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Peligrosa Obsesión - Capítulo 13 y 14


CAPITULO 13
Subí al ascensor y marqué el piso 20. Como lo había previsto Gina no se había olvidado de mí, y al
parecer se había emocionado mucho cuando le dijeron que yo estaba aquí. El ascensor se detuvo y
las puertas se abrieron. Salí y caminé por el pasillo, hasta llegar al lugar al que el otro día Vanessa
me había traído. Gina estaba rodeaba de personas, a las cuales ella daba ordenes y pedía cosas. Se
giró a verme.
—Zac, querido —dijo y se acercó a mí.
—Hola, Gina —le dije y cuando estuvo cerca besé su mano —¿Cómo estas?
—Atareada —me dijo y sonrió —¿Qué te trae por aquí? Vanessa llega dentro de media hora
aproximadamente.
—No, no vine para ver a Vanessa —mentí más que descaradamente —¿Recuerdas que el otro día
me dijiste algo de ser modelo y eso?
—¿No me digas que lo has pensado y vas modelar para mi? —dijo entusiasmada.
—Mmm, no en realidad… yo venía a pedirte que me des así algo… un trabajito como ayudante o lo
que sea. Pero creo que ser modelo —dije y fruncí el ceño —No es lo mío.
—Que lastima —dijo en un suspiro —Pero bueno, no importa. Voy a ayudarme. Tú me has caído
bien, y eso que los amigos o novios de Vanessa nunca fueron de mi agrado.
—¿Pattinson no lo es? —pregunté.
Ella arrugó la nariz mientras caminaba y me hacía una seña para que la siguiera.
—Para nada —aseguró —Ese niño es demasiado idiota para mi princesa. Vanessa necesita a un
hombre inteligente, que le de seguridad. No a un imbécil posesivo y absorbente. Gracias a dios ella
reaccionó y lo dejó.
—Ya lo creo —susurré por lo bajo.
Llegamos a una pequeña oficina, estaba llena de fotos por todos lados y no pude evitar acercarme
a una de ellas. La tomé y la miré. Era la foto de una niña de aproximadamente 7 u 8 años, tenía los
ojos grandes y pestañas largas. Una sonrisa blanca y perfecta. Entonces me di cuenta de que era
ella.
—¿No es hermosa? —me habló Gina mirando la foto que yo tenía en mis manos. Giré mi cabeza
para mirarla —Siempre tuvo una particular forma de mirar, y de ser. Ahí tenía apenas 8 años y no
sabes el carácter que tenía.
—Aun lo tiene —le aseguré. Gina rió por lo bajo.
—Si, Vanessa es una chica increíble —dijo orgullosa —Y no lo digo solo por ser su madre. Ella es
decidida y dulce. Es testaruda y sensible. Delante de mí, siempre pone una especie de escudo o
barrera, pero siempre termina dándome lo que le pido. No puedo quejarme de ella —suspiró y
luego me miró —Pero ya, volvamos al tema importante. ¿Qué quieres hacer aquí?
—No se, tú dime —le dije.
—Bueno, puedes ser mi ayudante. Los que tengo son un poco tontos…
—Perfecto —aseguré.
—Tendrás un sueldo y trabajaras solamente los sábados por la tarde. ¿Te parece bien de 2 a 5 de
la tarde?
—Me parece estupendo —le dije.
—Entonces, bienvenido a las agencias de modelaje Hudgens —dijo y estiró su mano para que yo la
tomara. Así lo hice y salimos de allí para acercarnos a donde estaba todo el mundo.
Mi primer encargo fue ir a apurar a las modelos, y eso fue increíble. Creo que no puede haber
mejor trabajo que este para un hombre. Luego fui enviado a planta baja en busca de unos papeles
importantes.
—¿Puedes darme los papeles de Gina? —le pregunté a la chica de recepción.
—Enseguida —me dijo y me dejó solo mientras iba por ellos.
—¡Buenos días a todos! —escuché su voz y me giré a verla.
Estaba llena de cosas y caminaba con prisa, al parecer estaba llegando tarde. Vi como desaparecía
detrás de uno de los ascensores, y no puedo esperar a ver su rostro, cuando sepa que yo estoy
trabajando aquí…
—Aquí tienes —me habló, sacándome de mis pensamientos.
—Muchas gracias, linda —le dije y me fui de allí para ir en busca de un poco de diversión.
