CAPITULO 13
Subí
al ascensor y marqué el piso 20. Como lo había previsto Gina no se había
olvidado de mí, y al
parecer
se había emocionado mucho cuando le dijeron que yo estaba aquí. El ascensor se
detuvo y
las
puertas se abrieron. Salí y caminé por el pasillo, hasta llegar al lugar al que
el otro día Vanessa
me
había traído. Gina estaba rodeaba de personas, a las cuales ella daba ordenes y
pedía cosas. Se
giró
a verme.
—Zac,
querido —dijo y se acercó a mí.
—Hola,
Gina —le dije y cuando estuvo cerca besé su mano —¿Cómo estas?
—Atareada
—me dijo y sonrió —¿Qué te trae por aquí? Vanessa llega dentro de media hora
aproximadamente.
—No,
no vine para ver a Vanessa —mentí más que descaradamente —¿Recuerdas que el
otro día
me
dijiste algo de ser modelo y eso?
—¿No
me digas que lo has pensado y vas modelar para mi? —dijo entusiasmada.
—Mmm,
no en realidad… yo venía a pedirte que me des así algo… un trabajito como
ayudante o lo
que
sea. Pero creo que ser modelo —dije y fruncí el ceño —No es lo mío.
—Que
lastima —dijo en un suspiro —Pero bueno, no importa. Voy a ayudarme. Tú me has
caído
bien,
y eso que los amigos o novios de Vanessa nunca fueron de mi agrado.
—¿Pattinson
no lo es? —pregunté.
Ella
arrugó la nariz mientras caminaba y me hacía una seña para que la siguiera.
—Para
nada —aseguró —Ese niño es demasiado idiota para mi princesa. Vanessa necesita
a un
hombre
inteligente, que le de seguridad. No a un imbécil posesivo y absorbente.
Gracias a dios ella
reaccionó
y lo dejó.
—Ya
lo creo —susurré por lo bajo.
Llegamos
a una pequeña oficina, estaba llena de fotos por todos lados y no pude evitar
acercarme
a
una de ellas. La tomé y la miré. Era la foto de una niña de aproximadamente 7 u
8 años, tenía los
ojos
grandes y pestañas largas. Una sonrisa blanca y perfecta. Entonces me di cuenta
de que era
ella.
—¿No
es hermosa? —me habló Gina mirando la foto que yo tenía en mis manos. Giré mi
cabeza
para
mirarla —Siempre tuvo una particular forma de mirar, y de ser. Ahí tenía apenas
8 años y no
sabes
el carácter que tenía.
—Aun
lo tiene —le aseguré. Gina rió por lo bajo.
—Si,
Vanessa es una chica increíble —dijo orgullosa —Y no lo digo solo por ser su
madre. Ella es
decidida
y dulce. Es testaruda y sensible. Delante de mí, siempre pone una especie de
escudo o
barrera,
pero siempre termina dándome lo que le pido. No puedo quejarme de ella —suspiró
y
luego
me miró —Pero ya, volvamos al tema importante. ¿Qué quieres hacer aquí?
—No
se, tú dime —le dije.
—Bueno,
puedes ser mi ayudante. Los que tengo son un poco tontos…
—Perfecto
—aseguré.
—Tendrás
un sueldo y trabajaras solamente los sábados por la tarde. ¿Te parece bien de 2
a 5 de
la
tarde?
—Me
parece estupendo —le dije.
—Entonces,
bienvenido a las agencias de modelaje Hudgens —dijo y estiró su mano para que
yo la
tomara.
Así lo hice y salimos de allí para acercarnos a donde estaba todo el mundo.
Mi
primer encargo fue ir a apurar a las modelos, y eso fue increíble. Creo que no
puede haber
mejor
trabajo que este para un hombre. Luego fui enviado a planta baja en busca de
unos papeles
importantes.
—¿Puedes
darme los papeles de Gina? —le pregunté a la chica de recepción.
