocionada como un chiquillo, e igualmente animada por la misma determinación que todos sentíamos: Descubrir a los culpables por el bien del amor.
Los miré subir a un taxi y alejarse, con el corazón encogido, con los dedos cruzados para que su misión tuviera éxito y nos consiguiera la prueba definitiva de Allisson, la prometida ideal, retozando con Ethan, el medio hermano de su futuro esposo, como la noche que les sorprendí en el Waldorf.
Volví al apartamento de David a esperar. Giró la llave de la puerta alrededor de las 23 horas, mientras yo terminaba de comerme las uñas de las manos y me daban ganas de hacer lo mismo con las de mis dedos de los pies, por la ansiedad. Estábamos escuchando las confesiones del mecánico en su pequeña grabadora de voz cuando el intercomunicador sonó incesantemente.
David corrió hacia el intercomunicador y apenas presionó el botón de comunicación, cuando se oyó gritar a Maddie:
– ¡Maldita sea, abre rápido, esta mujer es un monstruo.

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