Subí al ascensor y no pude evitar sentirme emocionado por llegar al piso 20 y ver la cara de
Vanessa. Las puertas se abrieron y caminé hacia donde estaban todos.
—¡Ahí lo tienes! —Gina le dijo a Vanessa y ella se giró a verme.
Sus ojos se abrieron como platos y pensé que su mandíbula iba a llegar a tocar el suelo. Se acercó
a mí y me miró fijo.
—¿Qué haces aquí? —me preguntó nerviosa.
—Hola, ¿no? Buenos días cariño, que yo sepa no dormimos juntos anoche —le dije.
—¡Contesta mi pregunta! —exigió. Sonreí levemente.
—Aquí trabajo —dije con suavidad y estiré mi brazo para darle el sobre a Gina.
—¡No estoy para bromas, Efron! ¡Dime que haces aquí!
—No estoy bromeando, cariño. De verdad trabajo aquí.
Ella se giró a ver a su madre. Gina asintió con la cabeza, y la morena volvió a mirarme.
—No, no tú estas jugando conmigo —dijo riendo nerviosamente —¡Gina! —la llamó, está se acercó
a nosotros.
—¿Qué sucede hija? —le preguntó.
—Dime que no es verdad —le dijo sin dejar de mirarme.
—¿Qué no es verdad que? —dijo ella.
—Que él esta trabajando aquí —dijo nerviosa.
—Si, si es verdad. Zac es mi nuevo ayudante.
—¡Esto es increíble! —elevó su voz haciendo que todos se giraran a verla —¡Me rehúso a trabajar
con este individuo en este lugar!
—¿Por qué? —le pregunté.
—¿Qué quieres? ¿Qué es lo que estas buscando? —me preguntó.
—Nada —dije haciéndome el inocente —¿Acaso no puedo buscar un empleo para los fines de
semana?
—¡No, no puedes! —me aclaró nerviosa. Giró para mirar a su madre —¡No voy a trabajar con él
aquí! ¡Quiero que se vaya!
—No, Zac no se va a ir —le aclaró su madre, sin dejar de mirar al frente, en donde le estaban
haciendo unas indicaciones o algo por el estilo.
—¿A no? ¡Entonces me voy yo! —dijo la morena, y se dispuso a irse.
—¡Vanessa Anne Hudgens! —la llamó con firmeza. Vanessa detuvo su paso y se giró a verla. Gina
la miró fijo —Soy tu madre y me debes respeto... también soy tu jefa y por eso haces lo que yo
quiero, cuando yo quiera.
—¿Puedo solicitar un asenso? Me gustaría ser su jefe —dije. Gina rió por lo bajo, pero a la morena
no le causó ninguna gracia.
Soltó un enojado suspiró y se acercó de nuevo a donde estaba su madre, yo solo me encargué de
observarla.
—¿Están listas? —preguntó Vanessa a las modelos que estaban frente a ella, mientras ella se
acomodaba detrás de la cámara.
Gina se acercó a mí y miró a su hija, como yo lo hacía. La morena comenzó a sacar fotos y a dar
instrucciones.
—Es tan irritante a veces —me habló su madre. Sonreí levemente —Piensa que todo lo que hago es
para perjudicarla o en su contra.
—Así son todas las hijas —le dije. Ella suspiró.
—Ya lo creo —dijo. Un hombre alto se acercó a nosotros y le pidió a Gina poder hablar en privado.
La madre de la morena asintió y se fue con él.
Volví mi vista a Vanessa, ella miraba las fotos que acaba de sacar. Con cuidado me acerqué.
—Lindas fotos —le dije. Ella giró la cabeza para mirarme con recelo —¿Estas enojada?
—No para nada, estoy muy feliz, no tengo problemas —dijo con toda la ironía del mundo.
—No tienes porque estar enojada, cariño —le hablé y ella volvió su vista al frente —Yo no quiero
que estés enojada conmigo, solo vine porque de verdad necesito el trabajo.
Me volvió a mirar con esa mirada asesina y cortante. Ella no creía ni una sola de las palabras que
yo le estaba diciendo. Una nerviosa Gina salió de la pequeña oficina con aquel hombre detrás.
Vanessa la miró y se acercó a ella.
—¿Qué sucede? —le preguntó ella a su madre. Gina miraba a su alrededor, como buscando una
solución a su problema. Me miró a mí y miró a Vanessa. Volvió a mirar a su alrededor.