—Enseguida
—me dijo y me dejó solo mientras iba por ellos.
—¡Buenos
días a todos! —escuché su voz y me giré a verla.
Estaba
llena de cosas y caminaba con prisa, al parecer estaba llegando tarde. Vi como
desaparecía
detrás
de uno de los ascensores, y no puedo esperar a ver su rostro, cuando sepa que
yo estoy
trabajando
aquí…
—Aquí
tienes —me habló, sacándome de mis pensamientos.
—Muchas
gracias, linda —le dije y me fui de allí para ir en busca de un poco de
diversión.
Subí
al ascensor y no pude evitar sentirme emocionado por llegar al piso 20 y ver la
cara de
Vanessa.
Las puertas se abrieron y caminé hacia donde estaban todos.
—¡Ahí
lo tienes! —Gina le dijo a Vanessa y ella se giró a verme.
Sus
ojos se abrieron como platos y pensé que su mandíbula iba a llegar a tocar el
suelo. Se acercó
a
mí y me miró fijo.
—¿Qué
haces aquí? —me preguntó nerviosa.
—Hola,
¿no? Buenos días cariño, que yo sepa no dormimos juntos anoche —le dije.
—¡Contesta
mi pregunta! —exigió. Sonreí levemente.
—Aquí
trabajo —dije con suavidad y estiré mi brazo para darle el sobre a Gina.
—¡No
estoy para bromas, Efron! ¡Dime que haces aquí!
—No
estoy bromeando, cariño. De verdad trabajo aquí.
Ella
se giró a ver a su madre. Gina asintió con la cabeza, y la morena volvió a
mirarme.
—No,
no tú estas jugando conmigo —dijo riendo nerviosamente —¡Gina! —la llamó, está
se acercó
a
nosotros.
—¿Qué
sucede hija? —le preguntó.
—Dime
que no es verdad —le dijo sin dejar de mirarme.
—¿Qué
no es verdad que? —dijo ella.
—Que
él esta trabajando aquí —dijo nerviosa.
—Si,
si es verdad. Zac es mi nuevo ayudante.
—¡Esto
es increíble! —elevó su voz haciendo que todos se giraran a verla —¡Me rehúso a
trabajar
con
este individuo en este lugar!
—¿Por
qué? —le pregunté.
—¿Qué
quieres? ¿Qué es lo que estas buscando? —me preguntó.
—Nada
—dije haciéndome el inocente —¿Acaso no puedo buscar un empleo para los fines
de
semana?
—¡No,
no puedes! —me aclaró nerviosa. Giró para mirar a su madre —¡No voy a trabajar
con él
aquí!
¡Quiero que se vaya!
—No,
Zac no se va a ir —le aclaró su madre, sin dejar de mirar al frente, en donde
le estaban
haciendo
unas indicaciones o algo por el estilo.
—¿A
no? ¡Entonces me voy yo! —dijo la morena, y se dispuso a irse.
—¡Vanessa
Anne Hudgens! —la llamó con firmeza. Vanessa detuvo su paso y se giró a verla.
Gina
la
miró fijo —Soy tu madre y me debes respeto... también soy tu jefa y por eso
haces lo que yo
quiero,
cuando yo quiera.
—¿Puedo
solicitar un asenso? Me gustaría ser su jefe —dije. Gina rió por lo bajo, pero
a la morena
no
le causó ninguna gracia.
Soltó
un enojado suspiró y se acercó de nuevo a donde estaba su madre, yo solo me
encargué de
observarla.
—¿Están
listas? —preguntó Vanessa a las modelos que estaban frente a ella, mientras
ella se
acomodaba
detrás de la cámara.
Gina
se acercó a mí y miró a su hija, como yo lo hacía. La morena comenzó a sacar
fotos y a dar
instrucciones.
—Es
tan irritante a veces —me habló su madre. Sonreí levemente —Piensa que todo lo
que hago es
para
perjudicarla o en su contra.
