Los resultados de las pruebas de Daniela fueron positivos. Eso,
unido a la
incorporación completa de Suhaila e Israel a la familia y a la
felicidad de
la joven y el futbolista, hizo que todos fueran dichosos como
llevaban
muchos años sin serlo.
La prensa se hizo eco de la escena del balcón protagonizada por el
toro
español. El futbolista más querido por las féminas y adorado por
los tifosi
del Inter, se había enamorado de la hija del entrenador Norton. La
imagen
de él declarándose en un camión de bomberos se difundió por todos
los
medios, y rápidamente la prensa inventó una increíble historia de
amor.
En agosto, tras unas estupendas vacaciones en Tenerife, Rubén y
Daniela
regresaron a su casa morenos, relajados y encantados. Todo el
tiempo que
estaban juntos les parecía poco y, aunque les costó dejar a los
niños una
semana con los abuelos, al final lo hicieron y disfrutaron a solas
el uno del
otro.
En septiembre, Rubén, cansado de dormir una noche en cada casa,
decidió dar el gran paso y pedirle a Daniela que se casara con él
delante de
toda la familia, ella aceptó sin dudarlo. Le quería y como él
decía, «nada ni
nadie les separaría».
En noviembre, en plena temporada futbolística decidieron casarse
en la
catedral de Milán. Su boda fue un gran acontecimiento para la
ciudad y un
enorme orgullo para John Norton, que entró en la catedral llevando
a su
hija del brazo, e hizo ver a todo el mundo que hasta los más duros
tienen
debilidades.
En la fiesta posterior, Daniela y Rubén abrieron el baile. Cuando
sonaron
los primeros acordes, se miraron y enamorados, bailaron su
canción.
It´s now or never, come hold me tight
Kiss me my darling, be mine tonight
Tomorrow will be too late
It´s now or never my love won´t wait
Sin importarles que todo el mundo les estuviera observando, como
dos
auténticos enamorados, se miraban a los ojos mientras ella
canturreaba y él
murmuró:
—Nunca terminaste de contarme qué dice esta canción.
Encantada sonrió e indicó:
—La canción habla de un amor, dice que cuando vio por primera vez
la
sonrisa de su amada, cayó rendido a sus pies. Él siempre ha estado
buscando ese amor, y una vez lo ha encontrado, quiere todo de
ella. Sus
labios le excitan y su cuerpo le invita a abrazarla y asegura que
el
momento para amarse es ahora o nunca, porque ese amor no quiere
esperar.
Enamorado, cuando ella acabó de explicarle lo que decía la
canción, la
besó y todos les vitorearon. Esa canción sin saberlo resumía su
historia de
amor.
Una hora después, Norton volvió a sorprender a todos cuando se
marcó
con su hija algunas piezas de rock and roll, ante los aplausos
de invitados y
familiares. Rachel y Teresa, la madre de Rubén, cuchicheaban y
aplaudían
emocionadas, mientras el futbolista se reía con sus hermanas.
—Tienes una cara de tonto ahora mismo, que no puedes con ella —se
mofó Malena.
—Gracias, hermanita ¡yo también te quiero! —Rio el futbolista sin
quitarle la vista de encima a su ya mujer mientras ella bailaba
con su
padre.
—Ni caso, Rubén, ya sabes que las bodas no son el punto fuerte de
Malena —se guaseó Olivia divertida.
Pero le gustara o no reconocerlo, Rubén sabía que así era. Estaba
tan
orgulloso de su mujer que supuraba admiración por ella por todos
los poros
de su piel. Daniela era la persona más luchadora que había
conocido en su
vida: había luchado de pequeña por salir adelante; había luchado de
jovencita para superar la muerte de su hermana; había luchado por
ella
misma para superar un cáncer; había luchado por Suhaila e Israel
para
darles una familia y, en cierto modo, había luchado con un
futbolista
creído hasta hacerle ver que la vida era algo más que belleza y
mujeres
técnicamente perfectas.
Aquella madrugada, cuando acabó la fiesta y entraron en la
habitación
del hotel, el flamante marido dejó a su mujer sobre la cama y
murmuró con
una sonrisa de lobezno:
—Te voy a comer entera.
Divertida y sensual, Daniela murmuró:
—Cómeme.
Sin prisa, pero sin pausa, se desnudaron e hicieron el amor. Ya
agotados,
se dejaron caer en la cama, y Rubén dijo besándola en la cabeza:
—Siento mucho que no podamos irnos de viaje de novios todavía por
mi
trabajo.
—No pasa nada, cielo. —Sonrió tocando el tatuaje de su pezón—. Ya
nos iremos más adelante, ahora tienes que darlo todo hasta el
final de la
temporada.
—Todavía no hemos decidido a dónde ir, ¿tienes alguna idea?
Acurrucándose en él, sonrió y murmuró deseosa de más sexo:
—Me da igual el lugar si estoy contigo.
Emocionado, Rubén asintió e incorporándose, cogió su chaqueta del
suelo, sacó de ella un sobre y le dijo entregándoselo:
—Yo ya elegí lugar ¡espero haber acertado!
Con curiosidad, Daniela abrió el sobre y, al leer el documento que
había
en su interior, le miró y, después de pestañear como una
chiquilla, gritó:
—¿En serio?
—Sí, preciosa, ¡en serio!
Tirándose sobre él, le besó con pasión y, cuando se separó,
murmuró a
escasos centímetros de su boca.
—Vamos a ir a Joulupukin Pajakylä.
—Sí —rio feliz Rubén.
—A Laponia para ver la Casa de Santa Klaus.
—Sí, señora Ramos, allá vamos.
—Madre míaaa, creo… creo que me voy a desmayar de la emoción.
—¡Ni lo sueñes, preciosa…! Hoy no puedes desmayarte, tengo
prevista
una larga y ardiente noche contigo.
—Yupi… yupi… hey —se mofó al escucharle.
Rubén soltó una carcajada, era consciente de lo feliz que la hacía
aquel
viaje, y le explicó los detalles:
—Salimos el dieciséis de diciembre y regresaremos el veintiuno,
así
podremos pasar las navidades con la familia. Nos alojaremos en un
precioso hotel desde donde me han asegurado que veremos la aurora
boreal. Visitaremos a Papá Noel para que le des tu carta. —Al
decir
aquello, ella soltó una carcajada—. Pasearemos en trineo tirados
por renos.
Jugaremos en la nieve y cuando lleguemos a nuestra habitación te
haré el
amor incesantemente para que digas eso de yupi… yupi… hey.
Daniela soltó una carcajada y, antes de que pudiera decir nada
más,
Rubén añadió:
—Y para que tu felicidad sea completa, quiero que sepas que
Suhaila e
Israel nos acompañaran en este viaje.
—¿En seriooo?
Rubén asintió y añadió:
—Y también mi hermana Malena, ella se ocupará de los niños en
ciertos
momentos para que tú y yo podamos estar a solas.
Incrédula por todo lo que le decía, Daniela se tiró a sus brazos y
le
abrazó. Rubén era lo mejor… lo mejor que le había pasado nunca.
—Te quiero, principito, eres el mejor.
Acoplándose a los brazos de su encantadora mujer, la miró y, con
una
sonrisa llena de deseo, acercó su boca a la de ella y susurró.
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