—Mamá, ¿Qué pasa? —dijo algo nerviosa Vanessa.
—Anne —le dijo a su hija —Ve a cambiarte y ven para hacer unas fotos con Zac.
Mis ojos se abrieron bien, al igual que los ojos de Vanessa.
—¿Qué? ¡¿Estas loca?! —le preguntó sin poder creerlo.
—Si es así la cosa, creo que no voy a poder negarme —dije sonriendo levemente.
Vanessa me miró asesinamente.
—¡No soy una de tus estúpidas muñecas de plástico! —chilló Vanessa.
—Por favor hija —le dijo desesperada acercándose a ella —Los modelos que encargué no han
llegado, y si no hacemos ya mismo esa sesión, la marca va a dejarme.
—Pero, ¿Acaso no tienes millones de modelos aquí? —dijo nerviosa.
—No me sirven, ¡Ninguna me sirve! —miró a su alrededor decepcionada —¡Por favor Vanessa,
hazlo por mi!
Vi la desesperación de la morena por decirle a su madre un rotundo NO, pero como Gina me había
dicho, ella iba a terminar aceptando. Soltó un leve suspiro.
—Está bien —le dijo.
Gina sonrió emocionada y abrazó con fuerza a su hija. La soltó y se acercó a mí.
—¿Lo harás, verdad? —me preguntó.
—Claro que si, jefa —dije divertido.
—Muchas gracias, de verdad —dijo. Se alejó de nosotros para dar las indicaciones. Vanessa se giró
a verme, estaba algo roja por el enojo.
—Llegas a propasarte, y te arrepentirás —me susurró. Un montón de gente entró al lugar para
comenzar a preparar todo. Me llevaron a una pequeña habitación, en donde me dieron unos
cuantos pantalones de jean. Miré la marca. Levi’s. De verdad está mujer se maneja con marcas
importantes. Me sentaron en una silla y comenzaron a despeinar más mi cabello. Lo secaron y
quedó como si recién me hubiese levantado. Gina entró.
—¡Eso es! Así esta perfecto, un look rebelde —dijo y me miró —De verdad muchas gracias, Zac.
—No, no es nada —le dije.
—Tienes un tatuaje —dijo asombrada mirando el omóplato izquierdo de mi espalda.
Me giré a verla.
—Si, me lo hice hace bastante —dije.
—Eso aporta más rebeldía al look —dijo divertida.
—No se si me saldrá —admití.
—Será fácil, Vanessa sabe sobre esto. Cuando era más chica la obligué a hacer un curso de
modelaje.
—¿La obligaste?
—Si —dijo asintiendo —No quería saber nada sobre aquello, pero como yo sabía que alguna vez la
iba a necesitar, lo hice. Bueno, cuando estés listo, sal.
Se fue dejándome solo. Me puse los pantalones y me quedé sin remera. Yo se que cuando la
morena me vea, no va a poder creerlo. Salí y todas las mujeres del lugar se giraron a verme. Gina
sonrió, y me hizo una seña para que me acercara a ella. Vi como comenzaban a cuchichear y a
mirarme acosadoramente.
—Vas a provocar que todas mueran de un infarto —me habló mi jefa.
—No es mi intención —dije orgulloso de mi mismo —¿Dónde esta Vanessa?
—¡Odio estos malditos pantalones! —entró ella quejándose. Traté de no parecer cautivado, pero
era casi imposible. Ella traía un pequeño pantalón de jean, que se ajustaba perfectamente a sus
piernas. Su pelo estaba desordenado como el mío, como si recién se hubiese despertado. Y solo
llevaba puesto un sostén negro, en la parte de arriba. Sus marrones ojos se clavaron en los míos, y
dejó de caminar. Sacudió su cabeza y miró de nuevo a su madre.
—¿Por qué odias los pantalones hija? —le preguntó Gin.
—¡Mira como me hace el trasero! —dijo y se giró para mostrárselo.
—Muy bonito, es redondito —le dije. Me miró furiosa.
—Zac tiene razón, Anne. Tu trasero está bien —le habló Gina.
—¡Mamá no tengo el tamaño suficiente para ser modelo!
—Eso es mentira —le dije. Ella me miró —Tu trasero es el más lindo que he visto aquí, hasta ahora.
—No estaba hablando de mi trasero Efron —me dijo seria —¡Miren como me queda esto!