—Así
son todas las hijas —le dije. Ella suspiró.
—Ya
lo creo —dijo. Un hombre alto se acercó a nosotros y le pidió a Gina poder
hablar en privado.
La
madre de la morena asintió y se fue con él.
Volví
mi vista a Vanessa, ella miraba las fotos que acaba de sacar. Con cuidado me
acerqué.
—Lindas
fotos —le dije. Ella giró la cabeza para mirarme con recelo —¿Estas enojada?
—No
para nada, estoy muy feliz, no tengo problemas —dijo con toda la ironía del mundo.
—No
tienes porque estar enojada, cariño —le hablé y ella volvió su vista al frente
—Yo no quiero
que
estés enojada conmigo, solo vine porque de verdad necesito el trabajo.
Me
volvió a mirar con esa mirada asesina y cortante. Ella no creía ni una sola de
las palabras que
yo
le estaba diciendo. Una nerviosa Gina salió de la pequeña oficina con aquel
hombre detrás.
Vanessa
la miró y se acercó a ella.
—¿Qué
sucede? —le preguntó ella a su madre. Gina miraba a su alrededor, como buscando
una
solución
a su problema. Me miró a mí y miró a Vanessa. Volvió a mirar a su alrededor.
—Mamá,
¿Qué pasa? —dijo algo nerviosa Vanessa.
—Anne
—le dijo a su hija —Ve a cambiarte y ven para hacer unas fotos con Zac.
Mis
ojos se abrieron bien, al igual que los ojos de Vanessa.
—¿Qué?
¡¿Estas loca?! —le preguntó sin poder creerlo.
—Si
es así la cosa, creo que no voy a poder negarme —dije sonriendo levemente.
Vanessa
me miró asesinamente.
—¡No
soy una de tus estúpidas muñecas de plástico! —chilló Vanessa.
—Por
favor hija —le dijo desesperada acercándose a ella —Los modelos que encargué no
han
llegado,
y si no hacemos ya mismo esa sesión, la marca va a dejarme.
—Pero,
¿Acaso no tienes millones de modelos aquí? —dijo nerviosa.
—No
me sirven, ¡Ninguna me sirve! —miró a su alrededor decepcionada —¡Por favor
Vanessa,
hazlo
por mi!
Vi
la desesperación de la morena por decirle a su madre un rotundo NO, pero como
Gina me había
dicho,
ella iba a terminar aceptando. Soltó un leve suspiro.
—Está
bien —le dijo.
Gina
sonrió emocionada y abrazó con fuerza a su hija. La soltó y se acercó a mí.
—¿Lo
harás, verdad? —me preguntó.
—Claro
que si, jefa —dije divertido.
—Muchas
gracias, de verdad —dijo. Se alejó de nosotros para dar las indicaciones.
Vanessa se giró
a
verme, estaba algo roja por el enojo.
—Llegas
a propasarte, y te arrepentirás —me susurró. Un montón de gente entró al lugar
para
comenzar
a preparar todo. Me llevaron a una pequeña habitación, en donde me dieron unos
cuantos
pantalones de jean. Miré la marca. Levi’s. De verdad está mujer se maneja con
marcas
importantes.
Me sentaron en una silla y comenzaron a despeinar más mi cabello. Lo secaron y
quedó
como si recién me hubiese levantado. Gina entró.
—¡Eso
es! Así esta perfecto, un look rebelde —dijo y me miró —De verdad muchas
gracias, Zac.
—No,
no es nada —le dije.
—Tienes
un tatuaje —dijo asombrada mirando el omóplato izquierdo de mi espalda.
Me
giré a verla.
—Si,
me lo hice hace bastante —dije.
—Eso
aporta más rebeldía al look —dijo divertida.
—No
se si me saldrá —admití.
—Será
fácil, Vanessa sabe sobre esto. Cuando era más chica la obligué a hacer un
curso de
modelaje.