Levantó una de sus piernas y el pantalón quedaba un poco colgando. Gina mandó a buscar un par
de zapatos con taco. Los trajeron y el problema fue solucionado.
—No vas a encontrar alguna excusa para no hacerlo, hija mía —le aclaró. Vanessa le sacó la lengua
cuando está no la estaba viendo —Ahora vayan allí —nos dijo. Caminamos hasta el centro del
lugar. Las luces blancas nos iluminaban —Ahora, se acercan.
Vanessa miró fijo a su madre, y luego giró hacia mí.
—Juro que vas a arrepentirte de esto Efron —me amenazó.
CAPITULO 14
Mis ojos estaban clavados en los suyos. Esas profundidades color chocolate, estaban llenas de
emociones, llenas de amenazas, y podría decirse que hasta de miedos.
—Bueno, vamos a comenzar —habló Gina.
Vanessa giró la cabeza para mirarla.
—¿Tú vas a sacar las fotos? —le preguntó algo nerviosa.
—Si, ¿Cuál es el problema? —le preguntó su madre.
—No, nada —dijo y volvió su vista al frente. Soltó un leve gruñido.
—¿Qué sucede? —le pregunté.
—Esperaba que mi madre no fuera la fotógrafa —me dijo.
—¿Por qué?
—Porque a veces… pide demasiado…
—Ahora Zac, pon tu brazo izquierdo alrededor de la cintura de Vanessa y acércala a ti cuando yo te
diga —me dijo.
Hice lo pedido y cuando dijo ya, la acerqué a mí haciendo que chocara levemente contra mi pecho.
—Perfecto —habló Gina —Ahora mírense a los ojos. Vanessa pon tus manos sobre sus hombros y
acércate más a su rostro.
La morena giró la cabeza para mirarla.
—Gina… —la llamó por su nombre, como forma de advertencia.
—Haz lo que te digo —dijo ella. La morena obedeció y se acercó más a mí —Vanessa, quiero que
dirijas tu mirada a la cámara. Tú Zac, solo mírala a ella.
Otro flash iluminó todo.
—¿Cuántas fotos más vas a sacar? —preguntó Vanessa.
—Varias, varias —contestó Gina —Ahora quiero ver deseo, mucho deseo.
—Tus peticiones son ordenes para mi, Gin —le hablé.
—¡Nooo! —chilló ella.
—¡Vanessa, actúa como si desearas a Zac o te reduzco el sueldo! —la amenazó.
—Vamos tempanito de hielo, has caso. Las mamás siempre tienen la razón, ¡Deséame!
—Como los odio —musito ella.
—Ahora Zac, levanta a Vanessa sobre ti y coloca una de tus manos justo cerca del parche en donde
esta la marca y la otra en su espalda.
—Mamá, ¿desde cuando las fotografías se volvieron tan… pornográficas?
—Ay Vanessa, eres tan… quisquillosa. Haz lo que te digo, así terminamos todo esto rápido.
Ella murmuró algo que no logré entender.
—Vamos cariño, arriba —le dije y la alcé sobre mí.
Sus piernas se cerraron alrededor de mi cintura, y sentí que iba a volverme loco ante el adictivo
aroma de su perfume.
—Vanessa, peina su cabello hacia atrás con tu mano. Y mírense las bocas.
Parecía que ella ya no iba a protestar. Su mano se enterró en mis cabellos peinándome hacia atrás,
y sus ojos se clavaron en mis labios, al igual que los míos en los de ella.
Luego de media hora, en donde seguimos posando cerca, muy cerca. En donde ella posó sola, y de
verdad parecía una modelo profesional, haciendo caras y gestos. Hasta yo tuve mis poses solo, y
debo decir que soy más bueno de lo que pensaba.
—¡Excelente, hemos terminado! —dijo Gina contenta. Todos aplaudieron —Muchachos, las fotos
son increíbles, hermosas.
—Voy a cambiarme —sentenció Vanessa sin prestar atención a su madre. Gina se giró a verme.
—Ahora está irritada, pero ya se le va a pasar —me aseguró.
Asentí y me fui a cambiar.
Cuando volví ella ya estaba, guardando unas cosas dentro de su cartera. Me acerqué a ella.
—Comentas algo sobre esto, y te juro que iré a buscarte y te arrancaré uña por uña, ¿escuchaste?
—¡Gente, estás fotos van a la portada! —gritó Gina desde su despacho.
—¡¿Qué?! —preguntó Vanessa dándose vuelta para mirar a la oficina de su madre.
Sonreí levemente y me acerqué hasta su oído. Ella estaba de espaldas.
—Por mí, nadie se enterara —le dije. Se giró a verme rápidamente.
—Por favor, por lo que más quieras, renuncia —me dijo. Reí por lo bajo.
—¿Y perderme la oportunidad de poder apreciarte los fines de semana? —le dije.
—¿No te parece que ya son suficientes los días que tengo que soportarte en la Universidad?
Sonreí con los labios apretados y respiré profundamente.
—No, ¿algo más?
Me miró con ojos venenosos. Y si las miradas mataran, hace rato que a mi ya me estarían velando.
—Eres una peste, pero ya voy a encontrar la forma de deshacerme de ti.
—Que linda eres —dije con tono dulce —Yo también te adoro, cariño
Hizo un sonido de indignación y tomó su abrigo.
—¡Gina! —la llamó. Está se asomó por la puerta —¡Me voy a cuidar a Robert! ¡Adiós!
Gina salió rápidamente de la oficina y se acercó a nosotros. Miré a Vanessa.
¡Oh, si no estuviera condicionado por un juez, seria por algo más que una simple gripe que lo
tendría que cuidar!
—Bueno, te llevo —le dije. Ella se giró a verme aterrada.
—¡No, no, no, no! ¡Claro que no! No necesito nada de ti —me dijo nerviosa.
—Claro que si, sabes que no me gusta que andes sola por ahí. Y ya que tu auto aun no esta listo lo
mejor va a ser que Zac te lleve a donde necesites —le dijo su madre, que luego me miró a mí —
Voy a pagarte a parte para que seas su chofer.
—No Gin, esa va gratis —dije y le guiñé un ojo.
—Oh, eres tan tierno —me dijo ella con una sonrisa.
—Puras tonterías —susurró la morena, pero logré escucharla.
—Tonterías las que usted hace jovencita, y nadie le puede decir nada. Ahora si es tan amable de
dirigirse a mi moto que yo la llevare —le dije y le hice un gesto para que caminara.
—¡Que no! —dijo ella —Robert no te soporta.
—Ni yo a él, así que el sentimiento es mutuo. Te dejaré ahí, y te esperaré afuera.
Soltó un suspiró de cansancio.
—¿Dónde dejaste la moto? —me preguntó rendida. Sonreí.
—¡Eso es Zac! —me felicitó Gina —Ahora en adelante te llamare cuando no quiera comer carne.
—¡Ja, ni loca! —advirtió Vanessa —A mí no me haces comer carne, nunca más.
—Ya veremos —le dije.
Ella me miró fijo, y creo que entendió el otro sentido de lo que le acababa de decir.
—Bueno, vayan —dijo Gina y besó la frente de su hija.
Se fue de nuevo a su oficina. Me giré a ver a la morena y le hice un gesto para que caminara.
Suspiró y comenzó a caminar. Nos subimos al ascensor y bajamos hasta el estacionamiento, en
donde me había ido a dejar mi moto, luego de hablar con Gina.
—¿Podrías decirme que se te dio por venir hoy aquí? —me preguntó.
Sonreí y me subí a la moto, le hice una seña para que subiera delante de mí. Revoleó los ojos y se
subió. Se acomodó bien y se sentó derecha.
—Ya te dije, necesitaba algo que hacer los fines de semana —le dije cerca de su oído.
—¿Y porque tenía que ser esto? ¿Por qué me odias?
Reí por lo bajo, haciendo que ella girara su cabeza para mirarme. Aun no había prendido la moto.
Recorrí su rostro con la mirada, buscándole alguna imperfección. Algún error en su creación y
confección. No había nada, ella era simplemente… perfecta.
—Yo no te odio, cariño —dije sin dejar de mirarla.
—Pues no parece —dijo y volvió su vista al frente.
Sonreí y arranqué la moto. Me dio la dirección de Pattinson, y el muy desgraciado vive a unas
pocas cuadras de mi departamento. Llegamos y frené frente a una gran casa. Reí por lo bajo. El
imbécil aun vive con sus padres, no puedo creerlo.
—¿Vive con sus padres? —le pregunté a Vanessa, mientras ella se bajaba de la moto.