—¿La
obligaste?
—Si
—dijo asintiendo —No quería saber nada sobre aquello, pero como yo sabía que
alguna vez la
iba
a necesitar, lo hice. Bueno, cuando estés listo, sal.
Se
fue dejándome solo. Me puse los pantalones y me quedé sin remera. Yo se que
cuando la
morena
me vea, no va a poder creerlo. Salí y todas las mujeres del lugar se giraron a
verme. Gina
sonrió,
y me hizo una seña para que me acercara a ella. Vi como comenzaban a cuchichear
y a
mirarme
acosadoramente.
—Vas
a provocar que todas mueran de un infarto —me habló mi jefa.
—No
es mi intención —dije orgulloso de mi mismo —¿Dónde esta Vanessa?
—¡Odio
estos malditos pantalones! —entró ella quejándose. Traté de no parecer
cautivado, pero
era
casi imposible. Ella traía un pequeño pantalón de jean, que se ajustaba
perfectamente a sus
piernas.
Su pelo estaba desordenado como el mío, como si recién se hubiese despertado. Y
solo
llevaba
puesto un sostén negro, en la parte de arriba. Sus marrones ojos se clavaron en
los míos, y
dejó
de caminar. Sacudió su cabeza y miró de nuevo a su madre.
—¿Por
qué odias los pantalones hija? —le preguntó Gin.
—¡Mira
como me hace el trasero! —dijo y se giró para mostrárselo.
—Muy
bonito, es redondito —le dije. Me miró furiosa.
—Zac
tiene razón, Anne. Tu trasero está bien —le habló Gina.
—¡Mamá
no tengo el tamaño suficiente para ser modelo!
—Eso
es mentira —le dije. Ella me miró —Tu trasero es el más lindo que he visto
aquí, hasta ahora.
—No
estaba hablando de mi trasero Efron —me dijo seria —¡Miren como me queda esto!
Levantó
una de sus piernas y el pantalón quedaba un poco colgando. Gina mandó a buscar
un par
de
zapatos con taco. Los trajeron y el problema fue solucionado.
—No
vas a encontrar alguna excusa para no hacerlo, hija mía —le aclaró. Vanessa le
sacó la lengua
cuando
está no la estaba viendo —Ahora vayan allí —nos dijo. Caminamos hasta el centro
del
lugar.
Las luces blancas nos iluminaban —Ahora, se acercan.
Vanessa
miró fijo a su madre, y luego giró hacia mí.
—Juro
que vas a arrepentirte de esto Efron —me amenazó.
CAPITULO 14
Mis
ojos estaban clavados en los suyos. Esas profundidades color chocolate, estaban
llenas de
emociones,
llenas de amenazas, y podría decirse que hasta de miedos.
—Bueno,
vamos a comenzar —habló Gina.
Vanessa
giró la cabeza para mirarla.
—¿Tú
vas a sacar las fotos? —le preguntó algo nerviosa.
—Si,
¿Cuál es el problema? —le preguntó su madre.
—No,
nada —dijo y volvió su vista al frente. Soltó un leve gruñido.
—¿Qué
sucede? —le pregunté.
—Esperaba
que mi madre no fuera la fotógrafa —me dijo.
—¿Por
qué?
—Porque
a veces… pide demasiado…
—Ahora
Zac, pon tu brazo izquierdo alrededor de la cintura de Vanessa y acércala a ti
cuando yo te
diga
—me dijo.
Hice
lo pedido y cuando dijo ya, la acerqué a mí haciendo que chocara levemente
contra mi pecho.
—Perfecto
—habló Gina —Ahora mírense a los ojos. Vanessa pon tus manos sobre sus hombros
y
acércate
más a su rostro.
La
morena giró la cabeza para mirarla.
—Gina…
—la llamó por su nombre, como forma de advertencia.
—Haz
lo que te digo —dijo ella. La morena obedeció y se acercó más a mí —Vanessa,
quiero que
dirijas
tu mirada a la cámara. Tú Zac, solo mírala a ella.
Otro
flash iluminó todo.
—¿Cuántas
fotos más vas a sacar? —preguntó Vanessa.
—Varias,
varias —contestó Gina —Ahora quiero ver deseo, mucho deseo.
—Tus
peticiones son ordenes para mi, Gin —le hablé.
—¡Nooo!
—chilló ella.
—¡Vanessa,
actúa como si desearas a Zac o te reduzco el sueldo! —la amenazó.
—Vamos
tempanito de hielo, has caso. Las mamás siempre tienen la razón, ¡Deséame!
—Como
los odio —musito ella.
—Ahora
Zac, levanta a Vanessa sobre ti y coloca una de tus manos justo cerca del
parche en donde
esta
la marca y la otra en su espalda.
—Mamá,
¿desde cuando las fotografías se volvieron tan… pornográficas?
—Ay
Vanessa, eres tan… quisquillosa. Haz lo que te digo, así terminamos todo esto
rápido.
Ella
murmuró algo que no logré entender.
—Vamos
cariño, arriba —le dije y la alcé sobre mí.
Sus
piernas se cerraron alrededor de mi cintura, y sentí que iba a volverme loco
ante el adictivo
aroma
de su perfume.
—Vanessa,
peina su cabello hacia atrás con tu mano. Y mírense las bocas.
Parecía
que ella ya no iba a protestar. Su mano se enterró en mis cabellos peinándome
hacia atrás,
y
sus ojos se clavaron en mis labios, al igual que los míos en los de ella.
Luego
de media hora, en donde seguimos posando cerca, muy cerca. En donde ella posó
sola, y de
verdad
parecía una modelo profesional, haciendo caras y gestos. Hasta yo tuve mis poses
solo, y
debo
decir que soy más bueno de lo que pensaba.
—¡Excelente,
hemos terminado! —dijo Gina contenta. Todos aplaudieron —Muchachos, las fotos
son
increíbles, hermosas.
—Voy
a cambiarme —sentenció Vanessa sin prestar atención a su madre. Gina se giró a
verme.
—Ahora
está irritada, pero ya se le va a pasar —me aseguró.
Asentí
y me fui a cambiar.
Cuando
volví ella ya estaba, guardando unas cosas dentro de su cartera. Me acerqué a
ella.
—Comentas
algo sobre esto, y te juro que iré a buscarte y te arrancaré uña por uña,
¿escuchaste?
—¡Gente,
estás fotos van a la portada! —gritó Gina desde su despacho.
—¡¿Qué?!
—preguntó Vanessa dándose vuelta para mirar a la oficina de su madre.
Sonreí
levemente y me acerqué hasta su oído. Ella estaba de espaldas.
—Por
mí, nadie se enterara —le dije. Se giró a verme rápidamente.
—Por
favor, por lo que más quieras, renuncia —me dijo. Reí por lo bajo.
—¿Y
perderme la oportunidad de poder apreciarte los fines de semana? —le dije.
—¿No
te parece que ya son suficientes los días que tengo que soportarte en la
Universidad?
Sonreí
con los labios apretados y respiré profundamente.
—No,
¿algo más?
Me
miró con ojos venenosos. Y si las miradas mataran, hace rato que a mi ya me
estarían velando.
—Eres
una peste, pero ya voy a encontrar la forma de deshacerme de ti.
—Que
linda eres —dije con tono dulce —Yo también te adoro, cariño
Hizo
un sonido de indignación y tomó su abrigo.
—¡Gina!
—la llamó. Está se asomó por la puerta —¡Me voy a cuidar a Robert! ¡Adiós!
Gina
salió rápidamente de la oficina y se acercó a nosotros. Miré a Vanessa.
¡Oh,
si no estuviera condicionado por un juez, seria por algo más que una simple
gripe que lo
tendría
que cuidar!