—Si —dijo ella y no pudo evitar sonreír, pero al instante dejó de hacerlo —Es solo hasta que se
encuentre algo que le guste para vivir.
—Si, seguro.
—Puedes irte, no hace falta que me esperes, no se a que hora terminaré.
—No cariño, ve tranquila, pero aquí me quedaré. Se lo prometí a tu madre…
Me miró con cara de fastidio.
—¿Acaso no tienes nada mejor que hacer?
—No cariño, no tengo nada mejor que hacer.
Giró sobre si misma y caminó a grande zancadas hasta la puerta de la gran casa que estaba frente
a mí. Reí divertido y vi como desaparecía detrás de la puerta. Solté un suspiró y miré a mi
alrededor. Había un Starbucks a menos de una cuadra. Dejé la moto y fui en busca de un delicioso
frapuchino. Me quedé sentado en una de las mesas, perdiendo un poco de mi tiempo.
¿Cuánto tiempo creen que estará allí dentro la morena? ¿No mucho, verdad?
Luego de estar una hora allí sentado, me puse de pie y volví hacia mi moto. Me apoyé sobre ella,
sin dejar de mirar hacia la puerta. Miré mi reloj, ella aun no salía. Tomé un cigarrillo y lo prendí
para poder fumar tranquilo.
Sentí como algo vibraba en mi bolsillo, me sobresalté un poco y me di cuenta de que era mi celular.
Lo tomé y miré la pantalla. No sabía quien era, pues no tenía agendado su número.
—¿Hola? —dije al atender.
—Hola Zachy —me habló. Fruncí el ceño al no reconocerla.
—Hola…
—Amanda tonto, soy Amanda.
¡Diablos! ¿Para que mierra conteste?
—Aaah, Amanda —dije.
—¿Acaso no me tienes agendada en tu celular? —preguntó.
—Mmm, si lo que pasa es que no me había fijado quien era al atender —le mentí.
—Bueno, no importa. ¿Dónde estas?
—Por ahí.
—Zac, ¿Qué tengo que hacer para que vengas a hacer de una buena vez el maldito trabajo de
contaduría?
—¿Qué trabajo? —le pregunté.
—¡El trabajo que nos mandaron a hacer de a grupo!
—Aaaaaah, si el trabajo —dije al recordarlo.
—Tenemos que hacerlo hoy mismo. Es para el lunes.
—¿Quién más esta en el grupo? —le pregunté.
—Nadie. Solo nosotros dos…
—¿Quién hizo los grupos?
—¡La profesora tonto! —dijo con voz chillona y soltando una estúpida risita.
¡Aaag, como me exaspera!
—Está bien, voy para tu casa.
—Perfecto, aquí te espero.
Colgué y miré a la casa de Pattinson. No, yo no iba a irme sin Vanessa de aquí. Tiré la colilla de mi
tabaco hacia un costado y caminé hasta la casa. Toqué el timbre y luego de unos segundos un
señor de estatura bajita y traje de me abrió.
—¿Qué se lo ofrece señor? —me preguntó. Trate de no reír, estoy completamente seguro que esto
es un mayordomo. ¡Pattinson eres increíble!
—Si, soy amigo del señor Pattinson, ¿podría pasar a verlo?
—Claro que si joven —dijo y me dio el paso —Suba las escaleras, la tercer puerta a su izquierda,
allí esta el joven Robert.
—Muchas gracias…
—Albert, señor.
—Muchas gracias, Albert.
Subí las escaleras y me dirigí a la habitación que el amable mayordomo me había indicado. Me
acerqué con cuidado, la puerta estaba un poco entreabierta.
—¡Estoy cansada Robert! ¡Cansada de tus estúpidos celos! —dijo nerviosa ella.
—¡¿Pero porque tiene que trabajar allí?! —le preguntó nervioso.
—¡Mi madre lo contrato! ¿Entiendes?
—¡Pues dile que lo despida!
—¡No voy a pedirle que lo despida! —dijo ella.
—¿A no? ¡¿Por qué?!
—¡Porque simplemente ella no va a hacerlo!
Abrí la puerta y ambos se giraron a verme. Los ojos de Pattinson se abrieron como platos. Le sonreí
irónicamente.
—Oye Rob, siento que te hayas convertido en la incubadora de un virus —le dije mientras me
acercaba a Vanessa, tomaba su abrigo y le tomaba la mano —Pero no te puedo prestar a mi Nessie

más tiempo.

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