—Bueno,
te llevo —le dije. Ella se giró a verme aterrada.
—¡No,
no, no, no! ¡Claro que no! No necesito nada de ti —me dijo nerviosa.
—Claro
que si, sabes que no me gusta que andes sola por ahí. Y ya que tu auto aun no
esta listo lo
mejor
va a ser que Zac te lleve a donde necesites —le dijo su madre, que luego me
miró a mí —
Voy
a pagarte a parte para que seas su chofer.
—No
Gin, esa va gratis —dije y le guiñé un ojo.
—Oh,
eres tan tierno —me dijo ella con una sonrisa.
—Puras
tonterías —susurró la morena, pero logré escucharla.
—Tonterías
las que usted hace jovencita, y nadie le puede decir nada. Ahora si es tan
amable de
dirigirse
a mi moto que yo la llevare —le dije y le hice un gesto para que caminara.
—¡Que
no! —dijo ella —Robert no te soporta.
—Ni
yo a él, así que el sentimiento es mutuo. Te dejaré ahí, y te esperaré afuera.
Soltó
un suspiró de cansancio.
—¿Dónde
dejaste la moto? —me preguntó rendida. Sonreí.
—¡Eso
es Zac! —me felicitó Gina —Ahora en adelante te llamare cuando no quiera comer
carne.
—¡Ja,
ni loca! —advirtió Vanessa —A mí no me haces comer carne, nunca más.
—Ya
veremos —le dije.
Ella
me miró fijo, y creo que entendió el otro sentido de lo que le acababa de
decir.
—Bueno,
vayan —dijo Gina y besó la frente de su hija.
Se
fue de nuevo a su oficina. Me giré a ver a la morena y le hice un gesto para
que caminara.
Suspiró
y comenzó a caminar. Nos subimos al ascensor y bajamos hasta el
estacionamiento, en
donde
me había ido a dejar mi moto, luego de hablar con Gina.
—¿Podrías
decirme que se te dio por venir hoy aquí? —me preguntó.
Sonreí
y me subí a la moto, le hice una seña para que subiera delante de mí. Revoleó
los ojos y se
subió.
Se acomodó bien y se sentó derecha.
—Ya
te dije, necesitaba algo que hacer los fines de semana —le dije cerca de su
oído.
—¿Y
porque tenía que ser esto? ¿Por qué me odias?
Reí
por lo bajo, haciendo que ella girara su cabeza para mirarme. Aun no había
prendido la moto.
Recorrí
su rostro con la mirada, buscándole alguna imperfección. Algún error en su
creación y
confección.
No había nada, ella era simplemente… perfecta.
—Yo
no te odio, cariño —dije sin dejar de mirarla.
—Pues
no parece —dijo y volvió su vista al frente.
Sonreí
y arranqué la moto. Me dio la dirección de Pattinson, y el muy desgraciado vive
a unas
pocas
cuadras de mi departamento. Llegamos y frené frente a una gran casa. Reí por lo
bajo. El
imbécil
aun vive con sus padres, no puedo creerlo.
—¿Vive
con sus padres? —le pregunté a Vanessa, mientras ella se bajaba de la moto.
—Si
—dijo ella y no pudo evitar sonreír, pero al instante dejó de hacerlo —Es solo
hasta que se
encuentre
algo que le guste para vivir.
—Si,
seguro.
—Puedes
irte, no hace falta que me esperes, no se a que hora terminaré.
—No
cariño, ve tranquila, pero aquí me quedaré. Se lo prometí a tu madre…
Me
miró con cara de fastidio.
—¿Acaso
no tienes nada mejor que hacer?
—No
cariño, no tengo nada mejor que hacer.
Giró
sobre si misma y caminó a grande zancadas hasta la puerta de la gran casa que
estaba frente
a
mí. Reí divertido y vi como desaparecía detrás de la puerta. Solté un suspiró y
miré a mi
alrededor.
Había un Starbucks a menos de una cuadra. Dejé la moto y fui en busca de un
delicioso
frapuchino.
Me quedé sentado en una de las mesas, perdiendo un poco de mi tiempo.
¿Cuánto
tiempo creen que estará allí dentro la morena? ¿No mucho, verdad?
Luego
de estar una hora allí sentado, me puse de pie y volví hacia mi moto. Me apoyé
sobre ella,
sin
dejar de mirar hacia la puerta. Miré mi reloj, ella aun no salía. Tomé un
cigarrillo y lo prendí
para
poder fumar tranquilo.
Sentí
como algo vibraba en mi bolsillo, me sobresalté un poco y me di cuenta de que
era mi celular.
Lo
tomé y miré la pantalla. No sabía quien era, pues no tenía agendado su número.
—¿Hola?
—dije al atender.
—Hola
Zachy —me habló. Fruncí el ceño al no reconocerla.
—Hola…
—Amanda
tonto, soy Amanda.
¡Diablos!
¿Para que mierra conteste?
—Aaah,
Amanda —dije.
—¿Acaso
no me tienes agendada en tu celular? —preguntó.
—Mmm,
si lo que pasa es que no me había fijado quien era al atender —le mentí.
—Bueno,
no importa. ¿Dónde estas?
—Por
ahí.
—Zac,
¿Qué tengo que hacer para que vengas a hacer de una buena vez el maldito
trabajo de
contaduría?
—¿Qué
trabajo? —le pregunté.
—¡El
trabajo que nos mandaron a hacer de a grupo!
—Aaaaaah,
si el trabajo —dije al recordarlo.
—Tenemos
que hacerlo hoy mismo. Es para el lunes.
—¿Quién
más esta en el grupo? —le pregunté.
—Nadie.
Solo nosotros dos…
—¿Quién
hizo los grupos?
—¡La
profesora tonto! —dijo con voz chillona y soltando una estúpida risita.
¡Aaag,
como me exaspera!
—Está
bien, voy para tu casa.
—Perfecto,
aquí te espero.
Colgué
y miré a la casa de Pattinson. No, yo no iba a irme sin Vanessa de aquí. Tiré
la colilla de mi
tabaco
hacia un costado y caminé hasta la casa. Toqué el timbre y luego de unos
segundos un
señor
de estatura bajita y traje de me abrió.
—¿Qué
se lo ofrece señor? —me preguntó. Trate de no reír, estoy completamente seguro
que esto
es
un mayordomo. ¡Pattinson eres increíble!
—Si,
soy amigo del señor Pattinson, ¿podría pasar a verlo?
—Claro
que si joven —dijo y me dio el paso —Suba las escaleras, la tercer puerta a su
izquierda,
allí
esta el joven Robert.
—Muchas
gracias…
—Albert,
señor.
—Muchas
gracias, Albert.
Subí
las escaleras y me dirigí a la habitación que el amable mayordomo me había
indicado. Me
acerqué
con cuidado, la puerta estaba un poco entreabierta.
—¡Estoy
cansada Robert! ¡Cansada de tus estúpidos celos! —dijo nerviosa ella.
—¡¿Pero
porque tiene que trabajar allí?! —le preguntó nervioso.
—¡Mi
madre lo contrato! ¿Entiendes?
—¡Pues
dile que lo despida!
—¡No
voy a pedirle que lo despida! —dijo ella.
—¿A
no? ¡¿Por qué?!
—¡Porque
simplemente ella no va a hacerlo!
Abrí
la puerta y ambos se giraron a verme. Los ojos de Pattinson se abrieron como
platos. Le sonreí
irónicamente.
—Oye
Rob, siento que te hayas convertido en la incubadora de un virus —le dije
mientras me
acercaba
a Vanessa, tomaba su abrigo y le tomaba la mano —Pero no te puedo prestar a mi
Nessie
más
tiempo.
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